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Opinión

Alejandro Armas Mar 26, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Feminismo de cartón rojo

@AAAD25

El chavismo llegó al poder en un momento que pudiera considerarse el peor en la historia de la extrema izquierda desde el ascenso de los bolcheviques. La URSS y sus satélites en Europa Oriental habían caído. China y Vietnam discretamente abandonaron el legado de Mao y Ho Chi Minh para abrazar un peculiar capitalismo de Estado. Los únicos regímenes de corte marxista aún en pie eran Corea del Norte, un paria plagado de hambre, y la Cuba de los Castro, que hacía malabares para sobrevivir.

No es extraño entonces que el triunfo de Hugo Chávez haya entusiasmado a la intelectualidad ñángara mundial, que por aquellos años meditaba sobre el fracaso del marxismo que marcó la entrada a un nuevo milenio. Entre los diagnósticos que más auge cobraron estaba el formulado por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, con su crítica a la estrechez de la ortodoxia marxista por obsesionada con las luchas de clase. Su alternativa postmarxista consistió en romper con el antagonismo binario de «proletariado y burguesía» para dar paso a uno mucho más amplio, entre «opresores y oprimidos».

La idea era amalgamar las inquietudes socioeconómicas de los trabajadores asalariados con los reclamos igualitarios de mujeres, personas sexodiversas, personas sin ascendencia europea y demás grupos tradicional e injustamente discriminados, con miras a dar al traste con todo lo que fuera considerado parte del statu quo opresor, incluyendo el capitalismo. Para ello era necesario que la nueva izquierda cooptara el feminismo, el movimiento Lgbti y demás causas nobles.

Tal vez olisqueando esos nóveles vientos, el chavismo decidió que no podía quedarse atrás. Después de todo, no podía decepcionar a sus promotores eminentes, que diligentemente le lavaban la reputación en el mundo desarrollado. Como resultado, se propuso adueñarse de las expresiones venezolanas de los movimientos sociales igualitarios. De todos ellos, el que pretendió ocupar de forma más visible fue el feminismo.

Y, como en todo lo que el chavismo reclama para sí, lo hizo con exclusividad. Así, según su narrativa propagandística, el chavismo no solo es feminista, sino que es el único movimiento político venezolano feminista.

«Dentro de la revolución, todo», como sentenció su maestro antillano. Fuera de ella solo puede haber una oposición perversa y, en materia de roles de género, misógina.

Pero en el chavismo todo es una simulación, incluyendo su papel feminista. Aunque fueran cercanas, la autoproclamada «revolución bolivariana» nunca pudo ser parte de la izquierda postmarxista mundial. Solo simularlo. Es que aunque su intención fuera sincera, el contexto estaría en contra. Los movimientos sociales como el feminismo florecen sobre todo en sociedades más o menos económicamente avanzadas y prósperas, donde el grueso de la población tiene sus necesidades básicas cubiertas y puede invertir tiempo y esfuerzo en lo que el politólogo Ronald Inglehart llamó «inquietudes postmaterialistas». Venezuela a duras penas califica como una de esas sociedades, razón por la cual las causas de los movimientos sociales despiertan, guste o no, poco interés entre las masas. A su vez gracias a ello, el chavismo puede darse el lujo de hacerse pasar por feminista sin dar respuesta a las exigencias del feminismo.

El pretendido feminismo rojo rojito jamás pasa de lo simbólico y lo retórico, y hasta en esto último es bastante cuestionable. La figura femenina en su discurso por lo general está recargada de lugares comunes que en el mejor de los casos refuerzan roles de género tradicionales, como la maternidad y la preocupación enfática por la belleza, los cuales no son malos en sí mismos pero tampoco tienen mucho que ver con la igualdad política, profesional, etc. entre sexos o géneros. En el peor de los casos se dirigen a la mujer con tono paternalista o degradante. Por ejemplo, cuando Maduro se jacta de «llevarles a las mujeres el mercado a su casa» (i.e. entregarles una caja CLAP), lo cual las reduce a un papel de amas de casa dependientes de su proveedor. ¡Y lo celebra!

¿Y qué decir de la elevación de mujeres a cargos públicos prominentes, una de las banderas «feministas» del chavismo? El detalle, diría Cantinflas, es que esos puestos encabezan instituciones sin autonomía alguna. En Venezuela las decisiones políticas son tomadas de manera privada por la elite gobernante (casualmente compuesta por hombres casi en su totalidad), que luego las transmite a las instituciones públicas para darles un barniz de legitimidad. Si sus titulares se oponen, los defenestran, por las buenas o por las malas. El «empoderamiento femenino» del que gozó Luisa Ortega Díaz le duró hasta que por primera vez trató de actuar por cuenta propia. El sistema que simuló elevarla la repudió y execró.

Para colmo, el ascenso femenino en revolución es descrito, no como el producto de los méritos de las mujeres en cuestión, sino como una gracia que la propia revolución les hizo.

La revolución es a menudo encarnada en la figura de Hugo Chávez. Dicho de otro modo, según este discurso, de no ser por Chávez, las mujeres nunca hubieran podido llegar lejos. Las luchas del feminismo son así reducidas a instrumentos para la exaltación del fundador masculino, lo cual es groseramente machista. Por esta vía se ha llegado incluso a falsear la historia del rol femenino en Venezuela. A propósito de las celebraciones del Mes de la Mujer, una agente del régimen llegó a afirmar que fue gracias a Chávez que las mujeres pudieron lanzarse con éxito en elecciones para gobernaciones y alcaldías. Como si Marlene Ortiz, Flora Aranguren, Ivonne Attas e Irene Sáez, entre otras, nunca hubieran existido.

Así podemos seguir y seguir, mencionando el calvario que es para las mujeres conseguir anticonceptivos en la Venezuela revolucionaria, los vejámenes que sufren en mazmorras aquellas mujeres que molestan a los poderosos, etcétera, etcétera. Pero creo que la idea es clara. El «feminismo» enarbolado por los jerarcas venezolanos es del mismo material que los zapatos de Manacho en aquella salsa del Gran Combo. Basta una lluviecita de hechos para exponer su calidad.

Antes de que termine este Mes de la Mujer, me permito saludar a las verdaderas feministas venezolanas, con su esfuerzo por la igualdad de derechos y oportunidades. Vendrán tiempos mejores, para el feminismo también.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Condiciones políticas son más decisivas que condiciones electorales

@victoralvarezr

Las condiciones electorales deben ofrecer a todos los competidores las mismas oportunidades de ganar o perder, sin ventajismos a favor de alguno de los candidatos o partidos. Implica imparcialidad de los medios de comunicación públicos, la no utilización de recursos del Estado a favor de una parcialidad política, regulación de las campañas electorales, fiscalización del origen de los gastos y observación internacional.

En Venezuela se despliega una permanente persecución, encarcelamiento y exilio forzoso de líderes de la oposición; se abusa de la inhabilitación política para sacar de la contienda a candidatos ganadores, se ilegalizan partidos políticos o se les despoja de los nombres y símbolos para entregárselos a disidentes que le hacen el juego al gobierno.

Ciertamente, las condiciones electorales son muy desventajosas. Pero no anulan la enorme ventaja que otorgan las favorables condiciones políticas derivadas del 80 % de rechazo a los candidatos del gobierno. La fuerza electoral del chavismo viene cayendo, el malestar nacional continúa creciendo, pero la oposición se sigue absteniendo.

En las presidenciales que se convocaron en 2013, luego de la muerte de Chávez, Nicolás Maduro casi pierde con Henrique Capriles: obtuvo 7.587.579 votos frente a 7.363.980. La diferencia fue de apenas 223.599 votos. A partir de entonces, el caudal electoral del oficialismo se debilita. La dinámica entre las presidenciales de 2013 y 2018 revela que el voto de Maduro baja en números absolutos, pero aumenta en números porcentuales: en 2013 sacó 7.587.579 votos equivalente a 50,51 % y en 2018 sacó 6.248.265 votos, equivalente a 66,51 %. Esto lo explica la abstención de la oposición.

Las ventajosas condiciones políticas pueden ser más decisivas que las desventajosas condiciones electorales, siempre y cuando se haga el trabajo de organización política para capitalizar electoralmente este enorme descontento.

Pero la dinámica del voto opositor entre las parlamentarias de 2015 y 2020 es catastrófica: se derrumba en números absolutos y se hunde en números porcentuales debido a que los partidos más importantes decidieron abstenerse y los que participaron se presentaron divididos. La oposición venezolana no logra capitalizar electoralmente el enorme rechazo al gobierno porque se abstiene o postula varios candidatos que dispersan los votos, facilitando el triunfo de los candidatos oficialistas que a lo sumo mueven el 20 % de los votantes.

Muchos dirigentes de la oposición venezolana, en vez de sudar la camiseta y gastar la suela recorriendo el país para movilizar electoralmente a la ciudadanía que quiere un cambio de gobierno, siguen esperando que su ascenso al poder sea el resultado del endurecimiento de las sanciones y de una mayor presión internacional.

No celebran primarias para elegir los candidatos unitarios, no organizan su maquinaria electoral, no preparan los testigos que defenderán los votos, no arman una fuerza de propaganda que promueva los candidatos.

Siguen desconectados del sentir nacional y, en vez de ofrecer al país opositor opciones de organización política, deciden abstenerse.

Y desde la contemplación pasiva de quienes se abstienen, nuevamente se allanará el camino para que los candidatos del oficialismo ganen.

La intervención internacional, lejos de contribuir a unir a la oposición, lo que ha hecho es dividirla aun más. “Debido a su rol en actos y decisiones que socavan la democracia o como resultado de graves violaciones de derechos humanos”, la UE sancionó a 19 funcionarios, venezolanos entre quienes figura un rector de la oposición en el Consejo Nacional Electoral (CNE) y dos diputados de la oposición que fueron considerados como cómplices de una farsa electoral montada por el régimen.

Muchos líderes sociales con arraigo popular que se quieren postular, y pueden ganar, han decidido inhibirse por temor a ser sancionados e incluidos en una misma lista junto a funcionarios acusados de violar derechos humanos.

A fin de lograr candidaturas unitarias para las próximas elecciones de gobernadores y alcaldes, lo que el 80 % de venezolanos que rechaza al gobierno de Maduro espera de la comunidad internacional no es una clasificación de la oposición en auténtica oposición, supuesta oposición y alacranes, sino una mediación eficaz que facilite el entendimiento. No solo entre el gobierno y la oposición, sino también entre las diferentes corrientes de la oposición; incluyendo los factores de izquierda que se desmarcan de la coalición gobernante del Gran Polo Patriótico.

Pero la UE no reconoce la Asamblea Nacional electa en las parlamentarias del 2020 y, siendo coherentes, tampoco reconocerá sus actos. Esto anuncia un inminente desconocimiento tanto del nuevo CNE, cuya elección está en marcha, como también de las próximas elecciones de gobernadores y alcaldes previstas para diciembre de este año.

La unidad de la oposición no se logrará exacerbando las descalificaciones entre los diferentes partidos y dirigentes, ni desconociendo cada elección que en Venezuela se realice. Eso no ayuda a retomar la ruta electoral ni a reconstruir la confianza en el voto para aprovechar unas favorables condiciones políticas, mucho más decisivas que las desventajosas condiciones electorales.

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Megarrumba de presos en cárcel de Puente Ayala

Imagen: capturas de pantalla del video de la megarrumba del penal de Puente Ayala el 6 de marzo pasado, difundido por las RRSS; foto de sede de la cárcel (sup.): archivo El Mercurio Web.

@cnietopalma

Una muestra del gran desastre que se vive en las cárceles de Venezuela son las grandes rumbas o fiestas que organizan los pranes de estos recintos, ante la complicidad absoluta del Ministerio para el Servicio Penitenciario y la Guardia Nacional Bolivariana.

Desde hace muchos años hemos visto la celebración de matrimonios, quince años, además de la existencia de discotecas en pleno funcionamiento en varias cárceles del país, organizadas y controladas por los pranes y sus equipos.

Esto, sin duda alguna, es una muestra de lo que desde hace años vengo denunciando: las cárceles venezolanas están en control de las mafias penitenciarias, integradas por presos, funcionarios del Ministerio Penitenciario y la Guardia Nacional.

A principios del mes de marzo, con música en vivo, lujosa decoración y extrema seguridad se celebraron los 15 años de la hija de Junior Yeguez, alias Pata de Queso, pran del Internado Judicial José Antonio Anzoátegui, en Barcelona, estado Anzoátegui.

La organización Una Ventana a la Libertad informaba en su sitio web y redes sociales que “Familiares de algunos privados de libertad, quienes prefirieron reservar sus nombres por seguridad, contaron que la celebración inició en horas de la noche del sábado 6 de marzo y culminó al día siguiente en horas de la tarde.

El evento, efectuado en el área de talleres de la cárcel capitalina, contó con la asistencia de allegados y familiares de la cumpleañera, quienes eran custodiados por el grupo que lidera Pata de Queso en el penal.

La celebración se hizo pública luego de viralizarse en redes sociales tres videos donde se puede detallar parte del evento. Entre ellos, el momento en el que Junior abraza a su hija mientras se dejaban escuchar al fondo las palabras dedicadas para la quinceañera.

En otra de las imágenes también se observan algunos de los custodios del pran, quienes portaban armas largas y bordeaban el área para garantizar la seguridad dentro de la celebración e impedir el paso de quienes no estaban invitados».

Esto es una clara muestra de que son las mafias carcelarias las que controlan el sistema penitenciario venezolano; y que la erradicación del pranato, bajo “un nuevo régimen penitenciario”, es otra farsa de las autoridades.

Una rumba carcelaria como esta nos recuerda la protagonizada en octubre del 2015 por el pran Jean Pier Arenas y Angélica Morales, cuando decidieron celebrar su matrimonio dentro de las instalaciones del Internado Judicial de Barinas (Injuba) en el estado Barinas. Fue una fiesta digna de la gente con dinero y poder, en la cual no faltó el escocés, el banquete y pasapalos, invitados especiales, agencia de festejos y cuanto lujo pueda rodear la boda de una celebridad; incluyendo reseña social en el principal periódico de la ciudad a página completa y a todo color.

Como estas rumbas, hay una lista enorme de celebraciones dentro de nuestras cárceles, con la total complicidad de las autoridades de estos recintos. Cabría preguntarse ¿dónde estaban las autoridades del Ministerio Penitenciario y la Guardia Nacional del Internado Judicial José Antonio Anzoátegui el pasado sábado 6 de marzo, durante la fiesta de celebración de los 15 años de la hija del pran? ¿Ellos dieron el permiso para la fiesta o asistieron como invitados?

Son respuestas que nos gustaría conocer. ¿Qué opina la ministra para el Servicio Penitenciario y el fiscal general designado por la Asamblea Constituyente de esto? Sería importante conocer su opinión. Tal vez es un buen momento para que la nueva ministra salga del silencio absoluto que mantiene desde su designación y ofrezca una explicación al país.

Este tipo de cosas, apartando lo absurdo que puedan parecernos, desvela el caos que se vive en nuestras cárceles. Para muestra, un botón.

cnietopalma@gmail.com

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El país donde el hambre no respeta escalafón

@froilanbarriosf

Durante un siglo de luchas laborales los trabajadores venezolanos fueron construyendo con perseverancia su paquete de beneficios económicos y sociales. Partimos del primer acuerdo firmado en el siglo XIX por la compañía del Gran Ferrocarril de Venezuela, una de las más serias establecidas en nuestra historia. Más allá de la estructura y de las condiciones de trabajo, ya de por sí bastante avanzadas para la época, en 1919 la empresa firmaría un acuerdo con sus trabajadores enormemente innovador. 

Luego vendría la firma del primer contrato colectivo petrolero en 1945 del cual hicimos referencia en una entrega anterior. Este sirvió a la postre para establecer, en materia de salarios, el tabulador de la nómina obrera y la escala de salarios para la nómina administrativa y de profesionales universitarios. Y luego tuvo su expresión mayor en las escalas del personal obrero, administrativo de la función pública y universidades públicas en nuestro país. 

Un desarrollo particular de las remuneraciones se conoció en las otrora pujantes empresas estatales en el siglo pasado: PDVSA, SIDOR, ALCASA, CORPOELEC, CANTV, entre otras. Estas plasmaron conquistas para los trabajadores de tal magnitud que nuestro país se convirtió en atractivo para decenas de millares de migrantes peruanos, ecuatorianos, dominicanos, chilenos, trinitarios, curazoleños, colombianos, europeos y un amplio etcétera, en búsqueda de un mejor destino para sus vidas. Llegaron a un país que abrió sus puertas sin mezquindad alguna a los atribulados que abordaban nuestras costas

De la meritocracia a la ruina de la CANTV

En todo este trayecto hubo una valiosa participación del movimiento sindical que contribuyó, independientemente del gobierno de turno, al logro de las conquistas más reconocidas por los trabajadores, ya que el tabulador o la escala salarial reconocía la meritocracia, la carrera universitaria y la productividad laboral. Ello identificaba claramente un nivel de vida digno acorde con la formación y la remuneración devengada por cada trabajador; y al jubilarse, luego de 30 o más años de labor, tenía garantizada una vejez tranquila y segura junto con sus familias, quienes veían crecer a sus hijos en un contexto de ascenso social al formarse en carreras universitarias.

En esta oportunidad se relatará la terrible realidad de los trabajadores del sector telecomunicaciones, ubicados en su emblemática empresa CANTV.

Esta pasó de ser una pujante empresa nacional a una ruinosa y destartalada institución. Allí los abnegados empleados que continúan prestando servicios han tenido que reparar las unidades de trabajo, sin seguridad industrial, y comprando repuestos mecánicos a fin de prestar el servicio de telecomunicaciones; han llegado al extremo de laborar en instalaciones abandonadas a su suerte, con temperaturas mayores a los 50 °G.

Un socialismo que destruye el trabajo

La política laboral del régimen con el personal de CANTV ha sido similar a la aplicada al resto de trabajadores de empresas del Estado: desconocer integralmente el contrato colectivo y convertirlo en letra muerta.

Igualmente descalificar a los sindicatos y a la federación (FETRATEL), creando la precariedad laboral más atroz en la historia de la empresa, y que impacta a todas las nóminas: obrera, administrativa, profesional y gerencial. 

El patrono chavista no ha honrado ninguna de las cláusulas del convenio ya vencido: ni incrementos de salario, bonos por productividad, ni el reconocimiento del ahorro como parte fundamental del ingreso familiar. Igual suerte han sufrido los jubilados y sus pensiones, quienes teniendo garantizados los derechos de los activos, hoy lucen abandonados a su suerte. Un derecho primordial como lo es la salud para el activo, el jubilado y su entorno familiar, hoy es ignorado por la “empresa socialista”, que irónicamente tuvo sus mejores días en manos del capital privado. 

La debacle de la CANTV se repite a escala nacional. En este contexto ha significado la estampida de más de 25.000 trabajadores de esta empresa, quienes despavoridos se han ido al mundo entero a prestar sus servicios. El hambre se ha convertido en el acicate del éxodo de millares de venezolanos, quienes ven cómo los salarios de las diferentes nóminas no garantizan ni de cerca la dieta familiar en un país saqueado por una tiranía promotora de la pobreza como política de Estado. Un régimen que desfiguró el salario digno como objetivo de desarrollo humano de la sociedad.

* Movimiento Laborista.

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Roberto Patiño Mar 25, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Que ellas hablen

Noelvis, líder comunitaria de Alimenta La Solidaridad en La Vega. Foto gentileza de Roberto Patiño. (Interv. por N. Silva / Runrunes).

@RobertoPatino

Durante la celebración del Mes de la Mujer, hemos hablado en los últimos artículos sobre la experiencia de Alimenta la Solidaridad (AS) y Caracas Mi Convive (CMC) en el rol de liderazgo de las mujeres a través del Programa de Liderazgo Femenino. Queremos que sean ellas mismas quienes compartan ese universo de vivencias que las llevó de su casa a la comunidad, un tránsito marcado por el autodescubrimiento personal y la vocación de servicio.

Milagros, 34 años, líder de Nuevo Horizonte

Conoció el trabajo de Caracas mi Convive acompañada de su pareja, hace cuatro años, y allí se puso en contacto con el primer comedor de Alimenta la Solidaridad en la comunidad. La experiencia, nos cuenta, fue natural… ¿cómo no interesarse en un sistema de apoyo a los niños en medio de una la tragedia económica que vivía el país? Pero lo que descubrió en el comedor fue mucho más allá que la atención de los niños. Se encontró de frente con la solidaridad en medio de la crisis, el verdadero hilo que mantenía unida a su comunidad.

Noelvis, 36 años, líder de La Vega

Para Noelvis la oportunidad llegó de la voz de una madre y vecina que la invitó a uno de los comedores de AS. Allí descubrió que el trabajo era mucho más que la alimentación infantil; había todo un programa de formación a los padres, un lugar para aprender y compartir experiencias, otras historias que ayudó a los vecinos a unirse mucho más frente a las dificultades… “¿cómo no enamorarse de esta experiencia?”, se pregunta cuando recuerda sus primeros pasos como líder en su comunidad.

Milagros y Noelvis se reconocen a sí mismas como líderes y lo hacen sin falsas modestias; en ambas hay un elemento en común que vale la pena resaltar: entendieron su importancia después de haber tenido la oportunidad de trabajar con otros en la solución de sus problemas y, sobre todo, después de participar en el Programa de Liderazgo Femenino.

Milagros nos cuenta que en principio le costaba hablar en público, una timidez que encubría con formas ásperas al momento de tratar con otras personas, reconoce con cierto pudor. Fue en el Programa de formación de Liderazgo Femenino donde aprendió a manejar esa agresividad, donde comprendió la importancia de aprender y entender de los problemas con todos sus matices y complejidades; donde conoció y utilizó las herramientas dentro de una formación constante con otras compañeras que, con el paso del tiempo, se convirtieron en verdaderas “hermanas de vida”.

Noelvis nos cuenta que el programa de formación le dio herramientas para abordar de manera más asertiva los problemas cotidianos en su comunidad; le ofreció una seguridad que no conocía, una “inteligencia emocional” que ha sabido reconocer y desplegar en el trabajo con sus vecinos. Ha sido un espacio, nos dice, de crecimiento personal donde se ha encontrado con oportunidades para aprender a perdonar para seguir adelante, un perdón que le ayuda agradecer lo que se tiene y aprovechar todas las oportunidades que recibe.

¿Existe un liderazgo propiamente femenino? No hay coincidencias en sus respuestas. Para una de ellas es indistinto, tanto hombres como mujeres se apoyan en la búsqueda de soluciones a los problemas; para la otra, el liderazgo, cuando lo ejerce la mujer, se enfoca más en la formación y en el compartir de los saberes.

Pero más allá de la diversidad en sus opiniones, hay un rasgo común en ellas, una nueva conciencia que se ha despertado tras la oportunidad que recibieron para desplegar sus capacidades. Ambas aspiran a seguir luchando, trabajando, quieren tomar estas oportunidades y aprovecharlas.

Noelvis dice, con firmeza, que desea seguir abriendo espacios en su comunidad para que todas ellas sean escuchadas. Milagros reconoce que ahora quiere formarse más en “política”, una vocación que ha nacido en su pecho cuando entendió la importancia que tiene el liderazgo en sus comunidades.

El cambio que Venezuela necesita está aquí, en estas nuevas generaciones de líderes que solo necesitan la oportunidad para desplegar toda la confianza en sus capacidades e iniciar el camino del autoconocimiento que las ha llevado a trabajar por los demás, convencidas en la importancia de los valores de la solidaridad, el emprendimiento y la democracia.

A todas ellas, nuestro agradecimiento.

Liderazgo femenino

Liderazgo femenino

*Director de Alimenta La Solidaridad y Caracas Mi Convive

robertopatino.com

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Carolina Jaimes Branger Mar 24, 2021 | Actualizado hace 1 mes
“Pietro soy yo”

Foto der.: afiche del corto Me llamaban Pietro; izq.: Pedro Mercado (imagen de Samuel Hurtado).

@cjaimesb

Con el documental Me llamaban Pietro, Pedro Mercado ganó el premio al mejor documental en el concurso FARE CINEMA, organizado por la Embajada de Italia, el Instituto Italiano de Cultura y la Cámara de Comercio Italiana. Un entrañable video donde cuenta cómo transcurrió su infancia en Chacao, en un edificio donde la mayoría de los vecinos eran italianos. Pero no fue hasta que terminó la película que se dio cuenta de que estaba hablando de sí mismo cuando hablaba de Pietro, como lo llamaban sus vecinos.

Video Pedro Mercado Hidalgo, Me llamaban Pietro. En el canal Ambasciata d’Italia Caracas

Su pasión por el cine comenzó cuando en su casa compraron una cámara de video Handycam. Comenzó a registrar todos los eventos de su familia y sus vecinos. Estudió en la Escuela de Arte de la UCV, donde se especializó en cine. Trabajó en varias películas venezolanas como asistente de cámara y foquista, para aprender la práctica que no tuvo en la universidad.

Hijo de padre venezolano y madre colombiana, sintió que la xenofobia en contra de los colombianos en los años 80 y 90 era más bien una “autoxenofobia”. Crecer en Chacao fue como crecer en un pequeño universo donde imperaban las buenas relaciones y la cordialidad.

No tiene planes para el futuro, más allá de cuidarse y cuidar a su familia. Siente que Venezuela es como un condominio donde el administrador no sirve y, encima, «nos está botando». Lo retienen aquí las ganas de trabajar en la reconstrucción y la certeza de que es su casa y puede hacer en ella lo que desee.

– Cuéntame… ¿cómo fue crecer en Chacao?

El Chacao de mi infancia era como un pueblo urbanizado, podías convertirte en amigo y conocido de sus habitantes y comerciantes. Existía una relación estrecha entre los que hacíamos vida en Chacao; eras amigo del panadero, del carnicero, debías comportarte bien, porque todos sabían dónde vivías. Te compraban los zapatos en la misma tienda todos los años. Siendo niño sabías quién era el malandro que robaba los reproductores de los carros, quién vendía droga, cuáles eran los chismes de la parroquia, o del párroco. Era fácil pensar de niño que Chacao era Venezuela, porque era todo lo que conocía.

Al entrar al liceo y compartir con personas de otras partes, te das cuenta de que no; de que Chacao era una burbuja, que tenía una alcaldesa Miss Universo y unos policías en bicicleta y en carritos de golf, pero que el país no era solo eso; que el país se parece también a la gente del oeste de la ciudad o de Petare.

– ¿Sentiste en algún momento que había xenofobia?

Mi mamá es colombiana. Y sí, en algunos momentos sentí que no debía decir que mi familia era colombiana, sobre todo en el colegio. Las novelas y las noticias estereotipaban a los colombianos, en los 80 y principio de los 90; eran siempre los malos, los tramposos, los narcos. Recuerdo que les decían “caliche”, y yo no quería que me dijeran “caliche”.

Creo que era más una autoxenofobia, la de los colombianos dentro de Venezuela. Muchos de ellos, por ser ilegales, no les gustaba demostrar su nacionalidad, preferían pasar inadvertidos. Pero realmente no creo que haya existido una xenofobia real.

Somos un país de inmigrantes, estamos acostumbrados y no nos aterra recibir a personas de otros países; nuestra forma de relacionarnos con ellos no era despectiva, llamábamos a los portugueses “portu” y a los chinos “chinos”, pero porque somos informales y confianzudos.

– ¿Cómo fue el regreso de todos esos inmigrantes que nos ayudaron a construir aquella Venezuela moderna a sus países de origen?

Me atrevería a decir que la mayoría no regresó, muchos decidieron quedarse, morir acá y los que se fueron (por la razón que fuera) extrañan muchísimo a Venezuela. Quisieran regresar, solo que extrañan la otra Venezuela, el país amable y abundante que conocieron. Los que sí se fueron sin romanticismos y sin pensarlo dos veces fueron sus descendientes, que ante la posibilidad de tener otra nacionalidad legal y poder hacer vida en otro lugar, se marcharon en busca de algo mejor, que no son más que las mismas motivaciones que hicieron que sus ancestros vinieran a estas tierras.

– ¿Cuándo, cómo y dónde comenzó tu pasión por hacer cine?

De niño en mi casa teníamos una cámara Handycam, y me convertí en el “filmmaker” de cuanta boda, bautizo y primera comunión había en mi familia o en casa de mis vecinos. Poder capturar el momento, verlo después de un tiempo y emocionarme, es algo que disfruto. Revolver el pasado, mirar fotografías viejas e imaginar las historias detrás de esas fotos es algo que me gustaba hacer.

“Pietro soy yo”, por Carolina Jaimes Branger
«Mirar fotografías viejas e imaginar las historias detrás de esas fotos es algo que me gustaba hacer», Pedro Mercado, director del corto Me llamaban Pietro.

Luego comencé a imaginar historias, historias que me gustaría ver. Así fue como decidí que quería ser director de cine y lo más parecido que había era estudiar cine en la Escuela de Artes de la UCV. Ahí vi toda la historia del cine y análisis que existe, es una escuela teórica. Al salir con toda mi teoría empecé a trabajar como aprendiz de cámara en “rentals” de equipos de cine y fui asistente de cámara y foquista en películas venezolanas: Pelo malo, Azul y no tan rosa, El Inca, El Amparo y muchas otras, en donde obtuve la práctica y el conocimiento técnico que no adquirí en la universidad. De modo que de niño quise hacer cine, luego estudié cine, después trabajé en cine (en las películas de otros) y ahora quiero hacer cine nuevamente, mi cine, como cuando era niño.

– Háblame del documental con el que ganaste el premio de la embajada de Italia.

Me llamaban Pietro fue un cortometraje documental que ganó el premio al mejor documental en el concurso “FARE CINEMA”, organizado por la embajada de Italia, el Instituto Italiano de Cultura, la Cámara de Comercio Italiana y varias organizaciones más. Tenía como tema central “La inmigración italiana”. Es un concurso que tuvo una amplia convocatoria de 4 meses y del cual me enteré tarde, a un mes de cerrar el concurso.

Cuando vi las bases de la convocatoria, sentí que podía contar una historia, que tenía las herramientas, pero no tenía el tiempo. Como estábamos en pandemia no podía convocar a muchas personas y disponer del tiempo y de la salud de nadie, así que pensé en una historia que pudiera hacer solo con los recursos que tenía a la mano, que eran básicamente mi cámara y mis recuerdos nostálgicos de los italianos inmigrantes que vivieron en mi edificio. Con esa premisa comencé a trabajar, a revolver las fotos familiares, a pedir las fotos de mis vecinos y a construir una historia desde mis recuerdos.

Como disponía de poco tiempo, debía ser conciso y honesto, sin muchas elucubraciones filosóficas; así que hablé de mi infancia con sinceridad, sin detenerme mucho a pensar en que estaba hablando de mí mismo.

Pietro, de repente, se convirtió en un personaje de estudio, con el que me relacionaba a la distancia, en tercera persona. A medida que iba agarrando forma lo compartía con algunos amigos para saber sus impresiones, quería saber sobre todo si la historia era al menos divertida. Para finalizar pedí ayuda de un amigo músico, Caribano, que hizo par de piezas originales para la banda sonora y otro amigo, Antonio Garrido, que hizo el diseño sonoro y mezcla del sonido. Cuando ellos me devolvieron el cortometraje con la música y la mezcla fue que logré conmoverme con la historia, entendí que era mi historia, que Pietro era yo (y bueno, lloré).

– ¿Cuáles son tus planes para el futuro?

Ahora mismo no tengo muchos planes para el futuro, supongo que hacer una película, seguir contando historias. A un año de vivir en pandemia, con controles sanitarios, cuarentenas flexibles, estrictas y semiflexibles, creo que mi mejor plan es disfrutar el presente, el aquí y el ahora con mi familia, cuidándome y cuidándolos.

– ¿Qué significa Venezuela para Pedro Mercado?

Venezuela es el lugar donde quisiera estar y de donde siento que me están botando. Claro, no me bota Venezuela, me bota el gerente, el administrador, el que cuida la puerta; pero al mismo tiempo me retienen la señora que limpia, los afectos, las personas que vivimos en ella y que sabemos que es nuestra responsabilidad mantenerla sana, habitable. No me retienen las cursilerías como las arepas, las guacamayas, el Ávila o el Salto Ángel; me retiene la idea de todo lo que está pendiente por hacer, por construir, la idea de que Venezuela me pertenece y puedo hacer en ella lo que quiera.

Rafael María Baralt y la historia al servicio de la política

@eliaspino

Cuando la Historia se ha establecido como ciencia, es decir, como disciplina capaz de crear conocimientos sobre el pasado con la autonomía que concede el progreso de sus métodos y sus técnicas, se reduce cada vez más la posibilidad de que sus oficiantes la utilicen para propósitos banderizos.

La verdad que mana de la investigación profesional es capaz de soportar, en la mayoría de los casos, la presión de los poderosos que la quieren manipular.

En un célebre texto, Paul Valery asegura que la historia “es el producto más peligroso que la química del intelecto haya elaborado”. Se refiere a los libros que utilizan los mandones y los ricos para imponer sus intereses, y para que la gente sencilla los considere como camino exclusivo para acceder a una etapa dorada de la sociedad. Pero no se está ante una situación necesariamente perniciosa, o ante la alternativa de una reunión de engendros capaces de crear conductas oscuras y tonterías lamentables, sino ante vínculos que pueden encontrar una explicación que no escandalice. Tal es el caso del imprescindible Resumen de la Historia de Venezuela que debemos a Rafael María Baralt.

¿Qué falta en Venezuela, después de la Independencia y de la separación de Colombia? La descripción de la epopeya y la explicación del secesionismo. El camino que empieza requiere una aproximación a sus antecedentes que permita, no solo la exaltación de un itinerario inédito, sino también el encuentro de pasajeros entusiastas para el viaje que apenas comienza.

Durante la guerra contra los realistas nadie tuvo tiempo para ponerse a escribir sobre lo que sucedía, sino solo fragmentos de propaganda que se redactaban y leían en volandas. Cuando la política aconseja el alejamiento de Bolívar y de Bogotá, las palabras airadas se imponen ante la posibilidad de recoger unos anales sobre cuya conclusión solo unos pocos quieren apostar. De allí la necesidad que tiene el gobierno venezolano, que se estrena con Páez a la cabeza, de encontrar la pluma adecuada para la escritura de nuestra primera Troya. Pero, a la fuerza,  se debía escribir sobre una lucha esforzada y legítima y sobre un promisor futuro, desde luego. Era una posibilidad calva para estrenar peluca frondosa y atrayente, no faltaba más.

Todo perfectamente comprensible, pero también susceptible de prevenciones para no caer por inocentes hasta la consumación de los siglos. Llegamos así al encargo que el gobierno de la recién estrenada República de Venezuela hace a Rafael María Baralt y a un compañero llamado Ramón Díaz, para que  escriban un manual de historia que nos incorpore con creces a las expectativas del siglo después de labrar con fina aguja las razones que nos hicieron crecer y madurar.

Estamos en 1841 y es entonces cuando se estima la necesidad de una carta de presentación que no nos haga parecer como advenedizos, ni como productos de una aventura. Razones plausibles, desde luego, pero también motivos para la cautela. La obra puede caber entre las sospechosas de provocar envenenamientos colectivos, como los que denuncia Valery, si no advertimos que el encargado no se encarga de fabricar una evolución estrafalaria que produzca escándalos en su tiempo y en el futuro. Más bien mete el freno habitualmente, menos en las rutas escabrosas que requieren velocidad y pericia.

La parte más digna de desconfianza con la cual topamos en el escrito de Baralt es la que se refiere al período colonial. Si Venezuela ha hecho la guerra para acabar con el antiguo régimen, y si los mandatarios que le encargan el trabajo han llegado al poder después de esa guerra, seguramente no hará la loa de lo que sucedió durante el dominio español, sino todo lo contrario.

En consecuencia, aparecen así ante la vista del lector las primeras evidencias sobre la leyenda negra de España que se escriben de manera coherente entre nosotros.

La idea de la administración ineficaz y tiránica que se establece a partir de 1492 y hasta 1810, especialmente la afirmación sobre cómo la Corona nos explota, arrincona y subestima como política invariable, dominan extensos espacios del manual. Estamos ante una generalización sin fundamento, o ante la reiteración de teorías divulgadas con más inquina que veracidad por los pensadores ilustrados del siglo XVIII, que ahora se incorporan a la memoria de la sociedad sin advertir siquiera que se está frente a una exageración o, mucho peor, ante la negación de unos fundamentos culturales sin cuyo impulso jamás hubiéramos llegado a los procesos de independencia política.

La parte más admirable se encuentra en su reconstrucción de los episodios de la independencia, porque Baralt debe lidiar con las simpatías y las antipatías dejadas por la conflagración y con los intereses de quienes participaron en ella que ahora están en las alturas, manejando el país y cancelando la nómina. En especial, debido a que debe inaugurar un sitial especialísimo para Bolívar, es decir, para la celebridad ante cuya influencia se rebelaron sus patronos para crear una república autónoma.

La maestría en la creación de nuestro primer catálogo de héroes y villanos es destacable, porque llega a un equilibrio que solo la posteridad se ocupará de trastornar, especialmente en nuestros tiempos de “revolución bolivariana”. No abundan los odios que pretende dejar como herencia a las nuevas generaciones, y la prolijidad de las loas no es una característica cargante en sus páginas. De allí que, seguramente debido al empeño de concordia que prevaleció en las primeras décadas de desarrollo autónomo, el legado del historiador fundacional soporte el paso del tiempo porque no alimenta el choque de las opiniones.

Lo cual no quita peso a la observación del principio, sobre los riesgos que corren las exploraciones de la memoria de las sociedades cuando se vinculan a objetivos políticos.

En el predicamento de Rafael María Baralt topamos con una iniciación que realmente no genera escándalos, sino las cautelas que dominan la obligación de los historiadores profesionales que produjo el futuro. Más bien nos puede producir roncha por las excelencias de su pluma, por la calidad de su prosa, por las virtudes de su estilo, pero eso es harina de otro costal. Lo pueden comprobar, amigos de Runrunes, si se dan el gusto de leer al escritor de altos vuelos que nos dejó el primer gran compendio de historia patria.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Orlando Viera-Blanco Mar 23, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Un árbol llamado libertad
Un ejemplo que ha dado al mundo un cuerpo diplomático con muchas carencias pero pleno de sentimiento, se ha convertido en un pilar de inspiración y compromiso de los cuerpos diplomáticos de nuestros aliados

 

@ovierablanco

Recientemente entrevisté en nuestro programa dominical Enfoque Global, a nuestra embajadora designada en Brasil, María Teresa Belandria. Fue buena la ocasión para conocer su experiencia diplomática en un país que es un continente, y sus inmensos esfuerzos (al igual que el resto del cuerpo diplomático) para cumplir responsabilidades consulares, diplomáticas y humanitarias. Experiencias muy especiales que evidencian elevadísimos sentimientos y virtudes.

Atravesando un continente

Lo primero que destaca la embajadora Belandria es su gratitud con las autoridades y el pueblo de Brasil. “Brasil es una nación muy generosa y amable, acostumbrada a recibir migrantes de todas partes del mundo. Son gente cariñosa, decente y abierta, por lo que afortunadamente en Brasil no registramos casos de xenofobia”.

En los estados de Roraima y Amazonas -fronterizo con Venezuela- existen campos de refugio que albergan hasta a 50.000 venezolanos. Viajar desde Brasilia -la capital- supone más de tres horas de vuelo. Sin recursos para cubrir gastos y logística, el cuerpo diplomático del presidente Guaidó atiende encuentros donde está nuestra diáspora. La recompensa es extraordinaria. Tanto damos acompañamiento a nuestra gente como nos devuelven sus abrazos entre lágrimas y sonrisas. Una diplomacia no convencional -de un país expatriado- cuya tarea es ver a los ojos a nuestros necesitados y llevarles esperanza y protección.

En Brasil hay unos 350.000 venezolanos acogidos de forma cálida y ordenada por el coloso del Sur. El Plan ACOGIDA ha dado a nuestros migrantes identidad, que le da derecho a trabajar, asistencia médica, educación e incluso beneficios por paro forzoso, como lo fue el caso de la COVID-19. La misión diplomática en Brasilia ha tramitado más de 5.000 requerimientos consulares; ha reforzado el impulso de la ayuda humanitaria, atendido a nuestros refugiados, coordinado suministros de alimentos y medicinas e incluso participado en programas de donación de plasma por la COVID-19.

Me gusta compartir estas experiencias… Sin sede, despacho, ni presupuesto el empeño diplomático no decae. Y, por el contrario, brota el compromiso y la solidaridad por nuestra gente, ¡haciendo, de un abedul, montañas!

Embajadores de la luz

La labor del embajador Carlos Scul en Perú es realmente heroica y valiente. Lidiar con episodios de xenofobia, discriminación y penurias de nuestros migrantes, después de largas caminatas, exige mucha tolerancia, comprensión y firmeza. Desde Lima a Cusco, Arequipa o Trujillo, nuestros viajeros y refugiados libran difíciles batallas; cruzando la cordillera andina, la selva amazonas y peligros inesperados, camino además hacia Colombia, Panamá, Ecuador, Chile, Paraguay, Uruguay o Argentina. Si lo logran el reto será la adaptación a otras culturas, y sobrevivir. Esta es la realidad que encara nuestra representación diplomática en Latinoamérica. Una situación difícil donde el mejor gesto contra el desplazamiento es la unidad y la conmiseración tanto de las autoridades de la subregión como la fraternidad de su pueblo. Pero también de los venezolanos.

Esa también ha sido la labor titánica de Elisa Trotta en Argentina, Guarequena Gutiérrez y Carlos Millán en Chile, Fabiola Zabarce en Panamá, María Farías en Costa Rica, María Teresa Romero en Guatemala, Héctor Quintero en Ecuador, Claudio Sandoval en Honduras, David Olson en Paraguay, Reinaldo Díaz en México, ‪Tomás Guanipa en Colombia; Eusebio Carlino Linares en República Dominicana, Rafael Domínguez en el Caribe, Carlos Millán en Chile, Carlos Vecchio en US, Gustavo Tarre Briceño ante la OEA, Miguel Pizarro en NNUU.

Una fiel demostración de la Venezuela preparada, honesta, comprometida, decente, de buen corazón que, contando con un voluntariado, un teléfono, un ordenador, un escudo y una bandera, hemos podido darle representación, socorro y orientación -que es dignidad- a nuestra gente en el mundo. Capítulo aparte, igualmente meritorio, merecen nuestros representantes en Europa. A ellos me referiré en una nueva entrega.

Compartir estas honrosas y nobles experiencias no pretende más que elevar nuestra autoestima grupal y nuestra resiliencia, rescatando el prístino sentido de nuestro plasma cultural.

Venezuela representada en el cuerpo diplomático designado por el presidente [e] Juan Guaidó y la Asamblea Nacional, es la que palpita libertad, paz, justicia y democracia.

Y además, confianza y amistad. No en un plano idílico sino sudado con sangre, honor y lágrimas, por la Venezuela que viene y anhelamos.

Marcel Proust decía que la esperanza es tratar de mantener un trozo de cielo azul encima de la cabeza. Nuestro querido Jacobo Borges una vez me dijo que la esperanza es el sueño de los que se mantienen bien despiertos. Esa esperanza nos ayuda ver más allá del mal momento, de las tormentas, siendo que el que vive con ella [esperanza], muere de sentimiento. Ese es nuestro bastión: visualizar la Venezuela posible, próspera, sana y justa, después de la tempestad… 

El ejemplo que ha dado al mundo un cuerpo diplomático con muchas carencias pero pleno de sentimiento, se ha convertido en un pilar de inspiración y compromiso de los cuerpos diplomáticos de nuestros aliados. En esa misión también reposa el pulmón que hará florecer un árbol llamado libertad.

* Embajador de Venezuela en Canadá

Embajadores por la libertad

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