realidad archivos - Página 2 de 4 - Runrun

realidad

Que la realidad se haga recuerdo, por Gonzalo Himiob Santomé

Altamira10MFotoDonaldoBarros1SMALL-

 

Ojalá que pronto nos toque. Me refiero a solo recordar, a solo mirar hacia atrás con los ojos de la memoria luego de pasar estas oscuras páginas que nos están ahogando y que, en su inclemente asedio, nos fuerzan día a día a focalizarnos en cada nueva situación, en cada nuevo ataque, en cada nuevo absurdo. Todos los días debemos enfrentarnos a nuevos descaros, a nuevos desgarros, a nuevos y perversos árboles que, por cotidianos y continuos, nos llevan a veces a olvidar que son parte de un mucho más tupido y tenebroso bosque que ya acumula casi veinte años creciendo e invadiendo cada uno de nuestros espacios, asfixiándolo todo a su paso. Como en Venezuela cada día hay una herida nueva que lamer, ya no tenemos tiempo de verle a nuestra nación la piel ya casi completamente cubierta con marcas y cicatrices.

Hoy por hoy somos la prueba indiscutible y fehaciente de que aquella Ley de Murphy, la que nos enseña que cada vez que crees que no puedes estar peor, lo más seguro es que estés equivocado, es cierta. Me vienen a la mente la cantidad de veces que en estos últimos lustros todos hemos pensado, ante alguna nueva felonía del poder, ante algún nuevo desplante o ante alguna ingrata e inesperada sorpresa oficial, que ya habíamos llegado al “llegadero”, que ya no daríamos más, que la frágil burbuja que es nuestra realidad diaria estallaría, solo para darnos cuenta al cabo de unos instantes de que no era así. Siempre nos ha tocado comprender, por las malas, que aún podríamos, tendríamos y tendremos que soportar mucho más. Lo malo es que en eso se nos han ido años, ya virtualmente una generación completa, y el poder abusivo se apoya siempre en nuestra capacidad de acomodo, en nuestra capacidad de adaptación. Tergiversa nuestra irredenta voluntad de supervivencia, la trata como si fuese su logro, y se nutre de ella para seguir abonando sus patrañas.

En muy pocos años me voy a montar en lo que en Venezuela llamamos “el medio cupón”, refiriéndonos con ello, no sin cierta ironía en un país en el que hasta por no tener plata en la cartera, o por tener un celular “chimbo”, un malandro puede apagarte mucho antes de tu momento natural, a los cincuenta años de edad. Me doy cuenta, y quizás allí está la razón del tono un tanto descorazonado de esta nota, de que, como muchos de mis compañeros etarios, ya voy a cumplir casi la mitad de lo que en cualquier parte del mundo es tenido como la “vida útil” de cualquier ser humano no forjándome una vida sino simplemente sobreviviendo. Todo porque a unos individuos de dudosa calidad intelectual y humana, apoyados por quienes creían ilusos que podrían controlarlos, un día decidieron que “era su momento” y montados la mayoría de ellos no en sus méritos, que no los tenían, sino en su odio y su resentimiento, se hicieron del poder prometiendo ilusiones que, hoy casi todos lo tenemos claro, no eran más que falacias y cuentos de camino.

No somos eternos. La “pelona” en estos últimos días, llevándose a Alirio, a Inocente, a Brenda y a muchos otros, nos lo ha recordado con particular frialdad. Mi padre, por ejemplo, hace poco me hablaba de sus expectativas a futuro. A nosotros, que somos lo que llaman “adultos contemporáneos” estas inquietudes aún se nos escapan, pero a otros que ya llevan unos cuantos kilómetros más recorridos, no. Sus más de setenta años a cuestas le recuerdan todos los días que debe ponderar muy bien sus opciones y decisiones vitales. Para él, cada minuto cuenta. No está para esperar la perfección de los tiempos de Dios, para recaídas infructuosas en estrategias de aguante indefinido ni mucho menos para continuar en la misma incertidumbre.

Esto es importante, y es un llamado de atención a nuestra dirigencia política. Como ciudadanía hemos crecido, y conocemos muy bien los altísimos costos del mesianismo, del populismo, de los atajos apurados y de las improvisaciones, pero también sentimos y sabemos que en una Venezuela como la de ahora las urgencias son la regla y su atención seria y contundente es prioridad absoluta. Ya no hay espacio para juegos de “toma y dame”, ni tenemos capacidad de maniobra. El hambre acecha y la muerte ronda, no metafóricamente, sino en la dura realidad.

Por eso, sin más galimatías ni retruécanos, es hora de cerrar este capítulo. Venezuela lo exige. Es hora de convertir esta oscura realidad en un mal recuerdo y de abrirle las puertas a un mejor futuro en el que nadie tenga que preguntarse si vale la pena o no seguir acá, luchando y viviendo.

@HimiobSantome

La emergencia en Venezuela es ahora por Roberto Patiño

emergencia

 

Nadie puede ignorar la escala de la crisis en la que nos encontramos. Es, sin duda, la más grave en nuestra historia, y no es una exageración decir que es también una de las mayores que se haya producido en Latinoamérica. Se manifiesta y nos afecta en todas las instancias de la vida nacional.

 

La semana de validación de las firmas para la activación del referendo revocatorio se produjo entre tensiones, amenazas y francas acciones de represión y provocación. El gobierno, en sus diferentes expresiones de Estado, instituciones y fuerzas policiales y militares, lejos de tender puentes y buscar salidas, generó insistentemente un escenario de agresión, alimentado por el descrédito y el desánimo.

 

La respuesta de la gente fue todo lo contrario. Con grandes esfuerzos, constancia y solidaridad se llevó a cabo un proceso en el que participaron masivamente  los validantes  convocados y las personas y organizaciones que, en todo el país, buscaron apoyarlos  y ayudar.

 

Durante esa semana, también, pareció producirse un breve espacio de distensión en la escalada de saqueos y manifestaciones de descontento popular que, solo unos pocos días antes, había alcanzado un nivel crítico en los terribles sucesos ocurridos en Cumaná.

 

El mensaje fue claro: los venezolanos preferimos apostar por una salida democrática e incruenta, a pesar de las inmensas dificultades planteadas, que sumarnos a la violencia incentivada que pretende llevarnos cada vez más cerca de una confrontación fratricida.

 

En otras ocasiones, me he referido a la necesidad de apelar a lo mejor de nosotros mismos para superar las situaciones más terribles. Lo sucedido durante esa semana no ha hecho sino validar la creencia de que esa convicción se encuentra en las grandes mayorías de nuestro país.

 

Pero es una convicción de convivencia atacada y cuestionada, que a duras penas logra mantenerse a costa de inmensos esfuerzos y grandes sacrificios de esa gran mayoría.

 

La carga de esta crisis monumental, sin negar sus ramificaciones en los demás sectores, está recayendo mayoritariamente sobre lo social. Sobre la gente.

 

En la vida de las personas es donde causa mayores estragos y produce pérdidas irreparables. Es allí donde, en estos momentos, se mantiene la última línea de resistencia.

 

Lo gran mayoría de los venezolanos se enfrenta todos los días a situaciones terribles de  hambre, enfermedad y violencia: Se come dos veces, o una, al día. No se puede alimentar a los hijos ni a los familiares. Se hacen inmensas colas donde se consigue poco o nada. El dinero no alcanza, los sueldos insuficientes. No hay medicinas para los tratamientos, graves o menores. Los centros de asistencia no reciben pacientes por carecer de los insumos más básicos para atenderlos. En cualquier momento en la calle podemos quedar atrapados por un tumulto. Policías y militares pueden reprimir y apresar sin ningún control o restricción, así como grupos armados paralegales e irregulares pueden actuar sobre la comunidad impunemente.

 

No podemos seguir negando la realidad. Estas situaciones ya no son noticias que vemos en los medios.  Nos suceden a nosotros, a familiares, vecinos, amigos, compañeros de trabajo o de estudios, conocidos.

 

Tienen rostros y nombres que ya no nos son extraños.

 

Deben ser reconocidos.

 

Por parte del Estado, existe una política vil que apunta constantemente a estimular la conflictividad, culpabilizar al otro y generar enfrentamientos entre los miembros de la comunidad. Los CLAPs, en ese sentido, son una muestra de ello. Ya son innegables sus vínculos con el mercado negro, la inviabilidad y sectarismo de su propuesta y el daño a las relaciones de convivencia que han causado en la mayoría de las comunidades en las que operan.

 

La activación del revocatorio y las posibilidades de diálogo que se establezca entre los factores políticos deben producirse sin perder de vista y tener como prioridad la situación de emergencia nacional en la que viven actualmente los venezolanos. Sin su participación y fe en estos procesos y quienes los llevan a cabo, y más allá de las trabas que impondrá el Estado, su éxito estará seriamente comprometido.

 

En días pasados, estuve en la comunidad de La Vega y conocí a la señora Gladys. Como todos en su edificio hace grandes esfuerzos para conseguir comida y alimentar a su familia.  A pesar de esas carencias, Gladys ha decidido ayudar a su vecina, que está en una situación de extrema pobreza,  y todos los mediodías recibe a los hijos de esta para darles almuerzo. Cuando le pregunto por qué lo hace Gladys me contesta:

 

-No será por mí que esos niños se van a morir de hambre.

Creo que en su respuesta hay una claridad sobre nuestro momento actual y una actitud al respecto en la que debemos vernos todos.

 

@RobertoPatino

Ángel Oropeza May 17, 2016 | Actualizado hace 8 años
Los 8 síntomas por Ángel Oropeza

Madurodiosdado

 

Tanto observadores de la realidad nacional como la mayoría de los ciudadanos parecen coincidir en la percepción de que el gobierno del madurocabellismo no da más, y que su declive luce ya irreversible. ¿Cuánto hay de cierto en esto?

Una revisión de la literatura especializada sobre estos temas permite identificar al menos ocho síntomas de lo que se denomina la fase terminal de dominación de un régimen político. Ellos son:

  1. Quiebre de la autoridad moral para gobernar (desaparición de la “auctoritas”, esa capacidad moral, socialmente reconocida por los ciudadanos, que procede de un saber y un actuar ético, y que le otorga legitimidad a instituciones y personas específicas).
  2. Debilitamiento notable de apoyo popular.
  3. Imagen internacional deteriorada y dificultad para lograr apoyo y comprensión de otros países.
  4. Imposibilidad de garantizar la paz ciudadana, la vida de las personas y el monopolio de la violencia por parte del Estado (lo que se traduce en que cada vez más grupos irregulares –desde hampa común hasta mafias, pranes y paramilitares progobierno– pasen a compartir estas funciones).
  5. Síntomas de ingobernabilidad (entendida esta como la incapacidad para controlar los procesos económicos y sociales de un país).
  6. Fracturas internas y pérdida de la homogeneidad mínima en la clase política gobernante.
  7. Violación sistemática y permanente de la Constitución, con el fin de proteger poder y privilegios particulares.
  8. Recurrencia a la represión, la amenaza y el miedo como último recurso de control social.

De acuerdo con la tipología anterior, no hay duda de que el actual gobierno venezolano ha entrado ya en una etapa agónica de dominio. Ahora bien, el hecho que esto sea así no significa que pueda predecirse su fin, ni siquiera que no pueda mantenerse artificialmente en el tiempo a pesar de su precario estado. El calificativo “terminal” no hace referencia a una realidad cronológica sino a una condición situacional, asociada con los ocho signos anteriores. Su desenlace depende de lo que sea capaz de hacer en ese estado, pero sobre todo de lo que haga la alternativa política a ese régimen y de la respuesta de acompañamiento de la ciudadanía a las estrategias de esa alternativa.

En concordancia con el octavo síntoma, la oligarquía acaba de anunciar un amuleto jurídico llamado “decreto de estado de excepción”, que no es otra cosa que un intento desesperado de refugiarse en el último reducto de poder que les queda, y es la capacidad para reprimir. De hecho, quizás lo único novedoso de este artificio leguleyo en comparación con el anterior “decreto de emergencia económica” es el aumento de la capacidad discrecional de los aparatos represores del Estado para ejercer violencia contra quienes no se arrodillen ante la mediocridad gobernante.

Hay que recordar que la represión y la militarización son los últimos extremos de la cadena de control social. Cuando se recurre a ellos es porque ninguno de los mecanismos que usualmente se usan en democracia, basados en la obediencia social voluntaria y en la auctoritas de los gobernantes, funcionan. Ante la carencia de estos últimos, la única opción para obtener acatamiento es la fuerza bruta.

Esta recurrencia a la amenaza produce ciertamente efectos en algunos sectores de la población, que pueden acrecentar su desesperanza y creer, erróneamente, que los ladridos son evidencia de fortaleza. Hay que recordar que los perros también ladran por miedo.

Lo verdaderamente importante, y que hay que seguir observando de cerca, es que esta represión y la violación constante de la Constitución –actualmente los atributos más característicos y definitorios del madurocabellismo– están provocando repulsión y rechazo no solo en las bases populares del oficialismo, sino en sectores del aparato burocrático y hasta en componentes de la propia Fuerza Armada Nacional, que resienten el triste papel de esbirros represores solo para proteger los intereses económicos y de dominio de una camarilla decadente y enferma de poder.

 

@AngelOropeza182

El Nacional

Realidad política y discurso opositor por Armando Durán

discursopoli

 

Hace un par de semanas, Nicolás Maduro se lo advirtió a Henry Ramos Allup: “La pelea es peleando”. Pero hace un par de días, en el escabroso estilo que tiene el régimen de moverse entre las dudas y las contradicciones del proceso “revolucionario”, Maduro aprovechó las declaraciones de John Kerry sobre su disposición a dialogar en La Habana con los jerarcas cubanos sobre el futuro de Venezuela, y volvió a mostrar la cara más amable y tramposa del régimen chavista. Claro que sí, le dijo desde Caracas al jefe de la diplomacia estadounidense, “tenemos que hablar, dialogar y entendernos”.

Mentira podrida. A medida que pasan las semanas y los meses, en el ánimo de los venezolanos crece el temor de que estas simulaciones del oficialismo, y la contra que representa el habitual discurso conciliador de un sector de la oposición, lo único que conseguirán será transformar la actual paciencia ciudadana en lo que Axel Capriles calificaba la semana pasada de “resignación progresiva”. Ni más ni menos lo que viene haciendo exitosamente el régimen desde el año 2002, al mezclar en un mismo saco sus amenazas más o menos reales y los caramelitos envenenados del diálogo y el entendimiento civilizado. Con el único propósito de ganar tiempo y eludir los obstáculos que las circunstancias atraviesen en su camino. Desde esta perspectiva, creo oportuno recordar lo que escribí sobre el desenlace del 11 de abril en mi libro Venezuela en llamas, publicado por Random House Mondadori en junio de 2004:

“La primera reacción ante aquellos hechos fue de asombro y perplejidad. Sobre todo, cuando Chávez, aún no repuesto de la incertidumbre generada por 47 horas de zozobra y cautiverio, hizo pública una conmovedora promesa de rectificación… Su principal argumento para descalificar a las fuerzas políticas y sociales de la oposición. Según Chávez, en Venezuela existe un Gobierno legítimo y democrático. Sus opositores lo intentaron derrocar con un golpe de Estado. Ese golpe aún está en marcha. Por lo tanto, la oposición no es democrática, sino golpista… De manera muy especial, porque según Chávez, mientras la oposición seguía conspirando, él, demócrata apegado férreamente a la Constitución y las leyes, se congratulaba de convocar a los venezolanos a unas jornadas de diálogo con el supuesto propósito de buscar la reconciliación nacional, invitaba a Jimmy Carter a mediar en el conflicto y permitía que César Gaviria, secretario general de la OEA, montara en Venezuela una Mesa de Negociación y Acuerdos…”.

Todos sabemos lo que ocurrió entonces. A pesar de la duda más que razonable, “se imponía jugar su juego, sin saber cuál sería su próximo movimiento, es decir, si en efecto mañana, pasado mañana, algún día, se atrevería a romper los pocos y tenues hilos que todavía lo unían a la institucionalidad democrática. Pero mientras no se produjera ese punto de quiebre, no parecía quedar otra alternativa que agotar las fórmulas y los mecanismos de la negociación con la intención de llegar, por improbable que fuera, a un acuerdo encaminado a darle a la crisis política venezolana una salida pacífica, democrática y constitucional”.

Exactamente lo que se pretende lograr ahora.

“Por su parte, Chávez aprovechó esa larga tregua para reorganizar sus fuerzas, purgar a fondo los cuatro componentes de la FAN, armar sus líneas defensivas en previsión de nuevos ataques de la oposición más impaciente y, por último, activar los mecanismos constitucionales (que le permitieran promover) lo que en su momento él llamó la revolución dentro de la revolución”.

Eso ocurrió hace 13 años y uno se pregunta si los vientos que provocaron aquella tormenta casi perfecta vuelven ahora a soplar con fuerza sobre Venezuela. Si aquella penosa realidad política vuelve a ensombrecer el horizonte nacional y si en verdad el régimen vuelve a colocar a los venezolanos, en esta ocasión gracias al Tribunal Supremo de Justicia y a las barras del oficialismo que sabotean las sesiones de la Asamblea Nacional, en aquel mismo, tenebroso y fatal callejón sin salida.

 

@aduran111

El Nacional

Teatro: Desde este fin de semana vuelve “Manteca” con 6 funciones en la Sala Cabrujas de Los Palos Grandes

Manteca

 

La situación de Cuba entre 1990-1995 durante el denominado “Período Especial”, será llevada a las tablas por Teatro K Producciones con el remontaje de la pieza “Manteca”, del dramaturgo cubano Alberto Pedro Torriente, en seis únicas funciones que tendrán lugar desde este sábado 27 de febrero hasta el 13 de marzo en la Sala Cabrujas de Cultura Chacao, los días sábados a las 7 p.m. y domingos a las 5 p.m., bajo la dirección de Morris Merentes.

Estrenada anteriormente por Merentes como parte de su llamada Trilogía Torriente que incluyó también las piezas “Weekend en Bahía” y «El Banquete Infinito», “Manteca” ha sido catalogada como una de las obras que mejor reflejan la realidad cubana de los años 90 (Periodo Especial), época de mayor escasez, represión, persecución y emigración debido la caída de la Unión Soviética, único aliado económico de Cuba.

Con la actuación de Varinia Arráiz, Jesús Hernández y Jesús Carreño, “Manteca” presenta la historia de una familia constituida por tres hermanos con visiones e ideales diferentes, que deben tomar la decisión de acabar con ese algo o alguien que los tiene encerrados en ese entorno para poder seguir adelante. “Una historia sobre la familia, su día a día, con constantes cortes de electricidad, escasez alimenticia y de servicios básicos, pero sobre todo trata de la unión y los lazos afectivos que deben prevalecer pese a la diversidad de pensamiento que puede existir dentro de un mismo núcleo familiar. También trata sobre el reflejo de nuestra realidad venezolana”, expresa el director.

Completan el equipo técnico de este montaje, Lismary Patiño en la producción general, Katherine Famiglietti en la producción de campo, y Homero Díaz en la dirección técnica.

El público tendrá la oportunidad de ver la pieza teatral “Manteca” del 27 de febrero al 13 de marzo, los días sábados a las 7 p.m. y domingos a las 5 p.m., en la Sala Cabrujas de Cultura Chacao, ubicada en la avenida Francisco de Miranda con 3ra avenida de los Palos Grandes, CC. El Parque. Las entradas tienen un costo de Bs. 400 (General), y pueden ser reservadas por el correo electrónico teatrokp@gmail.com  y por los teléfonos 0426-2151116, o pueden ser adquiridas en las taquillas de la Sala Cabrujas una hora antes de cada función (sólo en efectivo).

 

Ene 20, 2016 | Actualizado hace 8 años
Racionalidad y sindéresis por Francisco José Virtuoso

racionalida

 

Según las cifras emitidas por el Banco Central de Venezuela, el balance del año 2015 es el de una nación en quiebra. El ingreso de divisas por concepto de exportación sigue bajando abiertamente, la producción nacional está en franca recesión y para cumplir los compromisos internacionales se requieren 16 mil millones de dólares aproximadamente. Este panorama, unido a la terrible escasez e inflación que padecemos, nos puede hundir en muy pocos meses en una abrumadora crisis humanitaria.

En este escenario el oficialismo ha desarrollado dos líneas de acción. La primera, puesta en vigencia a los pocos días del triunfo de la oposición, ha sido buscar la forma de maniatar a la Asamblea Nacional. En esta dirección se han ejecutado varias acciones, que por ahora han logrado arrebatar a la oposición la mayoría calificada de 2/3 y lo que ello implica: obstaculizar la designación por parte de la Asamblea de dos de los rectores del CNE cuyos periodos vencen este año, impedir la remoción de los Directivos del Banco Central de Venezuela y restaurar su autonomía, paralizar la posible remoción de los magistrados recientemente nombrados, frenar cualquier enmienda constitucional y dificultar la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente.

No obstante, la Asamblea Nacional con mayoría de 109 diputados de oposición, logró instalarse, sesionar y ser reconocida por todos los poderes del Estado. El acto de presentación de la Memoria y Cuenta del Presidente de la República el pasado 15 de enero, guardando todas las formas previstas en el ordenamiento constitucional y legal de la República, así como el discurso de réplica que el Presidente de la Asamblea Nacional pronunció a continuación, todo ello transmitido en cadena Nacional de Radio y televisión, fue un claro y contundente mensaje de reconocimiento de que hay un nuevo Poder Legislativo, emanado del voto popular el pasado 6 de diciembre de 2015, en donde los representantes del gobierno son minoría y están obligados a rendir cuentas y ser interpelados por la oposición.

Este hecho puede ser considerado como un «acontecimiento» y marca ciertamente el signo más claro del inicio en firme del proceso de transición política que se vive en Venezuela desde el año 2013. La clave para ello ha sido el correcto uso de la razón política. Los líderes de oposición entendieron que a pesar de la firmeza de sus convicciones y propósitos debían «doblarse para no partirse», como bien lo dijera Ramos Allup, y buscar mediante el diálogo mecanismos de entendimiento con el oficialismo. Por su parte, en el bloque del gobierno, también entendieron que desconocer de plano la Asamblea Nacional era un paso muy arriesgado, de consecuencias impredecibles nacional e internacionalmente, en medio de una crisis económica y social cuyo manejo se puede escapar de control.

El gobierno juega rápido. El mismo viernes 15 de enero se puso en marcha la segunda gran línea de acción. Enfrentar la gran crisis económica y social que se avizora para el 2016, emitiendo un Decreto de Emergencia Económica, en donde bajo la justificación de la guerra económica y la reducción de los precios del petróleo, se propone más discrecionalidad y la aplicación de mayores controles en toda la actividad económica. Se pone de manifiesto así, que no hay ninguna intención de revisión de las causas de la crisis y de rectificación profunda. En este otro round, hará falta nuevamente hacer uso del arte de la política, mediante la racionalidad, la sindéresis y la negociación. Sin el reconocimiento de los errores y sin el logro de acuerdos políticos será imposible avanzar en la dirección correcta.

fjvirtuoso@ucab.edu.ve

El Universal 

Conspiración paranoica por Víctor Maldonado C.

Venezuelas

 

Hemos progresado. Ahora la gente se pregunta cómo puede ser posible que el gobierno no pueda ver los efectos de su gestión. Que no tenga la capacidad de verse como causa de las consecuencias que todos estamos padeciendo. En la calle, los ciudadanos que hacen colas y sufren los rigores de la escasez, la inflación y el desempleo, no encuentran respuestas satisfactorias a la inacción del gobierno. Nadie puede darle una explicación racional a este curso inercial hacia el desastre mientras el alto mando cívico-militar se la pasa debatiendo sobre la inmortalidad ultra-galáctica y las diversas formas que tienen a la mano para volver a interpretar lo que el supremo dijo en aquel tiempo pero que “interpreta cabalmente esto que nos está pasando hoy”. Hemos avanzado en la misma medida que no hay resignación en aquellos que buscan respuestas sin resignarse a la convivencia con el enigma más intrigante del siglo XXI. Me refiero a las vías para quebrar y someter a la pobreza a un país petrolero, luego de más de diez años de precios petroleros altos. ¿Cómo hicieron para llevar a cabo el anti-milagro perfecto?

Ludwig Wittgenstein solía decir que “el enigma no existe. Si es posible formular un interrogante, también se lo puede responder». El caso venezolano tiene respuestas, pero están aplastadas por una trama exculpatoria que se inscribe en los anales clásicos de las teorías paranoicas de la conspiración, es decir, la concepción errónea de que cuando ocurre algo malo, ello se debe a la mala voluntad de un poder maligno, de algo o de alguien que está especialmente interesado en el fracaso del modelo, de los que están al frente del gobierno y al final, contra el pueblo, su felicidad y sus derechos.

En Venezuela vivimos un ambiente de conspiración paranoica. No hay nada que ocurra o que deje de ocurrir que no tenga una excusa, al margen de los que deberían ser responsables. El crimen, por ejemplo, es culpa de los paramilitares. La escasez, de los bachaqueros. La inflación, de la derecha maltrecha, la recesión del eje Bogotá-Washington-Caracas, los apagones de los terroristas y guarimberos, el calor tiene su razón en el capitalismo salvaje, y el frío ocurre porque “los gusanos de Miami” están empeñados en el fracaso del proyecto de Chávez.  Ya sabemos que a la hora de las excusas ya no se guardan ni las formas. Depende del momento y de quien tenga al frente un micrófono. Recientemente un diputado oficialista dijo que “como estábamos en guerra ellos no podían publicar las cifras de la inflación”. Otra, mucho menos feliz en sus declaraciones dijo que “ella gozaba la cola sabrosa”. Uno de ellos asume como verdadera una guerra que ellos se inventaron para ocultar el ejercicio corrupto del poder que es también incapaz de resolver nada. La otra, que por cierto es la responsable de que ahora estemos disfrutando de un Guaire de aguas cristalinas, asume como valedera el disfrute cuasi-orgásmico de una larga espera, al sol y con lluvia, tal vez porque le parezca barato otorgar ese privilegio a los que no tienen otra forma de disfrutar nada.

No hay teoría conspirativa que sobreviva al esfuerzo sistemático de pensar con realismo. Por eso mismo el régimen no educa ni informa. Su especialidad es la distorsión de la realidad y la explotación del resentimiento. Ellos prefieren que la gente se devane los sesos buscando un culpable extravagante y que no lo haga tratando de reflexionar sobre las causas y las consecuencias. Karl Popper decía por eso que “solamente la ignorancia puede ser la obra de poderes que conspiran para mantenernos en ella, para envenenar nuestras mentes instilando en ellas la falsedad, y que ciegan nuestros ojos para que no podamos ver la verdad manifiesta. Esos prejuicios y esos poderes son, pues, las fuentes de la ignorancia”. Por eso mismo la agenda del socialismo del siglo XXI es el aislamiento social y la más grosera hegemonía comunicacional. El régimen cuelga del delgado hilo de sus propias patrañas.

No es casual que haya una forma marxista de la teoría conspiracional de la ignorancia. La obsesión contra la prensa libre y cualquier forma de capitalismo encubre esa voracidad genética con la que el comunismo consume poder. Tampoco es un albur que los socialismos sean tan insistentes en mostrar las supuestas contradicciones irresolubles entre el proletariado y el capital, hasta el punto de tener que desencadenar la dictadura obrera como antesala del comunismo. De nuevo asunciones falaces, explicaciones erróneas y esa forma tendenciosa que muestra como verdadero lo que es falso. Una de las más comunes es la que utilizan algunos líderes cuando se refieren al pueblo, categoría gaseosa y difusa detrás de la cual se encubren las propias opiniones e intereses inconfesables.

Los fanatismos son irreductibles. En eso también son campeones los socialistas. Sus opiniones las equiparan a una “verdad científica” y por lo tanto incontestable. Para ellos –pobres ilusos- la verdad es manifiesta  y por lo tanto está allí a la luz y a la mano de cualquiera que quiera acceder a ella. Los que reniegan de esa verdad –por lo demás oficial y de obligatorio consumo- son parte de la maldad y la depravación capitalista –de nuevo el culpable más ubicuo-  cuyos tentáculos e intereses tienen sobradas razones para temer la verdad, conspirar contra ella e intentar suprimirla. Pero la verdad no suele estar tan a la mano, sobre todo en situaciones tan polarizadas y extremas como la que los venezolanos estamos viviendo. Voy con un ejemplo.

Recientemente la periodista Esperanza Marquez le hizo una entrevista al Padre Arturo Peraza que fue titulada así: “El desencanto es con el gobierno, no con el modelo”. Reconozco y valoro ante todo la buena fe y la preocupación social del sacerdote y profesor de la UCAB. Pero esa afirmación –de haberla dicho efectivamente- nos sugiere un sinfín de interrogantes, no sobre su persona sino sobre el tratamiento apropiado del tema. Por ejemplo, si el modelo, que no es otro que el socialismo del siglo XXI, puede suponerse diferente a sus administradores dogmáticos. Si el problema es de ejecución y no de concepción. Si la distribución populista de la renta no es inherente al planteamiento ideológico y a su fatal fracaso. Y si alguien puede afirmar algo tan grueso como que hay un desencanto que se puede discriminar entre los actores y el libreto que con tanta rigidez han desempeñado.

Pero la entrevista sigue. En algún momento la  periodista afirma “Ese sueño que ofreció Hugo Chávez a los pobres fue como una ilusión y lo que hizo fue utilizarlos para luego sumir al país en lo que estamos”. O sea, intentando plantear una relación entre causas y consecuencias se topa con la responsabilidad de quien por mucho tiempo ejerció el poder con afanes monopólicos. La respuesta del sacerdote fue también muy llamativa: “Yo no aceptaría ese argumento porque cuando estás en los barrios populares y tienes a 10 minutos un centro de atención médica y no necesitas bajar unas escaleras para llegar al hospital significa que la calidad de vida ha mejorado de una manera exponencial. ¿Por qué la clase media es tan ciega para ver una cosa tan obvia?, hay que ir al barrio y darse cuenta lo que significó ese momento de calidad de vida en cuanto a derecho a la salud o acceso a la vivienda. Fueron cosas que se hicieron y es mucha ceguera no darse cuenta”. No dice el cura que el programa Barrio Adentro confinó al barrio a ser su propio gueto. Tampoco refiere al inmenso daño que eso provocó en la salud poblacional, cuyas cifras han sido inventariadas con mucha seriedad por la encuesta sobre las vulnerabilidades del venezolano, realizada por cierto por la UCAB en conjunto con otras universidades. Tampoco recuerda que lo que se ha deteriorado es precisamente la calidad de vida en un país lleno de violencia, inseguridad y las consecuencias de una mala economía. Nadie tiene acceso a la salud –no es problema de cuantas escaleras sube o baja el enfermo- cuando este socialismo autoritario ha motivado la más intensa fuga de talento. Nadie puede tener acceso a la salud cuando salir a la calle de noche es más peligroso que aguantar hasta el día siguiente con un infarto entre pecho y espalda. Nadie tiene salud si no hay medicinas y la calidad del médico es tan baja y anacrónica que pocos confían en que sean ellos precisamente los que pueden resolver un problema. Por alguna razón los funcionarios del sector público prefieren las clínicas privadas y no se ha oído que ninguno de ellos –salvo el que por eso se murió- confíe su vida a un médico cubano.

Los barrios no han mejorado en su calidad, y allí siguen, dando cuenta del fracaso de todos esos experimentos alrededor del uso y del abuso de la pobreza para fines políticos. Barrio Adentro fue un negocio de los cubanos. Barrio Adentro era un programa político que usaba una carencia social para ganar adhesiones. El Estudio de Condiciones de Vida (UCV-UCAB-USB) concluyó que 4 de cada 10 venezolanos cree que los programas sociales son para partidarios del gobierno. Es difícil invalidar o dejar de lado esa percepción cuando en las sedes de cualquier programa social lo primero que está a la vista es una foto de Chávez, otra del Che, y el resto de la pared llena de consignas políticas ajenas a la dignidad y el decoro de lo que debería ser un servicio público. No alude el entrevistado a que se perturbó hasta la quiebra lo que debía ser un sistema integrado de salud, no solo para los pobres, sino para los ciudadanos. Pero, ¿es que el chavismo como modelo se salva por esa iniciativa? ¿Y los colectivos violentos? ¿Y la corrupción? ¿Y la represión? ¿Y la justicia?  ¿Y el ventajismo autoritario?

La realidad muestra indicios que contradicen a aquel que reclama a la clase media esa “mucha ceguera” que le impide reconocer que se hizo algo. Se podría agregar además que se trata a la clase media como otra entelequia, tan gaseosa como podrían ser “los sectores populares”, que en boca interesada resultan ser argumentos y oportunidades para la tergiversación de la realidad.  Pregunto yo ¿Es la clase media culpable de todo este desastre? ¿No se deja colar por esa ruta una que otra teoría de la conspiración paranoica que encubre una realidad más compleja y siniestra? Por cierto, el barrio no es una cantera de conocimiento trascendental. Cada vez que leo la recomendación de ir al barrio para conocer la verdad no puedo sentir otra cosa que un intento impropio de manipular la realidad. No hay arcanos ocultos en los barrios de nuestras ciudades.

Volvamos a Karl Popper. Él decía que el problema de los que invocan “la verdad manifiesta”, esa que está allí para que todos la palpen, “no solo engendra fanáticos -hombres poseídos por la convicción de que todos aquellos que no ven la verdad manifiesta deben de estar poseídos por el demonio- sino que también conduce, aunque quizás menos directamente que una epistemología pesimista, al autoritarismo. Esto se debe, simplemente, a que la verdad no es manifiesta, por lo general. La verdad presuntamente manifiesta, por lo tanto, necesita de manera constante, no sólo interpretación y afirmación, sino también re-interpretación y re-afirmación. Se requiere una autoridad que proclame y establezca, casi día a día, cual va a ser la verdad manifiesta, y puede llegar a hacerlo arbitraria y cínicamente”. De eso se encarga la hegemonía comunicacional, la propaganda, la ceguera militante y la ingenuidad que se debate entre la nostalgia y los buenos deseos.

Esa maquinaria de divulgación tendenciosa hace mucha bulla y provoca demasiada confusión. Por eso vale la pena tener algunos principios claros:

 

  1. El poder corrompe. Y cuando es absoluto se corrompe absolutamente. (Lord Acton)
  2. El populismo siempre decantará en autoritarismo y evasión represiva.
  3. La oferta populista es un intento de dominación y de confiscación de la libertad.
  4. La mediación populista de la pobreza no acaba con los pobres pero los hace menos libres.
  5. El modelo socialista incluye a sus caudillos autoritarios como parte del formato. No hay socialismo sin personalismos groseramente despóticos.
  6. La única forma de valorar al socialismo es por sus resultados, que siempre son fracaso y ruina.
  7. Las misiones son la expresión frustrada de la visión militarista de las políticas sociales.
  8. El gobierno solo debería empeñarse en garantizar reglas del juego claras y estables, seguridad y justicia, y servicios públicos de calidad.
  9. Los sectores vulnerables de la población deben ser atendidos debidamente y diferencialmente. Los subsidios directos, temporales y condicionados son la mejor forma.
  10. La inflación es siempre el resultado de la indisciplina fiscal y la oferta irresponsable de un bienestar que antes no se ha producido.
  11. La escasez es el resultado del populismo económico que niega costos, precios y condiciones de mercado.
  12. No hay libertad sin empresa privada. No hay empresa privada sin el respeto absoluto por los derechos de propiedad.
  13. La libre competencia y el libre mercado garantizan productividad, oferta diversa y precios competitivos.
  14. Solo la disposición de empleos de calidad permiten movilidad social y salir de la pobreza.
  15. La democracia se construye y consolida con clases medias empresariales y profesionales vigorosas y no contra las clases medias.

 

Yo siento que va llegando la hora de que entre todos construyamos una versión de la realidad en la que haya menos culpables y más responsables. El esplendor de la verdad es más sereno y está más orientado hacia el futuro, pero sin desmemoria, para que haya aprendizaje. Hay que luchar por un deslinde entre lo cierto y lo falso. Hay que reescribir toda esta tragedia. El punto de partida podría ser identificar quién o quiénes han acumulado poder y por lo tanto capacidad de realización para el bien y también para el mal. Y exigir que esos poderosos asuman las consecuencias de sus actos. Porque de lo contrario va a terminar la clase media siendo el chivo expiatorio de toda esta tragedia.

 

@vjmc

D. Blanco Oct 01, 2015 | Actualizado hace 8 años
Poder sin méritos por José Domingo Blanco

 

poder

 

En medio del bullicio que impera en el lugar donde me encuentro, destaca una mujer. Sobresale, no solo porque es alta. Descuella porque, aun cuando viste ropa deportiva y está sin maquillaje ni poses, irradia elegancia. Un garbo natural que brota en los modales que derrocha cuando toma el café, cuando habla, cuando comenta la situación del país y describe la realidad actual de su negocio. Asegura que se adapta a los cambios. Intenta acostumbrarse a las nuevas conductas de sus novísimos clientes; sin embargo, lamenta –en una mezcla de añoranza y decepción- los años cuando su tienda servía de punto de encuentro y reunión de gente cortés. De eso no hace tanto tiempo, comenta; pero, asegura que, la de hoy, es una Caracas que ya no reconoce. Extraña a esas antiguas clientas, las de siempre, las habituales, las de antes, las que por diversos motivos, ya no viven en el país. Esas, sus clientas educadas, no necesariamente adineradas. No; porque según ella, el problema que ve hoy no es el dinero. Hay demasiado billete circulando en las calles. El problema, afirma, es la falta de educación –la falta de modales, formación, instrucción, buen comportamiento, roce, decencia y cultura- de quien lo ostenta…o lo derrocha.

 

No es la primera vez que oigo ese comentario. La escucho y hago un repaso silencioso de los lugares que últimamente he visitado, donde he visto conductas similares a la que ella describe Sí, eso es lo que estamos viendo cada vez con más frecuencia: gente con mucho –pero, mucho, mucho dinero- sin una pizca de educación. Gente que abre sus morrales o carteras y saca un fajo de billetes para pagar una prenda cuya etiqueta luce, mínimo, cuatro ceros a la derecha. Gente muy humilde que llega en autobús o mototaxi a esas tiendas; pero con la capacidad y la “fuerza” para invertir, en una sola factura, lo que para un profesor universitario representarían más de 20 quincenas. El país de las distorsiones.

 

Chávez empoderó al pueblo. Es la otra reflexión que me viene a la mente. Chávez justificó que el pobre robara si tenía hambre. Chávez expropió para entregarle lo confiscado al pueblo. Pero, no lo capacitó antes de otorgarle tan importante rol económico y social. No los prepararon para asumir con responsabilidad sus nuevos modus vivendi. Esta situación actual –esta distorsión- no es más que las consecuencias de la aplicación de las políticas populistas y la ideología de Chávez. El difunto presidente se conectó con los excluidos, entre otras cosas, gracias a su chabacanería y su lenguaje soez. Es de suponer que el ideal de cualquier líder es distribuir bienestar sin distingos. Procurar que las riquezas de una nación sean entregadas en igualdad de condiciones. Involucrando en la repartición de superávit a los olvidados de siempre. Pero, hubo unos pasos que este régimen se saltó a la ligera.

 

Una sociedad desarrollada es sin duda aquella en donde todos tienen las mismas oportunidades de crecimiento, acorde a sus capacidades, méritos y competencias. Solo que a Chávez – y a todo lo que encierra el chavismo y su herencia- se le olvidó que a la gente, antes de empoderarla, hay que educarla. Enseñarla a conducir y conducirse ante los retos que le podrán a prueba.

 

Cuando yo era muy joven, al finalizar tercer año de bachillerato, tuve la suerte de hacer una pasantía en una de las magníficas empresas del grupo Mendoza: Venepal –una de las compañías de pulpa y papel más prestigiosas de América Latina. La planta estaba en Morón, antes de Tucacas. Una de las cosas que más recuerdo era que todo allí era perfecto. Y no la simple sensación de que todo era perfecto. El modelo de negocio era exitoso. Los empleados se regían por un manual de procedimientos. Obreros y gerentes asumían sus labores con absoluta identificación con la empresa. En la entrada de los campamentos, donde se ubicaban las viviendas de los trabajadores, había vallas con las normas de convivencia, que todos respetábamos. Una única escuela donde podían ir los hijos de todos los empleados. Un comedor amplio donde almorzaban juntos, en la misma mesa, desde el ingeniero de más alto rango hasta el obrero de botas de hule y manos con huellas de tinta. Venepal era el modelo de la sociedad perfecta porque, además, la empresa les ofrecía a sus empleados un abanico de oportunidades para que lograran aumentar su calidad de vida a través de planes de estudio y becas. Allí el obrero entendía que superándose –académica y profesionalmente- podía lograr ascensos e incluso alcanzar niveles gerenciales. El obrero aprendía que su trabajo, bien hecho, le permitiría obtener nuevas oportunidades de desarrollo y crecimiento dentro de Venepal. Una empresa que fomentaba la meritocracia, que bonificaba el éxito en el desempeño, que premiaba al empleado destacado. Una empresa que desarrollaba planes de carrera.

¿Por qué les cuento esta historia? Porque de pronto Venepal –y todas las otras corporaciones que como ésta aplicaron modelos de negocios exitosos- es el ejemplo de lo que un visionario, un líder, un buen gerente puede lograr cuando no regala, sino estimula y enseña. Cuando “empodera” en la medida en que el empleado, a punta de méritos, alcanza metas y demuestra comprobadas destrezas. Es el ejemplo de lo que pasa en Venezuela cuando se educa correctamente al desposeído y se le prepara, adecuadamente, para el momento en que le corresponda asumir riquezas. Es el ejemplo de lo que puede pasar cuando a la sociedad se la estimula a labrar sus propias riquezas…con mucha formación.

 

mingo.blanco@gmail.com

@mingo_1