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AFP: Comer de la basura, el drama de los más pobres en Venezuela

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Foto: Williams Marrero – El Nacional

 

El camión de la basura frena y Rebeca corre hacia el contenedor para hurgar las bolsas. Es su carrera diaria contra el hambre, que tiene a muchos en Venezuela viviendo de sobras. Antes de que los desechos sean triturados, revisa veloz y encuentra un poco de pasta.

Rebeca León tiene 18 años, actualmente termina la secundaria y vive en Petare, en una casa que pese a su miseria cuenta con servicios básicos.

Un hijo de dos años desnutrido, una madre discapacitada y semanas “a punta de agua” la llevaron a las calles desde hace seis meses. Recorre sectores acomodados para buscar comida en la basura.

“Mi mamá no lo quería aceptar, pero qué más se hace con lo mal que está el país. Se iba a morir de hambre, se le veían los huesos. Mi hijo se me estaba desnutriendo”, contó a la AFP.

Su rutina es agobiante. Estudia en las tardes y del colegio sale a cazar carros recolectores y a escarbar desperdicios en restaurantes, de donde saca restos de pollo, pan, pescado o queso.

Duerme en la calle y vuelve a casa en la mañana para limpiar lo que recogió, descansar y echar a andar de nuevo el engranaje.

“Vivimos de la basura”

Esta joven morena de ojos vivaces dejó la vergüenza a un lado para sobrevivir a una angustiosa crisis, en la que escasean 68% de los productos básicos y la inflación crece incontrolable (según el FMI llegará a 1.660% en 2017).

“Lloraba porque me sentía humillada. Ya no le paro (no me preocupa), porque si no trabajas o buscas algo en la basura, no comes”, dijo mientras aguardaba un camión que nunca llegó.

Con ella, unas 70 personas -incluidos varios niños- esperan los carros recolectores y se reparten el control de la basura de restaurantes.

Rebeca registra las sobras de una marisquería de Altamira. Cerca de allí, en un local de comidas rápidas, un hombre fue apuñalado hace poco en una pelea por una bolsa, cuenta un empleado.

En ese lugar José Godoy, albañil desempleado de 53 años, lame ansioso un plato desechable. Lo acompañan dos hijas de seis y nueve años que beben jugo sacado de un bote. Están anémicas. Una vez al día comen yuca o plátano.

“Me daba pena, pero una noche nos acostamos sin comer. No se lo deseo a nadie. Los niños lloraban: ‘tengo hambre’. Vendí las herramientas, todo, y por último salí a la calle. Miles vivimos de la basura”, relató José, quien dice estar cansado de hacer en vano colas para comprar productos subvencionados.

Unos 9,6 millones de ciudadanos de Venezuela -casi un tercio de la población- ingieren dos o menos comidas diarias. La pobreza por ingresos aumentó casi nueve puntos entre 2015 y 2016 a 81,8% de los hogares, según la Encuesta sobre Condiciones de Vida. Un 51,51% están en pobreza extrema.

93,3% de las familias no les alcanza para comprar alimentos, mientras siete de cada diez personas perdió en promedio 8,7 kilos de peso en el último año, detalla el estudio de un grupo de universidades.

“Yo era gordo, ahora mire: flaquito. A ella tuve que sacarla del colegio porque no podía darle comida para que llevara”, dice Godoy señalando a una de las hijas, quien tímida dice que hace mucho no come carne.

“Desmayados de hambre”

La nutricionista Maritza Landaeta, coautora de la investigación, sostiene que 10% de las personas en pobreza extrema (unos 1,5 millones) comen de lo que les regalan familiares, o de la basura y sobras de restaurantes, exponiéndose a enfermedades.

Pero el presidente Nicolás Maduro asegura que en 2016 la pobreza en el país con las mayores reservas petroleras del mundo bajó de 19,7% a 18,3%, y la miseria de 4,9% a 4,4%, pese al desplome del crudo, prácticamente único ingreso en una economía dependiente de las importaciones.

El gobierno socialista, que atribuye la escasez a una “guerra económica”, reivindica que Naciones Unidas reconoció en 2015 sus esfuerzos contra el hambre.

Además, que su programa de venta de productos subsidiados en zonas populares -creado hace un año-, beneficiará a seis millones de hogares en 2017.

Sin embargo, esas bolsas de alimentos solo han llegado dos veces a la vivienda de Rebeca, donde una nevera dañada sirve de alacena para proteger la comida de los ratones.

Con el semblante roto por el trasnocho, el hambre y la desazón por no haber hallado nada, vuelve a su barrio -el más peligroso de Caracas-, desde donde debe caminar una hora hasta el liceo por calles empinadas. Allí, cuenta, algunos compañeros “se desmayan de hambre”.

“No quiero quedarme así”, dice con el uniforme escolar que está ansiosa por dejar para estudiar turismo. Por ahora se alista para otra jornada de esta lucha que no vislumbra su fin.

Jul 11, 2016 | Actualizado hace 8 años
¡Hoy, más pobres que ayer! por Gilberto Gudiño

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La situación económica actual es además de dramática, catastrófica. La pérdida de calidad de vida, la incapacidad del hogar de poder acceder a lo más básico y elemental, así como el notable declive en el nivel de bienestar material, hacen que los correctivos a tomar deban ser acelerados para evitar procesos de empobrecimiento aún más exacerbados.

Hoy, somos más pobres que ayer, y pareciéramos tener la certeza de que mañana seremos más pobres de lo que ya somos hoy. Esto trae como consecuencia la pérdida colectiva de la esperanza. Virtud que le permite al hombre confiar en que un mejor mañana puede alcanzar.

Las dos últimas generaciones de venezolanos, han visto como sus condiciones económicas, políticas, sociales y de salud, han ido degenerándose al punto que de continuar en este círculo macabro, nuestros hijos vivirán condiciones mucho peores a las nuestras. Es un compromiso ciudadano ponerle punto y final a esta situación, o de lo contrario podríamos estar condenando a más de una de nuestras próximas generaciones.

El modelo político impuesto desde principio del siglo XXI, de confrontación y de hostilidad, de expropiaciones y confiscaciones, redujeron la capacidad productiva nacional en su búsqueda por acabar con la economía tradicional, buscando construir de esa manera el puente que les permitiera traspasar la barrera del no retorno, y de esa forma hacer irreversible el tránsito hacia el socialismo del siglo XXI.

Ese mismo modelo fue el que destinó casi 600 mil millones de dólares para fortalecer y enriquecer al productor y comerciante extranjero. Es el mismo modelo que viaja hoy por el mundo discutiendo sobre el precio justo de venta de un barril de petróleo, procurando alcanzar márgenes de ganancia del 200%, 300% y hasta más de un 500%, mientras a lo interno condena al «Hecho en Venezuela» al fracaso y a la quiebra.

El ingreso de productos extranjeros a nuestro mercado en la actualidad, deja en evidencia que los precios controlados al productor nacional, están claramente rezagados respecto a los del mercado internacional. Tanto, que ni su propio costo de producción permite cubrir. Esto trae como consecuencia el desincentivo y la desinversión, desempleo, pobreza e inflación.

Nuestra generación, tanto mi generación como tú generación, tienen la ineludible responsabilidad de no seguir postergando los tiempos en los que el hogar y la familia puedan alcanzar el progreso, el desarrollo y bienestar que tanto se les ha negado. Llegó el momento de un equilibrio perfecto entre Estado y libertad individual, donde el trabajo, la honestidad y el esfuerzo puedan ser recompensados con éxito y prosperidad.

 

@GilbertoGudino

La Verdad

 

Pobres, empresa y futuro por Luis Ugalde

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No hay futuro de paz y convivencia para Venezuela si no hay futuro con dignidad para los hoy pobres. La inflación desbocada de los últimos dos años y el brutal descenso del PIB hacen que tres de cada cuatro familias tengan ingresos por debajo de sus necesidades básicas. La realidad sigue empeorando, los pobres caen en la miseria y la pobreza avanza haciendo estragos en la clase media. Esta falta de futuro para 75% de los venezolanos tiene también en agonía al gobierno y al régimen: fracasaron y no hay futuro para ninguno de los dos; tampoco lo habrá para el próximo gobierno si viene sin tomar en serio y sin respuesta para los pobres de Venezuela y sin  decisión para conectar con su esperanza y crear oportunidades de vida humana.

Estamos hablando de 14 millones de trabajadores (la mal llamada “fuerza de trabajo”) que necesitan ser productores no pobres y que la sociedad los reconozca y retribuya como tales, para así salir de la pobreza. Pero entre nosotros la “empresa privada” ha sido demonizada y hay líderes que ni se atreven a mencionarla; incluso muchos de los mismos empresarios se vuelven vergonzantes y no hacen ver que ellos son el futuro para los trabajadores. Ambos se necesitan: pues unos no pueden ser productores si no hay empresarios y empresas, y el éxito de estas es imposible sin el “talento de trabajo”; para 10 millones de trabajadores hacen falta 200.000 empresas con un promedio de 50 trabajadores (200.000 x 50=10.000.000 de trabajadores). No hay empresa productiva sin empresarios exitosos y los empresarios son de primera necesidad para el conjunto del país y especialmente para los pobres. Insensata y machaconamente desde el poder se ha indoctrinado para acabar con la empresa privada, con lo cual se atornilla a los pobres en la pobreza. Salir de la pobreza es una gran prioridad pública, lo que significa que el próximo gobierno y la nación deben estar convencidos de que no hay futuro para el pobre sin futuro para los empresarios, y no habrá futuro para los gobiernos ni para las empresas si no hay futuro para los trabajadores y los pobres de hoy.

Este no es un problema ideológico, sino de sentido realista de las cosas que en el siglo XXI no se resuelve con “derechas e izquierdas”. La política y el cambio actual en Venezuela se definen en torno a este eje central, pero tenemos una herencia que bloquea y hace creer que los enemigos de los pobres son los empresarios y los enemigos de estos los pobres. Necesitamos con urgencia un tratamiento de desintoxicación para que los diversos sectores experimenten y entiendan que no son enemigos que deben destruirse, sino complementarios que se necesitan. Aprender a mirar la realidad y el futuro para construir juntos. Matrimonio de amor o de conveniencia, pero matrimonio. Para lo cual se necesita no solo un desmontaje de la ideología de enfrentamiento excluyente, cargada de agravios y de resentimientos históricos, sino que los sectores empresariales y profesionales tienen que proponerse y experimentar lo bueno que es para ellos que los pobres salgan de su pobreza de consumo y sobre todo de su pobreza productiva, y que estos a su vez vean que no les puede ir bien si en Venezuela no florecen cientos de miles de empresas y empresarios exitosos con inversión e innovación, que son  competitivos porque forman equipo con sus trabajadores.

Rescatar y transformar la empresa privada es prioridad para los pobres de Venezuela. Los dirigentes políticos serios necesitan superar los bloqueos y estereotipos que los hace incapaces de enseñar a sumar y multiplicar el conjunto de las fuerzas del país. Es una prioridad pública y producto de primera necesidad. Para los empresarios venezolanos superar la pobreza y fortalecer la condición productora y ciudadana de los pobres es de prioridad irremplazable. La revolución educativa, que el país pide a gritos, es inseparable de la revolución económica: el sistema educativo y el productivo apoyándose mutuamente y transformando la “fuerza de trabajo” en “talento de trabajo”. No es posible la república con mayoría de pobres productores que viven del reparto de la renta petrolera y manipulación clientelar.

Tenemos que nacer de nuevo (primeramente los líderes) con nueva cabeza, nuevas manos productoras y nuevo corazón solidario que incluye a la otra parte de la sociedad que tiene lo que falta y que hasta ahora nos enseñaron a excluir. Este es el cambio democrático que necesitamos, con menos no tendremos futuro.

 

El Nacional 

OMS: Obesidad infantil alcanza niveles alarmantes en países pobres

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La obesidad entre niños de menos de cinco años ha alcanzado niveles «alarmantes» a nivel mundial, y se ha convertido en una «pesadilla explosiva» en los países en desarrollo, indicó este lunes un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Los autores de un informe específico sobre la cuestión destacan que, históricamente, el fenómeno no se ha tratado como un problema de salud pública, al considerarse muchas veces como la consecuencia del estilo de vida de la familia.

Pero al cabo de dos años de investigación en más de cien países, los autores destacan que los gobiernos y los organismos de salud son fundamentales para atajar esta lacra.

Si no se afronta con seriedad el problema, «la epidemia de obesidad podría revertir muchos de los beneficios para la salud que han contribuido al aumento de la longevidad observado en el mundo», apuntan los autores del informe.

Las causas que explican la obesidad infantil son factores biológicos, un acceso inadecuado a comida sana, una menor actividad física en las escuelas y la desregulación del mercado de alimentos grasos, apunta el texto.

[Video] Rodríguez Chacín: Los más pobres no son afectados por las colas

En entrevista con Venevisión, el gobernador de Guárico, Ramón Rodríguez Chacín, ratificó la existencia de una supuesta guerra económica —una tesis que sostiene el presidente Nicolás Maduro—, que, a su juicio, «afecta más a la clase media que a los pobres».

«Los más pobres no son afectados por las colas, porque los más pobres son atendidos con prioridad. Hay mercales todos los fines de semana. Hay bolsas con alimentos que se les expenden», dijo el gobernador.

Con información y video de El Pitazo.

 

El papa y la pobreza por Carlos Alberto Montaner

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Los congresistas norteamericanos invitaron a almorzar al papa Francisco. Su santidad prefirió irse a comer con un grupo de desamparados en una institución caritativa de la Iglesia. Quería estar con los “excluidos”.

Fue una selección predecible. La Iglesia católica valora extraordinariamente la relación con los pobres y, de alguna manera, ensalza la pobreza, la austeridad, y castiga el “consumismo”. Lo dijo san Basilio y lo suele repetir el papa: “El dinero es el estiércol del demonio”.

Así es desde que Jesús, que había nacido en una cueva, comenzó a predicar y eligió a sus apóstoles, una docena de personas de muy escasos recursos, algunos de ellos pescadores.

Cuando la Iglesia creció y se asentó, esta impronta se mantuvo durante varios siglos en la veneración por los eremitas que se apartaban del mundo y se refugiaban en el desierto para agradar a Dios mediante una vida de privaciones y soledad. Simeón alcanzó la santidad por pasar muchos años encaramado en una columna a la que fue agregándole altura hasta alcanzar los 15 peligrosos metros.

A mi juicio, la Iglesia insiste en un discurso contradictorio enquistado en sus orígenes al servicio de muchedumbres de pobres y enfermos, situación que tiene una escasa relación con el mundo contemporáneo.

Sin duda, durante milenios, la pobreza era el único horizonte posible de la mayor parte de la especie. Socorrer a los necesitados era lo éticamente correcto. El Sermón de la Montaña definía lo que debían hacer los poderosos por sus semejantes menos felices: dar de comer al hambriento, de vestir al desnudo, etcétera, etcétera, hasta completar el modus operandi del asistencialismo.

No obstante, desde hace menos de 300 años ese panorama comenzó a cambiar a partir de la revolución industrial, de la ampliación y sofisticación de las redes comerciales y de la aparición de la idea del progreso como objetivo social. Ya era posible abandonar la pobreza por otros métodos.

Si Jesús predicara de nuevo y quisiera ser efectivo –tras más de 2.000 años de fracaso en la erradicación de la pobreza–, su caballo de batalla no sería el asistencialismo, sino la educación, la ética de la responsabilidad individual, la necesidad de innovar, su devoción por el mercado, el respaldo a los emprendedores y el impulso a las buenas medidas de gobierno y a un sólido marco institucional.

No es verdad que el capitalismo excluye natural o deliberadamente a las personas. ¿Por qué habría de hacer algo tan estúpido? Lo que les interesa a los productores de bienes y servicios es que haya pleno empleo y todos puedan consumir. La lucha del capital es porque se expandan el perímetro del mercado y la intensidad del consumo. Es al revés: lo que constriñe la maquinaria económica es la improductividad y el no-consumismo.

Le bastaría al papa, o a cualquiera, asomarse al Índice de Desarrollo Humano que publica anualmente la ONU para advertir que los 25 países más desarrollados del planeta son democracias liberales en las que la producción y las transacciones económicas se llevan a cabo dentro de las normas del mercado y la propiedad privada.

No es verdad que el mercado es ciego y carece de virtudes. El mercado es la suma de las decisiones racionales de millones de personas que van modificando constantemente el panorama económico con sus acciones. Es una expresión natural de la libertad individual. Ese crecimiento u orden espontáneo del mercado va a depender de muchos factores incontrolables y, por lo tanto, impredecibles, pero generalmente beneficiosos.

Tampoco es cierto que la competencia es inhumana o expresa una actitud codiciosa. Se compite para satisfacer a los consumidores y en ese proceso se depuran y mejoran los productos y los servicios ofertados.

El papa y la Iglesia, para reducir la pobreza, tienen que descubrir, como entendió  Deng Xiaoping, que “enriquecerse es glorioso”, pero no por las ventajas que ello trae para quien lo logra, sino porque en ese proceso por alcanzar la gloria de la riqueza los emprendedores sacan de la miseria a numerosas personas. En China, 400 millones han abandonado sus penas económicas gracias a emprendedores tercamente empeñados en triunfar.

La experiencia nos ha enseñado que en las sociedades guiadas por el mercado y no por las decisiones o caprichos de los funcionarios y comisarios, la producción, la productividad y la complejidad de lo producido son mucho mayores y, por ende, los salarios son más altos y las clases medias resultan absolutamente dominantes. Ese es el “secreto” de las admiradas sociedades escandinavas y, en general, del primer mundo.

Hace muy bien la Iglesia en practicar la compasión con los necesitados –Caritas es una institución ejemplar–, pero esa actividad, como la sopa que se les daba a los mendigos en los conventos, alivia el hambre o las necesidades inmediatas (lo que no es poca cosa), pero no soluciona el problema de la pobreza y, con frecuencia, genera una penosa dependencia y una perversa dinámica asistencialista-clientelista.

¿Es tan difícil entender que la riqueza solo se crea de manera permanente en empresas que generan beneficios, ahorran, invierten, crecen y pagan impuestos? ¿No es obvio que las personas instruidas y con buenos hábitos laborales benefician a las empresas y, simultáneamente, se benefician ellas de sus saberes y comportamientos y, en consecuencia, se beneficia todo el conjunto de la sociedad? ¿No nos explica este comprobable fenómeno lo que hay que hacer para disminuir la pobreza?

Lo irónico es que la Iglesia Católica se nutre de las exitosas sociedades capitalistas mientras no deja de condenarlas. Sin los excedentes que ellas producen y entregan –en el pasado fue el diezmo– no sería posible sostener una estructura parcialmente improductiva como es la jerarquía eclesiástica.

No sé si el dinero es el estiércol del diablo, pero estoy seguro de que sin él ni siquiera existiría un papa instalado en un palacio del Vaticano.

 

@CarlosAMontaner

El Nacional

VIDEO: Colombianos de la frontera reúnen lo poco que tienen para ayudar a sus paisanos deportados

@MariaAlesiaSosa

(San Antonio del Táchira).- RUNRUNES CRUZÓ LA FRONTERA y llegó hasta un pueblo muy pobre, llamado Juan Frío en Villa del Rosario, Colombia. Allí, un grupo de voluntarios de esa comunidad, se volcó a recolectar ropa y alimentos para auxiliar a sus hermanos deportados, y armaron un albergue improvisado. «Llegaron con una mano adelante y una atrás», relata un vecino de la zona.

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Gonzalo Himiob Ago 30, 2015 | Actualizado hace 9 años
Radicaleces por Gonzalo Himiob Santomé

 

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Él nació en Catia, de su madre y de su padre heredó el cuerpo atlético, hermoso, y la piel lustrosa y muy oscura. Es lo que ahora llaman un “afrodescendiente”. Sin segundas intenciones, y con ese cariño indeleble que solo se guardan quienes crecen juntos, sus amigos el “portu” Joao y el “turco” Farid, lo llamaban “melao”, no tanto por el color de su piel sino por lo galante que era con las muchachas. Tanto así, que tras años de cortejo y mieles logró hacerse del corazón de la “catira” Patiño, la hija del “gallego” de la panadería, con la que se casó muy joven, enamorado de sus ojos grises.

 

Así vivió algunos años, feliz y desentendido, ganándose el pan y prosperando como prosperaban hace unos años todos los que se fajaban y daban lo mejor de sí mismos, hasta llegar a ser el dueño de su propio negocio. Vivía ajeno a cualquier debate sobre la discriminación racial, que nunca sintió, hasta que empezó a escuchar al gobierno hablar de la “identidad afrodescendiente” y del “racismo” en Venezuela. Era una bandera populista, fácil de promocionar como recurso electoral, y además metía el dedo en las llagas racistas, que sí las hay, del “imperio”, así que a nuestro amigo no le costó mucho sumarse a las filas de la militancia revolucionaria afrodescendiente. Repetía sin cesar, a quien le opusiera que en este país de bellos mestizos que somos todos, ser blanco, negro o trigueño no había sido en realidad un problema, gracias a Dios, la historia de los locales nocturnos en Caracas en los que alguna vez le habían impedido la entrada a alguien por el color de su piel o por sus orígenes, dejando por supuesto que eso lo cegara al hecho de que la verdad del racismo en Venezuela tiene su más claro rostro en las propias instituciones públicas, especialmente en las del sistema penal, que incluso ahora, pese a la retórica “humanista e igualitarista” oficial, siguen llenando las cárceles de personas cuyo mayor pecado es ser pobres, y también, tener ciertas características raciales y físicas determinadas. El que no me lo crea, que se asome a nuestras prisiones. Allí no tiene Andrés Eloy que pedirle a nadie que le pinte angelitos negros ni mulatos.

 

Pero eso no era importante. Tampoco lo era que en su propia casa, cada noche y en los níveos brazos de su mujer, se desmintiera la cháchara. “Melao” ya era un hombre con una causa, a la que se sumó con el fanatismo típico de los que descubren aguas tibias que jamás los empaparon. Era un activista radical. Bregó y luchó por la promulgación de una ley contra la discriminación racial, la que nunca había padecido, que entre otras cosas, menos mal, condenaba además de la deleznable discriminación por motivos de raza, la xenofobia y, paradójicamente, pues pretendiendo defender la igualdad partía de la base de que sus destinatarios finales eran especialmente débiles o “vulnerables”, el endorracismo.

 

“Melao”, sin  embargo, ahora calla. Muchos callan, y en tal silencio hay, además de miedo, mucha hipocresía. En la frontera se persigue a nuestros hermanos colombianos, se les encarcela sin respetar ni las normas más elementales, se les expulsa sin base del país, se les marcan sus casas, se las derrumban tras quitarles sus pertenencias y hasta se sueltan contra ellos airados discursos de odio, basados solo en su nacionalidad. Algunos de ellos tienen la misma piel de ébano de “Melao”, pero como no es por eso que se les estigmatiza, sino por ser colombianos, a “Melao” eso no le hace ruido. Se olvida de que en la misma ley que él promovió, la misma por la cual él luchó, se prohíbe y se condena la xenofobia, la discriminación de las personas por su origen nacional. La radicalidad y vehemencia con las que ayer defendía su causa igualitaria y liberadora se le esfumaron, porque al parecer, para muchos, hay segregaciones malas y segregaciones “buenas”, discriminaciones intolerables y otras que no lo son tanto. Se le olvidó, se nos olvida, que si hoy es contra los colombianos, mañana puede ser contra los chinos, contra los árabes, contra los españoles, o contra cualquiera de nosotros. El odio no discrimina.

 

 

Ella es “feminista” radical. Así se proclama cada vez que puede ante quien quiera escucharla. Aunque cree en la igualdad de oportunidades y de trato entre los hombres y las mujeres, celebra con bombos y platillos las leyes sobre violencia contra la mujer promulgadas en nuestro país, sin reparar ni un segundo en su carácter discriminatorio y en sus francos vicios de inconstitucionalidad. Tampoco acepta que en Venezuela se abusa de estas normas desiguales en las que el hombre, el bueno y el malo, está en franca desventaja, llegando hasta el extremo de que se le priva, a veces hasta por años, de ver a sus hijos, causándoles, especialmente a los pequeños, graves e irreparables daños emocionales. Se engaña a sí misma creyendo que en ese pago de justos por pecadores se está saldando una “deuda histórica y cultural” con el género femenino. No se da cuenta, pero como somos iguales, y tenemos todos tanto virtudes como defectos, tanto el hombre como la mujer somos capaces de la misma bondad, y de la misma maldad.

 

Está absolutamente convencida de que nacer mujer, por sí mismo, le garantiza a cualquiera los galones de “buena madre”, pero que con los hombres y la paternidad “es distinto”, y aunque se piensa amplia y libre de prejuicios, está convencida de que “todos los hombres son iguales”.

 

Goza un ovario y parte del otro cuando las de Femen salen a protestar contra la consideración de la mujer como un simple objeto sexual, sin detenerse en que lo hacen con las tetas al aire, llamando así más la atención por sus atributos que por el sentido de su queja. También tiene su franelita que, con respecto al aborto, reza “Mi cuerpo, mi decisión”, sin darse cuenta de que cuando una mujer aborta no solo está desconociendo la existencia y derechos del “otro”, del hombre que la embaraza, que es también un ser humano que puede estar interesado en ser padre, incluso si le toca asumirlo solo, y en aceptar de buena gana sus responsabilidades; sino además de que el cuerpo sobre el que “decide” en tal acto no es el suyo, sino el de otro ser que, incluso como expectativa de vida, debe ser respetado. Eso sí, que no maten a ningún cachorrito por ahí, porque entonces sí se le enciende la vena animalista y corre corear consignas “a favor de la vida”.

 

Y ella también calla. Se cuentan ya por centenas las mujeres y las niñas a las que en nuestra frontera se les está privando de su hogar, de su paz y hasta de su dignidad, injustamente y de un plumazo, pero no es por eso, por ser mujeres, que se las veja y se las humilla, sino por ser colombianas, así que su feminismo en este caso “no aplica”.  

 

Y así, ciegos, y de “radicalez” en “radicalez”, se van colando abusos y arbitrariedades que, es hora de que lo entendamos, cuando son contra unos son, a la vez, contra todos nosotros.

@HimiobSantome