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InSight Crime alerta de un aumento en la actividad de colectivos de cara a las elecciones
Además, según una investigación de la ONG, el gobierno venezolano mantiene desde hace tiempo conexiones con grupos criminales

Foto: EFE/Miguel Gutiérrez

La organización InSight Crime advirtió el pasado jueves, 31 de agosto, sobre el incremento de la actividad de los colectivos chavistas en el país de cara a las elecciones presidenciales del 2024.

En un comunicado que publicó en su página web, InSight Crime indicó que, en lo que va de año, han contabilizado al menos 13 ataques contra líderes opositores en el marco de las campañas primarias presidenciales que se celebrarán el 22 de octubre.

Uno de estos ataques ocurrió el 16 de agosto, cuando presuntos colectivos y grupos armados progobierno, atacaron varios eventos donde el precandidato opositor Henrique Capriles promocionaba su candidatura en el estado Apure. La agresión dejó 39 heridos.

Por su parte, María Corina Machado, coordinadora nacional de Vente Venezuela, también ha sido blanco de agresiones de presuntos colectivos. En julio, grupos armados bloquearon la vía al estado Guárico para impedir su visita a la región.

A esos ataques también se le suman otras acciones intimidatorias contra precandidatos. Sedes del partido político opositor Vente Venezuela en Táchira y Guárico fueron blanco de grafitis en los que, presuntamente, grupos criminales como el Ejército de Liberación Nacional (ELN), y el Tren del Llano amenazaron a Machado, aunque el ELN negó la autoría de los grafitis.

 

De acuerdo con InSight Crime, la violencia electoral por parte de grupos armados «ha sido una estrategia recurrente del gobierno de Maduro para salir victorioso en procesos electorales ante la falta de apoyo popular y legitimidad».

Además, según una investigación de la ONG, el gobierno venezolano mantiene desde hace tiempo conexiones con grupos criminales.

Vale destacar que las encuestas indican que más del 85% de los venezolanos valoran negativamente la administración de Maduro, frente a un índice de desaprobación del 70% durante las últimas elecciones presidenciales de 2015.

También, en elecciones anteriores, la organización ha visto cómo estos actores criminales promueven las campañas de los candidatos del gobierno y afirman el control en sus territorios para empujar a la gente a votar por el partido gobernante de Maduro.

Políticos locales del municipio de Seboruco, en Táchira, que pidieron permanecer en el anonimato, contaron a la ONG cómo durante las elecciones regionales de 2021, el ELN cerró centros de votación y ordenó a la gente que votara por el candidato del gobierno.

Claves | Presencia de grupos armados irregulares afecta al menos 13 derechos humanos en todo el país
Diversos informes han documentado que los colectivos habrían sido responsables del asesinato de al menos 13 personas en las protestas del 2015 y de otras 28 en el 2017
En el contexto de las confrontaciones armadas en Apure en 2021, se reportó que para abril de ese año más de 5.000 personas huyeron de Venezuela a los departamentos colombianos de Arauca y Vichada
El estudio de AlertaVenezuela señala que las megabandas, las organizaciones irregulares de origen colombiano y los colectivos armados imponen normas de convivencia en las zonas bajo su control

@Andrea_GP21

AlertaVenezuela, equipo de análisis e incidencia internacional en derechos humanos, advirtió que la presencia de grupos armados irregulares en el país afecta al menos 13 DDHH en toda la nación.

Así lo revelaron en el estudio «Una tragedia ignorada: La afectación humanitaria y de derechos humanos por parte de grupos irregulares en Venezuela», presentado este viernes, 23 de junio.

Dicho estudio se enfoca en las acciones de las megabandas (incluyendo los seudosindicatos), los colectivos armados y las organizaciones irregulares de origen colombiano.

En el texto se advierte que la actividad de grupos armados irregulares con control de territorio y capacidad de gobernanza afecta todos los derechos civiles, políticos, económicos, sociales, culturales y ambientales.

 

Según AlertaVenezuela, a pesar de la situación, esto es un tema ausente del debate público, por lo que esperan que el estudio se posicione en la agenda y en espacios de negociación de Venezuela y Colombia.

Conocimiento y complicidad de las autoridades

En la última década han proliferado los grupos armados irregulares en el país. Según AlertaVenezuela, el crecimiento de estos grupos ocurre en un «contexto de fragmentación del poder» y representa una barrera para la «recuperación de la institucionalidad».

Muchas de estas estructuras, añade el estudio, funcionan con la «anuencia de las autoridades» y, en otros casos, incluso, «en complicidad con funcionarios uniformados y grupos armados de carácter paramilitar».

Además, señala el texto, hay casos en los que el gobierno «les ha cedido a estos grupos control sobre porciones del territorio del país o les ha dado funciones dentro de la estructura gubernamental».

 

Por otra parte, el influjo de estos grupos no se limita a los temas de seguridad, sino que abarca aspectos de la vida cotidiana como el acceso a alimentos, medicinas, agua, el tránsito por rutas turísticas, coacción en elecciones, entre otros.

Gobernanza criminal

La actividad de las megabandas, colectivos armados y organizaciones irregulares de origen colombiano solo es posible, de acuerdo con el texto, con la «anuencia o complicidad de autoridades civiles y militares».

Asimismo, estos grupos desempeñan funciones de Estado en zonas donde este no se encuentra presente, por lo que «llenan un vacío» en áreas como la convivencia comunitaria, justicia, manejo de servicios, protección armada, entre otros.

Como consecuencia de esto, se configura aquello que se conoce como «gobernanza criminal», lo cual genera en la población una cultura de aceptación a fin de preservar la propia seguridad frente al poder armado irregular.

 

Vale destacar, además, que cuando el Estado cede el control de un territorio a estos grupos, funcionarios policiales y militares no tienen acceso a la zona y su presencia es simbólica o hasta subordinada.

El Estado solo interviene cuando considera que el grupo traspasó un «límite intangible» que no debió transgredir «porque está disputando un nivel de autoridad que no se le otorgó», destaca el estudio.

Megabandas y seudosindicatos

El abogado criminalista Fermín Mármol señala que las megabandas son «estructuras delictivas con más de 80 integrantes, entre hombres y mujeres, que no solo tienen sus armas cortas sino armas largas y artefactos explosivos tipo granadas».

Además, Mármol señala que este tipo de estructuras tienen un radio de acción que traspasa los muros de un estado, teniendo influencia en al menos dos entidades del país.

Los seudosindicatos son grupos que surgieron al amparo de los sindicatos en las áreas de construcción, industria petrolera y la minería «para controlar los cupos de empleo en esas actividades mediante la extorsión y que evolucionaron como estructuras criminales».

Sobre el origen de las megabandas, aunque no es posible afirmar que se deba a las zonas de paz, en algunas regiones del país, la declaración de estas áreas «se convirtió en un factor facilitador de su desarrollo y fortalecimiento».

 

Señala el texto de AlertaVenezuela que en zonas como la Cota 905, el fortalecimiento de las megabandas se dio por «acuerdos entre líderes de la banda de esa zona con otros barrios cercanos, pero también en territorios en los que el Estado no tiene presencia».

En cuanto al origen de los seudosindicatos, de los tres sectores de los que surgieron solo se mantiene el de la minería, con actividad en el estado Bolívar, «donde controla la actividad de extracción ilegal de oro y otros minerales preciosos y estratégicos».

Colectivos armados

Los colectivos ya existían como organizaciones de base ubicadas en zonas populares antes de la llegada de Hugo Chávez. Para entonces, ejercían trabajo político, comunitario y cultural. Algunos de ellos son residuos de los focos guerrilleros de la década de 1960.

Bajo el chavismo, estos grupos crecieron y se multiplicaron, siendo dotados de armas hasta convertirse en «grupos paramilitares».

Entre los años 2000 y 2013, los colectivos se encargaron de atacar y dispersar las protestas contra Hugo Chávez atacando medios de comunicación, la sede de Fedecámaras y hasta embajadas.

La actividad represiva de estos grupos se intensificaba en épocas de manifestaciones y esta está documentada en las protestas de los años 2014, 2017 y 2019.

Los colectivos tienen presencia en gran parte del país, fundamentalmente en zonas urbanas. Son muy activos en Caracas y en capitales de entidades como Maracaibo, Mérida, San Cristóbal, Barquisimeto, Ciudad Guayana, San Fernando de Apure y Los Teques.

 

Este es el grupo que tiene la mayor cantidad de evidencia de interacciones con autoridades del Estado.

Organizaciones irregulares de origen colombiano

Se trata de estructuras ilegales de combate, militarizadas y que en Colombia tienen un «carácter insurreccional», pero que, al instalarse en Venezuela desde la época de Chávez y con el gobierno de Nicolás Maduro, su carácter subversivo «se ha disipado».

De acuerdo con AlertaVenezuela, se identificó una organización guerrillera venezolana denominada Fuerza Bolivariana de Liberación (FBL), y dos colombianas, las disidencias de las ex-Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y Ejército de Liberación Nacional (ELN).

 

Sobre el FBL, este tenía presencia fundamental en Táchira y Apure, pero actualmente se encuentra mermada y perseguida por autoridades venezolanas que han detenido a varios de sus integrantes.

Con respecto a las disidencias de las FARC y el ELN, ambos grupos tenían presencia en el país, al menos, desde la década de 1980, pero usaban el territorio del país para resguardarse y abastecerse, por lo que esa presencia no era permanente.

Sin embargo, desde el 2015, las organizaciones irregulares de origen colombiano comenzaron a asentarse de manera más permanente en territorio venezolano.

A partir del proceso de paz con las FARC en Colombia en 2016, el ELN se posicionó mejor en estados fronterizos, en los espacios que dejó el primer grupo.

No obstante, en 2019 una fracción de las disidencias de la ex-FARC rompió el proceso de paz y se trasladó a territorio venezolano, donde instaló lo que se conoce como la «Segunda Marquetalia» y entró en conflicto con otro grupo de las FARC que nunca se acogió al proceso de paz del 2016.

 

Las disidencias de las ex-FARC y el ELN se consideran como organizaciones irregulares binacionales, pues no solo ocupan espacio en ambos países, sino que además cuentan con integrantes de nacionalidad venezolana en sus filas.

Afectación a los derechos humanos

Las afectaciones que generan estos grupos armados irregulares son violaciones a los derechos humanos, pues el Estado debe velar por la protección de la ciudadanía e incurre en su violación por su acción directa y por abstenerse de intervenir.

Derecho a la vida

Diversos informes han documentado que los colectivos habrían sido responsables del asesinato de al menos 13 personas en las protestas del 2015 y de otras 28 en el 2017.

Por su parte, las megabandas han implementado en distintas zonas populares «códigos de convivencia social» en los que la denuncia de situaciones irregulares se paga con desapariciones y asesinatos. 

También, según AlertaVenezuela, existen denuncias sobre asesinatos por parte de organizaciones irregulares de origen colombiano en la zona sur del país, incluyendo las acciones más recientes del ELN como grupo paramilitar mediante la «limpieza social».

Derecho a la integridad personal

Fuentes entrevistadas para el estudio de AlertaVenezuela afirmaron que los colectivos han participado en prácticas de tortura en distintas zonas del país usando métodos similares a los de las fuerzas de seguridad estatales.

Lo anterior, según el texto, sugiere que integrantes de colectivos armados podrían ser al mismo tiempo funcionarios de los organismos de inteligencia o policiales del Estado, o actuar en coordinación con estos.

La sede de la antigua Policía Metropolitana en Cotiza, Caracas, es usada como centro de detención y tortura por parte del colectivo que tomó esas instalaciones.

Asimismo, personas entrevistadas en estados fronterizos narraron episodios de tortura por parte del ELN en contra de personas señaladas por haber cometido robos. 

Aunque la tortura se usa en menor medida por parte de las megabandas, se conocieron casos relacionados con delaciones y con resistencia al pago de extorsión. En algunos casos, las personas ejecutadas muestran signos de tortura.

Derecho a la libertad personal

Personas entrevistadas para el estudio de AlertaVenezuela señalaron que existen privaciones arbitrarias de libertad practicadas por grupos armados irregulares contra la población civil.

En algunos de los casos, las privaciones de libertad arbitrarias se dan con fines de extorsión y secuestro, y en otros como castigo contra la disidencia real o percibida.

Según el texto, los colectivos también practican privaciones de libertad por motivos políticos, bien sea por cuenta propia o para entregar al detenido a algún cuerpo policial sin las debidas garantías, especialmente en el contexto de represión a manifestaciones.

Por otra parte, fuentes apuntan a que el ELN ha empleado acciones de inteligencia en zonas fronterizas para delatar a presuntos opositores a Maduro con el fin de que sean detenidos por fuerzas estatales.

Derecho al libre tránsito

El estudio señala que las megabandas, las organizaciones irregulares de origen colombiano y los colectivos armados imponen normas de convivencia en las zonas bajo su control.

Estos grupos facilitan cierta seguridad a cambio de restricciones en la libertad de tránsito, como prohibir el acceso a determinados lugares; pagar vacuna para pasar por determinadas rutas, principalmente contra comerciantes, entre otros.

Sobre el caso particular de los colectivos, es usual que obliguen a las personas a asistir a actos políticos del Gobierno para no perder subsidios sociales, sobre todo alimentos.

Personas entrevistadas para el estudio de AlertaVenezuela coinciden en que el accionar de grupos armados irregulares ha motivado el deseo de muchas personas de salir de las zonas controladas.

Desplazamiento interno

Activistas señalaron para el estudio que grupos indígenas se han desplazado dentro del sur o hacia el centro del país por la presión de grupos armados irregulares.

También, en la frontera colombo-venezolana existe un contexto de violencia provocado por enfrentamientos entre grupos armados irregulares, lo que ha generado desplazamiento de personas, incluyendo mujeres y niños, niñas y adolescentes.

Según el estudio de AlertaVenezuela, ese conflicto genera asesinatos, desapariciones, secuestros y reclutamiento, con la anuencia del Estado venezolano.

Asimismo, mujeres y niñas han experimentado formas complejas e interseccionales de violencia y están particularmente expuestas a formas graves de violencia de género, incluyendo trata de personas y violencia sexual.

Este desplazamiento también es un fenómeno que se sufre en zonas urbanas donde operan megabandas, ya que familias con hijos adolescentes prefieren trasladarse a otras áreas para evitar que sus hijos sean captados por las organizaciones criminales.

Derecho a salir del propio país y a retornar

El estudio de AlertaVenezuela advierte que la migración forzada de personas del territorio venezolano obedece en algunos casos a la actuación de grupos armados irregulares que afectan el derecho a residir en el propio país a retornar en condiciones dignas.

Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), entre las cuatro razones de las personas entrevistadas para salir del territorio venezolano se encuentra «la inseguridad y la violencia», ocupando el tercer lugar (12 %) de las motivaciones registradas.

La seguridad a menudo se relaciona con grupos como las megabandas, que han practicado crímenes como el secuestro, la extorsión y el reclutamiento de niños, niñas y adolescentes, lo cual ha propiciado la migración forzada. 

También, las organizaciones irregulares de origen colombiano se suman a los grupos que han desencadenado la migración forzada.

En el contexto de las confrontaciones armadas en Apure en 2021, se reportó que para abril de ese año más de 5.000 personas huyeron de Venezuela a los departamentos colombianos de Arauca y Vichada.

Con relación a las personas retornadas a Venezuela en medio de la pandemia, su situación no escapó del rango de acción de estos grupos.

Un informe de la sociedad civil indica que el regreso por las «trochas» enfrenta riesgos como la trata de personas, «el chantaje sexual a cambio del paso, el cobro de sumas onerosas, vejámenes, estafas, humillaciones e incluso riesgos de muerte».

Derecho a la reunión pacífica

De acuerdo con el texto, los colectivos han sido responsables de actos de represión a manifestaciones opositoras, contra las cuales actúan por iniciativa propia o en coordinación con organismos del Estado.

Entre las formas de represión por parte de colectivos se encuentra la agresión física, disparos que han terminado en personas lesionadas y fallecidas, detenciones y ataques a viviendas donde se resguardan los manifestantes afectados por gases lacrimógenos.

La actuación de los colectivos en represión de protestas se registró principalmente en 2014, 2017 y 2019.

Derecho a la participación política

Según el estudio, los colectivos armados han sido utilizados para agredir físicamente a miembros de la oposición política, incluyendo a diputados de la Asamblea Nacional de 2015.

Asimismo, los colectivos han sido empleados como «instrumentos de control social en el contexto de jornadas electorales», amedrentando a sectores que reciben asistencia social y formando parte de los llamados «puntos rojos»

En algunos casos, incluso, han «asistido» a personas a votar o amenazado sobre su disposición o intención de voto.

De acuerdo con fuentes señaladas por el estudio, se ha registrado la participación del ELN en la práctica del voto asistido.

Derechos económicos, sociales y culturales

En varias zonas del país, el acceso a la alimentación es controlado por colectivos armados y megabandas.

Este control social se ejerce mediante la distribución de alimentos en las zonas bajo su mando, ya sea por medio de la entrega de las bolsas o cajas de los CLAP, y antes por la vigilancia de personas en las colas de abastos y supermercados

También, en algunos lugares, los colectivos armados controlan la vacunación y otros insumos en hospitales, la distribución de gas y de agua potable, las estaciones de gasolina y otros servicios en ciertas zonas del país.

La presencia «intimidante» de los grupos armados irregulares con control de territorio y capacidad de gobernanza también produce desplazamientos de grupos familiares.

Derechos de pueblos indígenas

Activistas que trabajan sobre derechos de los pueblos indígenas confirmaron en entrevistas que hay un gran número de indígenas incorporados a la minería en condiciones de esclavitud moderna. con abandono de sus modos

Además, se reportan extensiones de selva deforestadas, desviación decursos de ríos, contaminación por mercurio y otras sustancias tóxicas dentro del deterioro ambiental.

El estudio advierte que el ingreso de actores ajenos a los territorios indígenas trae enfermedades no conocidas, para las cuales los indígenas no tienen defensas, por lo que se generan afectaciones a su salud. 

Las mujeres indígenas «son sometidas a esclavitud sexual y son víctimas de redes de trata y diversas formas de violencia basada en el género».

Por otra parte, la mayoría de los indígenas sufren explotación laboral en condiciones de servidumbre, y otros se incorporan a grupos armados irregulares en sus territorios como forma de sobrevivencia.

Tráfico y trata de personas

En general, de acuerdo con el texto, la mayoría de las personas refugiadas y migrantes de Venezuela que llegan a países vecinos se encuentra en una situación de gran vulnerabilidad.

Con frecuencia, estas personas se ven  obligadas a tomar rutas irregulares para llegar a su destino, corriendo el riesgo de exponerse a redes de traficantes controladas por grupos armados irregulares, especialmente en las zonas fronterizas con Colombia.

Además, AlertaVenezuela señala que el tráfico de personas es una actividad dominada por megabandas en las costas de los estados Sucre y Delta Amacuro, desde donde se inicia el viaje a Trinidad y Tobago.

El Tapón del Darién en Panamá y todo el trayecto hasta la frontera sur de EEUU  es de las rutas más peligrosas debido a la presencia de grupos armados irregulares, donde mujeres y niñas son expuestas a altos niveles de violencia sexual a lo largo del trayecto.

La mayor parte de la trata está en manos de megabandas y esta también existe de forma interna en la Zona de Desarrollo Estratégico Nacional Arco Minero.

Explotación infantil

AlertaVenezuela, en su estudio sobre los grupos armados irregulares, encontró que las dinámicas de vigilancia y reclutamiento de megabandas en zonas populares del país implican una situación límite a niños, niñas y adolescentes.

Ante la ausencia de Estado y la emergencia humanitaria del país, los jóvenes se ven obligados a vincularse con un actor que brinde seguridad. Las bandas les proporcionan armas con el doble propósito de brindar protección a la organización criminal y a ellos mismos.

A su vez, grupos irregulares en zonas sur del país han reclutado y generado situaciones de explotación laboral de niños, niñas y adolescentes para trabajos pesados o de alto riesgo.

Derecho de las mujeres

Según el estudio, las principales afectaciones a los derechos de las mujeres por parte de estos grupos con control de territorio y capacidad de gobernanza se expresan en la violencia basada en género y la trata con fines de explotación sexual.

Además, una práctica registrada en zonas indígenas es la de obstaculizar a las jóvenes el acceso a derechos hasta que aceptan a tener sexo con los «guerrilleros».

Muchas mujeres en extrema vulnerabilidad que llegan a zonas fronterizas solas o con uno o más hijos «son aprovechadas por grupos que las engañan y obligan a trasladarse a zonas rurales donde son puestas al servicio de miembros de grupos armados irregulares.

Derecho al trabajo y a la libertad económica

Tanto las megabandas, seudosindicatos, colectivos y organizaciones irregulares de origen colombiano, según el estudio, usan la extorsión como un «mecanismo de autofinanciamiento y sometimiento político».

Muchos de quienes se resisten pueden ser víctimas de agresiones, amenazas de muerte, destrucción de sus negocios.

En el caso particular de las zonas rurales hay afectaciones por robo de ganado y de cosechas; allí, «el cobro de vacuna es indispensable para sacar los productos al mercado, lo que encarece sus costos».

Asimismo, en regiones costeras, también se ve afectada la actividad pesquera, pues los grupos armados irregulares «recurren a la piratería y se roban la pesca, motores o embarcaciones».

PSUV y colectivos comandaron ataque armado contra Guaidó en San Carlos, según la AN
En un comunicado se informó que el vehículo donde se desplazaba Guaidó recibió varios impactos de bala

 

La Asamblea Nacional que preside Juan Guaidó acusó a la administración de Nicolás Maduro del ataque que su líder recibió durante su visita al estado Cojedes, y aseguró que el incidente «puso en juego» su vida e incluyó disparos contra el automóvil en el que se trasladaba.

«Este ataque ordenado desde Miraflores no solo puso en juego la vida e integridad física del presidente Guaidó y su equipo de colaboradores, sino que es un ataque contra toda la dirigencia política democrática en Venezuela», denunció la AN en un comunicado.

 

El escrito detalla que, además de Guaidó, durante el incidente, varios miembros del equipo recibieron golpes y que el vehículo en el que se trasladaba el dirigente «recibió varios impactos de bala».

Este sábado, Guaidó recibió empujones e insultos por parte de un grupo de personas que lo increparon durante su visita a San Carlos, capital del estado Cojedes, y que son, supuestamente, afines al oficialismo, informó a Efe el equipo de prensa del dirigente.

La agresión, según los voceros de Guaidó, vino de seguidores del Gobierno, varios de ellos armados, mientras que algunos vídeos que circulan en redes sociales muestran cómo varios ciudadanos insultan, empujan y lanzan objetos contra el dirigente que se encontraba dentro de un establecimiento.

 

La oposición tildó lo ocurrido como un «ataque violento y cobarde», por el que responsabilizó a militantes del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y a «colectivos armados», añade el comunicado.

En horas de la noche, Guaidó habló brevemente, en una declaración que fue transmitida a través de las redes sociales, para informar que no sufrió lesiones graves y que ya estaba de vuelta en Caracas.

Tras los hechos, el subsecretario del Departamento de Estado de Estados Unidos para América Latina, Brian Nichols, manifestó su preocupación por el hecho, el cual ponderó como un «ataque atroz» en el que las vidas de varias personas fueron puestas en riesgo. 

Hubo 92 intentos de invasión en Caracas durante 2021
El Frente en Defensa del Norte de Caracas reclamó que, en estos hechos, participan tanto colectivos como funcionarios policiales

 

El coordinador del Frente en Defensa del Norte de Caracas, Carlos Julio Rojas, denunció este martes que durante 2021 hubo 92 intentos de invasión de viviendas en el municipio Libertador del Distrito Capital, en Caracas.

Según Rojas, en estos procedimientos participan tanto miembros de colectivos armados como funcionarios policiales.

El activista recordó, por ejemplo, el caso del edificio Roblote en El Paraíso, donde participaron policías en un intento de invasión de un apartamento de un anciano que acababa de morir.

Rojas condenó que en estos hechos no haya habido ninguna imputación contra los responsables.

«La propia Asamblea Nacional, a través del diputado William Gil (presidente de la Comisión de Servicios del Parlamento), envió una carta a la Fiscalía pidiendo proteger a invasores de un edificio de la parroquia San José, intentando con esto frenar una posible imputación en contra de ellos. Incluso diputados como Rigel Sergent y Carmen Zerpa, han estado involucrados en tomas ilegales usando su cargo para efectuarlas con total impunidad», aseguró.

Según Rojas, 70% de estos intentos han retrocedido gracias a la organización comunitaria de los vecinos, quienes a través de denuncias y protestas han frenado las ocupaciones.

«Las invasiones se convirtieron en el pan de cada día de los caraqueños y por eso los vecinos decidimos organizarnos para hacer respetar nuestro derecho humano a la propiedad privada», sentenció Rojas, quien ofreció las declaraciones cuando se conmemoran 13 años de la expropiación del Centro Comercial Sambil de Candelaria, hecho que consideró como «el principio del fin de la propiedad privada» en la capital venezolana.

Según Rojas, el Sambil es hoy un «depósito de electrodomésticos de Mi Casa Bien Equipada (programa del gobierno) para enchufados».

Crímenes sin Castigo | Un tuit contra la historia
En menos de 140 caracteres, el titular de Relaciones Interiores intentó despachar a fuerzas que incluso propiciaron la caída de uno de sus antecesores

 

@javiermayorca

El domingo 21 de noviembre, todo parecía que iba a marchar de una forma inusitadamente tranquila. Hasta que, poco después del mediodía, frente al centro de votación instalado en una pequeña escuela del estado Zulia, aparecieron los mismos actores de siempre.

Los relatos de los testigos presenciales y de algunos sobrevivientes coinciden en la esencia: estos individuos, que iban en camionetas de alta gama y en motocicletas, “manifestaron que allí nadie iba a votar, y que no podían estar”. Como la gente reviró, hicieron “múltiples disparos en contra de los presentes”.

Los videos transmitidos a través de las redes sociales indican que, con las detonaciones, la mayoría corrió a buscar resguardo. Muchos de ellos irrumpieron en la unidad educativa Eduardo Emiro Ferrer, con la esperanza de que los efectivos de la Operación República los protegieran.

Afuera, quedó el cadáver de Antonio José Tovar Villasmil, un ingeniero metalúrgico de 34 años de edad. Fue impactado por un proyectil en el costado izquierdo. Otras dos personas resultaron heridas en las piernas.

El director de la policía judicial, Douglas Rico, emitió en su cuenta Instagram tres informaciones al respecto en un lapso de muy pocas horas. Confirmó el saldo de un muerto y dos heridos; anunció el traslado de una comisión desde Caracas para investigar este caso, y de paso se permitió adelantar que “las primeras pesquisas desvinculan el hecho con el proceso que se lleva a cabo”.

Comenzó aquí a establecerse una narrativa que posteriormente fue reforzada por el ministro de Relaciones Interiores, almirante en jefe Remigio Ceballos. El funcionario reaccionó ante un mensaje emitido vía Twitter por Tamara Taraciuk, subdirectora interina de la División de las Américas de Human Rights Watch, quien alertó sobre “ataques por colectivos armados en el contexto electoral en Venezuela”.

Aunque el de resultado más grave fue el reportado en el municipio San Francisco del Zulia, a propósito del referido tiroteo, el mismo día hubo otros incidentes sin saldos fatales en Cabudare (Lara) y en Mérida.

El trino de Ceballos despachó casi veinte años de historia patria: “(…) en Venezuela no existen colectivos armados”. Y, como hizo poco antes el director de Cicpc, también desligó lo ocurrido en Zulia del evento electoral.

Para el director del Observatorio Venezolano de la Violencia, Roberto Briceño León, la reacción de estos funcionarios es consecuencia del propósito de Maduro por ofrecer otra imagen de su régimen ante la comunidad internacional.

“Quieren maquillar el país. Saben que están en observación, no solo por parte de la Unión Europea, sino también por la Corte Penal Internacional”, recordó.

Dieciocho días antes del evento electoral, el fiscal ante la CPI Karim Khan notificó al propio Maduro sobre la decisión de esa instancia de pasar el expediente Venezuela 1 a una fase de investigación en la que podrían determinarse responsabilidades individuales por crímenes de lesa humanidad perpetrados en el lapso 2014-2017.

Según la explicación del director de la organización Acceso a la Justicia, Alí Daniels, lo más importante en este proceso será llegar a la las personas que establecieron las pautas de comportamiento que hicieron posibles las atrocidades, por cierto, ya documentadas en la etapa preliminar.

La frase de moda es “cadena de mando”. En la Fuerza Armada, el último eslabón es el sargento que accionó el gatillo, y el primero es el comandante en jefe, tal y como se puede apreciar en las carteleras colocadas en las garitas de las unidades militares de todo el país.

Pero en el caso de los colectivos, la situación es más complicada. La negación de Ceballos obliga entonces a consultar si en realidad estas agrupaciones tienen alguna vigencia.

“Los colectivos sí existen. Están en diversos estados y tienen diversas funciones. Pero sobre todo se activan cuando son requeridos para intimidar a la población”, explicó Briceño León.

Los videos y testimonios sobre el incidente del domingo muestran que el tiroteo frente al centro de votación fue precedido por amenazas. Es probable que la gente creyera que el grupo armado no llegaría tan lejos, tomando en cuenta que muchos de los que esperaban en la cola para ejercer sufragio conocían a los matones.

La institución que dirige Briceño ha desarrollado una línea de investigación sobre los colectivos. Una de las conclusiones es que actualmente estas agrupaciones “actúan sobre directrices políticas diferentes a lo interno del partido de gobierno”.

En otras palabras, según el representante del OVV, los colectivos han tenido que marcar distancia del gobierno central.

“Esa autonomía aumentó debido a la necesidad de buscar cierta independencia económica”, explicó.

Invasiones y extorsiones

El número de colectivos armados que hay en el país es una incógnita. En 2014, durante la gestión del general Miguel Rodríguez Torres en el ministerio de Relaciones Interiores hubo un intento por censarlos. Fueron identificados 99.

Este general fue removido del cargo luego de una operación en un edificio de la avenida Sur 2, que descabezó al colectivo 5 de Marzo, una organización surgida de las filas de la extinta Policía Metropolitana, comandada por el sargento José Miguel Odreman.

Según miembros del entorno del general, al conocerse la muerte del exfuncionario policial, los colectivos anunciaron que se movilizarían en Caracas para exigirle a Maduro la destitución del ministro. Y el gobernante accedió.

A cambio, Maduro ha solicitado en diversas oportunidades que estas agrupaciones cierren filas para defender a su régimen. La última vez fue en marzo de 2019, cuando el país entraba en una crisis de gobernabilidad consecuencia de un prolongado apagón.

Le hago un llamado a los colectivos. A todos. Llegó la hora de la resistencia activa”, dijo en una alocución.

La existencia de los colectivos −que ahora niega Ceballos Ichaso− fue documentada por la Comisión para la Determinación de Hechos de la Organización de Naciones Unidas. El primer informe de este grupo independiente, presentado en septiembre de 2020, responsabiliza a estos “grupos civiles armados” por la muerte de siete personas que participaban en manifestaciones antigubernamentales. La directora de la misión, Marta Valiñas, comentó en octubre de 2020 que los colectivos ameritaban un capítulo especial.

Pero estas organizaciones no operan solamente en el estado Zulia, como se vio el domingo. En el municipio Libertador de Caracas, han liderado o participado en por lo menos 60 de las 80 invasiones a inmuebles reportadas durante 2021, de acuerdo con datos aportados por el activista comunitario Carlos Julio Rojas.

Indicó que los colectivos “son un poder”, que el oficialismo ha tratado de “homogeneizar” al incorporarlos a los llamados “cuadrantes de paz” (Cupaz).

Rojas añadió que los Cupaz desempeñan labores de control social y político, al condicionar la entrega de alimentos en los sectores más necesitados. Y también estarían participando en cobros a los comerciantes del municipio, a cambio de protección.

“Ellos crean sus propias leyes e imparten justicia (…) Cuando hay conflictos en las comunidades intentan crear cierto equilibrio”, afirmó.

En el caso del domingo, varios de los atacantes fueron reconocidos como funcionarios de cuerpos policiales municipales, aunque iban vestidos de civil. En Caracas, según Rojas, ocurre un fenómeno similar. Pero no todas las policías participan en estas agrupaciones.

“Hay colectivos en las FAES. Pero hay un conflicto evidente entre Cicpc y los colectivos”, indicó.

Al margen de esta situación, es claro que en apenas dos años y medio el Gobierno ha pasado de la convocatoria pública a los colectivos a negar su existencia de forma tajante. Esto podría indicar que, lentamente, Maduro intenta deslastrarse de otro factor que lo acercaría más a La Haya.

Breves

Vuelven los asaltos con el uso de sustancias narcotizantes. De acuerdo con una fuente de la policía judicial, los primeros casos fueron reportados en octubre, en las estaciones Teatros y Coche del Metro de Caracas. Las víctimas eran mujeres, y acudían a formular denuncias ante la evidencia de que pudieron ser víctimas de abusos sexuales mientras estaban bajo el efecto de las drogas.

En un caso reportado en la tercera semana de noviembre, un funcionario de la comisión antidrogas del municipio Libertador también fue despojado de sus pertenencias y dólares en efectivo.

En este caso, el perpetrador fue descrito como un joven con el que supuestamente el funcionario había pautado una entrevista de trabajo. En la primera década del siglo XXI hubo una ola de robos en los que las víctimas eran expuestas a la escopolamina, conocida popularmente como burundanga, y quedaban a merced de los antisociales, ya fuese en habitaciones de hoteles de Plaza Venezuela o en sus propias viviendas. En los últimos casos, no se ha determinado cuál es la sustancia utilizada.

En líneas generales, hay un recrudecimiento de la criminalidad violenta en todo el país. Esto se percibe con especial fuerza en el Distrito Capital y el estado Miranda. Ambos territorios representan actualmente el 38 % de los homicidios y el 55 % de los robos de todo tipo denunciados ante Cicpc. En la segunda semana de noviembre, la policía judicial inició 305 expedientes sobre robos genéricos y robos de vehículos en Libertador y Miranda.

En la semana de las elecciones, cuando las autoridades militares y policiales estaban desplegadas en todo el país con motivo de la Operación República, las denuncias sobre robos de todo tipo subieron un cinco por ciento. Una prueba de que durante estos despliegues las autoridades no están para cuidar a los ciudadanos. Esta tendencia probablemente se agravará durante las últimas semanas de 2021, tomando en cuenta además que no estarán presentes las restricciones a la circulación implantadas a propósito de la cuarentena radical.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Joaquín Villalobos Sep 06, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Soberanía criminal

Ilustración del artista plástico mexicano Víctor Solís

Venezuela es un espejo cuasiperfecto de lo que un país no puede hacer sin destruirse. O de lo que debe hacer si quiere destruirse. Uno de los errores graves en ambos sentidos es ver el crimen como una expresión de la pobreza y asumir que hay una relación causal entre uno y otra, de modo que el crimen no se reducirá mientras no se reduzca la pobreza, al tiempo que combatir el crimen es en cierto modo agravar la injusticia, ser insensible y ciego a las raíces sociales del crimen.
Joaquín Villalobos hace el recuento en este lúcido ensayo de la forma como Venezuela, partiendo de esta visión, empezó por no combatir al crimen, luego por combatirlo mal, quedando finalmente a su merced, en una extraña, cómplice y aberrante convivencia de soberanías: la soberanía del Estado y la soberanía criminal

 

Venezuela padece quizás la peor crisis de seguridad en los conflictos entre Estado y delincuencia en la historia del continente. El caso venezolano incluye importantes lecciones para toda Latinoamérica en la lucha de los gobiernos por el control del territorio. Un problema que con distintos grados de gravedad existe en Brasil, Colombia, México, Centroamérica y casi todas nuestras naciones. Venezuela es un caso extremo de errores y, en ese sentido, es un manual perfecto sobre lo que no hay que hacer.

El primer derecho humano es la seguridad, porque ni la salud ni la educación ni las libertades más esenciales tienen sentido si se vive amenazado y con miedo. La primera responsabilidad del Estado es proteger la vida, la tranquilidad, las libertades y el patrimonio de todos los ciudadanos. El Estado nunca debe renunciar a su obligación de proteger a las personas y perseguir al crimen. Tolerar, pactar formalmente o de hecho con criminales, implica quitarles la paz a los ciudadanos para dar tranquilidad a los delincuentes. Esto significa que el Estado cede territorios, población y soberanía al crimen.

La política de seguridad de la Venezuela de hoy arrancó en 1999 con la siguiente declaración pública de Hugo Chávez: “Si yo fuera pobre, yo robaría”. Los delincuentes eran para él víctimas de la injusticia social. El problema es que esta idea derivó en tolerancia a los delincuentes y en indiferencia hacia las víctimas de los delitos, que eran gente pobre y de clase media. Chávez reformó la seguridad pública politizándola, desmantelándola y militarizándola.

Los opositores políticos fueron considerados más peligrosos que los criminales. La oposición fue perseguida, la delincuencia tolerada y el Estado debilitado.

Se produjo entonces un crecimiento exponencial de la delincuencia y ahora el gobierno lucha contra cientos de bandas criminales en todo el país que le han arrebatado extensos territorios rurales y urbanos de los cuales el Estado huyó y la delincuencia estableció su propia soberanía. La vida y la seguridad de millones de ciudadanos quedó en manos de criminales. El régimen venezolano pasó así de lo sublime a lo ridículo, transitando de la compasión con el delito a una guerra de exterminio contra los delincuentes que está perdiendo.

Antes de Chávez, Venezuela era un país relativamente seguro, durante años millones de colombianos se refugiaron allí para escapar de las violencias de su país. En 1990 Venezuela tenía una tasa de homicidios de 10 por 100 000 habitantes, para el 2002 llegó a 451 y en el 2018 a 81.4; desde entonces ocupa el primer lugar del continente y uno de los más altos del mundo. Lo curioso en el caso venezolano es que nadie “alborotó el avispero”, tampoco se fragmentaron cárteles que en realidad no existían. En este asunto hay una relación directa entre tolerancia al crimen, debilitamiento del Estado y pactos con los delincuentes, que derivaron en una explosión delictiva sin precedentes en el continente.

En el falso dilema entre reprimir o prevenir, Chávez optó por la prevención sin represión. Con el auge petrolero el Estado venezolano se fortaleció y, si se consideran tiempos de implementación y territorios intervenidos, es posible que el chavismo haya ejecutado los programas de gasto social más grandes de Latinoamérica. Aunque ese gasto social no respondía a una lógica preventiva sino electoral-clientelar, en esencia debió prevenir y reducir drásticamente la actividad criminal; sin embargo, el resultado fue totalmente opuesto: el Estado se debilitó y el crimen se expandió a niveles que el régimen jamás imaginó.

Esta historia podría resumirse en cuatro decisiones del gobierno: el desmantelamiento de las policías, los pactos con las pandillas urbanas, la administración de las prisiones por parte de los delincuentes y la política de dar refugio a las guerrillas colombianas.

Estas medidas se tomaron con extrema ingenuidad y bajo el supuesto moral de que la maldad se definía principalmente por el origen de clase y la posición política-ideológica. Sobre esto un amigo brasileño de izquierda que trabajó en la seguridad de su país me dijo: “A nosotros nos tomó tiempo concluir que el mal existe, es universal y que independientemente de los programas preventivos, al crimen siempre se le debe perseguir”.

El partido original de Chávez se llamó Movimiento Quinta República, aludiendo a una refundación de Venezuela. Las tres primeras repúblicas terminan cuando muere Bolívar. La cuarta fue definida por Chávez como oligárquica, neoliberal, etcétera. Como todos los populistas, desconoció el pasado reciente y estableció que la nueva historia comenzaba con él y su Quinta República basada en un “nacionalismo revolucionario de izquierda” que traía consigo la “Revolución bolivariana”.

En lo que a la seguridad concierne, esta refundación implicó que todo lo anterior fuera desmantelado por razones políticas. La reforma policial chavista implicó así la disolución de todas las capacidades policiales preexistentes. Esto condujo a una desinstitucionalización de la seguridad que conllevó a la pérdida de experiencia, recursos, inteligencia y capacidades operacionales que no tenían nada que ver con ideología. El gobierno venezolano debilitó severamente su propio poder, del que disponía para proteger a los ciudadanos.

Chávez impulsó una reforma policial supuestamente civil para evitar violaciones a los derechos humanos, pero en la práctica entregó la seguridad a militares leales. Esto formó parte de un plan más global donde cientos de oficiales pasaron a realizar tareas civiles en el gobierno. Asegurar la lealtad de las Fuerzas Armadas se convirtió en un objetivo estratégico a través del enriquecimiento de los jefes, ya fuera por posiciones de poder o por corrupción. Dos mil oficiales fueron ascendidos a generales, superando a los novecientos de Estados Unidos. Fue en realidad un proceso de cooptación de militares y policías para integrarlos al proyecto partidario bolivariano. Esta politización destruyó la institucionalidad, la disciplina, la calidad de las evaluaciones, la escala de ascensos y todas las capacidades profesionales.

El sistema de méritos fue sustituido por la lealtad política a la revolución. Como resultado final la seguridad fue desmantelada, desprofesionalizada, corrompida y reorientada a proteger al gobierno, y no a los ciudadanos. Los delincuentes pasaron a segundo plano porque la prioridad era espiar, controlar, perseguir, apresar y procesar judicialmente opositores, incluso dentro de las propias Fuerzas Armadas. Mientras esto ocurría se pactaba o toleraba a los delincuentes, que fueron creciendo sin control.

Ilustración de Víctor Solís.

La política de pactos con las bandas tuvo como punto de partida un intento de aproximación social y política a los barrios pobres donde existía delincuencia. Primero con los que se llamaron círculos bolivarianos, que tenían ingredientes culturales e ideológicos; luego con los famosos “colectivos”, que han jugado un papel muy importante en la represión de las protestas opositoras; y, finalmente, cuando la inseguridad se agravó, intentaron pacificar los barrios creando las llamadas “zonas de paz”.

La conexión de políticas sociales y la delincuencia ocurrió porque Chávez definió que su gobierno era una revolución armada que debía defenderse organizando milicias populares. Pero su gobierno tenía un origen electoral, nunca fue una revolución de verdad. El chavismo contaba con votantes, seguidores y simpatizantes, pero no había ocurrido una lucha que generara suficientes militantes ideológicos, no existía mística revolucionaria, sino dinero y clientelismo a gran escala. Así que, a la hora de organizar la defensa revolucionaria, el chavismo terminó reclutando en los barrios populares a personajes violentos y entre estos a los peores delincuentes, que lógicamente terminaron de capos que controlaban sus comunidades en nombre de la revolución bolivariana. Chávez, a falta de unas Fuerzas Armadas revolucionarias, corrompió a los militares y, a falta de milicias populares, armó a delincuentes.

Todo lo que el chavismo se proponía hacer social y políticamente en las comunidades pasaba por los colectivos, que además fueron armados por el propio gobierno.

Esto se masificó al punto de alcanzar decenas de miles de hombres que han terminado dirigidos por connotados delincuentes, antes amigos y ahora enemigos del gobierno. Finalmente, el chavismo perdió el control de su propio monstruo y tuvo una reacción represiva tardía que se ha convertido en una sangrienta guerra que las fuerzas de seguridad están perdiendo. En un intento por reducir la violencia el gobierno se ha visto forzado a pactar con los delincuentes entregándoles recursos, administración de servicios y territorios en los cuales el Estado renuncia a tener presencia y los delincuentes mandan.

La mezcla de política con delito no es exclusiva de Venezuela, ha tenido lugar en otros países, ya sea con definiciones de izquierda o de derecha. El paramilitarismo en Colombia derivó en delincuencia y narcotráfico al igual que las FARC y el ELN. En Nicaragua, después de la guerra contrarrevolucionaria, surgieron bandidos a los que se denominó “recompas”, “recontras” y revueltos. En México los Zetas surgieron de las Fuerzas Especiales del Alto Mando. En Argentina, militares de la dictadura se convirtieron en secuestradores. En Guatemala, los kaibiles que derrotaron a las guerrillas fueron reclutados por los narcos mexicanos. En los 90, guerrilleros suramericanos se dedicaron al secuestro como negocio en Brasil y México. El reclutamiento de delincuentes por grupos políticos no es nuevo, lo particular en Venezuela es la masividad y que fue el Estado quien los organizó, los armó y les dio poder.

Con cárceles superpobladas y frecuentes motines, el chavismo inventó un programa de rehabilitación para las prisiones sustentado en la misma idea del delincuente como víctima. Crearon así una especie de autogobierno de las prisiones que quedó a cargo de los propios presos. Es decir, que el Estado pondría los recursos para que los internos administraran las prisiones y estos mantendrían el orden y evitarían la violencia y motines que generaban mala imagen a la revolución.

El resultado del autogobierno ha sido lo que popularmente se conoce en Venezuela como “pranato” que viene de PRAN, que es como se le llama al interno jefe de la prisión. PRAN es el acrónimo de: preso, rematado, asesino, nato. Es decir, las cárceles quedaron en manos de los peores y más violentos criminales porque ellos eran los más eficientes para imponerse y mantener el orden interno. Pero la violencia y los motines continuaron y las prisiones han terminado convertidas en infraestructuras y territorios bajo control criminal. Los presos están armados, planifican delitos, organizan fiestas, tienen piscinas y cajero automático para recibir dinero de extorsiones y secuestros. Hay hacinamiento, pero los pranes poseen muchas comodidades. El gobierno de Venezuela ha repetido a mayor escala lo que el gobierno de Colombia acordó en 1991 con Pablo Escobar, cuando este construyó su propia prisión que se conoció como La Catedral.

Chávez, al igual que Raúl Castro, ayudaron a presionar a las FARC para que firmaran la paz en Colombia porque estaban ingenuamente convencidos de que la izquierda gobernaría eternamente ganando elecciones en Venezuela y todo el continente; las FARC y el ELN estorbaban en el camino electoral. Pero, tal como era previsible, la economía chavista hizo implosión, la administración ineficiente quebró a la industria petrolera y el gobierno de Maduro perdió las elecciones parlamentarias en diciembre del 2015; otros gobiernos de izquierda también perdieron el poder en Latinoamérica; Donald Trump asumió la presidencia de Estados Unidos, y el partido de Álvaro Uribe ganó las elecciones en Colombia.

En este nuevo contexto, el chavismo y el castrismo estimularon la división de las FARC y mantuvieron la protección al ELN para preservar su vieja política de desestabilizar a otros para defenderse. Es una historia larga, pero los efectos actuales de esto han sido muy graves para la seguridad de Venezuela.

El problema fue que el chavismo le permitió al ELN y a los disidentes de las FARC hacer un mayor uso del territorio venezolano en el momento en que estos grupos ya no eran insurgencia política, sino narcotraficantes y crimen organizado.

La ideología había sido sustituida por el dinero de la cocaína, la minería ilegal de oro, el tráfico de armas, las extorsiones y los secuestros. Los ideológicos de las FARC, con la paz, se volvieron partido político y los disidentes, que nunca renunciaron al narcotráfico, se fueron a Venezuela. La permisividad a estos grupos armados colombianos terminó abriendo la puerta a un crimen organizado de mayor escala, veterano en el combate, corruptor de autoridades y experimentado en el control territorial.

El chavismo, en cuanto a seguridad, transitó de la ingenuidad ideológica con los delincuentes a la guerra y el exterminio. Sin duda no todos pensaron que este sería el resultado. Hubo dirigentes chavistas que denunciaron que no se debía pactar con mafias, pero ya era tarde; el problema no era si se debía o no, sino si se era capaz o no de ganar a los criminales. Hay centenares de noticias, ensayos y videos oficiales y no oficiales que hablan de la gran explosión criminal y la guerra que padece Venezuela. Intentaremos resumir algunos de los hechos más dramáticos que resultaron de la combinación de los cuatro factores descritos.

La cantidad de bandas existentes sin duda es una especulación, además de que estas se fragmentan, reagrupan y cambian de cabecillas constantemente, como suele ocurrir con los grupos criminales en todas partes. Pero la evidencia de que son centenares es abrumadora. Existen, según lo reconoce la propia policía venezolana, en 18 de los 24 estados del país, y están conectadas operacionalmente con los pranes que controlan las prisiones. Las bandas las integran decenas de miles de jóvenes de 25 años en promedio y también niños. Están armados con fusiles automáticos, lanzagranadas, pistolas, equipos de comunicación, drones y en algunos casos poseen armamento de mayor potencia, como lanzacohetes y ametralladoras pesadas.

La mayoría de las bandas usan nombres propios de grupos criminales como Cara de Perro, Culón, Los Morochos, Cara de Hulk, etcétera. Pero otras son una clara mezcla de crimen y política, una se volvió un partido político llamado Tupamaros y comenzaron a criticar a Maduro. Este les quitó la legalidad y entonces los tupamaros realizaron un mitin armado y de inmediato les fue devuelta su legalidad, con puestos en la Asamblea Nacional incluidos. En uno de los casos los delincuentes crearon su propia moneda: el panal, que tiene el rostro de Chávez impreso. Los criminales organizan fiestas infantiles, se encargan de la vigilancia, asesinan a quienes roban en sus dominios, reparten los paquetes de comida que les entrega o roban al gobierno, organizan los funerales, los eventos deportivos y conciertos para los habitantes, pero al mismo tiempo realizan secuestros, asaltos, extorsiones, trafican droga y hacen la guerra a otras pandillas y a la policía si entra a sus territorios.

Un artículo de The New York Times habla de cómo “Maduro pronuncia discursos destinados a proyectar estabilidad mientras la nación colapsa”. Las bandas dominan el barrio 23 de Enero a solo quince minutos del Palacio de Miraflores; allí Maduro hace todo tipo de concesiones para mantener una precaria paz. Desde el año 2015 las fuerzas de la policía han hecho intentos por capturar a un importante capo llamado Carlos Luis Revete, alias el Koki. Sus dominios están situados en la llamada Cota 905, a solo 3 kilómetros del Palacio Presidencial, pero el Koki realiza alianzas con otras bandas para expandir su control a otros barrios de Caracas.

Los operativos para contenerlo han fracasado y han dejado un saldo de muchos muertos, incluidos policías y civiles. En julio de este año, el Koki atacó un cuartel de la Guardia Nacional y los enfrentamientos en Caracas duraron tres días y alcanzaron importantes autopistas de la capital. En negociaciones anteriores con esta banda participó la vicepresidenta Delcy Rodríguez y los acuerdos fueron que la policía debía abstenerse de entrar a los dominios del Koki.

La frontera entre Venezuela y Colombia —en los estados de Táchira, Apure y Amazonas— se está convirtiendo en una especie de tercer país dominado por múltiples grupos criminales colombianos que manejan cuantiosas rentas del narcotráfico, el oro y otras actividades delictivas. Estos grupos se han expandido incluso al estado de Bolívar, en la frontera con Brasil. Igual que en las zonas urbanas, en estos lugares los capos mandan. Pero, como era de esperarse, los disidentes de las FARC se empezaron a dividir y a tener violentos conflictos por territorio y dinero. Maduro decidió tomar partido, recuperar el control y detener la violencia generada por sus amigos. Envió en marzo de este año a las Fuerzas Armadas con vehículos blindados y armamento pesado al estado de Apure, pero los delincuentes colombianos derrotaron a las tropas de Maduro de manera humillante. Los soldados cayeron en campos minados, los blindados fueron emboscados y destruidos; se contaron dieciséis muertos, numerosos heridos y ocho militares prisioneros. El resultado final fue una negociación con los criminales colombianos: liberaron a los prisioneros y las Fuerzas Armadas abandonaron su presencia y dejaron el territorio en manos de los disidentes de las FARC, que están fundando allí su propia república conocida como Segunda Marquetalia.

Con todo lo descrito, es evidente que la moral de los custodios de las prisiones, de los policías y de los militares venezolanos está severamente debilitada. No puede haber disposición combativa porque no tiene sentido arriesgar la vida para combatir criminales a los que el mismo gobierno dio la mano y apoyó. Por otro lado, los mandos que se volvieron corruptos y ricos quieren vivir bien sin complicarse la vida. Obviamente el resultado es que hay miles de deserciones.

La solución de Maduro fue entonces crear una nueva policía llamada Fuerza de Acciones Especiales de la Policía Nacional Bolivariana, conocida públicamente como FAES. Estos policías “élite” cubren su rostro, no portan identificación, solo una calavera en su uniforme, y son en realidad una fuerza de exterminio. Conforme a las cifras que el gobierno entregó al equipo de la alta comisionada para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, Michelle Bachelet, cerca de 5300 personas murieron solo en el 2018 por “resistirse a la autoridad”. Estos agentes cobran más dinero y están autorizados a robar y matar sin enfrentar consecuencias.

Sus víctimas son habitantes de los barrios pobres que antes apoyaban incondicionalmente al chavismo. La FAES está constituida en realidad por asesinos y esta fue la única solución que encontró Maduro para intentar contener la explosión criminal que las políticas chavistas parieron. Pero la FAES no es para proteger a los ciudadanos, sino al gobierno, porque los delincuentes están secuestrando a familiares de militares o miembros de la élite chavista.

El resultado final de la reforma policial de Chávez es que ahora tanto la policía como las bandas son moralmente iguales. Ambas están integradas por personas violentas y despiadadas.

El 20 de noviembre de 2020, durante una entrevista transmitida por la televisión oficial, el fiscal general de Venezuela, Tarek William Saab, reconoció que los policías de la FAES en complicidad con delincuentes realizan atracos, roban vehículos y secuestran personas. Esto evidencia cómo una política de seguridad basada en la indulgencia con el crimen no solo destruye la moral de los policías, sino que puede acabar convirtiéndolos en delincuentes.

Es posible que algunos piensen que esto no puede pasar en su país, pero mantener el control del territorio cuando este es disputado por criminales es una tarea compleja que, si no se hace o se hace mal, puede terminar multiplicando el poder de estos. Hay una enorme diferencia entre incursionar temporalmente una zona dominada por delincuentes y tener la capacidad de quedarse permanentemente en esta y asegurar la presencia integral del Estado. Chile parecía un país altamente seguro y estable hasta las violentas protestas del 2019. La masividad de estas protestas se explica por indiscutibles y justas demandas populares, pero el nivel de vandalismo no encaja con la civilidad de la mayoría de los chilenos. ¿Cómo lograron pequeños grupos de extrema izquierda contar con suficiente gente para desplegar tanta violencia? La explicación es que la extrema izquierda reclutó grupos de delincuentes dedicados al narcomenudeo y múltiples delitos para que realizaran el vandalismo que los ciudadanos descontentos no estarían dispuestos a ejecutar. El fundamento ideológico fue que esos delincuentes son pobres y víctimas de la injusticia. Obviamente estos militantes delincuentes no tuvieron reparos en quemar iglesias de más de un siglo. Esa confrontación de meses en las calles empoderó más al crimen y ahora existen al menos diez zonas de Santiago de Chile consideradas conflictivas donde la presencia policial no existe o comienza a volverse simbólica.

Ilustración del artista plástico mexicano Víctor Solís.

Seguramente, esto mismo está ocurriendo en las protestas de Colombia, donde la masividad tiene justificación social, pero el vandalismo no. En las protestas del 2019, los propios ciudadanos rechazaban y contenían los actos vandálicos, porque los colombianos están hartos de la violencia que han padecido de forma casi ininterrumpida por más de un siglo. Colombia fue un laboratorio positivo de recuperación del territorio, pero luego de la firma de la paz era frecuente el debate sobre quién iba a llenar los espacios vacíos que dejó la desmovilización de 10 000 combatientes de las FARC. Todo indica que no los ocupó el Estado, sino delincuentes y con ello hay riesgo de un nuevo ciclo de violencia.

Hace diez años publiqué un artículo sobre la seguridad en Venezuela titulado La guerra que viene y finalmente la guerra llegó. Restablecer la paz en Venezuela será doloroso, tomará muchos años, costará muchas vidas y requerirá invertir cuantiosos recursos. Lo que está ocurriendo era totalmente predecible e igual ahora se puede prever que en otros países de la región se están incubando las condiciones que podrían generar grandes explosiones de violencia y en algunos casos hay peligro de que se vuelvan endémicas (ojalá me equivoque).

Que la concentración de la riqueza provoque inseguridad puede resultar lógico, pero que esta se multiplique cuando se está distribuyendo, como ocurrió en Venezuela, acaba con uno de los grandes mitos que relacionan pobreza con inseguridad. India tiene más pobres que Estados Unidos; sin embargo, hay más homicidios por habitante en Estados Unidos. La pobreza no genera mecánicamente inseguridad, lo que sí genera inseguridad son el empobrecimiento moral, la debilidad del Estado, la cultura de corrupción y la polarización política-social. Un largo periodo de inestabilidad política, de división interna o la distorsión o extinción de los valores cívicos pueden tener un efecto mucho más negativo en la seguridad que una severa inequidad. El caso más clásico y emblemático es Sicilia, en Italia, donde existe una relación directa entre la historia de guerras, inestabilidad y violencia con la cultura de rechazo al Estado y por lo tanto con el poder de la mafia.

Es común en el debate político preocuparse por la privatización de la salud, del agua, la educación, etcétera, pero muy pocos se preocupan por la privatización de la violencia, que debe ser un monopolio del Estado. La existencia de criminales dominando territorios es en última instancia privatización de la violencia. Si el Estado deja espacios vacíos de autoridad, los criminales los llenan.

Cuando el crimen se desarrolla le quita al Estado tres monopolios esenciales: la violencia vía grupos armados, la justicia a través de ejecuciones y la tributación vía extorsiones. El crimen organizado alcanza su más alto nivel de desarrollo cuando cuenta con poder financiero, poder armado, autoridades cooptadas o infiltradas, territorio, base social, conexiones globales y una cultura criminal en expansión. La cultura criminal se manifiesta en la fase más avanzada de dominio territorial y arraigo social; en esta el delincuente es el ejemplo de persona exitosa y su relación con la comunidad se vuelve normal. Los narcocorridos, el lenguaje oral y corporal de las maras centroamericanas, las impresionantes tumbas de los narcos en Culiacán, el culto a Pablo Escobar, al santo Malverde o las figuras de los miembros de la banda del Koki que se venden en Caracas son ejemplos de cultura criminal.

El dominio territorial le da al crimen ventaja para fortalecerse, reproducirse y multiplicarse. La estabilidad le garantiza reclutar, armar, entrenar, planificar y organizar redes de inteligencia. Cuando el Estado acepta que la delincuencia controle un territorio, está tolerando que los ciudadanos que viven en esos territorios puedan ser impunemente asesinados y extorsionados, que los niños puedan ser reclutados y las niñas violadas y que los negocios de gente trabajadora puedan ser apropiados por criminales. Cuando todo esto ocurre ya no se trata de un problema de seguridad pública, sino del camino a convertirse en Estado fallido.

Eso es Haití ahora y por ello la muerte del presidente Jovenel Moïse fue en realidad un asesinato anunciado. Conforme a datos de la Comisión Nacional de Desarme de Haití hay en este pequeño país al menos 77 grupos delictivos armados y la Red Nacional de los Derechos Humanos habla de una “gansterización” de la política. Gabriel Gaspar, exsubsecretario de Guerra del gobierno del expresidente Ricardo Lagos de Chile, señala que “las pandillas haitianas están fuertemente armadas, exhiben su poder y controlan territorios, especialmente en la capital. Las pandillas están agrupadas en una federación criminal conocida como G9, liderada por Jimmy Barbecue Cherizier, un expolicía que utiliza lenguaje populista criticando a los “oligarcas”. Solo en junio estas bandas realizaron doscientos secuestros y asesinaron a treinta policías. Mucha pobreza, un Estado débil y una policía que no controla el territorio han derivado en un potente poder criminal”. En este contexto es inevitable que los criminales se conviertan en un instrumento del poder económico y político, y que a su vez el poder económico y político termine convertido en un instrumento de los criminales. En algunos lugares del continente la delincuencia ya es un poder fáctico que se está cruzando con la clase política.

Los pactos formales o de facto con delincuentes resultan de la debilidad del Estado o de la presión pública electoral por reducir los homicidios y la violencia. La indiferencia o el pacto aparecen como el camino más rápido para mostrar resultados, pero a costa de sufrir una explosión criminal mayor a futuro porque el Estado no resuelve su debilidad y el crimen gana condiciones para fortalecerse. La delincuencia no es fenómeno estático, sino expansivo, ya sean grandes cárteles o pandillas; por lo tanto, cuando no se le combate crece. No hay razones objetivas para suponer que los delincuentes limitarán su actividad por su propia voluntad, lo único que puede detenerlos es la fortaleza del Estado.

La visión ingenua del chavismo sobre la delincuencia nos recuerda la fábula del escorpión que le pide a la rana que le ayude a pasar el río. Esta acepta con la condición de que no la vaya a picar. A mitad del río el escorpión picó a la rana, que pregunta sorprendida: “¿Por qué me picaste, los dos vamos a morir?”. El escorpión le responde: “Lo siento, es mi naturaleza”.

* Exjefe guerrillero salvadoreño, consultor en seguridad y resolución de conflictos. Asesor del gobierno de Colombia para el proceso de paz.

Ensayo publicado el 1 de septiembre de 2021 en la Revista Nexos (México).

Crímenes sin Castigo | Expulsados por la violencia
En los juzgados de La Haya son cada vez más frecuentes los casos de venezolanos que dicen ser perseguidos por grupos armados del oficialismo, y aun así les niegan el asilo

 

@javiermayorca

El 19 de agosto, el tribunal de La Haya declaró con lugar el recurso de impugnación de una venezolana contra una decisión emitida por la Secretaría de Estado de Justicia y Seguridad del Reino de los Países Bajos, que le negaba el asilo y le ponía un límite a su estadía en el territorio neerlandés.

La mujer huyó de Venezuela luego de ser “maltratada y amenazada por miembros de la banda criminal Adrián y Sleiter”, indica el expediente del caso, en referencia a la organización comandada por Adrián José Rodríguez Gudiño y Sleiter José Leal Méndez, que opera en varios municipios del Zulia.

Un informe de la Policía Nacional, emitido en marzo de este año, indica que este grupo continúa en actividad, a pesar del asesinato de Leal Méndez, perpetrado en el sector Fontibón de Bogotá, tal y como lo reportó el diario El Tiempo en junio de 2020. En el mismo tiroteo, los sicarios ultimaron a la mamá de este hombre e hirieron a un hijo.

El punto central de la petición de asilo fue que los pandilleros “tienen vínculos con las autoridades”, lo que les permite adelantarse a sus acciones, y aprovechar los momentos en los que la víctima se encuentra sin protección.

El gobierno neerlandés había rechazado este argumento, debido a que la referida banda “solo está activa localmente, y no se ha demostrado que tenga un vínculo con las autoridades centrales”. Por lo tanto, según esta lógica, a la mujer le tocaba mudarse de ciudad, no de país.

El litigio se enredó cuando la demandante venezolana argumentó que la organización de Adrián y Sleiter también era un colectivo.

Esto permitió presentar ante el tribunal un informe del Ejecutivo neerlandés, según el cual se trata de “grupos armados irregulares que consisten en personas progubernamentales que, entre otras cosas, ayudan a las autoridades a reprimir manifestaciones”. Estas organizaciones, indica la evaluación, “tienen presencia en casi toda Venezuela”.

“Cada colectivo tiene vínculos con el gobierno de Maduro, pero estos vínculos difieren tanto a nivel jerárquico como ideológico”, indica el documento.

El número de colectivos en Venezuela es una incógnita. La única cifra parcial fue suministrada en 2013, durante la gestión de Miguel Rodríguez Torres en Relaciones Interiores. Según ese estimado, eran alrededor de cien.

Aunque los colectivos aparentemente se mueven por razones ideológicas, dentro de la policía judicial figuran en los mismos listados de las bandas criminales, que generalmente persiguen ganancias económicas. Un informe elaborado en 2014 por ese cuerpo de seguridad ubica a La Piedrita entre las principales bandas del Distrito Capital. Dos de sus dirigentes estaban entre los más buscados.

A partir de la crisis política de 2002, Chávez inició un proceso de suplantación de los llamados círculos bolivarianos por los colectivos, que ya existían como agrupaciones culturales, religiosas, deportivas y de discusión ideológica en la parroquia 23 de Enero. Este respaldo gubernamental dio a los colectivos otra dimensión.

En la era de Maduro, los colectivos han sido convocados públicamente en dos oportunidades para la defensa armada del régimen (2014 y 2017). Además, se han incorporado en los ejercicios de defensa cívico militares y en la distribución de alimentos, desde la creación de la misión Abastecimiento Soberano.

En La Haya, cuando una persona solicita asilo debido a la persecución por colectivos, el asunto debe ser evaluado. En el caso de la venezolana que demandó al gobierno neerlandés, el recurso fue declarado con lugar cuando el juez Fluttert llegó a la convicción de que la agencia gubernamental “no prestó atención a la información de fuentes públicas sobre los grupos armados en Venezuela y sus vínculos con el Estado”.

“El hecho de que la pandilla Adrián y Sleiter no sea mencionada en un mensaje oficial no significa que esta pandilla no tenga vínculos con el Gobierno”, afirma la sentencia.

Esta es apenas una secuela de la violencia generalizada en el país. Casos como el de esta venezolana han sido verificados en Colombia, Panamá y Estados Unidos.

“El tema de la persecución por colectivos y en general grupos armados tiene peso”, afirmó la responsable de investigación en temas migratorios del Centro de Derechos Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello, Ligia Bolívar.

“Se considera que se trata de grupos que actúan al amparo de organismos del Estado, y pueden considerarse como corresponsables de violaciones de derechos humanos”, añadió.

El tema de los colectivos y los grupos armados no estatales no solo es tomado en cuenta por los Países Bajos. En días recientes, el ministerio de Justicia y Seguridad Pública de Brasil lo refirió en su estudio sobre el “país de origen” de los solicitantes de refugio y asilo. Para el gigante suramericano, actualmente Venezuela se caracteriza por su “violencia generalizada”.

“La violencia puede emanar de agentes estatales o no estatales, y cuando emana de los primeros, o de otros que lo hacen por instigación o con el consentimiento de autoridades del Estado, los perpetradores gozan de impunidad”, advierte el informe.

En algunas oportunidades, añade, las autoridades “no pueden controlar eficazmente” la violencia que emana de agentes no estatales.

Pareciera entonces que cualquier persona podría obtener refugio en el exterior alegando que fue objetivo de estos grupos armados. Sin embargo, en algunas oportunidades estas peticiones pueden ser negadas, y los litigios posteriores pueden ser fallados en contra de los demandantes.

El mismo tribunal de La Haya, por ejemplo, declaró infundada la apelación de otra venezolana, en junio. La mujer también alegó que era perseguida por los colectivos armados. Inicialmente, huyó del país a México, en 2016. Al año siguiente, se mudó a los Países Bajos. Pero su solicitud de asilo fue formulada en junio de 2019. Esta tardanza de dos años suscitó las sospechas de las autoridades neerlandesas. Ella intentó justificarse, indicando que temía que la deportaran antes de haber finalizado su tratamiento de la hepatitis C.

Estos casos están llegando a raudales al referido juzgado, en la medida en que se prolonga la emergencia humanitaria. De acuerdo con las estadísticas de la Unión Europea, en 2019 y 2020 Venezuela fue el tercer país de los solicitantes de asilo procedentes de naciones no europeas, solo superado por Siria y Afganistán. Las cifras de ambos años suman unos 70.000.

De la revisión de varios expedientes surge una conclusión preliminar. En los Países Bajos, y quizá en el resto de Europa, nadie niega las duras condiciones en las que deben sobrevivir los venezolanos, así como los riesgos derivados de la violencia y la inseguridad. Y que por esta razón muchos de ellos tocan las puertas del Viejo Continente. Sin embargo, las solicitudes de asilo son negadas cuando los hechos alegados para tales peticiones no están bien documentados, o cuando se percibe el propósito de engañar a la autoridad. Esto solo garantiza un boleto de avión, de vuelta a casa.

Breves

El 19 de agosto, un grupo de emigrantes venezolanos envió una carta pública al primer ministro de Curazao Gilmar Pisas, con el fin de expresar “inquietudes y preocupaciones” relacionadas con el programa denominado Integración Responsable, que adelanta ese gobierno para afrontar la situación de los indocumentados, en su mayoría venezolanos que huyen de la emergencia humanitaria. La misiva de cinco páginas propone que ese plan también cubra a los venezolanos que han llegado de forma subrepticia en embarcaciones durante los últimos meses.

Naciones Unidas calcula que en Curazao están 17.000 venezolanos. Sin embargo, el comisionado de la OEA para el tema de estos emigrantes, David Smolansky, cree que podrían ser 26.000.

Estos venezolanos son presa fácil de gestores. La carta dirigida al primer ministro plantea que se active una oficina especial para la tramitación de los documentos de estos nacionales, y así disminuya la oportunidad para la corrupción. En Curazao, estos sujetos “piden cantidades exorbitantes de dinero para realizar los trámites ante la Oficina de Labor y la de Inmigración, para luego obtener una respuesta negativa a sus solicitudes, ocasionando pérdidas cuantiosas”, se afirma en el documento.

Al cierre de esta entrega se conocen los primeros resultados de la pesquisa en torno al robo de una remesa de euros y dólares, perpetrado el jueves 26 de agosto en la avenida Boyacá, frente al colegio La Salle. Los investigadores de la policía judicial identificaron a Dixon Daniel Fernández, de 47 años de edad, como la persona que suministró la información sobre el traslado de la remesa, en dos camionetas blancas, desde el Banco Central de Venezuela hasta el Banco Occidental de Descuento, en La Castellana. Fernández laboraba como escolta de esa caravana.

Sin embargo, la intercepción de los vehículos donde iba el dinero corrió a cargo de sujetos con vestimenta y motos propias de la Policía Nacional, que por cierto tiene una sede en la estación del teleférico de Maripérez, a muy pocos metros del sitio donde se llevó a cabo el robo.

 Hasta ahora solo han identificado a dos funcionarios de la PNB: Richard Rafael Rodríguez y Roger José González Bracho, ambos de 31 años de edad. La primera minuta establece que el robo contó con la participación de doce individuos, por lo que todavía se desconoce los nombres de los otros diez involucrados. Este caso se inscribe dentro de una nueva etapa de los delitos contra la propiedad, en la que las víctimas son empleados o dueños de comercios pequeños y medianos, que son despojados de las remesas cuando están cerrando las operaciones de los negocios, o cuando trasladan cantidades considerables de divisas producto de las ventas o destinadas a los pagos de nómina.

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Despacho de Guaidó envía alerta internacional y pide elevar medidas y presión contra Maduro
En un comunicado se explica que Maduro, con el ataque de los colectivos, se valió de «procedimientos propios de una mafia o grupo criminal» e intentó «un magnicidio»

El despacho del presidente encargado de la República y de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, emitió este sábado, 29 de febrero, en horas de la noche, una «alerta internacional» para informar a la comunidad mundial sobre el ataque armado de «colectivos» identificados como seguidores de Nicolás Maduro, contra una manifestación que el mismo líder opositor encabezaba en Barquisimeto, estado Lara, y que terminó con varios lesionados, incluyendo un adolescente de 16 años herido de bala en una pierna.

El comunicado indica que la arremetida se hizo contra Guaidó, su equipo de trabajo y representantes de medios de comunicación que cubrían la marcha en el oeste de la capital larense.  Allí, dice el texto, «dispararon armas de fuego, robaron vehículos y secuestraron personas».

La misiva, difundida en redes sociales por el Centro de Comunicación Nacional, indica que el ataque representó «un atentado directo a la vida del Presidente encargado» así como «una nueva muestra de desesperación del régimen». 

Apunta también que, con esta actuación, Maduro se valió de «procedimientos propios de una mafia o grupo criminal» e intentó «un magnicidio».

Ante ello, se pide a la comunidad internacional «elevar de manera decisiva las medidas y la presión que se ejerce» contra Maduro.

Para el despacho de Guaidó, lo sucedido «es producto de un mensaje de instigación a delinquir», dirigido por Maduro y Diosdado Cabello, líder del PSUV y de la asamblea nacional constituyente. Este último, recuerda la nota, dijo en su programa de televisión que lo que se había hecho con el presidente de la AN a su llegada al Aeropuerto Internacional Simón Bolívar de Maiquetía –cuando fue agredido por colectivos que lo empujaron y golpearon- «había que hacerlo en todas partes».