El golpista Donald Trump
Donald Trump está cerrando su caótico período presidencial con broche de oro. Su desprecio por la democracia no puede ser más patente que en estos días. Su actuación, y la de muchos de los que lo apoyan, no puede calificarse sino de golpista al pretender invalidar decenas de millones de votos en los Estados donde perdió para así poder continuar en el poder.
Trump no es un demócrata, nunca lo ha sido. Es un niño rico y malcriado que estaba acostumbrado a ejercer un poder despótico y autoritario en sus empresas y sin ninguna experiencia política, por lo que no sorprende que durante su presidencia hayamos visto claramente su deriva autoritaria.
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@wurbina Donald Trump está cerrando su caótico período presidencial con broche de oro. Su desprecio…
Desde que comenzó a participar en las primarias republicanas vimos su patológica incapacidad para reconocer una derrota política. Aunque inicialmente reconoció la victoria de Ted Cruz en Iowa en la primera confrontación electoral republicana del 2016, inmediatamente comenzó a denunciar un supuesto robo por parte de Cruz. Más aun, en las elecciones del 2016, Trump ganó el colegio electoral con 306 electores, pero perdió el voto popular por más de 2.8 millones de sufragios. Pero eso nunca lo aceptó. Su explicación fue que más de 3 millones de indocumentados habían votado por Hillary Clinton.
De hecho, luego de encargarse de la presidencia, nombró una comisión para investigar el supuesto fraude. Previsiblemente, dicha comisión se disolvió al poco tiempo sin hallar absolutamente nada.
Autócrata de librito
Durante todo su período ha aplicado el “manual del autócrata”. El mismo que han seguido déspotas como Chávez, Erdogan y Orbán, entre otros.
Contra la prensa
Primero, un ataque feroz a la verdad con la propalación de teorías conspirativas y de hechos alternativos (‘alternative facts’, Kellyanne Conway dixit). Y, por tanto, un ataque despiadado contra los medios de comunicación establecidos, tildándolos al mejor estilo stalinista como “enemigos del pueblo”.
Sin rendir cuentas
Segundo, el desconocimiento del poder contralor del Congreso. El hecho más notable en este respecto es su negativa frontal a colaborar con la investigación que terminó con su “impeachment”, hecho inédito en la historia de los Estados Unidos; y que ni siquiera un corrupto y mentiroso confeso como Richard Nixon se le ocurrió hacerlo en su momento.
Alteración de la justicia
Tercero, una clara intención de alterar la dinámica del poder judicial proponiendo al Senado muchas veces jueces de dudosa capacidad, pero de clara lealtad hacia él y utilizando al fiscal general como su abogado personal.
Por ello la perspectiva de un segundo período de Donald Trump hubiera sido mortal para las instituciones democráticas norteamericanas, que si bien hasta ahora han resistido a sus embates, la perspectiva de cuatro años más de enfrentamiento no lucía nada promisorio.
Afortunadamente el pueblo norteamericano lo rechazó de manera clara. Su derrota fue un claro rechazo a su persona, que no al partido republicano que mejoró su cuota en la cámara de representantes y todavía lucha por el control del Senado.
Fue, sin lugar a dudas, una clara derrota con una diferencia en el sufragio popular de más de siete millones de votos (81.283.485 vs. 74.223.744) y de 74 delegados al Colegio Electoral (306 vs 232).
Campaña antidemocrática
Sin embargo, como era de esperarse, Donald Trump, dado su talante autoritario y su claro desprecio a la voluntad popular, no acepta su derrota. Lamentablemente esta situación no debería sorprender a nadie ya que, en una actitud claramente antidemocrática, Trump había dicho de manera reiterada, a lo largo de la campaña electoral, que la única forma de que él pudiera perder las elecciones sería por un fraude masivo. Y se ha embarcado en una campaña como nunca se había visto en los Estados Unidos para desconocer el resultado de las elecciones.
Dicha campaña comenzó mucho antes de las elecciones, sembrando dudas en el proceso electoral, en especial del voto por correo. Y sus para nada disimulados intentos de entorpecer y sabotear el correo nacional, nombrando como director (post master) a una figura cuyo único mérito para el cargo había sido ser un contribuyente financiero de su campaña.
Cuando el sábado 7 de noviembre las principales cadenas de noticias terminaron dándole la victoria a Biden en base a muy serias y bien fundadas proyecciones, no solo AP, CNN, ABC y CBS, sino también su aliada de siempre Fox News, él y sus cómplices dijeron que no eran los medios de comunicación los que declaran el ganador a la presidencia. Sin embargo, eso es una tradición que se remonta a 1848, cuando AP comenzó a totalizar los resultados de las 50 elecciones estatales. Porque la elección presidencial en EE. UU. no es un proceso nacional, ni hay un órgano nacional que la supervise.
Luego siguió con demandas legales en los estados clave donde perdió. Todas las casi 60 demandas, salvo una de menor importancia, han sido desestimadas o negadas de plano simplemente por falta de pruebas de las irresponsable afirmaciones que ruidosamente hacen en las ruedas de prensa, pero que han sido incapaces de sostener frente a un juez. Adicionalmente, presionó primero a funcionarios electorales locales (caso del condado de Wayne en Michigan) y también a autoridades legislativas estadales instándolos a desconocer los resultados electorales para evitar la certificación de los resultados electorales estatales.
Tumbar 10 millones de votos
Luego, los juicios para tratar de impedir las certificaciones, como en el caso de Pensilvania, que también fallaron. Una vez que se llegó al 8 de diciembre, fecha límite en los Estados para certificar los resultados y cuando ya era un hecho consumado la victoria de Biden, aparece de manera sorpresiva el jueves 10 de diciembre una demanda del fiscal general de Texas, Ken Paxton, solicitando invalidar las votaciones de Georgia, Michigan, Pensilvania y Wisconsin. Por cierto, funcionario este bajo investigación en la Corte Suprema por corrupción y abuso de poder.
Dicha solicitud fue apoyada por 17 fiscales generales de otros estados (republicanos, por supuesto), 126 miembros de la Cámara de Representantes, muchos de los cuales resultaron electos en las mismas elecciones que pretenden impugnar. Y, por supuesto, por el propio Donald Trump.
El basamento de la alocada demanda de Texas para solicitar anular más de 10 millones de votos, nada más ni nada menos, se basaba en la autoridad que tiene dicha Corte Suprema para intervenir en disputas entre los estados. Sin embargo, como cada estado administra sus elecciones de forma independiente, no puede ser un punto de discusión siendo como lo es Estados Unidos una federación. La Corte Suprema rechazó de manera sumaria tal solicitud por falta de un suporte legal sólido, sin ninguna voz disidente. Ni siquiera los tres magistrados nombrados por Trump pudieron hacer nada al respecto, dada la trastornada solicitud. Lo mismo pasó unos días antes con una querella respecto al Estado de Pensilvania.
“Traidores” y “enemigos”
Han sido pues seis semanas como nunca vistas en la historia reciente de los Estados Unidos.
El intento claro de desconocer la voluntad popular a cada paso del proceso han sido más que evidentes y no tienen que envidiarle nada a las acciones de otros autócratas alrededor del mundo como Mugabe, Maduro o Lukasenko.
Donald Trump dice que Biden solo ganó las elecciones porque estaban "amañadas"
@wurbina Donald Trump está cerrando su caótico período presidencial con broche de oro. Su desprecio…
1. En el camino, Trump ha denunciado y atacado a los que no se doblegan a sus irresponsables afirmaciones. Cuando el republicano Chris Krebs el hoy exdirector de la agencia de Ciberseguridad y Seguridad para las Infraestructuras, de su propio Departamento de Seguridad Nacional, declaró de manera taxativa que no existía ninguna evidencia de irregularidades electorales de alguna importancia y que estas habían sido las elecciones más seguras en la historia del país, Trump lo despidió sin miramientos.
2. Llamó traidor al republicano Brad Raffensperger, secretario de estado de Georgia, porque certificó los resultados que le dieron la victoria a Biden.
3. Exigió al gobernador de Georgia, Brian Kemp, que convocara una sesión del Congreso estatal para desconocer los resultados y nombrar directamente los delegados del colegio electoral. Y cuando este se negó lo declaró “enemigo del pueblo”.
4. Trump forzó a su fiscal general Bill Barr a autorizar investigaciones del departamento de Justicia sobre irregularidades electorales, pasando por encima de protocolos bien establecidos que no permiten hacer eso antes de que los resultados electorales sean certificados. Pero cuando este declaró, el 1 de diciembre, que sus fiscales investigadores del FBI no habían encontrado ningún indicio de fraude que pudiera afectar el resultado electoral, ya se sabía que tenía sus días contados. Sí, poco después le pidió su renuncia.
5. Mich McConell, líder republicano en el senado, finalmente reconoció el 15 de diciembre que el Colegio Electoral, como estaba previsto, eligió a Biden por 306 votos el día anterior. Acto que inmediatamente Trump repudió por Twitter. Sin embargo, ese mismo día los republicanos en Georgia, Pensilvania y Wisconsin aparecieron con una lista de electores salidos de la nada, votando todos por Trump.
La fecha final será el 6 de enero del 2021, cuando el Congreso se instale en sesión conjunta para certificar la votación del colegio electoral. Y si bien las posibilidades de revertir la votación en esa sesión son totalmente remotas, más de un exaltado cifra sus esperanzas de una victoria a última hora en esa sesión que termine imponiendo a Trump, echando por tierra no solo una victoria en el voto popular sino también la del Colegio Electoral, cosa que no tendría ningún precedente en más de 240 años de vida republicana.
Sus tuits siguen afirmando que no solo ganó las elecciones, sino que lo hizo por mucho, a pesar de las diferencias tanto en el voto popular como en delegados al Colegio Electoral ya mencionadas.
Afortunadamente la solidez de las instituciones democráticas norteamericanas ha soportado este nuevo y quizás último asalto por parte del golpista Trump. Sin embargo, el daño infligido es muy grande, como el hecho de que más de la mitad de los votantes republicanos estén convencidos de que las elecciones fueron fraudulentas y que a Trump le robaron la presidencia. Ello dejará secuelas muy profundas muy difíciles de superar y que será un reto muy grande para Biden y Harris en su gestión presidencial.
También el prestigio del sistema político de los Estados Unidos en el mundo ha sido dañado quizás de manera permanente.
Donald Trump y las elecciones en USA: la democracia como dilema
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