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In rigor revolucionaris

@ArmandoMartini 

Algunos colectivos y ciertos funcionarios dejan a la gente in rigor mortis, pero el régimen, entre hipocresías, falsedades y expectativas nos tienen in rigor revolucionaris (a la Conferencia Episcopal disculpas por el tosco latín, son vainas revolucionarias), suspendidos en nuestras casas y poca calle. Obligados a la vida familiar queramos o no. La pandemia es la causa fundamental, sin duda más peligrosa y letal que las perniciosas gansadas, corrupción pestilente, bandidaje constante y decidido, que a lo largo de 20 años ha aplicado el socialismo-castrista-criollo-militarista venezolano, nacido para desgracia entre oscuras ingenuidades castrenses y apetencias de civiles políticamente relegados.

Una sumatoria de complejos y acomplejados que destartalaron una democracia que, cargada de fallos, era mucho más consciente, digna y eficiente que estos supervivientes quienes cada mañana desenchufan sus conciencias y suben el volumen a la tiranía.

La plaga del coronavirus y la cuarentena nos obligan a reflexionar, a pasar el tiempo inventando qué hacer, poniendo a prueba la creatividad. La parte buena, reencuentros, intercambios personales y familiares, reparar cosas del hogar largamente olvidadas o dejadas para después. Lo malo es que, a lo largo de los días, uno tras otro, esos tiempos se agotan rápidamente, nos llega el aburrimiento a las rodillas primero, al pecho, rápidamente al cuello y amenaza con asfixiarnos, ahogarnos. Esa perspectiva agiliza el pensamiento; puede ser positivo para planificar, o negativo para reclamar; echarle culpas al régimen castrista, opresor; a la oposición codiciosa, interesada, oportunista, cohabitante, corredores de arrugas que ya han desgastado sábanas que no por bien lavadas están más fuertes.

Quizás la autocracia reflexione y comprenda que nadie le cree, si dice 70 contagiados -chavistas incluidos- la gente especula que hay al menos 100; si ofrece pastillas contra la malaria las personas piensan que son basura cubana y, en el mejor de los casos, solo alcanza para unos pocos. Tenemos un régimen que reprime y manda, pero no es respetado ni apreciado, aislado, sin reconocimiento, censurado por naciones democráticas y libres, con media población huyendo despavorida, primer infecto por su propia peste que no es de virus sino de talento corto y perversión larga.

Pero también debe reflexionar la oposición, son demasiados años ofreciendo cambios que nunca alcanzan ni ejecutan, esgrimiendo disculpas reiterativas, comprometiendo la palabra sin voluntad de honrarla, reyes de las protestas que cambian de ruta y destino cada vez; manifestaciones que nunca llegan donde ofrecieron. Y últimamente explorando acomodos de avenencia con la excusa de contrarrestar el coronavirus. A ellos, cada vez menos, la ciudadanía los ve con ilusión y esperanza, pero sin fe. Los ciudadanos, una minoría, acuden al llamado de calles como el enamorado que en tiempos pretéritos caminaba frente a la casa de la joven que lo hacía suspirar, y se pasaba años en eso, sin esperanza, la figura aquella de tangos y boleros con los suspirantes sin posibilidades.

La perversa enfermedad venezolana es el crecimiento de la expectativa y pérdida de confianza. Un pueblo en cuarentena de ilusiones, ¡problema que ningún brebaje, pastilla ni vacuna puede sanar! Quien sabe, en Miraflores y ministerios cargados de burocracia e incompetencia cambiarán, quienes los sustituyan nos alegrarán las expectativas, pero la realidad, la verdad de todos los días, esa tendremos que cambiarla a mano limpia y hombro empeñoso cada uno de nosotros. Los ciudadanos.

Solo entonces tendremos el país, la nación que merecemos, la que sepamos construir y ganarnos.

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