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Cárcel

Al salir de la cárcel el expresidente agradeció a sus seguidores que además han mantenido una vigilia por 580 días
Los investigadores del caso Lava Jato temen que pueda haber impunidad

El expresidente de Brasil, Lula Da Silva salió este viernes de la cárcel – en la que había estado más de un año – luego de que la Justicia ordenase su liberación por decisión del Tribunal Supremo de que los condenados ingresen a prisión cuando tengan una sentencia firme.

Según El País de España, los abogados de Da Silva presentaron esta mañana la petición de puesta en libertad inminente. El juez federal, Danilo Pereira aceptó el recurso y autorizó la salida de prisión del exmandatario.

Tras abandonar el centro de detención el expresidente ha ofrecido un discurso sobre un escenario montado momentos antes frente al edificio por el que ha salido en libertad. Se espera que después vaya a su casa en la ciudad de Sao Bernardo, en São Paulo, este mismo fin de semana para estar con su familia. 

«Queridos compañeros y queridas compañeras, no saben lo que significa que yo esté aquí con ustedes. Toda mi vida he estado hablando con el pueblo brasileño y no pensé que hoy podría estar aquí», aseguró Lula tras abandonar la prisión.

Igualmente la presidenta del Partido de los Trabajadores (PT), Gleisi Hoffmann, informó a la agencia AFP, que Da Silva tiene intención de agradecer a las personas que realizan una vigilia de apoyo en Curitiba, desde hace 580 días, y que una de sus primeras actividades será visitar el Sindicato de los Metalúrgicos de las afueras de Sao Paulo donde inició su carrera política.

Da Silva fue condenado en segunda instancia a ocho años por el caso de corrupción, llamado Lava Jato, donde se benefició de unas obras realizadas por una constructora en un apartamento que frecuentaba.

Los investigadores de este caso emitieron un comunicado tras la decisión del Tribunal Supremo y temen que pueda haber impunidad. 

Hasta el momento el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, no se ha pronunciado sobre la decisión del Supremo y la liberación del expresidente.

*Con información de El País y AFP

CEV pide establecer responsabilidades por muertes en cárcel de Acarigua

LA CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA (CEV), lamentó los hechos violentos que se originaron el pasado 24 de mayo en un recinto policial en el estado Portuguesa, y pidió hacer justicia en el caso.

A través de un comunicado, exigió al Estado venezolano que inicie las investigaciones necesarias para aclarar la situación que dejo más de 20 muertos.

La CEV sostuvo que la Iglesia Católica “condena estas muertes y hace un llamado al Estado para que adopte medidas inmediatas que garanticen la vida y la integridad de las personas detenidas e inicie, a través de las instancias pertinentes las investigaciones correspondientes, a fin de determinar la responsabilidad de los autores materiales e intelectuales que bien, por acción u omisión hayan promovido y suscitado estas muertes”, dice parte del documento.

En el comunicado, además, insisten en que es “responsabilidad” del gobierno garantizar el respeto a los derechos humanos de todas las personas que se encuentran privadas de libertad.

¿La cárcel o la tumba?: cuestionando las alternativas de los jóvenes varones de las zonas populares de Caracas

JUAN ES UNO DE LOS MILES DE JÓVENES habitantes del oeste de Caracas. A él, como a la mayoría de sus vecinos le ha tocado lidiar con la violencia desde niño. Algunos de sus panas, de su mismo grupo etario, son malandros y los ha visto morir ya sea por enfrentarse a bandas de delincuentes rivales o por haber caído en un operativo policial.

También ha tenido que enterrar a conocidos que fueron asesinados por “equivocación” de un escuadrón de funcionarios cuya edad no sobrepasa los 25 años. En su entorno, los jóvenes son víctimas y victimarios pues los policías también suelen vivir en barrios como los de Juan.

En 2018, de acuerdo con datos recogidos por Monitor de Víctimas, un proyecto que combina la investigación periodística con el trabajo comunitario de Caracas Mi Convive, 65 % de las muertes violentas en Caracas, fueron de varones cuyas edades oscilaban entre los 15 y 29 años. Esta puede ser una de las razones por las que Juan, a los 16 años de edad, creía que para él solo había dos opciones: la cárcel o la muerte, educarse no figuraba entre sus planes. Su más alto valor era hacerse respetar y, arriesgar la vida en un atraco, podía ser una oportunidad para adquirir fama de varón.

En Caracas, a este tipo de comportamiento trasgresor de adolescentes y jóvenes como Juan, las fuerzas de seguridad del Estado lo enfrentan con más violencia, lo cual no ha bajado la incidencia delictiva.

Para demostrar que existen otras alternativas, Caracas Mi Convive ideó el programa “Vamos Convive” donde, con el apoyo de mentores que viven en la zona, jóvenes como Juan y sus panas pueden obtener un empleo en la empresa privada mientras, paralelamente, son entrenados en el manejo del autocontrol, cómo acceder a un empleo formal y mantenerse dentro de ellos.

Los resultados ya se están viendo. Y demuestran que en Venezuela, pese a un entorno violento, existe futuro cuando se emplean las herramientas y el lenguaje adecuado. Luego de un mes de trabajo, Juan fue felicitado por primera vez y a este gesto de sus mentores le dio un Me Gusta.

 

Aquí el informe: ¿La cárcel o la tumba?: cuestionando las alternativas de los jóvenes varones de las zonas populares de Caracas

 

La Carcel o La Tumba by Yeannaly Fermin on Scribd

 

Lula Da Silva fue condenado a 12 años de prisión en nuevo caso de corrupción

LA JUSTICIA BRASILEÑA condenó este miércoles al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva a 12 años y 11 meses de cárcel en otro caso por delitos de corrupción y lavado de dinero, informaron fuentes judiciales.

Lula (2003-2010) ya cumple condena desde el pasado abril por otro caso de corrupción, después de que la Justicia diera por comprobado que recibió un apartamento en una playa de Sao Paulo a cambio de sobornos.

En la nueva causa, la jueza federal Gabriela Hardt consideró que Lula se benefició de las obras por cerca de un millón de reales (unos 271.000 dólares) que tres empresas -Odebrecht, OAS y Schain- hicieron en una casa de campo en Atibaia, municipio en el interior del estado de Sao Paulo.

La casa está a nombre del empresario Fernando Bittar, un viejo amigo de la familia de Lula, que la cedió temporalmente al expresidente en 2010 para que pudiera disfrutarla con su familia.

No obstante, según la Justicia, pese a no ser el propietario de la casa de campo, Lula se benefició ilegalmente de las reformas en la misma por parte de empresas que fueron favorecidas en su Gobierno con contratos amañados con la petrolera estatal Petrobras.

Además de Lula, la jueza Hardt condenó a algunos empresarios, entre ellos al expresidente de OAS José Adelmario Pinheiro Neto (1 año y 7 meses de prisión); a Emilio Odebrecht, patriarca del grupo Odebrecht (3 años y 3 meses de cárcel), y a su hijo Marcelo Odebrecht (5 años y 4 meses de detención).

Se trata de la segunda sentencia en menos de dos años contra Lula, de 73 años, quien se encuentra detenido desde el pasado 7 de abril en la sede de la Policía Federal de la ciudad de Curitiba, en el sur de Brasil, por orden del entonces magistrado Sergio Moro.

Moro comandó en primera instancia la operación que destapó las corruptelas en Petrobras, si bien dejó el cargo a finales del año pasado para poder asumir en enero el Ministerio de Justicia en el Gobierno del presidente Jair Bolsonaro.

El juez fue sustituido entonces por Hardt, quien interrogó a Lula el pasado noviembre sobre el caso por el que ha sido condenado este miércoles.

 

Con información de EFE

Madre de hombre que murió al enfrentarse al Cicpc: “Salió de la cárcel y mi vida se convirtió en un infierno”

El 19 de octubre de este año, Maribel Liendo se liberó. Su hijo, Daniel Elisaúl Infante Liendo, de 31 años de edad, murió en San Agustín del Sur al enfrentarse con miembros del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (Cicpc). Antes de morir, el hombre le disparó dos veces a su mamá, sin éxito.

Maribel estuvo este 24 de octubre en la sede forense de Caracas en Bello Monte. Allí contó cómo desde junio su vida se llenó de violencia. «Desde que salió de la cárcel, mi vida se convirtió en un infierno. Sí, él es mi hijo, pero era un delincuente», dijo la mujer, quien es madre de 13 hijos.

Infante Liendo mostró sus primeros comportamientos agresivos en la adolescencia. A los 15 años, los vecinos ya lo señalaban de ladrón. A los 16, durante un robo, asesinó al dueño de una bodega en la calle Marín de San Agustín del Sur. Por este delito fue detenido, juzgado y condenado a 15 años de cárcel. Su sentencia la pagó en el Centro Penitenciario de Aragua, conocido como Tocorón.

Salió peor

Maribel contó que en junio de este año el hombre salió de la cárcel y robó la llave de la casa de uno de sus hermanos para vivir allí. Esta vivienda queda encima del inmueble de Maribel, en la Calle Negro Primero de San Agustín del Sur.

“Él maltrataba a las niñas, sus hermanas. A la de 10 la encerraba y le gritaba. Ella tiene Síndrome de Down. A la de 12 años la sometió y golpeó tres días antes de su muerte. Por eso lo denuncié. Era su vida o la mía”, aseguró Maribel.

Según cuenta Maribel, el martes 16 de octubre ocurrió ese episodio. Al parecer, Infante Liendo sometió en el piso a la adolescente y le pisó el pecho con la rodilla. Inmediatamente la mujer denunció el hecho en la sede del Cicpc ubicada en El Paraíso.

Tres días después, una discusión por el control remoto de la televisión entre ella y el hombre desencadenó en una pelea. “Amenazó con matarme, porque quería celebrarle los 15 años a su sobrina. Fue tal la pelea a golpes que lo apuñalé por el torso y salí corriendo con las niñas. Llegué a la comisaría con el cuchillo en la mano, porque tenía miedo que me persiguiera”, dijo.

Los funcionarios del Cicpc acompañaron a Maribel hasta su residencia en la calle Negro Primero. Eran las 12 del mediodía. “Me lanzó dos tiros desde la ventana por abrirle la puerta a los policías”, manifestó la madre del hombre muerto.

Juez encargado del caso de Lula da Silva ratificó la condena del exmandatario

 

El juez João Gebran Neto, instructor del caso Lava Jato en un tribunal de segunda instancia, revocó este domingo la orden de excarcelación “inmediata” de Luiz Inácio Lula da Silva dictada por otro magistrado y decidió mantener al expresidente brasileño en prisión.

Gebran Neto es uno de los tres jueces que integran la octava sala del Tribunal Regional Federal de la Cuarta Región (TRF-4) de Porto Alegre, corte que condenó a Lula en segunda instancia a 12 años y un mes por corrupción pasiva y lavado de dinero.

El magistrado bloqueó la decisión dictada horas antes por el juez federal de turno Rogerio Favreto, también de segunda instancia, quien este domingo concedió a Lula un “habeas corpus” solicitado por diputados del Partido de los Trabajadores (PT), formación liderada por el expresidente.

En un auto, Gebran Neto determinó que la Policía Federal de Paraná, en cuya sede Lula está preso desde abril pasado, se “abstenga de practicar cualquier acto que modifique la decisión colegiada” de la octava sala del TRF-4.

De esa forma, la decisión de Gebran Neto dejó sin efectos la orden de libertad concedida horas antes a Lula de forma “inmediata” por el magistrado Rogerio Favreto.

Favreto acató hoy de manera sorpresiva un recurso interpuesto por diputados del PT, quienes argumentaron que no había fundamentos para el encarcelamiento de su máximo líder y además pedían que fuese liberado para que participase en eventos de campaña de cara a las elecciones presidenciales del próximo octubre.

Un motín en una cárcel del centro de Venezuela dejó al menos 11 muertos y 28 heridos, informó el viernes una organización no gubernamental dedicada a la defensa de los derechos humanos de los reclusos.

La revuelta comenzó el jueves por la noche en la Comunidad Penitenciaria Fénix, al norte de la ciudad central de Barquisimeto, cuando un grupo de presos tomó por la fuerza a algunos de los guardias y le quitó el arma reglamentaria a uno de ellos. De inmediato se produjo un intercambio de disparos en el que fallecieron dos guardias y nueve presos y casi una treintena de personas sufrieron heridas, indicó en su página de internet la organización Una Ventana a la Libertad.

Tras el tiroteo las autoridades retomaron el control de la cárcel donde están recluidos unos 1.500 presos, dijo a The Associated Press Carlos Nieto, director de Una Ventana a la Libertad.

Entre las personas detenidas en el lugar está el diputado opositor Gilber Caro. Los familiares y abogados del legislador indicaron en sus cuentas de Twitter que desde hace más de tres días no tienen información del diputado.

Las autoridades no han ofrecido hasta el momento comentarios sobre el hecho.

El motín se produjo después de que en la sede en Caracas del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN) se registrara entre el miércoles y el jueves una protesta de los presos que reclamaban mejores condiciones de reclusión y respeto a los derechos humanos.

Las autoridades retomaron la víspera el control de los calabozos de la sede de la policía política y trasladaron a otros penales a 72 reclusos. En el lugar están recluidas unas 340 personas, entre ellas 54 presos políticos y el estadounidense Joshua Holt.

A fines de marzo un violento motín en una comisaría del estado central de Carabobo dejó 68 personas muertas, en su mayoría reclusos.

Venezuela cuenta con una treintena de cárceles donde la población, que alcanza los 57.000 reclusos, enfrenta serios problemas de hacinamiento y violencia generada por bandas que controlan internamente los penales y trafican armas y drogas.

FOTO: Carlos Garcia Rawlins / REUTERS

La primera vez que esta columna de opinión fue publicada hace poco menos de dos años y medio, su contenido fue a propósito de otra celebración más por parte del intento fracasado de golpe de Estado del 27 de noviembre de 1992. Hoy será abordada de nuevo esa fecha, pero con miras a revisar otro acontecimiento que conmocionó a Caracas y a todo el país, a pesar de que pareciera que no muchos lo siguen recordando. Mientras el terror llovía en forma de bombas desde el cielo capitalino, los barrotes de un presidio en el noroeste de la ciudad se teñían de carmesí.

En circunstancias que quedaron poco claras, agentes de seguridad asesinaron a un número grotescamente elevado de proscritos en el infame Internado Judicial de los Flores de Catia, mejor conocido como el Retén de Catia. Se presume que hubo un intento de fuga masiva aprovechando el caos que los golpistas habían desatado en Caracas. La cifra exacta de muertos es un asunto polémico. La versión oficial, emanada del Ministerio de Justicia (en aquel entonces no se acostumbraba a recargar de pomposidad los nombres de los despachos públicos) fue de 63. Pero otras fuentes, incluyendo a algunas autoridades, presentaron números mayores.

Una nota de El País de Madrid sobre los hechos siniestros recoge las declaraciones del gobernardor de Caracas de la época, Antonio Ledezma. El hoy dirigente opositor exiliado recordó que ya había advertido antes sobre la “bomba de tiempo” que era aquella cárcel. En efecto, el hacinamiento era un problema mayor: para el momento de la matanza, unos 3.000 reos superaban por amplio margen la capacidad del penal.

Pero además, las denuncias sobre violencia, corrupción y condiciones inhumanas dentro de la cárcel llevaban más de una década en el aire. En los años 70 apareció el libro Retén de Catia, una novela de Gustavo Santander (bajo el pseudónimo de Juan Sebastián Aldana) sobre los horrores vividos tras esas rejas. Sus páginas fueron llevadas a la pantalla grande en 1984 por el director Clemente de la Cerda.

En fin, a la masacre siguió el Vía Crucis de los familiares de las víctimas. Días y días peregrinando los alrededores de la cárcel, recorriendo hospitales y yendo a la morgue.

Mucho tiempo después, en 2006, el Estado venezolano reconoció su responsabilidad en los hechos durante una audiencia pública de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Hacerlo era políticamente fácil para la autoproclamada Revolución Bolivariana. Después de todo, los dedos acusadores podían dirigirse hacia la “perversa cuarta repúlica”. De hecho, el estado de las prisiones durante esas cuatro décadas es un argumento recurrente en el aparato de propaganda oficialista para imponer la noción de que durante el período democrático las violaciones de los Derechos Humanos eran un patrón sistemático que opacó las tropelías de Pérez Jiménez y que solo encuentra parecido regional en las dictaduras del Cono Sur. Aquellos desmanes, nos gritan desde el Ministerio de Comnucación e Información, siempre quedaban impunes. O solo pagaban por ellos los ejecutores directos, agentes de poca monta, sin que los miembros de la “oligarquía” que movía los hilos sufrieran las consecuencias, como dicen que ocurrió con el cruento asesinato de Jorge Rodríguez padre.

Pues bien, cuando por enorme desgracia se acerca el vigésimo aniversario de una revolución que tomó el poder con la promesa de dar al traste con absolutamente todos los defectos de la “cuarta”, la efectividad en el cumplimiento del juramento es muy clara. Para muestra tenemos el horripilante desenlace de lo que comenzó con una riña entre carceleros y reos en un calabozo de la Policía de Carabobo. El incendió que a raíz del pleito se desató terminó cobrando las vidas de al menos 68 personas. Es una cifra espantosa, mayor a la que quedó registrada en Catia aquel noviembre. Las imágenes desgarradoras de los familiares de las víctimas llorando de dolor e impotencia conmocionaron a personas en todo el mundo y hasta llegaron a ocupar la primera página de un diario de reputación global como The New York Times. En la propia Venezuela, mientras periodistas se esforzaban por aclarar el proceso que desembocó en tanto horror, la televisora que se financia con dinero público no decía ni una palabra sobre la tragedia, pues estaba muy ocupada transmitiendo mensajes de propaganda oficialista con el espírito pascual como excusa.

Tuvieron que pasar no una, ni dos, sino ocho horas tras la catástrofe para que el gobernador de Carabobo se pronunciara al respecto. Unas palabras expresadas con el rostro de frente al país eran de rigor, pero el mandatario regional optó por un mensaje escueto en sus redes sociales. Unos policías señalados como responsables del enfrentamiento dentro de la mazmorra fueron detenidos, y miembros de la dirección del organismo de seguridad estadal, destituidos. No obstante, los ciudadanos se preguntan con estupefacción cómo es posible que los señalamientos y las penalidades solo lleguen hasta ahí.

Sería inadmisible omitir que, no conforme con que la matanza de la semana pasada haya probablemente superado en número de muertos a la del Retén de Catia, la misma debe añadirse a otras calamidades de naturaleza similar acaecidas en la última década: masacres en El Rodeo, en Uribana, en la Penitenciaría General de Venezuela y en Puerto Ayacucho. Todas ellas suman centenares de cadáveres, personas con Derechos Humanos a pesar de sus delitos.

Que hoy haya que hacer un recuento tan nefasto es algo que no pudo ser evitado por el detalle de que Venezuela cuenta con un Ministerio de Sistema Penitenciario, un cargo con nivel de gabinete dedicado exclusivamente a las cárceles. Este despacho fue creado por Hugo Chávez luego de que la cartera de Relaciones Interiores, Justicia y Paz perdiera el control sobre las prisiones (hecho injustificable en sí mismo). No tiene ningún sentido preguntar si desde entonces ha habido mejoras. La realidad nos ha gritado la cruel respuesta incontables veces. Llama la atención que un gobierno muy dado a rotar ministros entre diferentes cargos haya eximido de tal suerte a quien le encargó recuperar las penitenciarías. En cuanto a la última hecatombe, la sempiterna funcionaria se limitó a lamentar los hechos, aclarando que no le competen.  De todas formas, con la elegancia en el léxico que la caracteriza, la ministra ya ha dejado claro que solo le esperan insultos a quien ose cuestionar su gestión.

Desde el Ministerio Público hubo un reconocimiento de que en las celdas de Policarabobo había un “hacinamiento exacerbado” que habría desatado la calamidad. Esta situación se repite en los centros de detención a lo largo y ancho del país y las expectativas de progreso son nulas.

Igualmente priva el escepticismo con respecto a lo que debería ser una obligación moral por parte de las autoridades venezolanas y sus seguidores. A saber, dejar de usar la masacre del Retén de Catia como argumento propagandístico, dada la situación penitenciaria actual. De vuelta a este hecho, lo peor es que al parecer el interés por aquella aberración se restringe a campañas mediáticas. En noviembre pasado, Cofavic recordó que el Estado venezolano “no ha cumplido todas las obligaciones” de la sentencia de la CIDH. “No se ha identificado los restos de las personas desaparecidas ni se ha entregado esos restos a los familiares. Nadie ha sido enjuiciado ni condenado por este caso”, reportó la ONG en un texto difundido por este portal.

 

@AAAD25