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La lealtad política por Luis DE LION

El gobernador, Henrique Capriles, luce convencido, esclavo de sus convicciones, de sus pasiones político-religiosas y de sus frágiles estructuras de pensamiento político. Una seguridad en sí mismo, que lo llevó a prejuzgar.

No era un secreto que la presunción de inocencia en la Venezuela actual fue abolida por la justicia bolivariana. Condiciones indignas de detención, procesos atípicos e interminables, citaciones, todo un ceremonial con el objetivo de deshonrar, así sea un simple ciudadano, un estudiante o un líder político.

¿Por qué Capriles no esperó? Leopoldo López, por su temperamento político no ha padecido de desgano por los desafíos. Pero eso no es un crimen. Sin embargo, López junto a María Corina Machado, son una suerte de sospechosos habituales. Pero no hablemos de la satrapía, hablemos de los enemigos políticos que tienen dentro de la llamada Unidad. La justicia bolichavista, no necesita de manipuladores ad honorem.

Haberlos acusado de «atorados» es tan infamante como acusarlos de magnicidio. En el caso de López lo acusan de unos muertos que no mató, a María Corina Machado de unos mails que no escribió y a los estudiantes universitarios de unas violentas manifestaciones, mientras acampaban en un exceso de ingenuidad, que sorprende. A pesar de las múltiples evidencias, del montaje de la justicia bolichavista, el abogado Capriles no se detiene ni un instante en la metodología y los procedimientos, de dicha justicia supremamente revolucionaria. Ya no se acostumbra acusarlos de la más infame de las sanciones, no es corrupción, los acusan de asesinos.

En ésta nueva aventura de la justicia bolichavista, antes que la culpabilidad de Lopez, de Machado y una larga lista de estudiantes universitarios fuera determinada, Capriles se “atoró” y cometió quizás el más grave de la lista de errores políticos, en su corta carrera política, al considerar que La Salida, la propuesta de Machado y López de exigirle la renuncia a Maduro, “no supo conectar con las mayorías” y sería rechazada por 89% de los venezolanos.

Si la pretendida aventura asesina y magnicida, fuera cierta y se probara en un juicio digno de su nombre, nos tocaría aprobar la decisión con lealtad. Pero habría que ser extremadamente ingenuo o malintencionado, para no reconocer que estamos ante un juicio político, a través del cual el régimen usa y abusa de todo su poder.

Es por ello que a Capriles, por lealtad, le correspondía esperar. Sentenciar a sus colegas, para luego evocar una sacrosanta “Unidad” me recuerda las dudas que previamente he evocado sobre el talento político de Capriles quien lenta y sutilmente ha destruído su opción presidencial.

 

Categorías: Impacto

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