Crónica | El 2022 me recibió con COVID-19 y con los bolsillos casi vacíos - Runrun
Crónica | El 2022 me recibió con COVID-19 y con los bolsillos casi vacíos
A pesar de que los malestares seguían y eran muy incómodos, yo preferí quedarme en cama y con lo que tenía

Después de compartir el 31 de diciembre con mi familia, comer hallacas, escuchar música y ver los fuegos artificiales del año nuevo, el 1 de enero comencé con malestares de lo que ahora la gente llama “la gripe fuerte que está dando”.

Los síntomas comenzaron con mucho dolor corporal, dolor de cabeza, ardor en los ojos y mucha fatiga. Todavía estaba en casa de mi madre en Catia y pensé lo que comúnmente solemos pensar en esta época de “pacheco capitalino”: “Tal vez fue el sereno del 31”. Pero no había analizado todas las veces que salí en diciembre y las personas con las que tuve contacto.

Un día después, el 2 de enero, celebrando el cumpleaños de mi mamá, comencé a tener un malestar mucho más fuerte. Llegaron los escalofríos y la debilidad en todo el cuerpo. Así pasé todo el día y después me vine a mi casa. Todavía me quedaba una semana libre y quería aprovecharla para descansar.

El peor malestar apareció de domingo a lunes: mucha tos, fiebre y los escalofríos eran insoportables. Yo no tenía nada más en mi casa que acetaminofén y eso fue lo que empecé a tomar para bajar la fiebre.

Llegado el lunes 3 de enero, mi mamá me dice que me haga una prueba. Lo mismo me dijo mi novio, quien también tenía malestar, pero más leve. En ese momento comencé a averiguar de algún laboratorio que hiciera las pruebas a domicilio, pues no tengo vehículo, no me sentía bien para subirme al transporte público y no tenía cómo pagar un taxi.

Revisé varias cuentas de Instagram de laboratorios que hacían pruebas a domicilio, pero cuando vi los precios no sabía qué hacer. Creo que empeoró el malestar: las pruebas moleculares, conocidas como PCR, costaban entre 80 y 100 dólares. Yo no disponía de ese dinero, así que busqué los costos de las pruebas de antígenos (test rápido). Los costos seguían siendo altos, porque no solo era mi prueba, también era la de mi novio. Algunas costaban entre 40 y 60 dólares a domicilio, pero si lo multiplicaba por dos, no podía cubrirlo.

En un momento me sentí muy mal porque no encontraba un lugar donde pudiéramos hacernos la prueba. Esto era importante para mí porque no puedo decir “esto es una gripe y ya”, no, debía estar segura de lo que tenía y era un acto de responsabilidad conmigo misma y el resto de las personas con las que tuve contacto en días previos.

 

Pensé incluso en acudir a alguna clínica por el seguro que tengo en mi trabajo, pero un compañero que presentaba síntomas similares me contó su experiencia y yo desistí. En varias clínicas le cerraron las puertas cuando estuvo en proceso de descarte y tratamieNto del COVID-19 y yo no quería estar ‘del timbo al tambo’ sin carro, sin dinero para taxi y, para colmo, sintiéndome mal.

Después de algunas horas de búsqueda, preguntar por Instagram y por WhatsApp, un familiar de mi novio nos facilitó el contacto de un laboratorio donde las pruebas de antígenos costaban 25 dólares. Este fue el sitio más económico que encontré y con lo que me quedaba de dinero podía pagar ambas pruebas y comprar algunas medicinas.

El laboratorio envió a un médico muy amable a hacernos los tests. Nunca me habían hecho un hisopado, porque desde que empezó la pandemia no me había enfermado. Fue muy desagradable, pero necesario. Después de unos minutos la especialista le dice a mi novio: “Tú estás negativo, pero quizás no tengas mucha carga viral”. Luego me ve a mí y me dice lo que ya yo presentía: “Estás positiva, tienes COVID”.

Como ya era algo que veía venir no lo tomé tan mal. Lo primero que hice fue avisar a todos en mi familia que estaba positiva, que pude hacerme la prueba y lo que me costó.

Después de la prueba

Después de conocer los resultados, con el dinero que me sobró de las pruebas compré en Farmatodo algunas medicinas que me sugirió la doctora y otras personas que tuvieron COVID-19 por esos días: acetaminofén, antialérgicos, una solución granulada para tomar disuelta en agua caliente y alimentos fáciles de preparar, para no tener que cocinar. Necesitaba un oxímetro porque me lo recomendó la doctora para hacer una medición periódica de los niveles de saturación de oxígeno, pero el más barato costaba 20 dólares y escapaba de mi presupuesto, por lo que preferí no comprarlo.

Con todo lo que compré, quedé “pelando”, como coloquialmente decimos en Venezuela. Pero seguía necesitando el oxímetro, más que por tener alguna dificultad respiratoria, para cerciorarme de que todo estaba bien con mi saturación de oxígeno, pues mi malestar se hizo poco más fuerte.

Terminé el lunes con mucha fiebre y todos los malestares que ya he mencionado, sumado a los mareos que me daban con solo levantarme de la cama. Después de dormir unas cuatro horas, volví a la búsqueda del oxímetro, de un mejor precio a ver si era posible comprarlo. Sin éxito.

 

Una compañera de trabajo amablemente se ofreció a ayudarme con la búsqueda del oxímetro y cuando le conté cuánto costaba el que había visto en Farmatodo se sorprendió. Me dijo que habían llegado a costar hasta 5 dólares hasta hace un mes y medio, pero ahora aumentaron. Quizás sea porque hay mayor demanda con tantos contagios recientes, el efecto ómicron, la presión que genera en los precios la alta demanda. No lo sé.

Tras escribirle a varias tiendas para comprar el oxímetro, una de ellas me indicó que tenía un costo de 10 dólares. Pensé que iba a ser posible comprarlo, pero cuando le pregunté por el delivery, me dijo que eran 10 dólares más. Increíble, ¿cómo es posible que el costo de la entrega a domicilio fuera el mismo del producto? Agradecí y seguí buscando opciones en otras tiendas. Nuevamente sin éxito, porque quien ahora disponía de dinero era mi novio y ninguna tienda contaba con el método de pago que él tenía.

A resolver con lo que tienes

Ya estaba bastante estresada y agotada por buscar tantas opciones y no poder adquirir un oxímetro de una manera sencilla. En ese momento pensé en todas las personas que han pasado por algo peor, que caen en hospitales o que ni siquiera pueden pagar parte de su tratamiento porque no les alcanza el salario, o porque ya agotaron todos los recursos que tenían.

A pesar de que los malestares seguían y eran muy incómodos, yo preferí quedarme en cama y con lo que tenía. Con el acetaminofén controlé la fiebre, con un jarabe controlé la tos y me tomé los antialérgicos en las noches, como me lo recetó el médico.

Muchos me decían “ve al médico”, pero yo pensaba en todo lo que eso conllevaba y preferí no hacerlo. Me quedé en mi casa, me aislé y me traté cómo pude. Quizá la misma decisión que toman actualmente millones de venezolanos, ante la imposibilidad incluso de hacerse una prueba para determinar si son positivos al COVID-19.

Afortunadamente la fiebre solo duró tres días y después solo sentí un malestar similar al de la gripe. Así estaban muchos conocidos, de los cuales varios no pudieron ni siquiera hacerse la prueba rápida porque no tenían cómo pagarla. Así le pasa a mucha gente y no los puedo juzgar. No todos tienen el dinero para pagar una prueba, un oxímetro, un tratamiento, ni análisis de sangre para monitorear el impacto del virus. Es del denominador común al enfermarse con COVID-19 en Venezuela.

 

Ya han pasado dos semanas y estoy mucho mejor, pero analizando todas esas dificultades que tuve, pienso en aquellos que no han tenido la misma suerte que yo. La COVID-19 es una enfermedad costosa y, mientras más grave sea, más caro será todo. Puede agotar tus limitados recursos financieros en cuestión de horas. A veces es difícil prevenirla porque en cualquier lugar te puedes contagiar, pero lo mejor siempre va a ser cuidarse, pues después no sabemos lo que se nos viene encima y cómo lo tendremos que afrontar económicamente.

Cabe acotar que yo ya tengo las dos dosis de la vacuna. Me vacuné en julio del año pasado y quizás por esa razón no me afectó tanto. No sé si en otro momento hubiera sido más fuerte, pero sí sé que en comparación de otras personas que se contagiaron en 2020, para mí fue mucho más leve.

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