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Herencia maldita, por Sebastián de la Nuez

EL POETA CUBANO MANUEL DÍAZ MARTÍNEZ, quien hoy en día vive tranquilo en una casa frente al mar de Las Palmas de Gran Canaria, sabe de las torturas del gobierno castrista. Las sabe porque vivió el régimen desde una atalaya cultural que lo mantenía en contacto con la realidad. Asistió de cerca, además, al caso Heberto Padilla (1968). El poeta, ahora con 83, se asombró ante las declaraciones públicas del portugués José Saramago en diciembre de 1999, inmortalizadas por la agencia EFE. Saramago fue designado Premio Nobel de Literatura en 1998. En aquellas declaraciones reconocía, aun siendo hombre de izquierdas, la existencia de torturas y presos políticos en Cuba. Agregaba el autor de Ensayo sobre la ceguera que tales asuntos los trataría en su siguiente visita a la isla, faltaría más.

Cuando estuvo frente a Fidel Castro no dijo ni pío. Ni después. Dijo, eso sí, que los problemas cubanos deberían ser tratados por los cubanos. El flamante Nobel de entonces, recuerda Díaz Martínez en su obra autobiográfica Solo un breve rasguño en la solapa, «olvidó todo lo que había dicho días atrás por la radio lisboeta y se apresuró a mostrar su mejor cara a la dictadura». 

Por cierto, ¿han abierto sus boquitas el poeta Luis Alberto Crespo, el escritor Luis Britto García, el periodista Earle Herrera, el comentarista Roberto Hernández Montoya, para referirse a los casos muy recientes de Rafael Acosta Arévalo y Rufo Chacón? ¿Lo habrán hecho y uno sin enterarse? 

No digamos el fiscal, cuyo nombre no vale la pena citar. Su envilecimiento no conoce, a estas alturas, frontera alguna. 

El exlíder polaco antisoviético, Lech Walesa, se muestra muy asombrado en unas declaraciones de hace pocos días por el carácter inédito del régimen venezolano, un caso que no se le parece a nada, una novedad digna de estudio para la Historia a futuro puesto que se trata de un país secuestrado (no sometido propiamente a una dictadura) por una pandilla criminal. En su carácter único lo compara con el nazismo.

No le falta razón pero los métodos siguen siendo los mismos de cuando Gómez o Pérez Jiménez. Los mismos del castrismo. En realidad, por mucho que se asombre el señor Walesa, no hay grandes innovaciones bajo el sol.

Beatriz Catalá es (o quizás fue, no se sabe) chavista. Hija del gran editor y luchador adeco José Agustín Catalá, vio muy de cerca los efectos de la tortura en tiempos de Pérez Jiménez. Su padre, estando confinado, le pidió que escribiera a los presos, con la intención de que así obtuvieran algún aliento y supieran noticias del exterior. Desde los 15 años, la joven se había colocado en la cigarrera Bigott. Eran cinco en la casa. Su mamá, además de atender a la muchachera, cosía para una fábrica de ropa interior. Beatriz, trabajando en la Bigott, conseguía cigarrillos para los reclusos.

Comenzó a cartearse, siguiendo las indicaciones del padre, con varios reos de la dictadura, entre ellos Jesús Faría y Ramón J. Velásquez —aunque este llegó ya hacia el final—; también con José Vicente Abreu. Abreu se convertiría en el amor de su vida. El preso político le escribió un poema desde el encierro, «Canto a Beatriz». Así empezó la relación. 

Salió de la cárcel al exilio en septiembre de 1957. Ahí fue cuando lo vio personalmente, por unos breves instantes. 

Abreu retrató su sufrimiento en el libro Se llamaba SN. 

Beatriz lleva en su seno, o al menos llevaba hasta hace unos años, esas torturas aun no habiéndolas sufrido directamente. Las llevaba como pegadas a su piel junto a la memoria vívida y lacerante. Una vez que permitieron visita —recordó en Caracas, antes de marchar al exterior gracias al gobierno chavista— en la Cárcel Modelo, fueron formados los presos en media luna, en un salón muy grande. Estuvo allí. Narró:

«Todos estaban recién torturados; a mi papá no lo podían tocar ni siquiera para saludarlo, las manos muy hinchadas, muy enrojecidas… Él no habla de eso, pero sufrió horrores. Eran rin y latigazos. Todavía tiene marcas en el cuerpo, cicatrices de esa época (…). Él no lloraba, él es muy llorón pero en esa oportunidad no. Todo el mundo callaba. Aquello parecía un entierro. En Ciudad Bolívar nunca permitieron visitas.»

¿No suena todo esto como demasiado vigente, como una herencia maldita que ha permanecido latente durante años pero que ha vuelto a resurgir con unos bríos sorprendentes?

En cuanto a José Vicente Abreu, Beatriz pensaba, mientras aún no lo conocía sino por carta, que debía de ser un gigante «con ese nombre tan grande y además periodista: ¡José Vicente Abreu Rincones!» El exreo regresaría a Caracas, tras el exilio obligado, el 29 de enero de 1958 e inmediatamente le propuso matrimonio. «Eso era una época de mucho romanticismo. Yo estaba muy enamorada de él». Dejó a un novio con quien llevaba cuatro años y se comprometió con Abreu, contra la voluntad de José Agustín Catalá. El 7 de febrero se casaron. «Mi papá no quería que me casara con él, decía que había sido muy torturado, que quizás había quedado hasta estéril».

Pues sí se casaron y Beatriz conoció de cerca a un atormentado. Recordaba algo en especial. Cuando le tocó volver a imprimir Se llamaba SN, se acostaba en el suelo en posición fetal. Todas las marcas de la tortura le revivían. Lo habían quemado con cigarrillos, le había aplicado electricidad…

«Tener que corregir pruebas para Se llamaba SN era terrible. Se acostaba en el estudio y de ahí no se podía parar, hasta se hacía pipí. Se ponía como en la prisión, como si lo estuvieran torturando. Todas las marcas se le volvían a recrudecer. Llegó un momento en que se lo dije a mi papá».

Por otra parte, Beatriz también recordaba a su padre al regresar en 1957 a la casa familiar en El Silencio. No reconocía a miembros de su propia familia, el primer día:

«Para todos era un choque emocional muy fuerte. Había todo tipo de emociones, desde el amor más grande hacia el padre hasta la sorpresa de verlo así y la interrogante del qué va a pasar».

Abreu estuvo preso después, de nuevo, en la cárcel de Ciudad Bolívar, durante el periodo de Rómulo Betancourt por haber participado en El Carupanazo. Allí se reencontró con sus exverdugos, ahora compañeros de prisión. Con esas formas irónicas juega el destino de los hombres. 

Y ahora, en 2019, ¿cuántas experiencias habrá para llenar una cantidad inmensa de volúmenes semejantes a Se llamaba SN? Puede que el madurismo tenga características inéditas, pero sus métodos son los mismos de siempre, elevados, eso sí, a la quinta potencia por la banalidad del mal. 

Por eso, este viernes 5 de julio, todos a la calle.

 

@sdelanuez
www.hableconmigo.com
Elisa Lerner: “Hay una oscura herencia venezolana que a los jóvenes les toca desterrar de su corazón y de la historia”

@diegoarroyogil

ELISA LERNER HABLA DE SÍ MISMA en tercera persona. Oculta el “yo” y se menciona simplemente como “servidora”, lo que a ojos de gente que la admira resulta un gesto, si no de modestia, que indica cómo Elisa se percibe o cómo quiere ser percibida: como una mujer, como una escritora puesta a la orden del país y de su oficio. Nació en Valencia, Carabobo, en 1932, de padres que habían llegado a Venezuela huyendo de la persecución a los judíos por los lados de la Bucovina y de la Besarabia, tierras que suenan al oído como los confines del mundo. Ha destacado como cronista y como dramaturga, además de como novelista. En 1999 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura y este año celebra tres cosas: en febrero fue homenajeada en la Feria Internacional del Libro del Caribe, en Margarita; en marzo la editorial Madera Fina publicó sus Crónicas reunidas, y a finales de abril será la escritora protagonista del Festival de la Lectura Chacao 2016. “Es mucho –dice–. Tanto que todavía no sé cómo sobreviviré a todo esto. Últimamente he estado obligada a usar un bastoncito a causa de los vértigos, yo que no soy ni tan bajita como una enana de Velázquez ni tan alta como la Torre Eiffel”. (Ha sido siempre de frases inesperadas y deslumbrantes, pues confiesa ser “devota de la joya verbal”).

—No, desde luego, no es usted una enana de Velázquez ni la Torre Eiffel, pero tampoco una desconocida. ¿Qué es ser una escritora para Elisa Lerner?

Emprender la aventura solitaria de enhebrar frases y trazar personajes para, a nuestra manera, salvarles de la muerte.

—¿Y qué significa salvar de la muerte frases y personajes?

—Te mencionaré a dos escritoras: una se imagina que Teresa de la Parra vive vicariamente a través de la heroína caraqueña María Eugenia Alonso, de su novela Ifigenia, y que Virginia Wolf persiste en Clarissa Dalloway, de Mrs. Dalloway. En suma, que la metáfora de la escritura de algún modo repara en mayor o menor grado lo inexorable de nuestra condición mortal.

¿Y qué es ser una escritora “venezolana”? A lo largo de los años ha insistido en el abandono que parece inherente al hecho de ser una narradora o poeta o ensayista en nuestro país.

—Una escritora venezolana vale lo mismo que un escritor venezolano. En ciertos días de buen humor social: un adorno, una curiosa orquídea. Se luce entre los amigos, pero pocos se afanan por leer.

—Pero usted no es solo una orquídea. Para muestra un botón, floral y literario: la editorial Madera Fina acaba de publicar sus Crónicas reunidas, lo cual es una prueba de afecto hacia su trabajo.

—Cosa que me pasma, puede que sea verdad. Te revelaré un secreto: el día de la presentación, la mayoría de los que compraron las Crónicas reunidas y tres que adquirieron ejemplares de mi novela De muerte lenta era gente jovencísima, no creo de grandes recursos económicos. Eso viene del país que tiene la experiencia valiosa que dejaron la editorial Monte Ávila y la Biblioteca Ayacucho de los buenos tiempos, de los grandes maestros que han tenido nuestras escuelas de Letras y Comunicación Social, de libreros magníficos pese a la difícil situación. Y así escritores nuestros han sido publicados en España por editoriales prestigiosas como Pre-Textos, y algunos como el poeta Rafael Cadenas obtenido premios internacionales. Pero como lo de las Crónicas reunidas fue un book party en toda regla, más de una señora distinguida me dijo que venía a saludar. Aunque, con esto último, servidora quede como la orquídea de un jardín por demás rural.

—¿Cómo no creer en la capacidad del país para seguir adelante si los fundadores de Madera Fina son precisamente dos jóvenes: Rodrigo Blanco Calderón y Luis Yslas? Y no lo digo por idealizar a la juventud sino por el ánimo que demuestra.

—La edición de mis Crónicas estuvo a cargo de ellos. Y no se dio de un día para otro. Prepararla tomó su tiempo. Además no sé por qué no estaba muy a favor de publicarlas. Hubo antes cinco intentos por parte de gente muy calificada y querida por mí. Hasta que la voz de Rodrigo al teléfono me convenció de que debían ser él y Luis. Eso me permitió mantener una relación preciosa con ellos y con Patricia Heredia, una muchacha muy especial que incluso me acompañó para la feria de Margarita y digitalizó los textos con mucha competencia. Ya me había dado cuenta por los otros libros que habían editado de la calidad de su trabajo en momento tan desértico. Luego Rodrigo escribió un enjundioso prólogo. Todavía me asombra que gente tan autorizada se haya interesado por esos textos. Solo lo pude agradecer escribiendo la última crónica del libro, “La calle de la infancia”. Cuando Rodrigo tuvo que marcharse para Francia y comenzó el proceso de la edición y lanzamiento del libro, se afianzó la relación con Luis. Tanto él como Rodrigo han demostrado un gran coraje. Para servidora son jóvenes héroes culturales. No lo creerás, hasta la encantadora esposa de Luis, Melanie, y una amiga de ella estuvieron entre los sponsors del libro. ¿Cabe mayor entrega? Al momento de Rodrigo irse me fue presentado Carlos Sandoval, una persona muy gentil, el nuevo coordinador editorial de Madera Fina. En realidad mi amistad con los jóvenes viene de tiempo atrás. Me une un gran afecto y admiración a Leonardo Rodríguez, por ejemplo, venezolano graduado en Letras, poeta y escritor, ahora librero en São Paulo. No deja de enviarme cosas buenísimas para que las lea. Muy jovencito (estaba por graduarse) escribió un artículo brillante sobre mi breve libro En el entretanto y hace pocos días movió cielo y tierra, incluso a su madre desde Cumaná, para que me llegasen unas gotas oftalmológicas que me hacen falta.

Cita Elisa

—Porque le está costando mucho encontrar medicinas, ¿verdad?

—Creo que es una indiscreción mencionar la falta de medicinas. Me parece lo más razonable que las despensas de nuestras farmacias muestren tal vacío, desnudez y desamparo. Este país siempre fue una generosa puerta abierta, una región para los abrazos mestizos y la bienvenida para los que venían de lejos. Un país hecho pues, también, con gente hija de los barcos. El venezolano fue siempre amplio: la mirada propia y la ajena coincidieron en muchas trincheras. Estábamos solo acostumbrados a la violencia rápida de los sujetos de botiquín. De pronto un hombre joven dotado de cierta simpatía socarrona, criado en un hondón nobilísimo de nuestra tierra, después de 14 años de un discurso fogoso, increíblemente intolerante venido de un hombre venezolano al que le faltaba mucho para llegar a la vejez, me atrevería a decir, se oscureció a sí mismo y oscureció al país. Jóvenes profesionales formados en las mejores universidades prácticamente espantados salieron huyendo. El discurso del joven de simpatía socarrona que nunca callaba hipnotizaba y a la vez aterraba a muchos. A causa de este discurso que parecía no tener fin pelearon familias, hermanos, amigos. Casi nadie hacía nada. Todos estuvimos como amarrados por cabuyas a la dogmática fantasía de sus palabras. Y terminamos por enfermar. Ningún sueño, por benéfico que luzca, debe imponerse porque sí en el corazón de los demás. Nuestras desérticas farmacias poco pueden hacer cuando la dolencia, también, es del alma, y el país, por momentos, cada vez más recuerda al pueblo de Ortiz, de la novela Casas muertas, de Miguel Otero Silva, un pueblo abandonado a su suerte.

—Lo que dice produce escalofríos (todos sabemos que se refiere a Chávez, y se comprende que se rehúse a mencionarlo), pero al mismo tiempo da la impresión de que quiere despertar eso que algunas veces usted misma ha llamado “un corazón civil”. ¿Cree que, junto con la barbarie, haya en nosotros una civilidad, aunque sea como una aspiración o un sueño?

—Caramba, no recordaba lo de “un corazón civil”. De una manera asilvestrada, espontánea, siempre funcionó en Venezuela ese “corazón civil”. El trato entre gente de diverso origen y clase era coloquial. Además, nunca hemos tenido una burguesía monda y lironda como en los países virreinales de América Latina. Solo hemos tenido “ricos” y entre ellos pocas familias con tradición cultural. Por otra parte, desde el siglo XIX el venezolano se acostumbró a los apellidos extranjeros. No había problema: de inmediato se hacían propios. Y siempre hubo una gran democracia racial. De manera que alguna vez le escuché decir a Salvador Garmendia que los venezolanos no sabían nunca cómo sería el hijo que les nacería, en razón de esa varia combinación de sangres. Ese “corazón civil”, en los años cuarenta, en los cincuenta, estuvo formado mayormente por familias de mucho decoro pero pobres (“pobres pero honradas”), que vivían con muchas privaciones pero que querían que sus hijos fueran “gente de provecho”, que estudiaran carreras universitarias. Ahí está la sustancia, la riqueza de nuestro “corazón civil”. El poeta Andrés Eloy Blanco dejaba su impronta y prestigio en el pueblo a través de las transmisiones radiadas de la Constituyente de 1947. En pleno “corazón” del siglo XX, los liceos públicos, los periódicos, el cine incentivaron la civilidad. También ayudó, creo, que los venezolanos, muchos, se aficionaran al béisbol y les encantara bailar al son de la Billo’s. Leer El Nacional también se convirtió en una alta civilidad.

—¿Se ha dado cuenta de que, por estos días, los montes de Caracas se están quemando?

—No te engañes: se queman por nosotros, como Juana de Arco.

—El día que tumbaron a Rómulo Gallegos, en 1948, el país no ardió. La gente se quedó en su casa.

—¿Es eso cierto del todo? No tardarían en llegar, tras la caída de Gallegos, los disturbios en los dos grandes liceos democráticos, el Fermín Toro y el Andrés Bello, y también en la Universidad Central. Todo eso fue preparando el ambiente para la huelga de 1951-52. ¿Y qué fueron, además, Leonardo Ruiz Pineda, Alberto Carnevali y todos los otros hombres y mujeres que sufrieron muerte, tortura, prisión, exilio y persecución sino gente a la que no le fue indiferente la caída de Gallegos? ¿Por qué Pérez Jiménez terminaría trasladando la Escuela de Derecho y la Facultad de Humanidades a una para entonces remota Ciudad Universitaria en construcción? Para acallar voces de protesta, manifestaciones en el centro de Caracas. El aroma de una flor extraña, el aroma solitario de la ética, quedó para siempre flotando en el coraje de Rómulo Gallegos y aparece, iluminador, cuando menos se lo espera. No te dejes arrullar por el cuento de que Gallegos era “el idiota” de nuestra historia. Es forma de encontrar cobijo para los oportunismos y las vivezas de tantos.

Elisa Fotos

—Conservo algunas dudas y no porque crea, que no lo creo, que Gallegos haya sido un idiota. Quiero decir que a veces los civiles no responden, no respondemos.

—Quizá luzco un tantín dogmática con el tema. Pero escondemos esta historia, la miramos como un propio fracaso porque ese episodio dolorisísimo de la caída de Gallegos parece decir de nuestra imposibilidad civil. De nuestra “culpa” civil. Lo único fiable en el fondo, aunque no se confiesa, es un país militar. Además, aunque gran novelista, Gallegos es solo “un maestro de escuela”. No es que no hubo protesta civil por su caída, es que la oligarquía no se conduele de Gallegos. Pero sí, en cambio, de la tremenda debilidad histórica de Carlos Delgado Chalbaud porque es rubiales y educado en Francia, para más inri militar. Claro, con ese defecto de estar casado con una judía rumana que consideran algo excéntrica, ella no se atreve nunca a firmar como primera dama “Lucía Levine de Delgado”, sino “Lucía de Delgado Chalbaud”, cuando más “Lucía L. de Delgado Chalbaud”. Aunque, para fuste de cierta gente ilustre de nuestra oligarquía (o emparentada con ella), Elisa Elvira Zuloaga es directora de Cultura en el Ministerio de Educación octubrista, por esa misma época el poeta Jacinto Fombona, casado con Julieta Zuloaga, ministro consejero en nuestra embajada de Washington, Juan Liscano organiza el Festival del Folklore, dicen que prodigioso, durante la semana de ascenso de Gallegos. Nuestra “culpa civil” de los años cuarenta, afrenta que se encargarán de que paguemos, la cobran incluso civiles en mora. Para zanjar este asunto, que ya luce demasiado complejo para hablarlo de este modo, te diré que hay una oscura herencia venezolana que a los jóvenes les toca desterrar de su corazón y de la historia.

—¿De qué manera?

—Tú eres un muchacho todavía. Pero, a medida que pase el tiempo, habrá para ti y para los de tu edad el descubrimiento y el consuelo de que en horas de soledad son nuestros muertos los grandes interlocutores.

—Para seguir conversando con ellos continúa usted escribiendo…

—Tal vez. La memoria es la inacabable despensa del escritor. Sin ella, no hay futuro. Sin memoria no se mantiene lo suficientemente viva y entera la almendra frágil de los días.

The Washington Post: Gobieno venezolano está prácticamente en banca rota

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El diario estadounidense  The Washington Post dedicó su editorial a la crítica situación que está viviendo Venezuela.

En el escrito hacen énfasis a la situación económica social y política que vive el país luego de la muerte del fallecido presidente Hugo Chávez.

Explican que según cifras del Fondo Monetario Internacional, la economía del país se contraerá en 10 puntos en un año y la inflación podría llegar a un 720%, por lo que aseguran que el gobierno que lidera Nicolás Maduro “está prácticamente en bancarrota y sin esperanza de pagar su deuda con países extranjeros”.

The Washington Post,, argumenta que la mala gestión en temas políticos y sociales de la llamada “revolución” ha generado esta crisis. Una de estas fue el despido masivo de profesionales calificados de Petróleos de Venezuela, para colocar en puestos claves a figuras fieles al proceso, decisión que mermó la producción de la estatal.

Aunque la oposición ganó la mayoría parlamentaria el 6 de diciembre, no se ve un cambio a corto plazo. Para el impreso, la situación “desastrosa” que vive maduro es la herencia de la gestión de Hugo Chávez.

 

Para leer el artículo completo en The Washington Post, haga click aquí:

EFE: Maduro enfrenta críticas por haber malgastado la herencia de Chávez

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A los dos años del fallecimiento del impulsor de la revolución bolivariana, Hugo Chávez, y con Venezuela sumida en un clima de crispación, el Gobierno de Nicolás Maduro se enfrenta a la crítica de haber mermado el capital heredado de su padre político.

La muerte del carismático líder venezolano por un cáncer contra el que batalló por casi 20 meses, el 5 de marzo de 2013, dejó la carga de su «legado» y el listado de sus adversarios en manos de Maduro, que se hizo con la presidencia por un escaso margen electoral.

Maduro no ha podido desde entonces ni mejorar el desempeño económico del país ni igualar los niveles de popularidad de su antecesor.

Las encuestadoras Hinterlaces y Datanálisis ubican la aprobación de la gestión de Maduro entre el 20 y el 30 %.

«Nunca el presidente Maduro fue equivalente en términos de conexión a lo que era Chávez, ni siquiera en el momento que arranca su gobierno», indicó a Efe el director de la firma Datanálisis, Luis Vicente León.

La situación económica del país petrolero, que cerró el 2014 técnicamente en recesión, con una inflación por encima del 65 %, una crisis de escasez y fuertemente afectado por la caída de los precios del petróleo, ha minado la popularidad de Maduro.

El 2012, último año de gobierno de Chávez, Venezuela concluyó un ejercicio económico con una inflación anualizada del 20,1 % y la escasez por encima del 11 %.

Estos números se han casi triplicado bajo la gestión de su heredero durante sus dos años de gestión luego de cerrar el 2014, el último año del que se tienen datos oficiales, con una inflación del 68,5 % y la escasez por encima del 29 %.

«Es evidente que el país ha tenido un proceso de deterioro que afecta notablemente la conexión del chavismo y del presidente Maduro», consideró León.

Sin embargo, el director de Datanalisis estima que los niveles de popularidad de Maduro aún deben considerarse como importantes si se toma en cuenta la situación económica del país que cerró el 2014 en recesión y con la inflación más alta de la región.

«Con la magnitud de crisis que el país tiene, imaginarse que una cuarta parte todavía se siente o se autodefine chavista, sigue siendo una popularidad relevante», añadió León.

La caída de los precios internacionales del petróleo, principal fuente de ingresos del país, endureció el panorama de la Venezuela de Maduro, que ha tenido que ajustar sus políticas de inversión a los ingresos de un barril de petróleo muy distantes de los 103 dólares que promediaba en 2012.

Corrientes críticas dentro del propio chavismo, y que mantienen la figura del líder fallecido intacta, trasladan la responsabilidad de la situación del país a Maduro, a quien acusan de separarse del proyecto revolucionario.

El analista Nicmer Evans, un chavista crítico con el gobierno del actual mandatario, afirma que Maduro, a quien reconoce como «un buen político», desgastó la base política dejada por Chávez.

Evans asegura que Maduro vive «una verdadera crisis de gobierno en cuanto a las razones por las que fue electo, que fue continuar el gobierno de Chávez».

«El pueblo no está demandando a un líder carismático, el líder carismático, ideológico, referencial, histórico fue Chávez, el pueblo está demandando un ejecutor de la políticas que él dejó», dice.

El consultor además apunta que el poder capitalizado por Hugo Chávez, y que le permitió materializar su proyecto político durante 14 años, ha perdido fuerza en manos de Maduro que ha tenido que fraccionarlo con sus hermanos políticos, figuras que forman parte del gabinete y los poderes públicos del país.

«El poder que maneja el presidente Maduro es un poder atomizado, es un poder que para su subsistencia política ha tenido que repartirlo en cuotas a los otros hijos de Chávez, lo que no le ha permitido tener maniobrabilidad», afirma.

En el contexto internacional, Chávez dejó un vacío aun sin reemplazo dentro de la hermandad bolivariana de los países de la región, una figura de cohesión necesaria ahora que Venezuela, que afirma ser víctima de ataques de Washington, emprende una nueva escalada internacional.

«Ha sido muy débil la capacidad de convencimiento del presidente Maduro que apenas ha tenido la consecución de los aliados de siempre en tímidos pronunciamientos», dice Evans y añade que esto frena los avances del proceso revolucionario.

¿Quién cobrará la herencia millonaria de Chespirito?

Chespirito

Según Celebrity Networth, la fortuna del comediante alcanza los 50 millones de dólares

Tras el deceso del mítico Chespirito aún no se sabe quién se quedará con su millonaria fortuna, la cual se valúa entre 15 millones y 50 millones de dólares.

Según Celebrity Networth, la fortuna del comediante alcanza los 50 millones de dólares. Sin embargo, el diario mexicano El Universal ha calculado que Roberto Gómez Bolaños habría tenido una fortuna de 15 millones de dólares.

Chespirito tuvo 6 hijos con Graciela Fernández, con quien estuvo casado durante 23 años. Luego de separarse de Fernández, Gómez Bolaños inició una relación con Florinda Meza. En 2004 contrajeron matrimonio.

Estas cifras no consideran los cerca de 1.700 millones de dólares que solamente El Chavo del Ocho dio como ganancias a Televisa, canal en el que trabajó Chespirito durante toda su vida, como parte de los derechos televisivos. Esta cifra, suministrada por Forbes, indica que cada media hora del programa dio más de 1,3 millones de dólares a la televisora.

Roberto Gómez Bolaños falleció el viernes, en Cancún, a la edad de 85 años. El domingo, en el Estadio Azteca, el pueblo mexicano le tributó un sentido homenaje.