Por la derecha
Será la derecha, al estilo francés de Macron, la que se imponga. Incluso, tal vez, en Venezuela
Vivimos en un mundo que se va haciendo, cada día más, de derecha con un nuevo estilo. No la extrema de Le Pen con exageraciones antihistóricas, marcada por la revelada ayuda de Putin. Es la moderna, razonable, sensata. Nada de extremos del nacional socialismo ni excesivas pedanterías o fierezas.
Una derecha que se presenta con rasgos de juventud, capacidad y talento, como testimonia el presidente francés Emmanuel Macron. También la prudencia confiable y lógica del gallego Alberto Núñez Feijóo que, junto con la intuición y perspicaz instinto de Isabel Díaz Ayuso, avanza con firmeza, sin desproporciones ni exuberancias, al relevo del utilitario populismo oportunista e ignorante; habitual en errores del socialismo que ha desbaratado Pedro Sánchez en España.
Los pueblos, avanzan o retroceden. En diversos países suele llamarse “giro a la izquierda” o “a la derecha”, y se habla que va de una forma u otra sobre la base, más de las veces falsa e injusta, de que cada país tiene el Gobierno que se merece. ¿Merecen los cubanos la esclavitud castrista? ¿Los rusos la brutalidad de aquellos años de gulags, cárceles y aherrojamiento bajo Stalin? ¿Venezuela la destrucción, distorsión ideológica, dictadura e incompetencia, disimulada como bolivarianismo patriótico?
La crisis del chavismo
Será la derecha, al estilo francés de Macron, la que se imponga. Incluso, tal vez,…
En Latinoamérica, territorio de izquierdas y región del Foro de Sao Paulo, el mozo púber, adolescente e inexperto Gabriel Boric no ha llegado al primer trimestre de Gobierno para empezar a desplomarse, incapaz de reorientar lo que lleva años solidificándose. Ese Chile heredero de la concertación, cuyo error fue crecer dejando fallos sociales, sorprendiendo a un empresario exitoso, y presidente por segunda vez, que creyó todo estaba automáticamente solucionado.
El exótico Pedro Castillo manda, pero no gobierna. Su curioso enorme sombrero no parece dejarlo pensar ni ver con claridad. Perú, ávido de cambios y seriedad tras llevar a juicio a cuatro presidentes, supuso que el maestro rural significaría una nueva etapa, lo cual no ha sido. Mientras, su adversaria electoral tenía rechazo y generaba más temores que simpatías, pues también ella tenía problemas con la justicia. De enormes posibilidades, Castillo necesita un sólido programa, con adecuado manejo político entre el oficialismo y la oposición adueñada del Congreso. Pero está atenazado entre los dos contrarios. Se necesitaría el talento de Betancourt en los 70 venezolanos, pero quien quizá hubiera tenido esa escuela, Alan García, se suicidó cuando sintió la amenaza.
Paraguay y Uruguay se mantienen a la expectativa, con pequeñas sabidurías en acción; mientras Argentina vuelve a ser el país de sueños, tangos, encrucijadas y coyunturas con infames regentes. Hoy sumida en crisis económica sin sentido y un régimen compartido entre un sin iniciativas, y una con demasiado empuje y deudas con la justicia.
México y su drama perpetuo, demasiado cerca de los Estados Unidos, empeñado en diferenciarse, liderado por un demente senil, que habla mucho y no hace nada; potencia por tamaño y petróleo con escasa influencia al norte y sur, reducido a un camino de coyotes y tránsito por migrantes que buscan el sueño americano.
En Brasil la selva apabulla, forzando contra el mar a un pueblo con entusiasmo de vivir. Una nación que se debate entre la medianía de la derecha, que combina éxitos y fracasos, y el temor de un dirigente sindical derivado en político que aspira al poder basándose en lo que fue. Un tipo que habla de pendejadas sin saber de eventos remotos. Es difícil predecir qué pasará; pero las dos salidas, la derecha bolsonárica y la izquierda ladrona populista lúlica, son bastantes parecidas en la mediocridad.
En Centroamérica, el silencio generalizado aturde. Desconcierto de un presidente con una derecha irreverente y saltimbanqui. Desproporciones aberrantes de una tiranía, vergüenza regional, al estilo de la que dominicanos superaron. Cuba estancada, sin la mente perversa de Fidel ni la firmeza sin brillo del marchito Raúl, a la deriva y sin la idoneidad instintiva de un líder.
Colombia, sobria, con empeño de liderazgo, permite que su derecha apacible, reflexiva y juiciosa sea carcomida por una izquierda comunista, delincuencial y populista. Versión culta del chavismo venezolano.
Las víctimas del comunismo se cuentan por millones. Para honrarlas, hay que recordarles a los ciudadanos la destrucción que ha causado, incluido los muertos que superan los 100 millones. Hay que decir la verdad sobre la peste comunista. El silencio es cómplice.
Un fantasma que no descansa
Será la derecha, al estilo francés de Macron, la que se imponga. Incluso, tal vez,…
La derecha del bienestar y calidad de vida se impone en Europa, rebosante de experiencia, pero cansada. Continente de industrias sin petróleo, ciudadanos que cumplen sus responsabilidades y no quieren guerra.
La derecha sensata se ha ido aplicando en países de éxito no como doctrina, sino como forma de ser. Por comunista que afirme ser el dictador de China, no gobierna como tal; ni los chinos desean regresar a tiempos de Mao. Es una derecha que utiliza la política −el poder− para impulsar su economía. Y en eso, aunque estornuden, son exitosos. Y será la derecha bien entendida, de principios éticos y buenas costumbres la que terminará con la estupidez putinesca. La guerra es demasiado costosa para sostenerla.
En el mundo de hoy, incluyendo dirigentes débiles como el alemán Olaf Scholz y animadores de fiestas como el británico despeinado, será la derecha, al estilo francés, la que se imponga. Incluso, tal vez, en Venezuela.
Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es