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Ejemplo colombiano: lección ciudadana, por Armando Martini Pietri

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Más que un modelo de dignidad, democracia y de todos los fastuosos calificativos que políticos y opinadores habituales quieran endilgar para ocultar una amarga gragea, lo real es la enseñanza que impartieron y el mensaje que enviaron los ciudadanos colombianos este domingo 2 de octubre; Es demasiado riesgoso dorar píldoras y subestimar la inteligencia de los pueblos.

El Presidente Santos -sin negarle méritos por el esfuerzo hecho para pasar a la historia como santo patrono de la paz- no sólo se pasó de astuto envolviendo en una montaña de papeles de fantasía un acuerdo que, tras cuatro años de mucho tira y encoge, terminó siendo un adefesio de mucho ceder y poco recoger, a pesar de su experiencia como hombre de comunicación y político, no midió adecuadamente las expectativas de una parte sustancial de colombianos.

Nadie puede dudar que la inmensa mayoría de los ciudadanos esté favor de la paz. El error estuvo en creer que con eso bastaba y era suficiente para conceder a los narco-guerrilleros lo más posible de lo que solicitarán, para transformarlos –de la noche a la mañana- como si nada hubiese sucedido, en residentes con plenos derechos políticos y sociales.

Se equivocó pensando que sus conciudadanos estaban tan hartos de la guerra y de la acumulación de crímenes, que lo aceptarían todo; después de 52 años de cometer atrocidades. El rechazo de la mayoría de los colombianos a las Farc es inmenso, especialmente en las zonas donde más sangre, dolor y angustia sembraron; Santos quizás se dejó llevar por sus propios sueños personales y pensó que las víctimas aceptarían encantadas por la paz abrirles los brazos, tenerlos por buenos vecinos y hasta llegar a sufragar por ellos.

Santos cometió una tontería, pero no es tonto de capirote. Algo no le olía bien, trató de perfumar y desmantelar dudas y resquemores con el uso masivo de propaganda. Finalizó en un acto con realeza, organismos internacionales, lleno de presidentes, primeros ministros, embajadores e invitados especiales, todos enfundados en guayaberas blancas –color referencia de la paz-, una magnifica y espectacular jornada difundida al mundo al mejor estilo de Hollywood, costoso y glamoroso pero revelador de sus temores que pudo disimular, pero nunca ocultar.

Algo más de 250 páginas del acuerdo saturado de beneficios para los terroristas que por más de medio siglo han transformado demandas de los pobres y campesinos en una saga de terror, secuestros por dinero, muertos, heridos, incapacitados, bombas, refugiados, violaciones, raptos de adolescentes para ser adoctrinados o chantajeados para integrar sus fuerzas; no pudieron ser tragadas porque millones de colombianos no estuvieron dispuestos a olvidar ni aceptar la impunidad que el convenio firmado consagraba como gran beneficio a los criminales. La generalidad está a favor de la paz, pero también la mayoría no acepta perdón sin penitencia.

Quizás un detalle que llamó la atención. En su pomposo discurso el día de la firma del Acuerdo de Paz en Cartagena el jefe de las FARC se sentía victorioso, no fue humilde, su mano en alto cuando salió al escenario como una estrella de rock, su perdón a medias que ni siquiera pidió sino que ofreció, no pasaron por alto. Hubo murmullos, fue impertinente.

Los resultados consagran el fracaso estruendoso del presidente Juan Manuel Santos, los expertos coinciden en que en un plebiscito es fundamental el liderazgo de los líderes (valga la redundancia), sobre todo del que lo convoca porque la gente está tan nerviosa frente a lo trascendental de la decisión que necesitan guía. Y Santos, desde un inicio era un lastre para el plebiscito. Pero además no logró comprender ni medir de manera apropiada el sentir ciudadano y del país cuya estabilidad aseguró garantizar y defender personalmente.

Esos resultados son también una lección, una maravillosa oportunidad para que los políticos oficialistas y opositores de América aprendan y memoricen a fondo, que no se pueden ocultar diálogos, arreglos y conversaciones, pactos ni componendas a los pueblos porque la verdad siempre sale a la luz, ni es inteligente contar siempre con la paciencia popular.

No fueron el plebiscito en Colombia y su sorpresivo resultado el único ejemplo a tomar en cuenta. En Brasil la popularidad de Lula Da Silva se hace pedazos golpeado por su amparo de la corrupción relacionada con Petrobras, y ahora su Partido de los Trabajadores pierde elecciones como agua derramada entre los dedos, mientras en Argentina el Presidente Macri no sabe qué hacer pues meses después de su triunfal elección, no sólo no ha podido cumplir sus promesas de reducir la inflación y la pobreza, sino que se han acrecentado.

Aquí mismo, en Venezuela, la oposición organizada enfrenta un porvenir dudoso por el rechazo de la población a conversaciones secretas y algunos manejos poco santos que no sólo han salido a la luz, sino que han generado molestias en los ciudadanos opuestos al madurismo, que seguirá saliendo a la calle por la voluntad de terminar cuanto antes con el nefasto gobierno oficialista, pero lo primero que exige es información y la verdad por delante.

Lo cierto es que después de 4 años largos e inútiles de conversación en un lugar viciado, tóxico, como Cuba, las FARC y el presidente Santos son los grandes perdedores y han arriesgado todo, incluso el respeto ciudadano, el de sus compañeros y muy importante, el de la oficialidad militar. No pueden ya continuar, no son referencia de obediencia, perdieron autoridad, ambos están castrados ante sus subalternos.

El gran ganador además de Colombia como país, terminó siendo Álvaro Uribe nunca tomado en consideración y menos aun consultado, pero fue el Presidente que derrotó militarmente a la guerrilla colombiana. Y las FARC, Juan Manuel Santos y el pueblo colombiano lo saben.

Si Colombia estuviera en algún lugar menos tropical, el presidente Santos Calderón renunciaría de inmediato como lo hizo David Cameron primer ministro del Reino Unido, cuando perdió su propuesta contra el BREXIT. Pero no; estamos en Latinoamérica y por estos lados los perdedores parecen ser los beneficiados. Para más detalles, pregúntenle a Nicolás Maduro.

@ArmandoMartini

El juego de las culpas equivocadas por Ángel Oropeza

Colas

 

Si uno de los rasgos principales de esta tragedia devenida en país es la incertidumbre, tratar de buscar respuestas que la mitiguen es una necesidad psicológica colectiva. Es natural e inevitable el afán generalizado de buscarle explicaciones al caos. El problema es que no todas son igualmente ciertas.

Según los estudios de opinión pública, la mayoría de la población acierta al señalar a la clase política gobernante y a su fracasado modelo de dominación como el principal responsable del desastre nacional. Sin embargo, lenta pero progresivamente, toma cuerpo una pseudo explicación -muy útil por cierto a la cúpula oficialista- según la cual la culpa de lo que ocurre recae sobre los propios venezolanos. Y dos de estas modalidades de culpa, quizás las más frecuentes en cierto imaginario ingenuo, son el cuento de la “resignación” y la famosa “pérdida de valores”.

Según algunos distraídos, los venezolanos nos hemos resignado ante lo que ocurre y no somos más que un rebaño sumiso y abúlico que extravió todo sentido de la dignidad y todo atisbo de lucha y resistencia.  Afortunadamente sobran las evidencias en contra de tan infeliz hipótesis. Basta, por ejemplo, con acercarse a alguna de las indignantes colas a las que tienen que someterse involuntariamente los venezolanos. Allí usted verá rabia, indignación, insultos al gobierno y cualquier cosa menos resignación sumisa. O simplemente recordemos la reciente epopeya ciudadana para validar las firmas del inicio del proceso revocatorio, y pasarle por encima –a punta de coraje cívico y presión popular- a los ilegales obstáculos que un gobierno sin pueblo le intenta poner al Soberano.

Pero quizás la más elocuente de las evidencias es la altísima conflictividad social que hoy brota de las calles y caseríos de Venezuela. Según el Observatorio Venezolano de la Conflictividad, se habían registrado -sólo hasta el mes de Mayo- 641 protestas, lo que equivale a 21 protestas diarias en todo el país, 37% más que en Mayo de 2015. Las protestas sólo en rechazo a la escasez de alimentos y medicinas aumentaron 320% en comparación con el mismo período del 2015. Si esto no es lo contrario a resignación y apatía, por favor diga usted entonces qué es.

El otro gran mito es el que asegura que los venezolanos han perdido sus valores, que sufrimos una especie de “descomposición moral”, y que la crisis se resolvería si simplemente los recuperásemos.

Para quienes así piensan, seguramente de buena fe pero necesitados de cualquier explicación al caos que vivimos, hay que recordarles que una cosa es un valor y otra una conducta. Y lo que han cambiado –por la necesidad obligante de adaptarse a un entorno hostil- son las conductas, no los valores.

En términos generales, el concepto de “valor moral” está relacionado con principios o creencias acerca de lo que está bien o mal, lo que es justo y lo que es injusto.  Pues bien, volvamos al tema de las colas como ejemplo. No es que la gente haya perdido valores tradicionalmente muy venezolanos como la dignidad y el respeto propio, y por eso acepta tamaña humillación. No. El problema es que si no hace la cola, simplemente no come. Al igual que las “compras nerviosas” y el “bachaquerismo” no son porque extraviamos los valores y ahora creemos que lo que antes era malo se convirtió en bueno. Por el contrario, son respuestas conductuales de adaptación lógicas e inevitables que se presentarían en cualquier pueblo del mundo sometido a iguales condiciones de hostilidad, penuria y restricciones.

Ubicar en lo “interno” del venezolano las responsabilidades de la tragedia que él mismo padece, no sólo es un error sino una gran injusticia, porque contribuye a quitarle la responsabilidad precisamente a quienes con los verdaderos culpables.

Los venezolanos no son los victimarios. Son las víctimas. Pero además, unas víctimas que se resisten a seguir siéndolo, y que cada día construyen –desde esa mezcla de rabia, indignación y esperanza- una indetenible y épica fuerza popular en demanda de cambio.

 

@angeloropeza182

El Nacional

Un modelo fallido, un estado fallido José Toro Hardy

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La escasez es un tema que está asfixiando y llevando al borde de la desesperación a infinidad de familias venezolanas. El drama de la escasez se torna tanto más perverso por cuanto viene acompañado por la inflación más alta del mundo, que según el BCV superó en el 2015 el 180%. Esa cifra, sin embargo, es engañosa. Con poco rigor científico, el BCV modificó los parámetros de cálculo, para esconder lo que fue un aumento mucho más severo en el nivel de los precios. El FMI estima que en el 2016 la inflación superará el 720%.

 

El oficialismo trata de desviar la culpa. Aristóbulo Istúriz sostuvo en la Asamblea Nacional que el 70% de la inflación era atribuible al dólar paralelo y antes había afirmado que este representaba el 10% de las transacciones. Magistral fue la respuesta de José Guerra:

 

“Si el dólar paralelo representa apenas el 10% de las transacciones, no puede explicar ese 10% el 70% de la inflación. Está malo ese modelo económico”

 

Lo sostenido por Guerra está sólidamente respaldado por las cifras del BCV. Veamos: el Banco Central señala que los auxilios financieros a PDVSA alcanzan a 138.958 millones de dólares. La cifra  es espeluznante. Equivale a 10,2 veces el monto de las Reservas Internacionales totales en poder del BCV  y supera ampliamente el Patrimonio de PDVSA que llega a apenas US$ 89.757 millones.  Lo que más atemoriza de esa cifra es que implica que PDVSA ya no es capaz de cumplir con sus funciones sin ser auxiliada. Evidencia  que la estatal petrolera padece un brutal déficit en su flujo de caja del orden de los 19.000 millones de dólares al año.  Para que pueda seguir operando el BCV ha tenido que imprimir ingentes cantidades de bolívares inorgánicos, por el equivalente a los 138.958 millones de dólares antes mencionados.  Esos son los bolívares, fabricados por el BCV, que permiten que el mercado paralelo haya alcanzado los niveles en que se ha ubicado.

 

Esa es la verdadera causa de la inflación. La emisión de bolívares sin respaldo para auxiliar a PDVSA y otras empresas públicas provocó que el nivel del circulante se duplicase en el 2015. Esos son los bolívares a los cuales se refería José Guerra al decir:

 

 “Para comprar un dólar a mil bolívares tienen que haber los bolívares y, ¿quién fabrica estos?: el Banco Central. Si no hubiera creación de dinero inorgánico, no hay manera de hacer transacciones a una tasa de cambio de  mil bolívares. El responsable es el BCV”.

 

 

No quiere el gobierno reconocer que la culpa de lo que está ocurriendo es del modelo fallido que está imponiendo, claramente en contra de la voluntad popular que se expresó en forma diáfana el 6D y que en todas las encuestas manifiesta hoy un rechazo al gobierno del orden del 80%.

 

La inflación se cura con dos simple fórmulas: produciendo más e impidiendo menos dinero inorgánico.

 

En torno a estos dos planteamientos se hace necesario construir todo un conjunto de políticas económicas.

 

Para producir más hay que comenzar por eliminar los controles de precios. Esos controles no logran otra cosa que contribuir a la escasez, lanzándonos hacia un proceso hiperinflacionario. Si se logra aumentar la producción de bienes, la escasez disminuiría y los precios también.  Desparecerían los bachaqueros.

 

La otra cara de la moneda es que hay que devolverle la autonomía al BCV para impedir que siga emitiendo dinero inorgánico para financiar el brutal déficit fiscal del gobierno que ya alcanza al 20% del PIB. Si esto se logra, comenzarían a “secarse” los excedentes monetarios que circulan en la economía. Ya no existirían bolívares inorgánicos en el sistema capaces de financiar compras de dólares paralelos a una tasa de 1.000 bolívares (al decir del diputado Guerra), ni tampoco de provocar un aumento en el nivel de los precios.

 

Lo anterior tendría que ser acompañado por una racionalización del mercado cambiario y la eliminación del régimen de cambios diferenciales que no hace más que fomentar la corrupción. Recuperada la sensatez habría que aplicar un tipo de cambio único con lo cual los equilibrios macroeconómicos tenderían a recuperarse y los dólares comenzarían a fluir hacia el aparato productivo, contribuyendo así al primer objetivo, o sea, el de producir más, mediante el fomento de las inversiones, tanto nacionales como extranjeras, que con tanta urgencia requiere el país.

 

Por supuesto eso sólo se lograría si simultáneamente somos capaces de devolverle la seguridad jurídica a Venezuela y a los inversionistas.

 

Ese conjunto de medidas, por sí mismas, implicaría  desmontar lo que ha llegado a transformarse en un modelo fallido, que junto con la inseguridad las violaciones a los DDHH, el narcotráfico, el desprecio a las instituciones democrática y el progresivo aislamiento internacional,  terminarían por conducirnos hacia el precipicio de un estado fallido.

 

@josetorohardy

petoha@gmail.com

 

Tomás Guanipa: Medidas económicas no son suficientes si no existe un cambio de modelo

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El Secretario General Nacional de Primero Justicia, diputado Tomás Guanipa manifestó este jueves su rechazo a las medidas económicas anunciadas por el Presidente Nicolás Maduro, señalando que el gobierno sigue castigando a los venezolanos y se niega a aceptar la realidad de cambio que vive el país.

 

“El mandatario sigue encerrado en su burbuja de cristal y mentiras, se niega a reconocer que el país cambió el pasado 6D y sigue castigando a los venezolanos por su derrota electoral, ahora con aires de salvador le mete la mano al bolsillo de los más pobres con un aumento del precio de la gasolina y una nueva devaluación que sólo beneficia a los ministros y viceministros que siguen raspando la olla”, puntualizó Tomás Guanipa.

 

El diputado por el Distrito Capital indicó que las medidas tomadas por el Poder Ejecutivo son desesperadas y a destiempo, “Maduro ha comenzando a reaccionar después de llevar al país a la mayor crisis económica y política de su historia republicana y en vez de asumir su responsabilidad e imponer sacrificios al gobierno, sin ninguna vergüenza le mete la mano al bolsillo de los más necesitados, a esos que dice defender esta revolución, pero que los sacrifica para continuar dilapidando los recursos que son de todos los venezolanos”.

 

Guanipa indicó además que ninguna de las medidas tomadas por Nicolás Maduro, ni su discurso, muestran una intención seria de rectificación de las políticas de gobierno. “No va a servir de nada aumentar el precio de la gasolina, devaluar el valor de nuestra moneda e incrementar el salario mínimo de los trabajadores, si el gobierno mantiene su actitud soberbia de expropiaciones que es la que nos ha traído a este punto, un estado de caos, de desabastecimiento y de pérdida de nuestro aparato productivo”.

 

El Dirigente Nacional justiciero fue claro al señalar: «desde Primero Justicia y la Mesa de la Unidad Democrática lo hemos dicho siempre, es necesario un cambio en el modelo económico del país, la restitución de las expropiaciones y el incentivo a la reactivación del aparato productivo y por ende de la producción nacional, el camino para salir de la crisis es el camino de lo Hecho en Venezuela”, dijo.

 

Así mismo, exigió al Gobierno más transparencia en el uso de los recursos de los venezolanos, “este es un gobierno que se califica de socialista, pero le ha impuesto a los venezolanos un paquete económico al más puro estilo neoliberal, en el que los obreros también deberán pagar impuesto sobre la renta y donde nadie sabe a dónde van a parar los recursos recolectados por el gobierno”.

 

Tomás Guanipa insistió que el gobierno de Nicolás Maduro se encuentra totalmente desconectado de los problemas de los venezolanos, “es el mayor obstáculo que tenemos los venezolanos para avanzar y superar la crisis. Hoy más que nunca ratificamos que la ruta para salir de este gobierno debe ser constitucional y democrática, el referéndum revocatorio es la puerta que le abrirá el futuro a los venezolanos”.

 

Finalizó manifestando que Primero Justicia se mantendrá en las calles de todo el país, propiciando los espacios para la discusión y para alcanzar la salida democrática de un gobierno que está de espalda al pueblo.

Los estertores de un modelo por José Toro Hardy

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Al observar lo que está ocurriendo actualmente en Venezuela uno cae en la tentación de revisar las páginas de la historia para analizar lo que ocurrió en otros países que enfrentaron situaciones similares. Surge el caso de lo que ocurrió en la URSS. Veamos:

Después de la Guerra de Yom Kippur y el Embargo Petrolero Árabe en 1974,  la Unión Soviética atravesó -al igual que Venezuela- por una etapa de gran afluencia económica debido al impresionante aumento que experimentaron los precios del petróleo. El líder de la nación comunista era Leonid Brezhnev, que lucía como un Zar más de Rusia. Poco le interesaban al Premier  soviético los temas económicos; en cambio, tenía una verdadera obsesión por extender el comunismo y por mantener el poderío del imperio que encabezaba. Sus propios ciudadanos no eran su prioridad.

La  URSS no era una nación industrializada. Su economía se basaba en la venta de materias  primas y en su creciente ingreso petrolero. La atención de Brezhnev se centraba en tres estrategias: el gasto militar, el control de los países de la órbita soviética y la expansión del comunismo en otras área como fue el caso de Cuba, Angola y la intervención soviética en Afganistán.  A toda costa quería sobrepasar militarmente a los EEUU. Le  proporcionaba  petróleo subsidiado a los países del Pacto de Varsovia para mantenerlos atados al comunismo y sumisos a Moscú.  El petróleo que estos países recibían lo pagaban mediante trueque. El mecanismo parecía funcionar, al menos hasta que en 1982 se derrumbaron los precios del petróleo soviético que cayó de 40 a 9 dólares el barril.

Brezhnev tuvo la prudencia de morir ese mismo año antes de que estallara el caos que había contribuido a provocar con su dogmatismo marxista, su expansionismo y su imprevisión económica. Le suceden por un corto período Andropov y Chernenko.

Finalmente le toca el turno a Gorbachov.  Cuando llega al poder en 1985 recibe la herencia de Brezhnev:  Una economía soviética en ruinas. Los niveles de escasez obligaban a los ciudadanos a largas colas para conseguir cualquier cosa. Desesperadamente busca financiamientos que no logra obtener. Tratando de salvar a su país, recurre a dos políticas:  «Glassnot»  en favor de la libertad de prensa y la “Perestroika” para reformar la deprimida la economía. Ya era muy tarde.

Se ve obligado a eliminar los subsidios petroleros a la órbita soviética y a Cuba. Sin ese petróleo ya no podía mantener atados a estos países. Como resultado de ello, a partir de 1989 se desmorona la Cortina de Hierro  que había erigido Stalin y cae el Muro de Berlín que había sido obra de Kruschev. Finalmente, en 1991 se desintegra la propia Unión Soviética en 16 países. Todo aquel andamiaje  se viene estrepitosamente abajo sin disparar un tiro. A pesar de contar con un poderoso ejército absolutamente apegado al comunismo el sistema fenece y la URSS pierde la Guerra Fría. Cuando una sociedad está lista para un cambio, nada la detiene. «Es el fin de la historia”, dictamina Fukuyama.

Guardando las distancias, muchas de las cosas que pasaron en la URSS están ocurriendo hoy en día en Venezuela.  Al presidente Chávez le tocaron años de afluencia petrolera tal como a Brezhnev. Como este último, no se preocupó por construir una economía sustentable sino que se centró en algunos objetivos: Crear una inmensa base política, extender su Socialismo del Siglo XXI,  estimular el gasto militar y construir una zona de influencia a base de subsidios petroleros. Diseñó Alba y UNASUR con el recóndito deseo de emular una suerte de Pacto de Varsovia que orbitara en torno a Caracas.

Pero todo era un castillo de naipes que se basaba en una etapa de precios petroleros excepcionalmente altos que Chávez creyó iban a durar para siempre. Finalmente, al igual que Brezhnev, tuvo la prudencia de partir antes de que estallara en caos. El primero gobernó durante 18 años, el segundo durante 14 años.

Veamos lo que ocurre ahora en Venezuela. Nos encontramos con una economía severamente dañada por tres lustros de dogmatismo socialista que se tradujeron en expropiaciones, controles de precio, destrucción y estatización del aparato productivo, control de cambio, inflexibilidad laboral, limitaciones a la libertad de expresión, caída de las inversiones y pérdida del equilibrio entre los poderes públicos. Se profundizó la extrema dependencia con respecto al petróleo, que aporta cerca del 96% de la totalidad de los ingresos en dólares que percibe el país.

Pero, súbitamente, se desmoronaron los precios del petróleo y estalla una escasez brutal de los productos más elementales. La economía se paraliza progresivamente. La producción nacional de bienes no alcanza y tampoco los dólares para poder importarlos. Las colas y la escasez abruman a los ciudadanos mientras las empresas del Estado, empezando por PDVSA, están sumidas en una ineficiencia pasmosa. La inflación es la más alta del mundo, el déficit fiscal inmanejable  y ya nadie tiene confianza en el signo monetario. También aquí la sociedad está lista para un cambio.

Yo me pregunto: si la segunda nación más poderosa del mundo cayó de rodillas ante fenómenos similares y el sistema en el cual se sustentaba se vino a pique, ¿qué no podrá pasar en una pequeña nación como la nuestra que pretende resucitar un modelo ya fallecido?

Ciertamente yo no me atrevo a responder. Le pido a cada quien que saque sus propios conclusiones. La historia tiene una terca tendencia a repetirse, pero no siempre lo hace en iguales términos. Ojalá que lo que nos depare el futuro no sea a un Putin.

@josetorohardy

UNT: Si no cambia el modelo agroalimentario, el pueblo pasará más hambre

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El partido UNT  propone que el gobierno tome una serie de medidas, para enfrentar la crisis agroalimentarias,  ante la destrucción de las unidades de producción del país,  que ha generado la paralización del 60 por ciento de la producción de alimentos, el aumento del 70 por ciento de las importaciones, escasez y desabastecimiento, por lo que considera necesario que haya seguridad jurídica, derecho a la propiedad, descentralización de las políticas públicas y modificar las leyes de Pesca y Acuicultura, Ley de Tierras y desarrollo Agrario y la ley Orgánica de Seguridad y Soberanía Alimentaria, de lo contrario el pueblo pasará más hambre.

El señalamiento lo hizo Fernando Camino Secretario Nacional de Productores y Emprendedores de UNT, en rueda de prensa, quien hizo un análisis sobre la crisis  del sector agroalimentario que ha generado la escasez y el desabastecimiento de alimentos en compañía del Secretario de Políticas Públicas de UNT, Ysrrael Camero.

Explicó  Camino que la mala aplicación de las políticas públicas del gobierno han destruido  las unidades de producción pública de alimentos, la cual está paralizada en un 60 por ciento.  “El gobierno ha intervenido 4 millones de hectáreas de tierras que hoy en su mayoría están improductivas”.

En cuanto a la escasez de alimentos dijo que se ubicaba en un 60 por ciento  y entre los alimentos más escasos  se encuentra la harina de maíz precocida en un 89 por ciento, el aceite de maíz en un 95 por ciento, leche en polvo en un 90 por ciento, café en un 94 por ciento y carnes en un 64 por ciento.

Frente a la crisis UNT propone

Ante este panorama camino en  nombre de UNT propone al gobierno tomar una serie de medidas urgentes, como implementar mecanismos legales  para garantizar la seguridad del medio rural, así como de la propiedad y de sus  bienes.

“El gobierno debe reconocer el derechos de propiedad de la tierra y de los bienes de los productores, así como la justa indemnización de las unidades de producción, de las agroindustrias y de las empresas agrocomerciales,  arbitrariamente tomadas por el gobierno”.

 Agregó que el gobierno debe Iniciar una política para otorgar la propiedad de las tierras, pertenecientes al Estado Venezolano, sin más limitaciones que las establecidas en el Artículo 105 de la Constitución Nacional. Así como, transferir al sector productor, las empresas agroindustriales y del agrocomercio mal gerenciadas por el gobierno.

Descentralizar la aplicación de las políticas públicas y de la inversión oficial, dirigida al fortalecimiento del desarrollo social del sector rural y a la producción agrícola. Con especial énfasis en la infraestructura social y en las áreas de financiamiento, comercialización, investigación y transferencia tecnológica”.

Así  mismo  propone la necesidad de concertar con los sectores de la producción de alimentos, las políticas necesarias para combatir la escasez y el desmedido aumento de precios y reducir las importaciones, mediante estímulos a la producción nacional, fundamentados en la despolitización y la seguridad jurídica.

Finalmente  considera necesario reformar las siguientes leyes, que  en su aplicación han contribuido al desastre que ha llevado al país a la crisis agroalimentaria, como son: La ley de pesca y Agricultura, la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario  y la Ley Orgánica de Seguridad y Soberanía Agroalimentaria

Solicitan a la comisión presidencial que presente el informe sobre las irregularidades de Cadivi

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El Gobierno nacional se dispone a poner en marcha un nuevo modelo cambiario, pero aún no determina quiénes fueron los responsables del desvío de más de 20 mil millones de dólares a “empresas de maletín”.

El presidente Nicolás Maduro ha garantizado a los acreedores de la República que cumplirá puntualmente con todos los compromisos suscritos. Sin embargo, aún no cancela la deuda que tiene pendiente con todos los venezolanos: explicar quiénes son los responsable del desvío de más de 20 mil millones de dólares desde la extinta Comisión de Administración de Divisas (Cadivi) hacia las llamadas “empresas de maletín”.

El Gobierno anunció y se dispone a aplicar un nuevo modelo cambiario, pero aún no rinde cuentas ante los ciudadanos sobre las irregularidades que minaron el anterior sistema ni brinda información acerca de los funcionarios y particulares involucrados en esos supuestos hechos ilícitos.

Para evitar que unos pocos se sigan aprovechando de los dólares de todos, no basta con cambiar los nombres de las instituciones, inventar nuevas siglas para identificar los sistemas de adjudicación de divisas o devaluar la moneda. El Gobierno debe actuar con transparencia si, en realidad, quiere eliminar los riesgos e incentivos perversos que promueven la corrupción en el control de cambio. La opacidad y la impunidad solo sirven para fomentar el delito.

El 3 de diciembre de 2013, el Jefe de Estado creó la Comisión Presidencial para la Verificación de la Conformidad del Otorgamiento de Divisas por parte del Estado Venezolano y su Uso Correcto. La instancia en cuestión está conformada por los diputados Ricardo Sanguino (PSUV-Táchira) y Jesús Faría (PSUV-Caracas), la fiscal general, Luisa Ortega Díaz, el supertintendente nacional de Valores, Gustavo José Hernández Jiménez, y el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López.

El diputado Sanguino, también presidente de la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional, indicó que entregarían un informe “a mediados de junio” de 2014 al presidente Maduro con “todo lo que hemos venido observando”. No obstante, hasta la fecha los venezolanos desconocemos los hallazgos de las investigaciones que estaría desarrollando la comisión presidencial.

El Jefe de Estado dice que “los dólares son del pueblo”. Esto es así, por ello el pueblo debe saber en detalle cómo avanzan esas averiguaciones, sus resultados. En definitiva, se trata de determinar cómo fue posible que miles de millones de dólares de la República que pudieron ser utilizados para adquirir alimentos, productos básicos e insumos médicos, terminaran en manos de funcionarios y particulares corruptos. Se trata de precisar a dónde fueron esos recursos, establecer responsabilidades y aplicar sanciones en caso de que se compruebe la perpetración de delitos.

Antes de pedir confianza para el nuevo esquema del control de cambio, la comisión presidencial y el propio presidente Maduro tienen la obligación de aclarar a los venezolanos qué pasó con Cadivi, quiénes son los culpables de ese desfalco y qué medidas tomarán contra aquellos que saquearon el erario público.

“Venezuela no puede salir de la crisis sin un cambio de modelo”

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Los resultados que arroja su encuestadora, Datanálisis, no le permiten al venezolano Luis Vicente León (Caracas, 1959) ser optimista ni ahorrar en críticas al modelo del gobierno. Aun así, el presidente Nicolás Maduro lo acaba de invitar a conversar, afirmando que es el único de la oposición al que respeta. Antes de esta cita, habló con EL PAÍS esta semana en Washington.

 

Pregunta. ¿Se está exagerando lo que pasa en Venezuela?

Respuesta. La crisis es muy severa, ningún país petrolero sale ileso de la caída de la mitad de sus ingresos. El Gobierno puede decir lo que le dé la gana para esconder el fracaso de su modelo económico, pero estos son los datos: es el país con la inflación más alta del mundo, hay escasez severa, la gente hace cola para comprar productos y faltan bienes esenciales, hay caída de inversión. Eso no es exageración alguna. Ahora, cuando brincan de ahí a que el país no tiene solución, a que la gente va a pasar hambre en la calle, a que el gobierno está caído, a que en cualquier momento hay una explosión social… eso son hipótesis, creo que se exagera.

P. ¿Puede Venezuela superar esta crisis sin un cambio de modelo económico?

El problema no es de capitalismo o socialismo, sino de racionalidad política»

R. No. No es posible. La fuente de la crisis es el modelo, la caída del precio del petróleo es solo el condimento, pero el plato principal es el modelo, que genera ineficiencia y corrupción. Además, al atacar al sector privado, culpándolo de esta crisis para derivar la responsabilidad política, lo que se hace es espantar aún más a los únicos actores que pueden ayudarte a resolver el problema. Pero cuando digo cambio de modelo, no me refiero necesariamente a cambiar el socialismo. Este es un problema de racionalidad o irracionalidad económica, no de capitalismo-socialismo. Hay gobiernos socialistas modernos cuyas economías funcionan, donde la gente no tiene que hacer cola para comer, donde el trabajo más importante del país no es ser vendedor ambulante de los productos que el Estado regala con control de precios y que haces cuatro horas de cola para comprar. Eso no pasa en Nicaragua. Ni en el Ecuador de Rafael Correa, o en Bolivia con Evo Morales. Entonces, ¿cuál es la diferencia? Que Venezuela aplica un modelo de control extremo cuando la mayoría de los neomarxistas plantean que es imposible manejar un país ahuyentando la inversión privada y controlando e interviniendo la economía desde el Estado.

P. Venezuela vivió protestas sociales hace un año y nada cambió.Algunos líderes de la oposición acabaron en la cárcel. ¿Se puede confiar todavía en un cambio por la vía democrática tradicional?

R. La democracia venezolana es restringida, sesgada, pobre, no integral. Pero si se plantea como solución la salida radical de un presidente, primero, la capacidad de éxito, como se demostró el año pasado, es nula porque en realidad, si se va al plano radical, Maduro es infinitamente más fuerte que la oposición: él tiene la plata, el poder, el control institucional y a los militares, que gobiernan con él y por tanto no tienen ningún interés en cambiar a Maduro para poner a un opositor que además los va a perseguir. Además, si al final se generaran esos eventos radicales que desestabilizaran al gobierno y lo hicieran ingobernable, ¿quién lo capitaliza? No lo puede capitalizar una oposición que no tiene ni la estructura, ni la organización ni el liderazgo para amarrar a esas masas. Se pasaría de un Maduro elegido por el pueblo, a un bicho que estará seleccionado por los militares para sostener el poder.

P. ¿La oposición es parte del problema por su desunión?

R. En la medida en que no hay una oposición sólida ni estructurada, es parte del problema. Tiene que tener una posición unificada, con propuestas, con un liderazgo capaz de enfrentar y presionar los cambios en el gobierno, para luego ir a un proceso electoral que pueda cambiar al gobierno. Eso no existe y eso forma parte del problema.

Ahora, también es verdad que es injusto decir que la oposición lo hace porque no da la nota, porque lucha en un terreno muy complejo, lleno de barreras, con ataques de un gobierno dispuesto a cualquier cosa para destruirla y donde los medios de comunicación están restringidos.

P. ¿Cómo sale Venezuela de esto?

R. La ruta ganadora es la electoral, incluso con todos los valles del sistema. Porque cuando eres una mayoría contundente, es muy difícil pararte. Puedes birlar el 3 % de los votos, pero no el 20 % frente a la oposición.

P. ¿Las legislativas de este año serán una prueba de fuego?

R. Son unas elecciones muy importantes, porque el Gobierno de Maduro ahora con mayoría simple del Congreso hace lo que le da la gana, como nombrar el Tribunal Supremo de Justicia o el Consejo Nacional Electoral, que nunca se habían elegido sin mayoría cualificada. ¿Y qué pasa si la oposición es capaz de unificarse, enfrentar a un presidente que tiene un problema de popularidad grave que se va a traducir en pérdida de votos? Hay todas las posibilidades del mundo de que la oposición gane la mayoría simple, y entonces será sin duda un factor muy importante en el juego político y en la estabilidad política de Venezuela. En esta elección se juega el balance de poder, pero también la posibilidad de desequilibrios severos.