Carujo, Millan Astray y la Universidad - Runrun
Carujo, Millan Astray y la Universidad
Esta agresión del régimen a la Universidad no es un hecho aislado. Se inscribe en su estrategia de aniquilación de la academia venezolana

 

@juliocasagar

Millán Astray, el hombre que se llevaba la mano a la pistola cuando escuchaba la palabra cultura y que interrumpió un discurso rectoral al grito de “Muera la inteligencia, viva la muerte” y Carujo, pidiendo la renuncia a Vargas, alegando que “el mundo es de los valientes”, se enfrentaron a dos respuestas igualmente icónicas: Unamuno, diciéndole al general “vencerán, pero no convencerán” y la del sabio, respondiendo, “el mundo es del hombre justo”.

Ambos diálogos han sido presentados y se han constituido en un tópico que refleja la tradicional y ancestral lucha de la civilización contra la barbarie.

Esta lucha es tan vieja como la especie humana misma. Es la lucha por el cambio y el progreso contra el statu quo. Estas luchas, que siempre tienen como motor la mejora de las condiciones materiales y espirituales de los pueblos, no comienzan normalmente con el enfrentamiento brutal de las posiciones antagónicas.

Como hemos comentado en notas anteriores, una clase política hegemónica o dominante no se hace de la noche a la mañana. Los momentos explosivos (los que registra la historia como fiestas patrias) son los días en que los vencedores lograron su objetivo político. Las fechas suelen ser caprichosas o arbitrarias y coinciden con el culmen de alguna gran movilización o con los intereses de los vencedores. De ello son ejemplos la Toma de la Bastilla y la del Palacio de Invierno. (Venezuela, por cierto, es uno de los pocos países en las que una derrota militar, la del 4F, se celebra como una victoria.)

A decir verdad, las grandes transformaciones, las que implican un cambio de régimen son, en la práctica, el resultado de un largo periodo de acumulación de fuerzas de quienes se proponen el cambio.

En ocasiones lo logran solos, en ocasiones en alianzas con otros sectores. Por lo general, primero ponen en jaque a las alianzas dominantes y cuando acumulan la suficiente fuerza, proceden al jaque mate.

En ese proceso, es muy importante (quizás ese sea uno de los grandes aportes de Antonio Gramsci a la teoría política) tener el control de un campo de batalla particular que es el cultural. No el cultural referido a las bellas artes (que también) sino el cultural referido a los modos de pensar, interactuar, percibir y relacionarnos entre todos.

En esta batalla, como en todas, debilitar la vanguardia del adversario y destruir su columna vertebral es clave. Esa es la razón por la cual, en Venezuela, desde que Chávez llegó al poder (lo cual ha continuado Maduro) se propuso emprender una cruzada para debilitar la Universidad. Institución en la que nunca pudo hacer crecer su oferta política.

Es cierto que muchos sectores de la clase media venezolana y profesional, cayendo en la trampa de la antipolítica, votaron por Chávez. Pero las universidades, como instituciones, nunca pudieron ser controladas. Ni siquiera en el movimiento estudiantil pudieron construir una fuerza homogénea y ganadora.

La agresión a la que hoy vemos sometidas a las universidades, la ruina de sus campus y plantas físicas y, en particular, el carro de guerra desplegado contra las condiciones de vida y de trabajo de profesores y estudiantes no es ni casual, ni el resultado de torpezas administrativas o crisis financieras. Es, como hemos dicho, un plan de desmantelamiento de la vanguardia intelectual del país.

El caso de los profesores y trabajadores universitarios es patente. Contra ellos se ha puesto en marcha (desde hace años) un plan de humillación y exterminio. Hace caer en un ingreso que rondaba los dos mil quinientos o tres mil dólares por mes, hasta menos de 30 dólares (aumentados a menos de 300 hace apenas unos días) es un plan deliberado para hacerlos desaparecer.

Hace 20 años, una familia de profesores universitarios no solamente podía vivir decorosamente con su salario, sino que, con la ayuda de sus cajas de ahorros, podían garantizar planes de salud y acceso a viviendas y recreación a los niveles de cualquier país latinoamericano.

Por poner un solo ejemplo: este mes hemos sido notificados de que las primas de seguro básicas (aquellas que solo cubren 4000 dólares en siniestros) tendrán una prima de más de 1200 dólares al año.

Estamos casi seguros de que, a partir del mes de junio, más del 95 % de los profesores quedaremos sin cobertura de salud. Sencillamente los números de las familias no cuadran.

Es cierto que, frente a esta situación, hay sectores e individualidades que se plantean planes alternativos para hacer frente a esta tragedia anunciada. Eso está bien y es plausible. Sin embargo, es necesario comprender que esta agresión del régimen no es un hecho aislado y que se inscribe en su estrategia de aniquilación de la academia venezolana y los líderes que pueden generar pensamientos alternativos.

Nuestro caso es parecido al de un preso de conciencia inocente. Su lucha no es para que le mejoren sus condiciones de reclusión, sino para que le den la libertad, injustamente arrebatada.

Esta semana, hemos regresado algunos a las aulas y a las clases presenciales. Se trata de una buena noticia. Quizás sea el momento para que autoridades, gremios, profesores y estudiantes se replanteen la reorganización, para luchar contra estos siniestros planes.

Esa debería ser la verdadera preocupación y el verdadero contenido del debate. Es algo más trascendente o importante que la pintura de los autobuses o el gasoil para sus tanques.

Es una lucha por la supervivencia de la vanguardia productora de las ideas y de quienes pueden encabezar la batalla cultural por el rescate de la democracia en Venezuela.

En Venezuela esto es particularmente importante, desde el 19 de abril de 1810, pasando por las generaciones del 28, la del 58, la del 68 y la del 2008, la academia universitaria ha jugado tradicionalmente un rol de vanguardia.

A la democracia venezolana le interesa mucho que no nos derroten. Que Millán Astray y Carujo no se salgan con la suya.

Todos deberíamos estar pensando en cómo evitarlo.

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