Clamor indígena - Runrun
Juan Francisco García Mar 01, 2020 | Actualizado hace 3 semanas
Clamor indígena
Nuestros indígenas apureños, los hermanos indígenas de Amazonas, Delta Amacuro, Bolívar y Zulia están asediados hoy por la miseria, la desatención sanitaria y el hambre, esas plagas exterminadoras que arrasan con todo vestigio de vida a su paso. 

@jufraga12 

Venezuela es hoy un país en ruinas. El nivel de deterioro que exhibe cada estructura de nuestra base social es verdaderamente aterrador. Ahí está el desplome de la salud con epidemias redivivas que, no atendidas e incluso ocultadas por el Estado, diezman a nuestros pueblos originarios, esos que tanto exalta (y explota) el régimen en su retórica indigenista.

La atención indígena es inexistente en Venezuela, pese al discurso oficial “descolonizador” y a los golpes de pecho del Gobierno por nuestros pueblos primigenios. La Constitución de la República Bolivariana es letra muerta para, por mencionar el caso de Apure, poco más de 16 000 personas de las etnias Hivi, Yaruro, Pume y Capuruchano. Estas habitan en aproximadamente 600 comunidades, como Algarrobal, Las Mercedes del Capanaparo y Santa Barbará de Cunaviche del municipio Pedro Camejo, las más cercanas de las cuales están a unos 500 kilómetros de distancia de la capital, San Fernando de Apure.

Depredación sexual de niñas indígenas

En Santa Bárbara las comunidades indígenas se asientan en una finca que fue ocupada y posteriormente abandonada por el Ejército, dejando allí antenas de comunicaciones en desuso. Hoy estos pobladores y dueños de fincas denuncian, sin ser escuchados, que están siendo invadidos por grupos irregulares que los someten y esclavizan. Además de depredar sexualmente a las niñas indígenas con “más de una cuarta en la cintura”, las pequeñas de 10 a 11 años en adelante.

El mismo sometimiento lo sufren los guaijivos de las comunidades de La Macanilla, de Santa Ana, La Planta, Los Mangos, Vidal, Caño e La Guardia I, Caño e La guardia II y otras asentadas en el municipio Pedro Camejo, conocido como la Ruta de Gallegos por servir de inspiración a Rómulo Gallegos para escribir la novela Doña Bárbara.

Tampoco se quedan atrás, como víctimas de este horror, los hermanos yaruros en las comunidades Copa de Oro, Caño Negro entre otras de Cunaviche; y los indígenas del municipio Achaguas, repartidos en pueblos de Toribito, Chaparralito, Las Piedras, El Algarrobo, Los Mangos, Las Palmas, Matas Azules, Las Mercedes, Caño Amarillo, San José de Capanaparo, El Rosario, Fruta de Burro, Los Médanos, Palmarito, Las Matas, Guamote y Costa e La Pica.

Ejército y miseria

Con dolor recogemos las denuncias de los pobladores de Chaparralito, donde el atropello no solo ocurre a manos de grupos irregulares extranjeros como las FARC o el ELN. Es el propio ejército venezolano destacado en el lugar el que ha contribuido a destrozar la moral y la vida de los indígenas de esa comunidad.

Mientras que en el municipio Rómulo Gallegos, conocido en el país por las fiestas tradicionales de Elorza, la pobreza campea. Allí las comunidades de Boca Tronador, Puerto Infante, Elorza, La Trinidad de Orichuna y muchas otras han sido empujadas al extremo de la miseria: sin casas, con ranchos improvisados de palos y cubiertos con bolsas negras, sin medicinas, sin agua potable, sin comida.

Muchas de estas etnias, como las existentes en La Macanilla y en buena parte de Capanaparo, en mejores tiempos fueron atendidas por misiones religiosas de la Iglesia católica, logrando avances importantes en la atención médica y en la formación de los compañeros indígenas sin que perdieran su cosmovisión.

Pero esta actividad se vio fuertemente golpeada por las actuales autoridades locales que no solo no hacen su trabajo de asistir y servir según los cargos que ostentan, sino que bloquean toda iniciativa de apoyo y logística que organizaciones de la sociedad civil podrían emprender para aliviar la situación de las comunidades indígenas.

Sin Estado, sin dónde caerse muertos

Huérfanos, sin Estado, los hermanos indígenas se están muriendo aceleradamente y por cantidades. El paludismo, la malaria, la tuberculosis, el hambre no dan tregua. Y así como mueren, los entierran en un hueco sin condición sanitaria alguna. Con la llegada del invierno se incrementarán las muertes. Quienes logren sobrevivir y salir de las comunidades indígenas se irán a los pueblos a seguir hacinándose en mercados y en las terminales de autobuses, donde vivirán de la indigencia y la prostitución, a la vista de toda autoridad.

El estado Apure posee una geografía complicada en medio de sus 76 500 kilómetros. Tiene grandes ríos, selvas e incluso montañas en sus fronteras. Nuestra cultura envuelve grandes mitos y grandezas, siendo su mayor riqueza la calidad humana de pobladores que históricamente han hecho de las labores del campo, agricultura y ganadería, nuestro mayor referente.

Pero en una perversa lógica de dominación, el Gobierno de Maduro le niega el desarrollo agroindustrial y cede sus territorios y gentes a fuerzas irregulares que funcionan como escudo del régimen, en los planteamientos de guerra conjunta diseñada por los cubanos. Así, Apure fue entregado al manejo de gobernadores militares por la relación con las FARC y el ELN, convirtiéndolo en un flanco por donde el país pierde su soberanía por completo.

SOS al pueblo venezolano

Hoy la entidad clama por atenciones urgentes y una revisión futura de las líneas políticas para el desarrollo del territorio. No pueden seguir subestimándola por la escasa densidad demográfica de apenas 600 000 habitantes en la región apureña. Requerimos de una valoración geopolítica y geoestratégica de mayor incidencia en el acontecer nacional, por lo que albergan las inmensidades de nuestro territorio, incluidos los pueblos originarios.

Es pertinente que la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, revise e incorpore en su informe sobre Venezuela lo que ocurre con los indígenas de Apure, que se mueren en masa por la omisión de un Estado que prefiere dedicarse a las relaciones con el narcotráfico y el contrabando de oro, que garantizar el derecho a la salud y a la vida de las comunidades indígenas.  

Desde Apure le pedimos a todo el pueblo venezolano que se haga eco del clamor indígena. Que haga descorrer la máscara del supuesto indigenismo con el que el Gobierno pretende lavarse la cara entre seguidores incautos, “progresistas” y demás comeflores del mundo.  

La dura realidad es que, aquí en Venezuela, los pueblos indígenas siguen muriendo.

Juan Francisco García / Miembro de la comisión de organización del Movimiento Democracia e Inclusión.