El nuevo pulso político tras decisión del TSJ contra Machado
La actitud desmelenada y furiosa del gobierno Maduro describe con mucha claridad el aislamiento popular, y el potencial efectivo multiplicador que puede traer consigo el mensaje enemigo
Será difícil alterar las circunstancias en torno a la decisión de vetar la participación de María Corina Machado. Que Machado pueda participar libremente en estos comicios significaría que se ha producido una grieta en los mandos del régimen que contribuya a concretarlo. No diremos que es imposible, pero por ahora no parece probable.
La decisión del TSJ da la bienvenida a la puesta en escena de un nuevo pulso político, que será progresivo, y que, de nuevo, le puede colocar lunares a la perspectiva de una recuperación económica. El alto gobierno parece bastante plantado en torno a la idea de no dejar participar a Machado.
Lo que Jorge Rodríguez está afirmando a nombre del chavismo es que, empotrados en el poder, están dispuestos a convivir con la circunstancia de las sanciones, como una penitencia con la cual se puede convivir, como hace mucho conviven los comunistas cubanos, haciendo del hecho una marca, organizando encuentros mundiales de solidaridad.
Tendrá que emplearse muy a fondo en las calles de un país que definitivamente quiere un cambio, pero en el cual predomina el miedo y todavía está muy presente el recuerdo de la represión. No será tan sencillo regresar a las calles. Pero Machado está decidida. “Si ellos creen que declararon mi inhabilitación, pues que lo sepan bien, declararon el fin de esta tiranía porque la gente está clara y no se va a dejar arrebatar. Yo recibí un mandato del pueblo y lo haremos cumplir. No pueden hacer elecciones sin mí y sin los millones de venezolanos que nos apoyan”, dijo la candidata presidencial.
Sin televisión, sin radio y sin grandes actos urbanos, la correlación a favor de Machado es de casi 60 por ciento en las encuestas, frente a cerca 20 del chavismo. La tensión política va a aumentar, y el proceso será progresivo.
Es cierto que quedan formalmente algunos canales abiertos para el diálogo, y que Estados Unidos ha soportado algunas provocaciones adicionales, decidido todavía a mantener las licencias petroleras hasta el mes de abril, y no antes. Algunos esguinces y concesiones parciales podrían teóricamente concretarse en un intercambio que sigue pendiente.
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De momento, lo que luce a la vista es que el gobierno ha decidido precipitar la marcha de los acontecimientos, asomando la posibilidad de un adelanto de elecciones de efecto casi inmediato, y convocando a formaciones opositoras minoritarias a formar comparsa en la organización de un cronograma electoral.
Machado necesita terminar de asumir el liderazgo en varias instancias formales de negociación y responsabilidades de la Plataforma Unitaria, y fortalecer su contactos internos -tarea en pleno desarrollo- para echar a andar, de una vez, el anunciado frente nacional para el rescate de la democracia.
El oxígeno para hacer política no abunda. No tienen efecto los esfuerzos persuasivos. Las concentraciones y movilizaciones populares son un placebo que tiene un límite. Como movimiento, el chavismo no sabe de argumentos, no le perturba la destrucción del país, y ha demostrado que sabe resistir cualquier tipo de presiones. Se densifica el campo minado de las decisiones judiciales y la represión política.
“Vamos a activar el plan Furia Bolivariana, calle por calle, barrio por barrio, es un plan cívico, militar y policial para enfrentar cualquier intentona terrorista y golpista, se presente como se presente. Preparados para cualquier agresión contra la paz”, dijo Maduro el 18 de enero durante el Congreso de la Nueva Época realizado en Caracas.
Como consigna, la Furia Bolivariana consagra todo un estatus en materia de escalas de alarma en la estructura de poder del chavismo, particularmente en los años de Nicolás Maduro. Es un dispositivo ideado para momentos de alerta, para enseñar los dientes cuando el poder político puede estar en peligro.
Hoy ha sido la respuesta de la clase política oficialista la existencia, en el campo adversario, de una candidatura presidencial producto de un proceso incruento, luego de una jornada cívica, pacífica y concurrida, en la cual casi 3 millones de personas escogieron masivamente a un liderazgo en particular.
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