Donald Trump y las elecciones en USA: la democracia como dilema - Runrun
Donald Trump y las elecciones en USA: la democracia como dilema

@wurbina

El proceso de declive de la democracia liberal a nivel mundial en las últimas décadas es un fenómeno muy bien documentado. El caso venezolano puede considerarse como un claro precedente de este proceso. Y en los casos de Rusia, Turquía, Hungría, entre otros, se observa claramente cómo se van diluyendo los mecanismos de control democrático y la división de poderes, la base de la democracia misma. El triunfo de Donald Trump en las elecciones del 2016 se inscribe también en ese proceso.

El hecho de que un excéntrico empresario de bienes raíces de New York, con seis declaraciones de bancarrota a sus espaldas, con relaciones turbias con jerarcas de la nomenklatura rusa y sin ninguna experiencia política derrotara en las primarias republicanas a 16 precandidatos con larga experiencia política, habla no solo de la profunda crisis del Partido Republicano, cada vez más un partido minoritario blanco, sino de la salud de la democracia bipartidista norteamericana.

Su inesperado triunfo en las elecciones presidenciales en noviembre del 2016, un triunfo que ni él mismo creía -como está documentado-, significó un verdadero terremoto político que habla de una crisis de representatividad de la democracia estadounidense. Así como del profundo malestar social en vastos sectores de la sociedad.

El guion de Chávez

En los ya casi cuatro años de la gestión de Trump hemos sido testigos de una constante tensión entre todo el andamiaje político de “check and balances” del Estado. Y un autoritarismo cada vez menos disimulado.

Para un venezolano que presenció el desmontaje de la democracia en Venezuela, las coincidencias y paralelismos con la degradación democrática estadounidense son angustiantes y dolorosas. Comenzando con la guerra a los medios de comunicación, la función controladora del poder legislativo y el claro objetivo de controlar el poder judicial.

El proceso de cómo Hugo Chávez demolió todos los controles democráticos en Venezuela ha sido replicado, como si fuera un guion, por Donald Trump.

Por supuesto la solidez de las instituciones democráticas de los Estados Unidos es infinitamente mayor que la nuestra. Llevan más de 230 años perfeccionándose y consolidándose, contra los 40 años que apenas duró nuestra institucionalidad democrática. Sin embargo, ya hay inequívocos signos de debilitamiento de los controles bajo la administración de Trump:

1. La guerra contra la prensa independiente, a la que él ha llegado a tildar “enemigos del pueblo” (Stalin dixit), comienza a mostrar sus frutos en los preocupantes signos de autocensura;

2. El hecho de que la Casa Blanca se negara a colaborar en la investigación del Congreso (que terminó en el impeachment del presidente, pero no en su destitución) no tiene precedentes en la historia política de los Estados Unidos.

3. Que en plena campaña eletoral Trump insista en que él tiene “derecho” a más de una reelección, a pesar de que una enmienda constitucional explícitamente limita a dos los períodos presidenciales. Ello recuerda mucho las declaraciones de Chávez que desde un primer momento comenzó a declarar la “necesidad” de la reelección presidencial.

4.El hecho que el departamento de Justicia, tradicionalmente independiente del Ejecutivo, haya intervenido en los procesos judiciales de varios de asociados de Trump para favorecerlos; y más recientemente, que haya intervenido en un proceso judicial privado del ciudadano Donald Trump, convirtiendo al fiscal general en su abogado personal, ha hecho sonar las alarmas.

Una Corte Suprema sin RBG

Una Corte Suprema sin RBG

Preocupante reelección

La conclusión de Michael S. Schmidt en su reciente libro, Donald Trump versus The United States: inside the struggle to stop a president, es que Trump poco a poco ha ido “sometiendo” a la resistencia. Por lo que la posibilidad de su reelección es preocupante, por decir lo menos.

Un hecho que ha marcado, muy a pesar de Trump, todo su mandato es la investigación sobre la interferencia rusa a su favor en las elecciones del 2016. Ese es “el elefante en el cuarto”, que en vísperas de una nueva elección presidencial sigue “vivito y coleando”. Las consecuencias de este hecho son incalculables y paradójicas. El daño político a la democracia estadounidense podría ser devastador si se concreta su segundo mandato por las poco claras relaciones entre Trump y el que debería ser su archienemigo, Vladimir Putin.

Por otro lado, la democracia estadounidense siempre ha tendido hacia una plutocracia, pero con Trump se ha transformado en un extraño híbrido que algunos llaman “plutocracia populista”; evidentemente una contradicción in terminis, pero que no por ello deja de ser muy real. Que Trump y los republicanos lograran una drástica reforma impositiva que solo beneficia a los más ricos, sin que su base de apoyo popular se resintiera en lo absoluto, es una muestra innegable de esta alianza contra natura.

Las probabilidades de reelección de Trump, que a comienzos de año lucían casi imbatibles, se desplomaron con su desastroso manejo de la pandemia. Con más de 6 millones de contagiados y más de 200.000 muertos hasta ahora; con la crisis económica en que se sumió el país a raíz de la pandemia, que produjo niveles récord de desempleo; y, finalmente, con la explosión social en el verano producto del racismo sistémico que permea todo los niveles de esta sociedad y en especial a la policía.

Por ahora no las tiene fácil. Joe Biden, que a sus 78 años es el  candidato a la presidencia de mayor edad, se mantiene a nivel nacional con una ventaja de más de 7 puntos porcentuales a pesar de no ser un candidato especialmente carismático. Pero a semanas de las elecciones es mucho lo que puede pasar y el usual “October surprise” es un recurso que todos los candidatos intentan, sobre todo si están abajo en las encuestas.

Algunos especulan que incluso una “aventura” en Venezuela no es descartable para el “candidato” Trump, que quiere aparecer como un tipo duro de “law and order”. 

Si bien probabilidades de reelección de Trump por ahora lucen bastante bajas, su victoria no es descartable. El hecho de que la elección del presidente de Estados Unidos sea en segundo grado a través del colegio electoral, un verdadero anacronismo histórico, hace que su candidatura sea todavía viable.

Su triunfo es difícil pero no imposible, como ya ocurrió en el 2016 cuando perdió en el voto popular por más de 3 millones de votos frente a Hilary Clinton; entonces ganó en el colegio electoral. Esta disparidad, que es la segunda vez que ocurre en este siglo, se debe a que en la gran mayoría de los estados aplican el principio “the winner takes all” para la selección de los representantes estatales al colegio electoral. Lo que sí parece estar claro es que si Trump llegara a ganar la presidencia será nuevamente por el colegio electoral, no por el voto popular.

Finalmente, la pacífica y rutinaria transferencia de poder aparece hoy seriamente amenazada. Ello, pese a ser una tradición que comenzó en las elecciones de 1800, cuando el federalista John Adams le entregó la presidencia al demócrata-republicano Thomas Jefferson .

Trump ha dicho, y lo ha repetido varias veces, que la única forma de ser derrotado es si se produce un fraude electoral. Los posibles escenarios de qué ocurriría si Trump se niega a reconocer su derrota son varios. Por lo pronto, Trump se ha dado a la tarea de socavar la confianza de los norteamericanos en el proceso electoral; y en especial la confianza en el voto por correo. Esta es una modalidad de larga tradición en el país, que frente a la pandemia debería ser una alternativa práctica y lógica.

Trump ha descalificado totalmente la votación por correo, tachándola de una inevitable fuente de fraude. Para ello ha gastado más de 20 millones de dólares en la campaña.

Por ello, las posibilidades de tener un claro ganador en las elecciones en USA del 3 de noviembre lucen cada vez más remotas. Más bien una pesadilla de rumores, impugnaciones legales, movilizaciones y caos es un escenario que a estas alturas luce como el más probable; a menos que hubiera una victoria con un amplio margen para cualquiera de los candidatos, lo que por ahora luce remoto.

Amanecerá y veremos…

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