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Ramón J. Velásquez

El Congreso de Colombia fue la sede de la IX Conferencia Panamericana en abril de 1948.

 

@ecotalvora

 

El asesinato del dirigente liberal Jorge Eliecer Gaitán el 09 de abril de 1948 coincidió con la presencia en Bogotá de decenas de altos representantes diplomáticos de los países del Continente. La capital colombiana era sede desde el 30 de marzo de la IX Conferencia Internacional Americana, o IX Conferencia Panamericana, en la cual se decidiría la creación de la actual Organización de Estados Americanos OEA. Las tensiones entre EEUU y la Unión Soviética estaban ganando fuerza y el Secretario de Estado estadounidense, general George Marshall, estaba en Bogotá para dar cuerpo a una alianza continental anticomunista.

La delegación venezolana estuvo presidida por el ex presidente Rómulo Betancourt, engalanada con la presencia del escritor José Rafael Pocaterra e integrada por Carlos Morales, Simón Gómez Malaret, Alejandro Oropeza Castillo, Marcos Falcón Briceño, Luis Troconis Guerrero y Antonio Pinto Salinas. El joven doctor Ramón J. Velásquez viajó como Secretario de la delegación.

 

** Cercanías y distancias en 1948

Corren los primeros días del año 1948. En Venezuela, la Junta de Gobierno se apresta a transferir el poder al gobierno a Rómulo Gallegos, mientras las cancillerías de Venezuela y Colombia trabajaban los detalles para abrir nuevas sedes diplomáticas en cada una de las dos capitales.

Los trámites previos para el intercambio de inmuebles los había dirigido el Canciller Gonzalo Barrios junto al muy activo embajador colombiano en Caracas, Antonio María Pradilla. En marzo el gobierno del ingeniero Mariano Ospina Pérez, y en abril el novísimo gobierno del novelista Rómulo Gallegos, concretaron actos de mutua amistad mediante la donación de edificaciones para las respectivas embajadas. Una mansión en el Campo Claro caraqueño, expropiada a José Vicente Gómez y que aún hoy se llama “Quinta Colombia”. Una mansión en Chapinero, que todavía sirve de residencia para el embajador venezolano en Bogotá.

Don Mariano Picón Salas, embajador de Venezuela ante el gobierno colombiano, ya desde el mes de noviembre de 1947 esperaba ansioso la entrega de la nueva residencia oficial, la cual aspiraba inaugurar con la llegada de la delegación venezolana a la conferencia panamericana.

Pero el año 48 no prometía ser fácil en las relaciones entre ambos países. La violencia política colombiana encontró en las relaciones con Venezuela, parte de sus excusas para la exaltación panfletaria. La sede del consulado venezolano en Cúcuta fue incendiada en enero y asaltada en mayo. Corrieron reiterados rumores sobre presencia de tropas venezolanas en la frontera e  introducción de armas a Colombia por parte de militantes socialcristianos venezolanos. En junio, mientras el presidente Gallegos visitaba en Washington al presidente Truman, Alberto Carnevali jefe parlamentario de AD, viajó secretamente a Bogotá para reunirse con el presidente Ospina buscando bajar la presión en las relaciones. La Primera Dama, Doña Berta Hernández de Ospina, se mostraba particularmente molesta por ciertas noticias llegadas desde Caracas: se hablaba de la existencia de un disco grabado con señales de la Radio Nacional de Venezuela, desde donde se habrían expresado frases poco consideradas contra el gobierno de su marido en medio de la crisis de abril. La poblada de abril en Bogotá y el cuartelazo de noviembre en Caracas colocaron, cada uno en su momento, el tema del derecho de asilo político en el tapete diplomático bilateral.   

El diario  El Siglo, órgano de la más radical fracción del conservatismo, dirigido por Don Laureano Gómez Castro, era usual tribuna para gruesas acusaciones contra Rómulo Betancourt. Las páginas del periódico de Don Laureano solían reproducir los textos que   José Vicente Pepper hacía para denunciar a Betancourt como comunista. Pepper, según lo denunciaba la cancillería venezolana, era un propagandista al servicio del dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo. Tan usuales se hicieron aquellos ataques desde las páginas de El Siglo, que en alguna ocasión la Embajada venezolana emitió un comunicado aclarando “la absoluta divergencia” que existe entre el partido de Betancourt y el comunismo. Por lo bajo, la cancillería colombiana hizo saber a Caracas que el propio presidente Ospina  pidió moderación a Don Laureano, para que controlase la información que publicaba sobre Venezuela, ya que la inclusión en El Siglo del panfleto de Pepper “Venezuela bajo la órbita soviética” había ofendido al presidente venezolano. Dados los caracteres de ambos personajes, los conocedores de la vida política colombiana de aquel momento quizás pondrán en duda ese pedido de “moderación” de Ospina a Gómez. Pero al menos eso fue lo que el canciller Domingo Esguerra dijo al embajador Picón Salas al coincidir en una reunión social.

 

*** Laureanistas acusan a Betancourt por el Bogotazo

Buscando responsables de los disturbios tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril, Ospina no dudó en señalar la participación internacional comunista, declaración previa a la “suspensión” de relaciones entre Colombia y la Unión Soviética. Oficialmente el gobierno conservador y mucho menos sus circunstanciales aliados liberales jamás señalaron a Betancourt como responsable de los sucesos. Plinio Mendoza Neira, uno de los  dirigentes liberales que marcharon en medio del Bogotazo al palacio de gobierno para pedir la renuncia de Ospina, intentó infructuosamente hacer aprobar una moción en el Senado en desagravio a Betancourt.

Pero  allí estaba el laureanismo, molesto porque el Bogotazo le restó grandeza a la reunión panamericana que Don Laureano presidía, molesto porque los liberales lograron colarse en el gabinete ministerial, molesto porque Don Laureano tuvo que salir del gobierno de su propio partido. Y en el Senado estaba el laureanismo presto a señalar al ex presidente venezolano como uno de los cabecillas de la conspiración comunista contra Colombia, allí estaba el laureanismo poco dispuesto a darle paso a la moción de Don Plinio. Desde aquel entonces es posible encontrar escritores colombianos dispuestos a dar como veraz la tesis según la cual, Rómulo Betancourt formó parte de una conspiración comunista que causó la poblada de abril.

A la fama de comunista que precedía a Betancourt se le agregó su presencia en Bogotá justamente el 9 de abril, el día cuando la ciudad se convirtió en una explosión de violencia callejera. No bastando la coincidencia de fechas entre el Bogotazo y la visita de Betancourt, éste en su discurso ante la Conferencia Panamericana exigió la independencia de Puerto Rico. Esta postura aportaba nuevas evidencias a favor de la tesis laureanista sobre el comunismo venido desde Venezuela. De acuerdo con la versión laureanista de la visita de Betancourt a Colombia, el ex presidente venezolano habría ingresado por tierra junto con unos pocos acompañantes, transportando un cargamento de armas que fueron llevadas hasta Bogotá. Una revisión cumplida en Paipa a los cinco vehículos de la comitiva venezolana, por parte de agentes de inteligencia, habría develado el letal equipaje betancuriano. Al mismo tiempo, Betancourt habría organizado a quinientos militantes venezolanos, quienes desde Cúcuta, Puerto Carreño, Barranquilla y Arauca habrían marchado hasta la capital para auspiciar los desórdenes del 9 de abril. Estos agentes betancuriano-comunistas se habrían mantenido en  contacto con la delegación venezolana, hospedada en las Residencias El Nogal. Troconis Guerrero, Gómez Malaret y Pinto Salinas son acusados como los operadores políticos de aquella milicia irregular venezolana. La versión laureanista concluye su versión, afirmando que los agentes comunistas venezolanos fueron movilizados de regreso a su país en aviones Constellation enviados por el gobierno de Caracas bajo la excusa de hacer llegar ayuda humanitaria.

La delegación  venezolana había viajado a Bogotá en avión. Betancourt quiso hacer por carretera el trayecto desde la frontera e invitó a Pocaterra para que lo acompañara en la aventura de hacer el camino desde Cúcuta a Bogotá. Para Betancourt aquel viaje no sólo significaba un cambio de ambiente y de rutina, sino la oportunidad de compartir largas horas con un hombre al cual admiraba desde veinte años atrás, cuando Betancourt sin disimulo procuraba copiar el estilo de Pocaterra el escritor.

Los venezolanos se alojaron en un hotel del centro, en plena Carrera Séptima. La localización del Hotel Regina, ahí donde ahora está el Banco de la República, lo hacía perfecto para asistir a las deliberaciones del Congreso Panamericano que tendrían lugar  en la sede del Congreso. Pero el 9 de abril la Carrera Séptima ardió tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. El Hotel Regina corrió la misma suerte de aquellas viejas casas de uno y dos siglos de antigüedad que se transformaron en candela y humo.

En medio de los disturbios, salir del Congreso no fue cosa fácil. Uno de los delegados mostraba una bandera venezolana para abrirle paso a sus compañeros de delegación, por entre calles llenas de gente que corría y de disparos que silbaban. Varias cuadras más allá los venezolanos consiguen un camión que los sacaría del centro camino a un edificio nuevo, amoblado y sin habitar: las residencias El Nogal, en Chapinero, cerca de la nueva sede de la Embajada. A cada delegación le fue asignado un piso y poco a poco comenzaron a darse encuentros  entre las personalidades congregadas en el mismo techo por fuerza de la circunstancia. Velásquez recuerda que la primera noche, Andrés Belaunde, gran historiador orador y escritor peruano, bajó a presentar sus respetos a Betancourt.

La Conferencia Panamericana se mudó de sede, concluyendo sus sesiones en el Gimnasio Moderno, el colegio donde se formaban los delfines del poder en Colombia. Ocho días después cerraron las sesiones panamericanas, terminando el estreno de Ramón J. Velásquez en funciones diplomáticas.

A los pocos meses en Venezuela fue derrocado el gobierno de Rómulo Gallegos, el primero en haber sido electo constitucional y democráticamente en la historia del país. Mediante un cable fechado en Bogotá el 02 de diciembre de 1948, el embajador estadounidense Mr. Beaulac informó al Departamento de Estado sobre una conversación con Eduardo Zuleta Angel, canciller colombiano para la fecha. El canciller de Ospina habría manifestado que “la desaparición del Gobierno de Gallegos había removido una amenaza comunista en América”.

Pero no todos en Colombia creían que el gobierno venezolano estaba formado por  comunistas. El expresidente Eduardo Santos, gran vocero del liberalismo desde su periódico El Tiempo, consideraba a los adecos como lo que eran: un grupo democrático, la versión venezolana del liberalismo colombiano. A los ojos de Santos,  Betancourt y su grupo eran liberales… y por ello, El Tiempo en reiteradas ocasiones confrontó posiciones editoriales con El Siglo a raíz del tema venezolano.

 

 

*Este texto forma parte del trabajo “Ramón J Velásquez: la red de liberales y socialdemócratas” que forma parte del libro «Ramón J. Velásquez. Estudios sobre una trayectoria al servicio de Venezuela», publicado por la Universidad Metropolitana de Caracas y la Universidad de los Andes-Núcleo Táchira en 2003.

Un país que llora unido nunca está solo, por Diego Arroyo Gil

RamónJVelásquez

 

Recuerdo un encuentro, hace años ya, con el doctor Ramón J. Velásquez. Fue en su casa, en Altamira arriba, a mitad de una mañana. La sala era un espacio abierto a la luz que se colaba por unos ventanales que daban a un breve jardín y a la calle. Me recibió una señora. “Ya viene”, y fue hacia dentro.

–Llegó el muchacho –dijo.

–¡Ah! Muy bien –respondió el hombre, y el sonido áspero e inconfundible de unas hojas de periódico doblándose indicaba que había estado leyendo la prensa.

Al cabo de un minuto o dos, desde detrás de un parabán de madera apareció su figura. Era el expresidente que, para mi sorpresa, se había puesto flux y corbata para recibir a un reportero al que hasta entonces nunca había visto. Me levanté. “Siéntese, siéntese”, y sin dar chance a que yo le respondiera, continuó: “Entonces usted es periodista, caramba, yo también. Yo soy periodista desde el año 1900 tal, allá en los Andes, donde nací. Yo soy del Táchira, de Colón, y mis padres…”.

Velásquez ya era entonces un hombre legendario. Era 2008, tal vez, lo que quiere decir que tenía 92 años. Había nacido en 1916. Cruzadas las piernas en un gesto suyo muy característico que demostraba la flexibilidad de un cuerpo que se había hecho magro con el tiempo, apoyaba las manos sobre la empuñadura de un bastón que lo acompañaba y que daba la impresión de ser, en vez de un bastón, un cetro. Hablaba lento, como siempre, con una cadencia de andino absoluto, a paso de buey.

Pasó una hora, es posible que más, y a esas alturas Ramón Jota iba, a lo sumo, por 1958, el año que cayó Pérez Jiménez, un dictador que él había ayudado a derrocar y que lo había mandado a la cárcel, como a tantos otros. Gustavo Velásquez, su hijo, que entretanto estaba allí, escuchando hablar a aquel oráculo que era su propio padre, lo interrumpió para decirle que yo tenía cosas que preguntarle.

–Sí –dije, un poco avergonzado de verme en la situación de interrumpir el recuento de una historia por lo demás apasionante, pero, en fin, yo iba a lo mío: estando Venezuela en la situación en la que estaba, el objetivo de mi entrevista era lograr que Ramón Jota me hablara de Chávez–. Es increíble lo que usted ha vivido, doctor Velásquez –comenté–. Luchó contra Pérez Jiménez, fue ministro de Rómulo Betancourt, ha sido senador, fue presidente en un momento tremendo del país (cuando Carlos Andrés fue llevado a juicio), es un historiador como pocos hay ni habrá, pero yo quiero saber, doctor Velásquez, ¿cómo vive usted este momento de Venezuela?

–¿Cuál momento? –preguntó.

–Este. Este momento que estamos viviendo ahora.

–¡Ah! –exclamó, como al principio–. Bueno, muy feliz. ¡Muy feliz! Hice mi vida, me casé, tuve a mis hijos y los formé para ser gente de bien. ¿Qué más puede pedir un hombre?

Gustavo y yo nos miramos. Tensos ambos. Días antes del encuentro, que había sido agenciado por él, habíamos acordado que la entrevista se daría con la condición de que yo no arrinconara a su padre para sacarle titulares que despertaran controversias innecesarias, no fuera a ser cosa de que Chávez la tomara contra él y lo sometiera a una situación que no se merecía, no solo por su edad, sino sobre todo porque el doctor Velásquez era el hombre que era y se había ganado una vejez tranquila luego de haber atravesado circunstancias políticas muy bravas a lo largo de su vida.

–Entonces, como le decía, a partir del 23 de Enero de 1958… –continuó el expresidente, y transcurrió una hora más.

Al despedirnos, muchas gracias. Descruzó las piernas, se puso de pie apoyado en el bastón y desapareció en breve, poco a poco, detrás del parabán. En la puerta de afuera, en el borde entre el jardín y la calle, Gustavo me reclamó que hubiera tratado de llevar a su padre a una tribuna que habíamos acordado estaba prohibida. Yo le dije algo así como que no podía perder la oportunidad de hacer lo que había hecho porque los lectores no lo hubieran comprendido. Él presentó un argumento irrebatible: que su padre había demostrado con su vida todo lo que ya no hacía falta que dijera. Dijimos adiós, y me fui.

Un par de días más tarde, sonó el teléfono.

–Arroyo.

–¿Sí? –la duda.

–Soy Ramón Velásquez. No sé si ha sacado la entrevista, pero en cierto momento de nuestra conversación usted me preguntó cómo vivo yo este momento venezolano y yo le respondí que soy muy feliz. Lo llamo solo porque quiero que sepa que eso no es verdad.

–Sí, sí, no se preocupe, doctor Velásquez –respondí, aturdido.

–Muy bien. Era eso –y colgó.

Han pasado nueve años desde entonces. El doctor Velásquez murió en 2014 y estamos en 2017. Nunca publiqué la entrevista, pero cada vez que el país llora unido, como hoy, hoy como nunca antes había visto llorar mi generación, la recuerdo. Porque en ese hombre entero, como un buey, que era el expresidente de una República que ha estado tantas veces al borde de la disolución, también había un llanto. La experiencia, que no pasa en vano, le permitía, a sus 92 años, no hacerlo a lágrima suelta, pero el sufrimiento era ineludible. “Lo llamo solo porque quiero que sepa que eso no es verdad”: que no era verdad su felicidad –o no del todo, al menos–, que la verdad era que el país volvía a dolerle como le había dolido antes y que, sin embargo, él estaba allí, con las manos sobre la empuñadura del bastón. Hoy, insisto, cuando el país entierra a sus víctimas que nunca debieron serlo, vuelvo a aquella tarde en que el doctor Velásquez nos enseñaba con su ejemplo de mil vidas que hay que ser firmes. Pero al mismo tiempo sé que, de estar vivo, él comprendería que en estos días terribles nosotros lloremos a nuestros muertos en cada esquina. A ratos parece incomprensible, pero este dolor inmenso es nuestra defensa contra lo que pretende hundirnos en el abismo.

@diegoarroyogil

Paz, terrorismo y Villeguitas, por Ramón Hernández

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Pocos venezolanos le han hecho tanto daño a la república como Antonio Leocadio Guzmán. Que el siglo XIX venezolano fuese ese sortilegio de injusticia, atraso, precariedad y derramamiento de sangre tiene su origen en su verbo, acicate de la demagogia y el populismo. Nunca llegó a ocupar la jefatura del Estado, pero ayudó a mantener sueltos los demonios que se soltaron en la matazón que fue la guerra de Independencia.

Antonio Leocadio –pluma y corazón de El Venezolano, el periódico de los liberales escogió como lema una frase que se mantiene en las mitocondrias de nuestra díscola, retrechera e igualitaria sociedad: “Más quiero una libertad peligrosa que una esclavitud tranquila”. No fue por azar que el primer diario que se funda en la naciente democracia, El Mundo, adoptara esa contraseña de vida. Sus fundadores, el editor Miguel Ángel Capriles y el historiador Ramón J. Velásquez, perseguidos de la dictadura recién derrocada, conocían de los peligros que implica la libertad.

No es el caso del ministro Ernesto Villegas, que si algo lo distingue es su capacidad de fingir que sabe cuando en verdad sabe poco y que como consecuente cuadro de la Juventud Comunista la libertad nunca fue su desvelo, prefería la disciplina y la obediencia ciega. Obviamente no fue idea suya, sino de sus tutores cubanos expertos en guerra psicológica los que determinaron que había que llamar terroristas a los opositores. Mucho antes de que empezaran las protestas pacíficas tanto en el gobierno como en el PSUV, cada vocero, cada declarante, cada locutor o perifoneador incorporó a su vocabulario esa palabra que degrada y convierte en lacra exterminable al que se la achacan. Preparaban el terreno. Villegas tiene sonrisa de bruja y la exhibe sin pudor.

Así como los presuntos hampones son “eliminados” o “caen abatidos” cuando literalmente se les aplica una pena de muerte que no existe sin otro indicio que la presunción de culpabilidad, a los opositores que antes llamaban escuálidos, disociados, apátridas y traidores, ahora le adosaron el apelativo “terroristas”, con lo que justifican la saña, el salvajismo y crueldad con la que sus sicarios uniformados embisten las protestas pacíficas. Suponen que la ciudadanía aceptará que en la lucha contra el terrorismo todo es válido. Se equivocan los cubanos y se engaña Villeguitas. El 94% de la población no acepta la paz de la servidumbre ni la mansedumbre de la esclavitud. Desde antes de Antonio Leocadio han preferido el peligro de la libertad. Presto historia de Venezuela, sin páginas censuradas.

@ramonhernandezg

Informe Otálvora: Maduro perdió su pleito con Mercosur

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Presidentes de Brasil y Argentina en la quinta presidencial de Olivos, Buenos Aires, el 03OCT16 Foto: Presidencia Brasil.

La diplomacia estadounidense hacía esfuerzos de última hora para sostener el diálogo Maduro-MUD instalado en Venezuela y al cual el gobierno de Barack Obama ha dado alto apoyo. El Secretario de Estado de EEUU, John Kerry, visitó Roma los días 02 y 03DIC16. La agenda del viernes 02DIC16 incluyó una visita al Vaticano donde le esperaba el Secretario de Estado vaticano Pietro Cardenal Parolin. La agenda Kerry-Parolin hecha pública por el Departamento de Estado incluía la situación en Siria y evaluar el estado del “diálogo en Venezuela”. Tanto en Washington como en la Santa Sede consideran que estaría por fracasar el experimento de presionar al régimen chavista y a la alianza opositora MUD para sentarse en una mesa de conversación política. Kerry fue igualmente recibido por el papa Francisco en una audiencia acordada “a última hora” según las fuentes vaticanas.

En Caracas, en tanto, la falta de cumplimiento por parte del Gobierno de compromisos adquiridos en la mesa de diálogo, presiona fuertemente para que los voceros opositores abandonen esta instancia.

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En la mañana del 02DIC16 los cancilleres de los gobiernos de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay notificaron por escrito al gobierno de Nicolás Maduro la decisión de suspender a Venezuela como miembro pleno de Mercosur. Los países fundadores de Mercosur informaron a la canciller de Maduro, Delcy Rodríguez, “el cese del ejercicio de los derechos inherentes a su condición de Estado Parte del Mercosur de la República Bolivariana de Venezuela”.

Desde una semana antes, los representantes de los miembros originarios de Mercosur ya contaban con el texto de la comunicación que sería enviada a Caracas el 02DIC16. La decisión de sancionar a Maduro, tomada a nivel político desde el mes de agosto por Mauricio Macri, Michel Temer y Horacio Cartes, sólo dependía de agotar el plazo de gracia concedido el 13SEP16 para que el gobierno chavista cumpliera los compromisos adquiridos en 2012 con el grupo. La noche del 01DIC16 desde varias cancillerías se filtró la información de la decisión de sancionar a Maduro e incluso circuló copia de la carta que sería entregada a la cancillería venezolana. La canciller de Maduro durante casi veinticuatro horas negó el hecho del cual ya todo el mundo estaba enterado. La otrora poderosa y rica diplomacia chavista sufrió esa noche su más estruendosa derrota

En la mañana del 02DIC16 en Montevideo siguiendo pueriles instrucciones recibidas desde Caracas, el representante de Venezuela ante el Mercosur José Rivas, se negó a recibir la carta original firmada y dirigida a su jefa por los cancilleres de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Copia de la carta fue finalmente remitida vía email a cuatros direcciones de funcionarios de la cancillería venezolana, mientras las cancillerías de Argentina y Paraguay difundían un comunicado confirmando la notificación a Venezuela.

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Luego de meses de una agresiva diplomacia confrontacional contra sus socios del Mercosur, el gobierno Maduro realizó en los últimos días una serie de movimientos poco coherentes y claramente desesperados. El 28NOV16, la canciller Rodríguez envió a sus colegas del Mercosur una escueta comunicación anunciando la intención de su gobierno de “adherirse al Acuerdo de Complementación Económica No 18”, el cual rige la apertura comercial vigente entre los miembros del mercado común del sur. La carta era una promesa de cumplir en el futuro uno de los principales reclamos del Mercosur, la cual no cumple los procedimientos legales para realizar la adhesión.

El 29NOV16 llegó a Montevideo el ministro de comercio de Maduro, Jesús Faria, quien además de asistir a un evento en homenaje al fallecido Fidel Castro, se reunió con sectores prochavistas de la alianza política gobernante. Maduro pensaba que podía presionar por mampuesto al gobierno uruguayo para posponer la sanción, en lo cual fracasó.

El 30NOV16, al filo del plazo impuesto por Mercosur, la cancillería de Maduro, invocando el “Protocolo de Olivos” para la resolución de controversias, pidió a los cancilleres de Mercosur abrir un lapso de quince días para consultas entre los países miembros. La solicitud ni siquiera fue considerada por las cancillerías sureñas. EL 02DIC16, la canciller de Maduro calificó como un “golpe de Estado” la sanción impuesta por Mercosur a su gobierno. El chavismo, acostumbrado a imponerse y no a negociar, no entiende muy bien de aplicación y plazos de normas internacionales.

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Tal como lo adelantara el Informe Otálvora del 17SEP16, los países fundadores del Mercosur alegaron la “Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados” de 1969 para sancionar al gobierno Maduro. Según la Convención de Viena la “violación grave de un tratado bilateral por una de las partes facultará a la otra para alegar la violación como causa para dar por terminado el tratado o para suspender su aplicación total o parcialmente”. A los efectos de la Convención se entiende como “violación grave”, aquella “violación de una disposición esencial para la consecución del objeto o del fin del tratado”. Desde el año 2012, cuando Venezuela firmó el Protocolo de Adhesión e ingresó como miembro pleno a Mercosur, debió incorporar a su legislación una larga serie de normativas propias de los socios del acuerdo comercial sureño. En un comunicado difundido el 02DIC16, los miembros fundadores alegan que “se ha constatado, por una parte, la persistencia del incumplimiento de las obligaciones asumidas por Venezuela en el citado Protocolo de Adhesión y, por la otra, el Gobierno venezolano en diversas comunicaciones expresó la imposibilidad de incorporar normas específicas del Mercosur a su Ordenamiento Jurídico Nacional”. En suma, Venezuela oficialmente quedó como un miembro en proceso de ingreso, con derecho a participar en las reuniones del grupo pero sin derecho a voto.

En la decisión del Mercosur privó la posición del gobierno de Uruguay, el cual se negó a expulsar a Venezuela, alegando que no existía norma legal aplicable. Al retirarle la membresía plena, el Mercosur dejó abierta la puerta para el regreso de Venezuela al organismo, lo cual ocurriría cuando “los Estados Partes signatarios del Tratado de Asunción convengan con la República Bolivariana de Venezuela las condiciones para restablecer el ejercicio de los derechos como Estado Parte”.

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Una nueva realidad política se comenzó a vivir en Colombia. El lunes 21NOV16 los principales jefes de las Farc viajaron desde La Habana, bajo protección de la Cruz Roja Internacional, para instalarse en Bogotá y convertir en normalidad su presencia. En la capital colombiana iniciaron un ciclo de negociaciones con el gobierno Santos sobre los últimos pasos para asegurar la aprobación legal del acuerdo negociado en Cuba. Ya el 25NOV16, Timoleón Jiménez Timochenko (Rodrigo Londoño) y  Carlos Antonio Lozada (Julián Gallo) ambos miembros del Secretariado de las Farc, fueron los entrevistados en un programa de televisión dirigido por la periodista María Jimena Duzán, con Jon Lee Anderson como entrevistador invitado y puesto en antena por el canal Cablenoticias. Durante hora y media, los guerrilleros que aún dudan entre hacerse llamar por sus alias o por sus nombres legales, se permitieron incluso atacar el sistema democrático colombiano, conversaban sobre sus planes de vivir en Bogotá, adquirir automóvil o ir al cine. Las Farc, o al menos su máxima dirigencia, ya no sólo cambiaron de vestimenta y de peluquero, sino que se aprontan a poner en práctica la orientación que Fidel Castro y Hugo Chávez machaconamente les indicaran diez años atrás: procurar la toma del poder por la vía electoral.

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Piedad Córdoba, activista de izquierda y exsenadora colombiana, quien desde mediados de la década pasada actúa como operadora política internacional del régimen chavista incluso asistiendo a cumbres presidenciales como parte de la delegación venezolana, aspira a ser la candidata presidencial de las Farc en las elecciones del año 2018.

La intensa agenda internacional de Córdoba, cuyo financiamiento es un tema que genera suspicacias en Colombia y Venezuela, llevó a la colombiana el 25NOV16 a una de sus usuales visitas a Caracas. Ese día fue traída a Venezuela para intervenir en un mitin convocado por Nicolás Maduro en las puertas del palacio presidencial, para recibir apoyos femeninos. En su arenga, Córdoba aseguró que las mujeres estaban dispuestas a realizar largas colas (filas) “con gusto” para “no dejar torpedear el proceso del proyecto bolivariano”. Después de exaltar que las mujeres venezolanas bajo el régimen chavista se ven obligadas a hacer colas, la colombiana hizo un anuncio sobre sus planes presidenciales en su país. Ese día había fallecido el representante de Maduro ante la OEA, Bernardo Alvarez, quien además era el operador “petrolero” de Maduro ante los países del Caribe, encargado de gestionar las regulares contribuciones que el chavismo entrega a sus socios caribeños. Córdoba no tuvo reparo en informar a la concurrencia que  hacía “apenas cuatro días hablamos telefónicamente, para decirme ‘negra, voy a estar contigo a finales de diciembre, porque vamos a comenzar un plan de trabajo porque yo quiero que tú seas la presidenta de Colombia”. De esa manera la colombiana hizo saber sobre su pretensión de ser candidata presidencial de la izquierda (Farc incluidas, debe suponerse) en Colombia, contando desde ya con financiamiento del régimen venezolano.

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El 28NOV16 se cumplió el primer centenario del nacimiento de un gran venezolano: Ramón J. Velásquez. Quien ejerciera como Presidente de la República durante un breve gobierno de transición en 1993, fue un estadista, prolijo historiador, promotor cultural, académico, diplomático, actor de la vida política e intelectual venezolana del siglo XX. Su centenario fue conmemorado con actos organizados por la Asamblea Nacional, la Academia Nacional de la Historia y la Universidad Metropolitana, con ponencias de reputados especialistas sobre las distintas facetas de la vida de Velásquez. En la Universidad Metropolitana de Caracas fue inaugurada la Sala Ramón J, Velásquez donde reposaran varias decenas de miles de libros que constituyeron la biblioteca de Velásquez.

@ecotalvora

Diario Las Américas

Ramón J. Velásquez no se dejó tumbar, por Edgar C. Otálvora

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El presidente Ramón J. Velásquez la noche del 20ENE94 en el Palacio de Miraflores tras anunciar la intervención del Banco Latino. A su lado, Edgar C. Otálvora. Foto: El Nuevo País

El 28 de noviembre de 2016 se cumple el primer siglo del nacimiento del expresidente venezolano Ramón J. Velásquez. La Academia Nacional de la Historia en conjunto con la Asamblea Nacional, realizó el 24 de noviembre una Sesión Especial para recordar a quien también fuera individuo de número de esa Academia. Los ponentes de la jornada fueron el académico Elías Pino Iturrieta, la historiadora Catalina Banko y nuestro colaborador Edgar C. Otálvora. A continuación la ponencia leída por Otálvora sobre “la conjura que condujo al enjuiciamiento y destitución de Carlos Andrés Pérez” y el Gobierno de Velásquez a quien califica como “su jefe y amigo”.

Debo en primer lugar reconocer a la Academia Nacional de la Historia y a la Asamblea Nacional por esta feliz iniciativa para recordar a Ramón J. Velásquez, en la ocasión del centenario de su nacimiento.

Debo, igualmente, agradecer por la invitación que me hicieran para tomar la palabra junto a los muy reconocidos historiadores que hoy tengo como compañeros de panel.

Permítanme recordar que hoy es 24 de noviembre del año 16 del siglo XXI. Se están cumpliendo, que no celebrando, sesenta y ocho años del derrocamiento del primer civil electo constitucionalmente en elecciones universales en Venezuela.

Cuando pensaba sobre las palabras que debía pronunciar hoy en esta ilustre corporación, la fecha prevista para el evento surgió como una referencia importante. Los amables organizadores de este homenaje al presidente Velásquez, me pidieron que enfocara mi intervención en los ocho meses del gobierno de quien fuera mi jefe y mi amigo. Obviamente, el 24 de noviembre de 1948 no forma parte del lapso durante el cual Velásquez ejerció como jefe del Estado venezolano.

 

 

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Sesión de la Academia Nacional de la Historia del 24NOV16

Pero, quizás como una travesura del destino, valga la pena recordar que el 24 de noviembre de 1948 fue derrocado un gobierno del cual el joven Velásquez formaba parte, en el cual ejerció quizás su primer cargo público formal. Llevado por Alejandro Oropeza, el treintañero Velásquez miraba de cerca cómo el gobierno democrático de Rómulo Gallegos comenzaba a dar cuerpo a la doctrina que Rómulo Betancourt y sus compañeros de polémica y exilio, habían planeado. La  Corporación Venezolana de Fomento era la materialización del enfoque betancuriano de crear el mercado, utilizar el ingreso petrolero para crear la oferta y la demanda. El país estaba cambiando y Velásquez quería conocer el proceso desde adentro. Llegaron asesores extranjeros. El gobierno mandó emisarios a las perdidas capitales interioranas ofreciendo créditos para aumentar la producción agropecuaria o para levantar novedosas factorías. Y Velásquez estaba allí, mirando, tomando nota, aprendiendo.

Siete meses ante del golpe contra Gallegos, Velásquez formó parte de la extensa y notable delegación que acompañó a Betancourt a la IX Conferencia Panamericana en Bogotá. La versión, todavía repetida por algún godo bogotano, asegura que Betancourt y sus acompañantes contribuyeron a fomentar la poblada del 9 de abril desatada tras el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán. En aquellos días del año 48, para los conservadores colombianos que seguían a don Laureano Gómez, para el gobierno de don Mariano Ospina, pero también para los diplomáticos del gobierno de Harry Truman, Betancourt y los suyos eran agentes soviéticos. Como reseñó Simón Alberto Consalvi en su obra sobre el golpe del año 48, el canciller colombiano de la época afirmó ante el Embajador estadounidense que con la caída de Gallegos “se había removido una amenaza comunista en América”. Lo cierto del caso es que el temprano fin del gobierno de Gallegos acabó la primera experiencia de gobierno de Ramón J. Velásquez y hasta le tocó su primer carcelazo.       

Entro en materia. Si acaso ya no lo había hecho.

En los primeros años de la década de los años noventa del siglo pasado, Venezuela y más específicamente la ciudad de Caracas, era escenario para el cotidiano ejercicio del viejo arte de la conspiración política. El propósito de estas palabras no es, obviamente, comentar sobre la conjura que condujo al enjuiciamiento y destitución de Carlos Andrés Pérez en 1993. Pero algo debemos decir al respecto.

Grupos económicos con gran poder mediático disputándose los despojos de un Estado empobrecido y debilitado. Empresarios que aplaudían a intelectuales que les recitaban trozos de Friedrich von Hayek o Ludwig von Mises pero que estaban horrorizados porque Pérez negoció el ingreso de Venezuela al Acuerdo General de Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) y se proponía liberar el comercio con los socios del Acuerdo de Cartagena.

Generales y almirantes luchando por controlar la cúpula y los presupuestos militares, sin que les quedara tiempo para ocuparse del rancho de los soldados o las costuras de los uniformes de los tenientes.

Odios acumulados contra los adecos de parte de hijos y delfines del gomecismo, que buscaron por décadas vengarse por la casa asaltada y por el exilio después del golpe del año 45.

Grupos de confesos anticolombianos que no quedaron satisfechos con la solución política a la Crisis de la Corbeta Caldas y que procuraban una guerra con Colombia.

Los derrotados de la agresión castrista de los años sesenta. Algunos de ellos en modalidad de agentes zombis y otros como cuadros activos en los que para la época se denominaban “grupúsculos” de la izquierda no pacificada, que aguardaban desde universidades, instituciones culturales, cuarteles  o embajadas por un momento para el nuevo alzamiento.

Lamentablemente la lista puede llevarnos más tiempo del disponible… Digamos que el cuartelazo del 4 de febrero de 1992 confirmó que Venezuela era tierra de conspiración. No era cosa nueva en la historia patria, valga decirlo.

El senador Velásquez se sometió al escrutinio popular en las elecciones del año 1988, procurando lo que ya él había decidido sería su último período en el Congreso Nacional. Velásquez viajó al Táchira y participó en la campaña de Carlos Andrés Pérez. El mensaje electoral para los paisanos de Pérez y Velásquez  tenía que dar respuesta a la difícil situación económica que vivía la zona fronteriza, impactada por las políticas de restricción comercial impuestas por el gobierno Lusinchi para frenar lo que en aquellos años comenzaron a llamar con el pleonasmo de “contrabando de extracción”.

Desde los años sesenta, cuando Pérez como ministro de Rómulo Betancourt y el cucuteño Virgilio Barco Vargas  como ministro de Guillermo León Valencia, solicitaron a la OEA la elaboración de un diagnóstico de la frontera común, existió el convencimiento de que el desarrollo fronterizo requería del concurso cooperativo de los dos Estados. A esa orientación de políticas se le llamaba “integración fronteriza” y Velásquez como hombre de Estado y como tachirense, era un convencido de ella. El problema era que en el año 1988 las relaciones oficiales con Colombia andaban maltrechas desde un año antes cuando la Crisis de la Corbeta Caldas casi deriva en conflicto bélico.

En 1959 Betancourt invitó a Velásquez a formar parte de su gobierno y atender, entre otros asuntos delicados, unas sigilosas relaciones con el gobierno de Colombia. De forma análoga, en 1989 Pérez invitó a Velásquez, quien resultó reelecto senador en diciembre de 1988, para que encabezara una iniciativa novedosa para la frontera occidental venezolana.

Desde el día de la toma de posesión de Pérez el 2 de febrero de 1989, con Barco Vargas en la presidencia de Colombia, se comenzó a armar un esquema bilateral, distinto al de las instancias usuales diplomáticas, para escuchar a las comunidades fronterizas, identificar proyectos bilaterales y promoverlos ante los respectivos gobiernos. La apertura comercial andina se estaba negociando a ritmo rápido y era una prioridad ajustar la frontera a los nuevos tiempos para que, lejos de ser víctimas del libre comercio, pudieran sacarle provecho justamente a su localización.

Las comisiones fronterizas, diseñadas entre Venezuela y Colombia, se convirtieron en guías para otras realidades fronterizas suramericanas. Velásquez asumió su tarea como Presidente de la Comisión Presidencial de Asuntos Fronterizos, COPAF, contraparte de la comisión colombiana, guiando aquellas particulares negociaciones en las cuales participaban diplomáticos, militares, técnicos de todas las áreas, representantes políticos y las comunidades fronterizas. Aparte del trabajo diplomático, igualmente era usual ver a Velásquez, en aquellos días,  a bordo de un helicóptero o en un avión de transporte de tropas camino a Castilletes, o a Valledupar o a Guasdualito. Quería hablar con los habitantes de la frontera y así lo hizo.

El sábado 28 de marzo de 1992 una reputada abogada venezolana, de buena familia y apellidos, se paseó por los principales diarios de Caracas pidiendo que fuera publicado un comunicado emitido por los militares golpistas. La democracia permitía que los militares presos tuvieran ilimitado contacto con abogados, parientes, operadores políticos, periodistas, amigos y amigas. Hasta se les permitía que publicaran proclamas.

Los militares golpistas presos firmaron un documento acusando a la COPAF de “la entrega de las armas de negociación política con que cuenta Venezuela para defender sus intereses vitales”. Para la logia golpista de 1992 y sus primeros escribidores, discutir con Colombia algunos planes de integración fronteriza configuraba “delito de Traición a la Patria”. Visto en perspectiva casi puede causar gracia. Aquel comunicado exigía la paralización de las negociaciones y la renuncia de los comisionados. Ni Velásquez, ni el resto de personalidades que actuaban como comisionados para asuntos fronterizos y en la comisión negociadora sobre el delicado tema del Golfo de Venezuela, cedieron a las acusaciones y amenazas llegadas desde el Cuartel San Carlos. Por el contrario, las comisiones fronterizas binacionales organizaron una gran reunión plenaria, a mediados de año en San Cristóbal, en presencia de Pérez y Cesar Gaviria que procuraba normalizar los trabajos bilaterales.   

El compromiso de Velásquez con la estabilización democrática, luego del cuartelazo de febrero de 1992 además, quedó patente al aceptar la encomienda de Perez para encauzar una consulta nacional. El 26 de febrero, Velásquez y un grupo de personalidades muchas de ellas orientadas hacia el área de la Economía, se constituyeron en lo que se denominó el Consejo Consultivo de la Presidencia. A un ritmo vertiginoso, ese Consejo produjo en menos de dos meses, un documento con más de un centenar de recomendaciones que reflejaban el abanico de preocupaciones y respuestas que ocupaban a la sociedad venezolana. Los vientos huracanados de la crisis del año 92 se llevaron consigo esas recomendaciones.

A esta altura de mi exposición debo hacer explícito lo que ya está implícito. Ramón J. Velásquez no participó en la conspiración para echar de la Presidencia a Carlos Andrés Pérez. Y, por el contrario, Velásquez ofreció su prestigio, sus hombros y su trabajo para buscar darle estabilidad al sistema político.

El 5 de junio de 1993, Ramón J. Velásquez tomó posesión de la Presidencia de la República luego que el Congreso Nacional autorizó el enjuiciamiento de Pérez. Quien en los años sesenta se había movido procurando su postulación presidencial, llegaba a Miraflores en razón de un pacto no escrito de los principales partidos, las cúpulas empresariales, los jefes militares, la derecha y la izquierda.

En un libro sobre el gobierno de Velásquez que escribimos en 1994, cuando los hechos aún estaban calientes, decíamos:

Al menos dentro de la práctica venezolana posterior al 23 de enero del año 58, y en general dentro de cualquier sistema político de base electoral y con los partidos como unidad esencial organizativa, todo Presidente llega al gobierno contando con por lo menos seis elementos que le sirven de impulso inicial para la acción gubernamental y como casi seguro sustento durante la gestión. Un partido político o una coalición de varios; un equipo de campaña electoral; un equipo de técnicos asesores encargados de la elaboración del programa de gobierno, es decir, de la oferta electoral; un grupo de amigos solidarios y dispuestos a cooperar con el amigo candidato-presidente; y una fracción parlamentaria afín. Todos estos grupos humanos son canteras a la mano del electo para entre ellos seleccionar a sus colaboradores. Un sexto elemento no menos importante: tiempo, unas pocas semanas o unos meses, tiempo que es útil para formar gobierno, preparar el despegue, las primeras acciones, el efecto publicitario de los primeros días de cada gobierno, decantar los equipos de trabajo, decidir quiénes de esos compañeros de partido, asesores técnicos, o amigos irán a sentarse en la mesa del salón del Consejo de Ministros.

Velásquez llegó al gobierno sin ninguno de los elementos que antes mencioné. Quizás sólo con una impresionantemente larga lista de amigos, lo cual ayuda pero no basta para armar gobierno y gobernar. Velásquez llegó a la Presidencia ignorando incluso la duración de su mandato, ya que fue sólo hasta la noche del 31 de agosto cuando el Congreso Nacional decidió calificar como absoluta la ausencia de Pérez y, por tanto, extender las funciones de Velásquez hasta febrero del año siguiente cuando concluyera el periodo constitucional. Entre el 5 de junio y el primero de septiembre, Venezuela tuvo dos presidentes. Uno titular del cargo y suspendido, y otro interino en ejercicio de las funciones. Uno oficialmente viviendo en La Casona y otro estacionado en los pequeños aposentos de Miraflores. Ambos, por cierto, compartiendo la misma Casa Militar.

Desde el principio de su estadía en Miraflores, Velásquez expresó que su principal tarea era garantizar un clima político que permitiera la realización de las elecciones presidenciales y el cambio de gobierno. Suena fácil… pero no lo era.

Apenas comenzaba el gobierno de Velásquez y desde una poderosa televisora incluyeron en su principal telenovela un personaje que obviamente era Velásquez y, sobre el cual comenzaron a verter sospechas. Aquello era increíble. Era como si el aparato propagandístico que había erosionado al gobierno de Pérez se disponía a repetir la estrategia con Velásquez. Velásquez tenía días en Miraflores y ya algunos pensaban en derrocarlo.

Una de las primeras decisiones de Velásquez fue suspender todas las negociaciones limítrofes y fronterizas con Colombia, de común acuerdo con el gobierno Gaviria. Las comisiones prepararían informes para ser entregados al nuevo gobierno venezolano. Pero un alto funcionario diplomático venezolano viajó a Bogotá y, desobedeciendo las precisas instrucciones presidenciales, provocó un incidente a propósito del tema del Golfo de Venezuela.

Las universidades estaban sin presupuesto, para variar, y las arcas del gobierno estaban vacías, mientras dirigentes estudiantiles vinculados con los militares golpistas estaban agitando la calle. En una ocasión llevaron una marcha hasta la esquina de Miraflores. El Presidente ordenó invitar a que una comisión ingresara a Palacio para conversar con Velásquez. Algunos de ellos después han figurado en altos cargos del actual régimen. No olvidemos, además, que Caracas vivió una serie de atentados terroristas, con explosiones en concurridos centros comerciales, que en su momento fueron explicados como intentos de desestabilización financiera.

Desde la capital de EEUU, como si fuera poco, llegaban reportes sobre sondeos que altos mandos militares venezolanos habrían realizado ante el gobierno de Bill Clinton para ejecutar un golpe en Venezuela.  Y en Caracas se daba como un hecho que un grupo económico, con serios problemas de liquidez, estaba auspiciando su propio golpe de Estado. O quizás no era un golpe diferente sino el mismo para el que habían ido a buscar permiso en EEUU.  

Cuando se pasa revista a la ejecutoria del Velásquez Presidente, deben mencionarse de forma especial algunos temas. Conocedor de las tendencias económicas aperturistas que ganaba fuerza, decidió elevar a la condición de Ministro a quien hasta la fecha era jefe de una oficina de Comercio Exterior dependiente de la Cancillería. Creó un Ministerio de Estado para la descentralización y dictó reglamentos que daban cuerpo a las reformas que él mismo había impulsado durante su gestión al frente de la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado de tiempos de Jaime Lusinchi. Velásquez creía en un estado federal y plasmó su idea al crear el Consejo Territorial de Gobierno integrado por gobernadores electos, que eran una novedad en el país.

Programas de integración fronteriza aparte, Velásquez conocía de cerca la creciente penetración de la guerrilla colombiana en territorio venezolano, por lo  que  dictó un reglamento creando zonas de seguridad fronteriza, decisión que esperaba desde el año 1977 cuando se había emitido la Ley de Seguridad y Defensa.

Sabiendo lo menguado de los ingresos fiscales, Velásquez se atrevió a firmar un decreto-ley estableciendo el Impuesto sobre las ventas, el cual debería proveer recursos al nuevo gobierno que arrancara en 1994. Medida neoliberal, decían desde la izquierda. Medida insuficiente, decían los neoliberales. Por ironías de la política, el gobierno de Rafael Caldera, beneficiario de aquella dura decisión impositiva, optó por no aplicarla al inicio de su gestión. Creo que después se arrepintieron…

Podríamos dedicar unos minutos más pasando revista a la ejecutoria administrativa de Velásquez. Prefiero, sin embargo, tocar lo que considero central. Ramón J. Velásquez, armado con sus cualidades personales, su honradez, su confiabilidad, su disposición para oír a unos y otros, su sentido del tiempo y de los tiempos de los procesos venezolanos, supo llevar la nave a puerto.

El 5 de diciembre se realizaron las esperadas elecciones presidenciales en las cuales Rafael Caldera ganó con apenas el 30% de los votos, reflejando el estado de fragmentación política que imperaba en Venezuela. Tras conocerse los resultados comenzó el inmediato proceso de entronque de los dos gobiernos. Velásquez, incluso, realizó designaciones de importantes cargos atendiendo a las indicaciones del presidente electo.

El mandado de Velásquez estaba hecho.  Al contrario del 24 de noviembre de  1948, Velásquez no salió para la cárcel sino para su casa donde lo esperaba Doña Ligia y sus libros.

Al contrario del gobierno de 1948, Velásquez no se dejó tumbar.

 

@ecotalvora

Los Runrunes de Bocaranda de hoy 04.10.2016: ALTO – El plebiscito colombiano
ALTO:
CLASE DE HISTORIA

Ramón J. Velásquez, tal vez el venezolano que más estudió y mejor comprendió la historia, el pueblo y la dirigencia colombiana, solía decirnos que los venezolanos debíamos siempre mirar a Colombia, para que evitáramos sus dramas y tragedias e imitáramos sus instituciones. El referendo del domingo nos lo trae a la memoria. El triunfo del NO impone la voluntad de la ciudadanía sobre la transitoria autoridad de un gobernante. El pueblo colombiano le dice NO a la violencia y a la guerra pero mediante un pacto de ellos, a lo colombiano, no bajo los mandatos de La Habana, de otro país. “Queremos la paz si, pero no así”. Santos apostó a un liderazgo administrativo, funcional, operativo. Uribe se fue a encontrar el sentimiento, la historia chica, el dolor aún vivo de millones de hogares. Ambos lucen querer lo mismo, pero con visiones de justicia, equidad -¿y olvido?- diferentes. El colombiano de a pie los puso de acuerdo. Hoy Colombia necesita que el pacto con la guerrilla implique que ambas visiones estén en igualdad de condiciones sentadas en la misma mesa. Ayer Santos (de quien Nico debía aprender a reconocer una victoria de sus oponentes, aunque por décimas, sin berrinches de niño malcriado desde que le dieron la paliza histórica el 6D) con sentido patrio llamó a reunión a los promotores del NO. Desde esta orilla varios venezolanos han visto lecciones: la alianza Chávez-Maduro-los Castros, igualmente desde La Habana, tampoco podrá decidir por nosotros. Las señoras del CNE que llevan más de 90 días de retraso organizando nuestro revocatorio y anuncian un impensable límite para realizarlo, deberían estar en pleno acto de contrición viendo lo que hicieron en horas  sus similares colombianos. En nuestro criterio, más allá de las lágrimas de aquellos por el SI y la lógica euforia de los que apoyaron el NO  el domingo, fueron las instituciones colombianas las grandes ganadoras. ¿Acaso fue un error montar el tinglado y celebrar la firma de la paz antes del plebiscito? ¿Usar ese evento como promoción fue excesivo? Veamos: Lula y Dilma están fuera y el PT perdió 400 alcaldías el domingo, Cristina esta fuera, los aviones cargados de empresarios e iniciativas en dólares sobrecargan la ruta hacia La Habana. Los derechos humanos terminan por imponerse en la tierra del realismo mágico del Gabo, es decir  en toda América Latina. Evitemos regresar -Velásquez era experto narrándolas- a las causas y, peor aún, a las consecuencias de lo que fue nuestra Guerra Federal. ¿Estará claro Maduro o sigue creyendo en pajaritos embarazados y susurrantes?…

 

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Informe Otálvora: Castrochavismo fue desplazado del poder en Brasil

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Dilma Rousseff arenga el 12MAY16 a seguidores tras separarse del cargo. Lula cabizbajo la acompaña. Foto: Agência Brasil.

El cierre de la frontera terrestre entre Venezuela y Colombia impuesta por Nicolás Maduro desde agosto del 2015 se prolongará por tiempo indefinido, a juicio del  gobierno colombiano. Ambos gobiernos esperan los resultados de un estudio encargado a CEPAL sobre el tema del diferencial cambiario, mientras intentos colombianos para reunir a los ministros de Defensa han resultado infructuosos. 

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El jueves 12MAY16 Brasil amaneció con dos presidentes. A primeras horas, el Senado Federal aprobó por amplia mayoría la admisión del caso contra Dilma Rousseff, que conllevó a su inmediata separación de las funciones presidenciales. El vicepresidente Michel Temer asumió las funciones presidenciales de manera interina por el lapso que dure el proceso de enjuiciamiento que el Senado, convertido en tribunal, seguirá a Rousseff. Formalmente no existe un nuevo gobierno en Brasil sino dos presidentes: Rousseff en condición de Presidente suspendida provisionalmente del cargo y Temer como Vicepresidente en funciones presidenciales temporales. La situación es análoga a la que viviera Venezuela en 1993 cuando el presidente Carlos Andrés Pérez fue retirado del cargo en tanto era procesado por la Corte Suprema de Justicia y el Congreso venezolano designó a Ramón J. Velásquez como Presidente interino. Pero al igual que en la Venezuela de 1993, en el Brasil del 2016 existe la sensación de que el interinato se convertirá en permanente y que Rousseff no volverá a despachar desde el presidencial Palacio de Planalto.

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Una de las alternativas políticas para Brasil es que el impeachment contra Rousseff no prospere y ella regrese al ejercicio de la Presidencia en caso de ser encontrada inocente por el Senado. Temer incluso ordenó que la fotografía oficial de Rousseff siga presidiendo las oficinas públicas. Pero la opción de un veredicto favorable a Rousseff parece remota dado el actual cuadro político del país. El proceso en el Congreso brasileño no está referido a los sonados casos de corrupción que involucran al partido de Lula da Silva y Rousseff. El intento de impeachment contra Rousseff en el Congreso está sólo basado en delitos específicos (¡no comunes!) que la Constitución señala como causales para un “juicio político”. Pero Rousseff también enfrenta un proceso por delitos electorales y acusaciones de delitos comunes que ponen igualmente en duda su futuro en la Presidencia de Brasil. La suspendida mandataria tiene abierto un proceso en el Tribunal Supremo Electoral por financiamiento ilegal de su campaña electoral de 2014 que también podría significar su destitución. Además, el 04MAY16 la Fiscalía General solicitó al Supremo Tribunal Federal la apertura de una investigación judicial contra Rousseff relacionada con el esquema de corrupción que conecta al partido de Lula da Silva con la estatal Petrobras y empresas privadas.

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Una extensa alianza política, empresarial y religiosa, abrió paso al enjuiciamiento de Rousseff en el Congreso e igualmente actuó para rodear a Michel Temer y propiciar un gobierno de “salvación nacional”. Esa alianza de gobierno comienza a operar el 12MAY16 bajo el supuesto de que Rousseff no regresará al ejercicio de la Presidencia. La confluencia política alrededor de Temer quedó retratada en la conformación de un nuevo gabinete ministerial que incluye a representantes de tradicionales familias políticas (el hijo del expresidente José Sarney, v.g.), de la poderosa “Iglesia Universal del Reino de Dios” (que recibe el ministerio de Desarrollo e Industria) o del opositor partido socialdemócrata PSDB, rival natural de Temer, que estará a cargo de la política exterior.

La delicada política económica fue confiada por Temer a Henrique Meirelles, un hombre sin militancia política, de amplia aceptación en medios financieros brasileños e internacionales, quien fuera presidente del Banco Central de Brasil bajo el gobierno de Lula. Meirelles era el candidato de Lula para que Rousseff lo designara Ministro de Hacienda al iniciarse el segundo gobierno de la mandataria en 2015, pero la propuesta no se concretó. Tocará a Meirelles definir e implementar un programa económico de emergencia que atienda la recesión económica, la altísima deuda pública y los compromisos presupuestarios que deja el mandato Rousseff.

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Tal como adelantara el Informe Otálvora del 30ABR16, el senador por el estado de Roraima Romero Jucá, activo en acciones de denuncia del régimen chavista venezolano,  presidente del partido PMDB y hombre de confianza de Temer, será una pieza central del nuevo gabinete brasileño. Jucá fue uno de los parlamentarios brasileños agredidos en Venezuela cuando el 18JUN15 intentaron visitar presos políticos en Caracas. Ahora, Jucá fue designado Ministro de Planificación de Brasil y todo indica que estará encargado de tareas de coordinación política del gobierno y como puente con el complejo entramado de grupos que conforman el partido de Temer. Incluso, como parte de la reforma de la estructura del gobierno con la cual arrancó el gobierno Temer, el estatal Banco Nacional de Desarrollo Económico Social BNDES fue transferido al control del Ministerio de Planificación, es decir, de Romero Jucá. El BNDES fue utilizado por los gobiernos de Lula y Rousseff como brazo financiero para el apoyo a gobiernos extranjeros aliados, tales como los de Venezuela, Bolivia, Cuba, Ecuador y Nicaragua. Los préstamos blandos brasileños a los hermanos Castro, a Daniel Ortega o a Nicolás Maduro ya parecen cosas del pasado.

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El inicio del gobierno Temer no requirió un acto formal de toma de posesión por tratarse de un hecho automático ante el enjuiciamiento de la titular del cargo. Pero Temer aprovechó la toma de posesión de sus ministros, el mismo 12MAY16, para pronunciar un discurso sobre las líneas que pretende seguir en su mandato. Mientras Temer hablaba en el pequeño Salón Este del Palacio de Planalto, en la histórica rampa del edificio una decena de militantes del partido de Lula intentaban ingresar violentamente, dejando entrever una tendencia clara existente en el llamado lula-petismo que procuraría deteriorar el clima político para entorpecer al gobierno interino. Pocas horas antes en el mismo sitio, la propia Rousseff, escoltada por un cabizbajo Lula, arengó a unos pocos cientos de manifestantes que su partido logró reunirle. Rousseff llamó a sus seguidores a tomar la calle para luchar contra “el golpe” y contra el gobierno de Temer al cual califica de “ilegítimo”, y pidió que las protestas fueran pacíficas. Pero diversas fuentes aseguran que sectores del lula-petismo promueven la línea de crear un clima de ingobernabilidad en Brasil, en respuesta a lo califican como “golpe de Estado”. Las acciones violentas contra el gobierno interino comenzaron a sentirse incluso antes de la votación en el Senado, cuando el 10MAY16 militantes del PT y del Movimiento de Trabajadores Sin Tierra cerraron importantes autopistas en las principales ciudades del país.

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En su discurso del 12MAY16, Temer afirmó que su política exterior estaría guiada por la Constitución brasileña, confirmando que abandonará la diplomacia altamente ideologizada de los gobiernos Lula y Rousseff.  Que la política exterior “vuelva a representar los valores e intereses permanentes” de Brasil y busque la “recuperación del prestigio del país” fueron las indicaciones de Temer.

Como adelantó el Informe Otálvora del 30ABR16, la cancillería brasileña Itamaraty fue puesta en manos del senador socialdemócrata José Serra del PSDB. Corresponderá a Serra liderar el giro a la política exterior brasileña que fue guiada en la última década por una cancillería paralela que Lula creó bajo control de su operador internacional Marco Aurelio García. La alianza de partidos  castrochavistas del continente, conocida como Foro de São Paulo, perdió la conducción de la política exterior brasileña. En tanto, se espera una pronta reunión de Temer con el presidente argentino Mauricio Macri.

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Los gobiernos de Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua emitieron  comunicados atacando al gobierno de Temer y denunciando que el enjuiciamiento a Rousseff como un “golpe parlamentario y judicial”. Aunque ninguno de ellos anunció inicialmente el retiro de sus diplomáticos ante el gobierno de Brasil. Más allá de esos pronunciamientos y de una intensa campaña contra Temer desde el canal de propaganda Telesur, la capacidad de reacción externa para erosionar a Temer pareciera muy limitada. No existe posibilidad de que Brasil sea objeto de sanciones por parte de la OEA, Unasur o Mercosur, mientras la tesis de que el impeachment es un “golpe de Estado” no ha prosperado internacionalmente y tiende a debilitarse. La etapa del enjuiciamiento político a Rousseff en el Senado no estará encabezada por un parlamentario sino por el Presidente del Supremo Tribunal Federal, el jurista Ricardo Lewandowski. Con ello, la constitucionalidad del proceso está siendo avalada por el STF, cuyos miembros en su gran mayoría ingresaron al cargo apadrinados por Lula.

Como señal del cambio de orientación de la diplomacia brasileña, los dos primeros comunicados de Itamaraty bajo el gobierno de Temer fueron para “repudiar” declaraciones del colombiano Ernesto Samper, Secretario General de Unasur, y para “rechazar enfáticamente” los pronunciamientos de Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua.

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Comienza a circular una nueva biografía del expresidente venezolano Ramón J. Velásquez.

La Biblioteca Biográfica Venezolana (BBV), el ambicioso proyecto editorial diseñado por Simón Alberto Consalvi con auspicio de El Nacional y el Banco Caribe, arrancó en 2005 con la edición de dos tomos sobre la vida del expresidente y caudillo venezolano del siglo XIX Joaquín Crespo con autoría de Velásquez. Once años después del nacimiento de la BBV, con el plan editorial ya ejecutado mediante la publicación de 150 biografías, los editores decidieron publicar  las biografías de Consalvi y Velásquez, fallecidos en 2013 y 2014, y estarían planeando editar igualmente un tomo dedicado al gran caricaturista Pedro León Zapata. La biografía de Consalvi, divulgada en 2015, fue encomendada al periodista Diego Arroyo Gil, quien presentó una extensa e íntima reconstrucción de la vida del gran intelectual y político.

Catalina Banko y Ramón González Escorihuela fueron  escogidos para producir la biografía de Ramón J. Velásquez presentada al público el 01MAY16. Banko y González lograron una sintética construcción biográfica del multifacético Ramón J. Velásquez. Vale la pena leerla.

 

Edgar C. Otálvora

@ecotalvora

Diario Las Américas