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Diego Arroyo Gil

Exclusivo: Extractos del libro Osmel: un hombre desconocido, por Diego Arroyo Gil

Yo nací en Cuba, en el pueblo de Rodas, provincia de Cienfuegos, no voy a decir en qué año, el que quiera saber que vaya y lo averigüe. Toda la vida me he sentido joven y a estas alturas no pienso estropearlo. Soy, eso sí, del 26 de septiembre, signo Libra, que no sé qué significa. Mi nombre es Osmel Sousa, pero también soy conocido entre la gente como el Zar de la Belleza y el Hacedor de Reinas. Desde que me inicié en el mundo de las misses, a mediados de los años sesenta, hasta el día en que abandoné la presidencia del Miss Venezuela, llevé a siete mujeres hasta la corona del Miss Universo, a cinco a la corona del Miss Mundo y a siete a la corona del Miss International. Un récord para el Libro Guinness. Las recuerdo muy bien a todas. Viví grandes momentos junto a cada una de ellas, y sin embargo hoy muy pocas de ellas me llaman en mi cumpleaños, en Navidad y el día de Año Nuevo. Cuando se encuentran conmigo, me saludan con cariño. Yo sé que me quieren, y yo a ellas, pero no somos amigos íntimos y, la verdad, eso no me quita el sueño. Me basta con haberlas visto conquistar el triunfo. Me basta con haber presenciado, desde la primera fila, cómo la perfección que habíamos alcanzado juntos, ellas y yo, era premiada con la corona, pues de esa manera la corona también se hacía mía. El poder de la belleza tiene pocos sustitutos y yo he consagrado mi vida a conseguirlo.

 

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El rostro de mujer más bello que yo he visto nunca es el de María Félix, María Bonita. Así sería de poderoso que yo ya lo dibujaba, de niño, antes de que se me pusiera por primera vez delante de los ojos. Yo no había tenido todavía el placer de saber que María Félix existía en la vida real y sin embargo su rostro era una realidad de mi imaginación. Fue cuando estaba en el colegio y no servía para nada. Ni para Castellano ni para Historia y mucho menos para Matemáticas. Yo no servía para nada sino para dibujar, y dibujaba el rostro de María Félix. Cuando la conocí en persona, en los años setenta, durante un viaje que hizo a Caracas, el encuentro me sirvió para confirmar que esa era la mujer que me había obsesionado cuando yo era un pésimo estudiante y me pasaba todas las horas de clase haciendo bocetos de sus rasgos maravillosos. La fascinación que ella me ha causado me ha hecho decir incluso que, si la reencarnación existe, a mí me encantaría reencarnar en María Félix.

Lo de que yo era un incapaz para los estudios no es una exageración. Yo era brutísimo, o por lo menos así pensábamos todos. Luego supe, muchos años más tarde, adulto e independizado, que padezco déficit de atención en el mayor grado posible, tanto que cuando se revelaron los resultados del examen que determinó esa condición, la doctora que me atendía me dijo, asombrada: «Yo no sé cómo usted se acuerda de su propio nombre…». Un diagnóstico así de especializado era imposible en Rodas en mi época. Allá sencillamente yo era medio burro, cuando menos un torpe, un muchacho al que nadie sabía qué le pasaba por la cabeza. Mis padres me pusieron profesores particulares para ver si mejoraba, pero fue inútil. Llegué a sexto grado por puro milagro, y para pasar al bachillerato hubo que convencer al director del colegio de que me hiciera el favor.

 

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Las mujeres son mucho más interesantes que los hombres, de eso no cabe duda. Como ser, la mujer es divina, y como cuerpo, mucho más armoniosa. Mencioné a María Félix, que es como la cumbre, pero yo me pongo a pensar, por ejemplo, en Lupita Ferrer, la gran actriz venezolana y también diva de América Latina, y me parece evidente que es un personaje de un magnetismo que yo, por ejemplo, no tengo. Así sería que Lupita tenía una abuela, terrible, que cuando salía a la calle con ella se llevaba un bate de béisbol por si algún hombre se acercaba y trataba de propasarse con su nieta. Cuando yo la conocí, a Lupita, en Maracaibo, me di cuenta de que tenía esa cosa de que despertaba pasiones y, desde luego, de que las vivía ella misma con gran intensidad.

Lupita fue una de mis primeras amigas en Venezuela. La conocí gracias a Waldo, de cuyo grupo de teatro ella formaba parte. Aquella obra del Club Creole fue protagonizada por Lupita. Me acuerdo de que estaba basada en Gigi, una novela de Colette, la escritora francesa. Años antes se había hecho, en Hollywood, con mucho éxito, una película con la misma historia, y estos amigos míos la llevaron al teatro. La destreza que Waldo demostraba en todo lo que hacía era increíble. Era capaz de una cosa como esa, tan difícil: montar una obra, y a la vez ser decorador y dibujante profesional. Lo mejor que a mí me pudo pasar cuando vivía en Corito fue caer en su entorno, porque eso me permitía estar cerca de personas interesantes, gente del teatro y de la cultura en general. Los amigos de Waldo eran escritores, pintores, músicos, y así.

 

 

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A finales de los años sesenta yo incluso fui modelo. Como era delgadito, toda la ropa me quedaba bien y me veía impecable. La gente me echaba muchos menos años de los que en verdad tenía. Álvaro Clement era el nombre de uno de los sastres principales de Caracas. Tenía una boutique en la urbanización Chacaíto, y allí mismo presentaba sus colecciones una o dos veces al año. Chacaíto estaba en boga porque recién habían inaugurado en esa zona el primer centro comercial de la ciudad, un lugar adonde ibas y te sentías en la civilización. Ahí conseguías lo que querías. Había ropa y zapatos de todas las grandes marcas del mundo. Yo me dediqué al modelaje en pleno auge de Chacaíto. Una época inolvidable. Recuerdo que un día Clement, a quien conocí en mis andanzas de dibujante publicitario que no se perdía una sola fiesta, me hizo salir a la pasarela acompañado de una niña muy bella y divertida, Margarita Zingg, que luego se hizo diseñadora y trabajó conmigo en el Miss Venezuela. Desde que yo la conocí ya Margarita llamaba la atención por su elegancia y su buen gusto. Atraía a los fotógrafos sociales como una estrella. Estaba siempre perfecta y era simpatiquísima. ¡Todavía!

 

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Hoy hay gente que me critica porque yo tengo amistades en el Gobierno venezolano. Pues esas amistades no son nada nuevo y además no perjudican a nadie. Trabajar para el concurso de belleza más importante del país me puso en contacto, desde el principio, con todo tipo de personas, muchas de ellas con poder, desde actrices y animadores de televisión, hasta ministros, magistrados y presidentes de la República.

Mi primera incursión en las esferas de la política ocurrió gracias a «Polvo de estrellas», aquella columna mía de la revista Páginas. Muñeca de Morales Bello, la esposa de un dirigente muy influyente del partido Acción Democrática, era una mujer que se vestía bastante bien, siempre estaba arregladita, y se me ocurrió dibujarla y hablar bien de ella en mi columna. En la página opuesta, sin ofensas, pero con cierto atrevimiento, dibujé a Blanca de Pérez, la esposa de Carlos Andrés, y comenté que estaba gordita y que debía cuidar un poco más su aspecto. Es decir, Muñeca era la bella y Blanca era la fea.

Al cabo de unos días estoy en mi oficina, en Últimas Noticias, y me avisan que hay una señora de Acción Democrática que quiere que la reciba. «Ya está. Les cayó mal la columna a las adecas», me dije yo. Cuando veo, aparece en la puerta la propia Muñeca de Morales Bello, simpatiquísima. «¡Esas páginas te quedaron perfectas!», comentó. «Tanto que vengo a pedirte que asesores a Blanca para la campaña electoral». Muñeca se refería a la campaña de Carlos Andrés, el candidato de Acción Democrática para la presidencia. Agregó: «Blanca va a ser la Primera Dama y debe verse perfecta». La propuesta era tan inesperada que la acepté, a lo que Muñeca se detuvo para hacer hincapié en que nadie podía enterarse de aquello. Blanca me exigía discreción total.

“Venezuela volverá a ser un país digno de Sofía Ímber”

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Maria Alesia Sosa C.

@MariaAlesiaSosa

Después de tres años, cientos de encuentros y 200 horas de conversaciones guardadas en un grabador, Diego Arroyo Gil, el biógrafo de Sofía Ímber, llegó a la casa de ella con el manuscrito prácticamente listo.

“Eran 170 páginas, y ella me pidió que se las leyera. Al terminar de leer, me dijo: ‘Yo estoy horrorizada’. Solté unas risas, porque ya la conocía demasiado, y le pregunté por qué. ‘Porque esa soy yo”.

Así lo relató el autor en la presentación en Miami de aquel resultado final de las 170 páginas que se convirtieron en La Señora Ímber: Genio y Figura, publicado por Editorial Planeta.

El Centro Koubek del Miami Dade College en La Pequeña Habana, sirvió de espacio para un acto íntimo y emotivo, en donde homenajearon a promotora de arte más importante de la historia de Venezuela, a propósito de la presentación de su biografía. La obra es la bitácora de una vida dedicada a dos pasiones: el periodismo y el mundo de las artes.

El periodista y escritor Carlos Alberto Montaner dirigió un panel en el que participaron Arroyo Gil, Rina Carvajal, quien trabajó en el Museo de Arte Contemporáneo (MACSI) y el periodista Alejandro Marcano.

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Montaner consideró que el autor acertó en escribir el libro en primera persona, y que la obra refleja a la perfección la personalidad e impacto de Sofía Ímber en su país, así como para otras latitudes. Reveló que siempre la había admirado, pero se sorprendió luego de leer su biografía: “Yo creía que la conocía bien y la admiraba mucho, pero ahora la conozco mejor y la admiro más todavía”.

El periodista cubano apuntó que la historia de Ímber demuestra que Venezuela era un país con una movilidad social admirable. “Era una tierra donde podía llegar una rusita a los 6 años, sin un centavo y que ni siquiera hablaba el español, y podía convertirse en una de las figuras clave de la intelectualidad venezolana, y una persona central en el debate de ideas políticas”.

El panel destacó también la enorme influencia que tuvieron los dos esposos de Sofía Ímber: Guillermo Meneses, quien la introdujo en los círculos diplomáticos, y Carlos Rangel, con quien compartió la pasión por la política y el periodismo.

Precisamente una de las grandes revelaciones del libro es la publicación de la carta que le dejó Rangel a su esposa, antes de suicidarse.

Boris Izaguirre escribió el prólogo de la obra, y por su cercanía con Ímber confesó que él siempre pensó que sería él, el encargado de hacer la biografía de la icónica venezolana. “Pero yo escribo ficción, la vida de esta mujer es mucho más interesante y maravillosa que la de los personajes de mis novelas”, dijo al público.

El escritor venezolano dijo que la agasajada “siempre ha apostado con amor y desapego por un país que no le ha respondido igual”. Sin embargo, dio un mensaje alentador: “Sofía representa una Venezuela que va a existir. Algún día seremos ese país digno de Sofía Imber”.

Montaner calificó el prólogo de “muy inteligente y muy bien pensado”. Además, Arroyo Gil contó que recibir el prólogo y las observaciones de Izaguirre fue muy útil y determinante. “Se fijó en detalles e hizo precisiones que pueden hacer que un libro sea excelente o sea un desastre”, declaró el autor.

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Premio a una ciudadana mundial

Además, en la ceremonia, el Instituto Interamericano de la Democracia aprovechó la ocasión para otorgarle a Ímber, el Premio a la Ciudadanía Mundial, distinción que recibió de manos de Carlos Alberto Montaner, presidente del instituto y Beatrice Rangel, su directora.

“Es una mujer excepcional, no solo en Venezuela sino en toda América Latina. Merece este reconocimiento, y merece cien reconocimientos más”, dijo Montaner, quien además, le manifestó su amor y admiración.

Por su parte, Rangel dijo que este homenaje pretende resaltar la generosidad que tuvo Ímber con las mujeres de una generación al apoyarlas en el sueño de ser profesionales excelentes. “Otra virtud que este premio quiere destacar es su tolerancia: La casa de Sofía siempre estuvo abierta para personas de distintos pensamientos e ideas, y eso la acercaba más a la realidad venezolana. Ojalá que, algún día, Venezuela recupere la sindéresis de Sofía, para que pueda restituir su democracia”.

Al momento de cerrar su ponencia, Diego Arroyo Gil, dijo que mantener el legado de Ímber es un guía para la reconstrucción de Venezuela: “En medio del oscurantismo que vive nuestro país , Sofía y su historia, son una luz, si somos capaces como venezolanos de mantener esa llama ardiendo, habremos hecho el trabajo, y podremos estar satisfechos”.

El cierre del evento fue un espectacular recital de la cantautora venezolana, Soledad Bravo, también amiga de Ímber, desde hace más de 50 años. Bravo le dedicó a su amiga todas las canciones que interpretó: Palabras de Amor, Ojos Malignos, Pajarillo Verde y Alfonsina y El Mar.

Fotos: María Alesia Sosa

Sofía Ímber: Yo no soy pesimista, yo soy venezolana

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Esta vez a Nelson en #ElShowDeBocaranda lo acompañaron la periodista, promotora del arte venezolano y fundadora del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, Sofía Ímber, y el periodista y escritor de su nuevo libro «La Señora Ímber: Genio y Figura», Diego Arroyo Gil.

Comenzaron la entrevista conversando sobre la vida de Ímber, sobre los gratos momentos que han compartido ella y Bocaranda, en donde en medio de risas dijeron: “nos han botado de muchas partes”; posteriormente, la periodista explicó que eso pasó por “no doblegarme”. Luego conversaron, con la ayuda de Diego, de todos sus años viviendo en París, sus amigos artistas allá y aquí, de todos sus programas hechos junto a su compañero Carlos Rangel. Hablaron de sus vivencias y de su “intransigencia” , dónde ella agregó “no ser intransigente, sino exigente” y Arroyo también expuso que ella no sólo es exigente con los demás sino, con ella también.

 

 

Procedieron a platicar sobre su trabajo en el MAC de Caracas, todas su experiencias y exigencias en el mismo y comentó que “las instituciones en Venezuela sólo dejan sino deudas, yo dejé dinero en el Museo”. Para finalizar, Nelson le pide un mensaje para Venezuela en el que su silencio se hizo presente en la sala y Diego agrega que ella siempre dice que “yo no soy pesimista, yo soy venezolana”.

Como es de costumbre, Bocaranda finalizó el programa con su clásica ronda de “Runrunes” y chistes con la musicalización de Los Hermanos Naturales. Si quieres ver este episodio y mucho más de nuestra programación, suscríbete a VIVOplay.net y búscalo #onDemand por: http://goo.gl/VIWOxm

Circuito Éxitos Dic 02, 2015 | Actualizado hace 8 años
53 años de periodismo en un libro

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Cortesía Circuito Éxitos

Los periodistas Nelson Bocaranda y Diego Arroyo Gil hablaron con Shirley Varnagy del libro El poder de los secretos.

La editorial Planeta de Libros es la encargada de darle forma a esta obra del profesional, que recopila las anécdotas de Bocaranda a lo largo de sus 50 años de carrera periodística.

Arroyo Gil hizo la compilación de esas historias mediante entrevistas sobre la historia contemporánea de Venezuela.

Escuche la entrevista completa por el Circuito Éxitos.

El Informe Otálvora y el libro de Nelson Bocaranda Sardi

ElPoderdeLosSecretos

 

Otálvora: El libro «Bocaranda: El Poder de los Secretos» es más que el cáncer de Chávez. Son cinco décadas de periodismo donde tiene anécdotas con  todos los presidentes de Venezuela, Colombia y Estados Unidos.

En su Informe semanal Édgar Otálvora se refiere al libro de Nelson Bocaranda Sardi en éstos términos: La enfermedad y muerte de Hugo Chávez, manejada como secreto de Estado por Cuba y el chavismo, catapultó a Nelson Bocaranda a nivel internacional como un periodista referencial sobre política latinoamericana. Sus tuiteos y columnas de prensa agrietaron, para beneficio de millones de ávidos lectores, el férreo muro levantado alrededor de la suerte del mandatario.   

Preparado al alimón con el joven periodista y biógrafo Diego Arroyo Gil, Bocaranda presenta  su libro “Los secretos del poder”, revelando intríngulis del deterioro de la salud de Chávez y el proceso de sucesión dentro del régimen. Pero el periodista Bocaranda es algo más que ese episodio. Su libro trae anécdotas y runrunes de una agitada carrera periodística que cubre cinco décadas en las cuales Bocaranda tuvo contacto con todos los presidentes de Venezuela, Colombia y EEUU, entrevistó a decenas de celebridades y fue testigo de excepción de hechos relevantes…no sólo en Venezuela. El libro ya está en las principales librerías

Aquí las primeras páginas del libro de Nelson Bocaranda Sardi

Primeras páginas de BOCARANDA. EL PODER DE LOS SECRETOS, de Nelson Bocaranda Sardi y Diego Arroyo Gil, publicado por Editorial Planeta:

 

Las únicas dos personas a las que les dije quiénes eran las fuentes que me informaban sobre la enfermedad del presidente Hugo Chávez fueron Simón Alberto Consalvi y Luis Vezga Godoy, mis confidentes y amigos. Se los dije por medidas de seguridad. Por si me pasaba algo. Les expliqué de dónde y cómo me llegaba la información, de manera que estuvieran enterados de todo en caso de que se presentara alguna situación indeseada. Nadie mejor que un gocho para guardar un secreto. ¡Si eran dos, mejor! No sucedió nada, gracias a Dios, aunque en julio de 2013, ya fallecido Chávez, fui llamado a testificar en la Fiscalía General de la República. Me citaron con base en una acusación falsa. A propósito de un tuit a través del cual había advertido que en las elecciones presidenciales en las que se enfrentaron Nicolás Maduro y Henrique Capriles, el 14 de abril, se habían ocultado unas cajas llenas de votos en un Centro de Diagnóstico Integral, dijeron que yo había “incitado a la violencia”. Una cosa absurda. Un pase de factura. No me perdonaban que tuviera acceso a todos los datos que ellos no conocían. No me perdonaban haber dicho lo que no querían que se supiera con respecto a la gravedad de Chávez. Nos enteramos de la muerte del presidente el 5 de marzo, yo publiqué el tuit el lunes 15 de abril y la campaña que Ernesto Villegas, Andrés Izarra, Mario Silva, Pedro Carreño, entre otros, emprendieron contra mí fue tan fuerte e inmediata, que un contacto que tengo me recomendó que saliera del país. Yo tenía información de que querían allanar mi casa y por Venezolana de Televisión (VTV) decían que tenía que ir preso. Eran muchas, muchas las amenazas. Me aseguré de que me iban a dejar salir y, el 17 de abril, me fui al aeropuerto Simón Bolívar de Maiquetía. Había conseguido rápidamente un pasaje para Miami con American Airlines. Cuando iba a entrar al avión, se me acercó un agente de Inmigración y me dijo: “Mira, Bocaranda, mi jefe quiere hablar contigo”. Yo no sabía quién era el hombre ni quién su jefe, y le dije: “No es posible, no es posible, el avión está saliendo”, y entré. ¡Ni de vaina me regresaba yo! Luego me enteré de que el jefe de Inmigración quería que yo le contara runrunes sobre Chávez. ¡Gente safrisca y faramallera, que nunca falta! Me fui a Miami, pero la campaña en mi contra continuó, hasta que el 4 de julio la Fiscalía emitió la citación. La noche de ese día una persona me dijo que, a través de un personaje de la farándula venezolana, podíamos averiguar qué era lo que quería de mí la Fiscalía. Al principio aquello me resultó muy extraño… ¿qué tenía que ver el show business con el gobierno?…, pero se hizo el trámite y la respuesta fue que la citación era para preguntarme por mis fuentes. El hecho es que esta figura de la farándula asesoraba a una muy encumbrada funcionaria del Ministerio Público en cuanto al vestuario. Incluso se la ha llevado de paseo por Europa para que asista a grandes festejos de la moda. Vuelos en primera clase y hoteles cinco estrellas. Todos los gastos corren por cuenta de ella, faltaba más. Tal es el “socialismo” que profesan y practican. Una farsa. Nunca dudé en asistir a la citación. Mis abogados me dijeron que no había manera de que me imputaran, aunque como esta gente es capaz de hacer cualquier vaina, estábamos atentos. Yo llegué a Caracas, desde Miami, el 10 de julio. Esa noche no dormí en mi casa sino donde un buen amigo y me preparé para ir a la Fiscalía al día siguiente. A las 8 de la mañana en punto estaba en el Ministerio Público. Les caí por sorpresa. Ellos pensaban que yo no iba a presentarme porque era “un cobarde de mierda”, y esas cosas. A través de Nelson Eduardo, mi hijo, también periodista, publiqué un tuit para informar que estaba en la Fiscalía y eso dio pie para que el gobierno enviara un autobús cargado de gente para que me insultara. “¡Criminal! ¡Asesino! ¡Pitiyanqui!”, lo mismo de siempre. Un escándalo. Finalmente, a las 10 de la mañana, llegaron los fiscales: eran dos mujeres y un hombre. Sin darme cuenta, en uno de los bolsos de viaje yo me había traído a Caracas una cruz de San Benito Abad. Me la encontré mientras deshacía la maleta y, como me pareció una buena señal, me la llevé al Ministerio Público. Justo antes de que comenzara el interrogatorio, escucho que alguien dice: “Hoy es 11 de julio, día de San Benito”. ¡Coño! Y una de las fiscales pregunta: “¿Ese es el que le consigue novio a uno?”. “No, no –le respondo yo–. Es el otro San Benito, San Benito Abad, este que tengo yo aquí”, y saco la crucecita y le digo: “San Benito Abad, el que conjura al Demonio”. Les echo la bendición a los fiscales y me persigno yo, ¡por si acaso! El interrogatorio duró cuatro horas y, en efecto, la pregunta recurrente fue quiénes eran mis fuentes. La insistencia fue tal que, en cierto momento, les dije: “Está bien, voy a revelar quiénes son mis dos fuentes”. La cara les cambió inmediatamente. “Mis fuentes son la fuente de la plaza O’Leary, en El Silencio, y la fuente de la plaza Venezuela. Dos hermosas fuentes de agua”. ¡¿A quién carajo se le ocurre que uno va a traicionar a sus fuentes?! Yo confesaba quiénes eran y me mataban: ¡me matan! La única circunstancia que me permitiría decir quiénes fueron mis informantes es que esas personas mueran, y con eso no quiero decir que lo desee, ni mucho menos. Parece absurdo que tenga que aclararlo, pero prefiero hacerlo para evitar malos entendidos o interpretaciones a conveniencia. Además, sigo en contacto con esas fuentes. Guillo.

 

¿Alguno de tus informantes era pariente del presidente Chávez?

Esto nunca lo he dicho, pero ya puedo hacerlo: una persona del entorno de Chávez dio la orden de que se me transmitiera la información. De eso me di cuenta con el tiempo, atando cabos. Cuando se le diagnosticó el cáncer al presidente se abrió la incógnita de quién podría ocupar su lugar, de quién estaba en capacidad de sustituir al hombre que concentraba un poder que solo él tenía, el líder cuyas órdenes jamás se discutían. Se sintió temor de que se desatara una guerra interna. ¿Chávez podría ser reemplazado por alguien de su familia? ¿Por alguno de sus principales aliados en el gobierno? ¿Tenía que ser un civil? ¿Tenía que ser un militar? Ante las dudas, se decidió que la información sobre su estado de salud saliera a la luz.

 

¿Él sabía quién te informaba?

Tal vez. Yo mismo a veces me pierdo en el laberinto, pero tonto no soy. Para que la gente entienda cómo funcionan las cosas en Venezuela con el chavismo: durante el interrogatorio en los tribunales, una de las fiscales dijo que ella no sabía qué era Twitter, donde yo publicaba mucha información sobre la enfermedad del presidente, y me pidió que lo explicara. Lo expliqué, hecho el pendejo, porque era obvio que ella sabía qué es y cómo funciona Twitter. Finalizado el interrogatorio, a punto de salir de la sala, la misma fiscal se me acercó y me dijo, casi al oído, calladita: “Yo te sigo en Twitter, Bocaranda, yo te sigo”. Lo mismo me sucede en el aeropuerto de Maiquetía, donde en general siempre ha habido buena receptividad por parte de los funcionarios. Cuando me revisan el equipaje, el 90% de las veces se disculpan, me dicen que no tienen nada en contra de mí pero que están obligados a cumplir órdenes. Además, aprovechan para criticar al gobierno y para pedirle a uno que siga en lo suyo, dando la pelea. Alberto Federico Ravell, a quien también lo tienen en la mira cuando viaja, o cuando lo dejan viajar, derrite chocolate sobre unos calzoncillos y los pone encima del resto de la ropa, de modo que cuando los agentes de Inmigración abren la maleta, se llevan un susto.

Como no sabíamos cuánto tiempo duraría la visita a la Fiscalía, Bolivia, mi esposa, me había reservado pasajes, a distintas horas, para salir del país. Tenía vuelos a Lima, a Bogotá y a Miami a lo largo de la tarde. Yo estaba indeciso en cuanto a si me iba o me quedaba en Venezuela. A fin de cuentas, todo había salido aparentemente bien. Frente a las dudas, fui a ver a una persona estrechamente vinculada al gobierno, que me dijo que lo mejor era que me fuera, pues si bien no habían logrado sacarme información durante el interrogatorio, al día siguiente podían reaccionar y joderme. “Vete y quédate tranquilo afuera”, me recomendó. Bajando a Maiquetía nos encontramos con que había habido un accidente y el tráfico era un infierno. Era imposible que llegara para montarme en el último vuelo para el que tenía reserva. Llamamos a la aerolínea Santa Bárbara, y tuvimos la suerte de que su vuelo a Miami programado para las 6 de la tarde estaba retrasado y había asientos disponibles. Por casualidad, Miguel Henrique Otero y otro gerente del diario El Nacional, Daniel Pérez Poleo, también viajaban en ese avión. Cerca de la medianoche, nos llamaron a embarcar. Estábamos todos los pasajeros dentro del avión, sentados, y el avión, parado. Y pasaba y pasaba el tiempo y el avión, parado. Pensé: “¿Y si esta vaina es por mí?”. En esas circunstancias a uno se le ocurre hasta lo inimaginable. Nada, como era un vuelo fuera de hora, faltaba un documento de autorización que no estaba listo. Una vez que llegó el documento, nos fuimos. Salimos de Caracas a la 1 de la mañana y aterrizamos a las 4 en Miami.

 

¿Cuánto tiempo estuviste allá?

Seis meses, hasta que consideré que podía regresar y regresé. Durante ese período nunca dejé de trabajar. Ni siquiera abandoné la radio. Mariela Celis, mi compañera de programa, tenía un iPad en el estudio de Caracas y yo tenía otro en el estudio de Miami desde donde transmitía, vía satélite. El audio era perfecto y estar conectados por video me permitía a mí ver a los invitados y a ellos verme a mí. Yo quería que la menor cantidad de gente posible supiese que estaba fuera y creo que lo logré. Decía, por ejemplo: “Oye, Diego, qué bien te queda esa camisa de cuadritos”, o “Mariela, hoy viniste más arreglada que de costumbre, ¿de quién es la fiesta que tienes esta noche?”, y cosas así. La gente me escuchaba y no sospechaba nada. Lo hice para proteger a la radio y a los anunciantes. Era mi compromiso. Siempre he procurado tener las mejores relaciones con las empresas y con la gente con las cuales trabajo.

La primera estación de radio donde ejercí el oficio fue Radio Aeropuerto, que funcionaba en Maiquetía, aunque las oficinas donde yo operaba quedaban en Caracas, en el Centro Empresarial del Este. Uno salía a la calle a buscar la noticia, grababa en unos rollitos de tres minutos de duración y el audio se enviaba a Maiquetía con los choferes de una famosa línea de taxi, la 22Mil, desde la avenida Fuerzas Armadas. Todavía estábamos lejos de la tecnología de la que disfrutamos hoy en día. Yo fui a parar a Radio Aeropuerto gracias a otro periodista, Tomás Matos Betancourt. Un día, estando en el Congreso, me encontré con él y me dijo: “Oye, chico, estamos buscando reporteros para la estación del aeropuerto. Ven acá, vamos a hacer una prueba”. Me dio un micrófono y me pidió que hablara, que dijera cualquier cosa. A lo sumo habré llegado a decir: “Los saludo, amigos, desde Radio Aeropuerto…”, cuando Matos Betancourt me interrumpió: “¡Listo, listo, perfecto!”. Llamó al doctor Luis Hernández Solís, el dueño de la estación, y le dijo: “Mire, doctor, aquí tengo a un muchacho que tiene pasta para periodista. Se viene a trabajar con nosotros”. Era 1962. (…)

 

BOCARANDA. EL PODER DE LOS SECRETOS está disponible en todas las librerías de Venezuela e igualmente puede obtenerse en formato digital en cualquier parte del mundo. Más información aquí: http://www.planetadelibros.com.ve/bocaranda-el-poder-de-los-secretos-libro-209244.html

 

 

Nelson Bocaranda Sardi revela el verdadero <i>poder de los secretos</i>

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¿Qué año, qué día y a qué hora murió Hugo Chávez? ¿Quiénes le informaban a Bocaranda, con tanta precisión, cuál era el estado real del presidente? ¿Era algún familiar? ¿Eran sus médicos? ¿Tal vez un civil? ¿Un militar? ¿Qué pasó el 5 de marzo de 2013 y los días siguientes, puertas adentro, en el gobierno venezolano?

Nunca, hasta ahora, Nelson Bocaranda Sardi había respondido, como lo hace en el libro «Bocaranda. El poder de los secretos» a Diego Arroyo Gil, a estas y a otras preguntas que escudriñan en las circunstancias que rodearon la desaparición del caudillo de la revolución bolivariana. Estas páginas aclaran dudas sobre la mayor sombra informativa de la historia contemporánea de Venezuela.

El libro también es un compendio de anécdotas y runrunes que ayudan a comprender cómo, a lo largo de más de 50 años de carrera profesional, Nelson Bocaranda se convirtió en el periodista con la mayor capacidad de penetración en las redes del poder en Venezuela. Y todo se desborda de la memoria de un reportero de quien Fidel Castro un día dijo: “¡Ese Bocaranda tiene más contactos que el G2!”, el servicio de inteligencia cubano.

Bajo el sello de el Grupo Planeta, «Bocaranda. El poder de los secretos» lo podrás conseguir a finales de 2015 en las principales librerías de el país.

 

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David Smolansky: “Quiero un país donde a la gente no le pase por la cabeza la idea de abandonarlo” por Diego Arroyo Gil

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@diegoarroyogil

TIENE 30 AÑOS DE EDAD, es alcalde del municipio caraqueño de El Hatillo y hace unos días regresó de Kanazawa, Japón, donde recibió el premio Joven Político Sobresaliente del Mundo 2015, que otorga la organización Cámara Junior Internacional. Se lanzó al terreno de la lucha social entre 2006 y 2007, con el nacimiento del Movimiento Estudiantil que entonces sacudió las calles de Venezuela. Desde esa fecha su figuración ha ido en aumento. Además de funcionario público, es dirigente activo y principal de Voluntad Popular, el partido liderado por Leopoldo López. Admira a Betancourt y dice que “el cementerio de los políticos está lleno de impacientes”. Antes de pensar en otra cosa, quiere seguir siendo alcalde unos años más. Es un hombre amable y responde sin observar demasiadas prevenciones. Lo único fuera de lo común es que, por lo visto, David Smolansky no concede entrevistas en su despacho a menos que lo acompañe su directora de Comunicaciones, que se sienta en una silla al lado del periodista, una práctica innecesaria, además de incómoda. Como ambos se negaran a que la conversación transcurriera a solas porque –según dijo el alcalde– así ha sido “hasta con Der Spiegel”, la renombrada revista alemana, hubo que ceder. Ni modo.

–¿Es usted hijo de un ruso y una cubana? ¿Cuál es la historia?

–No. Mi papá es cubano. Sus padres, mis abuelos, ucranianos. Nacieron en Kiev, cuando Ucrania formaba parte de la Unión Soviética. Salieron de allá en la década de los años 20, perseguidos por el comunismo. Llegaron a Cuba, donde prácticamente vivieron cerca de 50 años, hasta que nuevamente fueron víctimas del comunismo y en el año 70 se vinieron para Venezuela. Mi papá ya había nacido. Tenía 13 años.

¿Cómo salieron de Cuba?

–Vía México. Y de allí a Venezuela. Estuvieron 4 o 5 años tramitando la autorización de salida de La Habana. Como mi familia paterna es judía, hubo que hacer trámites con la embajada de Israel, que intervino, y así se obtuvo la autorización. No salieron en balsa pero de todos modos fue muy traumático. Mi abuelo tenía una textilera en La Habana y la perdió por completo. La casa de mi familia fue expropiada y pasó a ser un centro de formación socialista. Vive allí, además, un general. La dividieron en varias partes. Eso lo he averiguado gracias a gente que ha ido después para allá. Cuando salieron solo los dejaron llevarse una maleta que pesara 4 kilos, entre los tres.

–Esa es la familia de su padre. ¿Y la de su madre?

–Mi mamá en venezolana, nacida en Caracas. La madre de mi madre es de Ciudad Bolívar.

–Me contaron que usted quería ser periodista deportivo.

–Estudié periodismo y siempre me ha gustado el deporte. Trabajé en El Nacional, como pasante, primero en la sección internacional y luego en la deportiva… Sí, quería ser periodista de Deportes, pero la vocación de servicio y la pasión por la política terminaron siendo superiores.

–¿En qué momento cambió de rumbo?

–Siempre me ha apasionado la política. El año 2007 fue clave porque estaba en el Movimiento Estudiantil, del que fui uno de los fundadores y voceros en las protestas contra el cierre de RCTV. Además, lideramos las elecciones en contra de la reforma constitucional, que marcaron un antes y un después. Simultáneamente trabajaba en El Nacional. Allí estaban mis dos pasiones a la vez, pero finalmente me incliné por la política, por la vocación de servir. La situación de Venezuela requiere hoy de liderazgos emergentes. Hay que diseñar políticas públicas que estén acorde con las exigencias y necesidades de los venezolanos.

 

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–Entiendo que también fue determinante para usted el crimen de los hermanos Faddoul.

–Sí. Recuerdo que nos enteramos del asesinado un domingo por la noche. Un domingo del mes de abril de 2006. El 2 de abril. El lunes 3 amanecimos y fuimos a cerrar las puertas de la Universidad Católica Andrés Bello. Mucha gente nos apoyó. Decían: “¡Qué bueno que haya estudiantes liderando las manifestaciones en contra de la inseguridad y de la violencia!”. Otras personas, en cambio, no creían en la protesta. “Abran las puertas. Esto no se soluciona así”. Pero nosotros estábamos cargados de ira.

–¿Por qué sus compañeros de universidad le llamaban “El Viejo”?

– (Risas). La verdad es que no lo sé. Un apodo, simplemente. Así como hay quienes dicen: “¿Qué fue, pana?”, yo decía: “¿Qué fue, viejo?”, y por ahí quedó la cosa. Todavía me dicen así.

–De modo que no se trata de algo suyo en el carácter.

–No, no. Creo que no.

–Otro dato interesante: ¿es usted sobrino del cardenal Jorge Urosa Savino…?

–Primo segundo. El cardenal es primo hermano de mi mamá. Siempre he sido muy cercano a él. De hecho, fue quien me bautizó.

–Entonces usted es católico.

–Sí, aunque evidentemente con raíces hebreas. Muchas veces he acompañado a mi papá a la Sinagoga el Día del Perdón, el Yom Kipur, que es una vez al año, e incluso he hecho el ayuno con él.

–¿Cómo es la convivencia entre sus padres, siendo él judío y ella católica?

–Extraordinaria. Como ellos dicen: “Son 30 años lavando la ropa juntos”. Son un ejemplo a seguir. Me han inculcado la tolerancia y el respeto. He crecido en ese ambiente.

–Le voy a mencionar a algunos personajes fundamentales de la historia de Venezuela para que me diga algo sobre ellos: Rómulo Betancourt.

–Betancourt es uno de los personajes de la historia contemporánea que más me apasionan. Fue dirigente estudiantil de la Generación del 28. Vivió la cárcel y el exilio. Es muy interesante leer en su biografía sobre el tránsito de su pensamiento político. Fue un hombre que coqueteó con el comunismo y poco a poco se fue yendo hacia el centro. Cuando Fidel Castro llegó al poder, en Cuba, Betancourt fue uno de los precursores que evitó que permeara el comunismo a otros países de América Latina. Una vez leí una entrevista que le hicieron cuando ya había dejado la presidencia. El periodista le preguntó cuál había sido su mayor éxito político, y agregó que quizá la pregunta era muy básica porque era obvio que lo más importante para él era haber sido presidente de la República. Betancourt le respondió: “No, usted está equivocado. Lo más importante para mí ha sido fundar un partido político y que ese partido tenga una casa en cada pueblo”. Es algo en lo que creo profundamente. Por eso me siento identificado y orgulloso de haber formado un partido, como lo es Voluntad Popular, sobre todo en unas circunstancias tan adversas como las que vivimos en Venezuela.

–Carlos Andrés Pérez.

–Era un hombre tremendamente carismático. Me gusta estudiar a Carlos Andrés en tres fases: primero, su segunda presidencia, donde tuvo un gabinete altamente preparado, que entendía la realidad venezolana pero al que se le hizo tarde, y ya sabemos lo que pasó. Luego, su primer gobierno, el de la Venezuela pujante. Hoy estamos sufriendo las consecuencias del “Ta’ barato, dame dos”. No hubo conciencia de la cantidad de dinero que entró en Venezuela… Pero el Carlos Andrés que más me gusta es aquel del que menos se habla, el que fue ministro del Interior del gobierno de Betancourt, cuando hubo que lidiar con la extrema derecha, lo que quedaba de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, pero también con la extrema izquierda, que se fue a la guerrilla. Como ministro, CAP le fue leal a Betancourt. Gracias a las políticas implementadas no solo se aseguró al presidente, sino algo aún más importante, se aseguró la alternabilidad en el poder.

–Rafael Caldera.

Difiero mucho del comportamiento que Caldera tuvo cuando el golpe de estado de 1992. Me parece que fue un hombre que intentó pescar en río revuelto. Con el discurso que dio el 4 de Febrero en el Congreso prácticamente les dio un espaldarazo a los golpistas. Uno lo lee y se pregunta: “¿No fue en la casa de Caldera donde se firmó el Pacto de Puntofijo?”. Ese Pacto ha sido atacado, pero es una referencia en América Latina. El presidente Caldera se olvidó de él y buscó su oportunidad. Fue el fin de una época.

–Hugo Chávez.

–Chávez es el artífice de lo que estamos viviendo en Venezuela: la escasez, la inseguridad, la persecución, la discriminación. Chávez lo que hizo fue exacerbar odios y diferencias. Chávez nunca creyó en la juventud venezolana. Nunca apoyó las universidades ni las escuelas. Cuando quería apoyar, lo hacía de manera doctrinaria e ideológica. Hoy sufrimos las consecuencias de las erradas políticas de Chávez. Se camuflajeaba con una retórica patriota y nacionalista, pero hipotecó al país completamente con una deuda con China que terminarán heredando nuestros nietos, con una injerencia de los cubanos nunca antes vista en áreas tan estratégicas como las Fuerzas Armadas, los sistemas y cuerpos de inteligencia, los registros. Chávez desbarató el aparato productivo nacional. Chávez desperdició la mayor popularidad y el mayor ingreso que jamás haya podido tener ningún jefe de Estado en Venezuela.

–Hace unos días recibió el premio Joven Político Sobresaliente del Mundo 2015, en Japón. ¿Qué ha sido lo más difícil de ser alcalde?

–Los alcaldes de estos tiempos tenemos una doble responsabilidad. Uno, escuchar, atender y resolver los problemas de nuestros vecinos, porque para eso fuimos electos. Dos, ir más allá de nuestros municipios y asumir una posición muy frontal, muy firme, muy clara ante la crisis política, económica y social que vive el país. Eso es lo más difícil de ser alcalde hoy: llevar las dos responsabilidades. Trato de hacerlo de la manera más disciplinada y ordenada posible, siempre cumpliendo con mis vecinos y con mis compañeros de partido.

–Cuando recibió el premio dijo que esta es “la peor crisis que ha habido en Venezuela”. ¿De verdad lo cree?

–Es la peor, sí, por la cantidad de crisis simultáneas que estamos padeciendo. No se trata de una sola crisis. Como lo definió la Iglesia Católica a comienzos de este año, estamos bajo un modelo de vocación autoritaria y totalitaria. Esta crisis ha hecho que seamos cada día más pobres y menos libres. La palabra que yo más escucho es “humillación”. Hay que hacer cola para comprar café, harina de maíz, leche, champú, desodorante, jabón. Venezuela tiene la inflación más alta del mundo. Caracas es la capital más violenta del mundo, según Naciones Unidas. Además, aquí quien piense distinto (al Gobierno) corre el riesgo de ser amenazado, amedrentado, perseguido, encarcelado e incluso puede perder la vida. El aparato productivo nacional está acabado. No hay seguridad jurídica ni para los comerciantes nacionales ni para los extranjeros… Y lo más grave es que el Gobierno busca que esto se nos haga habitual. No podemos acostumbrarnos a vivir así. Que lleguemos un día a la farmacia, haya desodorante, podamos llevarnos dos y entonces le demos gracias a Dios: ese no es el mundo del siglo XXI.

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–Le preguntaba si de verdad creía que esta es la peor crisis que ha vivido Venezuela porque los historiadores no están de acuerdo con eso. Dicen que peor fue la crisis de la Independencia, peor la crisis de la Guerra Federal, peor el gomecismo.

–No sé qué historiadores lo dicen.

–Elías Pino, por ejemplo.

–Respeto muchísimo la opinión de Elías Pino, que fue profesor y es gran amigo, pero en mi humilde opinión esta es la peor crisis… Ahora que hablábamos de Japón, ese fue un país que fue destruido por la Segunda Guerra Mundial, y hoy está entre las tres o cuatro economías más grandes del mundo. China, por su parte, tiene un sistema del cual yo difiero, pero hay que ver lo que es Shanghái. Es una de las ciudades más modernas del planeta. Y Shanghái ha hecho lo que ha hecho con 40 mil, 50 mil millones de dólares, prácticamente la misma cantidad que se han robado de Cadivi, ¡que sepamos! ¿Qué no pudimos haber hecho con lo que se robaron de Cadivi? Escuelas, hospitales, autopistas, puertos, aeropuertos, dar créditos para impulsar a los comerciantes de primer línea. No tenemos ni idea de lo que han dilapidado.

–Su partido, Voluntad Popular, ha hecho célebre una frase según la cual la gente de oposición está “del lado correcto de la historia”. Lilian Tintori la repite casi a diario. ¿Es que los que no son de oposición están del lado “incorrecto” de la historia?

–No. Lo que nosotros hemos dicho es que queremos una Venezuela donde haya libertades y no restricciones, justicia y no impunidad, seguridad y no violencia, y al final la historia nos dará la razón. Eso no es nada prepotente o soberbio. Cuando decimos que estamos del lado correcto de la historia nos referimos a que estamos del lado de la democracia y de la libertad.

–La frase tiene un airecito petulante…

–Yo sé que algunos pueden interpretarlo de esa forma, pero no es el tono que le damos.

–¿Hay alguna crítica que pueda hacerle a su partido?

– (Risas). Yo creo que Voluntad Popular ha recibido muchas críticas en todas partes. A veces somos excesivamente democráticos.

–¿Cómo es eso?

–Es un partido muy abierto en cuanto a opiniones, en el que a nadie se le cercena su derecho a opinar, su derecho incluso a publicar lo que piensa. Eso a veces permite que algunos adversarios busquen generar intriga y división.

–¿Tiene la intención de seguir siendo el alcalde de El Hatillo? Me refiero al próximo período.

–Sí, claro.

–¿No sueña con alguna gobernación?

–Me han hecho mucho esa pregunta. No sé si es por lo que dijo (Nicolás) Maduro en Miraflores. Estaba empezando la gestión y comentó que me debería lanzar para la gobernación de Miranda.

–Y que Capriles tenía que tener cuidado…

–Yo creo que Maduro hizo eso para generar cizaña… Estoy enfocado en la alcaldía de El Hatillo. Ya luego el destino dirá para dónde irá uno. Evidentemente lo ideal es que vaya haciendo una carrera política y eso no tiene nada de malo. Nunca antes había estado tan contento, tan motivado, tan retado intelectualmente como con este trabajo de ser alcalde. Todos los días aprendo, todos los días me consigo con gente que me halaga, que me critica, que me sugiere cosas, y eso es muy valioso.

–En esa carrera política que quiere construir, ¿está la presidencia?

–El sueño que tengo es darles a los hijos que hoy no tengo, a los nietos que espero tener y a las próximas generaciones un país de libertades y de oportunidades, un país donde haya justicia y educación, y la salud esté garantizada. Sobre todo quiero un país donde a la gente no le pase por la cabeza la idea de abandonarlo. Un país donde se pueda nacer, crecer y morir.

–No me diga que no ha soñado nunca con llegar a ser algún día el presidente de la República.

–(Risas). Evidentemente quien se mete en la política, como el que está en una empresa, siempre quiere llegar a lo más alto, pero tengo 30 años de edad y apenas 2 años como alcalde. Todo a su tiempo. El cementerio de los políticos está lleno de impacientes. Espero que Dios me dé paciencia para no apresurarme en mis aspiraciones, en mis ambiciones. Espero seguir siendo un servidor público por vocación y convicción. Espero no perder el norte en ningún momento.