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La hora de los iconoclastas por Isaac Nahón Serfaty

Votar por la opción democrática este domingo 14 de abril será un ejercicio para iconoclastas. En medio de esta religiosidad manipulada desde el poder, votar por Henrique Capriles es desafiar a los ídolos. Más aún, es destruir a los falsos dioses y sus representaciones, como lo indica la palabra iconoclasta, es decir, el que destruye los íconos.

Empecemos por constatar una verdad. En el lenguaje de los salmos, diremos que estos ídolos no escuchan, ni ven, ni se mueven, son materia inerte, muerta. No hay que esperar nada de ellos, aunque los usen como máscaras para despistar a creyentes de buena fe. Los impostores, los que se hacen llamar hijos o discípulos del “ídolo de ídolos”, son imitaciones degradadas del maestro, como se degradan todas las copias de tanto repetirlas.

Estos idólatras son además hipócritas. Unos son ateos que se convirtieron en penitentes de un culto por puro oportunismo; simplemente son unos cínicos. Otros cambiaron de dioses, como alguna vez lo hicieron con los gurús que adoraron, gurús que acumularon muchos dólares y oro, porque al final todo era un negocio podrido.

La destrucción de los falsos dioses será también un ejercicio para restaurar la laicidad en la política venezolana. Se ha abusado mucho de lo religioso en el discurso político últimamente. Hay que restituir el valor republicano de la neutralidad del Estado frente a la religión. Las iglesias y los cultos pertenecen a la esfera privada de las personas. Si bien la religión forma parte del patrimonio cultural y moral de la sociedad, es mejor limitar su papel en la política, pues se corre el riesgo de usarla para manipular conciencias.

La labor de los iconoclastas venezolanos será una tarea delicada. Las sensibilidades están a flor de piel.  Denunciar la idolatría del falso dios, ese que ahora han querido convertir en mártir de la revolución, generará reacciones de los apóstoles y de los fieles. Habrá que llenarse de paciencia para ir poniendo las cosas en su sitio. Ni el difunto presidente fue un santo, ni sus herederos políticos son hermanitas de la caridad. Son seres humanos con sus virtudes, que algunas tendrán, y con sus muchísimos defectos, que están a la vista.

 

Sin embargo, hay que dar el primer paso para destruir los ídolos. Cumplir con la obligación civil de votar este 14 de abril, tendrá, como pocas veces, una trascendencia particular. No sabemos cuál será el resultado. Demasiadas variables están en juego; el abuso sin límites del poder es una de ellas, entre muchas otras. Ponerle un parado al poder arbitrario de los falsos dioses, ídolos con pies de barro, es un deber sagrado de los ciudadanos.

Isaac Nahón Serfaty

Venezolano, periodista y profesor de la Universidad de Ottawa (Canadá).

Categorías: Impacto

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