El peculiar laissez-faire chavista - Runrun
Alejandro Armas Feb 17, 2023 | Actualizado hace 2 meses
El peculiar laissez-faire chavista
Esto no es, por supuesto, el capitalismo liberal que defendería un Adam Smith o un Ludwig von Mises. Es un capitalismo iliberal, oligárquico y depredador. Un peculiar laissez-faire chavista

 

@AAAD25

Mi primer trabajo como periodista profesional coincidió con los peores años de la crisis económica venezolana (hasta ahora). De paso, tenía que cubrir la fuente de economía. Se podrán imaginar cuál era el balance entre buenas y malas noticias. Por aquellos días, sentía especial aprensión cuando se aproximaban aquellas fechas devenidas en efemérides en el calendario litúrgico chavista. Jornadas como el aniversario del Caracazo o del golpe fracasado de Hugo Chávez.

Eran esas las jornadas en las que Nicolás Maduro, rodeado de acólitos, militantes convencidos y trabajadores públicos obligados a marchar, era más proclive a anunciar, con toda pompa, medidas económicas que siempre terminaban haciendo mayor daño.

Como poseída por el fantasma que según Marx recorría Europa a mediados del siglo XIX, la verborrea gubernamental vomitaba pestes y culebras contra empresarios privados, acusándolos de sostener una “guerra económica” capitalista que era la verdadera responsable de las penurias de las masas. Para combatirlos la receta era siempre la misma. Aumento del gasto público y de la base monetaria con incrementos del sueldo mínimo, bonos y demás pagos que la inflación hacía polvo en cuestión de días. Refuerzo de tuercas al control de precios y orden a la Sundde para que recorra comercios e imponga la regulación, aunque implique la ruina de los negocios y se recrudezca la escasez. Etcétera.

Todo eso se terminó, a partir de 2019, con la perestroika bananera. Como resultado de la relajación relativa de controles, sobre todo de los más onerosos, el producto interno bruto tuvo un rebote desde el foso, el aumento de precios dejó de ser técnicamente hiperinflación y los anaqueles volvieron a estar repletos. Entre eso, la despolitización de las masas y el fracaso de la estrategia antisistema de la dirigencia opositora, la elite chavista dejó atrás sus problemas más apremiantes.

Pero en la segunda mitad del año pasado, el motor del nuevo orden económico empezó a pasar aceite en un aspecto clave: la represión de la inflación. La renovada pulverización del poder adquisitivo a su vez motivó protestas por parte de docentes públicos y otros trabajadores del Estado, ya que uno de los engranajes de la perestroika bananera fue restringir el gasto público, sepultando la política de aumentos salariales decretados varias veces al año. De esa forma, los sueldos de estos funcionarios, en bolívares, se quedaron estancados de cara a una inflación desbocada y que baila al son del tipo de cambio.

En otras palabras, se creó un ambiente idóneo para que el gobierno diera marcha atrás a las reformas y volviera al dogma cuasi estalinista, con el pretexto de que necesita hacer algo por los más necesitados. Efectivamente, a finales del año pasado hubo algunos indicios de que tal cosa estaba ocurriendo, como el anuncio vago de otro control de precios. Pero ya han pasado varios meses y el statu quo se mantiene.

La regulación al parecer se quedó en pura retórica. Aunque diciembre, con el deseo masivo de compras navideñas, es un período especialmente apto para que suceda, no se reanudaron las rebajas forzosas de la Sundde. Además, se mantuvo en general la nueva relación relativamente armónica entre el gobierno y la empresa privada, sin señalamientos ni acusaciones del primero a la segunda.

No debe sorprendernos entonces que, luego de un diciembre tan rudo para el bolsillo, 2023 arrancara con más manifestaciones de trabajadores públicos. Pero mientras que antes la elite gobernante reaccionaba al descontento simulando empatía hacia la población empobrecida y prometiendo que tomaría cartas en el asunto, ahora responde con algo que está entre la indiferencia, el fastidio y el desprecio. Ignora las protestas o, en el caso de Caracas, recurre a la intimidación mediante organismos policiales y parapoliciales (los mal llamados “colectivos”) para que las manifestaciones no lleguen a aquellas zonas del centro de la ciudad donde están proscritas de facto. En su propaganda pinta a los manifestantes como agitadores maliciosos que omiten que, “por culpa del bloqueo”, no se puede darles lo que exigen. Amenaza con reemplazar a los docentes con militantes juveniles del PSUV.

Y, como ya dije, no se lanzan las intervenciones catastróficas de antaño. Pero eso no quiere decir que el gobierno esté haciendo las cosas bien económicamente. Para nada. Porque la situación económica sí es grave y sí amerita una intervención, pero en sentido opuesto al socialismo chavista. Se deberían profundizar las reformas y la liberalización de la economía. Reducir la voracidad fiscal que hace de los pequeños negocios “contribuyentes especiales”. Dejar que siga avanzando el dólar con la derogación de medidas absurdas como el Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras. Y así.

Ah, pero claro, todo eso supondría una pérdida de control y de ingresos para la elite gobernante. En mi opinión eso es lo que obstaculiza las medidas que pudieran prolongar la hasta ahora muy limitada recuperación económica (aunque, ojo, nada sería mejor en ese sentido que la restauración de la democracia y del Estado de derecho). El gobierno luce conforme con correr la arruga todo lo que pueda, con bagatelas como la inyección de dólares al mercado cambiario oficial que apunten a represar el tipo de cambio (esta semana hubo una) o la licencia a los bancos para que presten 30 % de sus depósitos en dólares, pero con ese mismo crédito en bolívares. En términos prácticos, reitero, interviene poco o nada y deja que las cosas fluyan tal como están. Un muy peculiar laissez-faire.

No es, por supuesto, el capitalismo liberal que defendería un Adam Smith o un Ludwig von Mises. Es, como he dicho en otras ocasiones, un capitalismo iliberal, oligárquico y depredador. Una especie de estado de la naturaleza hobbesiano, o de darwinismo social spenceriano, aplicado al mundo de los negocios. La ley del más fuerte. Y el más fuerte, por supuesto, es el que se conecta bien con la elite gobernante. También es un sistema atrozmente insensible a la miseria y el sufrimiento de las masas empobrecidas. En realidad, este gobierno siempre lo fue. Pero antes lo disimulaba.

Recapitulando, pudiéramos estar incluso peor que lo que ya estamos, si se retomara el control de precios y demás. Ya no me alarmo cuando viene una efeméride chavista. Los discursos que Maduro da entonces, si es que hace acto de presencia, son anodinos. Pero no estamos nada bien. La economía venezolana, aunque beneficie a unos pocos, seguirá siendo mediocre en términos de crecimiento y prosperidad generalizados. Así será mientras la política venezolana no experimente un gran cambio.

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