Pablo Medina sí fue premonitorio del desastre rojito - Runrun
Pablo Medina sí fue premonitorio del desastre rojito

CUANDO MUCHOS ELECTORES ven a Pablo Medina piensan que es un candidato cuasi folclórico, parte de una vieja manera de hacer política y hasta como un hombre sin suficientes condiciones económicas o trabajo quien no pudo pagar la suma exigida por la Mesa de la Unidad para participar en las primarias.

Sin embargo, hay que reconocerle a este político de la izquierda algunos méritos indispensables para llegar al sitio donde hoy está.

Su oposición a Hugo Chávez no es nueva y fue precisamente dentro del partido PPT, Patria para Todos, que junto con otros dirigentes que hoy acompañan al caudillo militar se opuso al apoyo que al final concedió esa agrupación política a Chávez.

Luchador por la causa laboral y aguerrido contendor por ese motivo dio algunos ejemplos de su compromiso al pelear contra la privatización de la Cantv o la venta de Viasa.

Estuvo a punto de ocupar un espacio importante con los golpistas del 4F pero alguien no llegó con las armas ofrecidas.

Según Wikipedia: Medina fue fundador del partido La Causa Radical; luego de dividido ese grupo fundó otro partido Patria Para Todos. Diputado y Senador en el Congreso Nacional para luego integrar la Asamblea Nacional Constituyente de 1999. Hoy dirige el Movimiento Laborista.

El 3 de noviembre de 2011 Pablo Medina inscribió su precandidatura para las elecciones primarias de la Mesa de la Unidad, con el fin de escoger al candidato que representaría a esa coalición en la elección presidencial de Venezuela de 2012. Al comienzo, su precandidatura no fue admitida por no contar Medina con los recursos necesarios para ayudar a financiar las primarias, mas fue finalmente aceptada por la Mesa de la Unidad el 18 de noviembre de 2011.

Esta semana en su columna semanal de los martes en El Nacional, el periodista Vladimir Villegas, ex compañero de Medina en el PPT hace una semblanza de Pablo Medina que vale la pena conocer para entender no solo a Medina sino a muchos de los que hoy acompañan a Chávez en el gobierno mas por intereses crematísticos que de ideales democráticos. Villegas es testigo de excepción en este caso pues discrepo de Medina en ese momento y apoyó la selección de Hugo Chávez como candidato del PPT.

Fíjense bien en los nombres de quienes hoy están al lado de Chávez pues antes fueron quienes criticaron a ese militar que lleva ya trece años en el poder hegemónico.

El artículo de Villegas está en la hemeroteca digital de El Nacional.

Marcaré los puntos más relevantes sobre quienes están, estuvieron o enfrentaron a Hugo Chávez.

Chávez y el camino de la salvación

Vladimir Villegas

El presidente Hugo Chávez le dijo a José Vicente Rangel que le da lástima ver a Pablo Medina como precandidato de la oposición, al lado de adecos y copeyanos, y le ha tendido «el camino de la salvación», como si el oponerse a su gobierno ya entra en la categoría del pecado y nuestro jefe del Estado en la condición del Cristo que perdona a sus hijos descarriados.

Estas referencias de Chávez hacia Medina me traen unos cuantos recuerdos sobre el debate interno que dimos en el PPT cuando se planteó el apoyo a Hugo Chávez y la voz de Pablo fue una de las que se alzó en la discusión para rechazar esa posibilidad. Pablo nunca digirió la decisión que el partido adoptó, y sólo la acató por ser el secretario general y por preservar la unidad partidista. «Yo lo conozco bien», decía siempre Medina, y no le hicimos caso a sus advertencias. Lo acompañaban en esa postura anticandidatura de Chávez María Cristina Iglesias, Farruco Sesto, el difunto general Alberto Müller Rojas, Lelis Páez, Roger Capella, David Paravisini y otros dirigentes.

Aristóbulo Istúriz no tenía una posición claramente definida, como tampoco José Albornoz. Rafael Uzcátegui tampoco se anotó, y sus razones tuvo, en el apoyo inicial al entonces candidato. En cambio, Alí Rodríguez, Rodolfo Sanz, Carlos Melo, Eduardo Manuitt, Alfredo Laya, Roy Daza, este servidor y otros entonces dirigentes de la naciente organización derivada de la división de La Causa R, junto con la abrumadora mayoría de la militancia y los equipos regionales, salimos decididamente a apoyar a Chávez. En aquel momento, a pesar de lo que Pablo presagiaba, hicimos lo que era correcto. No había espacio para una candidatura propia, como la de Medina, impulsada por María Cristina, Farruco y el difunto Alberto Müller, ni estaba planteado un apoyo a los otros dos liderazgos mesiánicos que se asomaban, el de Henrique Salas Römer e Irene Sáez, con visiones de país absolutamente opuestas a las nuestras.

Ya han pasado más de trece años de aquellos debates. Hoy muchas de las advertencias de Pablo se hicieron realidad.

No acompaño muchas de sus posturas, pero admito que en buena medida tenía razón al encender las luces de alarma.

El Presidente es prisionero de su debilidad por el poder absoluto, y de su empeño en convertir la incondicionalidad en un requisito para poder acompañarlo y apoyarlo. Le estorba la crítica, no tolera la idea de someterse a una dirección colectiva. Le impacienta la posibilidad de que otro tome la palabra y le contradiga su punto de vista. Y, por supuesto, no comulga con la idea de la alternabilidad, ni siquiera para abrirle paso a sus más incondicionales y cercanos compañeros de ruta.

Lo grave no es que el Presidente tenga todas esas características sino que ellas marcan su relación con los otros poderes públicos, con su partido, con sus ministros y demás subalternos y, sobre todo, con el resto de la sociedad, como si todos estamos sometidos al principio de la obediencia debida, o caso contrario ipso facto pasamos a formar parte de los enemigos de la patria.

Esas características no las vimos en 1998, y muchas de ellas ni siquiera durante buena parte de su gestión. Se profundizaron de tal manera que hoy son inocultables y prácticamente incorregibles. Sólo una derrota electoral en octubre tal vez lo haga cambiar y reflexionar sobre su paso por el poder. La salvación que él ofrece a otros es lo que más necesita. La autocrítica no nace en los terrenos de la victoria sino en la adversidad. Es ley de vida.