Feminismo de cartón rojo - Runrun
Alejandro Armas Mar 26, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
Feminismo de cartón rojo

@AAAD25

El chavismo llegó al poder en un momento que pudiera considerarse el peor en la historia de la extrema izquierda desde el ascenso de los bolcheviques. La URSS y sus satélites en Europa Oriental habían caído. China y Vietnam discretamente abandonaron el legado de Mao y Ho Chi Minh para abrazar un peculiar capitalismo de Estado. Los únicos regímenes de corte marxista aún en pie eran Corea del Norte, un paria plagado de hambre, y la Cuba de los Castro, que hacía malabares para sobrevivir.

No es extraño entonces que el triunfo de Hugo Chávez haya entusiasmado a la intelectualidad ñángara mundial, que por aquellos años meditaba sobre el fracaso del marxismo que marcó la entrada a un nuevo milenio. Entre los diagnósticos que más auge cobraron estaba el formulado por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, con su crítica a la estrechez de la ortodoxia marxista por obsesionada con las luchas de clase. Su alternativa postmarxista consistió en romper con el antagonismo binario de «proletariado y burguesía» para dar paso a uno mucho más amplio, entre «opresores y oprimidos».

La idea era amalgamar las inquietudes socioeconómicas de los trabajadores asalariados con los reclamos igualitarios de mujeres, personas sexodiversas, personas sin ascendencia europea y demás grupos tradicional e injustamente discriminados, con miras a dar al traste con todo lo que fuera considerado parte del statu quo opresor, incluyendo el capitalismo. Para ello era necesario que la nueva izquierda cooptara el feminismo, el movimiento Lgbti y demás causas nobles.

Tal vez olisqueando esos nóveles vientos, el chavismo decidió que no podía quedarse atrás. Después de todo, no podía decepcionar a sus promotores eminentes, que diligentemente le lavaban la reputación en el mundo desarrollado. Como resultado, se propuso adueñarse de las expresiones venezolanas de los movimientos sociales igualitarios. De todos ellos, el que pretendió ocupar de forma más visible fue el feminismo.

Y, como en todo lo que el chavismo reclama para sí, lo hizo con exclusividad. Así, según su narrativa propagandística, el chavismo no solo es feminista, sino que es el único movimiento político venezolano feminista.

«Dentro de la revolución, todo», como sentenció su maestro antillano. Fuera de ella solo puede haber una oposición perversa y, en materia de roles de género, misógina.

Pero en el chavismo todo es una simulación, incluyendo su papel feminista. Aunque fueran cercanas, la autoproclamada «revolución bolivariana» nunca pudo ser parte de la izquierda postmarxista mundial. Solo simularlo. Es que aunque su intención fuera sincera, el contexto estaría en contra. Los movimientos sociales como el feminismo florecen sobre todo en sociedades más o menos económicamente avanzadas y prósperas, donde el grueso de la población tiene sus necesidades básicas cubiertas y puede invertir tiempo y esfuerzo en lo que el politólogo Ronald Inglehart llamó «inquietudes postmaterialistas». Venezuela a duras penas califica como una de esas sociedades, razón por la cual las causas de los movimientos sociales despiertan, guste o no, poco interés entre las masas. A su vez gracias a ello, el chavismo puede darse el lujo de hacerse pasar por feminista sin dar respuesta a las exigencias del feminismo.

El pretendido feminismo rojo rojito jamás pasa de lo simbólico y lo retórico, y hasta en esto último es bastante cuestionable. La figura femenina en su discurso por lo general está recargada de lugares comunes que en el mejor de los casos refuerzan roles de género tradicionales, como la maternidad y la preocupación enfática por la belleza, los cuales no son malos en sí mismos pero tampoco tienen mucho que ver con la igualdad política, profesional, etc. entre sexos o géneros. En el peor de los casos se dirigen a la mujer con tono paternalista o degradante. Por ejemplo, cuando Maduro se jacta de «llevarles a las mujeres el mercado a su casa» (i.e. entregarles una caja CLAP), lo cual las reduce a un papel de amas de casa dependientes de su proveedor. ¡Y lo celebra!

¿Y qué decir de la elevación de mujeres a cargos públicos prominentes, una de las banderas «feministas» del chavismo? El detalle, diría Cantinflas, es que esos puestos encabezan instituciones sin autonomía alguna. En Venezuela las decisiones políticas son tomadas de manera privada por la elite gobernante (casualmente compuesta por hombres casi en su totalidad), que luego las transmite a las instituciones públicas para darles un barniz de legitimidad. Si sus titulares se oponen, los defenestran, por las buenas o por las malas. El «empoderamiento femenino» del que gozó Luisa Ortega Díaz le duró hasta que por primera vez trató de actuar por cuenta propia. El sistema que simuló elevarla la repudió y execró.

Para colmo, el ascenso femenino en revolución es descrito, no como el producto de los méritos de las mujeres en cuestión, sino como una gracia que la propia revolución les hizo.

La revolución es a menudo encarnada en la figura de Hugo Chávez. Dicho de otro modo, según este discurso, de no ser por Chávez, las mujeres nunca hubieran podido llegar lejos. Las luchas del feminismo son así reducidas a instrumentos para la exaltación del fundador masculino, lo cual es groseramente machista. Por esta vía se ha llegado incluso a falsear la historia del rol femenino en Venezuela. A propósito de las celebraciones del Mes de la Mujer, una agente del régimen llegó a afirmar que fue gracias a Chávez que las mujeres pudieron lanzarse con éxito en elecciones para gobernaciones y alcaldías. Como si Marlene Ortiz, Flora Aranguren, Ivonne Attas e Irene Sáez, entre otras, nunca hubieran existido.

Así podemos seguir y seguir, mencionando el calvario que es para las mujeres conseguir anticonceptivos en la Venezuela revolucionaria, los vejámenes que sufren en mazmorras aquellas mujeres que molestan a los poderosos, etcétera, etcétera. Pero creo que la idea es clara. El «feminismo» enarbolado por los jerarcas venezolanos es del mismo material que los zapatos de Manacho en aquella salsa del Gran Combo. Basta una lluviecita de hechos para exponer su calidad.

Antes de que termine este Mes de la Mujer, me permito saludar a las verdaderas feministas venezolanas, con su esfuerzo por la igualdad de derechos y oportunidades. Vendrán tiempos mejores, para el feminismo también.

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