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“Colores, sonidos y sabores de mi tierra”: el empeño por no olvidar quiénes somos
En una amena conversación, el creador de “Colores, sonidos y sabores de mi tierra”, Franklin Suárez, ofrece detalles sobre esta serie de entrevistas que cuenta ya con 68 capítulos disponibles en su canal de Youtube y en donde se ha sentado a conversar con venezolanos que han dejado su huella en nuestra memoria colectiva 
La primera entrevista se realizó en el 2020 al paisajista larense Jesús Armando Villalón, paisano de Suárez. Desde agosto del año 2021 se han publicado en su cuenta de Instagram y su dinámico canal de YouTube, con el que llega a todos los rincones del planeta

@ldmiquilena

Franklin Suárez es oriundo de Barquisimeto, estado Lara, y hoy está radicado en Miami. Comentó que este proyecto nace de una necesidad de recordar a todos los venezolanos que hoy se encuentran fuera de nuestras fronteras cómo se ve, cómo suena y a qué sabe Venezuela. Se define como un soñador al que lo inspira la necesidad de crear e innovar constantemente para mostrar al mundo las cosas buenas y  las bondades de su país en este proyecto, que hoy alcanza ya sus 3 años y cuenta con sesenta y ocho episodios disponibles para el disfrute de todos los venezolanos y venezolanas quienes, al igual que él, salieron de Venezuela en busca de mejores oportunidades. 

Para Suárez, a pesar de estar viviendo en los Estados Unidos desde hace muchos años, el sentir venezolano late con fuerza y en cada entrevista que hace, se siente feliz de poder recordar lo que significó crecer en una Venezuela llena de oportunidades y pujante. 

En Runrun.es tuvimos la oportunidad de sentarnos con Franklin, quien nos respondió una serie de preguntas que nos acercan más al leitmotiv de este proyecto:

-¿Cómo fue el génesis de esta serie de entrevistas?

-Comencé con los colores de mi tierra, por un libro que tengo aquí que se llama “Lara, mi museo imaginario”, del maestro Jesus Pernalete Túa y Andreina Suarez en donde están un gran número de artistas plásticos larenses, lo que  me llevó a preguntarme si existía la posibilidad de sentarme con ellos y llevar estas conversaciones a mi cuenta de Instagram. Román Quijano, gran amigo personal y hoy camarógrafo del proyecto, me propuso en ese momento llevarlo al formato de video y montarlo en Youtube y allí decidimos agregarle los sonidos y los sabores que abundan en toda Venezuela y son parte de nuestra venezolanidad. 

-¿Cuáles son los colores, sonidos y sabores venezolanos que más recuerdas? 

-Te confieso que nadie me había hecho esta pregunta hasta ahora. Para mi, los colores de Venezuela son muy vibrantes y variados y me llevan a los crepúsculos de mi ciudad, Barquisimeto, en donde puedes ser testigo de los atardeceres más hermosos del país. Los sonidos llegaron cuando tuve la oportunidad de trabajar en una emisora y comencé a escuchar diferentes géneros musicales que no solemos escuchar en casa comúnmente. Vengo de una familia cristiana y esa era la música que escuchábamos siempre. Recuerdo también la música de los vecinos y los fines de semana, mi papá siempre escuchaba las canciones de Alí Primera. Los sabores, como me comentó en una entrevista Cesar Miguel Rondón, me llevan a un buen plato de caraotas y esto siempre lo mantiene a uno anclado a su país. Recuerdo el sabor de las que prepara mi abuela Agueda. Esos son los sabores que sin importar donde esté, me llevan a Venezuela

-¿Por qué decidiste comenzar este proyecto? ¿Cuál es la principal motivación? 

-Nace de un temor y de un empeño personal de no olvidar quienes somos y esto se debe a la gran cantidad de venezolanos que, al igual que yo, se vieron en la necesidad de salir del país a echar raíces en otras latitudes en busca de una mejor calidad de vida. La motivación principal es poder mostrarle a las nuevas generaciones, estas que están creciendo fuera de nuestras fronteras, su país, nuestra Venezuela, a través de los invitados con los que me siento a recordar sonidos, sabores y colores venezolanos. Cuando escucho a alguno de ellos hablar sobre el Cerro Ávila o las tonadas de Simon Diaz y las obras del maestro Cruz Diez siento que allí está una gran parte de nuestra historia como país. 

-¿Cómo ha sido el feedback que has recibido por parte de la comunidad venezolana con este proyecto? 

-En una palabra, podría describirlo como impresionante. Hay una avidez en la audiencia que sigue el proyecto de conocer y disfrutar los momentos relatados por cada uno de los invitados con los que he tenido el placer de poder sentarme a conversar. Los mensajes que recibo se convierten en combustible necesario para seguir adelante con este proyecto que muestra y enaltece nuestra cultura, nuestra idiosincrasia. 

-¿Qué tipo de apoyo has tenido para poder sacar este proyecto adelante? 

-Debo confesarte que estos colores, sabores y sonidos cuentan con un gran equipo. Como te comenté, en esto me acompaña un paisano guaro, Román Quijano, quien comenzó en la cocina, luego pasó a la fotografía y hoy es el camarógrafo de este proyecto. Debo mencionar a mi gran amigo cubano, Henry Gonzalez Burgos, quien está casado con una maracucha y cuyo apoyo considero inmensurable. No puedo dejar de agradecer el apoyo a mis anunciantes, que aun cuando apenas tenía algo así como 10 suscriptores en el canal de Youtube, se montaron en el proyecto de una. Recuerdo una gran lección de mi amiga Yaya Andueza, que un día me dijo: “Está bien que tengas una pasión que puedas imprimir en tu proyecto pero para hacer algo que perdure en el tiempo, tienes que hacer sonar la caja registradora y buscar patrocinios para mantener esto vivo”. 

Has entrevistado a muchas personalidades a estas alturas. ¿Cuál ha sido la entrevista que más te ha marcado? Cuéntanos sobre la más alegre, la más emotiva y la más triste, si hay alguna que pueda definirse de esa manera.

-Cada una de estas entrevistas tiene su magia, su personalidad, por decirlo de alguna manera. De cada uno de los invitados he aprendido, me he reido y he gozado escuchando el candor con el que me cuentan sus historias. A través de las preguntas que les hago tengo la oportunidad de conocer su infancia, los sonidos, colores y sabores que marcaron sus vidas. 

Cesar Miguel Rondón fue muy honesto en sus respuestas. A Carlos Mata, al preguntarle sobre su infancia, le brillaron los ojos y su emoción al contarme su vida cuando era un niño, fue muy conmovedora. No podría decirte cuál ha sido la más triste, la más alegre o la más divertida, pues todas tienen algo de eso. Cada entrevista es un paseo por distintas emociones pero cada una con un toque muy personal y muy propio del entrevistado. Me resulta muy emotivo la tristeza de aquellos entrevistados que, por algunas razones no pueden volver al país, y te confieso que eso me deja un poco afectado. 

-En pocas palabras: ¿qué significado tiene Venezuela para ti? 

-Venezuela es mi ancla y es motor. En mí país están mis grandes amores, toda mi familia, por quienes trabajo muy duro, para poder ayudarlos a tener una mejor vida. Venezuela es y siempre será mi casa y es el lugar adonde siempre quiero regresar, a comerme unas caraotas con mis abuelas mientras veo los crepúsculos con mi madre, sentados en alguna terraza, con una buena música venezolana de fondo. 

-Formas parte de los talentos que se fueron hace años, buscando una mejor vida. ¿La conseguiste? ¿Sientes que lo has logrado? 

-Salí de Barquisimeto en el 2017, luego de un año de protestas, muertes, un año muy convulso. ¿He conseguido una mejor vida? Sí, definitivamente este país me ha brindado grandes oportunidades, pero sí te confieso que aquí se trabaja muy duro. Me siento seguro, estable y tengo un techo en donde resguardarme, un vehículo con el cual puedo moverme y cosas que quizás en Venezuela no son tan fáciles de conseguir pero, lo más importante, tengo la posibilidad de ayudar a mis afectos, a quienes tuve que dejar en mi pais el dia que decidí irme.  

¿Cómo ves el proyecto en unos años? ¿Hasta dónde quieres llegar? 

-Me gustaría que este año el proyecto se consolide y poder llegar, por decirte algo, a los cien mil suscriptores, poder llegar a mucha más gente, pues en este proyecto en cada entrevista hay un mensaje importante. 

-¿Cuál es esa persona a la que te gustaría entrevistar y hasta el momento te ha resultado esquiva? 

-Sin duda, Maite Delgado. Hemos estado en conversaciones pero no se ha dado la oportunidad. Puedo mencionarte también a Carolina Herrera y también a muchos venezolanos que aún están en Venezuela, para entender de forma más clara cuáles son esos motivos que los mantienen en nuestro país.  

-¿A quién no entrevistarías jamás? ¿Por qué? 

-El “jamás” no es algo en lo que crea. Eso sí, dejó claro que no podría sentarme con algún representante del gobierno en Venezuela, que tanto daño le ha hecho a nuestro país. Esa gente no suma nada, no aportarían nada a este proyecto y lo que no sume, que tampoco reste. Cada uno de los invitados que he tenido siempre deja algo positivo, por eso lo demás lo pongo a un lado. 

-Hay una narrativa de que “Venezuela se está arreglando”… ¿Serías capaz de regresar?

-No creo en esa narrativa. Mi familia vive en el oeste de Barquisimeto y todos los días se enfrentan a una realidad muy distinta a la que hoy siento que se ha convertido en una propaganda del Estado, esa supuesta “mejoría”. Se arregló para algunos, puede ser, pero no para la mayoría de los que están allí, el ciudadano de a pie, el que no tiene acceso a un sueldo digno, a medicinas, a un sistema de salud que funcione, a la seguridad que deberíamos tener y que es una responsabilidad del gobierno. Yo vengo de un barrio en Barquisimeto y puedo decirte que allí no se ha arreglado nada. 

Con respecto a regresar a Venezuela, sí, pienso hacerlo pero para hacer algunas entrevistas y cada vez que pueda, regresaré a mi país, a mi pueblo y a mi oeste barquisimetano, pero por ahora, desde donde estoy siento que puedo ayudar más de lo que podría hacerlo si me quedo de forma definitiva. Por ahora y en lo personal, siento que no es una opción viable en este momento. 

-Estrenaste el proyecto en plena pandemia ¿Qué lecciones te dejó todo lo vivido con el tema del coronavirus?

-La lección más importante es que incluso en los momentos más difíciles que podamos vivir, siempre existe una posibilidad de poder hacer cosas buenas y poner la creatividad a trabajar es parte de lo aprendido, aún cuando podamos sentir que el mundo se nos viene encima. Tengo muchos otros proyectos que han nacido en tiempos de adversidad. Pienso retomar uno que comencé hace algún tiempo:“Conversaciones con sentido”, que va más orientado hacia la literatura. Son conversaciones con escritores y autores porque creo fielmente que la lectura nos puede enseñar mucho y puedes incluso viajar con tan solo leer un par de páginas. La lectura nos da conocimiento y esto nos da libertad. El conocimiento es poder y quiero empoderar a muchos al retomar este proyecto que te comento. Ya te contaré más. 

-¿Cuál es el mensaje que quieres dejar, resaltando los colores, sonidos y sabores de tu tierra? 

-Los venezolanos en su mayoría, sin importar en donde nacieron, siempre estaremos unidos por nuestros colores, sonidos y sabores. Tenemos un país con una cultura llena de riquezas, de gente que está con los brazos abiertos y siempre dispuestos a ayudar y es eso lo que quiero dejar como mensaje. Somos un país de gente echada pa´ lante, que madruga para alcanzar sus sueños. 

Hoy en día, esta serie de entrevistas se encuentra en pleno proceso de reinvención y lo que comenzó como un tema meramente venezolano, ya hoy comienza a abarcar a toda la comunidad latina, con una nueva temporada de entrevistas a personalidades de otras nacionalidades que puedan, a través de sus colores, sonidos y sabores, mostrarnos a sus países, sus culturas y sus creencias. 

Para Suárez es vital hoy mostrarnos, en este nuevo ciclo del proyecto, la similitud que nos une como latinos, todos de un mismo continente. 

A Franklin le gustaría invitar a cualquier persona o empresa que desee sumarse a este proyecto, sin importar dónde esté, pues sigue empeñado en seguir mostrando los matices de nuestros colores, el gusto de nuestro sabores y los acordes de nuestros sonidos. Sí deseas sumarte a esta creciente comunidad, puedes hacerlo visitando y suscribiéndote a su canal de Youtube, su cuenta de Instagram o escribiendo a su correo electrónico.

 

Lorent Saleh: “¿Cuánto vale el color verde? ¿Y el azul? Yo estuve en un sarcófago blanco, como un ciego, meses y meses”

Después de una huelga de hambre de 18 días logró que le dieran un reloj, aunque la defensora del pueblo dijo que conocer el paso del tiempo no era un derecho humano. Después de mucho rogar, le dieron un lápiz punta roma y una sola hoja

En entrevistas para dos medios españoles, el líder estudiantil tachirense ofreció detalles de las torturas físicas y psicológicas que sufrió durante cuatro años recluido en manos del SEBIN. De La Tumba dijo que es “un manicomio futurista”

 

LORENT SALEH ENTRÓ PRESO A LOS 26 de edad y salió, hace 15 días, de 30. Fue acusado por el gobierno venezolano de los delitos terrorismo, entrenamiento paramilitar y de planear ataques contra Venezuela en presunta complicidad con el expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez. A los diarios El Mundo de España y El Confidencial dijo que intentó quitarse la vida en tres oportunidades por “años de torturas” y que jamás cedió a firmar ninguna declaración para inculpar a nadie.

Cayetana Álvarez de Toledo, periodista de El Mundo, le pregunta a Saleh qué aprendió durante cuatro años de reclusión. El joven tachirense explica con detalle: “El poder de la contemplación. El valor de lo esencial que parece invisible. Los periodistas y los políticos quisieran que yo hablara de otras cosas. Pero para mí esto es lo fundamental. ¿Cuánto vale el color verde? ¿Y el azul? Yo estuve en un sarcófago blanco, como un ciego, meses y meses. ¿Y cuánto vale la conciencia del tiempo? No es que yo no supiera si era de día o de noche. Es que no sabía si había dormido una hora o diez. ¿Y qué valor tiene un espejo? Cuando no te ves la cara durante mucho tiempo te olvidas de cómo eres. La primera vez que me vi en un espejo tuve un ‘shock’. Me palpé, susurré… «Éste soy yo». El cielo no es cualquier cosa. El sol, la luna, la lluvia, las estrellas… tampoco. Unos zapatos. Una silla. Yo peleé tanto, como un loco, para conseguir cosas que a cualquiera le parecerían irrelevantes. Hice una huelga de hambre de 18 días para que me dieran un reloj. La Defensora ¡del Pueblo! me decía: «¿Dónde está escrito que un reloj es un derecho humano? ¿Dónde dice que debamos dejarle una mesita?».

Saleh dice que le gusta leer a Octavio Paz y a Jorge Luis Borges. Recuerda que un día, por fin, le dieron un lápiz: “Gastado. Como un tapón. Y una hojita. ¡No quería que se acabara nunca! Escribía con letra diminuta. La giraba. Buscaba rinconcitos blancos donde seguir escribiendo. El valor de las cosas… Fui sometido a una técnica de aislamiento celular. Su objetivo es anular, uno a uno, todos los sentidos del preso, hasta que ya no sabe si está vivo o muerto. ¿Y sabe usted cuál es la única forma de averiguarlo? El dolor. Por eso quieres que te golpeen. Y por eso te golpeas a ti mismo. Contra el suelo. Contra los barrotes. Contra lo que sea. Buscando la sangre. Porque solo la sangre y el dolor te reafirman en que sigues existiendo”.

Para el Mundo de España, Lorent Saleh describió con mucha precisión cómo eran La Tumba y El Helicoide.

“La Tumba es un centro de tortura. Está ubicado cinco pisos bajo tierra, en un edificio del centro de Caracas llamado Plaza Venezuela, sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional. Es un laboratorio creado para la aplicación de un tipo muy particular de torturas. Un lugar sofisticado, moderno”, dijo Saleh.

Del Helicoide dijo era todo lo contrario: “Es lo criollo, el garrote, la costilla rota, el bate. Es la secuela de la decadencia de lo que una vez fue la cuarta República venezolana. El edificio es viejo y su interior es sórdido, sí. Plaza Venezuela es distinto. La institución es la misma, pero la estética y los métodos son diferentes. La Tumba es la tecnología y la tortura psicológica. Todo brilla. Todo es limpio y blanco. El silencio es absoluto; la soledad es completa. Parece un manicomio futurista. El Helicoide es el hacinamiento, el mal olor, las cucarachas y las ratas. La Tumba son los espejos, las cámaras, las paredes blancas. Se huele perfectamente el tufo extranjero”.

Lorent explicó cómo en tres oportunidades trató de quitarse la vida porque no resistía más. Aseguró que intentó “guindarse con una sábana”, pero lo vieron a través de las cámaras de seguridad y tuvo que pensar en otra idea.

“Al baño siempre debía ir acompañado de un funcionario. Cuando por fin permitieron que me afeitara empecé a simular el mayor sometimiento. Para que cogieran confianza conmigo y bajaran mínimamente la vigilancia. Y así me fui llevando a mi celda trocitos de cuchilla de afeitar. Hasta que un día, de madrugada … A partir de entonces, un funcionario tuvo que dormir en mi celda cada noche. Con un ojo medio abierto, aterrado. Una noche intenté colgarme de las rejas. Mi carcelero se despertó y se abalanzó sobre mí para salvarme ¡y salvarse! Otro día, volviendo del baño, le cerré la puerta en la cara. Le dije: «Estoy cansado. Se acabó». Y me volví a rajar. A los dictadores hay que desafiarlos. Para que sepan que no son dioses. Que también pueden sangrar y llorar y sufrir. Y que sus abusos tienen un coste, no solo para los demás. Ésa es la verdadera resistencia: el desafío”, comentó Lorent.

El activista detalla que la tortura y la extorsión en las cárceles de Venezuela no solo se cometen contra presos políticos, sino contra presos comunes también.”La extorsión está instalada en el día a día porque los funcionarios tienen un salario muy bajo y se ganan la vida deteniendo a gente de forma arbitraria para luego solicitar un rescate económico a las familias”, dice.

 

Caso Albán

Saleh también se refirió al caso del concejal Fernando Albán. “Sospecho que lo lanzaron ya muerto, aunque lo mismo daría si se hubiera tirado él. También sería una víctima directa de la dictadura. Yo estuve en ese mismo piso 10, junto a esa misma ventana y conozco la desesperación que podría llevar a un hombre a saltar”, dijo el dirigente.

 

La traición de Santos

Según las declaraciones de Saleh a El Confidencial, el expresidente colombiano Juan Manuel Santos estaba negociando el proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y Maduro lo estaba ayudando. «En ese momento, Santos se consideraba el mejor amigo de Maduro. Como sabemos, las FARC, el ELN y los cárteles del narcotráfico forman parte del gobierno chavista. Se suponía que Santos era un demócrata, pero me entregó». Añade Saleh que, además, era un momento en que gobiernos revolucionarios de izquierdas estaban en auge en varios países de América: Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Lula da Silva en Brasil o los Kirchner en Argentina.

Como resultado, la Inteligencia colombiana lo capturó y lo puso en manos del Sebin venezolano en septiembre de 2014 en el puente de Cúcuta, ciudad fronteriza entre ambos países. En palabras de Saleh, «fue un secuestro porque no había orden de busca y captura oficial en Venezuela y, por tanto, no fue una extradición ni una deportación».

Lorent aseguró no siente que haya perdido cuatro años y que las cicatrices y la experiencia no se la va a quitar nadie. “Ahora estoy en Europa y es el mejor sitio para defender los derechos humanos en mi país».

 

El destierro

El pasado 12 de octubre Saleh fue liberado bajo la figura de destierro, la cual no existe en la leyes de la República Bolivariana de Venezuela. De la declaración oficial se infiere que con su liberación habrían impedido que se suicidara.​ Con Lorent Saleh van dos presos políticos liberados y desterrados por orden de la Asamblea Nacional Constituyente. El primer caso fue el del dirigente de Voluntad Popular, Vilca Fernández, quien fue enviado a Perú.

 

@Hsiciliano: “Uno le da un rostro a esas cifras de detenidos”

@AdrianitaN

Profesión: Estudiante de Ingeniería Civil

Ejercicio: Independiente

Edad: 24 años

Fotógrafo de calle desde el 12 de febrero de 2014

La revuelta frente a la sede del Ministerio Público en Parque Carabobo del 12 de febrero del 2014 sorprendió a Horacio Siciliano con su cámara en una mano y un pañito impregnado con Maalox en la otra. Una suerte de presentimiento, un frío en el cuerpo, le avisaba que algo pasaría en un futuro no muy lejano. “Yo no soy periodista, nadie me está pagando, yo solo salí a documentar lo que pasaba”, confiesa. En un segundo se vio solo, separado de los tres compañeros que le acompañaban; al siguiente, vio a Douglas Morillo trepando por los escudos del cordón de la Policía Nacional Bolivariana y llegando al otro lado.

Un joven gritaba: “Bajen los escudos, bajen las armas, ustedes son nuestros hermanos. Pana, tú y yo somos venezolanos” con la esperanza de que su mensaje atravesara las gruesas láminas de plástico que separaban a los funcionarios de los manifestantes. Esta última frase fue emblemática para el recién iniciado fotoperiodista, fue el llamado de atención que lo llevó a hacer “clic”.

“Esta foto resumió, para mí, todo el conflicto del 12 de febrero. Fue la primera foto que yo monté en Twitter, en una cuenta en la que tenía 250 seguidores. La foto a los tres días llegó casi a los cinco mil retuits. Eso lo que me dijo a mi es que había una falta de información absurda en el país, la gente no sabía lo que estaba pasando”, relata asombrado.

En el país había una seria escasez de información y de medios serios que transmitieran lo que estaba pasando en realidad. ¿Cuál era el problema? Que había muchos medios del gobierno que tendían a tergiversar la información y decir que sólo había cuatro chamos protestando y eso era mentira. Yo llegue a mi casa y ni mi mamá, ni mis vecinos, sabían nada de lo que había pasado”, agrega.

Al final de esa jornada, vivió de cerca el asesinato de Robert Redman. “Esa noche yo estaba en Chacao cuando mataron a Redman. Escuché el disparo y a una cuadra lo mataron. Luego subí a la azotea de un edificio y veía como la guardia golpeaba a la gente, como pasaba lo que estaba pasando y en los medios de comunicación no decían nada, eso da mucha impotencia”, relata.

Desde ese día, la molestia ante el silencio de los medios se tradujo en un trabajo de registro diario de las protestas en Caracas. Un grupo de la Universidad Metropolitana le donó un chaleco antibalas, logró acreditarse como reportero del portal Reporte Confidencial y empezó a reunirse -y aprender- con personas que desarrollaban esta labor. “Antes venía la guardia y yo corría, hasta que me encontré con fotógrafos profesionales para enfrentar una situación de conflicto. Nos fuimos apoyando, debíamos estar juntos para que ni la guardia, ni la policía se metieran contigo”.

Su familia no llegó a enterarse de que una vez un guardia nacional le disparó perdigones, tampoco de que un funcionario de la PNB le roció la cámara y la cara con gas pimienta “porque le provocó”. No supieron de los empujones, ni del altercado que tuvo con el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) a finales de abril de 2014.

“Yo bajé a Chacao a tomar unas fotos y tres hombres, pistola en mano, me pegaron contra la pared del Ministerio de Transporte. El tipo intentó quitarme el teléfono y yo se lo batuqueé. Eso indigna. Yo avisé a una periodista de NTN24. Hubo uno que sí me trató bien. Les pregunté que por qué me detenían y me dijo que porque tenía pinta de guarimbero”, relata. “Por mi carácter, viene un Guardia Nacional a pedirme la cámara o la memoria y no se la voy a dar. Yo voy a muerte. Si el tipo me quiere quitar la cámara, que le eche bolas. Es un tema personal, yo prefiero romperla contra el piso”, expresa sin inmutarse.

¿Miedo? Sí, también responsabilidad. “Sentía miedo, pero sentía que si no lo hacía yo, nadie lo iba a hacer. Me puse una carga encima y decidí asumirla. El fotógrafo Roberto Mata dijo una vez que no vale la pena perder la vida por una foto. Ciertamente hay que saber ponerse límites”.

Cuando el 12 de abril de 2014 un joven rogaba que no lo dejaran morir, tras haberse arrojado al Río Guaire para evitar ser capturado por la GNB, Horacio Siciliano buscó sus límites en otro fotógrafo. “Había un chamo en el Guaire, me ve a mi de primero y me dice: ‘por favor, ayúdame, no me quiero morir’ y tampoco se quería entregar a los guardias. Le digo a un fotógrafo de agencia que me quiero meter y me dice: ‘eso no existe, no te puedes meter’. No es fácil”.