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Carolina Jaimes Branger May 10, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
Siempre hubo algo que leer...

@cjaimesb

No tengo dudas de que lo que impulsa, nutre y sostiene a un país es la cultura. Y cada golpe a la cultura es un golpe al mismísimo corazón del país. Venezuela ha guapeado en ese sector como una campeona. Porque hay que ver lo que significa soportar puñetazos directos al corazón. Eso se lo debemos a los cultores, intelectuales, artistas y músicos que no han dejado que la patria se nos muera. Pero no nos engañemos: Venezuela no ha muerto, pero su agonía prosigue lentamente. Sus asesinos son tan devastadores que no cejan en su empeño de no dejar piedra sobre piedra, una suerte de Pol Pot redivivo.

Uno de los sectores que más ha sufrido los embates del chavismo es el de las librerías. Una fuente de saber, de estudios, de conocimientos, otrora prósperos y honestos negocios, donde los dueños y los clientes eran más amigos que otra cosa; donde la palabra de los libreros era, más que una recomendación, una obligación de leer, hoy clausuran uno a uno. No por la pandemia, sino por los embates de la peor desgracia que le ha caído a Venezuela.

En Caracas –y en todo el país- han ido cerrando las librerías. Ahora le tocó el turno a Entrelibros, en Los Palos Grandes. La librería que con tanto amor fundaron e hicieron crecer mis amigos Montserrat Sarri de Bertolotto y Luciano Bertolotto, está rematando todo, previo a su cierre definitivo. Atrás, en la memoria de quienes pasamos allí tantos momentos gratos, quedarán las amenas tertulias con escritores, los cafés, los foros, las tenidas de poesía, por donde pasaron los mejores escritores venezolanos contemporáneos.

Quedarán también las gratas reminiscencias de un trato cordial y personalizado, en un país donde las groserías y los agravios se han convertido en la manera de ser.

Del segundo piso, niños y jóvenes conservarán los recuerdos de la maravillosa selección de libros que había para ellos. Pero será solo eso… un recuerdo.

La lectura, ese primer paso del aprendizaje de todo ser humano que desee prosperar, se desdibuja con el cierre de las librerías.

Ciertamente la tecnología permite leer en línea, por fortuna, pero no hay nada más placentero para un lector que pasar una página detrás de otra. Ese sonido que es casi una melodía, se desvanece con el cierre de los locales que albergan esos objetos mágicos que son los libros.

Estoy triste. Triste porque termina una fuente de trabajo más. Triste por la tristeza de mis amigos. Triste porque un país que no lee está condenado a no levantar cabeza. El escritor estadounidense Liam Callanan, hablando sobre las librerías, dijo: “Cada libro en una librería es un nuevo comienzo. Cada libro es la siguiente iteración de una historia muy antigua. Cada librería, por lo tanto, es como una caja de seguridad para la civilización”.

Gracias, queridos Montse y Luciano. Gracias por su esfuerzo en divulgar el conocimiento. Gracias por su trabajo. Gracias por su decencia. Gracias porque en Entrelibros siempre hubo algo que leer…

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

#PasandolaCuarentena | Un país para el olvido: novela sobre la teoría universal de la indiferencia

Isaac Nahón Serfaty, profesor universitario venezolano radicado en Canadá y periodista, acaba de publicar en versión electrónica su novela corta Un país para el olvido. Aunque situada en un país imaginario, la novela se inspira de una realidad que cada día se parece más a la ficción. El personaje principal de la trama, un escritor de telenovelas de nombre Eleno Rivas Raván, decide visitar Lavantia, país fronterizo al suyo, buscando inspiración para su próximo culebrón. 

El cartel decía: «No se acerque a este país. Es mejor que dé la vuelta y se vaya». El gran anuncio era negro. Las letras resaltaban en blanco. Lo volvió a leer. Pensó en retornar a donde había partido y cumplir el mandato del enorme letrero. ¿Sería en serio? ¿Era verdad todo lo que había escuchado? ¿Podría existir un lugar como este? ¿Era todo más bien una ingente broma? No había que dejarse llevar por las apariencias. Era mejor verlo de cerca. Venía buscando inspiración para su próxima obra”.

Así comienza esta novela breve que se pasea por lo absurdo, la comedia y el drama en un país que ha decidido promover el anti-turismo como estrategia de desarrollo. Esta política se sustenta en lo que los líderes de Lavantia llaman La teoría universal de la indiferencia basada en la siguiente premisa, según explica un personaje en la novela:

El estado ideal de un país es el de la indiferencia de la gran masa. Solo es necesario el concurso de una minoría activa programada para que la nación funcione. El resto puede seguir con su vida con total tranquilidad, sabiendo que su paz está garantizada por la sabiduría de un núcleo gobernante comprometido con su bienestar”.

 

 

* Isaac Nahón Serfaty es profesor en el Departamento de comunicación en la Universidad de Ottawa (Canadá). En 2016 publicó la novela La conjura del esplendor (Medata), escrita a cuatro manos con Meir Magar (disponible en Amazon). También ha publicado una recopilación de memorias, artículos y poemas intitulada Escritos familiares 1981-2017 (Medata). Es colaborador de los portales Runrunes, Diálogo Político, Cinco8, Caracas Chronicles y Letras Libres.  

Foto: Oswer Díaz Mireles

 

Todos los días, con luz o sin luz, abre puntualmente su librería en el Trasnocho Cultural. Todos los días llega inventando algo. El año pasado se le fueron siete libreros, la mayoría están en diferentes países latinoamericanos. Katyna Henríquez, desde El Buscón, mantiene una bujía encendida: ha visto cómo cambia el lector venezolano conforme la crisis del país se vuelve una tragedia, desde ese lugar de diálogo, reflexión, recreación y esperanza

 

Sebastián de la Nuez

@sdelanuez

 

El Buscón, ese pequeño rectángulo del Trasnocho rodeado de libros por todas partes excepto el techo, es un enclave de esperanza del país posible. Frente a los cines de Paseo Las Mercedes, donde siempre ha estado, cumplirá pronto quince años. Ya no es solo librería; es una taima, un oasis, un ágora en medio de la crispada algarabía nacional. La gente lo sabe. Katyna Henríquez, su motor fuera de borda, ha debido renovar su equipo pues se le han ido siete libreros en poco tiempo, la mayoría huyendo del país. Tres de ellos han sido contratados en librerías de México, Colombia y Argentina. Katyna está orgullosa porque El Buscón es una especie de escuela. Lo está por los libreros que se han formado allí, como Ricardo Ramírez Requena o Chela Yáñez Vicentini (por cierto, estos acaban de estrenar, junto a otros escritores, La Poeteca, un precioso proyecto cultural).

La experiencia de Katyna, con la antigua Monteávila en el lobby del Teatro Teresa Carreño, fue fundamental. Allá se le acercó cierta vez su amiga Solveig Hoogesteijn, y luego se sumaron María Fernanda Di Giácobbe, líder del entonces incipiente Trasnocho Cultural, y Federico Pacanins, quien se sumó al proyecto de una librería en el este de la ciudad como socio capitalista.

Esa conjunción y el stock que quedaba de la Librería Soberbia, en manos de las queridas hermanas Pardo, hicieron El Buscón posible. Una oferta de libros de segunda mano que fue su marca y su pasaporte. La gente entraba y preguntaba que si eso era una biblioteca, y no, no era una biblioteca sino una librería donde usted podía encontrar cosas que ya no se conseguían en ninguna otra parte. ¿Conoce esa frase, verdad, la que dice que uno entra en una librería por algo que anda buscando pero, sobre todo, por lo que no sabe que andaba buscando?

—¿De dónde viene tu fortaleza para mantenerte en un negocio como este dentro de un país como el que tenemos?

—Viene por muchos factores: lo más importante es el empeño y la terquedad por resistir. En el día a día se reafirma la certeza: somos un proyecto como muchos que se encuentran invisibilizados, pero que existen y se mantienen con terquedad absoluta. El Buscón se ha convertido en un sitio donde podemos dialogar, expresarnos, en una ciudad agobiada, cercenada.

—Pero, ¿cómo es posible mantenerse?

—Es difícil con una economía totalmente distorsionada. Caminamos sobre una cuerda floja, todos; con esta inflación no sabemos cómo manejarnos. Cada día uno debe levantarse con la certeza de continuar, no sé cómo, evidentemente cada día es más difícil. Sin preverlo, en el 2003, concebimos un proyecto con libros de segunda mano, y eso es lo que nos mantiene vivos. Porque, lamentablemente, hay un inmenso éxodo y la gente ofrece muchos libros, continuamente. Somos una cosa extraña, porque muchas librerías están con serios problemas: no hay mercado editorial, todas las casas [representantes de editoriales foráneas] se fueron, no hay producción, no hay papel… Entonces, ¿qué ocurre? Nos salva el libro de segunda mano.

—¿Cómo haces con el personal, cómo les das ánimos?

—El año pasado me renunciaron siete libreros, cinco de los cuales se fueron del país. Ahora tengo otros;  hay mucho movimiento de jóvenes. Es muy penoso porque se van muchachos graduados, formados, y han salido con muchas dificultades. Y luego, conseguir aquí empleados es más difícil: trabajas, pero lo que ganas no da. Por más que tratemos de triplicar el sueldo básico, no da para nada. La inflación obliga a la gente a rebuscarse. Con un solo trabajo es imposible vivir. Esa es la situación.

—No es posible retener al personal, entonces.

—Lo que estamos sintiendo, y es mutuo, de mí hacia ellos y de ellos hacia mí, es como la necesidad de crear una familia. Una familia laboral. Hay necesidad de un apoyo emocional. Trato de ser creativa, estimulándolos continuamente, dándoles a entender lo importante que es la formación como librero: no son vendedores, no son cajeros, son libreros en el mejor sentido de la palabra; y por lo tanto, que vean esta experiencia como algo que les abrirá el futuro, pues podrán incursionar en el mundo del libro. Efectivamente, muchos que han pasado por la librería continuaron en el campo editorial. Además se ven estimulados pues se encuentran en un sitio, tú lo sabes, donde siempre está pasando algo: conocen gente, experimentan, escuchan cada encuentro, cada charla. Aprecian esa puerta que se les abre.

—¿El cliente venezolano de tu librería ha ido cambiando en estos años?

—Claro, antes la gente llegaba buscando un libro o pidiendo consejo; pero ahora busca mucho más que eso. Diálogo, intercambio de ideas. Creo que la librería va llenado ciertos espacios: El Buscón tenía presentaciones de libros dos veces a la semana años atrás, martes y jueves. Ahora no hay casi producción editorial; solo lanzamientos de vez en cuando. De modo que, para seguir teniendo una librería viva, mantener este sitio de encuentro, propiciamos tertulias, recitales y lecturas. Urbanismo, historia, arte, literatura…

—Pero, ¿las lecturas que busca la gente ahora son, de algún modo, diferentes?

—Hay una absoluta relación entre la tragedia que vive el país y lo que la gente busca para leer. Diría que desde hace unos diez años, lo que busca el venezolano promedio es el tema-país, tratando de entender qué es lo que está pasando. Incluso la Historia: se revisan los años sesenta, la guerrilla, temas que uno creía estaban superados. Pues no; vuelven. Lastimosamente se han repetido cosas que hacen que la gente haga esa relectura. De modo que buscan tema-país, Historia y poesía: siempre hemos sido un país de grandes poetas, y creo que, en el fondo, la gente busca en su lectura una acción sanadora.

—Desde tu ámbito, ¿qué propondrías como políticas públicas urgentes en caso de tener otro gobierno, otro Estado, uno que escuchara tu opinión?

—En primera instancia, educación. Segundo, políticas para la promoción de la lectura, que son absolutamente inexistentes. Y en tercer lugar, apoyo a los creadores, que siempre han estado desatendidos en Venezuela, pero jamás como ahora.

 

TRABAJAR EN RED

El Buscón seguirá ocurra lo que ocurra en Venezuela. El visitante no necesariamente va a comprar, sobre todo porque por lo general no tiene cómo hacerlo, no al menos dentro de las presentes circuntsancias. Va porque el espacio es amable. Está en un sitio de tránsito, con público eventual y cautivo que se encuentra y charla. Hay cuatro sillas, por si alguien quiere agarrar un libro y sentarse un buen rato. A Katyna le entusiasma que su amiga María Fernanda Di Giacobbe impulse en estos momentos una red de jóvenes emprendedores del cacao de todo el país. La acaba de invitar a una charla sobre el oficio del librero en la hacienda la Trinidad, donde se halla una escuela del chocolatero. Allá fue Katyna y les dio la charla a los jóvenes mientras aprenden a hacer bombones, pues la idea es complementar el aprendizaje con el conocimiento de otros oficios y hechos de la cultura. Allá fue Katyna y les brindó su experiencia. La misma Di Giácobbe, formada en literatura pero dedicada al cacao y sus variadas posibilidades, es un ejemplo de eclecticismo y apertura.

—Katyna, la mujer venezolana es, por su fuerza y su creatividad, una esperanza para este país, ¿no?

—Somos mujeres, somos madres: si eres madre debes empujar el carrito pues tienes detrás de ti a quien abrazar y cubrir. Eso está dentro de nosotras. Veo que las mujeres se están volcando, con diferentes emprendimientos, hacia un futuro de país. Un futuro absolutamente incierto, como nunca me hubiera imaginado, porque este drama ha llegado a niveles inconcebibles… Pero mientras más veo una situación así, no me preguntes cómo, más energías tengo. Puedes caer  fácilmente en situaciones de depresión, cierto, pero afortunadamente lo que siento, y en muchas mujeres lo percibo también, es que mientras más duro lo pasamos, más energía tenemos.

—¿Cómo es tu día a día?

—A veces uno se dice “qué duro es esto”, pero inmediatamente me levanto: sobre todo por las mañanas lo siento. Me digo “uy, con qué proyecto salgo hoy para proponer en la librería”. Te digo, también lo veo en la gente que trabaja allí o se presenta en la librería o edita. Creo que hay una gran red de resistencia. Pienso que la mujer venezolana, hace rato, da la batalla. Absoluta esperanza… No sé, te diría que tengo la certeza: de esto salimos. Quizás no con la rapidez que uno quisiera, pero de esto salimos.

La tozudez productiva de María Beatriz Medina

En latín, el verbo legere significa leer pero también «desplegar las velas». De eso se trata exactamente: de sembrar en un pueblo la capacidad de desplegar las velas y pensar imaginativamente en un mundo mejor. A eso se dedica el Banco del Libro, y dentro de él,  una mujer apasionada. O, mejor dicho, varias mujeres apasionadas

 

@sdelanuez

 

El país no partirá de cero cuando vaya a ser reconstruido luego de la catástrofe chavista. Existe una red de organizaciones, empresas e instituciones que en estos años, contra viento y marea, han consolidado su actividad con impacto positivo en diversos ámbitos. Son experiencias que señalan un futuro esperanzador. Detrás de esas experiencias se halla, por lo general, una mujer. Es el caso del Banco del Libro.

El Gobierno le entrega 380 mil bolívares anuales, valgan lo que valgan hoy en día en el país. Naturalmente, la institución no se mantiene con ese aporte sino con el talento y la cabezonería de tres mujeres que se han echado al hombro este barco: María Beatriz Medina (directora), Olga González (proyectos) y Gladys Lobo (busca y administra los recursos financieros). También están los colaboradores del comité de evaluación de los mejores libros para niños y adolescentes, los aliados de Ediciones Ekaré, los comelibros (jóvenes que también evalúan títulos para dar un sello de garantía). Hay gente apoyando. Rodrigo Agudo y Virginia Betancourt han sido dos nombres claves en la historia del Banco del Libro, y siguen siendo un referente.

María Beatriz, con Olga y Gladys, llevan el peso del día a día y muestran esa impertinente cabezonería, acostumbradas a darse de cabezazos hasta que las cosas salen como deben. Así fue que se ganaron en 2007 un premio internacional de literatura infantil, el que lleva el nombre de la sueca Astrid Lindgren (creadora de Pippi Calzas Largas), lo cual les garantizó más de 90 mil dólares para subsistir. El jurado que les dio el premio alabó «la liberadora falta de mentalidad burocrática» que muestra la institución en su quehacer. Luego, en 2012, recibieron un premio de la Unesco por sus aportes a la mejora de los profesores, lo cual significó casi 600 mil dólares. Como dice María Beatriz, esos premios los han administrado con criterio de escasez y hasta hoy les rinde la plata como para estar, por ejemplo, en la feria del libro de Bogotá durante estos días de abril. Allí llevan títulos venezolanos. De allí traen material para engordar la oferta del Banco, adonde acuden niños y adolescentes dos veces por semana, a diferentes actividades.

¿De qué más vive esta entidad independiente? Pues del alquiler de dos de sus salas y  de los talleres por los cuales sí cobra, aunque sea una modesta cantidad.

EL MOTOR

María Beatriz es el motor, el Banco del Libro es su orgullo. A quien quiera escucharla le dice que esta experiencia ha sido el modelo que siguió la exigente Silvia Castrillón para crear Fundalectura, en Colombia; e inspiración de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez nacida en Salamanca (España): su principal impulsor, Antonio Basanta, invirtió una temporada viendo cómo funcionaba el Banco del Libro venezolano.

María Beatriz respiró aires de lectura desde niña, probablemente eso contribuyó a su vocación. La hija de José Ramón Medina, hombre conciliador talante donde los hubiese en Venezuela, escuchaba historias curiosas e imborrables. Quizás por eso impulsaría, muchos años más tarde, «Palabras por y para la no violencia», un proyecto del Banco del Libro junto a la Alcaldía de Baruta: imposible pensar en algo más conveniente pues se necesita atajar con urgencia la violencia escolar, que se ha incrementado en todas sus modalidades como reflejo de la situación general que sufre Venezuela. Gracias a un aporte de la embajada canadiense se llevan a cabo actividades en el aula y talleres de formación para docentes. Cuentos editados por Ekaré son leídos y reflexionados por los pequeños y no tan pequeños. Es una verdad comprobada: el contacto prolongado con la literatura puede provocar una mayor sensibilidad social. Lo dice la pedagoga Louise Rosenblatt, que el niño va cobrando conciencia de las amplias posibilidades que alberga el corazón de la gente con cada historia escuchada o leída, y que a través de lo literario aprende a ponerse imaginativamente en el lugar del otro. Esta experiencia, niños leyendo y hablando sobre lo leído, comenzó tras la tragedia de Vargas en 1999 con un aporte del Banco Mundial.

La sana cabezonería de María Beatriz y de quienes trabajan con ella les ha permitido obtener apoyos desde dentro y desde fuera. La empresa Movistar donó una sala con ocho computadoras. La agencia de cooperación iberoamericana, de los españoles, les ha permitido desarrollar otro de sus programas. El  Consejo Internacional de Libros para Jóvenes (iBbY, por sus siglas en inglés) hizo enlace entre el Banco y una empresa japonesa y ahora esta empresa financiará el taller «Producción de libros informativos para niños y jóvenes», que se va a dictar a finales de mayo.

Desde luego, la institución ha sufrido robos, no escapa al gran tema-país. Dice María Beatriz:

—Se nos han puesto difíciles las cosas pero obviamente todavía estamos mejor que muchas asociaciones no gubernamentales. Somos un espacio de resistencia. ¿Qué quiere decir eso? Es difícil mantenerse en la autogestión pues hay poca autonomía, pero luchamos.

 

POLÍTICAS PÚBLICAS

María Beatriz recuerda que su papá les narraba cuentos cercanos a sus hijos, quienes seguramente más de una vez le miraron atónitos, expectantes o risueños. José Ramón Medina era, por cierto, un hombre de edición y de imprenta. El modelaje, dice ella, tiene muchas aristas.

¿Y qué haría si tuviese ella una contraparte en el Estado que la escuchase?

Más bien, qué no haría. Sabe que la coordinación, en esta materia de promover niños lectores, imaginativos y participativos, es clave.  La biblioteca es un espacio fundamental para el acceso a los libros. Hoy, en la feria del libro de Bogotá, ha tenido en sus manos un libro de un autor colombiano que escribe para niños. Este libro en particular se titula Tengo miedo, es una belleza de encuadernación y por sus textos e ilustraciones. Pero cuesta quince dólares. Sí, señor, 15 dólares. Es una de esas bellezas que llaman libro-álbum. ¿Cuándo podrá un niño venezolano tener un libro así, mientras las cosas sigan como están? María Beatriz se llevará uno o varios, los que pueda, para ponerlos a la orden de quienes van al Banco del Libro jueves y sábados. Hasta ahí puede hacer. Más de eso, ya sería cuestión de enmendar las políticas públicas. Políticas públicas que articulen, que engloben a todo el sistema: la Escuela, las bibliotecas, el gremio de las librerías y este tipo de asociaciones como el Banco del Libro, que trabaja con las comunidades directamente.

María Beatriz o alguien de su equipo ha asistido, durante los últimos 18 años, a alguna que otra reunión en una dependencia del Ministerio de Educación, pero no estaban representados los ministerios que atienden a la familia y/o que se relacionan con lo social.

Mientras ese tipo de reuniones en conjunto se hace realidad, el Banco del Libro, ahora, ha sido nominado a otro premio, el de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

 

Rómulo Gallegos: muerte de un premio, por Ibsen Martínez

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Se atribuye a Carlos Fuentes, cuando ganó en 1977 el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, la afirmación de que el capítulo inicial de la gran novela venezolana bien podía comenzar en el open house que cada año, por el mes de agosto, solía ofrecer la directiva del diario El Nacional en un fastuoso salón de un hotel caraqueño.

La observación casa bien con el cariz coloridamente plural y tolerante que ofrecía la sociedad venezolana durante el último cuarto del siglo pasado.

La poeta Ana Nuño cuenta que, siendo aún muy jovencita, su padre, el filósofo español Juan Nuño, que en los años cincuenta se exilió en Venezuela, se hizo acompañar de su hija a uno de aquellos festejos que comenzaban al mediodía, con la entrega de premios internos de la empresa editorial, y languidecían al caer la noche cuando el último achispado con corbata de quita y pon constataba que no quedase ya una gota de escocés que empinar ni un canapé que mordisquear.

“Bien, ¿qué te pareció?”, preguntó Nuño a su hija cuando iban ya camino a casa. La joven respondió altaneramente que el espectáculo de un ex comandante guerrillero entrechocando un vaso de whisky y canjeando chascarrillos con el coronel encargado de darle caza en el monte apenas unos años atrás le resultaba obsceno. Nuño se detuvo un instante para comentar que él había dejado un país donde por aquellos mismos años se fusilaba a presos de conciencia. “Prefiero mil veces esta promiscuidad que tanto te choca”.

Desde 1967, cuando Mario Vargas Llosa ganó la primera edición del Premio Rómulo Gallegos, la entrega del mismo comenzó a solaparse con el festejo del diario. Yo no cumplía aún 16 años cuando supe de La Casa Verde y ningún año fui tan dichoso como en 1973, cuando Gabriel García Márquez regaló la totalidad del premio otorgado a Cien años de soledad para que Teodoro Petkoff pudiese fundar un desprendimiento liberal del Partido Comunista. Mi juventud fueron los años que van de Palinuro de México a Mañana en la batalla piensa en mí. Y nunca me perdí el open house de El Nacional.

Cada presidente venezolano, entre 1967 y el ascenso al poder de Hugo Chávez, acudió, infaltable, a otorgar personalmente el premio, a despecho de que las ideas políticas de algunos ganadores no siempre fuesen de su agrado.

Hugo Chávez, en cambio, no tuvo nunca en mucho al premio. Siendo su epónimo don Rómulo Gallegos, maestro de escuela, primer presidente civil que en el siglo XX se dio Venezuela por voto universal y secreto, ¡y derrocado en 1948!, se entiende que la cosa urticase al militar golpista. Desde el principio optó por enviar un subrogado a la ceremonia de entrega. Uno de ellos, el inefable Nicolás Maduro, confundió la bandera de Puerto Rico con la de Cuba al premiar, en 2013, al escritor boricua Eduardo Lalo.

Recientemente, Adán Chávez, hermano del extinto presidente y ministro de Cultura de la Bolivariana República, ha informado por boca de un ministril que este año el premio no dispondrá de los 100.000 dólares que tradicionalmente lo acompañan. Será convocado el certamen, cómo no, pero olvídense de la plata.

Ya en 2015 dejaron con la mano tendida durante seis meses al ganador, el colombiano Pablo Montoya. Es posible que la guerra económica desatada por la burguesía y el imperialismo yanqui exija que esos dineros se destinen a adquirir bombas lacrimógenas, tanquetas antimotines y munición de 9 milímetros para la proterva Guardia Nacional Bolivariana que ya, a poco de cumplirse 3 meses de protestas, ostenta una macabra cuenta de casi 80 asesinatos.

 

@IBSENMARTINEZ

El Nacional

María Elena Lavaud firma con editorial Dauro para llevar sus libros a España

mariaelenaL

 

Muy pronto, Tatuaje de Lágrimas, la más reciente novela de la periodista y escritora María Elena Lavaud, llegará a España de la mano de Ediciones Dauro, la editorial más importante de Granada, y una de las más prestigiosas de Andalucía. Con este convenio, la escritora ha logrado consolidar su internacionalización. España será el tercer país donde la novela sea publicada, luego de Venezuela, su país de origen, y Estados Unidos, donde reside desde hace dos años.

Según el representante de la escritora -Manuel Pérez- el convenio se enmarca en un proceso de expansión que ha iniciado la prestigiosa editorial, y que contempla, además de la publicación en España, próximas ediciones de la novela en Latinoamérica, gracias a los convenios estratégicos de Ediciones Dauro con otras casas editoriales en Argentina, Colombia, Perú y Chile entre otros. “Es un paso más en la carrera de una escritora que definitivamente ha cautivado por la calidez de su escritura y a la vez por su sensibilidad al abordar temas de repercusión social e internacional”, aseguró Pérez. President & CEO de MAPEREZ CONSULTING .

Tatuaje de Lágrimas aborda un tema extremadamente sensible en España: la violencia de género. Ejecutivos de la editorial apuestan con todo a la receptividad de los lectores, toda vez que ya se ha hecho de muy buenas críticas de parte de quienes la han podido disfrutar en Venezuela y Estados Unidos. La versión española de Tatuaje de Lágrimas ya está en proceso. Los directores de Dauro han estimado conveniente crear un nuevo diseño de portada y darle un formato más moderno.

Según el representante de la escritora, se espera que la edición esté lista en breve, incluso para ser presentada en la próxima Feria Internacional del Libro en Madrid. Por lo pronto -dijo- este es un primer paso de muchos que esperamos anunciar en breve.

Feb 26, 2016 | Actualizado hace 8 años
Umberto Eco se despide por Marcelino Bisbal

umbertoeco

 

Umberto Eco mantuvo, durante muchos años, una gran diversidad de columnas en variadas publicaciones latinoamericanas y de casi todo el mundo. Una de ellas llevaba por título “Desde Europa” y la pudimos seguir trimestralmente en la revista El Librero aquí en Venezuela.  En una de esas columnas (2012) nos expresaba que “uno de mis deseos es ponerle fin a esta columna, al menos en su actual encarnación. Cada tantas semanas tengo que conjurar un tema que aparente sea de actualidad, aun si lo que realmente quisiera hacer es volver a leer la obra de Píndaro y escribir (con bastante retraso) una reseña de sus poemas”. Pues bien, desde el 19 de febrero Eco podrá dedicarse a lo que más le gustaba que era leer y releer lo que ya había leído. Es que era un apasionado del libro, de cualquier libro, verdaderamente un fanático como confesó en alguna oportunidad. Por eso decía que “una colección de libros es un fenómeno masturbatorio, solitario, y raramente se encuentran personas que puedan compartir nuestra misma pasión. Si poseemos cuadros muy bellos, la gente nos visitará para admirarlos. Pero no encontraremos a nadie interesado de verdad en nuestra colección de libros antiguos. No entienden por qué le damos tanta importancia a un librito sin ningún atractivo, y por qué nos ha costado años de búsqueda”.

Para Eco el libro lo era casi todo, lo podía casi todo. Porque “el libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez se han inventado, no se puede hacer nada mejor. El libro ha superado la prueba del tiempo… Quizá evolucionen sus componentes, quizá sus páginas dejen de ser de papel, pero seguirá siendo lo que es”.

Fue un italiano excepcional, de una vastísima obra no solo orientada a un tema o disciplina en particular como pudiera ser la filosofía o la semiología, quehaceres ambos que desempeñó como académico que fue, sino que se encaminó también por las rutas del arte, la estética y la cultura en general. Desde 1980, con la publicación de su primera novela –El nombre de la rosa–,  se fue por el mundo de la novelística  con la destreza del que conoce desde hace un buen tiempo esos caminos y ese oficio de escribidor de mundos ficcionales. A partir de esa novela vendrán otras como El péndulo de Foucault (1988), La isla del día de antes (1994), Baudolino (2000), La misteriosa llama de la Reina Loana (2004), El cementerio de Praga (2010) y más recientemente Número cero (2015). Pero ninguna de estas novelas alcanzará el éxito de ventas de El nombre de la rosa. Se dijo, en su oportunidad, que había vendido 50 millones de ejemplares. Además fue llevada al cine en 1986 por el director Jean-Jacques Annaud, contando con el actor Sean Connery en el papel de William de Baskerbille como una especie de investigador-detective en plena Edad Media.

Nuestro encuentro con el pensamiento de Umberto Eco se da en plena década de los años setenta cuando en Venezuela y en América Latina estamos en plena discusión y confrontación en torno a la cultura de masas desde la vertiente crítica –perspectiva europea y frankfurtiana para más señas– y la orientación sociológica formal y norteamericana. Era un pensar sobre los medios y no avanzábamos hacia ningún norte. Llega entonces Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas en donde Eco logra poner en su lugar el papel histórico que cumple la conocida cultura de masas. Nos dirá que “la cultura de masas tiene lugar en el momento histórico en que las masas entran como protagonistas en la vida social y participa en las cuestiones públicas”. Después nos topamos con otro texto editado en español en 1986, La estrategia de la ilusión. Colección de ensayos que trata de analizar lo cotidiano que va desde el deporte, la política, los medios en general y se detiene en la televisión para hacer un análisis de la cultura televisiva –como cultura popular– en cuanto proceso semiótico o de significación. Es un libro que critica a los mass-media a través de los mass-media y nos expresa que “en el universo de la representación mass-mediática, es la única elección de libertad que nos queda”.

La mexicana Rossana Reguillo, en relación con otro libro fundamental para comprender la comunicación y la cultura en América Latina, De los medios a las mediaciones, de Jesús Martín-Barbero, nos dirá –y tomamos sus palabras para expresar lo mismo con referencia a los dos libros de Umberto Eco antes señalados– que “el texto llega en un momento en el que, como parte de una generación más o menos emergente de estudiosos de la comunicación, enfrentaba la encrucijada de la fuga y la renuncia. De un lado, estaba el cansancio ante una literatura y un pensamiento que se ocupaba centralmente de los medios de comunicación y proponían (casi) como única opción legítima para los interesados en la comunicación, la investigación de y en los medios, pero carecía de un planteamiento que permitiera problematizar el antes, el durante y el después de los medios, o en otras palabras, lo que yo interpretaba en aquel momento, como una distancia dolorosa con los actores de la comunicación, es decir, los sujetos y su vida cotidiana. La investigación empírica me lanzaba intermitentes señales de alerta, la cuestión se me volvía más compleja y la literatura dominante en comunicación en esta época, me dejaba insatisfecha. La fuga hacia otros territorios del saber era prácticamente inevitable”.

Ni el filósofo, ni el especialista en estética, ni el semiólogo que fue Umberto Eco pudo desprenderse de su especial afición por el análisis e interpretación de la cultura de masas o de la civilización del espectáculo como recientemente la denominó el escritor Mario Vargas Llosa copiando a Guy Debord con su Sociedad del espectáculo.  Eco nos manda a leer a McLuhan para comprender la televisión y lo que la gente hace con ella, porque “el hombre gutenbergiano  ha muerto”. Pero también nos manda, casi obliga, a leer al norteamericano Dwight MacDonald y a Walter Benjamin. En tal sentido, no tiene pérdida el ensayo que escribiera Eco en 1984: “El modelo americano: veinte años de difusión de la cultura estadounidense en Italia”.

Todo el pensamiento de Umberto Eco en relación con los medios masivos de comunicación y su cultura está más cerca de Walter Benjamin que de T. W. Adorno. Porque Benjamin fue quien logró ver para su época (hasta 1940 cuando se quita la vida en Port-Bou, pequeño pueblo catalán) el sentido trasgresor de la tecnología frente a las bellas artes o la cultura elitesca. Eco critica ferozmente a la teoría crítica al decir “que el empleo indiscriminado de un concepto fetiche como el de industria cultural implica, en el fondo, la incapacidad misma de aceptar estos acontecimientos históricos, y –con ellos– la perspectiva de una humanidad capaz de operar sobre la historia”.

Umberto Eco estuvo en Caracas por allá en 1994, invitado por la Cátedra Permanente de Imágenes Urbanas de Fundarte (organización cultural de la Alcaldía de Caracas). Tulio Hernández fue el ideador y promotor de 25 conferencias sobre la ciudad, el espacio público y la cultura urbana. La disertación de Eco tuvo que ver con la idea de un mundo posible y un mundo real vistos desde la novela-ciudad.

Si Umberto Eco nos visitara hoy ¿qué vería? ¿Cómo nos vería a los venezolanos? ¿Qué nos diría? ¿Qué interpretación haría de la realidad presente? ¿Cómo caracterizaría este des-orden de país, de sociedad, de ciudadanía…? Quizás nos expresaría aquella noción de verdad que está presente en la ficción y que no puede ser puesta en discusión, mientras que el mundo real que estamos viviendo los venezolanos parece ser, de hecho es, un lugar insidioso.

Dejo estas líneas, seguramente des-ordenadas, de mis lecturas de Umberto Eco, de aquellos libros que he citado y que resultaron ser libros fundacionales para mis trabajos como docente. Porque como bien nos dijo una vez: “El problema de la cultura de masas nos atañe a todos”, como a todos nos atañe este des-orden.

 

El Nacional 

Más de 100 autores se darán cita en la II Feria Internacional del Libro del Caribe en Margarita

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Tres publicaciones del Fondo Editorial Banesco estarán presentes en la II Feria Internacional del Libro del Caribe que se realizará en la Isla Margarita (Nueva Esparta) del 25 de febrero al 2 de marzo en el Centro de Convenciones del Sambil Margarita. La actividad es organizada por la Universidad de Margarita.

Bajo el lema «Leer tiene sentido», este año la FILCAR tiene como presidente a Antonio López Ortega y como pregonero al periodista César Miguel Rondón. Cerca de 100 autores invitados estarán en este encuentro literario. En esta oportunidad, además se entregará por primera vez el Premio Literatura FILCAR para distinguir la obra de un escritor venezolano de reconocida trayectoria. Entre los finalistas figuran Rafael Cadenas, José Balza, Ana Enriqueta Terán y Elisa Lerner.

Mariela Colmenares, vicepresidenta ejecutiva de Comunicaciones y RSE de Banesco, afirmó que «aplaudimos iniciativas como la FILCAR, por cuanto permiten difundir las novedades editoriales no solo en el espacio universitario sino para el público en general. En el caso del Fondo Editorial Banesco, estaremos compartiendo con el público tres de nuestras recientes publicaciones que abarcan temas diversos como la promoción del emprendimiento, el periodismo y una radiografía de la nueva escena musical venezolana».

El día jueves 25 de febrero, a las 5 de la tarde, en la Sala Luz Machado se realizará la presentación de «Gente que emprende». Se trata del primer libro de fotografía móvil que se edita en Venezuela. Es una compilación de las fotografías que participaron en el concurso homónimo y que fueron seleccionadas por el jurado. El objetivo del concurso era reconocer el trabajo de los emprendedores venezolanos.

En la jornada inaugural (25 de febrero) también se presentará la exposición itinerante «El instante decisivo. Venezuela a través de la agencia de noticias Efe», patrocinada por Banesco y la agencia para celebrar los 50 años de Efe en Venezuela. El medio centenar de imágenes que conforman la muestra constatan la estrecha relación entre España y Venezuela, especialmente a partir de la llegada de la agencia Efe a suelo venezolano. Los visitantes a la FILCAR podrán disfrutar de la exposición hasta el 2 de marzo.

El día viernes 26 de febrero, a las 3 de la tarde, en la Sala Luz Machado tendrá lugar la conferencia sobre «70 años de crónicas en Venezuela», editado por Banesco. La charla contará con la participación de Sergio Dahbar (editor), Mariela Colmenares y los periodistas Lisseth Boon y Alonso Moleiro.

El día sábado 27 de febrero, a las 3 de la tarde, en la Sala Luz Machado se realizará un conversatorio sobre «Nuevo país musical», libro de Banesco en el que a través de las historias de 24 músicos venezolanos se hace un recorrido del nuevo panorama sonoro nacional. En esta actividad participarán Mariela Colmenares, Antonio López Ortega (compilador), y los periodistas Félix Allueva y Milagros Socorro. Allueva participó como  mentor del género Pop-Rock en la publicación.

Asimismo, la entidad bancaria patrocinará el taller «Periodismo de investigación: 5 casos», que dictará Sergio Dahbar el día viernes 26 de febrero a las 8 de la mañana en la Sala Jesús Manuel Subero.

 

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