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Opinión

La procesión interna

La procesión interna, por Armando Martini
Mucho más que insurgencias, sanciones estadounidenses y europeas, que son manejables, está la procesión interna que debe ser angustia oficialista y de beneficiarios compinches

 

@ArmandoMartini

Emprende la vigesimotercera verborrea patrañera del embusterismo palabrero de la revolución abusiva, caprichosa y populista. Al octavo año desde aquella muerte oficial, del régimen heredado y de la erosión del chavismo, que ascendió por instigación de la tiranía cubana, la popularidad quedó sepultada para el relevo del fallecido. Comenzó con un grupo interno en su contra, y la adversidad de una oposición fracasada.

Sin melancolía por el autor de la calamidad, el reconocido usurpador superó la incompetencia para administrar que tenía su antecesor. Acrecentó la violación de los derechos humanos al punto de la apertura de una averiguación en la Corte Penal Internacional, acabó con el Bolívar, y vio crecer la inflación hasta convertirse en devastadora hiperinflación que arruina al país y ciudadanos.

Los de Chávez fueron tiempos de incompetentes aduladores. Los siguientes de inútiles e ineptos. Del periodo parlanchín e ignorante, explotador para beneficio propio y enamoramientos ideológicos −como la pasión por Fidel que aseguró su muerte, convencido de una medicina en decadencia− Venezuela pasó a un relevo de igual de incapaces, pero sin el carisma de Sabaneta.

Los de hoy hacen mal o no hacen nada. Sus responsabilidades se van perdiendo y, además, roban. Esa es la tragedia venezolana. Fuerte tenía que ser el país construido bajo la democracia, y sus luchas por imponerla, para aguantar años de chavismo-madurismo y seguir todavía, al menos, respirando.

La farsa socialista del chavismo

El chavismo es una farsa, una estafa que mintió inclusive a sus ejecutores. La Constitución que consagró el poder del pueblo solo sirvió para alardes televisivos, mientras sus operadores eran ineficientes, excepto en robar. Sin embargo, en su analfabetismo, les congelan bienes y los atrapan. Limitados y de fácil detección a simple vista.

En miseria y pobreza, visten trajes dispendiosos, a la medida, camisas de seda y finos algodones, corbatas italianas, zapatos hechos a mano; andan en deportivos de lujo. Usan vehículos recios, briosos y de astronómico valor. Moda y escándalo. Disfrutan las delicias y exquisiteces a solicitud del supuesto refinado y delicado paladar; adornan sus muñecas con relojes estrambóticos de marca. Su entrada apoteósica, estrafalaria irradia excesos de cirugías plásticas, grandes tetas y culos operados, con accesorios que destellan por el oro. Modalidad de quienes que se vuelven súbitamente ricos, que haciéndose los pendejos dejan la etiqueta con el precio.

A pesar de la ostentación, los muy sinvergüenzas, conservan incólumes su espíritu comunista y siguen teniendo adeptos por una mezcla de esperanzas alargadas, ingenua paciencia de los más pobres y aspiraciones de poder. Y en todo eso la amplia jefatura del chavismo primero, y a lo largo de pesados años el castro-madurismo que ha venido debilitándose con el crecimiento de la pobreza, el aumento del desprestigio y la pérdida de credibilidad.

A pesar de los conteos tracaleros exaltan nervios en el chavismo envuelto en madurismo. Aun ganando, obtienen los peores resultados desde de 1998.

El chavismo decrece, silencioso en medio del estruendo propagandístico, resultando, por encima de alardes y fantasías deliberadas, en que hay menos chavistas que antes.

Tienen la voluntad inamovible de aferrarse al poder, pero saben también que están contra la pared. El usurpador no puede viajar sino es con previsiones a países convenientes. Rusos, chinos e iraníes que ven en Venezuela parte de su política exterior antiestadounidense. Y cubanos que se aferran a la única, aunque disminuida, fuente de ingresos, aparte de las remesas del exilio.

La procesión interna

Lógica es entonces una procesión interna marchando lenta pero firme y sin pausa. Los venezolanos tienen menos fe en opositores que no han demostrado excepto la propuesta y defensa de sus pequeños intereses, al punto de que el PSUV en decadencia sigue con alguna fuerza.

Un partido que podría pensar en la conveniencia de dejar ganar a una oposición que, dividida y mediocre, poco podría hacer ante la monumentalidad de problemas; mientras el PSUV en oposición −papel más cómodo de interpretar que un Gobierno carente de todo− durante un período para reorganizarse, recomponerse, regresar sin sanciones y problemas resueltos. Tal como ha sucedido con la inevitable privatización en vista de la sequedad económica, para empezar de nuevo en el camino del progreso, bienestar, libre empresa, competencia, respeto a la propiedad privada y derechos humanos, obediencia a la justicia imparcial y libre opinión; que no es comunismo ni chavismo ni socialismo.

Mucho más que insurgencias, sanciones estadounidenses y europeas, que son manejables, está la procesión interna que debe ser angustia oficialista y de beneficiarios compinches con cada día menos a donde ir.

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Mucho más que insurgencias, sanciones estadounidenses y europeas, que son manejables, está la procesión interna…

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