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Encovi 2022 | Se redujo la cantidad de personas que reciben bonos y pensiones
Para el año 2022, la cantidad de personas mayores de 18 años que recibieron bonos fue del 48,4%, mientras que la cobertura de esa demografía fue de 62%
De acuerdo con la investigación, una de cada cuatro personas en edad de jubilación no recibe pensión

La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi 2022), que fue presentada este jueves, 10 de noviembre, reveló una reducción en la cantidad de personas que reciben bonos y pensiones.

De acuerdo con los datos de la Encovi, el valor promedio de cada bono es de 4,5$, representando un aumento con respecto al año 2021, cuando el valor fue de 2,5$.

Sin embargo, el 40% de las personas que declaran haber recibido los bonos temporales señalan que la frecuencia era mensual (entre 9 y 12 veces al año), mientras que solo el 24% los recibió quincenalmente.

Asimismo, el 69% de los hogares han recibido al menos un bono temporal en los últimos 12 meses. Esa cantidad disminuyó, puesto que en 2021 lo recibían 71% de los hogares.

Por otra parte, la investigación señaló que cayó el número de personas que reciben bonos por hogar de 1.7 a 1.4. Los bonos tienden a concentrarse en una persona por hogar.

Además, señala la encuesta que el valor del bono de los no pobres es 31% mayor que el de los pobres. La diferencia es 10$ versus 7$.

Para el año 2022, la cantidad de personas mayores de 18 años que recibieron bonos fue del 48,4%, mientras que la cobertura de esa demografía fue de 62%.

El porqué de la reducción

Durante la presentación de la Encovi 2022, el investigador Luis Pedro España explicó que la cantidad de personas mayores de 18 años que reciben bonos temporales se redujo por dos razones:

“Se trata de concentrar que cada hogar reciba un solo bono y hay un aumento nominal del bono», indicó el investigador en su explicación.

A juicio de España, esa focalización se podría mejorar más, puesto que «tanto el monto como el porcentaje del bono debería ser mayor en hogares más pobres».

De acuerdo con el investigador, la liberación de la economía ya se hizo y esa era la tarea «más fácil».

“Ahora, viene la parte difícil: Las misiones sociales desaparecieron y tenemos programas dirigidos a hogares, básicamente bolsas de comida y algo de infraestructura, además de transferencia de bienes monetarios por bonos”, añadió.

 

El especialista consideró que el país requerirá de»programas sociales que incorporen activos productivos a la población, que la gente no quede a su suerte, porque se quedará pobre».

«Se necesitan programas de acompañamiento más allá de pensiones a la tercera edad, y también programas de acompañamiento a la juventud que reduzcan la migración», acotó.

Solo 35% de la población recibe caja CLAP mensualmente

De acuerdo con la Encovi 2022, solo un 35% de los beneficiarios de las cajas CLAP reciben la cesta de productos mensualmente, pues el período de entrega varía mucho y debería entregarse mensual.

Según los datos de la encuesta, este es un beneficio cuasi-universal y solo el 10% de los hogares no la recibe. Sin embargo, en el último decil de ingresos, el 30% no la recibe.

También se redujo la cobertura de pensiones y jubilaciones

La Encovi 2022 señaló un déficit creciente en cuanto a la cobertura de pensiones y jubilaciones. En concreto, el 12,3% de la población corresponde a pensionados.

De acuerdo con la investigación, una de cada cuatro personas en edad de jubilación no recibe pensión, por lo cual surgen tres hipótesis que podrían explicarlo:

– No es atractivo su monto

– El sistema no contributivo está fallando

– La reducción del sector forma excluyó a los contributivos

Existe un aproximado de 588.000 adultos mayores que no reciben pensiones, mientras que las pensiones por discapacidad u orfandad representan el 1,5% del total de la población.

Transparencia Venezuela: Retrasos, discriminación y amenazas marcan pauta en los CLAP

LA COMPRA DE ALIMENTOS SUBSIDIADOS a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) se ha convertido en una tarea titánica. Pese a que cada vez son más las familias que dependen de esas cajas o bolsas de comida, los despachos han empeorado.

La ONG Transparencia Venezuela en el primer trimestre del año recibió 91 denuncias sobre irregularidades con el programa estatal, cuya supuesta temporalidad ya se ha extendido por tres años.

De acuerdo con la ONG, los reclamos de los ciudadanos pueden agruparse en ocho categorías, entre las que se encuentran retraso en la entrega de los alimentos, discrecionalidad a la hora de realizar los censos y los pagos, aprovechamiento indebido de los productos, agresiones físicas o amenazas a la integridad, control social, alimentos en mal estado, ausencia de rendición de cuentas y mecanismos de control.

El retraso en la entrega de los productos subsidiados sigue siendo el principal reclamo de los ciudadanos, quienes hicieron 31 denuncias. Según declaran, la bolsa o caja CLAP tarda entre cuatro y siete meses en llegar, pese a que la promesa del Gobierno es la entrega de la caja cada 21 días.

“La caja llega cada cuatro meses, no cumplen con lo que nuestro comandante presidente Nicolás Maduro ha dicho, cada 15 días o por menos una al mes”, precisó un ciudadano que hizo llegar su denuncia a Transparencia Venezuela.

El tiempo mínimo registrado de retraso es de dos meses, pero algunas familias han tenido que esperar hasta un año para adquirir los productos subsidiados.

A las irregularidades en los tiempos de entrega se agregan 27 denuncias sobre la discrecionalidad en el registro de los beneficiados y otros 20 reclamos por el aprovechamiento indebido de los productos, en especial por cajas que fueron entregadas “abiertas” o “incompletas”.

Del caos a la amenaza

Transparencia Venezuela también recibió 27 denuncias relacionadas con irregularidades al momento de realizar el censo, una actividad a cargo de los llamados jefes de calle. Nos llegaron reclamos sobre la inclusión de personas que no poseen carga familiar, o que no residen en la comunidad, y la exclusión de familias sin dar información sobre el motivo que da origen a esa medida.

Otras denuncias recibidas tratan sobre la ausencia de procedimientos para desincorporar del censo a aquellas familias que han emigrado del país, lo cual ha originado que algunos miembros del CLAP dispongan de los alimentos de la familia ausente. “Existe el caso de vecinos que se han ido del país y no sabemos el paradero de sus cajas, y el CLAP sigue recibiendo el mismo número de cajas”, apuntó uno de los denunciantes.

De las 20 denuncias recibidas por el aprovechamiento indebido de los productos de las cajas se desprende la molestia de los ciudadanos porque las cajas que “fueron entregadas abiertas o incompletas”.

“Las cajas del CLAP vinieron violentadas. No trajo aceite, caraotas, enlatados, mayonesa, salsa, ni azúcar. Se llamó a la jefa de calle y lo que respondió fue que no podía hacer nada, que las agarrábamos así o las devolverían y que si no las aceptamos así nos iban a bloquear y quitarían el beneficio”, dijo una de las denunciantes.

Al menos 12 de esas 20 denuncias se refieren a la reventa de productos CLAP con un precio igual o mayor al del mercado. También se recibieron siete denuncias por agresiones físicas o amenazas a la integridad, la mayoría por opiniones contra el Gobierno y la gestión de los CLAP. También fue denunciada la participación de los grupos civiles armados, llamados colectivos, y órganos policiales como el FAES como parte de la coacción a los ciudadanos.

“Amenazan diciendo que quienes van a entregar la bolsa son los colectivos y que van a matar a los que hablen mal del gobierno”, señaló uno de los denunciantes.

El denunciante agregó que a principios de junio de este año dos hombres desconocidos se le acercaron y le dijeron que lo tenía identificado y que si seguía ‘insistiendo’ lo iban a atacar con las FAES.

También se recibieron ocho denuncias más relacionadas con el control social que se evidenciaron en la suspensión del beneficio por las siguientes razones: manifestar una tendencia política diferente a la del partido de Gobierno, por realizar protestas contra el Ejecutivo, o contra la gestión de los miembros de los CLAP.

El informe de la alta comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Michelle Bachelet, señala expresamente esta situación: “El ACNUDH recibió información de personas quienes, a pesar de no contar con acceso suficiente a alimentos, no fueron incluidas en las listas de distribución de las cajas CLAP, porque no eran partidarias del Gobierno”.

Se recibieron dos denuncias por alimentos en mal estado y otras siete por ausencia de rendición de cuentas y mecanismos de control. Cuatro de los denunciantes manifestaron que acudieron al Estado Mayor correspondiente a su comunidad e, incluso, a las alcaldías, para manifestar su inconformidad, pero no obtuvieron respuesta.

Fueron recibidas otras denuncias por discrecionalidad en el pago: dinero recaudado en cuentas personales que los miembros del CLAP disponen, la solicitud del pago con poco tiempo de anticipación y exigencia de dinero en efectivo a pesar de la escasez de billetes en Venezuela.

También hubo denuncias sobre el cobro de montos superiores al que anunció el coordinador general de los CLAP, Freddy Bernal, quien afirmó que el precio de la caja es de 9.000 bolívares a partir del 15 de junio de 2019. A esta cantidad se debe sumar pagos de transporte y gastos por impresión de formatos para el proceso de entrega de la caja, que se fijan discrecionalmente.

Lea el informe completo en Transparencia Venezuela.

Ciudadanos denunciaron que en Acarigua venden pasta de la ayuda humanitaria en caja Clap

LOS VECINOS DEL SECTOR Reja de Guanare, en Acarigua, compraron este martes, 9 de julio, un combo de alimentos que contiene dos kilogramos de pasta en empaques timbrados con el emblema delPrograma Mundial de Alimentos , WFP, ( por sus siglas en inglés) , de la Organización de Naciones Unidas.

Emanuel Figueroa, dirigente juvenil de Vente Venezuela, advirtió que la pasta distribuida por el Clap no podría ser vendida a los ciudadanos, pues forma parte de un programa de asistencia humanitaria y de entrega gratuita.

Figueroa refirió que el PMA o Programa Mundial de Alimentos es un mecanismo de la Organización de las Naciones Unidas que distribuye alimentos para apoyar proyectos de desarrollo, refugiados de larga duración y personas desplazadas. También, dijo, proporciona comida de emergencia en caso de desastres naturales o provocados por el hombre.

Según datos de Wikipedia, el PMA tiene sus oficinas centrales en Roma, Italia. Fue fundada el 19 de diciembre de 1961 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.

«Las autoridades de la Asamblea Nacional deben abrir una investigación sobre la venta de este producto a través de los Clap. Es muy sospechoso que los funcionarios de Maduro estén vendiendo la ayuda humanitaria», alertó Figueroa.

El combo de alimentos fue distribuido por el Comité Local de Abastecimiento y Producción, Clap, a un valor de 6 mil bolívares. Junto a la pasta se adicionaron tres kilos de harina, tres de arroz, dos de azúcar, uno de granos, 170 gramos de sardina enlatada y un litro de aceite. No se evidenció que estos componentes estén identificados con el PMA de la ONU.

ElPais.ES Dic 24, 2018 | Actualizado hace 5 años
La Navidad más austera de Venezuela

EN VENEZUELA EL FESTEJO DE LA NAVIDAD no es lo mismo de antes. Raiza Escobar, profesora jubilada de 61 años, comenzó a comprar a cuentagotas especias y frutos desde noviembre. Solo de este modo ha podido preparar unas pocas hallacas, el plato típico de diciembre en el país con las mayores reservas de petróleo del planeta. “Los aliños pude obtenerlos con el dinero me pagaron los aguinaldos [la paga extraordinaria de diciembre]. Todo lo gasté en eso”. La hiperinflación y la escasez atentan contra las fiestas navideñas: el mes pasado los precios crecieron a un ritmo del 144%, según los cálculos de la opositora de la Asamblea Nacional ante la opacidad gubernamental. Y las familias venezolanas se las ven y se las desean para poder comprar lo necesario para celebrar estas fechas.

Las rebajas son extrañas en Venezuela: todo aumenta de precio a una velocidad incontrolable. “Compré las aceitunas en 1.990 bolívares soberanos a finales de octubre y ahora están a 14.000”, recuerda Raiza. Los alimentos son una apuesta inalcanzable en la, por mucho, economía con peor desempeño de América Latina.

Un pan de jamón, otra comida típica de las cenas del Nochebuena y fin de año supone un desembolso superior al salario mínimo. Una obrera como Coromoto Gómez, madre de tres niños, tendría que empeñar el trabajo de un mes y conseguir 1.000 bolívares adicionales para colocar uno en su mesa. Ella confiesa que tuvo que vender un viejo televisor para poder “comer algo diferente” a un plato de arroz y granos este lunes. “Antes no teníamos problemas, pero ahora somos esclavos de la inflación. Mis hijos se preocupan más por lo que comerán que por los juguetes”, asegura.

En estas circunstancias, muchas asociaciones se dirigen a atender la carestía de alimentos. EL pasado fin de semana, Alimenta la Solidaridad obsequió a varias familias de comunidades pobres con cientos de panes de jamón preparados voluntarios. Pero la ayuda no llega a todos: Gómez, que vive en el popular barrio de Petare, no goza de ningún tipo de asistencia. En su comunidad, los organizadores del programa gubernamental CLAP (Comité Local de Abastecimiento y Producción) repartieron unos perniles a costos subvencionados que tuvieron que partir en dos ante el déficit. La misma denuncia se produjo en varias provincias venezolanas.

Más información en El País.

De la Cajita Feliz a la caja Clap: el país en un McDonald’s, por Nelson E Bocaranda

SOLO HAY TRES CARROS EN EL ESTACIONAMIENTO. Nosotros vinimos por un helado, pero “no hay”. Esa condición, ya cotidiana, somete nuestro plan a un rediseño improvisado. “En 20 minutos está listo el arreglo de la máquina de helados”, dice la gerente con la seguridad de cualquier líder autoritario.

La mujer parece no haber notado que el reloj que guinda de la pared, cubierto por una capa de grasa fresca, todavía tiene 30 minutos de adelanto desde aquel revés en la hora oficial. El plan se convierte en ir al parque del local a esperar el plazo de arreglo de la máquina.

Hace seis años venir a McDonald’s era una experiencia grata. Valía la pena hasta parar solo a comprar sus distintivas papas: un estándar internacional en el recubrimiento arterial y aumento de colesterol global. Pero el país cambió y McDonald’s logró salvarse.

Atrás quedaron los tiempos en los que había un cajero y un asistente. Mientras uno tomaba la orden el otro iba armando el pedido incluso antes de que la tarjeta fuese aprobada por el punto de venta; era usual que las tarjetas pasaran y más usual todavía que el comensal tuviese saldo para pagar. El proceso en la caja ya no es así y el asistente, como muchos otros, ya se fue del país. Montar la orden significa que primero la tarjeta debe ser aprobada. Y la cocina, que antes tenía estaciones de comida llenas de empleados atentos a la pantalla de pedidos y vibrando para completar órdenes, se resume hoy a tres tristes empleados.  

McDonald’s estaba en todos lados. No existía feria que no tuviese al menos una “Estación de Postres”  (invento que llegó también a estar repleto de clientes). Estaba en todos lados: centro comercial que se respetara tenía uno. Incluso, se podía medir la calidad de un centro comercial por el tamaño del establecimiento. Este año van al menos siete cierres de locales. El primero al que fui -antes de llegar al que no tenía helados- ya no existía. Solo quedaban las cicatrices que dejan la remoción de estos locales, una santamaría cerrada, unas mesas de fibra de vidrio sucias y la silueta de un parque en el que no hay niños que “deben estar acompañados por sus padres”.

En Venezuela, uno de los primeros países del mundo en tener un McDonald’s fuera de tierras norteamericanas, la franquicia se convirtió en un símbolo de progreso. Las ciudades se llenaban de orgullo en la década de los 90 al estrenar la franquicia. Se decía que si una ciudad no tenía un McDonald’s no podía llamarse así. La famosa Cajita Feliz y sus juguetes llegaron a ser parte de nuestra cultura pop y el arbolito de navidad de muchos hogares venezolanos -casi sin importar sus recursos económicos- tenía figuras de Garfield, Los Pitufos y Snoopy, todos provenientes de la casa de los arcos dorados.

Hoy, que la felicidad pretende venir en forma de Clap, ya no hay juguetes reconocibles en la cajita. Ni en la de comida subsidiada ni en la de nuggets o mini hamburguesas “imperiales”. Ahora traen, en el mejor de los casos, frisbees con una calcomanía de McDonald’s acompañados por una regla de 15 centímetros en plástico rojo o amarillo. Ya ni preguntan si el beneficiario es niño o niña. Ni tampoco si se quiere maní con su sundae. Hoy no hay ni “cajita” y con un juego de adivinanzas en cartón tampoco hay “feliz”.

Ya no sé si se cumplen cinco  o más años sin papas fritas. No lo sé porque me rehuso a buscarlo. Ya se siente vieja la sorpresa de la arepas fritas como acompañante a una BigMac y su posterior caída en desgracia con las McYuquitas. Atrás quedaron los viajes con mi abuela solo a comer papas y helado. Las papas de McDonald’s formaban parte de un estándar mundial por su olor y su sabor y, posiblemente, haya sido lo primero que dejó de ofrecer McDonald’s cuando el socialismo perdió su encanto y la utopía de CADIVI llegó a su fin.

McDonald’s sin papas perdió su ethos. Su identidad. McDonald’s no era Tropiburger. No pudo acompañar nunca su Big Mac con arepitas fritas, aunque lo trató de imitar. Tampoco era Arturo’s para ofrecer yuca frita a sus combos. Lo hizo por instinto de supervivencia. Y sigue vivo, pero ya no es lo que era antes. Ya no tiene lo que tenía antes. El sabor. La identidad. La cercanía. Su sorpresa. Idéntico a la revolución. Al país.

No hay ensaladas. No hay nuggets hoy, cebolla mañana y tocineta casi nunca. Los refrescos llegan sin gas y solo dan “una servilleta por orden” y una salsa de tomate que ya no viene empaquetada. Hay innovación sin ingredientes, sin ampliación real de un menú cada vez más reducido a lo disponible. Hoy el McCafé ya no es un espacio “premium”, es solo una marca de un empate con cemento de otro color en el piso.

El Mundial de fútbol vino y se fue sin una promoción de vasos de Coca Cola. Pocos millennials conocen la entrada en circulación de los juegos de vasos de vidrio curvos con el logo y los colores de la ciudad huésped del Mundial. Lejos quedaron los momentos en los que los recreos de algunos colegios se llenaban de balones del Mundial forrados con los logos de Coca Cola, FIFA y McDonald’s.

El gobierno venezolano hizo un esfuerzo en el año 2014 por mejorar la calidad de la ingesta de sus ciudadanos bajo el eslogan «Agarra dato, come sano». Dos años más tarde, la emblemática Big Mac desaparecería del menú, pero no en beneficio de la calidad de vida y la nutrición de los ciudadanos -que hoy padecen por la escasez de alimentos-, sino por la dificultad para conseguir materia prima de calidad, mantener costos y poder ofrecer el producto insigne de la franquicia de los arcos dorados. Hoy una familia con hijos debe sacar cuentas antes de sentarse en un McDonald’s, que durante mucho tiempo fue una opción de comida rápida para un público más variado.

A una parte del país ya no le hace tan feliz otra caja: la de los Clap, en las que el gobierno vende comida subsidiada, de baja calidad y dudosa procedencia.

Ni el McFlurry se salva. Quedó para presagiar el próximo desastre.

@randompiece