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Opinión

El mensaje es el medio

El mensaje es el medio_por Julio Castillo Sagarzazu
La más importante tarea que tiene la oposición venezolana en este momento es resolver el problema de su dirección política

 

@juliocasagar

Todos conocemos la expresión de Marshall McLuhan que da título a esta nota. Trataremos de explicar qué relación tiene con la actual situación del país.

Veamos:

En Venezuela se hace particularmente importante ponerla de relieve hoy que las fuerzas democráticas se devanan los sesos en la búsqueda de iniciativas y estrategias que acorten la pesadilla que vivimos y nos permitan recuperar la democracia y la libertad.

Aquí no trataremos de ninguna de ellas y reconocemos que el tema no será probablemente atractivo, llamativo o sexy desde ese punto de vista, puesto que la mayoría de las miradas están puestas hoy en el RR que han matado en el nido; de las primarias para una eventual elección en el 2024; de la posibilidad de reanudar las negociaciones en México;  otros de los cisnes negros y algunos (de todo hay en la viña del Señor) de que, algún día, los marines suban por El Palito o La Guaira vía  Miraflores.

Lo cierto del caso es que, independientemente, de lo atractivo o no del tema, consideramos que la más importante tarea que tiene la oposición venezolana en este momento es resolver el problema de su dirección política. La razón es simple: podemos conseguir la más acertada de las estrategias, proponer las más audaces iniciativas. Si el medio que trasmite los mensajes que las contienen, sigue siendo el mismo, no tendrán el eco que necesitan.

La dirección política de la oposición está integrada por muchísimos hombres y mujeres valiosos de varias generaciones. La mayoría de sus más importantes cuadros están hoy presos, en el exilio o sufriendo persecución. Su disposición al sacrificio no está en duda, pero es evidente que tras años de no haber conseguido el camino para salir de Maduro y su régimen, su capacidad de dirigir se ha desgastado.

Ya están lejanos los días en los que la gente estaba pendiente de lo que estos líderes decían para salir de inmediato a cumplir la tarea. Las grandes movilizaciones eran convocadas por un tuit y éramos miles en las calles. Ya eso hoy no pasa. El mensaje puede ser muy correcto, lo repetimos, pero no tiene la misma respuesta que tuvo otrora.

No vamos a solazarnos aquí en los errores que hemos cometido, que no son pocos, y de ellos hemos hablado en muchas otras notas. Pero en honor a la verdad, es que la razón principal por la que no hemos salido de esta pesadilla es porque este régimen cada día tiene más de dictadura y menos de democracia; porque no tiene escrúpulos ni miramientos para actuar y defender su estancia en el poder.

Es como si jugáramos un partido de futbol y nosotros somos 11 y ellos 33; ellos pueden agarrar la pelota con la mano y nosotros no; el árbitro nos pita foul si les volteamos a ver mal y ellos pueden despellejarnos vivos y el réferi se traga el pito. Es obvio –lo repetimos- que nuestros errores cuentan y mucho, pero es necesario recordar siempre que las reglas de juego están trucadas en Venezuela y que no estamos en una democracia.

Regresando a nuestro tema vamos a pasearnos por algún aspecto “teórico” (comillas ex profeso) que nos parece elemental: vamos a recordar la vieja jerga de las condiciones objetivas y las subjetivas que son necesarias para un cambio social.

Las objetivas están referidas a las condiciones materiales de vida y a la capacidad de los sectores gobernantes de desarrollar las fuerzas productivas para ponerlas al servicio de la sociedad. Es evidente que estos datos están dados. Nuestra calidad de vida ha descendido ostensiblemente en todos los terrenos. Los niveles de pobreza y desatención de los servicios públicos están en el peor nivel de las últimas décadas. Las que no están presentes para ese cambio son las condiciones subjetivas. ¿Cuáles son? Pues el nivel de conciencia y organización para lograr el cambio.

Dicho en otras palabras: lo que no tenemos es la dirección política que dirija y organice a los ciudadanos.

Si eso es lo que no tenemos y si se han revelado insuficientes todos los esquemas y plataformas, salidas de encerronas, reuniones y debates, entonces, lo lógico es que busquemos un mecanismo para lograrlo. Es verdad que los liderazgos no salen de mecanismos. Los liderazgos se ganan en los hechos, pero una dirección política formal y reconocida por los venezolanos es indispensable. Un Estado mayor que conduzca las luchas, para usar la jerga castrense.

Como es evidente que nadie está en capacidad de decir que es mejor que el otro, debemos recurrir a un árbitro que lo diga. Ese árbitro no puede ser tampoco una comisión de notables, tienen que ser los mismos ciudadanos los que tomen la decisión.

Es obvio que llegar hasta allí demandará que los partidos y el liderazgo de la sociedad civil comiencen este proceso dentro de sus propias organizaciones y que luego se pongan de acuerdo en un método sencillo, rápido y creíble para llevar este proceso a buen puerto.

Terminamos con lo que comenzamos: reconocemos que hoy es más atractivo hablar de las iniciativas que están en el candelero: las primarias; las elecciones; la enmienda y las negociaciones de México: Pero lo importante es que para encarar cualquiera de estas iniciativas, necesitamos legitimar la dirección política. Si, como dice Mc Luhan, el mensaje es el medio, hay que trabajar en ese medio para que llegue el mensaje.

No es excitante, ciertamente esta propuesta. Es polémica y compleja de implementar, pero es, en nuestra humilde opinión, necesaria.

Entre la adaptación y la adaptación

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