Pese a lo común que es ver peñeros en las costas venezolanas trasladando pasajeros y vacacionistas, esta emblemática embarcación no fue diseñada para el cabotaje sino para la pesca
“El peñero oriental no es un vehículo de recreación, ni siquiera de transporte sino un vehículo de pesca. Esa es su función. Cuando uno ve en oriente este tipo de embarcaciones llevando a 20 o 30 personas a uno le da un poco de temor”, dijo de entrada Emilio Lovera, quien además de ser un reconocido humorista venezolano, es un apasionado por la construcción y uso del peñero oriental, tal como deja claro en el documental Érase una vez un barco.
“El peñero es una embarcación que está muy adaptada a nuestros mares. Son construidos con gran maestría por carpinteros de ribera en Río Caribe, estado Sucre. Es la embarcación más perfecta que conozco para esa navegación por su forma de cortar el agua, es impresionantemente eficiente”, explicó Lovera.
Se especula que los 34 cuerpos hallados entre el 12 y el 23 de diciembre en las costas de Güiria, corresponden a un número indeterminado de pasajeros que viajaron en el peñero Mi Refugio, el cual zarpó el 6 de diciembre desde Venezuela con destino a Trinidad y Tobago.
“Hay peñeros de cuatro metros y medio en adelante, pero su capacidad no guarda relación con el número de personas que lleven a bordo, sino con el tipo de oficio que van a desempeñar. Su función original es la de contener redes de pesca y eso es lo primero que piensa quien contrata los servicios de un carpintero de ribera para que le fabrique una embarcación antes de calcular su eslora (largo que va de proa a popa). Claro, hay gente que adapta su embarcación y le pone asientos, pero estas alteraciones no están supervisadas por ningún ingeniero naval, son adaptaciones hechas por los carpinteros o por el dueño que decide poner unas tablas atravesadas y ahí se sienta la gente”, explicó Lovera.
Aunque es una realidad normalizada en las costas venezolanas, el uso del peñero oriental para el traslado de pasajeros y carga pesada, son dos elementos que ponen en riesgo la navegación segura y la vida de los tripulantes.
Combinación riesgosa: Mal tiempo e imprudencia
Si al uso inadecuado de la embarcación y al transporte de carga excesiva, se le suma un mar adverso, los resultados pueden ser catastróficos. Lovera ha navegado en numerosas ocasiones ese estrecho de mar entre la Península de Paria y Trinidad y Tobago y conoce en detalle sus características.
“Se trata de un mar muy extraño porque ahí confluyen tres fuerzas: el Atlántico, el Caribe y el delta del Orinoco. Ese paso es cíclico, no sabría cómo describir bien las olas pues son como una especie de pirámides que vienen de abajo, de hecho, el fenómeno está tan focalizado que si uso está en la costa norte de la Península, rumbo a Macuro, uno pudiera asomarse en el punta del peñero para ver cómo está el mar y devolverse si hay presencia de ese fenómeno. Hay que esperar a que se calme el mar para poder cruzar con tranquilidad”, relató Lovera.
Hasta que una investigación confirme con exactitud las razones que llevaron a la embarcación Mi Refugio a zozobrar, sólo se puede especular que el mal tiempo y la imprudencia pudieron estar entre las razones, apuntó Lovera. “Ese peñero habrá cruzado innumerables veces ese trayecto, pero quizás nunca con 30 o más personas arriba, esa para mí es la condición especial pues con la borda mucho más cerca del agua, y si se da el fenómeno del oleaje que describí, definitivamente el peñero pudo haberse “enterrado” debajo de una ola y, al llenarse el interior, todo el mundo fue al agua. Incluso con chalecos salvavidas había riesgo pues hay que pensar cuánto tiempo pasarían en el agua y cuáles eran las condiciones del mar, explicó Lovera.