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Papel histórico de Trump, por Marianella Salazar

TAL COMO VAN LAS COSAS, la revolución bolivariana y su deplorable legado serán recordados en las series de televisión para mostrar que la culpa de su fracaso recae no solo en la traición comunista, en su ideología incompatible con la modernización y las mafias del narcotráfico; será muy fácil constatar que la gran utopía del comunismo encerró una horrible pesadilla que desembocó en una catástrofe que afecta y desestabiliza a toda la región con la diáspora venezolana, integrada mayoritariamente por pobres de solemnidad esparcidos por todos los países del mundo que huyen despavoridos por la miseria y las enfermedades.

Los gobiernos de Chávez y Maduro han sido especialistas en azuzar ese dopado consanguíneo barato que les ha proporcionado un consuelo doméstico instantáneo con esa plaga de turistas revolucionarios, como los de la era soviética, que invariablemente están listos para asistir a cualquier aquelarre siempre y cuando tengan los viáticos y gastos pagados; son los nostálgicos del totalitarismo, enemigos de las libertades, que en cada foro posible se enmascaran, la arman en nombre de los pueblos del mundo, para cuya representación no los ha elegido nadie, y arremeten contra el imperialismo norteamericano. Bajo el lema “Somos Venezuela por la democracia y la paz” se montó este lunes en la Cancillería un tinglado para que Maduro, una vez más, denunciara una persecución ideológica: “O nos subordinamos al imperialismo o seremos perseguidos hasta la desaparición”.

El antiamericanismo visceral es un prejuicio soporífero que, como todo dogma, impide el entendimiento de la realidad, resulta ridículo el mensaje desesperado que a través de un video hizo Maduro pidiendo el apoyo del pueblo de Estados Unidos, rememorando el fantasma de la guerra de Vietnam, que podría replicarse en Venezuela si es desalojado del poder, aunque sea un clamor de casi 90% de la población.

Los estadounidenses no son tontos ni carentes de capacidad crítica, saben que este impresentable es un dictador que ha sumido en la miseria a los venezolanos, que su régimen, además de tener casi 1.000 presos políticos, a los que aplican torturas, está acusado de cargos por narcotráfico y por auspiciar el terrorismo internacional; que se merece las sanciones dictadas por la administración de Donald Trump y cualquier acción para deponerlo y mandarlo directo a la cárcel de Guantánamo, como prometió el asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Bolton, es poco para que pague todo el sufrimiento de un pueblo que en veinte años ha visto a sus hijos morir de hambre o a manos de la violencia, incluido al escuadrón de la muerte del FAES –Fuerza de Acciones Especiales de la Policía Bolivariana–, que no solo asesina delincuentes, sino a quienes protesten contra el gobierno en zonas populares donde el chavismo-madurismo perdió el apoyo popular.

Cada cual cumple su papel histórico, y así, en la actual crisis que sufre Venezuela, si Estados Unidos, con su determinación, logra que los venezolanos recuperemos de una vez por todas la democracia, a través de unas elecciones verdaderamente limpias, no podremos sino agradecerle la visión de futuro y el valor que tuvo.

 

@AliasMalula

El Nacional 

Los 300 Por Francisco J. Quevedo
chavismo
La  mal llamada revolución bolivariana le ha costado a los venezolanos no menos de US$300 millardos y más de 300.000 vidas en 18 años. Venezuela muere para que una minoría florezca, sin alusiones personales.
33% de la pérdida económica se debe a la corrupción, otro tercio responde a las ayudas, descuentos petroleros y condonaciones de deuda que tanto voto en la OEA y la ONU han comprado, y 26% se correspondería con la caída del PIB desde 2010.
Lo siguiente es el desglose y la fuente de cada cifra que en conjunto representan el título de nuestra entrega que quisimos relacionar con la Batalla de las Termópilas, cuando, paradójicamente, una alianza entre Esparta y Atenas enfrentó la agresión de los Persas.
  • Corrupción: La gran culpable:

 

    • Un reporte de Latin Trade estima que la corrupción se traga casi el 2% del PIB anualmente. Extrapolado a Venezuela, esto representaría unos US$ 5,5 millardos por año que en 18 años remontarían sobre US$ 99 millardos. Si consideramos que al país ha ingresado más de un billón de dólares entre riqueza petrolera y endeudamiento en revolución, la burocracia se habría quedado entonces casi con el 10% de esa fortuna, cifra que suena muy como la vil «matraca».

 

    • El propio ex-Ministro Giordani citó una cifra de US$25 millardos «que se robaron de CADIVI» dijo. Y los cuentos de Odebrech apenas comienzan a salir a la luz pública, tras años de tapareo. «Cuando el río suena, piedras trae…» dicen.

 

  • «A Caballo Regalao’ no se le mira el colmillo»:

 

    • Un reporte publicado en Runrunes que replicaba un reportaje de El Nacional del 02/04/2016, indicaba que «el total de ayudas entre 2005 y 2015 fue de US$96,3 millardos», según cifras de la Unidad de Análisis e Investigación de la Fundación Justicia y Democracia.

 

  • Palo Abajo:

 

    • El Banco Mundial reportaría que la economía venezolana habría caído de US$392,2 millardos en 2010 a US$ 314,1 millardos, según estimaciones del FMI para 2017. Ello significa una pérdida económica de US$ 78,1 millardos en solo siete años.

 

  • ¡Y Nosotros Pelando!

 

    • El salario integral mínimo pasó de $26 mensuales, en Julio 2016, a $13 en Julio 2017, medido por el dólar que se consigue en la calle, el único real para el pueblo venezolano. Si calculamos con base en cifras del INE para 2016 (2º Trimestre, esto es lo que hay, como dice la canción), podemos estimar que la fuerza laboral venezolana perdió US$ 817millones de su poder adquisitivo en apenas 12 meses.

 

    • ¿Y cuánto habremos perdido los venezolanos, en poder adquisitivo, desde 1999, cuando un dólar costaba Bs. 573,86 de los viejos, ó 57 ctmos, un realito, de los de hoy, en «bolívares fuertes», y el pueblo ganaba no menos de Bs. 120.000?

 

    • Pasamos de ganar US$ 209 mensuales en 1999, a US$13, en 2017. Esa pérdida remonta a US$ 12,38 millardos, tras 18 años de «revolución».

 

La sumatoria arroja US$ 286 millardos, aún sin agregar el desperdicio que significan los viajes del Presidente a Cuba, las celebraciones y pachangas frente a Miraflores, los sueldos de una burocracia inepta e inútil, e incluso algunas perversiones sociales que se observan entre misiones.

Para cerrar, según el Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV), desde 1999 hasta mayo de 2016, se registrarían 280.552 muertes violentas. Y ahora que somos el país más violento del mundo, se puede estimar que rebasemos facilmente los 20.000 asesinatos en 2017.Nunca tan poco había costado tanto. La felicidad de una minoría narco-corrupta y boliburguesa no compensa la inmensa tristeza de la mayoría, de un pueblo que come de la basura y muere de mengua, cuando es afortunado, y que vela sus muertos en urnas de cartón…

@fjquevedo

Lo que queda de Venezuela, por Joaquín Villalobos

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En Latinoamérica están en marcha tres transiciones que golpean a la extrema izquierda: el fin de la lucha armada en Colombia; el retorno gradual, pero irreversible, de Cuba al capitalismo; y el final de la Revolución Bolivariana.Venezuela es el eje de estas tres transiciones. Con más de 400 presos políticos y la negación a la alternancia mediante elecciones libres, el régimen chavista se destapó como dictadura. Después del intento de Fujimori, se acabaron en el continente las dictaduras de extrema derecha y tras casi 40 años de democracia solo quedan las dictaduras de extrema izquierda en Cuba y Venezuela. En este contexto, los 100 días de protestas contra Maduro se han convertido en la rebelión pacífica más prolongada y de mayor participación en la historia de Latinoamérica. Ninguna dictadura anterior enfrentó un rechazo tan contundente.

Si Nicolás Maduro hubiese aceptado el referéndum revocatorio en el 2016, posiblemente hubiera perdido conservando un 40% de los votos. Pero ahora cada día que pasa su soporte es menor, con lo cual Maduro se está convirtiendo en el sepulturero de la Revolución Bolivariana. Es totalmente falso que en Venezuela haya una lucha entre izquierda revolucionaria y derecha fascista; el régimen venezolano está enfrentado a una coalición de fuerzas esencialmente de centro que incluye a partidos, líderes, organizaciones sociales e intelectuales de izquierda que creen en la democracia y el mercado. Lo que está en juego en Venezuela es el futuro del centrismo político en Latinoamérica, porque en esta ocasión, las fuerzas democráticas no son compañeros de viaje de extremistas ni de derecha, ni de izquierda. La derrota del extremismo abre la posibilidad de alcanzar una mayor madurez democrática en el continente.

Chávez pudo darle unos años más de vida al régimen cubano que ahora, literalmente, está buscando desprenderse de la teta petrolera venezolana para agarrarse de la teta financiera norteamericana. Hace 18 años era intelectualmente obvio que la Revolución Bolivariana tenía fecha de caducidad. La historia de sube y baja de los precios del petróleo y los avances tecnológicos volvían absurda la pretendida eternidad de un socialismo petrolero que permitiera repartir sin producir. Sin embargo, izquierdistas de toda Latinoamérica, España, Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y del resto del mundo vieron en Hugo Chávez la resurrección del mesías y en Venezuela el renacimiento de la utopía que había muerto en Europa Oriental y agonizaba en Cuba. La euforia fue tal que, para muchos, ser de izquierda implicaba aplaudir a Chávez y no criticar a Fidel Castro. La chequera venezolana compró lealtades a escala universal. Sin duda el final del régimen dejaría perdedores en todas partes, por eso sigue conservando defensores y obteniendo silencios.

Pero, finalmente, tal como era previsible, se produjo la implosión del socialismo del siglo XXI y la crisis humanitaria que ha generado es descomunal; la fiesta del despilfarro revolucionario y del robo oportunista ha terminado. El modelo chavista saltó de la inclusión social a la multiplicación exponencial de la miseria. El modelo está muerto y absolutamente nada puede recuperarlo. El régimen de Chávez fue el único de los llamados bolivarianos que le declaró una guerra abierta al mercado con expropiaciones que acabaron con la economía de Venezuela. Ahora solo le queda la fuerza bruta del carácter militar que siempre tuvo. Las ideas que acogió Chávez fueron más una oportunidad para la tradición militarista venezolana que una definición ideológica. El principal factor de cohesión de la Revolución Bolivariana nunca fue la ideología, sino el dinero. Con los billones de dólares en ingresos petroleros fue fácil que un grupo de militares se decidiera, para beneficio propio, confesarse izquierdistas.

Es falso que en Venezuela haya una lucha entre izquierda revolucionaria y derecha fascista

Los militares venezolanos tienen más generales que Estados Unidos, ocupan miles de puestos de gobierno, han armado paramilitares, se han involucrado en el narcotráfico, han intervenido y expropiado empresas, se benefician de la corrupción, controlan el mercado negro, reprimen, apresan, torturan, juzgan y encarcelan opositores. En 17 años los militares han matado casi 300 venezolanos por protestar en las calles. En la historia de las dictaduras latinoamericanas no ha existido una élite militar que haya podido enriquecerse tanto como la venezolana y todo esto lo han defendido como “revolución popular” los extremistas de izquierda en todo el planeta. La plata venezolana logró que intelectuales de primer y tercer mundo establecieran que los antes “gorilas derechistas” fueran reconocidos como un fenómeno revolucionario.

En el pasado, los revolucionarios latinoamericanos fueron perseguidos por Estados Unidos; los bolivarianos, por el contrario, tienen propiedades y cuentas bancarias en Florida. A Venezuela no necesitan invadirla como a Cuba, tampoco requieren armar contrarrevolucionarios como lo hicieron con Nicaragua. La Revolución Bolivariana no depende de Rusia, ni de China, sino de que su enemigo, el “imperialismo yankee”, le siga comprando petróleo. Venezuela cubre solo el 8% del mercado estadounidense. Suspender esa compra no afectaría a Estados Unidos y no sería una agresión, sino una decisión de mercado. Por ello, aunque parezca inaudito, Maduro sigue gobernando gracias a la compasión de Donald Trump. No hay argumento antimperialista que valga, Estados Unidos no ha metido su mano en Venezuela como la metió en Chile, República Dominicana, Panamá o El Salvador.

Los enormes progresos en bienestar logrados por el centroizquierda en Costa Rica, Chile, España y, no digamos, Suecia, Noruega o Dinamarca respetando la democracia y el mercado contrastan con el desastre social y económico de Cuba y Venezuela. Es incomprensible la terquedad de los utópicos de querer hacer posible lo imposible. Chávez no inventó un nuevo socialismo para el siglo XXI, sino que repitió el camino equivocado al pelearse con las fuerzas del mercado y ahora sus herederos hacen lo mismo contra la democracia.

Los bolivarianos bajaron la producción del petróleo y despilfarraron unos ingresos históricos

El supuesto marxista era que la Revolución Bolivariana lograría el desarrollo de las fuerzas productivas, pero, al igual que en Cuba, lo que hubo fue destrucción de las fuerzas productivas. Los bolivarianos hicieron retroceder la producción de petróleo y despilfarraron los ingresos más altos que ha tenido Venezuela en toda su historia. Pero no solo se contradijeron con Carlos Marx. En Venezuela a los de arriba se les ha vuelto imposible gobernar, hay un agravamiento extremo de la miseria de la gente y existe una intensificación extraordinaria de la lucha popular. Estas son las tres condiciones que estableció Vladímir Lenin para reconocer la existencia de una situación revolucionaria. Qué triste debe ser comprarse una revolución de mentiras y ser derrotado por una de verdad. Como dice Rubén Blades en su canción: “Sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas”.

 

*Joaquín Villalobos fue guerrillero salvadoreño y es consultor para la resolución de conflictos internacionales

El momento decisivo: una carta abierta para mis amigos chavistas, por Clifton Ross

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Queridos amigos chavistas,

En 2005 cuando fui invitado a participar del Festival Mundial de Poesía de Venezuela ofrecí mi solidaridad a la Revolución Bolivariana y les pedí a ustedes ayudarnos a combatir las fuerzas asesinas del ilegítimo Presidente George W. Bush quien había declarado ilegalmente la guerra a la población de Iraq justo hacía dos años. Yo pernoctaba en Venezuela, reportando sobre el proceso a mis propias expensas y aparte de mis propios recursos y de mi amor por Venezuela y su gente, hice una película a favor de la Revolución Bolivariana para construir la más grande solidaridad entre Venezuela y el mundo.

Dados los cambios que han ocurrido en Venezuela en los años intermedios, he llegado a reevaluar mis lealtades y gradualmente he llegado a tomar la decisión de levantarme en solidaridad con la mayoría de venezolanos que ahora se oponen al gobierno bolivariano, es decir, yo conecto mis energías, mis esperanzas y mis aspiraciones con aquellos que están en las calles, día tras día, luchando en contra lo que ahora se ha convertido en una parodia, en una caricatura de aquel proyecto que yo una vez apoyé.

Existen diversas razones para mi cambio de determinación y todas ellas tienen relación con los muy negativos cambios que el gobierno bolivariano ha tomado respecto a la década pasada, abandonando su propio proyecto y traicionando sus propios ideales. Ello justifica una explicación porque, a mi manera de verlo, yo simplemente quito el apoyo a la revolución bolivariana a causa de que el gobierno bolivariano le da la espalda al pueblo venezolano:

1. Democracia participativa y protagónica ¿Recuerdan esa frase? Estaba en los labios de cada uno cuando yo vivía en Venezuela en los años 2005 y 2006 y era vista como el corazón de la Revolución Bolivariana. Como la Dra. Margarita López Maya luego me explicaba, la «democracia liberal, en sí misma, llega a ser elitista» y que la brillantez de Chávez era tratar de complementar esta forma de democracia con las democracias directas y participativas. ¿Qué sucedió con aquella promesa de ‘profunda democracia’? En 2007, Chávez propuso un referéndum que llevaría al país hacia el socialismo. El referéndum falló, pero él se rehusó a obedecer la voluntad popular y, en cambio, lo impuso con una serie de leyes, incluyendo una que reemplazó «la democracia participativa y protagónica» con «la democracia del pueblo» o «el poder popular». Desde entonces la situación ha empeorado en Venezuela, especialmente bajo el mando de Nicolás Maduro. Él, ha desconocido la Asamblea Nacional, luego que esta fuese elegida por el pueblo Venezolano en diciembre de 2015; bloqueo el referéndum de 2016; postergó elecciones de gobernadores y alcaldes que deberían haber tenido lugar en 2016 y 2017, respectivamente, y ahora se está imponiendo a la fuerza una constituyente sin consultar el pueblo cuya única fin es fortalecer su poder. Esta constituyente, según la Fiscal General Luisa Ortega “deroga ‘la democracia participativa y protagónica, la supremacía constitucional, el principio de soberanía que es intransferible,” y profundiza la división del país, después de más que 17 años de políticas polarizadoras. La lección está muy clara: sin la estructura de una democracia liberal y representativa, ninguna de las otras democracias pueden ser democráticas.

Es obvio que quienes tienen conocimiento sobre las revoluciones socialistas – comunistas del siglo 20 (pensando en las de la Unión Soviética, China, Corea del Norte, etc.) aquella que fue llamada «democracia socialista popular» era cualquier cosa menos democracia, por lo menos en el sentido en que hemos llegado a entender ese término en el mundo occidental en el pasado cuatro de siglos o más. «La democracia socialista popular» no representa a la gente en términos de sus votos individuales, llevados a cabo en secreto, ni mucho menos a estas personas «directamente» como «protagonistas», ni las compromete a «participar» en ningún sentido significativo en los destinos de su nación. «La democracia socialista popular » bajo la rúbrica del «poder popular» es, en resumen, no democrática. Retornaremos a este punto en líneas subsiguientes.

2. Desarrollo endógeno. Esta fue una de las ideas más esperanzadoras que Chávez propuso: La construcción de la economía interna del país y logrando con ella, entre otras cosas, mayor seguridad alimentaria. Éste habría sido el primer paso hacia el desarrollo industrial y luego tecnológico, ya que ésta sería la progresión (agricultura, industria, tecnología) del desarrollo, no sólo del Reino Unido y los Estados Unidos, sino también de China, Japón, Corea del Sur, India, Brasil y otros países. Para la época, el 65% de lo que los venezolanos consumían era importado. Hoy, las importaciones superan el 90%. Durante los siguientes 12 años, hasta 2012, hubo un incremento de importaciones de 300%. Y esto no fue simplemente un «fracaso» (aunque lo fue), sino que es el resultado de las políticas de Chávez y Maduro, con el control de cambio y de precios, que destruyeron la producción nacional; las expropiaciones de fincas productivas y su conversión en fuerzas no productivas; la irresponsabilidad, la ineptitud, la corrupción y la impunidad en torno a la importación de insumos para la agricultura (semillas, fertilizantes, pesticidas, etc.); y el control de la producción agrícola bajo un gobierno que se había comprobado incapaz de cumplir con cualquiera de sus deberes con eficiencia. Antes de llegar al «desarrollo endógeno», Venezuela ya había destruido su industria nacional, ambas, la de propiedad del estado y la de propiedad privada y llevado al país al atraso y haciéndolo más dependiente de las importaciones. ¿Y por qué? ¿Podría ser que esos controles de cambio y de precios ofrecían mayores oportunidades a los “Boliburgueses” y “Bolichicos” para la corrupción, el desfalco, el «bachaqueo», el control monetario, el subsidio, etc, etc.? Desde la perspectiva de esta élite corrupta que se enriquece a costa del bienestar del pueblo venezolano, las «buenas» políticas son solo aquellas de las que ellos se aprovechan. Y esto nos lleva al siguiente punto.

3. Corrupción. Quizás han leído aquella afirmación que hizo Chávez en 1992 justo un día antes de los sucesos del 11 de abril, cuando dijo que la Fuerza Armada, en la tradición de la Fuerza Armada Liberadora de Simón Bolívar «no puede tornarse indiferente ante el inmenso nivel de corrupción que plaga todas las esferas de nuestro país, el inmenso número de privilegios que tienen algunos, la ausencia de castigo contra aquellos que todos sabemos culpables de haberse enriquecido inapropiadamente con el erario público…»* y así sucesivamente. Ustedes necesitan preguntarse si alguna vez han visto tal corrupción como la que existe hoy en Venezuela. Recuerdo bien aquellos años cuando Chávez era presidente y todos mis amigos Chavistas repetían la misma “verdad”: «Chávez es puro. Es sólo que todos los que lo rodean son corruptos». Ahora todos aquellos que lo rodeaban tienen el control. ¿Habrán dejado de ser corruptos mágicamente? les dejo esa pregunta, pero las estadísticas de Transparencia Internacional dan respuesta: Ubican a la República Bolivariana entre los 10 países más corruptos del mundo.

4. ¿Proyecto Anti-Imperialista? De acuerdo con los Chavistas, Chávez ejecutó un proyecto anti- imperialista, pero ¿realmente lo hizo? Ciertamente la retórica de este gobierno ha sido anti-imperialista, pero el «Imperio» ha sido el principal aliado comercial de Venezuela cuando recibe el 43% de las exportaciones de Venezuela y oferta 29% de sus importaciones, incluyendo el petróleo refinado, debido al deplorable estado en el que ha caído PDVSA en manos de este gobierno. De acuerdo con la miembro de la Asamblea Nacional Venezolana Tamara Adrián, Venezuela ya no es capaz de producir su gasolina de alto octanaje y también importa 60% de su gasolina de bajo octanaje – ambos de las refinerías en Luisiana, estado más conservadora del Imperio. Pero la entrega de sus otros minerales a las corporaciones chinas, rusas y canadienses, la entrega de un enorme territorio ecológicamente sensible, habitado por indígenas, conocido como el Arco Minero del Orinoco; el control que ejerce la inteligencia cubana y otras fuerzas militares, programas educacionales, de salud y otros sectores; viviendas construidas por Irán y China, en lugar de ser venezolanos quienes manejen estas áreas sensibles; da origen a una pregunta obligada: ¿Qué clase de anti-imperialismo es éste? Ciertamente, parece ser un fuerte argumento el que Venezuela nunca ha estado tan endeudada y dependiente del imperio—o de imperios y sub-imperios— como ha llegado a estar bajo la Revolución Bolivariana.

5. ¿Analfabetismo? Recuerdo cuando vivía en Mérida, Venezuela en el 2005 viendo a Chávez en televisión declarando a Venezuela «Territorio libre de analfabetismo». ¿Pero qué muestran realidad? Bien, probablemente mucho, pero desde 2013 hasta el momento, el gobierno Bolivariano no ha estado revelando, al menos no la información estadística, en el escenario económico y social. Y la data que mostró Chávez anteriormente a esa, como en el caso de 2005 con respecto al analfabetismo nunca fue fidedigna. De acuerdo con un artículo del 14 de septiembre de 2013 «Olga Ramos, coordinadora de la Observadora Venezolana de Educación, en una comparación entre los censos realizados en 2001 y 2011, notó significativamente usando la data de ambos censos, que las estadísticas de analfabetismo se mantienen igual…» Olga no es la única que argumenta que ‘el partido de gobierno ha falsificado las estadísticas’, en este caso del porcentaje de alfabetismo. Así es como en 2007 ‘el último investigador, José Luis Salomón, hizo el estudio numérico’ y halló conclusiones muy interesantes. Él dijo que la Misión Robinson que fue lanzada el 7 de julio de 2003, y para el 28 de Octubre del mismo año, de acuerdo con el entonces Ministro de Educación, Arisóbulo Istúriz, ya habían logrado alfabetizar a 1.202.025 venezolanos en sólo 15 semanas ¿80.135 personas se alfabetizaron semanalmente? ¿11.448 diarias? 20.2% más que los programas modelo?» Entonces, ¿cuál ha sido el impacto real de las Misiones Educativas en Venezuela? No lo sabremos hasta que un gobierno democrático que contabilice a la gente que representa, uno que produzca y aporte información confiable de sus actividades, tome el poder en Venezuela.

6. ¿Pobreza? ¿Qué sucedió con los millardos y millardos de dólares que llegaron a las manos de Chávez y que él afirmó que serían usados para eliminar la pobreza? Tenemos conocimiento de al menos 475 mil millones de dólares y que, de acuerdo con dicho por los anteriormente Chavistas Héctor Navarro, Jorge Giordani, Nicmer Evans, entre otros, fueron robados y destinados a cuentas privadas en bancos extranjeros. Esa es una muy peculiar suerte de Socialismo del siglo 21, ¿no creen? Uno que privatiza la riqueza nacional no sólo a través de su venta, sino por el latrocinio puro. Las Misiones fueron y vinieron y nunca fueron auditadas. No sabemos, excepto por la propaganda dicha por el gobierno, lo que ellas realmente han alcanzado, pero, ¿eliminaron ellas la pobreza?, ¿eliminaron el hambre, la muerte y la miseria? Antes de 1998, cuando el petróleo estaba por debajo de los 20 dólares por barril, ¿veían a venezolanos comiendo de la basura?, ¿haciendo largas colas para comprar alimento?, ¿gastando su salario mensual para comer menos de una semana? No, pero ahora cuando los precios del petróleo son más del doble, cerca del triple, ¿qué es lo que vemos en Venezuela? la realidad venezolana ha sido tan bien documentada hoy por la prensa mundial, que yo no necesito documentarla acá, mucho menos necesito contarles su propia realidad en su país. Pero mientras que el gobierno no revela índices de pobreza, en el reporte ENCOVI (Encuesta Nacional de las Condiciones de Vida en Venezuela), tres universidades al mismo tiempo, exponen a Venezuela con un índice del 82% de pobreza. Para los lectores angloparlantes, una excelente reseña del reporte la pueden encontrar, firmada por el economista Frank Muci.

7. Podría tomar más páginas y colmar su paciencia al enumerar más desaciertos tales como el sistema de la salud, que en 2011 fue era desastre y hoy está colapsado; los escándalos del suministro de alimentos que involucran a los militares y los CLAPS y el uso de la comida como arma contra la oposición; la violencia fuera de control que coordinó Chávez e hizo de Caracas la ciudad más violenta del mundo y podemos seguir extendiéndonos.

La bostezante brecha entre los objetivos y los resultados, la retórica y la realidad, las aspiraciones y los logros sucios, representan la suprema ironía, la más extrema muestra de eventos, al extremo de que se califiquen como una “enantiadromía” (literalmente, “correr en sentido contrario”) — un término acuñado por Heráclito y usado por Jung para describir una condición psicológica en la cual una persona, alcanzando un punto culminante retorna en su propio lado opuesto. El yin-yang sirvió de símbolo de este proceso que frecuentemente ocurre en política, donde un libertador, una vez en el poder, intenta imponerse al pueblo como dictador — ¿eso les suena familiar?

Por el otro lado, el de la oposición, hay otro enantiadromía. Cuando yo estuve en Venezuela en 2005 el país había experimentado dos atentados antidemocráticos para derrocar a Hugo Chávez: El golpe del 11 de abril de 2002 y el paro petrolero o paro nacional a finales de ese año. Esa oposición fue pulverizada en el Referéndum de 2004 y aún cuando ellos renunciaron a aquellas tácticas, han sido calificados de «golpistas» desde entonces. Es algo sumamente extraño que los chavistas, quienes los señalan con ese término, celebren su propia intentona  (1992) cada 4 de febrero. Pero ese no es el punto. Mi punto es que esta Revolución Bolivariana que prometió profundizar y extender la democracia, ha culminado, con Maduro, completamente rechazada por el irrespeto a la voluntad popular en diciembre de 2015 cuando ellos [antecesores escuálidos —con ‘ellos’ se refieren al ‘pueblo’-] eligieron a la Oposición para ocupar los cargos de la Asamblea Nacional; impidieron a la Asamblea Nacional cumplir con sus funciones de mandato constitucional; bloqueando un referéndum a la presidencia de Maduro de 2016; inhabilitando políticamente a políticos opositores, o rehusándose a reconocer sus elecciones; previniendo las protestas pacíficas y atacando a los protestantes con gases lacrimógenos y armas de fuego; convocando ilegalmente a una Asamblea Nacional Constituyente para modificar la Constitución sin ir a un proceso de referéndum nacional y en contra la voluntad de la gran mayoría del pueblo venezolano. Y estas son sólo las más inaceptables violaciones a la voluntad popular y a su democracia. Entretanto, ¿Quién está en las calles dirigiendo estas manifestaciones por la restauración de la democracia? No es más que la oposición “golpista”. Han pasado por su propia enantiadromía a recomponerse ya como la fuerza democrática de Venezuela.

Claramente, en la misma medida, inclusive, de los objetivos establecidos por Chávez, la Revolución Bolivariana ha fracasado. No sólo ha fracasado sino que ha destruido todos los logros que la “Revolución Democrática” conquistó desde 1958. El país está en ruinas, y aún así, hay Chavistas que en serio creen que el “neoliberalismo” puede ser algo peor. Sí, ese es el refrán de los chavistas, que Maduro debe ser apoyado o de otro modo «el neoliberalismo» volverá. Este clamor en el contexto del país más devastado de Latinoamérica hoy, donde se aproxima a una situación comparable con el post terremoto de Haití, no requeriría una respuesta, pero es tan penetrante que siento que yo debería responder. ¿Hay un país en el mundo bajo un régimen neoliberal que sufre un dolor más agudo que el que sufre Venezuela hoy día? Mire al Perú neoliberal, o al México neoliberal, o al vecino Colombia neoliberal. Cada uno con todos su problemas, seguro. Sin embargo, uno debe preguntar: ¿Están los Mexicanos en condiciones peores que los Venezolanos? Los Peruanos? Los Colombianos? Yo no abogo por el neoliberalismo; pero ¿no es cierto que, a fin de cuentas, el socialismo bolivariano tiene resultados peores que el neoliberalismo? Mirando a Venezuela hoy día, después de varios años en que los dólares inundaron el país como nunca antes, uno enfrenta la tentación de decir que hay cosas peores que capitalismo neoliberal, y entre ellas está el socialismo bolivariano.

Sin embargo, esto de «o Maduro o el Neoliberalismo» llena el mundo polarizado que Chávez hizo de Venezuela, a saber, «tú estás conmigo o con la oposición, los apátridas, los pitiyankis», etc. Qué mundo tan pobre creó él con ese discurso: un mundo sin color, hecho en puro blanco y negro. En medio de todas las alternativas posibles Chávez ofreció nada más que una decisión entre dos posibles modelos: la «revolución» de un convincente caudillo cuyos subordinados despojaron a un país ciego, contra el neoliberalismo. ¿No han tenido mayor imaginación que eso? ¿No fueron sus seguidores más capaces de una creatividad mayor, ser capaces de imaginar un mundo que no fuera ni la cleptocracia de los Bolivarianos ni la austeridad de los neoliberales? Evidentemente no. Pero el pueblo que está peleando en las calles ciertamente tiene mayor imaginación y ellos, definitivamente, no están peleando por el «neoliberalismo», como batallan las fuerzas represivas del estado.

Esta es una de las muchas grandes mentiras, o mejor dicho, otra pequeña mentira que es parte de La Gran Mentira del gobierno Bolivariano. Esta Gran Mentira ha sido recientemente vomitada por nada más que Atilio Borón, quien hizo un llamado a Maduro a «aplastar» a la oposición. Borón, como Maduro y algunos de sus camaradas, representa un viejo y decrépito dinosaurio de izquierda, lo que no significa que sus puntos de vista hayan llegado a ser extintos. Al contrario, en Latinoamérica, y en muchas partes del mundo, ellos aún tienen un extraordinario poder en cuanto a  matrices de opinión y puntos de vista de izquierda. En su narrativa que se apega estrechamente a la ideología marxista leninista, la CIA es la causa de los disturbios en Venezuela y la gente en las calles son «lacayos del imperio», responsables de la violencia que intente derrocar la «revolución”; y la escasez y el hambre, son resultados de la “guerra económica” y no del recorte a las importaciones por Maduro mismo, el robo y los malos negocios con Wall Street.

Pero esta narrativa Chavista es sólo una “píldora” de los años de la Guerra Fría que no refleja nada de la realidad venezolana, ni nada de la realidad actual del mundo, más de un cuarto de siglo después del colapso del comunismo. La realidad es mucho más simple y más obvia. Las recurrentes protestas van dirigidas contra una cleptocracia corrupta, brutal y represiva que ha estado hambreando y comprometiendo a su pueblo para mantenerse en el poder y enriquecer una élite “revolucionaria” (… y a Wall Street); esa gente en las calles es el pueblo, y no la abstracción colectiva de la doctrina marxista. Son los estudiantes, los trabajadores de cada franja de venezolanos comunes que simplemente desean vidas decentes con un gobierno honesto. Ellos representan cerca del 80% de venezolanos que desean ver a Nicolás Maduro fuera de la presidencia este año. Son aquellos que han estado demostrando por más de dos meses que son la vasta mayoría y ellos merecen no solo de nuestro respeto y ser escuchados, sino que merecen también nuestra solidaridad.

Ellos, ciertamente, cuentan con la mía.

La cita completa, en español, es “Nosotros, como militares herederos del Ejército Libertador, no podemos permanecer indiferentes a lo que hoy sucede. El inmenso grado de corrupción que plaga todas las esferas de nuestro país, la gran cantidad de privilegios con que cuentan algunos, la falta de castigo a las personas que todos sabemos culpables de haber tomado indebidamente dineros públicos, las políticas económicas que colocan en posición deplorable a los venezolanos más sencillos, la venta a consorcios extranjeros de nuestras empresas fundamentales, la imposibilidad que tiene la gran mayoría de los venezolanos para satisfacer sus necesidades básicas, la ineficiencia del sistema y de todos los servicios públicos y en fin el desconocimiento de nuestra soberanía en todos los terrenos, nos fuerzan a tomar una acción destinada a reivindicar la democracia.”

Traducción de Yaneth Rondón

Clifton Ross es un escritor de Berkeley, California, EEUU

@Clifross

FARC envían comunicado de apoyo a Maduro y a la revolución bolivariana

La guerrilla de las FARC expresó este sábado, 22 de abril, su apoyo a la revolución bolivariana y al presidente venezolano, Nicolás Maduro, en medio de la crisis política y social que vive el país vecino donde en esta semana ha muerto más de una decena de personas en las protestas contra el Gobierno.

“Las FARC no podemos guardar silencio en aras de ganar simpatías. Respaldamos la Revolución Bolivariana”, reseñó el grupo insurgente en su cuenta de Twitter.

En un escrito publicado en su página web, el máximo líder de las FARC, Rodrigo Londoño, alias “Timochenko”, confirmó el respaldo “a Nicolás Maduro Moros y a la revolución bolivariana”, al tiempo que denunció una supuesta “embestida criminal” contra el chavismo y pidió al pueblo colombiano “no dejarse engañar”.

Desde los tiempos del presidente Hugo Chávez, el Gobierno venezolano ha respaldado a las FARC que ahora, por medio de “Timochenko”, consideran que la prensa colombiana no es imparcial en su visión de la crisis.

“Para la prensa colombiana no existen el fervor chavista ni las multitudes que rodean a su presidente. Únicamente los otros, las arribistas capas medias, las bandas violentas y asesinas a las que describen como pueblo”, dijo.

Más información en La Patilla

La historia arreglada de una revolución retorcida, por Antonio José Monagas

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Cuando la historia se conoce por compendios o resúmenes, su interpretación no pasa de ser una fábula de desencajado movimiento. Es cuando su observación resulta tan fustigante como decepcionante. Se convierte en una brutal deuda de cultura, moralidad y ética que sólo puede pagarse exaltando impúdicamente la ignorancia, la infamia y la violencia. Por eso, cada sistema político ajusta sus tensiones e intenciones a lo que la significación del pasado llega a permitirle en aras del maniqueísmo al cual un gobierno supedita sus criterios de gestión. Y en eso, el populismo demagógico es un referente de primera línea. Aunque también, en orden de “méritos”. Pero más aún, el totalitarismo cuya asociación con el despotismo, incita las más oscuras, incongruentes y descarriadas formas de escribir la historia. Desde luego, siempre a juicio del autócrata a cargo del régimen en ejercicio.

Es ahí donde la arrogancia de un gobernante déspota, da paso a la petulancia ya que desde ella, se arroga la capacidad de subordinar el tiempo al presente. Así  presume que el régimen bajo su dirección, puede (a su antojo) elaborar la historia. Y en efecto, así lo realiza pero abusando de la mediocridad. O sea, no más allá de la altura que alcanza un gusano sobre el suelo mientras se arrastra en busca de la próxima migaja que conseguirá en pos de su efímera subsistencia.

Por eso muchos críticos aciertan cuando afirman que “la historia se repite”. Y aunque no explayan sus argumentos para remarcar la susodicha hipótesis, no es difícil inferir que la razón del susodicho desliz se halla tanto en la carencia de fundamentos que avalan pretensiones gubernamentales de ridícula calaña, como en la necesidad circunstancial de arrinconar situaciones y condiciones en el pretérito más reaccionario. Aunque en ese mismo remoto pasado, se encuentra el lugar más retrógrado donde se enquistan objetivos políticos que sostienen proyectos ideológicos tan recalcitrantes, que se justifican ante realidades de retorcido desarrollo.

En medio del desaforo que tal cuadro de contradicciones genera, es posible que la memoria histórica con la que cuenta una nación para comprender su presente y construir su porvenir, pueda perderse entre las desvergüenzas que se acumulan como resultado del hostigamiento a la dignidad de un pueblo. Más cuando esa memoria se procesa en el olvido de los hechos y finaliza en la indiferencia ante los mismos. O como explicaba Tucídides, historiador y militar ateniense: “la historia es un incesante volver a empezar”. Entonces no cabe duda de que la historia se verá repetida tantas veces como infructuosos reparos en la consciencia republicana y democrática pueda tener o haber en tan humillada población.

He ahí la respuesta mediante la cual puede inferirse que los problemas que abruman una sociedad y por tanto a un país entero, tienen su razón en la desmemoria histórica a partir de la cual no sólo cabe toda confusión, olvido y apatía como parte de la conducta colectiva nacional. También, la patraña, el soborno y el chantaje aplicados como recursos de un gobierno intolerante que adopta actitudes intransigentes ante las exigencias que le son demandadas por necesidad y derecho.

El caso Venezuela, bien explica lo anterior toda vez que las irreverencias de un gobierno inmodesto se han asociado a la idea de acomodar la historia de Venezuela para entonces justificar el descalabro que la ineptitud, la soberbia y la ignorancia de sus gobernantes han causado al país. Así se tiene que después de las recriminaciones que el finado presidente militar hizo contra el prócer de la Independencia y quien fuera en tres oportunidades presidente de la República, José Antonio Páez, acusándolo injusta y alevosamente, hizo lo mismo contra Francisco de Miranda. A éste eximio venezolano, internacionalmente reconocido, lo inculpó de exabruptos que sólo un mezquino aficionado a la historia es capaz de infundir.

Ahora, el actual gobernante, además de repetir la lección instruida por su maestro y predecesor político, la exageró al sumar nuevas determinaciones. Ello, lejos de hacer ver algo comedido, terminó ridiculizando lo poco de historia que expuso en los argumentos anunciados y utilizados a manera de justificación. Así exaltó irrealmente, la figura de Ezequiel Zamora, toda vez que pretendió indultarlo (post mortem) de cuanta arbitrariedad cometió en nombre de un “liberalismo” el cual adaptó en función de reivindicaciones que fustigaba en medio de viscerales conflictos demostrativos de los agudos choques políticos que caracterizaron la situación de “guerra federal” que, para mediados del siglo XIX, vivía Venezuela.

En el fragor de tan cuestionados hechos, sólo queda apegarse a lo que una historia escrita desde la ecuanimidad, o desde su lado correcto, puede ofrecer. Más, si quienes pretenden arrogarse ínfulas de moralidad, son capaces de interpretarla en toda su extensión, forma y sentido. O como expresó el dramaturgo francés, Jean-Baptiste Poquelin, o mejor conocido como Molière, “nosotros no participamos de la gloria de nuestros antepasados, sino cuando nos esforzamos en parecérnosles”.

Y como en verdad no resulta fácil resolver una inecuación de alta complejidad sin la capacidad matemática, entonces tampoco será sencillo parecerse a lo que en esencia no se es ni por condición, estructura, figuración o emulación. Y en política, equivocaciones de esta naturaleza devienen en ilusas presunciones basadas en el engreimiento que insufla el poder. Sobre todo, cuando el ejercicio del poder tiene por base intelectual y emocional, un cerebro vacío, lleno de roña o convertido en ruinas. Tanto que muchas veces, por exhibir lo que no se pudo construir, o no se ha podido erigir, se acude a historias que resultan de la invención interesada. Es el caso de la historia arreglada de una revolución retorcida.

Neoindigente y revolución basura, por Ibsen Martínez

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A quienes viven de la recolección de desperdicios, la jerga adoptada por el socialismo del siglo XXI llama “excluidos extremos”. En castizo se les llama “indigentes”. Las ciudades de Venezuela se han llenado de indigentes que prefieren hurgar en las bolsas de desperdicios a hacer fila inútilmente en procura de comida.

Los hábitos alimenticios distinguen a nuestro neoindigente —llamémosle así — del informal que recoge latas vacías o se ofrece a dirigirte en la maniobra de aparcar el automóvil, a cambio de una propinilla. Estos últimos gesticulan un servicio que nadie les ha pedido y que requiere de ellos fiera disposición a castigar rudamente la indiferencia del automovilista rompiendo, durante su ausencia, el espejo retrovisor. Con ellos se transa en moneda de curso legal, así esté hiperdevaluada. El neoindigente de que hablo, en cambio, está en el extremo más despojado y expuesto de la cadena alimenticia. Está por completo fuera de toda economía: por eso come basura.

Las bolsas de basura rotas y su contenido, regado en torno a ellas como resultado de una manipulación exhaustiva y desprolija, atestiguan una nueva relación, ya no comensal, entre los indigentes y la clase media, otrora replegada hacia las urbanizaciones asediadas por el hampa, pero que hoy se traga el sapo vivo de su antiguo decoro y compite, ya sin pudores, con quienes en Venezuela llamamos “pelabolas”.

Característico de la nueva indigencia bolivariana es su tropismo orientado hacia las avenidas principales de las urbanizaciones de clase media, hacia los portales de los condominios exclusivos. El neoindigente no evoca al pobretón de antaño que, fiel a la tradición hispánica, mendigaba socorro “por el amor de Dios” en el atrio de la iglesia. Con el mendigo “clásico”, con el “hombre caído”, puede entablarse, teóricamente al menos, un diálogo en el que el donante encarna al moralizador y al paupérrimo le toca el regaño.

Con el neoindigente del “proceso bolivariano” no valen moralinas del tipo “¡respétese, hombre: busque trabajo!”. Su absorta reticencia nos disuade de esa futilidad. Su ruptura con toda convención samaritana, su desengañada enemistad con las nociones “redistributivas” que invoca Maduro; su renuncia, en fin, no sólo a la urbanidad, sino también a la ciudadanía y a todo trámite con el Estado “benefactor”, han hecho del neoindigente un súbdito a la intemperie de un petroestado en bancarrota, tema que últimamente fascina a los fotógrafos extranjeros.

Tema de arte conceptual, digno de una bienal en cualquier Museo de Arte Contemporáneo, la bolsa de basura abandonada después de haber hurgado alguien minuciosamente en ella, podría representar cabalmente a la Venezuela de hoy, esa que muchos esperan sea ya “tardochavista”. Un click sobre la etiqueta Venezuela en las ediciones digitales de The New York Times, ¡y hastaThe Guardian!, nos remite infaliblemente a portafolios de estremecedoras fotos de venezolanos hambrientos con el costillar al aire, captadas por los Sebastiao Salgado de la Venezuela menesterosa y ruin.

Sin embargo, el chavismo aún tiene asesores extranjeros, como el economista español Alfredo Serrano, autor de El pensamiento económico de Hugo Chávez(¡!), que insisten en decir que los índices de pobreza han bajado en los últimos 16 años. Si la pobreza en Venezuela ha retrocedido, ¿a qué atribuir entonces la explosión de indigencia? ¿No existe correlación demostrable entre pobreza extrema e indigencia masiva, realenga y callejera? ¿De qué colosal y palabrero fracaso son síntoma los neoindigentes?¿Responde esta cohorte de macilentos, acuclillados día y noche, ante las bolsas de basura, a un nuevo plan desestabilizador de la CIA para desacreditar a la revolución bolivariana a la que Dios guarde y Pablo Iglesias bendiga?

@ibsenmartinez

El País

El precio de la revolución, por Antonio José Monagas

Revolución

Gobernar no significa tener la capacidad necesaria para garantizar resultados efectivos. Es sólo una referencia de poder. Y el poder puede detentarlo quien luego de esforzarse por alcanzarlo, indistintamente de los métodos empleados, logre obtenerlo para la causa aducida y por las razones convenidas ante un propósito predeterminado.

Sin embargo, tener o conservar el poder no es el problema a resolver de cara a enderezar los entuertos que en estos años de gestión pública han emergido en Venezuela. El problema tiene una connotación enmarcada fundamentalmente por el carácter sociopolítico del mismo. Aunque ideológicamente, podría pensarse que responde a postulados asociados con el socialismo. Pero no con el socialismo (científico) que refiere el marxismo. El socialismo que ha venido intentándose establecer en el país, responde a criterios documentados en la praxis política que ha vivido la Cuba sometida por las pretensiones hegemónicas implantadas por el Castrismo desde 1959.

O sea que bajo el nombre de socialismo, el régimen venezolano buscó encubrir discreciones que permitieran dirigir los lineamientos de un proyecto político militarista, hacia objetivos que solamente beneficiaran a un sector reducido de la población. Sector éste, políticamente encuadrado con intereses alineados con las necesidades de la dirección política del referido proyecto. Precisamente, por razones así establecidas, desde un principio, el régimen se vio obligado a disfrazar un proceso de elaboración y toma de decisiones que aparentara realidades casadas con la democracia a la que hacía referencia la misma Constitución aprobada como burdo “mascarón de proa”.

Así, el cuerpo de este gobierno autoritario, buscó siempre mimetizarse bajo procesos electorales amañados con el fin de proporcionar una imagen de amplitud y de libertades difíciles de comparar con realidades asomadas por otras naciones que se preciaban de ejercicios de gobierno democrático. De esta manera, comenzó a promocionar la imagen de un país regido por un ordenamiento subordinado a leyes exigentes de paz, bienestar del pueblo, cumplimiento de derechos y deberes, tanto como de preceptos que reivindicaban la institucionalidad democrática y el desarrollo económico y social.

Pero todo fue la fachada fingida de un proyecto político que exaltaba el pluralismo político, la descentralización, la alternabilidad y los mandatos revocables. De hecho, la Constitución elaborada con tal propósito, fue novedosa en los susodichos aspectos. Asimismo, fue portadora de un nuevo trazado de país que exaltaba derechos educacionales, económicos, culturales y políticos. Pero nominalmente. Todo sirvió de portada para justificar en nombre de la mentada “revolución bolivariana”, determinaciones que disfrazadas de innovadoras, dieron al traste con el esfuerzo de instituir un sistema político que expresara la magnitud de un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia.

Tan fogoso texto constitucional, ocultaba lo que el tiempo pudo develar. O sea, producir una transformación en el pensamiento del venezolano a fin de alterar su comportamiento en lo económico, político y en materia de organización social. Un cambio que, solapadamente, promoviera el empobrecimiento del pueblo venezolano. Para lograrlo, el régimen acudió a maquinar todo un oscuro plan que, como recurso de dominación política, provocara una actitud de resignación en el individuo de tal forma que lo mantuviera impasible ante las imposiciones que groseramente ordenara el alto gobierno. Y que continúa haciéndolo.

La decisión, innegablemente humanitaria, de ayudar al pueblo ecuatoriano con motivo del desastre natural que desarregló la vida de importantes comunidades de tan hermoso país, dejó al descubierto el denigrante talante del régimen y que define cada una de sus retorcidas ejecutorias. Tal como destaca el aforismo bíblico: “luz de la calle, oscuridad en la casa”. ¿Entonces, por qué la razón del desgaste de la calidad de vida que en los últimos años ha venido acentuándose, al extremo de incitar desolación, hambre y graves penurias en el venezolano, además de hostigarlo inculcándole miedo, desesperanza y confusión? Sin duda que debajo de tanta retórica populista, la intención gubernamental es arrastrar al país a un estado de atontamiento que permita idiotizar actitudes pues así podría tramar las razones posibles para mantener el poder. Sin disimulo alguno de contrariar lo que el propio Bolívar refutaba ante la tentación de un mismo hombre de permanecer largo tiempo en el poder. Por eso llegó a señalar que “es una manía miserable el querer mandar a todo trance” porque como también expresó que “es insoportable el espíritu militar en el mando civil” He ahí la maraña que el régimen armó para mantener sometido al pueblo venezolano. Eso evidencia cuán elevado, sacrificado y absurdo ha sido el precio de la revolución.

@ajmonagas