Un maquiavelismo acartonado e incoherente
¿Estos señores no son los que solo creen en el poder del voto y no en la “antipolítica”? Ah, pero cuando de extender el derecho a ese mismo voto a millones de compatriotas se trata, ¡qué flojera les da!
Por decepcionadas con la política que estén las masas, siempre quedan espacios marginales para que el tema emerja. Sin emoción, como para pasar unos minutos. Pero surge. Me ha pasado en las últimas reuniones sociales que he tenido. El tema específico es el de las elecciones presidenciales programadas para 2024 y las primarias de la oposición. Sin que las diferentes respuestas acaloren la tertulia, porque a todos los participantes les da más o menos lo mismo, las preguntas suelen ser “¿Y tú vas a votar? ¿Por quién?”. Queda de esa manera confirmado que el proceso comicial es, guste o no, el fenómeno dominante en la política venezolana hoy y en los meses por venir. Por mi parte no sé si sufragaré. Dependerá de que al menos alguien satisfaga mi, llamémosla así, monserga sobre la necesidad de una estrategia electoral para un contexto autoritario.
Estrategia mata dilema
¿Estos señores no son los que solo creen en el poder del voto y no…
Pero más allá de mis reservas como ciudadano, me veo obligado a observar estas primarias, así como la elección general, por razones profesionales. Con el anuncio de una fecha para la selección del candidato opositor unitario en las urnas, el asunto cobró mayor relevancia. Ahora sí, los partidos tienen una carrera específica contra el reloj para persuadir a la gente de que sus respectivos “gallos” (o en el caso de las damas, sin ninguna alusión a cobardía, sus “gallinas”) son los mejor dotados para retar al chavismo el año que viene. También, ahora, se discute con mayor urgencia sobre la logística. Y como suele ocurrir ya con la política venezolana, aun dentro de una oposición que debería estar cohesionada, el debate es visceral.
Una de las cuestiones que más alborota avisperos es el de la participación de los venezolanos en el extranjero. Desde un principio preví que habría desavenencias técnicas sobre la mejor forma de garantizar la posibilidad de que la diáspora pueda votar. Lo que, en mi ingenuidad, no imaginé que ocurriría es que personas que se identifican como opositoras al régimen proclamaran que ni siquiera se debía intentarlo.
Incorporar y actualizar a millones de venezolanos en el registro electoral: un desafío impostergable
¿Estos señores no son los que solo creen en el poder del voto y no…
Pero sí, está ocurriendo. Como detesto el término “influencer”, no me queda más remedio que hablar de “comentaristas” de la política. De esos que tratan de mover la opinión pública hacia un lado o hacia el otro, principalmente en redes sociales. En fin, varios de estos comentaristas, tan pronto como las primarias pasaron a ocupar plenamente la palestra, se volcaron a razonar por qué no valía la pena hacer un esfuerzo para que nuestros émigrés puedan expresar su voluntad.
El argumento principal es que se les estaría defraudando al permitir su participación en las primarias, sin asegurar que luego puedan votar en la elección general, ya que esta última será ejecutada por entes afines al chavismo, a los que no les interesa incluir un voto que con toda seguridad será totalmente adverso a Nicolás Maduro y compañía.
Pero, un momento. ¿No están reconociendo entonces que en Venezuela hay un régimen autoritario que vició de forma grotesca el sistema electoral para que el chavismo no pierda el poder por esa vía? Sí, efectivamente, lo cual no sería problemático si no fuera porque choca directamente con el “Si votamos, ganamos”. Y da la casualidad que los comentaristas que más insisten en ese mantra mendaz, en cualquiera de sus formas, son los mismos que ahora reconocen que hay obstáculos al voto tan difíciles, que ni siquiera hay que tratar de superarlos.
¿Se entiende o no se entiende que no basta con votar, aunque el voto contra el chavismo sea aplastante, y que por ello se necesita una estrategia que haga el voto opositor valer de cara a un muy probable desconocimiento? Resulta que el realismo de estos pretendidos aprendices de Maquiavelo, autoproclamados cultores de la política con “p” mayúscula e iconoclastas de las fantasías maximalistas, no solamente es acartonado, sino descaradamente selectivo e incoherente.
El episodio también expone la hipocresía del correlato moral de esta narrativa pseudo realpolitik. ¿O es que acaso estos señores no son los que se pavonean haciendo gala de sus credenciales de demócratas cabales, que solo creen en el poder del voto y no en la “antipolítica”? Ah, pero cuando de extender el derecho a ese mismo voto a millones de compatriotas se trata, ¡qué flojera les da!
Los demócratas de cartón
¿Estos señores no son los que solo creen en el poder del voto y no…
El pretexto de que no se debería ilusionar a la diáspora con promesas de participación en las primarias y en la elección definitiva es inverosímil. Sin dejar de ser realista, se puede perfectamente manifestar que se hará todo lo que esté al alcance de la mano para que los emigrados puedan votar, sin prometer un desenlace positivo. Pero si de entrada el plan es no intentarlo, pues vaya apología de la mediocridad. Vaya gesto de debilidad en una oposición que debería fortalecerse todo lo que pueda para asumir el reto de unas elecciones no democráticas.
Ahora bien, aquí pensando en las casualidades ya mencionadas, ¿no será que las motivaciones para negar la participación de la diáspora son otras? Hay una creencia, por demás sin fundamento estadístico, de que los venezolanos en el extranjero son “radicales”, al no sentirse intimidados por el poder represor del chavismo y, en muchos casos, cargar un profundo (y comprensible) rencor hacia quienes les arruinaron sus vidas en Venezuela. De manera que estos conciudadanos pudieran colaborar con la selección de un candidato igualmente “radical”. Y por “radical” aquí me refiero a alguien que no solo llame a votar, sino que se comprometa a tener una estrategia para defender el voto de ser necesario. Exactamente lo que los fetichistas electorales rechazan por “maximalista y antipolítico”.
No es un deber de la diáspora votar. No lo es de nadie, mientras los planes comiciales de la dirigencia opositora no tengan cláusulas acordes al contexto autoritario. Eso no significa que no se les deba dar la oportunidad a todos los venezolanos, dentro y fuera del país. Hacerlo, de hecho, indica voluntad de hacer las cosas como se debe, desafiando a un statu quo arbitrario y excluyente. Creo que lo contrario no solo tendrá las consecuencias indeseables a las que ya aludí, sino que también profundizará la desconexión entre los venezolanos en el país y fuera de él, así como los resquemores que a veces surgen entre ambas comunidades. Aunque en distintas latitudes, somos la misma gente. ¿Por qué unos vamos a tener más derechos que otros?
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