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Soy un ignorante, por Carlos Dorado

 

Cuando hace años adquirí los derechos a nivel mundial de la famosa pintora mexicana “Frida Kahlo”, un periodista me preguntó si mi admiración por su vida y su obra fue lo que me llevó a la adquisición de los derechos. “No, no la conocía, la descubrí porque la vi pintada en una franela, y me gustó la fuerza de la imagen con sus cejas unidas, y el nombre Frida Kahlo”; le respondí. Cuál sería mi sorpresa cuando leo el reportaje, con el título: “Un ignorante, compró los derechos de Frida Kahlo” ¡Qué difícil es reconocer la propia ignorancia! El conocimiento puede ser finito, mientras la ignorancia es infinita. Allí donde el especialista sabe más sobre menos; el ignorante sabe menos o nada, sobre casi todo. ¡Soy un ignorante, no conocía a Frida Kahlo!

¿Me equivoqué? La premisa con la que nos educan, va en una dirección totalmente contraria a la modestia intelectual, y en el subconsciente aprendemos a que: “Nunca muestres tu ignorancia; disimula, disfrázala, hazla inescrutable, enrédalos, miente; pero jamás, y por ninguna razón des tu brazo a torcer”. Y más allá de las cuestiones morales, el inconveniente que lleva este método de educación del ocultamiento de nuestra propia ignorancia, es que de tanto aparentar que sabemos de todo, terminamos creyéndonos el cuento. El uso excesivo de las máscaras hace que se peguen al rostro. ¿Quieres sentir alivio y mostrarte tal y como eres? Debes comenzar por no ser ignorante de tu propia ignorancia, y exhibirla con naturalidad, no disimular su presencia; y presentarla como parte de ti. Porque uno de los derechos que tenemos, es el no saberlo todo.

Este proceso de “sinceridad intelectual”, sólo se puede alcanzar si dejamos a un lado el autoengaño, y somos rigurosamente realistas con nosotros mismos. Sin embargo; cada día me sorprende más la cantidad “de toderos” que saben de todo y hacen de todo, y se sienten con derecho a criticar a todos aquellos que no sabemos todo. Pero este proceso, debe comenzar desde la infancia, y enseñarle a los niños temerosos e inseguros a decir “No sé”, “No tengo idea”, o “No entiendo”; sin tener que pedir disculpas y menos aún justificarse; ya que las personas con miedo a mostrar su ignorancia son potencialmente peligrosas para la seguridad propia y ajena, pues dicen cosas que no saben, y hacen cosas para las cuales no están preparadas.

La verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimientos, sino el hecho de negarse a adquirirlos; y ser consciente de la propia ignorancia es un gran primer e importante paso hacia el conocimiento. Presenciemos la verdad sin escapes, dejemos que nos perfore y nos corra de punta a punta. Despertarnos del letargo al que induce el autoengaño, debería ser un objetivo de cada persona que se respete, y de la sociedad en general, ya que como solía decirme mi madre: “Carlos, el vicio nace de la ignorancia”

Pensar racional y científicamente; es medir nuestras propias limitaciones, afirmar y hacer lo que conocemos y sabemos es una sana costumbre que se ha ido perdiendo a medida que hacemos y aceptamos las cosas, sin cuestionarnos ni cuestionárnoslas.

Pero para atacar la ignorancia hay que ser valiente, y estar muy seguro de uno mismo, para poder presentarse con el traje de la sinceridad sin adornos y falsas apariencias, y dispuesto a dar el paso de aprender partiendo de la ignorancia. No reconocerla significaría engañar a los demás; así como también, el no ser consciente de ella para poder superarla. ¡Soy un ignorante!

 

cdoradof@hotmail.com

 

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