El chavismo ha triunfado. Dijo que acabaría con la desigualdad y hoy el 90 % de los venezolanos vive en la indigencia
El péndulo chavista no tiene dos extremos sino varios. Resulta improbable estar al corriente con certeza del tiempo parlanchín de falsedades. La complicación se inicia en un frustrado pelotero que nunca dejó de lado su aspiración de mediocre militar y estudiante gris. Prevaleció el politiquero irresponsable, lanzó insensato el populismo extremo, sin límites; necio, no tuvo reflexión seria en diseñar una ideología. No tenía formación. Mintió, embaucó con premeditación y alevosía.
En cada programa de televisión aplicaba aquello de “como vaya viniendo vamos viendo”. Perdió el juicio, enloqueció con la avalancha de dinero petrolero, se creyó omnipotente, más que Dios. Y de los expertos en petróleo se burló. A los gerentes de formación los mezcló con políticos de ocasión; prostituyéndolos, terminaron sirviendo para nada.
Tenía carisma, habilidades de histrión y sintonía populachera, de eso vivió hasta que el cáncer lo mató. Su herencia no fue un país en desarrollo ni una revolución consolidada, sino un revoltillo de inconsistencias que han ido tapareando a duras penas. Entre sandeces han venido tomando cierto control, aunque con idas y regresos.
Del populismo a la oligarquía chavista
Se supone jefe del chavismo, aunque disienten y surgen diferencias aterradoras con apetencias que contrastan. Las sanciones obligan a cómplices cohabitadores a gastar sus robos y raterías públicas dentro del país; en el exterior tienen riesgos, peligran. Y aunque se dediquen a bodegones, construcciones de precaria legalidad, adquisiciones de inmuebles y vehículos blindados de último modelo, algo van moviendo, produciendo una artificiosa mejoría económica, ilusoria, temporal, sin fundamento ni sustento. Precaria, fugaz y efímera. Es capital mal habido que rebota de lado a lado, se limpia y lava, da mejor vida a los ladrones con precios cada día más altos para la mayoría que sigue siendo pobre y viviendo en la miseria.
El chavismo se edificó con el discurso populista. Prometió demoler lo que llamaron la “oligarquía oportunista”, “burguesía parásita” y “ricos abusadores” para favorecer la inclusión. Bramaron que ellos acabarían con la desigualdad. Y han triunfado. El 90 % de los venezolanos viven en la indigencia; los únicos beneficiados de hoy son los partícipes, coautores, bolichicos, enchufados y tracaleros del tesoro público.
La corporación castrense se debate intensa entre solemnidades protocolares del alto mando y pequeñas operaciones de disimulo. En trincheras abandonadas se da la creciente corrupción, el extravío de soberanía que en mucho depende de intereses locales, milicias y civiles traficantes de estupefacientes. Hay militares con pensamientos y actitudes contrastantes.
Comentan estultos de jaulas aclimatadas, su deseo de un Tribunal Supremo de Justicia renovado, que al menos sea tan malo y sumiso como el anterior. La economía es lenta, poco emprendedora y nada esperanzadora. Los servicios públicos son una calamidad. Los derechos humanos y sus infracciones, son solo tema de discursos elaborados para la promoción individual y convenientes declaraciones interesadas. La moneda es un costoso invento. La vida desplegada en pobreza; y los partidos opositores obligados y exigidos a un proceso de revisión. Sin embargo, lo que provenga de bembas mentirosas, lo cierto es dudoso.
Legitimar la dirigencia democrática
El chavismo ha triunfado. Dijo que acabaría con la desigualdad y hoy el 90 %…
Ahora, pendular entre esperar por la indiferente, hipócrita e insensible diplomacia. La Casa Blanca y Corte Penal Internacional de visitas clandestinas, hagan lo que nadie sabe si finalmente harán. Asegurando a Moscú, el amor eterno, y aunque no pagamos la cuota en la ONU, seguimos siendo altos panas de Putin y deudores de los chinos. Espectáculo ruin, degradante, indecente como el de la normalización, que choca a diario contra la cruda realidad, que al final se impondrá.
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