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El presidente Donald Trump firma un memorando, el miércoles 11 de marzo de 2020, para el Secretario de Salud y Servicios Humanos sobre la disponibilidad de máscaras faciales. Foto oficial de la Casa Blanca / Tia Dufour.

PA´ LANTE Y PA´ TRAS

Quizás es una de las características más relevantes del presidente estadounidense Donald Trump, quien trata por todos los medios de sobreponerse a la crisis de la COVID-19 teniendo en la mira su reelección presidencial en los comicios del próximo noviembre. Esta fecha aún pendiente hasta que se disminuya, controle o se descubra la vacuna para el virus de esta pandemia.

Por estos días las encuestas no lo han favorecido al analizar su comportamiento frente a la COVID-19. Desde presentarla como solamente una gripe más, al comienzo de los casos, hasta ordenar una tardía cuarentena. Ambos factores inciden en los estudios de opinión. Sus peleas o discrepancias con el equipo gubernamental de salud o el grupo de acción más cercano en torno al virus, han contrastado. La última fue la destitución de Rick Bright, un funcionario del área gubernamental de vacunas, quien era el director de la Autoridad de Investigación y Desarrollo Avanzado Biomédico.

El funcionario alegó que fue degradado porque planteó preocupaciones de salud por un medicamento promovido repetidamente por el presidente Trump y otros funcionarios de la administración como una posible cura para el coronavirus.

Era la hidroxicloroquina y, según Bright, el presidente quería que atendiera a un amigo suyo de un laboratorio que la producía. El afectado señala que lo sacaron por darle prioridad a la salud y a la ciencia.

Otro escritor, Mark Thiessen, señalaba en The Washington Post: “Sin embargo, esta semana, Estados Unidos alcanzó un hito sombrío cuando el número de muertes por la pandemia de coronavirus superó los 75.000. Ahora que una pandemia mucho peor, por varias veces, que los atentados del 11 de septiembre ha sucedido en la nación, debemos preguntarnos: ¿por qué siempre tiene que aparecer una tragedia para despertarnos al peligro?

Antes del 11 de septiembre, teníamos muchas señales de advertencia de que nuestra patria estaba en peligro. Los terroristas habían lanzado una serie de ataques cada vez más intensos: el ataque de 1993 contra el World Trade Center; el ataque de 1996 contra las torres Khobar en Arabia Saudita; los bombardeos de 1998 a las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania y el ataque del 2000 contra el navío USS.Cole en Yemen. A pesar de las advertencias, no tomamos el peligro que se avecinaba lo suficientemente en serio, y fuimos sorprendidos sin preparación el 11 de septiembre.

Lo mismo es cierto con la COVID-19: el brote de SARS de 2002; el resurgimiento de la gripe aviar H5N1 en 2003; el brote de gripe porcina H1N1 2009; el brote del 2012 MERS; el brote del Ébola de 2014. A pesar de las advertencias, no tomamos el peligro lo suficientemente en serio, y fuimos atrapados sin preparación para este COVID-19. Al menos el 11 de septiembre teníamos excusas para sorprendernos. Pocos podrían haber pensado que los terroristas armados con cortadores de cajas de cartón convirtieran los aviones en misiles y los usaran para atacarnos aquí en casa. El hecho de no anticipar el 11 de septiembre fue, como Pearl Harbor, un fracaso de la imaginación. Pero no se requería imaginación para prever la pandemia de coronavirus de hoy.

En noviembre de 2005, después de los brotes de SARS y gripe aviar, trabajé en un discurso que pronunció el presidente George W. Bush que describía nuestra estrategia nacional de pandemia. Advirtió: ‘Los científicos y los médicos no pueden decirnos dónde o cuándo ocurrirá la próxima pandemia, o qué tan grave será, pero la mayoría está de acuerdo: en algún momento, es probable que enfrentemos otra pandemia. Nuestro país ha recibido una advertencia justa de este peligro para nuestra patria y tiempo para prepararse’.

Sin embargo, aquí estamos, casi 15 años después, atrapados sin preparación por la pandemia que todos sabíamos que se avecinaba. Entonces, ¿cómo fallamos tanto? Muchos culpan a la lenta respuesta inicial de la administración Trump, pero al igual que con el 11 de septiembre, las fallas se extienden mucho más allá.

En 2003, se creó la Reserva Estratégica Nacional para tener suministros listos de respiradores, máscaras, equipos de protección, ventiladores y camas de hospital. Pero las existencias nacionales se agotaron en 2009 durante el brote de H1N1 y nunca se reabastecieron por completo. ‘No recibimos fondos para reemplazar esas máscaras y los equipos de protección que utilizamos para la gripe H1N1’, dijo el exdirector de Arsenales Greg Burel a CBS News, dejando hoy a todos los hospitales en apuros.

La historia detrás de la escasez de ventiladores de hoy es aun más irritante. El New York Times informa que, en 2008, la administración Bush lanzó un proyecto para almacenar ventiladores para una pandemia, y en 2009 la administración Obama contrató a una compañía de California para proporcionar 40.000 de ellos. Pero en 2014, la compañía se retiró del contrato sin entregar un solo ventilador. Entonces el gobierno comenzó de nuevo con un nuevo contratista.

La Administración de Drogas y Alimentos tardó otros cinco años en firmar un nuevo diseño de ventilador, y el gobierno no hizo un pedido de 10.000 ventiladores hasta diciembre de 2019, el mes en que comenzó el brote de COVID-19. Perdimos más de una década debido a la incompetencia del Gobierno y su burocracia.

Las preguntas necesitan respuesta: ¿Por qué fallaron nuestros sistemas de alerta temprana, permitiendo que el virus ingresara a nuestro país y se propagara más rápido que nuestra capacidad de contenerlo? ¿Por qué la FDA no tenía un sistema para desarrollar y desplegar rápidamente los elementos (kits) para pruebas inmediatas, lo que nos costó seis semanas críticas durante las cuales el virus pudo haber sido contenido? ¿Por qué no reponemos ya nuestra reserva nacional de esos elementos? ¿Y por qué permitimos la externalización de cadenas de suministros médicos críticos, dejándonos sin la capacidad doméstica de producir rápidamente equipos de protección personal, hisopos de prueba y ventiladores? Una recomendación que hacen varios analistas de la crisis. Cuando la pandemia finalmente pase, sin duda habrá una comisión para examinar estas y otras preguntas.

Repararemos tardíamente los agujeros en nuestro sistema, tal como lo hicimos después del 11 de septiembre. Pero en este momento, el número de muertos continúa aumentando. Como explicó Bush en 2005: ‘Una pandemia es muy parecida a un incendio forestal: si se detecta temprano, podría extinguirse con daños limitados; si se le permite arder sin ser detectado, puede convertirse en un infierno que se extiende rápidamente más allá de nuestra capacidad de controlarlo’. Debido a una década de fracasos, ahora estamos en medio de ese infierno, esperando que el fuego se apague solo. Y no hay excusa para ello”.

En esta columna citamos hace unas semanas el discurso de G. W. Bush y las razones burocráticas que hicieron que tras el 11S se dedicaran fondos y esfuerzos a la lucha contra el terrorismo islámico y se olvidara la debilidad presente en materia de asistencia de urgencias médicas nacionales.