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Opinión

El sifrinismo al rescate de la revolución

El sifrinismo al rescate de la revolución, por Alejandro Armas
Alejandro Armas
21/06/2024
No podemos pasar por alto que el “reportaje” de Telesur señaló que todas esas flamantes camionetas último modelo llegaron al país “a pesar del bloqueo”. El mismo “bloqueo” que impide traer medicinas

@AAAD25

Cuando Hugo Chávez se lanzó a la presidencia de Venezuela, el grueso de la extrema izquierda local, históricamente una parranda de bates quebrados electorales, se montó en su tren. Hubo algunas excepciones, como el otrora comandante guerrillero Douglas Bravo (cuyo peculiar ideario, que combinaba el pensamiento bolivariano con el marxismo, irónicamente influyó bastante en Chávez).

Para muchos de esos ñángaras, el chavismo no era un movimiento genuino de izquierda. Tomaron la decisión correcta de oponérsele, pero por razones equivocadas, pues siempre fue una necedad pretender que en el chavismo no había nada de socialismo extremo. Bueno, al menos hasta hace unos años, cuando la necesidad de buscarse un nuevo método para extraer riquezas y seguir en el poder obligó a la elite gobernante a despojarse de sus ropajes marxistoides.

De Marx a Maduro: contradicción sin fin

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No podemos pasar por alto que el “reportaje” de Telesur señaló que todas esas flamantes…

Pero volvamos a la etapa de extrema izquierda en el chavismo. Como todo movimiento de inspiración marxista, el discurso de lucha de clases era un rasgo bastante común. Se utilizaba para polarizar a la sociedad, dividiéndola irreconciliablemente entre ricos y pobres. Los primeros, desde luego, eran los malos de la película. Los detestables burgueses. Los oligarcas. Los “sifrinitos”. El este de Caracas se volvió la geografía del privilegio ilegítimo. Las advertencias de los economistas sobre una hecatombe por las políticas del gobierno eran desestimadas como cosa de IESA boys “neoliberales” al servicio de esos intereses perversos.

Pues la catástrofe llegó y el resto es historia. Como de costumbre, la reacción propagandística de los responsables ha sido errática e incoherente. En un primer momento, en línea con el ideario chavista original, los empresarios fueron los señalados como culpables. Fue esta la etapa de denuncias de “guerra económica”, “especulación”, “acaparamiento” y demás. Luego hubo intentos de negar que la crisis existiera en primer lugar. ¿Recuerdan a Delcy Rodríguez proclamando alegremente que en Venezuela había suficiente comida para alimentar a muchos otros países?

Pero ahora, con la perestroika bananera en pleno desarrollo y la relación cordial entre Miraflores y Fedecámaras, otro gallo canta. Ciertamente no es el gallo rojo que en Venezuela simboliza el comunismo. Ahora, para comprobar que Venezuela es en realidad un país próspero donde casi todo el mundo está feliz, el chavismo hace fiesta exhibiendo todo aquello de lo que alguna vez denigró: capitalismo, consumismo, riqueza y exclusividad.

¿Et tu, Fedecámaras?

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No podemos pasar por alto que el “reportaje” de Telesur señaló que todas esas flamantes…

La primera muestra de esa hipocresía que pasó por mis desdichados ojos vino ni más ni menos que del periodista y otrora diputado Alberto Aranguibel, una de las voces más radicales y de izquierda trasnochada en el seno del chavismo (seno del cual fue execrado en diciembre del año pasado por unos comentarios apologistas del Tercer Reich, en medio de una rabieta anti-Israel por la guerra en Gaza). Pues bien, lo cierto es que algún tiempo antes el señor de marras se puso a celebrar las imágenes de alguno de esos nuevos locales en Caracas dedicados a la venta de artículos eléctricos para el hogar, lleno de gente. Si mal no recuerdo, por rebajas de Black Friday. Es decir, una orgía de consumo materialista importada de Estados Unidos. ¡Para lo que quedó la “descolonización del pensamiento”!

Hablando de importaciones, en Venezuela el gobierno trae para acá a propagandistas extranjeros. Dos de ellos hace poco se vinieron a la capital para grabar un “documental” para Telesur sobre cómo, citando a Bill Clinton, “todo está chévere en Caracas”. El dúo entre otras cosas muestra el éxito del Sambil La Candelaria y entre sonrisas bebe tragos de ron Santa Teresa. Fíjense ustedes. Aunque el credo oficial del gobierno sigue siendo el socialismo revolucionario y uno de los propagandistas es un entusiasta admirador de Fidel Castro, lo que exaltan de Venezuela es un producto de la empresa privada. Y, además, de los negocios de dos de las familias más ricas del país, los Cohen y los Vollmer. Ni por asomo dicen que ese centro comercial que tanto los deslumbra fue por años una ruina porque Chávez, en otro de sus caprichos, decidió estatizarlo.

Esta misma semana, Telesur volvió a una de las suyas, con un “reportaje” sobre cómo las ventas de vehículos nuevos en Venezuela subieron significativamente (un dato confirmado por la Cámara de Fabricantes Venezolanos de Productos Automotores, pero que no puede abstraerse del hecho de que es un rebote luego de una caída abismal).

Para probarlo, se visitó un concesionario con pinta de lujoso en un lugar no especificado de Caracas pero que, les puedo asegurar, no era La Vega ni el barrio Maca de Petare. 

Quienes me conocen saben que me chocan las suposiciones de que cualquier propietario de comercios así, o cualquiera de sus clientes, tiene que ser un “enchufado”. Pero eso no niega que solo un porcentaje minúsculo de la población puede pagar decenas de miles de dólares por un carro de agencia nuevecito. Así que es absurdo tomar eso como demostración de una recuperación económica generalizada e inclusiva. ¡Ah! Y no podemos pasar por alto que el “reportaje” señaló que todas esas flamantes camionetas último modelo llegaron al país “a pesar del bloqueo”. El mismo “bloqueo” que impide traer medicinas. Asumamos por un momento que ambas premisas son certeras (no lo son). ¿Eso no deja acaso muy mal parado el orden de prioridades?

Noten que todos los ejemplos que refiero son en Caracas. Todos, menos el Sambil La Candelaria, en el este de Caracas. La ciudad que está mal, pero mucho mejor que el resto de Venezuela. La ciudad donde se concentra como nunca antes la riqueza nacional. Ni de broma hay documentales o reportajes sobre alguna aldea pemón donde nunca hay gasolina y la única escuela se cae a pedazos. O una localidad en la Sierra de Perijá donde se pasa ocho horas al día o más sin luz. A este paso, los muchachos de Telesur se restringirán a Las Mercedes y al corredor de La Castellana, Altamira y Los Palos Grandes.

Un relajo moral del cual abstenernos

Un relajo moral del cual abstenernos

No podemos pasar por alto que el “reportaje” de Telesur señaló que todas esas flamantes…

Tanto satanizar el “sifrinismo” para luego abrazarlo. No será, claro, la primera vez ni la última. Sobran historias de izquierdistas revolucionarios que una vez en el poder, en lugar de impulsar a sus países hacia la utopía sin clases sociales, se enriquecen hasta más no poder y dejan al resto de la población en la miseria. En su crítica tanto del psicoanálisis como de la ortodoxia marxista, Deleuze y Guattari apuntan a un deseo inconsciente que puede truncar el “interés de clase” preconsciente, lo cual explicaría cómo es que tantas revoluciones terminan creando mamotretos autoritarios, burocráticos y creadores de privilegios para la nomenklatura. Pero lo que en otros casos fue más disimulado, en Venezuela se hace con desparpajo. ¡Viva la revolución! ¡Vivan los sifrinos!

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