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¿Negociar con el narcotráfico?

Colombia tiene una larga historia de tentativas de negociación con el narcotráfico. Después del asesinato del ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla en 1984, cuando la extradición se hizo realidad por decisión del presidente Betancur, Pablo Escobar y sus socios se reunieron en Panamá con el procurador general de la Nación y el expresidente liberal Alfonso López Michelsen. Los capos prometieron acabar con el negocio de la cocaína a cambio de una reforma del tratado de extradición. Estados Unidos y varios sectores de la sociedad colombiana se opusieron.

Hubo un tentativo de negociación entre Pablo Escobar y el gobierno de Virgilio Barco, que involucró al entonces secretario general del presidente, Germán Montoya, a quien el cartel de Medellín había secuestrado varios miembros de su familia. Otra vez el intento fracasó por la oposición de sectores de la sociedad colombiana y de Washington.

El miedo y el sentido de impotencia que la ola de terror emprendida por Pablo Escobar y sus socios desataron al comienzo de los 90 (era la época en la cual el Cartel de Medellín secuestró a varios miembros de la élite bogotana), llevaron al Gobierno de Gaviria a formular una propuesta de sometimiento a la justicia, que contempló varios beneficios jurídicos para los narcotraficantes.

La Asamblea Constituyente de 1991 también fue escenario de negociaciones con el narcotráfico. Pablo Escobar se entregó el mismo día que fue votado el artículo 35 de la Constitución, el cual prohibía la extradición de colombianos.

A finales de los años noventa, lo jefes del narcotráfico se convirtieron en dueños de las AUC. Con ellos el gobierno de Uribe negoció el desarme y la desmovilización de grupos paramilitares. La iniciativa de J. J. Rendón, es el último de una larga serie de tentativas de negociación entre las élites colombianas y la mafia.

Un Estado, si es Estado de derecho, en lugar de negociar con la mafia, debería combatirla. Pero, ¿por qué la mafia sigue siendo influyente, a pesar de extradiciones, capturas, y bajas de jefes? ¿Por qué la negociación vuelve a presentarse como una alternativa posible? Este no es solo un tema de ineficacia de la justicia.

De hecho en Colombia el Estado ha tolerado y facilitado la presencia de la mafia en sus entrañas. La mafia sigue fortalecida por los vínculos que tiene con la administración pública, la política y la cultura. La mafia seguirá sintiéndose fuerte y legitimada, mientras jefes políticos como Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos y Germán Vargas Lleras no sientan vergüenza al tomarse fotos con exponentes reconocidos de la mafia en las regiones. Es desde esta trama de relaciones que la negociación entre Estado y mafia sigue surgiendo como una posible solución al problema.

El Espectador 

Categorías: Internacionales

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