#CrónicasDeMilitares | Una guerra que se vuelve interminable y cada vez más oscura - Runrun
#CrónicasDeMilitares | Una guerra que se vuelve interminable y cada vez más oscura

Imagen: obra (sin título) del artista surrealista polaco Zdzisław Beksiński

Las diferencias entre muchos oficiales producen múltiples enfrentamientos durante el gobierno de Juan Crisóstomo Falcón, que impiden el establecimiento de la paz

 

@eliaspino

Pese a que los federales alcanzan el triunfo y su líder, el mariscal Juan Crisóstomo Falcón, gobierna desde Caracas o desde sus domicilios de Coro, las diferencias entre muchos oficiales producen múltiples enfrentamientos que impiden el establecimiento de la paz. Según una celebre misiva del jefe del Estado, remitida a uno de sus biógrafos y pariente de confianza, el general Jacinto Regino Pachano, la culpa de la prolongación de las hostilidades debía achacarse a muchos de sus oficiales sedientos de poder.

Escribe Falcón entonces a Pachano:

Que no hacen (los oficiales federales) sino aniquilar en absoluto las escasas reliquias de la propiedad, sembrar la desmoralización y la barbarie, y consumar la ruina de la patria para devorarse después unos a otros sobre sus escombros ensangrentados”.

Es un comentario sobre la anarquía generalizada, pero especialmente sobre la ausencia de autoridad. A esa carencia se refiere una detallada crónica del general Luis Level de Goda para insistir en el nefasto predominio de los apetitos personales, desenfrenado y cada vez más difícil de contener. Veamos algunos de los episodios que refiere:

Sin temor de exagerar, podemos decir que desde los primeros meses del triunfo federal comenzó la anarquía en las localidades y lo prueban los hechos siguientes:

En junio de 1863, el 21, hubo un movimiento local en Portuguesa y fue derrocado el gobierno establecido allí por el General Pedro M. Rojas, quien a la sazón se hallaba en Apure, asegurándose en generalidad que el movimiento fue mandado a hacer por el General Falcón. En el Guárico había grandes desórdenes sin poderse entender los círculos liberales que se disputaban el poder en la localidad, y el gobierno de Caracas envió allí a los Generales J. M. Aristeguieta, S. Martey y Rufo Rojas, quienes con la autoridad nacional le dieron al Guárico el gobierno que ellos quisieron, y en seguida, como les plugo, hicieron las elecciones para miembros de la Constituyente, y dichos tres generales se hicieron elegir diputados: esto sucedió en noviembre. También en Barquisimeto, disputándose el poder local círculos federales, derrocaron el 2 de dicho mes el gobierno regido por el bárbaro General Patiño, que allí se había establecido, pero este señor, como era protegido del General Falcón, volvió a poco al poder en la localidad y se hizo dueño de ella (…). Y en Mérida y en Trujillo y Táchira, lugares tan tranquilos antes, los jefes militares nacionales hicieron movimientos locales para separar esas localidades del grande estado Zulia, organizado por virtud de un decreto especial del General Falcón, y constituirlas como Estados soberanos a fin de hacer luego las elecciones como querían aquellos jefes, quienes se hicieron elegir diputados. También en Cojedes echaron abajo el gobierno provisional nombrado por Falcón y establecieron otro, pero de seguida aquel fue repuesto por las fuerzas nacionales.

Y recordará el lector que el general José E. Acosta invadió con sus fuerzas el estado Maturín, ya constituido federalmente, y lo obligaron a formar parte con el de Cumaná uno solo, que se llamó Nueva Andalucía para que lo gobernase Acosta. Más tarde debían separarse y formar otra vez dos Estados, cuando le conviniera así al gobierno del General Falcón.

Y en el estado de Margarita, aunque se hallaba en paz, dieron sus autoridades un decreto estableciendo un derecho de importación sobre las mercancías extranjeras, del 20 % ad valorem, aunque luego el gobierno de Caracas rechazó tan absurdo decreto».

El texto de Level de Goda abunda en otros pormenores, pero el fragmento copiado informa en términos suficientes sobre la anarquía que entonces experimenta Venezuela, y sobre la continuación de la violencia y del derramamiento de sangre después de la paz suscrita en Coche. Lo elocuente de la crónica radica en el hecho de que, según apunta su autor, el propio presidente de la Federación fomenta los disturbios y se alía con personalismos comarcales, si siente que le conviene, mientras en las regiones los mandones administran los territorios de acuerdo con su capricho.

En su biografía de Guzmán Blanco, el historiador Rondón Márquez llama la atención sobre las acaloradas polémicas de prensa que caldean el ambiente de la época hasta temperaturas extremas. Muestra como ejemplo la disputa entre los generales Manuel María Lander y Martín Gómez por el control de los Valles del Tuy, que por su violencia acapara la atención de los lectores.

Se acusan a la recíproca de cuatreros, ladrones, perjuros y mentirosos, sin que nadie les aconseje sosiego.

También son populares en tales días los ataques del célebre general Manuel Ezequiel Bruzual contra el general José María Aristeguieta y contra otros oficiales federales que se oponen a su influencia. Llega a asegurar que el general Aristeiguieta es “el rey de los cuatreros”. Los panfletos de Bruzual, que pasan de pasan de mano en mano y son la comidilla de la ciudad, se comentan con fruición hasta en los rincones de las sacristías.

El general José Loreto Arismendi, mando del ejército triunfador y figura conocida por la pulcritud de su vida pública, escribe un texto que resume los extremos de confusión y ardimiento reflejados en las fuentes citadas. Sus afirmaciones sirven también para la conclusión de lo que se viene leyendo. Son estas:

Si, yo me enorgullezco de haber sido consecuente a la revolución (…) Yo no abracé sus dogmas, yo no combatí por ella de Oriente a Occidente, en cinco años, para substituir Tiranos a Tiranos, Ladrones a Ladrones. Yo combatí para que los pueblos fuesen libres; para que la moral fuese la regla del gobierno; para que Venezuela prosperase y se engrandeciese. La independencia de que gozan los Estados dista muy poco o nada de la que le concedía la Constitución de 1858. Y no es de creerse que los sacrificios consiguientes a una guerra de cinco años se soportasen para realizar un mero cambio de hombres (…). La República tiene la profunda convicción de los torpes manejos que la precipitan a su total ruina con el descrédito más afrentoso”.