Piense en otro ejemplo, digamos que usted tiene un taxi y el Gobierno controla las tarifas al aeropuerto. «No se puede cobrar más de Bs. 100» para llevarlo o traerlo, decreta. «Tarifa popular», dicen. ¿Qué sucederá? Usted comprenderá rápidamente que no le conviene bajar, y sencillamente no irá al aeropuerto, o cobrará una tarifa bajo cuerda, limitándose a prestarle el servicio a sus amigos, «los panas», y clientes frecuentes, para no exponerse a una denuncia que lo deje preso o sin placa. En colectivo, la ausencia de carreras significará una drástica contracción en la oferta, y la alternativa de pagar por debajo de la mesa representa el bachaqueo y genera la inflación tarifaria que el control justamente buscaba evitar. Así de sencillo.
Y vamos a complicarlo. En la práctica, el control cambiario conjuga por si mismo una reducción artificial del precio de otras monedas con una restricción de la oferta. La gente pregunta: ¿Cuánto vale el dólar? Y el gobierno responde, «barato, diez bolos, pero a ese precio no hay…» ¡Tragicómico! Al restringirse la oferta surge el bachaqueo, aquel que pone el producto, en este caso las divisas en sus manos, a un precio que se encarecerá por razones de oportunidad y riesgo, y mientras más lo prohiban, más caro. Y como el taxista, siempre se hará entre gente de confianza.
El Instituto Cato de Washington concluye que «las determinación de los precios de mercado a través de la interacción dinámica de la oferta y la demana constituyen los cimientos más básicos de la economía. Las preferencias del consumidor son determinantes… y las empresas deciden cuánto producir en funcion de ellos… A mayores precios, más producción» afirma, y este dinamismo, dide, lleva a un equilibrio. «Pero cuando el gobierno adopta controles de precios, afecta esa dinámica de mercado y genera desequilibrios… porque (precisamente) el precio que impone nunca será un precio de equilibrio».
Es decir, la injerencia del Estado es en su esencia desestabilizadora, según los expertos, y genera justamente lo que intenta evitar, inflación y escasez. Si no cree que los controles generan reacciones espontáneas, deje las luces de su casa apagadas esta noche, y cuando vea una prendida, apáguela, y verá que alguien pronto la prenderá y dirá, molesta, «¡Qué vaina con estas luces apagadas, no joda!» Es lo que llaman, la naturaleza humana…