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Humildad

La calma en el caos ..., por Orlando Viera-Blanco

 

«Lo que reforcé en India: amar a la familia, a tu gente, a tu país, es un valor superior que no justifica maltrato, desprecio ni orgullos. Es respirar la libertad. El es comprender que lo material es banal...»

Vine a la India de trabajo. Pero la política y las ciencias sociales comparadas no me sueltan. Es inevitable centrar la atención en nuestra realidad cuando entramos en contacto con unos de los pueblos más complejos del planeta en lo étnico, religioso, histórico y demográfico. Pero conviven en paz. Eso es India: tolerancia en medio de la miseria, respeto en medio de grandes carencias, belleza rodeada de anarquía  y amabilidad a pesar de sensibles dolencias…

Ellos los indios. Nosotros los estresados…

Cuando llegué al hotel (2:00 am) nuestro anfitrión nos dice: “debemos esperar un poco por vuestra habitación”. Al rompe irritable le digo con tono inquisidor: ¿Cuál es el problema amigo mío? El hombre con mirada noble me ve cálidamente. “No hay ningún problema señor. Sólo queremos estar seguros que su habitación esté como lo merece” Sin más llamó a su colega quien se acercó aceleradamente y nos llevó casi de su mano: “Acompáñeme Sr. Viera-Blanco. Queremos obsequiarle un té. En ese instante mi esposa interrumpe deteniendo cualquier injusta intemperancia, me mira con ojos de censura y le dice: “Muy amable, con gusto”. (…) En su habitación sólo falta nuestra nota de bienvenida. Sentimos hacerle esperar, sentenció…¿Nota de bienvenida, pensé? Mi vergüenza se disparó. Así soy. ¿Así somos?

Un pequeño episodio que en 10 minutos representan dos mundos, dos culturas, dos dimensiones, dos versiones de suficiencias o carencias. Las de ellos plenas de paciencia, respeto, comprensión. Las nuestras: reactivas, indómitas, caribes. Al final se impone la calidez, la mirada suave, cordial, de apariencia sumisa (que no lo es). Y responde nuestra camaradería, nuestro acervo maternal, nuestra mujer…

Llegamos pronto a la habitación: Nos esperaban flores, una nota de bienvenida (escrita a mano) y otra de disculpas. ¿En que tiempo escribieron sus dispensas? Me sentí reprendido sin que haya mediado un sola reproche. Así son ellos, así somos …

Las costumbres y la política…

Delhi es una ciudad anárquica. Exuberante pero desbordada. Caminar por una autopista de día o de noche ¡es normal! Contrastan los inmensos palacetes y sedes de gobierno con indigentes debajo los puentes. Pero no se sienten así. Es lo que Dios les concedió. Un pasaje de la vida. No sentí inseguridad en ningún momento. La democracia en India [BHARAT]-liderada por elites-avanza trepidantemente en medio del caos, utilizando la tecnología como estrategia de inclusión. Y se siente la potencia del desarrollo, entre vacas y carretas…

Invadido de mística, de la gracia de un saludo continuo a manos juntas [Namaste]”, de sonrisas a toda hora, no he sentido más que paz y afecto. Confirmo que es la cordialidad la que contagia la empatía y convierte la miseria en un hecho pasajero y superable. Magnanimidad espiritual que destierra la violencia. Única manera que 1.2 billones de mortales convivan en una centrífuga de lenguas, dialectos, mitos, religiones y modos, suevamente …

 

Una lagrima en la mejilla del tiempo…

Deli, Agra y Jaipur. El triángulo de oro. Cruzar India es vivir la abundancia de un país de inmensas extensiones de arroz, pimienta, trigo y lentejas [lo que más comen]. La miseria no hace mella en la cotidianidad del Indio porque su filosofía de vida no tolera sufrimiento por lo material. Para el Indio la vida no es un valor permanente.  Es un tránsito por este mundo que aceptan como venga.  A fin de cuenta no se es pobre o rico. Se es un alma que levita felizmente y debe hacer el bien porque así será recompensado en otra vida.

En India conviven regias mansiones con casas humildes. Un indio se puede hacer rico y levantar su  palacete en el mismo terreno donde vivió. Sabe que sus vecinos no le envidiarán o atacarán por ser rico … India es la calma en el caos. El tráfico es una locura. Es ver un camión contravía en una autopista o esquivar personas como pines! Pero nada detiene su vocación de felicidad porque las cosas más simples, más pequeñas, más básicas, más humanas, son su luz infinita de su humildad.

La historia del Taj Mahal descrito por el poeta persa Rabindranath Tagore como “Una lagrima en la mejilla de los tiempos”, es trágica y hermosa a la vez. Un califa Mogol, musulmán (guerrero) que en medio de la pérdida de su amada esposa,  Arjumand Banu Begum, le construye un templo de mármol a orillas de rio Yamuna (1631), tapizado de piedras preciosas y oro.  Un emperador que llegó al poder tras matar a sus hermanos y que al final de su vida fue encarcelado por su hijo menor que también mató a su hermano mayor para gobernar. El emperador Shah Jahan gastó la fortuna de su dinastía-hoy equivalente a un billón de dólares-para honrar el amor de su vida. 20.000 obreros y 24 años volcados a una obra irrepetible por su perfección simétrica, el alma de India…

Lo que reforcé en India: amar a la familia, a tu gente, a tu país, es un valor superior que no justifica maltrato, desprecio ni orgullos. Es respirar la libertad. El es comprender que lo material es banal … Es amar en medio del caos y redimir en medio del rencor. Mucho que aprender de India como por ejemplo, maltratarnos menos y respetarnos más, aun en medio de nuestras sufridas tragedias e indómitas miserias … Salut!

@ovierablanco 

Papa Francisco: El Año Nuevo será bueno en la medida en que cada uno de nosotros intente hacer el bien

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CIUDAD DEL VATICANO (AP) — En su homilía de Año Nuevo, el papa Francisco lamentó el domingo que las sociedades sean cada vez más «frías y calculadoras» y carezcan de compasión.

Aquellos con «corazones narcisistas» sufren la pérdida de los «lazos que nos unen» y el sentido de pertenencia a la sociedad, dijo a los fieles durante la misa del domingo en la basílica de San Pedro.

Según el pontífice argentino, el mundo necesita más humildad y ternura, y calificó estas cualidades como signos de fortaleza, no de debilidad.

El papa expresó su preocupación por lo que llamó «orfandad espiritual».

Tras la solemne ceremonia en un altar adornado con flores, Francisco se dirigió a las decenas de miles de peregrinos, turistas y locales que se congregaban en la plaza de San Pedro.

El pontífice confió en que 2017 será bueno en la medida en que la gente haga el bien y rechace el odio. También rezó por quienes valientemente han luchado contra el terrorismo que ha tomado al mundo presa del «miedo y la perplejidad».

«El Año Nuevo será bueno en la medida en que cada uno de nosotros, con la ayuda de Dios, intente hacer el bien, día a día. Así es como se crea la paz», dijo Francisco a una multitud de 50.000 peregrinos, turistas y romanos reunidos en la Plaza de San Pedro para su bendición del mediodía y las observaciones del Año Nuevo.

Francisco aconsejó a la gente que rechace «el odio y la violencia y diga sí a la fraternidad y la reconciliación». La Iglesia católica dedica el primer día del año al tema de la paz.

También lamentó que el nuevo año haya comenzado mal, refiriéndose al ataque en un centro nocturno de Estambul que dejó 39 muertos y decenas de heridos.

«Desafortunadamente, la violencia ha vuelto a atacar, incluso en esta noche de deseos y esperanza», dijo.

«Con tristeza, expreso mi cercanía con el pueblo turco, rezo por las numerosas víctimas y heridos, y por toda la nación en duelo», dijo Francisco.

Un buen gobierno por Víctor Maldonado C.

política

 

Gobernar bien. ¿Qué significa eso? Algunos, los más, parecen confundirse. Estos creen que los ciudadanos no pueden con la realidad, y prefieren tratarlos como menores de edad e incapaces de lidiar con las cargas de la libertad. Estos políticos siempre tienen a flor de labios esos mensajes, esas ofertas que suenan bien pero que a la larga terminan en estruendosos fracasos. Los populistas ofrecen lo que ellos saben que no pueden cumplir sin arruinar las bases sociales y económicas del país. Y siempre aducen lo mismo: el pueblo no resiste la verdad. Si digo lo que pienso hacer no gano elecciones. Si hago lo que debo hacer, me tumban antes de comenzar. Por ese camino, lleno de fraudes y medias verdades hemos llegado hasta los linderos de la decepción y el descalabro.

Los malos políticos insisten. Prometen aumentos de salarios extravagantes, incremento de los beneficios sociales, bajas tarifas de los servicios públicos, regalar la gasolina, gratuidad de la educación, salud sin costo, “tu casa bien equipada”, “un país potencia”, cesta-ticket para jubilados y pensionados, tasas de interés negativas y dólares a precios insólitos. Ofrecen de todo sin preguntarse con seriedad quién y cómo se puede pagar tanto bienestar que no se ha producido. Cuando esos políticos degradados y envilecidos apuran alguna solución a este enigma dicen cosas tan insólitas como “lo pagaremos con lo que ahora regalamos a los cubanos y al resto de las islas caribeñas”, o “lo haremos mediante una reforma tributaria que haga que los ricos paguen más impuestos. Nunca, pero nunca se atreven a decir la verdad, y es que este país está arruinado, fue saqueado una y mil veces, carece de reservas internacionales, está peor administrado que nunca, tiene una moneda devastada, y por lo tanto, lo que toca es replantear toda la propuesta para intentar conseguir un estado más pequeño, más limitado en sus funciones, concentrado en lo esencial, y que por eso mismo deje espacio a la acción de los privados. El tránsito será esforzado y exigente, y por algún tiempo no habrá espacio para las promesas vanas, las ofertas perversas, el empalagamiento populista, el político fraudulento y corrupto que, si miente en su oferta económica y política, mentirá en cualquier otra cosa.

El pragmatismo tiene una buena fama excesiva. No todo pragmatismo termina siendo exitoso. Lo mismo se puede decir de los ideales. No es cierto que un político con ideales termine cooperando con la felicidad colectiva. Pero algunos ideales tienen sentido y permiten que los gobernantes no se pierdan en el cálculo de las conveniencias subalternas. “No se gobierna bien sin un buen ideal” proclamaba Luigi Einaudi en su libro “El buen gobierno”. “No se puede tener un ideal y desear ponerlo en práctica, si se desconocen las necesidades y aspiraciones del pueblo, y si no se saben escoger los medios para alcanzar dicho ideal… porque el político no deber ser tan solo un mero gestor de hombres. Debe saber guiarlos hacia una meta, y esta meta debe elegirla y no venirle impuesta por los mutablea acontecimientos del día…”. El que llegó a ser el segundo presidente de la república italiana luego de haber sido gobernador del banco de Italia, liberal para más señas, estaba muy claro: No se puede gobernar sobre la base de lo que dicen las encuestas del día. No se puede decir solamente lo que la gente desea escuchar. El dilema político está en conseguir los medios para alcanzar los objetivos del estado, y la política tiene que ser un esfuerzo pedagógico para enseñar los límites de la realidad, y, por lo tanto, de los sueños colectivos.

El populista no se atreve con eso. No piensa en su legado más que en su supervivencia presente. Vive al día y a crédito. Desprecia a los ciudadanos y tiene una visión hipersimplificada de los sectores populares. Para ellos los pobres son solo estómago e instintos dispuestos a entregarse al mejor postor. Para ellos no hay otra alternativa que el engaño empalagoso, la sonrisa de conveniencia, el abrazo de ocasión y el discurso peripatético y reivindicativo. Ellos intentan decir lo que ellos mismos creen que los pobres quieren oír. No los convocan al esfuerzo productivo. Pierden la oportunidad de hacer de la política un proceso de aprendizaje. Uno los oye diciendo “eso no lo compraría el pueblo” y por eso mismo andan a tientas entre barrancos, perdiendo oportunidades, viviendo de una nostalgia insana e intentando buscar culpables.

Max Weber entendía la política como una profesión exigente. La entendía así porque exigía tres cualidades que además debían venir entrelazadas. Pasión, sentido de la responsabilidad y previsión. No es solamente una entrega apasionada a la causa. Es también que esa causa produce la exigencia de asumir sus consecuencias, de eso se trata la responsabilidad, de no dejar los procesos en la estacada, ni de buscar chivos expiatorios o de hacerse los locos. Lo que se decide hoy no solamente tiene efectos en el presente, también extiende sus impactos en el mediano y largo plazo. En eso consiste la trampa, en el veneno que encierra la miel que se ofrece hoy pero que se transforma en ese sabor agrio en la boca. Hoy un aumento de salarios puede sonar tan necesario y atractivo y a la vez tan ponzoñoso en la misma medida que se transforma en inflación, escasez y desempleo. Por eso mismo la confusión entre efectos y causas, medios y fines es siempre criminal. Para Weber el sentido de la responsabilidad es la guía determinante de las acciones políticas, por eso mismo debe ser previsivo. Dicho de otra forma, debe tener la capacidad de permitir que la realidad actúe sobre nosotros con calma y recogimiento interior. Se trata de evitar la vanidad, que es el pecado mortal de los políticos, “esa obsesión de poner en el primer plano con el máximo relieve posible la propia persona”.

Los buenos gobernantes se conjugan en plural, y si tienen buenos ideales, son responsables y previsivos, terminan practicando con humildad el servicio público y distanciándose todo lo posible de la prepotencia personalista. Esa es la condición de la unidad. Jesús Chuo Torrealba me lo decía recientemente, “nadie es dueño de la unidad, todos pueden participar, las puertas están abiertas…”. Pero sigamos el argumento de Max Weber para aclararlo aún más: “Si al político le falta una causa así definida, corre el riesgo de confundir la prestigiosa apariencia del poder con el poder real, y si le falta sentido de la responsabilidad, corre el riesgo de disfrutar del poder, solo por amor de la potencia, sin darle por contenido una determinada finalidad”.

En Venezuela el poder se parece demasiado a una impostura, a un montaje en escena, si es que no a un juego de suma-cero donde cualquier aproximación parece demasiado siniestra. El régimen no juega a la política, pero usa los escenarios de la política para aplastar al adversario. Sus contrincantes juegan a veces a la demagogia para tratar de ponerlo contra la pared. Y en el medio ese vacío de estadistas que tanto echaba de menos el padre Luis Ugalde S.J. en su artículo más reciente. En la política no tienen el mismo valor todas las armas. Y así como vemos con orgullo ciudadano el coraje, la determinación, la persistencia y la paciencia de Chuo Torrealba, el sufrimiento con dignidad de nuestros políticos presos, la conexión social y el liderazgo que ha logrado Henry Ramos Allup desde el parlamento, la conducción de la unidad parlamentaria de Julio Borges, la disposición social de cualquiera de los parlamentarios, a veces también nos hace ruido y nos perturban esas duras y temerarias caídas en los falsos espacios de la demagogia. Hace falta un ideal con medios y fines estructurados para que las tentaciones de la política no nos arruinen nuevamente. Hace falta un plan, una hoja de ruta para la transición, un nuevo pacto político y una jugada más colectiva que nos permita imaginar un país en paz y progreso una vez que hallamos allanado las dificultades del proceso revocatorio. Por cierto, excelente la señal enviada por Henrique Capriles y Henry Ramos al intentar visitar al preso político Leopoldo López. Esa señal tiene que convertirse en un nuevo comenzar, en un nuevo punto de partida.

Con los esfuerzos de la unidad hay que practicar una solidaridad generosa, pero también mantener en alto el imperativo de las convicciones. Hace falta un pacto político que exprese apertura, generosidad, integración y manejo sereno del pluralismo. Chuo Torrealba lo dice constantemente: “Aquí no sobra nadie”. Me atrevo a completar su frase. No sobran los amigos ni los adversarios. Cabemos todos y todos al final seremos necesarios.

Solón nos legó una distinción que hoy debería ser parte de nuestras consignas, porque contraponía las buenas leyes -la eunomía- a las malas leyes -la disnomia-. “Eunomía lo hace todo ordenado y cabal y con frecuencia coloca grillos a los malvados: allana asperezas, pone fin a la hartura, acalla la violencia, marchita las nacientes flores del infortunio, endereza las sentencias torcidas y rebaja la insolencia, hace cesar la discordia, hace cesar el odio de la disensión funesta y bajo su influjo todas las acciones humanas son justas e inteligentes”. Una buena ley aporta libertad y derechos. Una mala ley es una promesa insostenible. Ese debería ser el baremo, independientemente de cómo parezcan, como se oigan, o a que sepan unas respecto de las otras.

Estamos en un momento crucial. El revocatorio es un cruce peligroso por el Mar Rojo de nuevo abierto para que pasemos a pie y dejemos atrás los peligros de la tiranía con todas sus consecuencias. Pero el desafío no solo es el cruce sino el horizonte que se abre. De nosotros dependerá que no sea una trampa que nos coloque en la posición de volver a iniciar la misma debacle. De nosotros depende que la victoria sea sublime e irreversible.

@vjmc

¡Todos quieren ser presidentes! por Carlos Dorado

Sillapresidencial

¿Por qué será que en nuestro país casi todo el mundo quiere ser Presidente?

Una gran mayoría inclusive  aspira a ser Presidente de la República, y de los pocos que no aspiran a tan alta investidura y responsabilidad, al menos quieren ser presidentes de algo.

Recuerdo, al ex-contralor colombiano Julio César Turbay Quintero, que le preguntaron si aspiraba a ser presidente de los colombianos. A lo que él respondió: “Soy de los pocos colombianos que no aspiro”.

Siempre me llama la atención, cuando entrevisto a aspirantes a un empleo, y observo que la mayoría están más preocupados del título del cargo al que aspiran, que de la responsabilidad del puesto, e inclusive que del salario.

Los animales desconocen la envidia; los hombres la sinceridad. Cuántos tienen la valentía para preguntarse: ¿Estoy preparado para asumir esta responsabilidad, y la sinceridad para responderse? Lamentablemente somos un país de “toderos”, y con una visión muy cortoplacista, donde supuestamente todos sabemos hacer de todo, y terminamos no sabiendo hacer nada. Donde queremos todo a corto plazo, y terminamos no consiguiéndolo ni a largo plazo.

Confundimos los roles y nuestras capacidades, aspirando a muchos puestos porque creemos tener el derecho a ellos; pero no la obligación; y mucho menos, nos detenemos a pensar si tenemos la calificación. ¿Cuántas veces hemos visto a alguien decir: Lo siento no estoy calificado para asumir esta responsabilidad o cargo”? Para ello se requiere de una gran inteligencia y humildad; pero la mayoría se dejan llevar por la viveza y la prepotencia. ¡A pesar de que el secreto de la sabiduría, el poder y el conocimiento está en la humildad!

Georges Pompidou decía: “Un hombre de estado es un político que se pone al servicio de su país, mientras que un político es un hombre de estado que pone al país a su servicio”. Me pregunto: ¿Cuántos hombres de estado, y cuántos políticos tenemos en nuestro país?

El mundo está cambiando, y parece que los únicos que no nos damos cuenta somos nosotros. En 1960 las materias primas constituían el 30% del producto bruto mundial, en la década del 2000 apenas representaba el 4%. ¡Éramos un país rico!, y mientras algunos países están construyendo el futuro, nosotros estamos discutiendo el pasado. Necesitamos pragmatismo; pero nos quedamos sólo con el ismo de: capitalismo, socialismo, liberalismo, neoliberalismo, colectivismo, comunismo, y cuantos ismos se nos ocurran.

Hoy más que nunca, necesitamos ponernos de acuerdo, y tratar de recuperar nuestros valores, que surjan los principios morales, que aflore el intelecto, que prevalezca la meritocracia, que se estimule la educación, que logremos la eficiencia; y volver al trabajo; pero con un ambiente idóneo y seguro, si queremos tener un futuro digno como país. Es bello soñar con un futuro mejor, pero es aterrador pensarlo como un futuro peor. ¡Necesitamos sueños, no pesadillas!

Sería triste que la ambición de unos pocos, llevase al fracaso de muchos. La ambición no es mala, ya que es el motor que impulsa la sociedad; pero debe ser comedida y sobretodo racional; en caso contrario,  ejerce el efecto inverso,  impulsando  a la sociedad; pero …….. hacia el abismo.

“¿Quieres ser rico? Pues no te afanes a aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia”, solía decirme mi madre.

Quizás sea ésta una muy buena reflexión en este año recién estrenado, para aquellos que aspiran a ser Presidentes, a tener un cargo, o un puesto de trabajo.

cdoradof@hotmail.com

De la tierra del sol naciente a tierra de gracia... por Orlando Viera-Blanco

Tokio

 

«¿Por qué los japoneses prosperan y superan las peores calamidades? Porque nacen importándoles los demás más de lo que les importa sí mismos…En Venezuela la única reverencia es al pillaje.»

 

Seguimos en nuestro periplo por Asia. La siguiente parada: Japón. La cultura comparada siempre es fascinante. Responde siempre a la pregunta por qué, como clave de todo hallazgo. ¿Por qué en Japón se respeta una fila, una señal de tránsito, un horario, un acuerdo o simplemente, la palabra? ¿Por qué sus ciudades son bien señalizadas, limpias, amigables, desprovistas de toxicidad ambiental o sonora? ¿Por qué la criminalidad es mínima, la natalidad es responsable, la educación es para todos y la salud un deber fundamental? ¿Por qué prosperan y por qué superan las peores crisis o calamidades? Todas estas preguntas pueden reducirse a una respuesta: porque nacen importándoles los demás, más de lo que les importa a sí mismo.

No quiero detenerme en temas latosos; estadísticas sobre el Estado nipón, índices económicos o tipo de cambio. Todos sabemos que es la tercera economía del mundo y la más desarrollada en términos de tecnología. Quiero detenerme en lo cotidiano. En los pequeños detalles están los más notables méritos. Al decir de Shakespeare, el ser o no ser… Por ejemplo, cuando Ud. llega o se marcha de un restaurante, es normal que anuncien su llegada o saluden su partida, con un Okaerinasai (Bienvenido a casa) o ¡Arigato gozaimasu! (Muchas gracias). Es un gesto de respeto y empatía. Acto seguido, una reverencia y una mirada sonriente a los ojos. Todo un profundo deseo del anfitrión de hacerle sentir a gusto, en casa. Para el nipón (que significa el origen del sol), la aceptación del otro es fundamental. Qué mejor manera de demostrarlo que transmitir alegría, exhibir sumisión (que es humildad), y extender los brazos para señalar el camino, concediendo obediencia y fortuna… En un pequeño establecimiento de comida el mesero se equivocó en el pedido. ¡Perdón! Yo me equivoqué… El camarero da cuenta del error, y no quiero contarles la vergüenza del anfitrión. Al rompe en la cocina se improvisa toda «una junta» para reponer el pedido. Diez minutos más tarde se acerca un ejército de empleados con los dos sencillos platos olvidados. Todos hacen fila, se inclinan y se excusan. ¡Lo que provocaba era invitarlos a la mesa!

Esta dimensión humana sobre «la importancia del otro», tiene múltiples desdoblamientos ciudadanos, urbanos, políticos, económicos y obviamente humanos. La gente no ahorra para beneficio propio, sino para contribuir a un sistema financiero sólido donde todos accedan al crédito. Las calles de Tokio van tapizadas de una señalización en relieve para ciegos. El aseo es fundamental porque ser pulcro es ser eficiente en los procesos productivos. La puntualidad es de honor, porque llegar tarde es como no llegar. Robar es un sacrilegio; una suerte de ofensa religiosa, porque despojar a otro es hurtarse el propio decoro. Hay sus excepciones. Pero timar al prójimo o al Estado, no es lo usual … Uno nota con tristeza y frustración, cómo nuestra cultura alberga un continuo de agresividad. Los venezolanos vamos por la vida, desdiciendo de quien ni conocemos. Mejor que no se trate de alguien exitoso, porque de entrada decimos «que lo que tiene, lo hizo robando». Así de liso, así de ligero. Si un mesero se equivoca no tardaremos en decir que es tonto-sic-. Para nosotros, la corrupción no es necesariamente un antivalor. Es lapidario y ancestral el «pónganme donde haiga». Nuestra seguridad, nuestro bolsillo, nuestra estabilidad, es lo importante. La del otro, no es mi negocio. Si quieren saquear al Estado, qué más da. Pero a mí no me joroben. Poco o nada tenemos sentido de urbanidad. Las señales de tránsito son una sugerencia. Los fiscales un obstáculo que sabemos «manejar». Las calles un depósito alterno de basura y las aceras no distinguen de peatones o motorizados. La vida en Venezuela es una lotería que ganamos o perdemos en un tiraje, por lo que es una concesión. En Venezuela la única reverencia es al pillaje. Y la única sonrisa, el gozo del dinero mal habido…

¿Por qué tanto desparpajo? Porque el modelo de Estado de inspiración hispana, nos agrede desde que nacemos. Nos hace sentir que somos una carga, un bostezo, un hastío que hay que mantener. Somos una capitanía de corsarios que ha funcionado bajo un imaginario de probrecitismo clientelar, que arrastra a sus ciudadanos, como indigentes mendigando derechos. Esto ha producido una siniestra fractura social donde unos parasitan de la valija con el Estado-gobierno, otros resienten por no comer del bacanal y el resto implora piedad desde sus bordas. Bajo esta perversa distensión, la violencia se apodera del alma y de la voluntad (dixit Schopenhauer) y todos quedamos indefensos, maltratados, despojados, humillados y hasta sin vida. Porque una sociedad donde a nadie le importa el otro, apretar el gatillo por revancha, odio o aberración, ¡es irracionalmente normal!

Venezuela ha quedado al desnudo frente al mundo. Nuestra dignidad ha sido mancillada de forma demasiado brutal y gratuita. Es hora que reflexionemos profundamente nuestra indiferencia, nuestros modales, nuestra permisividad. ¡Y es hora que el sol salga en Venezuela! En Argentina, ya amanece…

 

@ovierablanco

vierablanco@gmail.com

Carta al papa Francisco por Laureano Márquez

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Caracas, Venezuela.
10 de julio de 2015 A.D. (Anno Domini)

Su Santidad
Papa Francisco
Nunciatura Apostólica,

Paraguay.
Santo Padre:
Quien le escribe vive de la gracia que produce el humor y toda gracia nos viene de Dios. Sé, además, que usted valora el humorismo, celebra la alegría y anda siempre con una sonrisa amable y buena que nos entusiasma. Con todo respeto, yo hago una broma sobre su elección en mis presentaciones cuando hablo de usted: digo que si antes ya creía yo en el Espíritu Santo, luego de su designación creo mucho más, porque al único argentino humilde, el Espíritu Santo lo encontró. Ya sabe usted que en Venezuela a sus paisanos les han dado fama de pedantes, cosa que naturalmente no es cierta. Sus connacionales,  como los venezolanos, a pesar de la mala propaganda que nos hacen nuestros conductores (y no hablo de los de automóviles), somos mayoritariamente gente buena, amable y honesta.
Su Santidad: realiza usted su primer viaje pastoral a América Latina. Visita un Ecuador convulsionado por protestas y también a Bolivia y Paraguay, donde según el cronograma, se encuentra usted en este instante. Sé que el tema Venezuela ha estado presente en sus inquietudes y homilías en este viaje de manera directa o indirecta. Cuando habla usted de “los sectarismos”, “la tentación de las dictaduras” o “los liderazgos únicos”, yo, como venezolano, me siento plenamente identificado. Nosotros no contamos en este instante con eso que usted llama: “la inmensa riqueza de lo variado”, sino con la infinita pobreza del pensamiento intransigente. No tenemos nosotros que explicar a Su Santidad lo que nos sucede, porque usted es un hombre informado y sensible ante los padecimientos del mundo. Venezuela va mal, Santo Padre, y va a estar peor en los próximos tiempos, como consecuencia de terquedades de diverso tipo: la insistencia en una política económica absurda, que empobrece y deteriora el país y la obstinación en consolidar un modelo político excluyente en el cual la disidencia no tiene cabida o es criminalizada, todo esto bajo la formal apariencia de formas democráticas. Una nueva forma de dictadura se cierne sobre Latinoamérica, la que se vale de la democracia y de la popularidad inicial con la que cuentan las propuestas demagógicas y populistas para desmontar la propia democracia democráticamente. Esa es la contradicción que padecemos. Nuestros gobernantes no aceptan el descontento, consideran toda crítica como “intento de golpe de Estado”; en nombre de la lucha contra la pobreza, empobrecen más a la población, sabiendo que se somete mejor a un pueblo empobrecido. Ya sabe usted, que es de acá, que nuestras instituciones son débiles, que nacimos a la historia demasiado atados a caudillos y personalismos. Después de dos siglos de historia, tristemente seguimos en lo mismo. No hemos consolidado un liderazgo racional,  ni civismo político, ni honestidad administrativa. Donde más hemos fallado, se ve, es en la elevación cultural de nuestras naciones, que siguen atadas a pensamientos simplistas que son caldo de cultivo para liderazgo manipulador y oportunista.

Toda epístola, como nos enseñó San Pablo, tiene una motivación. La de esta es pedirle a S. S.  que convoque a nuestros gobernantes a un retiro espiritual, una especia de cónclave en el Vaticano; que se sienten a reflexionar juntos, al auxilio de la espiritualidad, sobre nosotros y nuestro destino. Invite a gente de pensamiento e inteligencia a  que les hable y les oriente sobre el difícil arte del gobierno y la tolerancia. Invítelos  a que coman cada uno llevando su bandeja, como ha hecho usted, viajando en autobús, transitando las calles y conectándose otra vez con ese pueblo al cual se tornan tan ajenos cuando llegan al poder. Llévelos a la  Capilla Sixtina, dígales que se tumben en el piso y contemplen la creación de Miguel Ángel y mediten sobre lo que significa ser imagen de Dios para quien conduce y determina los destinos de millones de seres. Ojalá tocara usted en el corazón de  nuestros líderes en ese rincón de bondad que todo ser humano tiene, allí en el lugar de todas las sinceridades que cada uno sabe de sí mismo. Ojalá se confesaran con usted o al menos reconociesen que también son pecadores.

En fin, Santo Padre, le dejo esa idea. Sé que les haría bien a nuestros líderes un momento de introspección mística. Gracias por visitarnos. Vuelva pronto. Si viene a Venezuela  le encargo un kilo de harina de maíz, que me dicen que en Roma se consigue sin problema.
Con el más profundo respeto, se despide de Su Santidad su obediente y humilde servidor.

 

@laureanomar

La cadena de alegría por Carolina Jaimes Branger

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En mi curso de Escritura Creativa siempre surgen temas interesantes. Y es que los escritores son gente interesante. Hace dos semanas, una tarea calificada como “difícil” resultó ser una de las mejores que hemos hecho en los dos años y pico que tenemos reuniéndonos todos los miércoles en la noche. “Si tuvieras que escoger quedarte con un solo recuerdo de tu vida, ¿cuál escogerías?”… Ciertamente no es una pregunta fácil de responder. “¿Por qué un solo recuerdo?… ¿Cómo escojo uno entre tantos?… Mientras más pienso, más recuerdos vienen a mi mente y es más difícil escoger”… Pero tal vez por esas mismas dificultades, las respuestas fueron tan especiales.

Abarcaron desde los nacimientos de los hijos, por supuesto, porque quienes tenemos hijos sabemos que el momento del nacimiento de cada uno es algo sublime e inolvidable. En uno de los relatos, el mismo padre tuvo que desenredar el cordón umbilical del cuello de su hija. En otro, el nacimiento “desgarró a la madre por dentro” y a pesar de su debilidad pidió tener a su bebé con ella. El tercero versó sobre el vínculo tan fuerte que se estableció entre la autora como madre y su pequeño hijo.

Escribieron desde el primer “te quiero”, al mágico momento en que un abuelo repartía gomitas de colores a sus nietos; desde las sonrisas de la esposa y los hijos, hasta el día de la Primera Comunión; desde un dálmata de peluche que reveló a la autora la sensibilidad de su padre, hasta un relato en tiempo futuro de una reconocida escritora. Desde las luchas internas por surgir, sobreponiéndose a sí mismo, hasta un relato en verso de todas las personalidades asumidas por el autor. Lágrimas, risas, aplausos… Un ejercicio de catarsis, memoria, humildad, valentía y mucho, mucho amor.

Sobra decir que las emociones estaban a flor de piel. Ante la impresionante calidad de los escritos y de las conversaciones que emergieron de cada lectura, uno de mis alumnos, Rodolfo Wallis, propuso un interesante ejercicio de ciudadanía, generosidad y sobre todo, de coexistencia: “les invito a que hagamos algo especial por cualquier persona cada día. Algo inesperado. Que le dé alegría, calidad de vida y nos haga sentir mejores personas… En vez de echarse encima un cubo de hielo, hacer algo por alguien. Pero que no sea darle dinero. Darle algo de nuestro tiempo, de nuestra capacidad, de nuestra sensibilidad”. Y nos sugirió escribir sobre los resultados, que todos celebramos y anticipamos como maravillosos.

Puede ser algo tan simple como ayudar a alguien a cruzar la calle. El otro día almorzaba con mi amiga María Luisa Ríos y se nos acercó una señora a pedirnos que si una podía ayudarla a cruzar la calle, porque había dejado los lentes en su casa y le daba miedo atravesar sola. María Luisa la ayudó y ella estaba tan agradecida por un gesto tan sencillo, que ambas quedamos conmovidas. También puede ser visitar a un anciano a quien hace rato no visitamos. O llamar a alguien que tenemos tiempo sin llamar, simplemente para saludar. En estos momentos en que hay tantas carencias, siempre encontraremos a alguien por quien hacer algo. Y el hacerlo nos llenará de satisfacción.

Todas las grandes personas del mundo, las que están consideradas como santas, justas, virtuosas, ungidas, han coincidido en que es mayor la alegría de dar, que la de recibir. Y es que cuando se da, se recibe mucho más a cambio. Por eso es interesante y motivadora esta cadena de alegría: porque nos coloca en el plano de la virtud.

Y es que tenemos que trabajar en la reconciliación y el perdón entre los venezolanos. Ningún cambio será permanente, ni sustentable, ni sólido, si no hay reconciliación entre las facciones. Tenemos que re-conocernos. Aceptar las diferencias y buscar las coincidencias, que me consta que son muchas más. Los convoco a anotarse en la cadena de alegría. Rodolfo lo hizo en su Facebook e invitó a varios amigos a unirse. Háganlo ustedes también. Y reten a sus amigos. Una cadena así es humanidad exponencialmente repartida. Nos hace falta. Nos hará bien.

@cjaimesb

No es una idea es un sentimiento por Orlando Viera-Blanco

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«La era Chávez no es más que la explosión de un acumulado de reflujos históricos, en lo cual la violencia de unos respecto a otros no es sólo la activa, la expresada, sino la pasiva, la que oculta indiferencia y desinterés«

 

 

Venezuela atraviesa en estos momentos la más grave circunstancia republicana que haya vivido desde los tiempos de la Guerra Federal.  Y quizás más comprometedor.  De cara a la evolución de los Derechos Humanos en pleno siglo XXI, los múltiples tratados en materia de Derechos Civiles, Políticos Sociales y Económicos; Derechos del Niño y de la Mujer; Derechos de los Pueblos y Derechos Culturales, Venezuela ha retrocedido siglos, llegando a un extremo de barbarie y represión mas allá de nuestras propia cultura. La implementación de estratagemas de amedrentamiento, persecución y  torturas, impropias a «nuestra idiosincrasia», supone la implementación de manuales perversos y peligrosos, vividos en el Oriente Medio, África Meridional o muy cerca, en el Caribe (De Trujillo a los Castro).

Lo dicho es para tratar de deciros que el tema no se reduce a hablar de autoritarismo o dictadura. Es un constructo sistémico mucho más complejo. Por esta razón el tema no se contiene únicamente en lo político, actores políticos.  Es un asunto profundamente humano, ciudadano, nacional, venezolano, que comporta la agregación e incorporación de la ciudadanía censitaria, educada, preparada y sobretodo virtuosa -por gallarda y dispuesta- para aglutinar fuerzas más allá-insisto-de asistir a eventos proselitistas.  Esto requiere, al decir de los clásicos pensadores como Platón o Aristóteles, de una clara demostración de spuode  que significa sacrificio, y cuyo alcance en la antigua Grecia, no era otro que «la seriedad en la política», comprendida como el ejemplo que dan los padres de la polis a sus hijos, para que no la abandonen, esto es, la defensa de sus asuntos ciudadanos. ¿Cómo dar ejemplo? Qué significa espíritu de sacrificio? Veamos.

 

La Belleza.

Mi reflexión el primer día de clases en la cátedra «Valores culturales y democráticos del Venezolano (IESA/Grupo Lidera/Diplomado en Cultura Política), es cabalgar sobre el mismo corolario que el Filosofo Francés y positivista Hipólito Taine (Escritor del Tratado de la Belleza), ilustra a sus estudiantes el primer día de cátedra en la Universidad de Oxford (UK-Finales de siglo XIX).  Qué es la belleza para Ustedes, les pregunta? Un grupo de alumnos responden: «Es amar y ser amado». Muy bien,  les respondió Taine. Pero falta algo más. Un agregado de espiritualidad y costumbrismo. Un dejo de sacrificio y de concesión. Un gesto único para el otro y para el mundo … Seguidamente Taine les pide al grupo de estudiantes que miren una vetusta poltrona que está en un rincón del salón de clases. Vieja, desgastada (pero viva) y solitaria.  Taine pregunta. ¿Qué es lo bello de esta poltrona?  Los alumnos responden: «Su estilo(…)» Su rigidez y personalidad de su formato». Otro «Su color, el cuero, su olor, su combinado de acabados «. Y finalmente uno dice «Lo que ella representa, por seguir ahí».  Muy bien. Nos vamos aproximando … Esa butaca tienen en ese sitio tantos años como la misma Universidad (seiscientos a lo menos). Cuántos profesores se han sentado en ella. De cuánta sabiduría ha sido testigo. Cuántos cómo ustedes han reído o llorado o pasado horas ahí sentados; contentos de comprender lo que aprenden, orgullosos de sus esfuerzos y sacrificios o legítimamente fatigados de lo que aun no logran asimilar. Cuántas personas han sugerido mudarla de sitio u obsequiarla por «inútil o por estorbo» al punto de sugerir, regalarla o botarla. Cuántos se han opuesto, la han defendido y han ordenado su acomodo o restauración.  Y han pasado siglos.  Y ella aun sigue allí. Como vos decís. Regia, hermosa, viva. Radiante aunque vetusta, como los árboles que haciendo arco, bañan de sombra la entrada de esta universidad, «sin asimetría. ni verticalidad; espontanea y libremente. Como la instituciones Inglesas a diferencia de las Francesas (Leer. De La revolución Francesa/Hipólito Taine 1870) Y qué es lo que ha permitido a esta butaca que en el tiempo, perdure su permanencia y dignidad? Un excelentísimo y superior sentido de conservadurismo. Dice Taine refiriéndose a los jardines de Oxford:  «Los trabajos e invenciones de seis siglos se han acumulado en esta suerte de museo natural … El filósofo del arte y el historiador se siente impelido a exclamar: «Aquí¡ uno se siente tan bien entre las viejas cosas! Tanto más cuanto que aquí ellas no son nada más que viejas, en modo alguno descuidadas o semi-arruinadas -como en Italia- sino piadosamente conservadas, restauradas, y, desde su fundación, siempre entre las manos de guardianes ricos, respetuosos, inteligentes.»

 

Como decía Shakespeare: «El perdón es bendito dos veces. Bendice al que lo da, bendice al que lo recibe»

 

Y Taine lanza empotrado en su obra Filosofía del arte y De la Inteligencia, tres valores que soportan lo tradicional, lo costumbrista, lo trascendente de la esencialidad humana. Tres valores fundamentales del hombre, que como en las plantas o en los animales, comportan la Belleza del ser humano: i.- La humildad como la aldeana de principios de la vida. ii.- La generosidad como la abundancia de las tierras mediterráneas y iii.-La disciplina como la de los pueblos guerreros- espartanos.  En ese orden. Porque no puede haber disciplina (The order of the rule y viceversa) si antes no se es esplendido,  ni ser generoso,  si carezco de nobleza y humildad para agregar. A partir de estos valores superiores del alma (que bien identifico en su obra literaria Shakespeare y Balzac, el hombre RACIONALIZA su tradición, su espiritualidad, y aprecia su historia, sus orígenes, su vulnerabilidad).

A partir de la Humildad, el hombre aprecia y agradece, por lo cual da todo de sí sin esperar nada a  cambio, más cuando se trata de defender la libertad, la vida, la propiedad, en fin, los derechos propios y colectivos. Porque el sentido de lo útil (John Stuart Mill), sólo se concibe cuando el hecho creativo y lo creado, tiene utilidad en el colectivo. Luego cada uno de mis actos no debe ser concebido para satisfacer necesidades propias y aisladas,  sino vecinales o nacionales. Y esto no es una expresión de socialismo. Por el contrario es la génesis más fecunda del capitalismo que debe ser comprendido cómo una dinámica productiva y competitiva en beneficio de todos. Porque el ser productivo e inventivo no sólo favorece a sí mismo, sino a todos aquellos que se benefician de la capacidad inventiva por lo que todos progresan y mejoran su calidad de vida. A partir de ahí surge la evolución racional de los grupos sociales. Y la humildad es la llave, la piedra angular que legitima y viabiliza la agregación colectiva,  sea corporativa, cooperativa, partidista o ciudadana …

Quien es humilde reconoce al otro. Tanto en sus debilidades cómo en sus fortalezas. Lo cual no quiere decir que no-tenga el derecho y el deber de incidir en ambas aptitudes. Porque al débil hay que ayudarle a hacerse vulnerable y educado, y al fuerte dosificar sus habilidades en la dirección y lugar adecuado.  ¿Quién lo hace? Cada uno de nosotros. Porque cada uno cuenta con las fuerzas y debilidades que debemos compartir. Sólo toleramos y comprendemos al otro (Otredad/ Octavio Paz), si somos humildes. La humildad finalmente, depone orgullos, exalta lo «estético» y con ello la alegría del «hombre que ríe espontáneamente. No hipócritamente (Victor Hugo/ L’homme qui rie). El hombre humilde, jamás se aparta, abandona, suelta las barras. Porque un gesto supremo de humildad es el perdón,  tanto ofrecerlo como aceptarlo. Como decía Shakespeare: «El perdón es bendito dos veces. Bendice al que lo da, bendice al que lo recibe». (The tempest./ Shakespeare).

ii.-La generosidad es consecuencia directa de la humildad. El que mucho y tanto da, sin esperar nada a cambio, irremisiblemente se hace generoso. Y a partir de ese gesto de desprendimiento, es inevitable recibir. Y no de Dios, sino de cada uno de aquellos que saben de nuestro espíritu de dar y cooperar.  ¿Qué no recibirá el que mucho da a quien ha ayudado desinteresadamente? El espléndido no desdice de nada ni de nadie. Rectifica constantemente e invita a lo mismo … El espléndido reconoce con lucidez el camino correcto y se reconcilia continuamente con su espíritu … Más escucha de lo que dice o más escribe de lo que habla, por lo que también obedece dócil y racionalmente aun en medio de la intemperancia. Porque sabe distinguir entre lo dicho en la calma o en la tempestad. Al decir del Quijote, «la modestia» como otra de las más elevadas virtudes del hombre, no desdice de los ímpetus ni de la bizarría necesaria de los hombre de guerra. Lo valiente también exige temple para obedecer y ser obedecido. Es propio de la esplendidez al decir de Freud ( «Teoría del inconsciente constructivo») reconocer las debilidades de sus seguidores para no llevarlos a territorios ni batallas que no podrán enfrentar. El líder debe ser espléndido porque el espíritu de sacrificio (spoude/Platón), pasa por reconocer cuando somos vulnerables a situaciones, no por juzgar nuestras cualidades, sino por conocer a profundidad las del grupo en el que convivimos. Y esa denuncia, es disciplina.  Jamás ningún pueblo hubiese conseguido su independencia y prosperidad sin hacer de esa causa, su meaning of life. De tal forma que la Libertad y el Derecho, no sugieren sino sea leales y disciplinados a su permanencia. Y de ello carecemos en mucho.

iii.- La autoritas … Es la virtud del hombre que le hace legitimo, respetado y obedecido.  El ser humano respeta y mejor obedece por un hecho de humildad y generosidad.  De lo contrario le toca imponerse a la fuerza.  Pero siempre es necesaria le existencia de un orden, de una disciplina en el ejercicio de esas bondades. No siempre el ser humano acata oficiosamente. Para ello existe la ley. Y sin complejos ni atavíos, debe ser acatada, a excepción de resultar ilegitima  Las intrigas, las especulaciones. El criticismo, la irreverencia, la displicencia, la rebeldía-que caracterizan nuestra estilo grupal– son actitudes válidas, pero en momentos muy precisos. No son regla. Son excepción. Y nuestra cultura-sin exclusión ni excluirme-ha hecho de estos anti-valores, la regla … De tal forma que tenemos que aceptar los orígenes de nuestras facturas grupales y nuestras desviaciones sociales (Emile Durkheim), para no caer en lo que hemos caído: la anomia

La génesis de nuestro distanciamiento, ha sido el pretendido derecho que nos atribuimos de excluir al otro. Nadie tiene la potestad de cuestionar más allá de lo racional y de la protección de los intereses colectivos. Si Venezuela es la causa superior en el peor momento de su historia republicana, las únicas virtudes que permitirán la entrada de sus ciudadanos a la lucha por el rescate de la democracia, más allá de la actuación pragmática del líder político, será La Belleza, comprendida como el valor que nos permite mantener VIVA lo más genuino de nuestra cultura: nuestro fervor libertario.  Es ese valor que nos permite recordar lo más destacado de nuestra historia, de nuestros antepasados, de nuestra representación emancipadora. La belleza que nos hace fuertes y robles como un araguaney, que nos hace humildes frente a los compromisos como un guayoyo.  Que nos permite asumir desafíos generosos y decididos, como la espada de Bolívar o la sabiduría de Bello, de cara al sufrimiento de nuestro pueblo. Siendo disciplinados y nobles, para unirnos en un sólo bloque realmente nacionalista (no hedonista), podremos ver nuevamente ondear nuestra bandera con las estrellas que son y estampar en nuestro escudo los los postulados: verdad, justicia y libertad.

 

Nuestra reciente historia de oscurantismo y fealdad.

En el plano académico, de consultoría; cómo columnista o ciudadano he mantenido de la tesis «Del imaginario desagregacional del Venezolano». No es mía. Es de la profesora Ruth Capriles. Los venezolanos lamentablemente no tenemos disposición den agregación social.

Somos obstinadamente contestatarios, fútilmente desobedientes; despreciativos e indolentes en nuestras aptitudes conservadoras. Poco o nada nos importa nuestras plazas u ornamentos y menos el desposeído,  por una percepción banal y dolorosa de inutilidad, por lo que hago inocuo mi sentido de lealtad, orgullo patrio y piedad. Somos bien  indiferentes a la marginalidad y muy deferentes con el «espejo». La era Chávez no es más que la explosión de una acumulado de reflujos históricos, en lo cual la violencia de unos respecto a otros, no es sólo la activa, la expresada, la que desplegamos al salir de casa, que ni los buenos días nos damos o donde la ligereza en el mal uso de la palabra es fluida …  sino la violencia pasiva -la peor de todas- que es no-demostrar interés o afecto por el otro. Nuestra misericordia con nosotros mismos es bien relativa. ¿Qué queda para los demás?. Y llegó el taita a «capitalizar» toda esa inquina desbordada. Que no es odio. Es exclusión. Es apatía. Es desgano hacia el coterráneo. Por ello la practica cizañera de la exclusión selectiva, es actitud típica que debemos desterrar con humildad, generosidad y disciplina.

 

Como decía Taine respondiendo a la violencia desatada por Las Comunas en Francia » Diez millones de ignorancias no hacen un conocimiento»

 

Ruth identificó con precisión y lucidez las consecuencia del ese fenómeno desagregacional, «de la cabra que salta pal’ monte«. La misma que observamos desde el 19 de Abril de 1810, en la caída o fundación de cada Republica. En más de 27 Constituciones (Colombia tiene una). En los sucesos del 11A o en los más recientes del 12F-2014. Porque esa actitudes retorcidas, zamarras o redoblonas de la MUD o de otros, no es característica de ellos. Así somos. ..La misma que registramos entre nosotros mismos en pequeñas discusiones, incluso de familia. La misma  que no ha hecho posible que nos pongamos de acuerdo en las filas de la oposición. Que nos separa y nos distancia. Que impide un mínimo de sensatez y consenso, y por ende, eficiencia y articulación. La que anula la humildad, la generosidad y la disciplina ….

Por ello mi propia intemperancia, mi propia desagregación, mi propia denuncia, mi propia desesperación … En medio de nuestra incapacidad «para permitir que las cosas duren a pesar de su antigüedad», nos desunimos y desintegramos de manera superficial y baladí. Nos desechamos como desechamos una prenda de vestir o como se extinguen las modas. Y la costumbre no debe ser desechable.   Nos derrotamos sin haber dado la batalla.  ¿Cuál fue el origen de nuestra «disputa’? ¿Qué nos impide avanzar en el logro de un fin común? Que tu, que yo, que así no es, que a mí nadie me jode, ni me impone nada; menos me ordena, nada de nada. Que esto es mío, que no te lo doy, que yo no fui. Que si tal y cual . ..Entonces me retiro. Me voy a la reserva. Y me  llevo a mi gente. ¿Cuál gente. Cuál causa?. Es hablar del otro incesantemente. Es aletargar procesos, cuando yo mismo no he puesto la rueda andar. Así hemos estado los últimos 16 años. Y presumo estaremos muchos más … si no cambiamos nuestra aptitud.

No pensemos por un segundo que el Chavismo es digna «representación» de nuestra cultura. Es consecuencia de nuestra inculturalidad.  Como decía Taine respondiendo a la violencia desatada por Las Comunas en Francia » Diez millones de ignorancias no hacen un conocimiento». Y refiriéndose a la destrucción de la cuarta republica francesa advirtió, como esa sociedad se habitúa a profundas sacudidas cada veinte años, para lograr una constitución social sana y vigorosa, a diferencia de la vida inglesa, que comporta tradición, perdurabilidad y respeto institucional.  Nuestra violencia pasiva, nuestra incapacidad para reconocernos, querernos más, aceptarnos mejor, tratarnos mejor; el desprecio de quince millones por otros quince más, no pare liderazgo. Menos cultura e instituciones. Lo que pare son «jinetes a caballo» que hacen y rehacen maltrechamente, interesados en una sola cosa «su butada». No la que corresponde a todos, hasta el más de los borrachos. Y poco ofrecemos disculpas o aceptamos recibirlas, porque en nuestra altivez, también va nuestra desgracia, nuestra embriaguez.

Y ahí van los hechos. Ledezma preso. Quizás al escribir estas líneas (que espero sean bien valoradas y no objeto de otro «análisis grupal» porque no pretendo eximirme de nada), estén capturando a MCM y otros más. O igual, sea Usted amigo lector,  un pariente o un amigo, una víctima más.

No tengo reparo en ofrecer disculpas por mi propios excesos. Pero mi consciencia va quieta y en paz.  Porque hecho y dicho, lo hago con la pasión, el amor y la entrega por una cultura y por una causa  irrenunciable.  Lo que anhelo es mantener viva, bella, cálida e imperecedera, esa  «poltrona» llamada Venezuela.

Los invito a seguir luchando por ella desprendidamente, denodadamente, elevadamente, sesudamente, para rescatarla por nuestros hijos. Como sentenció Taine: «No es una idea como se levanta un hombre, sino con un sentimiento…»

!Salut Venezolanos!

 

@ovierablanco

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