Alonso Moleiro, autor en Runrun

Alonso Moleiro

La oposición negocia sin confianza y con el reloj en contra

Por: Alonso Moleiro

María Corina Machado y Manuel Rosales planean, como aves, en torno a una fecha para verse las caras y procurar encontrar un camino de coincidencias en este complejo -y confuso- momento nacional. No es nada seguro que puedan acordar algo antes del 20 de abril. Es un poco más probable que algo se concrete después.

 La presencia de Manuel Rosales constituye una eventualidad con la cual María Corina no habría tenido que conseguirse, pero Rosales tiene en la mano la única carta que no puede ser sustituida: el código de acceso, la clave de usuario de la asistencia de las fuerzas democráticas a la consulta presidencial de este año.

 Como suele suceder en el ecosistema de la oposición venezolana, las relaciones entre ambos políticos es una realidad, pero está tomada por la micosis de la desconfianza.

 El tono de los comunicados de ambos comandos de campaña (el de Un Nuevo Tiempo, pero particularmente el de Vente Venezuela) puede indicarnos con claridad que sigue habiendo mucho trabajo, mucho por zanjar y desmalezar para pavimentar la zona de la confianza.

 El paso dado por Rosales minutos antes de la medianoche del cierre de las postulaciones ha generado una genuina irritación en el entorno de la candidata presidencial.

 En las redes sociales, Rosales -y muchos de sus aliados- invierten tiempo empleando frases conciliatorias y defendiéndose de las invectivas ajenas. Es obvio que, si su candidatura termina de tomar cuerpo como la única salida posible, Rosales se desprendería de Machado sin dar explicaciones.

  La cuenta de X (antes Twitter) del partido Un Nuevo Tiempo, se dirige directamente a María Corina. “Acá las palabras de respeto y consideración de nuestro presidente Manuel Rosales. Lo compartimos con usted para salirle al paso a tergiversaciones de mala intención”, aludiendo a una entrevista concedida por Rosales. 

 El propio candidato afirmó minutos después en su propia cuenta de X que es “un hombre claro, reservado, no me gusta agredir. Siempre digo que uno tiene que tener su espada envainada, porque hay días donde tienes que sacarla. Tengo una carrera política, una hoja de servicios y me la han querido destruir con calumnias. Los único que hemos derrotado cinco veces al chavismo hemos sido nosotros”.

 Las palabras defensivas de Rosales y su partido en las redes sociales son bastante descriptivas. En las graderías hay una comprensible molestia con los políticos de la Plataforma Unitaria, un espacio que fue duramente castigado en las elecciones primarias, y del cual Rosales es un conspicuo exponente.

 ¿Acuerdo en el mediano plazo?

Un acuerdo político en nombre del alto interés nacional entre ambas candidaturas es factible, pero sobre todo en el mediano plazo (y plazos, no hay muchos) Es necesario ponerse a trabajar.

 Por lo demás, continúa siendo un misterio el futuro de la tarjeta de la Plataforma Unitaria -en este momento con la candidatura “tapa” de Edmundo González Urrutia, cercano a Machado.

 La tarjeta había sido admitida por el chavismo, pero no el candidato, -que, en cualquier caso, acudió a presentar su nombre para “guardarle el puesto” al candidato final. Aquí podría buscarse zonas de equilibrio entre tendencias con nombres salomónicos y potables.  Hay una zona del pensamiento político venezolano que está quedando excluida de la participación política.

 De todo esto tendrán que conversar Rosales y Machado. Se han pedido testigos para la conversación. Se propuso una intermediación de garantes; Un Nuevo Tiempo ha hablado de “embajadores”. Se han colocado garantías como requisito. Se ha aprobado una primera aproximación con Gerardo Blyde como mediador.

 A partir de este momento, y en la medida en la cual se acerque la fecha de las elecciones, es muy probable que comiencen a precipitarse contingencias, reacomodos y nuevos arreglos.

 Los de la oposición, por puro estado de necesidad, son tiempos particularmente confusos.

Manuel Rosales, un candidato “sin querer, queriendo”

El caótico desenlace de la inscripción de los candidatos de la Oposición -explicable en un marco institucional deliberadamente trastornado como el actual-, sugiere que las fuerzas democráticas, o al menos parte de ellas, podrán presentar algún tipo de alternativa que oriente a la ciudadanía frente al continuismo chavista en las elecciones presidenciales de 2024.

Pero también luce cierto que las candidaturas de Manuel Rosales y Enrique Márquez, presentadas ambas en el último minuto, se recostaron con excesiva naturalidad de la circunstancia planteada por el chavismo, y al dar un paso al frente por cuenta propia, concretaron una peligrosa ruptura anímica con el liderazgo de María Corina Machado, de acuerdo a la convención actual, la portadora legítima del liderazgo en el campo democrático en función del resultado de las elecciones primarias del pasado 22 de octubre.

Hace todavía poco tiempo, mientras examinaban opciones frente al veto colocado en su contra por el chavismo, María Corina Machado había tenido una aparentemente productiva reunión con Rosales en relación a la resolución del candidato presidencial. Este le habría asegurado a la candidata que cualquier solución sería acordada, y pasaría siempre por la aprobación y el control de su liderazgo.

Puede ser cierto que, finalmente, existe un candidato, pero lo que acaba de ocurrir es que María Corina Machado, la líder natural del proceso actual gracias a la voluntad de la mayoría, podría perder parte del control de la situación, puesto que emerge, de forma inconsulta, apremiado por llenar el vacío, otro líder, uno distinto, con otro enfoque, que no atenderá sus orientaciones, ni se alineará, necesariamente, a todos sus objetivos.

Rosales: ¿Duro, pero necesario?

En el entorno de Rosales, se piensa que se ha dado un paso duro, pero necesario, –similar al que había insinuado Henrique Capriles poco antes– para evitar el vacío de la abstención. Ya con un candidato, afirman sus colaboradores, en el camino se enderezan las cargas de la unidad.

Pero en el Comando de María Corina Machado, adueñado en este momento de la opinión nacional por muchas razones, lo que se respira es una sensación de traición. La propia Machado lo ha dicho con todas sus letras: “Son tiempos de traición, tiempos oscuros”, dijo al reaccionar ante lo sucedido. “No debemos engañarnos con la gravedad de lo sucedido. Lo vivido constituye una enseñanza”.

Por lo demás, es imposible dejar de anotar que este tipo de decisiones súbitas, no consensuadas, tocadas por una cierta pasión protagónica, como la que acaba de ejecutar Rosales, debilitan al movimiento democrático como cuerpo político, abona en la irremediable desconfianza que hoy se tienen sus líderes fundamentales, y explica, en buena medida, las causas del fracaso del pasado de la oposición venezolana.

No se olvide que, quizás de manera deliberada, Rosales no se inscribió como candidato en las elecciones primarias del pasado 22 de octubre. El ojo lo tenía puesto en la fecha del cierre de postulaciones, el espacio donde su candidatura tomaría vuelo gracias a los efectos de la ley de la gravedad.

“Busquen un candidato que pueda superar los escollos que ha colocado el gobierno, y yo les entrego la candidatura”, ha ripostado Rosales en su debut como abanderado en un acto organizado en el Palacio de los Eventos de Maracaibo.

Rosales, un político experimentado que en este momento reconstruye su capital político desde la gobernación del Zulia, ha invitado a una “rebelión de votos”. En torno a su figura se agrupan sectores políticos moderados, distanciados irremediablemente de liderazgos como el de Machado, o Leopoldo López, convencidos de que el oficialismo tiene ante sí una candidatura procedente, capaz de interpretar las decisiones obligantes de una transición a la democracia.

Pero son muchas las personas, incluso dentro de la Unidad Democrática, que dudan en torno a sus intenciones: hay gente que no acierta a responder si Rosales ciertamente siente que puede abrir una brecha de votos y plantearle al estado chavista una transición política, o si sencillamente está gestionando un nuevo ciclo electoral para abrirse campo y obtener recursos para nuevos retos futuros, elecciones regionales o legislativas, consciente de que Maduro no lo dejará hacer nada en una elección presidencial, como ya le ocurrió a Henri Falcón.

Por último, de forma agónica, la Plataforma Unitaria pudo inscribir al diplomático Edmundo González Urrutia, una figura respetada, conocedora del hecho público, pero sin militancia política. De manera provisoria, es el “candidato tapa”, del cual tanto se habló mientras continuaba la discusión en torno al veto que también se le colocó a Corina Yoris.

Lo afirmado por Diosdado Cabello en torno a la imposibilidad de colocar nombres “tapa” para decidir en favor de un tercero, si este no es uno de los 12 candidatos presidenciales, sugiere que González Urrutia podría emerger, de la nada, como un actor involuntario ante un escenario sobrevenido.

 

La oposición y el reto de la unidad necesaria

Diseñando una clásica celada administrativa para colocar a las fuerzas democráticas ante el apuro de discutir con urgencia el nombre de otro candidato, luego de tener electo ya uno, el oficialismo chavista finalmente descorre el velo del panorama electoral de este año.

Los candidatos podrán ser postulados sólo hasta el 20 de marzo; las elecciones presidenciales serán el 28 de julio, la campaña electoral será otra vez de unos días.

La tarea que tiene frente a sí la oposición venezolana en 2024, con o sin María Corina Machado de candidata, luce especialmente apretada frente al monstruo de mil cabezas chavista, pero sí es cierto que el esfuerzo tendrá lugar en medio de un entorno político algo más favorable que en 2018.

Sobre todo, después de cuatro años inusualmente tranquilos y sin violencia en las calles, se siente en este momento una disposición a votar alta en los sondeos de opinión, y está a la vista una especie de consenso en torno a determinados procedimientos.

Las circunstancias políticas de hoy, distintas en alguna medida a las de 2018, tienen a las facciones opositoras operando en un solo terreno. Están menos dispersas, algo más obligadas, la consulta primaria ciertamente produjo un efecto que galvanizó un liderazgo.

La tesis del “quiebre político”, agotada, ha cedido paso, otra vez, a la fe en la herramienta del voto como instrumento movilizador (también agotada, y al mismo tiempo vuelta a nacer). “Claro que queremos votar”, declaró Machado hace poco, intentando zanjar con ello algunas críticas a sus posiciones del pasado. “No caigamos en ese chantaje. Pero no es sólo votar, es elegir; no es ser parte de una farsa, sino trazar una estrategia para conquistar la libertad”.

Al momento de escribirse estas líneas se desarrollaban prolongados encuentros entre la dirigencia de la Plataforma Unitaria y María Corina Machado para intentar encontrar una ranura a sus diferencias. La candidata es ella, pero parece que no puede, y no se sabe cómo es que lo hará posible.

Las relaciones de Machado con los dirigentes fundamentales de la oposición, por lo demás, no son particularmente buenas. El dilema consiste en cómo hacer efectivo el mandato que la haga candidata, y qué puede hacerse como alternativa en caso de que esto no sea posible.

La comprensible negativa de Machado a negociar su liderazgo choca, como estaba previsto, con el apremio de los partidos de la plataforma para tener resuelta la encomienda.

“En nuestras filas está uno de los mejores venezolanos para ser presidente, Manuel Rosales”, dejó caer, hace poco, con toda la intención y en el momento justo, Luis Emilio Rondón, uno de los dirigentes fundamentales de Un Nuevo Tiempo. “Estamos dispuestos a explorar, a buscar, a conseguir lo que sea necesario para que ese cemento se vuelva poderoso y la unidad sea una realidad”, dijo luego, procurando matizar, quizás confiando en que la ley de la gravedad consolide su interés.

La de Un Nuevo Tiempo es una de las pocas tarjetas disponibles para la oposición en el Consejo Nacional Electoral, y Manuel Rosales uno de los pocos políticos de la Plataforma Unitaria que es medianamente aceptado en el Palacio de Miraflores.

No será sencillo evitar, en esta parada, alguna ruptura a partir de desacuerdos insalvables entre las corrientes opositoras en negociación, sea ese u otro el nombre presentado. Tampoco sería en absoluto imposible que puedan retomar y acordar más adelante.

“Nunca habíamos estado en una posición como la actual para vencer electoralmente a la dictadura”, afirmó Julio Borges, máximo líder de Primero Justicia, al aproximarse a las negociaciones intra opositoras y las diferencias que persisten. “María Corina es la líder de este proceso. Me preocupa que no existe la unidad necesaria para poder vencer a Maduro”.

La candidatura de María Corina y el debate adelantado

De manera subrepticia, y con alguna progresividad, ciertos políticos y activistas civiles comienzan a deslizar a la audiencia consultas en las redes sociales en torno a la hipotética elección de un candidato de consenso que sustituya a María Corina Machado, ante la aparente inexorabilidad de su inhabilitación política.

 Apenas salió ganadora de las primarias opositoras, algunas voces comenzaron a dudar de la posibilidad de que llegase a ser la abanderada opositora y parecían poner la prioridad en su sustituto en vez de forzar la participación. Casi de inmediato, Sergio Garrido, gobernador de Barinas, advirtió que “no nos vamos a parar por ella y escogeremos entre todos un nuevo candidato o candidata”.

 Es una proposición que parte de una aproximación anímica mucho más frágil con el compromiso político que generaron las elecciones primarias el pasado 22 de octubre, y -todavía más evidente- de un desencanto personal respecto al candidato ganador.

 Estos planteamientos por ahora lucen relativamente marginales y por ahora la mayoría de la oposición rechaza sustituir a Machado y también Estados Unidos. “En este momento estamos enfocados en la inhabilitación. Ella es la candidata de oposición y debe tener el derecho a participar”, afirmó el jefe de Misión de Estados Unidos para Venezuela, Francisco Palmieri, en entrevista realizada con la Alianza Rebelde Investiga (ARI), conformada por los medios El Pitazo, Runrun.es y TalCual, el 1 de febrero de 2024.

Las voces que piden un reemplazo de consenso parecen destinadas a aumentar en intensidad y frecuencia en unas semanas. Sin embargo, no parece sencillo. “Luego de Machado, pocos cuentan con ese puntaje de intención de voto”, estimó Jesús Seguías, director de Datincorp, en conversación con la Voz de América.

Machado, firme en su candidatura

 Parece muy obvio que, así como el gobierno difícilmente le permita participar, Machado no declinará en nadie su papel como candidata presidencial y líder del campo democrático en esta hora y así lo ha ratificado tanto la propia candidata como los principales partidos de la oposición.

No se trata sólo de los votos de las primarias.  María Corina Machado en este momento triplica a Maduro en intención de voto; en un escenario democrático normal, no trastornado por el autoritarismo como el nuestro, sería capaz de derrotar a todos sus enemigos unidos, chavistas alacranes y opositores, si decidieran enfrentarle.

 Por mucho que a algunos en la oposición les moleste, habría que reconocer que tal renuencia a entregar el mando, mucho más si es antes de tiempo, es legítima, puesto que Machado es portadora de un capital político gigantesco, bastante inusual en estos tiempos, por lo demás.

 Como vivimos en una sociedad mediatizada por el miedo y el oportunismo, es obvio que el contenido, las dimensiones y los quilates de este liderazgo emergente no pueden ser evaluados por la opinión pública, medios de comunicación, programas de opinión y firmas encuestadoras, con la misma naturalidad, cabalidad y libertad de consciencia con la cual fue analizado el arrastre que tuvo Hugo Chávez en un año como 2005.

 Cuesta figurarse que las dificultades legales planteadas coloquen a Machado en trance de ofrendar sus logros personales voluntariamente a un adversario interno. Es mucho más probable que la veamos haciendo sus recorridos, exigiendo su legitimidad, cuestionando los procedimientos institucionales chavistas que la han sacado del juego. María Corina Machado tiene algunas herramientas para jugar un papel en las presidenciales de 2024, y va a usarlas.

 Estas tendencias contrapuestas podrían generar momentos de tensión dentro de la Plataforma Unitaria. El “consenso Machado” puede comenzar a ser cuestionado cuando aumente el apremio ante el llamado a presentar algún candidato, y la grieta puede venir con la consigna de las enseñanzas del escenario Barinas 2021.

La oposición “ tiene el reto de tomar prontas decisiones estratégicas ante el escenario que impulsa el Gobierno para adelantar las elecciones”, considera Benigno Alarcón,  director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello.

Y es cierto que el tiempo será un factor que juegue. Independientemente de la popularidad de Machado, existen en la oposición venezolana tendencias con ópticas diferentes, y estas aproximaciones tiene expresión ciudadana cotidiana en las calles. Alguna válvula de desahogo, algún desarrollo alternativo, será invocado por ciertos sectores minoritarios, y esta tentativa podría tomar vuelo en un escenario desesperado.

 Lo que no es posible, de momento, es interpretar que hará Machado ante la magnitud del desafío que se aproxima. Independientemente de sus atributos y las reflexiones electorales sobre el arrastre, el oficialismo chavista, que ha tomado nota del ocaso de su arrastre popular, ha ido achicando todas las opciones de la política, e impulsa con total descaro sus pareceres desde la fuerza de los hechos.

 

Alonso Moleiro Feb 16, 2024 | Actualizado hace 2 meses
Maduro y el camino de Nicaragua
Para emprender el camino a Nicaragua, Maduro y los chavistas tienen todavía muchas zonas donde morder.

Por: amoleiro

 

El gobierno de Nicolás Maduro ha decidido emprender el camino de Nicaragua: el camino irreversible de una hegemonía extra-constitucional, en el cual las exigencias revolucionarias priven con suficiencia sobre la observancia legal en un marco democrático escrito sobre el papel. Independientemente de lo que deseen los foros internacionales y las mayorías nacionales.

La judicialización de Rocío San Miguel, y la expulsión de la Misión de Naciones Unidas que hacía seguimiento al desempeño de la nación en materia de derechos humanos, consolidan una tendencia que lleva tiempo aumentando de volumen.

Mediante un comunicado que compartió en X el canciller Yván Gil, informó de la decisión de suspender las actividades de la oficina técnica de asesoría de Oacnudh y otorgó un plazo de 72 horas al personal para abandonar el país. La decisión, añade el texto, indica que se suspenden las actividades de la oficina «hasta tanto rectifiquen públicamente ante la comunidad internacional su actitud colonialista, abusiva y violadora de la Carta de las Naciones Unidas».

En esa misma tónica, el oficialismo ha desempolvado un proyecto de ley que fiscaliza la actuación y el financiamiento de las organizaciones no gubernamentales (ONG). Valentina Ballesta, directiva de Amnistía Internacional (AI) para las Américas, sostuvo que la ley, aprobada ya en primera discusión, “posee grandes similitudes con la aprobada en Nicaragua”, donde el régimen de Daniel Ortega ha eliminado a más de 3.000 organizaciones de la sociedad civil.

Adicionalmente, ahí están, semana a semana, los estridentes discursos legislativos amenazantes de Jorge Rodríguez en estos meses. Particularmente, luego de firmar los acuerdos de Barbados y lograr el regreso a casa del empresario Alex Saab.

El camino a Nicaragua que ha emprendido Miraflores parte de una circunstancia de orientación opuesta, más bien poco comentada: a diferencia de lo que ha ocurrido en otros contextos, en la conducción de la revolución bolivariana, hasta el momento, al menos en los últimos años, han estado al volante los moderados. 

Al administrar la crisis nacional, Nicolás Maduro y Jorge Rodríguez parecen haber impuesto el criterio de negociar, dividir al adversario, abrir frentes de operación, especular con promesas y replegarse estratégicamente. En ocasiones, incluso, si con eso recuperan autoridad frente al país, de adelantar importantes concesiones temporales.

En la dinámica de Miraflores ha privado la flexibilidad como principio, como ocurrió en tiempos de Chávez en otros momentos complejos, en relación con tesis más intransigentes y absolutistas, que llegaron a discutirse como posibilidad en el alto mando revolucionario.

Esto quiere decir que, si bien ya se ha escamoteado gravemente la alternancia en el poder y la libertad de expresión e información, para emprender el camino a Nicaragua, Maduro y los chavistas tienen todavía muchas zonas donde morder.

Este camino, al camino a la realidad política que ha creado Daniel Ortega en Nicaragua, podría consolidarse definitivamente en las elecciones presidenciales de este año, si el chavismo retiene el poder sin complicaciones y se sale con la suya.  La próxima cita presidencial puede convertirse en una bisagra, una especie de parteaguas, como ya ha ocurrido antes.

En 2021, Ortega fue reelegido con 75 % de los votos y con siete aspirantes a candidatos presidenciales de la oposición en prisión acusados de «traición a la patria». A pesar de que EE. UU. desconoció los resultados, el líder sandinista se mantiene en el poder y el espacio cívico de la sociedad nicaragüense cada vez más reducido.

Está claro que Daniel Ortega lleva un tiempo de ventaja sobre el chavismo en esta estrategia de consolidar un modelo hegemónico y unidimensional, haciendo, al mismo tiempo, concesiones al libre mercado.

El modelo político de Nicaragua que ha escogido Miraflores será fuente adicional de tensiones y expandirá la dimensión sancionada de la nación, pero también puede terminar atemperado, atenuado a posteriori, procurando crear una especie de remesa diplomática con algunos factores de la izquierda occidental y simpatizantes conexos a partir de ciertas concesiones parciales a la oposición que quede en el país. Es decir, no necesariamente el rumbo trazado implica en este caso llegar a la meta.

Puede que, completamente seguro de su poder y estabilidad, Maduro decida seguir apretando, para imponerse atemorizando a sus adversarios, como de hecho viene ocurriendo, sin que ello signifique, necesariamente, desplumar por completo a la sociedad venezolana con la misma serena rotundidad con la cual lo hizo Daniel Ortega en Nicaragua.

Como ha ocurrido en muchas otras ocasiones en el pasado, el gobierno de Maduro también pudiera regresar a la decisión de emprender la reversa. La sociedad democrática nacional sigue siendo muy grande, y va a seguir resistiendo. Es imposible adelantar pronósticos y no esperar algún tipo de cisne negro inesperado en una crisis de estado tan prolongada como la actual.

Pero estos son los hechos: una vez que Alex Saab ha regresado a casa, en el alto gobierno la gente ha sacado sus cuentas. La presión exterior comienza a perder eficacia.

Independientemente de lo que digan las encuestas, del descontento popular, del grave rezago social y económico, en Miraflores parece haber claridad en torno a la existencia de un músculo político y militar lo suficientemente consistente como para diseñar un plan que les permita imponer las cosas en sus términos, como ya ocurrió en 2018, como ocurrió en la convocatoria a la fallida Asamblea Nacional Constituyente de 2017 y como acaba de ocurrir con el referéndum del Esequibo.

El nuevo pulso político tras decisión del TSJ contra Machado
La actitud desmelenada y furiosa del gobierno Maduro describe con mucha claridad el aislamiento popular, y el potencial efectivo multiplicador que puede traer consigo el mensaje enemigo

 

@amoleiro

 

Será difícil alterar las circunstancias en torno a la decisión de vetar la participación de María Corina Machado. Que Machado pueda participar libremente en estos comicios significaría que se ha producido una grieta en los mandos del régimen que contribuya a concretarlo. No diremos que es imposible, pero por ahora no parece probable.

La decisión del TSJ da la bienvenida a la puesta en escena de un nuevo pulso político, que será progresivo, y que, de nuevo, le puede colocar lunares a la perspectiva de una recuperación económica. El alto gobierno parece bastante plantado en torno a la idea de no dejar participar a Machado.

 Lo que Jorge Rodríguez está afirmando a nombre del chavismo es que, empotrados en el poder, están dispuestos a convivir con la circunstancia de las sanciones, como una penitencia con la cual se puede convivir, como hace mucho conviven los comunistas cubanos, haciendo del hecho una marca, organizando encuentros mundiales de solidaridad.

María Corina Machado va a desplegar todos sus argumentos, y muy probablemente acentuará sus recorridos en barriadas y pueblos haciendo sus planteamientos, haciendo valer su arrastre y produciendo sin dudas efectos políticos. 

Tendrá que emplearse muy a fondo en las calles de un país que definitivamente quiere un cambio, pero en el cual predomina el miedo y todavía está muy presente el recuerdo de la represión. No será tan sencillo regresar a las calles. Pero Machado está decidida. “Si ellos creen que declararon mi inhabilitación, pues que lo sepan bien, declararon el fin de esta tiranía porque la gente está clara y no se va a dejar arrebatar. Yo recibí un mandato del pueblo y lo haremos cumplir. No pueden hacer elecciones sin mí y sin los millones de venezolanos que nos apoyan”, dijo la candidata presidencial.

Sin televisión, sin radio y sin grandes actos urbanos, la correlación a favor de Machado es de casi 60 por ciento en las encuestas, frente a cerca 20 del chavismo. La tensión política va a aumentar, y el proceso será progresivo.

Es cierto que quedan formalmente algunos canales abiertos para el diálogo, y que Estados Unidos ha soportado algunas provocaciones adicionales, decidido todavía a mantener las licencias petroleras hasta el mes de abril, y no antes. Algunos esguinces y concesiones parciales podrían teóricamente concretarse en un intercambio que sigue pendiente. 

En entrevista para los medios de la Alianza Rebelde, el jefe de Misión de Estados Unidos para Venezuela, Francisco Palmieri, insistió en que la prioridad de su gobierno es que haya elecciones libres en Venezuela este año 2024 y que se cumpla el Acuerdo de Barbados.

De momento, lo que luce a la vista es que el gobierno ha decidido precipitar la marcha de los acontecimientos, asomando la posibilidad de un adelanto de elecciones de efecto casi inmediato, y convocando a formaciones opositoras minoritarias a formar comparsa en la organización de un cronograma electoral.

Interpretando a Barbados como una instancia que todavía existe, luciría como una enormidad plantearse una elección antes del mes de julio, aunque claramente hay sectores en el alto gobierno que parecen estarlo considerando.

Machado necesita terminar de asumir el liderazgo en varias instancias formales de negociación y responsabilidades de la Plataforma Unitaria, y fortalecer su contactos internos -tarea en pleno desarrollo- para echar a andar, de una vez, el anunciado frente nacional para el rescate de la democracia.

El oxígeno para hacer política no abunda. No tienen efecto los esfuerzos persuasivos. Las concentraciones y movilizaciones populares son un placebo que tiene un límite. Como movimiento, el chavismo no sabe de argumentos, no le perturba la destrucción del país, y ha demostrado que sabe resistir cualquier tipo de presiones. Se densifica el campo minado de las decisiones judiciales y la represión política.

“Vamos a activar el plan Furia Bolivariana, calle por calle, barrio por barrio, es un plan cívico, militar y policial para enfrentar cualquier intentona terrorista y golpista, se presente como se presente. Preparados para cualquier agresión contra la paz”, dijo Maduro el 18 de enero durante el Congreso de la Nueva Época realizado en Caracas.

Como consigna, la Furia Bolivariana consagra todo un estatus en materia de escalas de alarma en la estructura de poder del chavismo, particularmente en los años de Nicolás Maduro. Es un dispositivo ideado para momentos de alerta, para enseñar los dientes cuando el poder político puede estar en peligro.

En el pasado, la Furia Bolivariana ha sido la respuesta a protestas masivas, cacerolazos, proclamas calenturientas de wasap, o enfrentamientos callejeros que plantearan la desobediencia civil a la hegemonía chavista en años como 2014, 2017 o 2019.

Hoy ha sido la respuesta de la clase política oficialista la existencia, en el campo adversario, de una candidatura presidencial producto de un proceso incruento, luego de una jornada cívica, pacífica y concurrida, en la cual casi 3 millones de personas escogieron masivamente a un liderazgo en particular.

La actitud desmelenada y furiosa del gobierno Maduro describe con mucha claridad su circunstancia, y el potencial efectivo multiplicador que puede traer consigo el mensaje enemigo.

Al bate, la ley de fiscalización de las ONG
Parece fundamentarse un interés en el alto gobierno en recomponer su relación con la sociedad civil y adulterar la libertad de asociación en el país

Alonso Moleiro

Hay sincera preocupación en muchas organizaciones de la sociedad civil con la mentada Ley de Fiscalización, Regularización, Actuación y Financiamiento de las ONG en el país.

Un proyecto legal que, comenzando por el nombre, no oculta nada en materia de autoritarismo, con unos aditamentos que le hacen perfecto juego al actual estado de cosas en el país.

Es cierto que en todos estos años -desde los tiempos de Eva Golinger- el chavismo ha discutido varias leyes para conjurar los derechos políticos de la sociedad civil y neutralizar a las ONG, colocándolas en estado de sospecha. No ha podido llevar estas iniciativas a efecto, esperando condiciones políticas propicias en un contexto en el cual la sociedad democrática ha plantado una prolongada resistencia.

Es al menos admisible figurarse que, como ya ha ocurrido en otras ocasiones, la cocción de la ley se detenga, conociendo los efectos de la presión política en un año electoral encuadrado en complejas negociaciones con factores de poder, y entonces entren de nuevo al congelador.

Nadie debería engañarse son las intenciones concretas del chavismo, del Palacio de Miraflores, en este y otros temas estratégicos en su relación de poder con la sociedad que gobierna. La espera de condiciones favorables para avanzar en su lucha por consolidar un dominio total sobre el país democrático con reglamentos donde sean ellos los únicos que jamás van a rendir cuentas, habiendo sido quienes de verdad administraron la millonaria renta nacional de estos años.

El planteamiento hecho con esta Ley de Fiscalización de las ONG tiene, de acuerdo a lo que han expresado voceros calificados, como Feliciano Reyna, un carácter tan radical y desproporcionado, que no es posible hacerle mejoras a partir de interpretaciones, o procurar ablandamientos o cesiones en el marco de una negociación política como la que teóricamente está plantada con las consultas públicas de la Asamblea Nacional. Es un proyecto que, de acuerdo a su criterio, vulnera de manera grave la libertad de asociación consagrada como derecho constitucional.

Se trata, de acuerdo a las fuentes, de un proyecto legal que despliega con enorme precisión la majadería de la burocracia, haciendo exigencias imposibles, planteando a las organizaciones registrarse ante el estado, de nuevo, por primera vez. Las ONG no quedarían amparadas en el contrato social que, teóricamente, ofrece la Constitución Nacional. Una sentencia del TSJ podría decretar el fin de una ONG.

La ley ha sido aprobada en primera discusión, y ha recibido el año en plenas gestiones, priorizada por Jorge Rodríguez, haciendo el trámite de las consultas públicas. Muchas organizaciones acuden de buena fe, esperando ser escuchadas. Algunas de ellas están vinculadas al oficialismo; muchas otras hacen activismo en temas alejados de la política, otras tantas tienen interpretaciones diferentes a las que ahora imperan en la mayoría de la oposición venezolana.

“De aprobarse como está, esta ley elimina de facto a las Organizaciones No Gubernamentales como las conocemos ahora”, afirma Carlos Correa, de Espacio Público, quien tiene algunas reservas en torno a la inminencia de su aprobación en virtud del entorno político que trae consigo 2024. “Las ONGs tendrán que volver a nacer bajo unas condiciones más agotadoras que las existentes. Para poder existir tienes que volver a integrar un registro, que regionaliza la actividad de las organizaciones e impide atenderlas desde Caracas con una estrategia nacional. La burocracia del estado las atenaza por completo.”

ONG, presa fácil de los autoritarismos

Las Organizaciones No Gubernamentales han sido la expresión de uno de los eslabones más interesantes de la política global y venezolana de finales de siglo XX, y conocieron como espacio un enorme impulso con el desplome del comunismo y la expansión de los valores democráticos en todo el mundo.

Como tienen un carácter independiente, a veces trasnacional, y suelen fundamentar sus pronunciamiento en el uso de la data, es frecuente que sean instancias tomadas por asalto o progresivamente por los autoritarismos. El camino que ofrecen, como parte del paisaje, y sin muchos escándalos, Bielorrusia, Nicaragua o Rusia.

Uno de los temas más recurrentes en torno a la existencia de las ONG consiste en los límites de su conducta y el origen de su financiamiento. Bajo este parámetro, a sabiendas de que algunos se lucran recibiendo fondos con causas que no defienden, los voceros del autoritarismo consiguen, como también ocurra en la política con la comprensión de la democracia, argumentos para desacreditarlas.

En Venezuela se ha ido expandiendo un interesante tejido de activismo ciudadano, y existen muchas ONG, luego de un ejercicio ininterrumpido desde los años 90, que ha incluido, no sin problemas, y no sin sobresaltos, la realidad política de este siglo. La sociedad civil local está tan lastimada como la propia sociedad, pero ha demostrado tener un carácter orgánico y una enorme fortaleza.

Son varias las Organizaciones No Gubernamentales que, soportadas por un trabajo técnico inobjetable, han podido documentar los excesos en el ejercicio del poder en estos años, en materia de gestión económica, corrupción, rendición de cuentas, ambiente, libertad de expresión, derechos humanos. El trabajo de ellas es, literalmente, uno de los faros que protegen de las tinieblas y la desinformación a la sociedad y al interés nacional.

La aprobación de esta Ley de Fiscalización, un hecho en desarrollo, plantea un grave peligro, y persigue convertirse en un arma disuasiva en el marco del careo político actual en un año presidencial.

Su puesta en vigor no debería tomarse como un hecho irreversible en un país en el cual, después de todo, se presentan paradojas y quedan espacio para la política. Pero tampoco, jamás, como un aspaviento. Muy al contrario

Vaciar de contenido las ONG, y además poblar el panorama civil de instancias afines, de replicas, de asociaciones intervenidas, de partidos políticos judicializados con directivas clonadas, forma parte de una rutina asentada en cualquier dictadura, y es muy probable, vistos los hechos, que sea una decisión tomada en el alto gobierno.

Alonso Moleiro Dic 08, 2023 | Actualizado hace 2 meses
Referéndum, negacionismo y represión
El chavismo cursa una grave crisis en materia de poder convocante, y el referéndum por la soberanía del Esequibo ofrece un pobre resultado. La respuesta de Miraflores es el negacionismo y la represión

Por: @amoleiro

Tal como fue señalado en la entrega anterior, el gobierno de Nicolás Maduro ha tomado para sí, repentinamente, la bandera de la soberanía venezolana en el Esequibo, y esta causa se ha convertido en el epicentro de una nueva crisis, en un pivote, un esguince para endurecer sus posiciones en la política interna, y eventualmente, enviar varios mensajes esclarecedores a los interesados afuera en torno a lo que pueden ser escenarios y entuertos en el futuro.

El previsible cambio de tono de Miraflores toma vuelo una vez constatada -porque todo el mundo se ha dado cuenta- la pobrísima respuesta política que tuvo la convocatoria del referéndum sobre el Esequibo entre la población, a pesar de la millonaria campaña invertida para motivarla. Un resultado que tiene como reverso el recuerdo vivo de la masiva jornada de votaciones en la elección primaria en el campo democrático del pasado 22 de octubre.

El endurecimiento del tono de Caracas hacia Guyana, al mismo tiempo, ha ido mucho más allá de lo imaginado: ahora se quiere hacer vinculante la consulta, y se toman decisiones de gobierno, y se legisla en torno a la existencia de una nueva entidad federal en el país. Dirigentes fundamentales del entorno de María Corina Machado y activistas de la sociedad civil, como Roberto Abdul, son judicializados con argumentos increíblemente antojados.

Ya sin cartuchos políticos, sin argumentos convocantes, a la vista de la enorme decadencia y el explícito descrédito del cual es objeto su clase dirigente, el chavismo puede decidirse a llevar hasta sus últimas consecuencias algunas exigencias a Guyana, y, como ha quedado visto, continuar por ese camino consiguiendo argumentos para arremeter contra la oposición democrática en un momento político particularmente decisivo, en la víspera de un año de elecciones presidenciales.

Para esta envestida el oficialismo será ayudado por algunos sectores formalmente opositores cooptados para su causa. Algunos de ellos hacen acusaciones aún más audaces y amañadas procurando perjudicar a otros miembros de la sociedad civil.

Los acuerdos de Barbados no han quedado formalmente rotos: queda claro que Estados Unidos aguarda porque tiene interés en mantener algún status quo en torno a cierta idea de pacto político con Venezuela. La respuesta de Washington, de continuar las cosas como van, parecería inevitable.

Los arrestos anunciados sugieren que Miraflores, sin embargo, podría dar incluso pasos adicionales para imponer su criterio por la fuerza, tomando decisiones no antes vistas, incluso a costa de encarar la eventualidad de nuevas sanciones de los Estados Unidos. Sobre todo en la misma medida que las tensiones con Guayana continuaran escalando.

Negando tozudamente a reconocer la realidad que los describe como un movimiento impopular y sin arraigo, como si se tratara del gobierno de Pyongyang, el gobierno de Maduro sigue extendiendo vetos e imponiéndose por la fuerza a falta de legitimidad política y apoyo popular. El paladino desconocimiento de la realidad que les circunda expresa un trastorno discursivo, una alteración interpretativa de la realidad, no vista antes en la opinión pública venezolana.

Queda claro que la precipitación de esta crisis podría condicionar anticipadamente el desempeño de 2024, un año en el cual, teóricamente, tendía lugar algún tipo de expansión económica gracias a la supresión de las sanciones energéticas en el marco de los acuerdos de Barbados.

Mientras tanto, con comprensible sigilo, María Corina Machado parece contar bastimento para desplegar algún tipo de estrategia en este desigual careo, con alguno de sus lugartenientes más importantes presos o enfrentando graves acusaciones judiciales. Sigue habiendo una discursiva invariable en torno a su candidatura presidencial y su legitimidad política, apropiada ya del relato sobre la ruta electoral

El gobierno de Maduro endurece el tono a sabiendas de que tiene campo para maniobrar y hacer concesiones más delante de ser necesario. El regreso de las sanciones parece un riesgo calculado y una circunstancia asumida, y confirma de nuevo que es evidente que el chavismo usa esta circunstancia como una excusa y no tiene genuino interés en conjurarla.

El Referéndum sobre la soberanía del Esequibo se puede convertir en un antes y un después en esta aparente metamorfosis hacia nuevos derroteros del autoritarismo, Maduro no tiene apoyo popular, y sus últimos experimentos políticos no han salido de acuerdo a lo esperado, pero sigue controlando a cabalidad los tentáculos del estado venezolano, todos hoy instrumentos del poder hegemónico chavista.

Con esos tentáculos puede, por ahora construir realidades más allá de los deseos de la población.