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Las dos xenofobias contra venezolanos

La elite gobernante siempre ha sido desdeñosa hacia los migrantes, por la misma razón que los referidos izquierdistas argentinos: son un grito estridente e ineludible del daño que una ideología le hizo a Venezuela

 

@AAAD25

Sin duda, la xenofobia es un fenómeno sobre el que sociólogos y otros científicos sociales han hecho montañas de investigaciones, con mucha razón. Pero no hay que ser muy versado en aquellas disciplinas, o muy avispado en general, para saber que buena parte del fenómeno descansa sobre un factor psicológico sencillo y, pudiera decirse, instintivo. A saber, el miedo al “otro”. Al diferente. Al desconocido, de quien se sabe poco o nada qué esperar. Miedo que a su vez produce ira. Desde luego, no podemos olvidar que una fobia es por definición un miedo exagerado y por lo tanto irracional.

Los dioses del miedo

Los dioses del miedo

La elite gobernante siempre ha sido desdeñosa hacia los migrantes, por la misma razón que…

En nuestros tiempos globalizados, con mayor facilidad para el movimiento de masas que nunca, esas emociones hacen que la inmigración sea un tema tan explosivo. Lo podemos ver hasta en lugares con una reputación de paz y tranquilidad, como Dublín. Si alguien podía pensar que otro gallo cantaría en Latinoamérica, por el tan cacareado mito de una hermandad inquebrantable entre sus repúblicas, estaba muy equivocado, como veremos a continuación.

Pienso, además, que la xenofobia a menudo va de la mano con la aporofobia, la aversión irracional a los pobres. No puede ser casual que, sin importar sus orígenes, casi siempre un inmigrante acaudalado, que se instala con una visa de esas que cuestan una millonada y que de inmediato adquiere un inmueble en la zona más cara de la ciudad más cara del país receptor, llegue entre vítores por parte de la población local, o con indiferencia, en el peor de los casos; mientras que los que arriban con una mano adelante y otra atrás son objeto de desdén, humillación y hasta odio. Portan el estigma de todos los rasgos negativos tradicional y prejuiciosamente asociados con la pobreza material: ignorancia, vulgaridad, inmundicia, pereza y una vocación al crimen. Son lo que Zygmunt Bauman llamó (ojo, con crítica a quienes así piensan) los “babosos extraños”. Además, por ser desposeídos, son una fuente más de gastos en recursos públicos, sin ser siquiera ciudadanos del Estado que los atiende. Puedo imaginar que, en la mente de la persona xenofóbica, estos son los argumentos con los que intenta racionalizar su rechazo visceral y ajustarlo a ética.

¡Qué sino tan terrible, entonces, el de los venezolanos obligados a salir de su país! En Venezuela se volvieron abismalmente pobres, lo que les hizo buscar una vida decente en otras latitudes pero, vaya cruel paradoja, les impone las condiciones para una recepción amarga donde deciden radicarse. Estos compatriotas se han vuelto blanco frecuente de lo que pudiéramos llamar “xenofobia tradicional”. Los nativos los desprecian porque “les afean la ciudad”. Porque son “parásitos de la sociedad y del Estado”. Porque “son delincuentes en potencia o de hecho”. Y así. Algunos de estos prejuicios ni siquiera son exageraciones o generalizaciones prejuiciosas, sino ficciones disparatadas sin siquiera un origen tangible, como el caso de “las venecas robamarido”.

La ridiculez inculta de la endofobia venezolana

La ridiculez inculta de la endofobia venezolana

La elite gobernante siempre ha sido desdeñosa hacia los migrantes, por la misma razón que…

Expresiones de este tipo de xenofobia son, por mucho, las que más hemos visto contra venezolanos. En Colombia, en Chile y, más recientemente, en Perú. Este último caso es sobre todo alarmante y detestable por ser una xenofobia impartida, no por una turba espontánea de energúmenos, sino por las autoridades del Estado, en forma de un ridículo despliegue policial durante un juego de fútbol entre las selecciones nacionales venezolana y peruana. Medida que no se tomó cuando selecciones de otros países fueron a Perú a jugar. Luego tenemos la agresión policial a uno de los jugadores venezolanos. Por último, los comentarios denigrantes sobre mujeres venezolanas en un foro de comentaristas deportivos peruanos en la antesala del partido, recargados además de misoginia intensa (siempre he creído que los espacios que congregan a un montón de tipos, sin ninguna mujer, tienden a convertirse rápido en hervideros del machismo más soez; pero eso será para hablarlo con detalle en otro momento).

Ahora bien, hay otro tipo de xenofobia dirigida a venezolanos mucho más focalizada, a la que por cierto aludí en la última emisión de esta columna. Es una xenofobia arraigada en algunos militantes de izquierda en varios países de la región. Odian a los expatriados venezolanos porque son un símbolo del fracaso del socialismo revolucionario que, hasta hace unos años, fue el ideario oficial del gobierno de Venezuela. Por suerte, esta xenofobia ha estado confinada hasta ahora a las redes sociales y, hasta donde yo sé, no se ha traducido todavía en discriminación física. Pero una cosa puede ser preámbulo de la otra, así que la preocupación es pertinente.

Javier Milei y la arrogancia de la izquierda

Javier Milei y la arrogancia de la izquierda

La elite gobernante siempre ha sido desdeñosa hacia los migrantes, por la misma razón que…

Justo en la misma semana en la que se dio el penoso incidente peruano, vimos por ejemplo a simpatizantes del gobierno saliente argentino destilando ira hacia los inmigrantes venezolanos, a los que usaron como chivo expiatorio para explicar el triunfo electoral de Javier Milei. Bastante idiota y penoso, pero además ingrato. Venezuela fue muy generosa recibiendo a argentinos izquierdistas que tuvieron que abandonar su país para no caer en las garras ensangrentadas de Jorge Rafael Videla y sus cómplices militares.

Hablando de ingratitud migratoria, he visto algunas reacciones a toda esta infamia por parte de paisanos que están algo divorciadas de la realidad. Como que en Venezuela nunca ha habido xenofobia o alguna otra forma de desprecio a los inmigrantes. Eso no es cierto. Si bien Venezuela históricamente fue un país muy de puertas abiertas a la inmigración y en general sin políticas públicas xenofóbicas, algunos inmigrantes fueron percibidos con rechazo explícito por parte de la población nativa. Sobre todo, colombianos, ecuatorianos y peruanos que llegaron en las décadas de 1980 y 1990. No es mentira que a menudo se les caracterizaba como ladrones o personas sucias. ¿Nos vemos ahora en el espejo de lo señalado por Bauman sobre los “babosos extraños”? Claro, la lex talionis sería acá, como en todo, un primitivismo terrible. Nada de lo relatado en el párrafo anterior justifica la xenofobia contemporánea contra venezolanos.

A manera de cierre, algunas consideraciones. En primer lugar, que no todos los colombianos, peruanos, chilenos y argentinos son xenofóbicos. En todos los países hay imbéciles prejuiciosos, pero también personas sensibles al sufrimiento ajeno. En segundo lugar, no debemos reaccionar a las generalizaciones injustas con nuestras propias generalizaciones injustas, denigrando de estos países. Por último, nada de esto estaría ocurriendo si los gobiernos chavistas no hubieran arruinado a Venezuela. Ahora los capitostes del PSUV y compañía se muestran indignados por lo que ocurrió en Perú. Pero todo apesta a impostura. Porque al mismo tiempo, la elite gobernante siempre ha sido desdeñosa hacia los migrantes, por la misma razón que los referidos izquierdistas argentinos: son un grito estridente e ineludible del daño que una ideología le hizo a Venezuela. Es un rencor que nunca se ha ido, como quedó patente con las vejaciones que un grupo de migrantes deportados desde Islandia sufrió tan pronto como aterrizó en Maiquetía (como si no fuera suficiente el impacto de trucar en unas horas el frío polar de Hafnarfjörður por el calor pegajoso de La Guaira).

Denuncian vejaciones a venezolanos que regresaron de Islandia

Denuncian vejaciones a venezolanos que regresaron de Islandia

La elite gobernante siempre ha sido desdeñosa hacia los migrantes, por la misma razón que…

En vista de que una mejora sustancial de la calidad de vida bajo hegemonía chavista es extremadamente improbable, y de que la resultante migración no tiene garantía alguna de ser bien recibida, al final lo mejor que podemos hacer es insistir en el esfuerzo por un cambio político en nuestra propia casa, para que millones no tengan que abandonarla de nuevo contra su voluntad.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

La elite gobernante siempre ha sido desdeñosa hacia los migrantes, por la misma razón que los referidos izquierdistas argentinos: son un grito estridente e ineludible del daño que una ideología le hizo a Venezuela

 

@AAAD25

Sin duda, la xenofobia es un fenómeno sobre el que sociólogos y otros científicos sociales han hecho montañas de investigaciones, con mucha razón. Pero no hay que ser muy versado en aquellas disciplinas, o muy avispado en general, para saber que buena parte del fenómeno descansa sobre un factor psicológico sencillo y, pudiera decirse, instintivo. A saber, el miedo al “otro”. Al diferente. Al desconocido, de quien se sabe poco o nada qué esperar. Miedo que a su vez produce ira. Desde luego, no podemos olvidar que una fobia es por definición un miedo exagerado y por lo tanto irracional.

Los dioses del miedo

Los dioses del miedo

La elite gobernante siempre ha sido desdeñosa hacia los migrantes, por la misma razón que…

En nuestros tiempos globalizados, con mayor facilidad para el movimiento de masas que nunca, esas emociones hacen que la inmigración sea un tema tan explosivo. Lo podemos ver hasta en lugares con una reputación de paz y tranquilidad, como Dublín. Si alguien podía pensar que otro gallo cantaría en Latinoamérica, por el tan cacareado mito de una hermandad inquebrantable entre sus repúblicas, estaba muy equivocado, como veremos a continuación.

Pienso, además, que la xenofobia a menudo va de la mano con la aporofobia, la aversión irracional a los pobres. No puede ser casual que, sin importar sus orígenes, casi siempre un inmigrante acaudalado, que se instala con una visa de esas que cuestan una millonada y que de inmediato adquiere un inmueble en la zona más cara de la ciudad más cara del país receptor, llegue entre vítores por parte de la población local, o con indiferencia, en el peor de los casos; mientras que los que arriban con una mano adelante y otra atrás son objeto de desdén, humillación y hasta odio. Portan el estigma de todos los rasgos negativos tradicional y prejuiciosamente asociados con la pobreza material: ignorancia, vulgaridad, inmundicia, pereza y una vocación al crimen. Son lo que Zygmunt Bauman llamó (ojo, con crítica a quienes así piensan) los “babosos extraños”. Además, por ser desposeídos, son una fuente más de gastos en recursos públicos, sin ser siquiera ciudadanos del Estado que los atiende. Puedo imaginar que, en la mente de la persona xenofóbica, estos son los argumentos con los que intenta racionalizar su rechazo visceral y ajustarlo a ética.

¡Qué sino tan terrible, entonces, el de los venezolanos obligados a salir de su país! En Venezuela se volvieron abismalmente pobres, lo que les hizo buscar una vida decente en otras latitudes pero, vaya cruel paradoja, les impone las condiciones para una recepción amarga donde deciden radicarse. Estos compatriotas se han vuelto blanco frecuente de lo que pudiéramos llamar “xenofobia tradicional”. Los nativos los desprecian porque “les afean la ciudad”. Porque son “parásitos de la sociedad y del Estado”. Porque “son delincuentes en potencia o de hecho”. Y así. Algunos de estos prejuicios ni siquiera son exageraciones o generalizaciones prejuiciosas, sino ficciones disparatadas sin siquiera un origen tangible, como el caso de “las venecas robamarido”.

La ridiculez inculta de la endofobia venezolana

La ridiculez inculta de la endofobia venezolana

La elite gobernante siempre ha sido desdeñosa hacia los migrantes, por la misma razón que…

Expresiones de este tipo de xenofobia son, por mucho, las que más hemos visto contra venezolanos. En Colombia, en Chile y, más recientemente, en Perú. Este último caso es sobre todo alarmante y detestable por ser una xenofobia impartida, no por una turba espontánea de energúmenos, sino por las autoridades del Estado, en forma de un ridículo despliegue policial durante un juego de fútbol entre las selecciones nacionales venezolana y peruana. Medida que no se tomó cuando selecciones de otros países fueron a Perú a jugar. Luego tenemos la agresión policial a uno de los jugadores venezolanos. Por último, los comentarios denigrantes sobre mujeres venezolanas en un foro de comentaristas deportivos peruanos en la antesala del partido, recargados además de misoginia intensa (siempre he creído que los espacios que congregan a un montón de tipos, sin ninguna mujer, tienden a convertirse rápido en hervideros del machismo más soez; pero eso será para hablarlo con detalle en otro momento).

Ahora bien, hay otro tipo de xenofobia dirigida a venezolanos mucho más focalizada, a la que por cierto aludí en la última emisión de esta columna. Es una xenofobia arraigada en algunos militantes de izquierda en varios países de la región. Odian a los expatriados venezolanos porque son un símbolo del fracaso del socialismo revolucionario que, hasta hace unos años, fue el ideario oficial del gobierno de Venezuela. Por suerte, esta xenofobia ha estado confinada hasta ahora a las redes sociales y, hasta donde yo sé, no se ha traducido todavía en discriminación física. Pero una cosa puede ser preámbulo de la otra, así que la preocupación es pertinente.

Javier Milei y la arrogancia de la izquierda

Javier Milei y la arrogancia de la izquierda

La elite gobernante siempre ha sido desdeñosa hacia los migrantes, por la misma razón que…

Justo en la misma semana en la que se dio el penoso incidente peruano, vimos por ejemplo a simpatizantes del gobierno saliente argentino destilando ira hacia los inmigrantes venezolanos, a los que usaron como chivo expiatorio para explicar el triunfo electoral de Javier Milei. Bastante idiota y penoso, pero además ingrato. Venezuela fue muy generosa recibiendo a argentinos izquierdistas que tuvieron que abandonar su país para no caer en las garras ensangrentadas de Jorge Rafael Videla y sus cómplices militares.

Hablando de ingratitud migratoria, he visto algunas reacciones a toda esta infamia por parte de paisanos que están algo divorciadas de la realidad. Como que en Venezuela nunca ha habido xenofobia o alguna otra forma de desprecio a los inmigrantes. Eso no es cierto. Si bien Venezuela históricamente fue un país muy de puertas abiertas a la inmigración y en general sin políticas públicas xenofóbicas, algunos inmigrantes fueron percibidos con rechazo explícito por parte de la población nativa. Sobre todo, colombianos, ecuatorianos y peruanos que llegaron en las décadas de 1980 y 1990. No es mentira que a menudo se les caracterizaba como ladrones o personas sucias. ¿Nos vemos ahora en el espejo de lo señalado por Bauman sobre los “babosos extraños”? Claro, la lex talionis sería acá, como en todo, un primitivismo terrible. Nada de lo relatado en el párrafo anterior justifica la xenofobia contemporánea contra venezolanos.

A manera de cierre, algunas consideraciones. En primer lugar, que no todos los colombianos, peruanos, chilenos y argentinos son xenofóbicos. En todos los países hay imbéciles prejuiciosos, pero también personas sensibles al sufrimiento ajeno. En segundo lugar, no debemos reaccionar a las generalizaciones injustas con nuestras propias generalizaciones injustas, denigrando de estos países. Por último, nada de esto estaría ocurriendo si los gobiernos chavistas no hubieran arruinado a Venezuela. Ahora los capitostes del PSUV y compañía se muestran indignados por lo que ocurrió en Perú. Pero todo apesta a impostura. Porque al mismo tiempo, la elite gobernante siempre ha sido desdeñosa hacia los migrantes, por la misma razón que los referidos izquierdistas argentinos: son un grito estridente e ineludible del daño que una ideología le hizo a Venezuela. Es un rencor que nunca se ha ido, como quedó patente con las vejaciones que un grupo de migrantes deportados desde Islandia sufrió tan pronto como aterrizó en Maiquetía (como si no fuera suficiente el impacto de trucar en unas horas el frío polar de Hafnarfjörður por el calor pegajoso de La Guaira).

Denuncian vejaciones a venezolanos que regresaron de Islandia

Denuncian vejaciones a venezolanos que regresaron de Islandia

La elite gobernante siempre ha sido desdeñosa hacia los migrantes, por la misma razón que…

En vista de que una mejora sustancial de la calidad de vida bajo hegemonía chavista es extremadamente improbable, y de que la resultante migración no tiene garantía alguna de ser bien recibida, al final lo mejor que podemos hacer es insistir en el esfuerzo por un cambio político en nuestra propia casa, para que millones no tengan que abandonarla de nuevo contra su voluntad.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

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La elite gobernante siempre ha sido desdeñosa hacia los migrantes, por la misma razón que los referidos izquierdistas argentinos: son un grito estridente e ineludible del daño que una ideología le hizo a Venezuela

 

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Sin duda, la xenofobia es un fenómeno sobre el que sociólogos y otros científicos sociales han hecho montañas de investigaciones, con mucha razón. Pero no hay que ser muy versado en aquellas disciplinas, o muy avispado en general, para saber que buena parte del fenómeno descansa sobre un factor psicológico sencillo y, pudiera decirse, instintivo. A saber, el miedo al “otro”. Al diferente. Al desconocido, de quien se sabe poco o nada qué esperar. Miedo que a su vez produce ira. Desde luego, no podemos olvidar que una fobia es por definición un miedo exagerado y por lo tanto irracional.

Los dioses del miedo

Los dioses del miedo

La elite gobernante siempre ha sido desdeñosa hacia los migrantes, por la misma razón que…

En nuestros tiempos globalizados, con mayor facilidad para el movimiento de masas que nunca, esas emociones hacen que la inmigración sea un tema tan explosivo. Lo podemos ver hasta en lugares con una reputación de paz y tranquilidad, como Dublín. Si alguien podía pensar que otro gallo cantaría en Latinoamérica, por el tan cacareado mito de una hermandad inquebrantable entre sus repúblicas, estaba muy equivocado, como veremos a continuación.

Pienso, además, que la xenofobia a menudo va de la mano con la aporofobia, la aversión irracional a los pobres. No puede ser casual que, sin importar sus orígenes, casi siempre un inmigrante acaudalado, que se instala con una visa de esas que cuestan una millonada y que de inmediato adquiere un inmueble en la zona más cara de la ciudad más cara del país receptor, llegue entre vítores por parte de la población local, o con indiferencia, en el peor de los casos; mientras que los que arriban con una mano adelante y otra atrás son objeto de desdén, humillación y hasta odio. Portan el estigma de todos los rasgos negativos tradicional y prejuiciosamente asociados con la pobreza material: ignorancia, vulgaridad, inmundicia, pereza y una vocación al crimen. Son lo que Zygmunt Bauman llamó (ojo, con crítica a quienes así piensan) los “babosos extraños”. Además, por ser desposeídos, son una fuente más de gastos en recursos públicos, sin ser siquiera ciudadanos del Estado que los atiende. Puedo imaginar que, en la mente de la persona xenofóbica, estos son los argumentos con los que intenta racionalizar su rechazo visceral y ajustarlo a ética.

¡Qué sino tan terrible, entonces, el de los venezolanos obligados a salir de su país! En Venezuela se volvieron abismalmente pobres, lo que les hizo buscar una vida decente en otras latitudes pero, vaya cruel paradoja, les impone las condiciones para una recepción amarga donde deciden radicarse. Estos compatriotas se han vuelto blanco frecuente de lo que pudiéramos llamar “xenofobia tradicional”. Los nativos los desprecian porque “les afean la ciudad”. Porque son “parásitos de la sociedad y del Estado”. Porque “son delincuentes en potencia o de hecho”. Y así. Algunos de estos prejuicios ni siquiera son exageraciones o generalizaciones prejuiciosas, sino ficciones disparatadas sin siquiera un origen tangible, como el caso de “las venecas robamarido”.

La ridiculez inculta de la endofobia venezolana

La ridiculez inculta de la endofobia venezolana

La elite gobernante siempre ha sido desdeñosa hacia los migrantes, por la misma razón que…

Expresiones de este tipo de xenofobia son, por mucho, las que más hemos visto contra venezolanos. En Colombia, en Chile y, más recientemente, en Perú. Este último caso es sobre todo alarmante y detestable por ser una xenofobia impartida, no por una turba espontánea de energúmenos, sino por las autoridades del Estado, en forma de un ridículo despliegue policial durante un juego de fútbol entre las selecciones nacionales venezolana y peruana. Medida que no se tomó cuando selecciones de otros países fueron a Perú a jugar. Luego tenemos la agresión policial a uno de los jugadores venezolanos. Por último, los comentarios denigrantes sobre mujeres venezolanas en un foro de comentaristas deportivos peruanos en la antesala del partido, recargados además de misoginia intensa (siempre he creído que los espacios que congregan a un montón de tipos, sin ninguna mujer, tienden a convertirse rápido en hervideros del machismo más soez; pero eso será para hablarlo con detalle en otro momento).

Ahora bien, hay otro tipo de xenofobia dirigida a venezolanos mucho más focalizada, a la que por cierto aludí en la última emisión de esta columna. Es una xenofobia arraigada en algunos militantes de izquierda en varios países de la región. Odian a los expatriados venezolanos porque son un símbolo del fracaso del socialismo revolucionario que, hasta hace unos años, fue el ideario oficial del gobierno de Venezuela. Por suerte, esta xenofobia ha estado confinada hasta ahora a las redes sociales y, hasta donde yo sé, no se ha traducido todavía en discriminación física. Pero una cosa puede ser preámbulo de la otra, así que la preocupación es pertinente.

Javier Milei y la arrogancia de la izquierda

Javier Milei y la arrogancia de la izquierda

La elite gobernante siempre ha sido desdeñosa hacia los migrantes, por la misma razón que…

Justo en la misma semana en la que se dio el penoso incidente peruano, vimos por ejemplo a simpatizantes del gobierno saliente argentino destilando ira hacia los inmigrantes venezolanos, a los que usaron como chivo expiatorio para explicar el triunfo electoral de Javier Milei. Bastante idiota y penoso, pero además ingrato. Venezuela fue muy generosa recibiendo a argentinos izquierdistas que tuvieron que abandonar su país para no caer en las garras ensangrentadas de Jorge Rafael Videla y sus cómplices militares.

Hablando de ingratitud migratoria, he visto algunas reacciones a toda esta infamia por parte de paisanos que están algo divorciadas de la realidad. Como que en Venezuela nunca ha habido xenofobia o alguna otra forma de desprecio a los inmigrantes. Eso no es cierto. Si bien Venezuela históricamente fue un país muy de puertas abiertas a la inmigración y en general sin políticas públicas xenofóbicas, algunos inmigrantes fueron percibidos con rechazo explícito por parte de la población nativa. Sobre todo, colombianos, ecuatorianos y peruanos que llegaron en las décadas de 1980 y 1990. No es mentira que a menudo se les caracterizaba como ladrones o personas sucias. ¿Nos vemos ahora en el espejo de lo señalado por Bauman sobre los “babosos extraños”? Claro, la lex talionis sería acá, como en todo, un primitivismo terrible. Nada de lo relatado en el párrafo anterior justifica la xenofobia contemporánea contra venezolanos.

A manera de cierre, algunas consideraciones. En primer lugar, que no todos los colombianos, peruanos, chilenos y argentinos son xenofóbicos. En todos los países hay imbéciles prejuiciosos, pero también personas sensibles al sufrimiento ajeno. En segundo lugar, no debemos reaccionar a las generalizaciones injustas con nuestras propias generalizaciones injustas, denigrando de estos países. Por último, nada de esto estaría ocurriendo si los gobiernos chavistas no hubieran arruinado a Venezuela. Ahora los capitostes del PSUV y compañía se muestran indignados por lo que ocurrió en Perú. Pero todo apesta a impostura. Porque al mismo tiempo, la elite gobernante siempre ha sido desdeñosa hacia los migrantes, por la misma razón que los referidos izquierdistas argentinos: son un grito estridente e ineludible del daño que una ideología le hizo a Venezuela. Es un rencor que nunca se ha ido, como quedó patente con las vejaciones que un grupo de migrantes deportados desde Islandia sufrió tan pronto como aterrizó en Maiquetía (como si no fuera suficiente el impacto de trucar en unas horas el frío polar de Hafnarfjörður por el calor pegajoso de La Guaira).

Denuncian vejaciones a venezolanos que regresaron de Islandia

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La elite gobernante siempre ha sido desdeñosa hacia los migrantes, por la misma razón que…

En vista de que una mejora sustancial de la calidad de vida bajo hegemonía chavista es extremadamente improbable, y de que la resultante migración no tiene garantía alguna de ser bien recibida, al final lo mejor que podemos hacer es insistir en el esfuerzo por un cambio político en nuestra propia casa, para que millones no tengan que abandonarla de nuevo contra su voluntad.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

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