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Derecho a la alimentación vulnerado: se necesitan 91 salarios mínimos para cubrir la cesta alimentaria en Venezuela
El Estado venezolano contempla en la Constitución una serie de leyes que amparan el derecho a la alimentación de todos sus habitantes, pero no se cumplen

 

El Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM), informó este martes que una familia venezolana de cinco miembros necesita unos 91,3 salarios mínimos para adquirir la cesta alimentaria familiar.

Actualmente, el salario mínimo en Venezuela está establecido en 130 bolívares mensuales, unos 5,28 dólares al cambio de la tasa oficial del Banco Central de Venezuela. 

Según estimaciones del Cendas, una familia necesitó 16 dólares diarios para cubrir la cesta alimentaria de 60 productos, o 482,26 dólares mensuales, lo que representa una disminución de 0,9 % en comparación con enero, cuando fue de 486,92.

No obstante, al hacer el cálculo en bolívares la cesta alimentaria tuvo un costo de 11.873,34 bolívares, un incremento del 14 %, debido a la inflación, con respecto a enero pasado cuando se registró en 10.418,98.

El sector que más aumentó en el mercado fue el de las salsas y mayonesas, con una variación de 39,88 %, seguido de los cereales y productos derivados, con un alza de 22,61 %, y los granos, con un incremento del 22,61 %.

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Inflación de febrero más baja 

La inflación de febrero fue de 20,2 %, 19,2 puntos porcentuales menos que en enero, cuando fue de 39,4 %, según datos difundidos a principios de marzo por el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), entidad independiente al margen del Banco Central.

La organización explicó que, con un aumento del precio del dólar estadounidense del 11 % en febrero, una tasa de inflación mensual de 20,2 %, sugiere que los precios están «sobrerreaccionando a la devaluación del bolívar».

 Las leyes no se cumplen

En el Estado venezolano hay varias leyes que amparan el derecho a la alimentación de todos sus habitantes, pero en la práctica, esto no se cumple. 

El artículo 305 establece la garantía de la seguridad alimentaria para la población, otorgando carácter constitucional a los diferentes tratados de derechos humanos suscritos por la República.

La Ley Orgánica de Seguridad y Soberanía Alimentaria (LOSSA) que se encarga de la regulación de la producción, comercialización y distribución de alimentos, hace referencia al derecho que tienen todos los venezolanos de contar con: seguridad y soberanía agroalimentaria con especial énfasis en el impulso a la producción nacional de alimentos, disponibilidad, acceso oportuno, inocuidad y calidad de los mismos.

Cabe recordar que Venezuela forma parte del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales desde el año 1978, que en su artículo 11.2 reconoce el derecho de toda persona de estar protegida contra el hambre.

Además forma parte de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (CADH) que en su artículo 26 se encuentra el Derecho a la Alimentación.

Pero, a pesar de eso, cerca de 6,5 millones de venezolanos padecen hambre, según el informe «Panorama regional de la seguridad alimentaria y nutricional de América Latina 2022», de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

«Una mirada a las tendencias del hambre en los países de la región muestra que el hambre aumentó significativamente en Venezuela, en 18,4 puntos porcentuales, es decir, 5 millones más de personas con hambre entre los períodos 2013-2015 y 2019-2021″, afirmó el informe publicado el pasado mes de enero. 

 

*Con información de EFE

Constructoras de paz | Ellas luchan contra el hambre en un Sucre azotado por la desnutrición
La fundación que actualmente atiende a cien niños, en dos comedores, depende de donaciones y de la buena voluntad de personas

 

El estado Sucre, situado al oriente del país, es uno de los tres estados con mayor índice de desnutrición infantil en Venezuela. En medio de la falta de alimentos y la pobreza, emergen planes de ayuda para los niños más vulnerables y son las mujeres quienes están al frente.

Tal es el caso de Nohemí Mata, coordinadora de un comedor de la Fundación Cumaná Mía, la cual surgió hace tres años en medio de una severa crisis humanitaria por falta de alimentos que azotó al país entero, pero en especial a la capital del estado Sucre.

Miranda Ponce, periodista, activista y madre de tres hijos; junto a su esposo y Nohemí concibieron la idea y decidieron que era el momento de hacer algo, desde sus posibilidades, para luchar contra los estragos del hambre.

Así nació la fundación que actualmente atiende a cien niños en dos comedores, situados en dos iglesias católicas en las parroquias más grandes de Cumaná. La tarea de conseguir alimentos no fue sencilla al inicio, ni lo es ahora. Dependen de donaciones y de la buena voluntad de personas que quieran colaborar.

Cifras alarmantes

Cuando Miranda inició Cumaná Mía, en 2019, el escenario de desnutrición infantil en el estado Sucre era alarmante. Según la fundación Cáritas de Venezuela, la entidad estaba entre los tres primeros estados con mayor índice de desnutrición en el país, junto con Portuguesa y Lara. 

En ese año, la situación era de emergencia total y las cifras daban cuenta de ellos, de mil 300 niños evaluados, el 50% padecía desnutrición en Sucre. 

Según Jorge Rojas, coordinador regional de Cáritas, alrededor de 120 niños al mes son diagnosticados con desnutrición en Cumaná y zonas periféricas. 

Para Miranda Ponce, la meta es que los comedores dejen de existir. “Abrimos el comedor con mucha esperanza de aportar y seguiremos haciéndolo. Pero ahora mi mayor esperanza es que dejen de existir y que las madres tenga la oportunidad de alimentar a sus hijos por sus propios medios, sin depender de este tipo de iniciativas para poder salvar a sus hijos del hambre”, concluyó.

Este trabajo fue publicado en el microsite  de Mujeres Constructoras de Paz que estrenó IPYSve el pasado 18 de julio.

Esta red de periodistas recoge noticias, entrevistas e informes sobre la situación en la que se encuentran las mujeres en un país como Venezuela, caracterizado por una crisis humanitaria compleja.

Venezuela es el segundo país donde más personas pasan hambre en América Latina
El Caribe es la subregión que presenta la mayor proporción de población afectada (algo más de 16%), señaló el reporte

 

Un estudio reciente de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) determinó que Venezuela es el segundo país en América Latina con mayor prevalencia de hambre.

Según el estudio, los países con mayor prevalencia de hambre son Haití (47,2%), Venezuela (22,9%) Nicaragua (18,6%), Guatemala (16%), Ecuador (15, 4%) y Honduras (15,3%)mientras que los menos afectados son Uruguay y Cuba (menos de 2,5%) y Chile (2,6%).

América Latina ha perdido 20 años de lucha contra el hambre al alcanzar a más de 56 millones de personas en 2021, aunque se mantuvo prácticamente sin cambios con respecto a 2020, aseguró este miércoles a EFE Julio Berdegué, representante regional de la FAO.

«La región ha perdido 20 años de lucha contra el hambre. Es un agravamiento de una condición que ya era desastrosa, lo que nos indica que la recuperación luego de la pandemia no ha llegado a los hogares», señaló el alto funcionario.

En 2020, la crisis sanitaria disparó el número de personas en situación de hambre hasta los 52,3 millones, mientras que en 2021 alcanzó a 56,5 millones, 8,6% de la población regional.

«Llevamos retrocediendo desde 2015. La mayor catástrofe vino de 2019 a 2020, pero volvemos a tener un leve empeoramiento este año, con casi 4 millones más de personas que pasaron hambre«, agregó.

Las cifras corresponden al nuevo informe anual sobre el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, publicado por cinco agencias de la ONU que advirtieron este miércoles que cerca de 828 millones de personas sufrió hambre a finales del año pasado.

Del total de personas en esta condición, la ONU señala que América Latina y el Caribe concentra 7,4%, más de la mitad vive en Asia y más de un tercio en África.

Por otro lado, también se disparó la inseguridad alimentaria, que en 2021 alcanzó a 40,6% de la población (268 millones de personas), un aumento de 1,1 puntos porcentuales con respecto a 2020.

Puede leer también: Falta de datos oficiales invisibiliza el problema del trabajo infantil en Venezuela

*Con información de EFE

Envejecer en Venezuela es una sentencia de muerte
Informes de la ONG Convite y los resultados de la Encovi reflejan que envejecer en Venezuela es una situación dramática para todos los adultos mayores
El Estado ofrece muy poca protección a los ancianos, que cada vez más sobreviven con más penurias y gracias a las remesas de descendientes y otros familiares

 

@yeannalyfermin

 

Maritza Fernández es una adulta mayor, tiene 68 años y vive en Petare, municipio Sucre del estado Miranda. Durante su juventud trabajó para grandes empresas dedicadas a la confección de ropa. Comenta que con su trabajo le fue bien hasta que llegó “el peor año para todos los venezolanos”: el 2017. 

Fernández narra que la crisis económica obligó a su único hijo a tomar la decisión de emigrar a Chile para trabajar y ayudarla con los gastos de las dos enfermedades que padece: hipertensión y diabetes. Desde entonces, ha tenido que estar sola porque no tiene familiares cerca. Ella insiste en que de no ser por su hijo que la ayuda mensualmente, su situación sería totalmente distinta y muy complicada. 

Matilde Berrios es otra adulta mayor, tiene 76 años, vive con sus dos hijas y sus tres nietos en Filas de Mariches, municipio Sucre, estado Miranda. La abuela, como todos le dicen, padece de asma y no puede costear su tratamiento. Sus hijas no trabajan y su esposo falleció hace ocho años, por lo que solo cuenta mensualmente para sostenerse con la pensión, la caja del Clap y los bonos del gobierno.

Por otra parte, Antonio Rosas, de 71 años, usa un bastón para caminar porque en su pierna derecha tiene una várice que se le inflama y le produce dolor. Antonio pasa el día buscando qué hacer para mantenerse. A pesar de que es jubilado del Ministerio de Educación, afirma que el dinero no le alcanza para comprar las medicinas que debe tomar a diario. 

Las historias de Maritza, Matilde y Antonio, son una pequeña muestra de la realidad que viven los adultos mayores en Venezuela, país que según la ONG Help Age International, en 2015 se ubicó en el segundo lugar con las peores condiciones para envejecer en América Latina. 

Un estudio de la organización Convite realizado en el mes de agosto, que evaluó las condiciones de vida y de salud de las personas mayores en Venezuela, arrojó que a 94% de los consultados sus ingresos no cubren todas sus necesidades médicas, alimenticias y de traslado. 

Varios informes de la ONG Convite y los resultados más recientes de la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), reflejan que envejecer en Venezuela es una situación dramática para todos los adultos mayores y en muchos casos una sentencia de muerte.

La buhonería como esperanza

Según el estudio de Encovi del año 2021, la pobreza total por ingresos alcanzó 94,5%, mientras que la pobreza extrema se ubicó en 76,7%, un aumento del 10% en comparación con la medición anterior. 

Para el mes de abril de 2021, Convite señaló que para ese momento, 72% de los adultos mayores encuestados no trabajaba y que aquellos que aún lo hacen, por lo general se dedican a oficios de la economía informal, especialmente servicios técnicos a domicilio y la buhonería. 

De acuerdo con estimaciones del Banco Mundial, la pobreza extrema se define por ingreso diario de 1.90 dólares. En Venezuela el valor de la pensión es equivalente al salario mínimo mensual, lo cual es mucho menor a ese indicador, pues con la nueva reconversión, ahora se ubica en 1.5 dólares aproximadamente. 

Sin proteínas no hay paraíso 

Sobre el acceso a la alimentación, Convite señaló en su informe que 56 % de los adultos mayores encuestados comen tres veces al día, 31.6% dos veces al día y 2.7% una sola comida. Solo un 8.8% de los que comen sus tres comidas pueden incluir las meriendas. 

49% de los encuestados también indicaron que consumen proteína animal de dos a tres veces por semana y no diariamente como desearían; 20% solo come carne una vez cada 15 días.

La Encuesta de Condiciones de Vida reportó que el porcentaje de hogares sin inseguridad alimentaria (situación en la que las personas carecen de acceso seguro a una cantidad de alimentos suficientes para su desarrollo y para poder llevar una vida activa y sana) se redujo de 6,6% a 5,8%. Otro dato alarmante es que la inseguridad alimentaria leve en 2021 se ubicó en 34,5%.

El estudio subraya que, aunque todos los estratos redujeron su gasto en alimentos, el más afectado ha sido el más humilde, pues este ha desmejorado su consumo de alimentos en 13.3%.

Los altos precios de los alimentos afectan de manera importante a los adultos mayores, pues la mayoría de ellos ya no pueden trabajar y dependen directamente de familiares. 

Según la última actualización que presentó el Centro de Documentación y análisis para los Trabajadores (Cendas), la canasta alimentaria para un grupo familiar de cinco personas en el mes de agosto tuvo un costo de $232,80. Un incremento de 17.8% con respecto al mes anterior. 

Según las estimaciones que se hacen a través de la  «Cesta Petare»,  (que realiza semanalmente la Asamblea Nacional electa en 2015 para medir la inflación en el aumento de los precios de ocho alimentos: huevos, harina de maíz, queso blanco, carne, aceite, azúcar, arroz y café) precisa que para la semana del 10 al 16 de octubre, se necesitaron 28.88 dólares para adquirir los productos antes mencionados. 

El lujo de estar sano

El alto precio de las medicinas es otro problema frecuente entre los adultos mayores, pues estos se debaten entre comprar el tratamiento médico o comprar la comida. En el estudio de Convite, 78% de los adultos mayores encuestados usa algún tipo de medicamento, pero solo el 5% dice que puede adquirirlos con facilidad. 48% los compra con dificultad y 17% adquiere solo algunos de los medicamentos recetados. 

Sobre el precio de las medicinas, Antonio Rosas asegura que el tratamiento para la enfermedad de su pierna, más la hipertensión que padece, tiene un valor aproximado de 15 dólares mensuales, dinero que rara vez tiene. 

 Los olvidados del Estado

Los adultos mayores son quienes más dependen del Estado, principalmente porque ya no pueden trabajar. El informe de Convite señala que 48.05% de los encuestados reciben la caja del Clap. Un 59% de los encuestados indicó que los productos le duran menos de 15 días, mientras que 28% afirmó que le alcanza para 15 días y otro 13% un mes. 

La Encovi afirma que 86% de los encuestados señalaron que el promedio de recepción de la caja o bolsa es de cada seis semanas. Estas cajas o bolsas cuenta menos de un dólar al mes pero, con suerte, traen poco más de nueve productos de alimentación. 

Desde hace varios años, las pensiones de vejez dejaron de ser una ayuda para todos los adultos mayores. El servicio que ofrecía el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales en materia de salud ya no es ni la sombra de lo que era hace 20 años. Según las mediciones de Convite, 31% de los consultados tienen acceso a los CDI, 30% a los hospitales, solo 13% a los Barrio Adentro y otro 26% a ambulatorios. 

Sobre la entrega de los bonos del gobierno, la Encovi señaló que 2 de cada 3 mayores de 18 años dicen haber recibido al menos un bono temporal durante el último año, siendo 5 dólares, el valor promedio de los bonos por hogar.

La migración venezolana ha afectado directamente a los adultos mayores, pues estos han quedado solos luego de que sus familiares tomarán la decisión de salir del país en busca de mejores condiciones de vida.

Según las cifras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), 5 millones 667 mil 835 personas han huido de la grave crisis económica que afecta a Venezuela.

Convite señala que 79% de los encuestados no vive solo, mientras que 10% afirmó que se encuentra en soledad. 17% señalaron que viven solos porque sus familiares se fueron del país.

A merced de la violencia

El pasado 14 de octubre, la ONG Convite presentó su más reciente informe “victimización: vejez en riesgo”, el cual registra las muertes violentas de las personas mayores en Venezuela desde enero hasta junio de 2021. 

El informe contabilizó 102 decesos de personas de la tercera edad en circunstancias violentas, de ellos, 24 fueron asesinados para robarles sus pertenencias, 12 murieron en medio de una riña, 7 fueron asesinados por ajuste de cuentas, 1 fue por sicariato y otro por venganza. 

De las muertes violentas registradas, 3 fueron perpetradas por los propios hijos, 4 por los nietos, 3 por hermanos, sobrinos u otros familiares, 9 por vecinos o amigos y 1 por la pareja.

Convite señaló que el 26.5% del total de las muertes violentas se concentraron en el Área Metropolitana de Caracas (17), y en los estados Aragua (15) y Lara (10). Los victimarios mayormente son familiares directos, vecinos o amigos que conocen el estado de vulnerabilidad en el que viven las víctimas.

FAO: Niveles de hambruna aumentarán en Venezuela para 2021
Actualmente más de 34 millones de personas en el mundo ya se enfrentan a niveles de emergencia al borde de la inanición

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) alertaron que la situación de malnutrición se agravará entre marzo y próximo en la mayoría de las regiones del mundo, desde Afganistán, Siria y Líbano, hasta Haití y Venezuela.

“La magnitud del sufrimiento es alarmante”, expresó el director general de la FAO, Qu Dongyu, que instó a actuar con rapidez para salvar vidas y prevenir la peor de las situaciones a la luz de los datos del informe “Focos de Hambruna”.

Actualmente más de 34 millones de personas en el mundo ya se enfrentan a niveles de emergencia al borde de la inanición y las cifras aumentarán en más de 20 países, según los datos de la FAO y el PMA.

En Venezuela, la inseguridad alimentaria empeorará especialmente debido a la hiperinflación y el endurecimiento de las sanciones internacionales que han supuesto la casi total suspensión de la exportación de petróleo, la fuente principal de ingresos externos del país, y han derivado en precios de comida en alza, se indica en el informe.

«Esto se ve agravado por el impacto de las restricciones relacionadas con covid-19 y la escasez de combustible, que han afectado las actividades logísticas y agrícolas en todo el país», dice parte del informe sobre el país.

En 2019, unos 9,3 millones de venezolanos padecían inseguridad alimentaria, pero el informe prevé que los niveles crezcan significativamente. La FAO ubica al país en el séptimo puesto de las naciones con altos niveles de inseguridad alimentaria para 2021, solo por debajo de países en conflicto como la República Democrática del Congo, Afganistán, Etiopía, Siria o Yemen.

Además, la organización resaltó en su informe que las organizaciones humanitarias enfrentan múltiples limitaciones burocráticas y logísticas en estos países, incluyendo Venezuela, lo que dificulta la atención de la población en riesgo.

Justamente el lunes 22 de marzo, la FAO informó sobre la reanudación del programa de transferencias monetarias a familias pobres que requieren asistencia alimentaria en el país, en conjunto con el Programa de Ayuda Humanitaria de la Unión Europea, luego de las amenazas y suspensión de este plan por la detención de cinco trabajadores humanitarios de la ONG zuliana Azul Positivo.

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Miguel Ávila: “Bolivarenses deben ganar 22 salarios mínimos para poder adquirir ocho alimentos por semana”
El dirigente de UNT aseguró que en Bolívar los ciudadanos necesitan entre 16 y 20 dólares para comprar 8 rubros de la canasta básica

En el marco del plan «UNT Contigo» sobre el monitoreo de los servicios públicos y medición del poder adquisitivo del venezolano, el partido Un Nuevo Tiempo (UNT) en el estado Bolívar realizó un estudio en las dos primeras semanas de enero del presente año, dónde evidencian la variación de precios de ocho rubros de la canasta básica alimentaria.

El secretario de organización de la tolda azul en la entidad, Miguel Ávila aseguró que cada día se pierde el poder adquisitivo en la familia y hogares de Ciudad Bolívar. «Estamos hablando que son de 16 a 20 dólares que necesita un padre o madre de familia para adquirir solo estos ocho artículos de la canasta básica, que solo rendiría aproximadamente una semana para una familia de cuatro miembros”.

Detalló que el salario mínimo en Venezuela y “en esta región, no alcanza ni para comprar un kilo de harina de maíz precocida y mucho menos para comprar un kilo de carne o pollo. Los venezolanos está pasando hambre por culpa de los que hoy secuestran el poder en Venezuela, que solo se preocupan por mantenerse en el poder y no piensa en las necesidades de la población. Este indicador recoge los precios de algunos rubros, solo en: carne, huevos, pollo, harina precocida de maíz, arroz, pasta, queso blanco y aceite comestible”.

Asimismo, el dirigente de la tolda azul alertó que está disminuyendo la ingesta de proteínas de origen animal en los hogares de Ciudad Bolívar según su estudio. «Detectamos que existe una disminución significativa de la proteína de origen animal y un crecimiento en el consumo de los tubérculos como yuca, lo que se traduce a una perdida de peso, masa corporal y lo que ha traído cuadros evidentes de desnutrición en los ciudadanos bolivarenses”.

Finalmente, Miguel Ávila llamó a organizarse para producir los cambios que claman los venezolanos “de manera pacífica y dentro del marco constitucional”.

Hambre, desempleo... y represión, por Carolina Jaimes Branger

«Hambre, desempleo y represión es lo que nos espera tras el 6D».  Foto: Niña llorando, de la serie La edad de la ira, del pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín.

@cjaimesb

Escribo este artículo el viernes 4 de diciembre y saldrá publicado el lunes 7. ¿Qué pasó ayer? Sin ser pitonisa, ni tener una bola de cristal para ver el futuro, puedo decir con toda certeza que lo que viene es más hambre, más desempleo y, por supuesto, más represión.

Maduro sabe que no tiene salida. Por eso declara que “con la Constitución en la mano” (¿cuál Constitución?, me pregunto) no va a entregar el poder. Que vienen tiempos mejores… Esa afirmación sería válida en alguien que nunca ha detentado el poder… Pero en alguien que lleva, de una forma u otra, 22 años atornillado en la cúpula gobernante, no es más que una burla grotesca.

Cuando Chávez inventó aquella infame consigna de “con hambre y desempleo, con Chávez me resteo”, que la gente repetía como loros, sin saber que se haría realidad con el paso de los años… ¿Siguen resteados con Maduro? Lo dudo.

A pesar de los riesgos del coronavirus las protestas no han cesado. El 2 de diciembre, el portal Venezuela informativa reportó lo siguiente:

“En horas del mediodía llegaron los candidatos del PSUV a la comunidad de Santa Fe en el estado Sucre, ingresaron al sector y fueron secuestrados por más de 8 horas.

La policía no pudo hacer nada. La comunidad les «leyó la cartilla» y les informó que tenían 10 días sin luz y que hasta que no instalaran los transformadores que estaban quemados no saldrían de allí.

Contundente la firmeza de la masa de habitantes que se aglomeraron en la zona. Los voceros les dijeron que empezaran a llamar por teléfono porque no los iban a dejar irse del lugar: «De aquí no se van hasta que nos traigan y coloquen los transformadores».

Luego de más de 8 horas de espera e incontables llamadas a medio mundo, los transformadores arribaron al lugar junto a una comisión y cuadrilla de CORPOELEC. Así los candidatos pudieron salir del secuestro”.

¿Hay que secuestrar a unos candidatos para poder tener electricidad?… Y este no es un episodio aislado. Venezuela está en el inframundo: sin luz, sin gas, sin comida, sin empleos, cero seguridad, la impunidad campea, el poder arrasa con todo, la represión cada día es peor… Y la gente está harta. Tan harta, que la votación de ayer fue OBLIGADA, so pena de “no darles más comida”. Vergonzoso. Trágico. Degradante.

Pues sí, compatriotas. Sin saber qué pasó ayer 6, lo que viene, con Maduro y sus secuaces, es más hambre, más desempleo, más inseguridad, más destrozo, menos comida, dinero que no alcanza, un retroceso al siglo XIX cuando éramos un país paupérrimo, destruido por dos guerras civiles en menos de 55 años. En el siglo XX logramos ser el país más rico y con mejores perspectivas de América Latina. ¿Hay derecho a que hayamos llegado a esto, después de haber tenido las mayores entradas por concepto de los altos precios del petróleo?

Hoy estamos entregados a los cubanos. Le debemos hasta el alma a los chinos. Dependemos de muchas maneras de los rusos, iraníes y ahora, turcos.

¿Vamos a seguir permitiendo que se burlen de nosotros de esa manera?… Desde hoy y hasta el 12 vamos a poder expresar la profunda arrechera (y me perdonan el francés) que sentimos. Nadie va a saber que participaste en la Consulta popular, de manera que participa. No te van a quitar lo que queda de la mísera caja CLAP, ni tu pensión. Total, no alcanzan para nada.

¡Ya basta de restearte con alguien que lo que único que te ofrece es que estés cada vez peor! ¡No les importa todo lo que estás sufriendo! No nos lo merecemos. No lo consintamos.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Yeannaly Fermín Nov 05, 2020 | Actualizado hace 3 años
El hambre obliga a rehacer la maleta
Los últimos datos de la Encovi 2019-2020 demuestran que 96% de la población venezolana es pobre y que 79,3% no tiene cómo cubrir la canasta alimentaria
Cifras de Migración Colombia estiman que por cada venezolano que retornó a su país volverán dos

 

@yeannalyfermin

 

Jenny Bastidas salió de Venezuela con rumbo a Perú en agosto de 2018. La crisis económica la obligó a hacer una maleta, dejar su país, su madre y sus dos hijos. El objetivo era claro: trabajar muy duro para mandar dinero y que su familia pudiera alimentarse de la mejor manera posible. Sin embargo, conseguir empleo para Jenny no fue tan sencillo, no contaba con una profesión que le permitiera tener un buen ingreso.

En cuatro meses, Jenny ya había pasado por cuatro empleos (personal de limpieza, niñera, vendedora de café y repartidora de volantes) donde la explotaban y no le pagaban lo justo. Estuvo a punto de devolverse a Venezuela, pero por suerte, el dueño de un supermercado en Lima le dio trabajo como cajera y poco a poco su situación fue mejorando. Contaba con un sueldo que le permitía pagar el arriendo, los servicios, sus gastos personales y enviarle dinero a su madre. Jenny no descansaba y para tener más ingresos, en sus días libres vendía arepas, café y golosinas en las plazas. 

Jenny forma parte de los 4 millones de venezolanos que huyeron de Venezuela en busca de mejores condiciones de vida. Para el mes de noviembre de 2019, la cifra de venezolanos en Perú era de 865 mil, siendo Perú el segundo país país de acogida de migrantes venezolanos después de Colombia.

El 10 de febrero de 2020 el jefe de Jenny le dio permiso para que descansara 20 días, ella no lo pensó dos veces y de una fue a comprar pasaje para Venezuela. Los tres días de viaje se hicieron eternos, pero la ilusión y la emoción de reencontrarse con los suyos no la dejaban pensar en otra cosa que no fuera su país y su gente. Salió de Lima con una gran maleta cargada con detalles y dulces típicos para todos sus familiares. Cuando llegó al barrio El Nazareno, ubicado en la parroquia Petare,en el estado Miranda, sintió una gran alegría porque desde lejos ya podía ver que en la esquina de su casa la estaban esperando Mayra, Jesús y Eduardo. Sintió que la vida le volvió al cuerpo cuando los abrazó y que no quería irse nunca más. Confiesa que fue uno de los días más felices de su vida.

Jenny debía estar en Perú el 10 de marzo para reintegrarse a su trabajo en el supermercado. Sin embargo, Jesús, su hijo mayor, el 7 de marzo presentó un dolor abdominal muy fuerte que derivó en una apendicitis que debía ser intervenida de emergencia. Previo acuerdo con su jefe, decidió posponer su viaje para cuidar de su hijo. Diez días fueron suficientes para que Jesús se recuperara, pero el dinero que la joven tenía para retornar a Perú, por los gastos de la operación y la hiperinflación que se vive en el país los pulverizaron.

El desespero se apoderó de Jenny, ya no contaban con suficiente comida y para poder comprar el pasaje a Lima tuvo que pedir dinero prestado. El 13 de marzo la noticia del cierre de las fronteras la sorprendió, no pudo volver a Perú, desde entonces, su situación económica ha empeorado con el pasar de los días. Jenny afirma que la situación es mucho peor que a principios de 2017 cuando tuvo que salir corriendo de Venezuela para que su familia pudiera comer. 

Asegura que en cuanto reabran las fronteras se irá nuevamente a Perú a buscar trabajo. Afirma que en Venezuela no puede hacer nada porque la inflación y los bajos sueldos no ayudan a poner la comida en la mesa. 

Hambre y desempleo obligan a salir

Raúl Quijada se devolvió a Venezuela en julio de 2019. Luego de pasar seis meses en Ecuador, decidió volver e intentarlo de nuevo. Su paso por tierras ecuatorianas no fue muy agradable, sufrió mucha discriminación y xenofobia y no logró encontrar un empleo que le permitiera mantenerse y enviarle dinero a sus tres hijos. 

Cuando Raúl regresó al país, se sintió muy optimista pese a saber la situación económica que reina en Venezuela desde hace varios años. A los pocos días consiguió empleo como vigilante en un local nocturno en un centro comercial. Sus ingresos le permitían comer y satisfacer algunas necesidades, afirma que en medio de todo se sentía tranquilo. 

Según cifras de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), realizada por la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), 96,3% de los hogares viven en pobreza de ingresos y la tendencia de deterioro de la alimentación continúa, con solo 3% de ellos escapando de la inseguridad alimentaria. Una realidad que afecta más a mujeres que a hombres.

La investigación de Encovi determinó que 79,3% de la gente no tiene cómo cubrir la canasta alimentaria y que al menos uno de cada cuatro hogares presenta inseguridad alimentaria severa y unos 639.000 niños menores de cinco años padecen desnutrición crónica.

El estudio también señaló que en Venezuela existe una disminución de los trabajadores asalariados, los cuales pasaron de 62% a 46% del total de ocupación en 2014 y 2019, respectivamente. A su vez, revela un crecimiento de los trabajadores por cuenta propia al pasar de 31% a 45% del total del mercado laboral.

Ocho meses después todo cambió para Raúl de manera radical. “Nuevamente la desesperación por no tener comida me invadió y esta vez ni siquiera puedo irme a otro lugar porque no hay paso, todo está cerrado, todo está paralizado. Estoy sobreviviendo gracias a mi hermano que me envía dinero cuando puede y también a que sé reparar todo tipo de electrodomésticos”, dijo Quijada. 

Raúl Quijada asegura que cuando la pandemia termine se irá a Chile o a Argentina a probar suerte de nuevo en otras tierras.

Pandemia y hambre

La Encuesta del Hambre, un estudio realizado por el partido político Primero Justicia, con una muestra de 950 personas del municipio Libertador en Caracas demostró que 74% de los hogares manifestaron una caída en el consumo de alimentos.

73,9% de los hogares encuestados afirmó que el consumo de carne de res y pollo, disminuyó entre enero y octubre de 2020, mientras que 82,3% indicó que el ingreso le resulta insuficiente para adquirir los alimentos fundamentales a ser consumido por su grupo familiar.

Cáritas Venezuela, en su más reciente monitoreo correspondiente a los meses de abril-julio de 2020, alertó que las medidas de control para limitar la propagación de la COVID-19 en el país tuvieron un “impacto considerable” en el incremento de la desnutrición infantil. 

Según el informe la desnutrición aguda global (GAM) aumentó 73% en niños y niñas menores de cinco años en seis meses de pandemia.

El estudio arrojó que 59% de los niños evaluados por Cáritas Venezuela tenían algún grado de retraso en su crecimiento o estaban en riesgo de tenerlo y que 29% tenía un retraso del crecimiento moderado y severo.

Según cifras del informe, 57% ha incurrido en alguna forma de privación alimentaria y 27% de los hogares ha tenido que recurrir a la mendicidad, 42% a rebuscarse alimentos en la calle para poder comer y 35% ha consumido alimentos que preferiría no haber comido.

La universidad ya no es un aliciente 

Carolina Sandoval, una joven de 19 años que cursaba segundo semestre de comunicación social en la Universidad Central de Venezuela, está esperando a que reabran la frontera para irse a Bogotá. Allá la esperan su hermana mayor y su cuñado, quienes emigraron en 2018 en busca de nuevas oportunidades. 

Está dispuesta a dejar sus estudios y la vida que tiene en Caracas para trabajar, ayudar a sus padres y continuar -cuando pueda- con su carrera de periodismo. 

De acuerdo a los datos reflejados en la Encovi 2019-2020, 57% de los migrantes venezolanos eran jóvenes entre 15 y 29 años y uno de cada tres migrantes venezolanos alcanza la enseñanza universitaria. En total, 29% de migrantes mujeres partieron con su título bajo el brazo, mientras que los hombres llegan a 19%.

Según la Encovi, antes de la pandemia por covid-19, el retorno era una opción considerada apenas por 4% de los migrantes criollos.

Datos de Migración Colombia afirman que desde el cierre de las fronteras por la pandemia del coronavirus, más de 113.000 venezolanos, retornaron a su país natal por la grave situación económica que estaban pasando. 

Sin embargo, el organismo estimó el pasado 18 de septiembre que por cada venezolano que retornó volverán dos, lo que implica que si salieron 113.000 ciudadanos venezolanos durante la cuarentena, ahora regresarán más de 200 mil. 

“Hay suficientes razones para tener estimaciones de que esta población que ha salido hacia Venezuela, volverá en una proporción del 80 %”, dijo Juan Francisco Espinosa, director de Migración Colombia. 

El sociólogo, profesor universitario y coordinador del Observatorio de la Diáspora Venezolana, Tomás Páez Bravo afirmó que aunque la frontera está cerrada por la pandemia del coronavirus, a través de las trochas siguen pasando los venezolanos porque la situación es grave. 

“En Venezuela no hay agua, no hay electricidad, no hay alimentos, no hay trabajo y en consecuencia la gente decide otra vez experimentar algún tipo de beneficio trabajando afuera para enviárselo a sus familiares que quedaron dentro”, dijo. 

El coordinador del Observatorio de la Diáspora aseguró que mientras se mantengan las actuales condiciones y no haya producción de ningún tipo y no se incremente la producción petrolera y la inversión privada, “la gente va a seguir buscando fórmulas para sobrevivir en otros países”.