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Opinión

Roberto Patiño Abr 06, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Vacunas para todos ya

@RobertoPatino

Es posible que el mundo no estuviera preparado para hacer frente a la pandemia de la COVID-19, generada por el virus SARS-CoV-19. Siglos enteros venciendo enfermedades y mejorando la esperanza de vida, nos hizo creer que no había nada que no estuviera al alcance de la ciencia, hasta que esta enfermedad irrumpió con fuerza. Amanecimos de pronto sorprendidos y asustados, viendo lo frágiles que podemos ser como especie.

En Venezuela el virus tardó en llegar, en buena medida por la condición de aislamiento a la que nos ha llevado el régimen. Hoy la situación ha cambiado y, aunque el oficialismo responsabiliza a la “cepa brasileña” de la nueva ola de contagios, no se puede descartar que estemos viviendo la verdadera primera ola de la COVID-19.

Al natural temor que vivimos los venezolanos, se le suma una sensación de irrealidad cuando se escuchan las cifras oficiales que día a día anuncia el régimen. Unos datos que no tienen nada que ver con la información sobre el personal sanitario caído en la lucha contra la pandemia y con el doloroso conteo de víctimas que llevan muchas familias. El régimen nos miente, y esto tiene consecuencias muy graves para el pueblo venezolano. Necesitamos un cambio inmediato en el modo en que se está haciendo frente a la pandemia.

El régimen debe exponer las cifras reales sobre el número de contagios y fallecidos; haciendo pública la metodología de medición de estas cifras y explicando, de manera transparente, las limitaciones en su diagnóstico de la realidad. Es necesario que aumenten los exámenes de PCR y se descentralice el proceso de diagnóstico. Necesitamos con urgencia información confiable para saber la real envergadura del reto que tenemos por delante.

Quienes detentan el poder del Estado están obligados a comprometerse con el mecanismo de importación de vacunas a través del sistema COVAX, dejando de poner obstáculos y renunciando a su pretensión de usar la ayuda humanitaria como parte de una estrategia para lograr el reconocimiento internacional de Maduro.

El plan de vacunación, hasta ahora refractario al escrutinio público, debe incorporar las propuestas de las academias (de Medicina y Ciencias) para desplegarse por el país con criterios científicos y especializados. Con un cronograma ordenado, atendiendo a las poblaciones priorizadas.

La atención de la pandemia tiene que contar con fundamentos científicos, renunciando al uso de la enfermedad con fines proselitistas.

Es evidente que las visitas casa por casa de militantes políticos que despliega el régimen, las encuestas on-line del “sistema patria” y las supuestas “gotas milagrosas” no responden a razones científicas; lo que, aunado a una falta de orientación e información en las comunidades, ha agravado la pandemia en el país.

El sistema de salud, colapsado y en la ruina mucho antes de la pandemia, no es una red de apoyo para los venezolanos. Y si la tragedia no ha sido mucho más devastadora es porque existe en el país una fuerte de red de solidaridad en las comunidades y un personal sanitario que se ha inmolado en la lucha contra la covid-19.

En las comunidades donde hace vida Alimenta la Solidaridad (AS), hemos sido testigos del compromiso de nuestros líderes, amigos y vecinos; hombres y mujeres que, a pesar de la crisis, han desplegado estrategias de apoyo a los enfermos de covid-19 y sus familiares. Un esfuerzo solo comparable con la voluntad de servicio del personal de salud.

No cabe en estas líneas todo el agradecimiento que debemos dar a estos profesionales. Nos consta su dedicación y coraje frente a la pandemia, un compromiso que pudimos acompañar desde AS con nuestro emprendimiento Sustento, cuando participamos, a finales del año pasado, en la Red de Apoyo a los Trabajadores de la Salud; acompañamiento que esperamos poder reanudar este 2021. Es urgente que a ellos se les dé todo el apoyo y reconocimiento que se merecen, proveyéndolos de los equipos necesarios y recompensándolos por su trabajo.

Todavía estamos a tiempo de evitar que la tragedia sea aun mayor, pero para eso necesitamos el apoyo y solidaridad de todas las organizaciones civiles, profesionales, gremios y especialistas que hay en Venezuela. Requerimos de la ayuda internacional que pueda llegar a nuestro país y, sobre todo, necesitamos que el régimen abandone la politización de la salud y se aboque a hacer verdaderas políticas sanitarias.

¡Vacunas para todos ya!

* Director de Alimenta La Solidaridad y Caracas Mi Convive

robertopatino.com

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Política: hacer posible lo deseable

Aceptar la vieja definición de que la política es el arte de lo posible implica cierto conformismo y no realizar grandes esfuerzos para cambiar una situación que perjudica a la mayoría. En artículos anteriores mencionamos que la política debía ser el arte de hacer posible lo deseable, que conlleva mayor compromiso. Desde luego no debe ser original, pero nuestros políticos no la utilizan.

Hacer posible lo deseable puede ser una acepción descalificable por considerar que es una política idealista, poco aterrizada, con la que es imposible obtener resultados positivos. La otra posición, que generalmente prevalece, es la realpolitik o política pragmática, adosada por Bismarck, el llamado Canciller de Hierro alemán; aunque muchos siglos antes, en El arte de la guerra, Sun Tzu aconsejó lo que debe hacerse, lo cual fue ratificado siglos después en El príncipe, por el florentino Maquiavelo.

¿Es posible conciliar la realpolitk, que en su versión tradicional no toma en cuenta valores éticos y morales, con un accionar político acorde con los nuevos tiempos? Claro que sí. Los límites no los establece el papel, sino los que aplican la política.

Por un lado, lo objetable es ceder en los puntos fundamentales que definen una democracia y, por el otro, creer en pajaritos preñados; o sea, aceptar lo que es ficción.

Frecuentemente nuestros políticos se han dejado llevar por la ficción, descartando la realidad. Por ejemplo, el general Medina Angarita aceptó la ficción de que los tiempos seguían siendo los mismos y, por ello, insistió en querer imponer a su sucesor en la presidencia de la república y, además, que este fuese andino. En el período 1945-1948 los dirigentes de Acción Democrática, obnubilados por haber obtenido un millón de votos, pecaron de arrogantes y creyeron en la ficción de que nadie podría desalojarlos del poder. El partido Copey pensó que Pérez Jiménez realizaría elecciones en 1957 y, como  era el único partido de oposición legalizado, su dirigencia pensó que no necesitaban la unidad contra el dictador. Afortunadamente, la realidad los hizo reconsiderar. El dictador Pérez Jiménez estaba convencido de que el cemento lo hacía popular, pero esa ficción lo sorprendió el 23 de enero de 1958. 

En la década de los años 60, la extrema izquierda se enamoró de la ficción de la revolución cubana y fracasó rotundamente. Carlos Andrés Pérez, en su primer gobierno, se deslumbró con la ficción de que los precios del petróleo aumentarían indefinidamente y endeudó al país para realizar proyectos faraónicos. Como último ejemplo histórico, podemos citar que el pueblo venezolano creyó en la ficción que le vendió Chávez de que acabaría con la corrupción y que Venezuela sería una potencia en varios sectores. El resultado es un país destruido.

En nuestros días, los dirigentes opositores parecen cegados con la ficción de que pueden sacar a Maduro sin necesidad de unirse y que cualquiera de ellos puede alcanzar la presidencia por elecciones. Ojalá se bajen de esa nube.

Sin unidad ninguno va para el baile. Incluso, a la luz de las encuestas, posiblemente tendrán que seleccionar un candidato independiente o que no sea alguno de los jefes de los partidos. Es duro decir esto y más duro debe de ser aceptarlo, pero eso es lo que percibe la mayoría de los venezolanos.

Así mismo, deben repensar la idea de una transición corta. La destrucción del país es tal que se requerirán muchos años para recuperarlo. Sería conveniente plantear un plan común para una transición de tres períodos presidenciales, en cada uno de los cuales la unidad opositora sometería a consideración del electorado un candidato único seleccionado en primarias, sin reelección. Ello implicaría sacrificar legítimas aspiraciones de los entrados en años. Probablemente también que algunos partidos tendrían que fusionarse para sobrevivir. Si no se ejecuta algo parecido, no saldremos de los rojos o puede que salgan, pero pueden regresar a la cabeza de otro populista, cuando el país perciba que no se solucionaron los problemas básicos.

Trabajar para hacer posible lo deseable no es una fantasía. Puede lograrse con una realpolitk que no sacrifique los principios y valores de la democracia.

Como (había) en botica

Expertos en el área de refinación sostienen que la escasez de diésel no es real, sino inducida con fines políticos.

Lamentamos que hayan caído en combate varios integrantes de nuestra Fuerza Armada y que ciudadanos civiles hayan sido asesinados o víctimas de los enfrentamientos en Apure. Chávez y Maduro son los responsables de la injerencia de la guerrilla colombiana en nuestro territorio. Esta situación se ha agravado con la decisión de Maduro de apoyar a uno de los grupos de la guerrilla terrorista que se nutre del narcotráfico.

Rechazamos la medida judicial en contra de la escritora Milagros Mata Gil. Aunque en su artículo no debió utilizar la palabra raza para referirse a los venezolanos de origen sirio.

Nuestro compañero de Gente del Petróleo y de Unapetrol José Orlando Matos, y su esposa, fallecieron por causa de la covid-19. Lamentablemente son numerosos los compatriotas muertos por esta enfermedad que se presentó en momentos en que nuestro sistema de salud está en el suelo. Maduro, su entorno y los médicos cubanos recibieron la vacuna; no así el personal venezolano de salud, ni los ciudadanos más vulnerables.

Lamentamos el deceso de Antonio Casas González, distinguido exdirector de Pdvsa.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

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Sobre simetrías y asimetrías

@juliocasagar

En los lejanos estudios de Derecho penal, recuerdo con interés toda la doctrina en relación con la proporcionalidad en la defensa, en cómo se dictaminaba que el exceso (siempre el exceso) incluso en la defensa, hacia desparecer los atenuantes y hasta la no imputabilidad en algunos casos. También nos enseñaron cómo la saña, la alevosía, la premeditación, la ventaja y actuar investido de autoridad eran agravantes a la hora de imponer una pena.

Todo el derecho civilizado consiste en establecer equilibrios en una sociedad en donde no los hay. No en balde la justicia se representa con una mujer de ojos vendados con una balanza en la mano y una espada en la otra.

La evolución de los normas en el mundo civilizado ha llegado a establecer que hay débiles y fuertes jurídicos en una relación. Considera, por ejemplo, débil al reo cuando se establece que la irretroactividad se le aplique si se trata de disminuir o eliminar una pena. La máxima: “in dubio, pro reo” o “in dubio, pro operario” o “in dubio, pro súbdito”, supone que, en caso de dudas, la justicia debe optar por el más débil.

En Venezuela creemos que en la relación regimen-oposicion hay una asimetría indiscutible; y una relación que no podemos calificar sino de agresor con agravantes y su víctima.

De allí que resulta difícil entender posiciones de cierto sector que se reclama de la oposición, de acuerdo con la cual la responsabilidad y en consecuencia las demandas a la dictadura y a la oposición pueden equipararse. ¿Cómo es posible que pensemos que es igual la víctima que el verdugo; los perseguidores que los perseguidos; los carceleros que los presos? ¿Cómo podemos equiparar las responsabilidades sobre el desastre de país que tenemos?

¿La oposición ha cometido errores? ¡Sí!, demasiados para mi gusto. Pero ello solo nos debe llevar a sugerir, presionar, exhortar, exigir (el verbo que más nos cuadre) a que esos errores se debatan y se superen. Por cierto que en este tema (el de los errores), como en casi todos en la vida, es muy difícil que alguien pueda tirar la primera piedra con solvencia y justificación. Vamos a recurrir al tópico y al socorrido argumento de “pasar la página” y al no menos infausto lugar común del “la historia nos juzgará”.

Pero en este tema, es decir, en el de la consideración igualitaria entre dictadura y oposición sí hay un hiato, una diferencia de método.

No es una diferencia táctica como el tema de ir o no ir a votar. Se trata de un tema de la mayor importancia para poder labrar caminos de entendimiento entre quienes nos llamamos opositores.

Vamos a analizar, por ejemplo, el caso de las vacunas que es explicativo de lo que queremos señalar. Veamos:

Todos saludamos con entusiasmo que se hubiese llegado a un acuerdo. Lo celebramos, como hubiéramos celebrado que Maduro hubiese dejado entrar la ayuda humanitaria por el Táchira; que no hubiese saboteado el programa de Héroes de la Salud y tantos otros episodios relacionados con la ayuda humanitaria. En todas las guerras se producen acuerdos para que la Cruz Roja recoja los heridos, deje pasar suministros, se atienda a la población civil, etc. Cosas con las que este régimen es absolutamente insensible e indiferente.

Pues bien, con el tema de las vacunas se LLEGÓ A UN ACUERDO (mayúsculas ex profeso) para activar el mecanismo COVAX con el que el mundo entero ha logrado hacerlas entrar en los países. Es el caso que, una buena mañana, nos despertamos y nos enteramos de que el régimen ROMPÍA (otra vez mayúsculas ex profeso) el acuerdo y no dejaría entrar las vacunas, con el argumento estúpido de que eran de la farmacéutica AstraZeneca. Ese mismo día nos enteramos igualmente de que las cubanas (que no están aprobadas por nadie porque están en experimentación) y las rusas sí entrarían por iniciativa del propio gobierno, burlándose del acuerdo.

Está bien, hasta aquí, nada sorprendente. La crueldad de un régimen que le ha importado poco la suerte de los ciudadanos ya no nos asombra. Sus frases: “no pateo perro muerto”; “Franklin Brito huele a formol” “el Cardenal Castillo Lara se debe estar pudriendo en el infierno” siempre nos han dado la medida de cuánto nos desprecian.

Lo que no podemos comprender es cómo, haciendo caso omiso de esta realidad, una parte de la oposición regresa inexplicablemente a la tesis de que “hay que ponerse de acuerdo para que entren las vacunas”; o peor aun: “no se debe politizar el tema de las vacunas”, pasando por alto, o mejor dicho, aun más grave, pasando por debajo de la mesa el gesto inaceptable del gobierno y sin hacer mención de la patada a la mesa donde nos habíamos acordado.

Esta es la versión en “modo vacuna” de la tesis que promulga (y que nos separa de manera ostensible) que, en el fondo, somos culpables de la conducta del régimen porque siempre estamos exigiendo algo. Que nos tratan mal porque no nos portamos bien. Es el síndrome que desgraciadamente acompaña a la mujer maltratada que piensa que es su culpa que el marido la maltrate. Que si cocinara más sabroso y planchara mejor las camisas, entonces no le pegaría.

Hacer acuerdos. Por supuesto, todos los que haya que hacer. No solo sobre la emergencia humanitaria, sino también sobre temas políticos y sociales. La política es el arte de lograr acuerdos para hacer prevalecer el bien común.

Pero de allí a “pedir una tregua”, cuando quienes agreden están armados y reprimen sin escrúpulo alguno, hay un trecho muy grande. Los episodios de violencia indeseada, como todas las violencias, se desencadenan normalmente desde el poder y luego vienen las espirales que nadie puede parar.

Claro que es necesario el acuerdo humanitario de las vacunas. Y ese acuerdo está concluido. No hay que hacerlo de nuevo. Ya lo hicimos. Lo que hay que pedir con fuerza es que el régimen regrese a él y no pedirlo, como si no se hubiera hecho.

En este caso, la simetría es una gran injusticia.

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La encrucijada de las empresas energéticas (y VIII) | Venezuela

Es peregrina la idea generar energía eólica o solar en una década, cuando hay que recuperar la ruinosa PDVSA para levantar a Venezuela. En la gráfica de Eduardo Salazar (Vice News), un continuado derrame de petróleo en el Lago de Maracaibo.

En los años 80 y 90 Venezuela producía 3 millones de barriles (BPD) de petróleo al día. Petróleos de Venezuela (PDVSA) era una de las tres más grandes compañías petroleras del mundo y los economistas internacionales consideraban que el país iba a convertirse en una potencia económica mundial.

Luego llegó Hugo Chávez que, con su proyecto de socialismo radical, inició la destrucción sistemática de PDVSA y del país, obra que al morir continuó sin inmutarse su sucesor Nicolás Maduro. Hoy en día Venezuela no puede contar ni con el gasoil necesario para hacer funcionar los vehículos comerciales que suministran sus productos agrícolas y víveres básicos importados.

La crisis ha empeorado debido a las sanciones impuestas por Estados Unidos. Estas limitan la llegada al país de la cantidad de aditivos necesaria para la refinación de los escasos 700.000 BPD que produce PDVSA, destinados a la suplir la nación de gasolina y gasoil.

Pero se trata de un mínimo para sobrevivir. Porque el grado de deterioro de la infraestructura petrolera y de las plantas para la producción de energía eléctrica es tal, que el país necesitaría una inversión de por lo menos $ 70 – $ 90 millardos (billions); además de 10 años de trabajo, para que Venezuela cuente con un aparato productivo capaz de suministrar lo equivalente a por lo menos 2 millones de BPD que significaría dar inicio a una recuperación económica.

ERROR DE CÁLCULO

Esta situación resalta el fatal error de cálculo cometido por el gobierno cuando, hace siete años, rechazó categóricamente recurrir a Estado Unidos para que los mismos expertos petroleros que impulsaron el descubrimiento del petróleo y armaron la infraestructura para su explotación, a partir de los años 20, repitieran la hazaña.

Hace 7 años los “sabios” del gobierno argumentaron que no era necesario que Venezuela pidiera limosna a los expertos petroleros del norte, y tener que compartir con ellos sus ganancias, cuando el país podía sacar igual de provecho dedicándose exclusivamente al gran tráfico de droga proveniente de Colombia. Y de hecho promovieron un considerable aumento del flujo de los estupefacientes.

Por un lado, los “sabios” no calcularon la numerosa cantidad de manos que se iban a meter en la masa de la droga, reduciendo de esa manera las ganancias del Estado; tampoco que el resultado de la pandemia iba a causar una fuerte reducción del consumo mundial de la misma.

Finalmente, la técnica de detección del tráfico de droga ha registrado una mejora tal, que hace las operaciones clandestinas siempre más riesgosas.

Esa es parte de la razón porque hace pocos días Nicolás Maduro dijo que el país contemplaba la posibilidad de reabrir la puerta a las inversiones extranjeras en materia petrolera, recordando que en juego están los 300 millones de barriles de probadas reservas del país. Venezuela sigue siendo el segundo productor de petróleo con más reservas en el mundo, detrás de Arabia Saudita.

En primer lugar, las empresas extranjeras tienen que tomar en cuenta que estas reservas son casi todas de petróleo pesado, o mejor dicho bitumen pesado, que necesita una refinación que solamente refinerías especializadas pueden asegurar.

Luego, estas empresas van a querer jugar un papel preponderante y tener el control de las ventas y de la repartición de las entradas. Compañías como Exxon-Mobil y Chevron, que durante los años de Chávez fueron repetidamente penalizadas por simplemente ser “imperialistas” y sufrieron expropiaciones y múltiples reveses económicos, esperan un cambio de rumbo y la total colaboración de Maduro, cosa que es todavía incierta.

Frente a esta situación, en que la prioridad de Venezuela se va a concentrar en el petróleo y gases fósiles y de sus riquezas minerales, es difícil imaginarse que el país dedique mucha atención a la transición hacia energías renovables durante los próximos 10 años.

Eso no quiere decir que Venezuela no tenga las condiciones naturales para la explotación de energías como la solar y la eólica, particularmente en zonas poco habitadas como la península de Paraguaná, los llanos de la región central, el delta del río Orinoco, el cual también se presta para proyectos hidroeléctricos, y el inmenso lago de Maracaibo.

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Carolina Jaimes Branger Abr 05, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Pensando en la muerte

@cjaimesb

Nunca había sentido la muerte cerca. Pero ahora la siento respirando sobre mi cuello. Como si, al voltearme, la fuera a encontrar allí, esperándome.

Nunca había sentido la muerte cerca. Pero ahora está llevándose a gente cercana y querida. Y no es una, ni dos. Son muchas. Cada vez que me dicen que alguien está enfermo, tiemblo.

Nunca había sentido la muerte cerca. Pero ahora se enseñorea, demostrándonos que está cerca, que es la dueña de nosotros, que es la gran igualadora.

Mi papá sintió su muerte. No sé si yo esté sintiendo la mía. Él falleció en un accidente de tránsito. Un mes antes, estaba recostado en su cama, después de almorzar. La ventana de su lado tenía vista hacia una frondosa mata de mango. “La Muerte está en la mata de mango”, le dijo a mi mamá. Mi mamá se quejó de que no le gustaba que dijera esas cosas. “No te preocupes”, le respondió él. “No está viendo para acá”. A los tres días, falleció un tío abuelo mío que vivía al lado.

Tres semanas antes, había dicho: “La Muerte está en la mata de mango, y esta vez sí está viendo para acá”. No puedo explicar qué vio o qué sintió. Pero sí puedo decir que siento esa presencia rondándome.

No sé si presiento la muerte, como mi papá, o estoy como mi abuela y mis tías abuelas, que todos los años, el 31 de diciembre, lloraban a moco tendido porque el próximo sería su último año… y durante muchos años estuvieron allí para celebrar el siguiente.

Sin embargo, hablando de la muerte cercana, me he preguntado qué haría yo, o qué dejaría de hacer, si tuviera la certeza de que me voy a morir pronto. Pienso que, apartando el querer ir a ver a mis dos hijas que no viven aquí, no haría nada distinto o especial de lo que hago ahora.

En esta cuarentena he descubierto que tengo muchas más cosas de las que necesito. He aprendido que lo que me hace feliz no es tener un clóset lleno de ropa, como antes, sino admirar y agradecer el trabajo de quienes la diseñaron y confeccionaron. Que no hay nada que me moleste más que unos tacones, y nada más delicioso que unos zapatos chatos.

He descubierto también que la felicidad no es tener una casa con obras de arte por tenerlas, sino disfrutarlas y admirarlas como obras del genio creador del ser humano. No es tener comida, sino con quién como. El ritual de la mesa como alimento del espíritu, como me enseñaron cuando era niña. Ahora tengo tiempo de almorzar y cenar en casa y lo agradezco.

Me hace feliz levantarme y ver el Ávila, cada día igual y cada día distinto. Me hace feliz saber que estoy ayudando a quienes puedo. Me hace feliz sentirme útil. Me hace feliz escribir, leer, pensar…

Me hace feliz saber que he resuelto conflictos y los que no, no ha sido porque no haya buscado resolverlos. He pedido disculpas. He pedido perdón. Las deslealtades las he obviado, pero estoy en guardia.

A mis seres queridos les he demostrado todo lo que los amo. También se los he dicho.

Tengo mis sentidos en acto: me maravillo con lo que veo, con lo que escucho, con lo que huelo, con lo que pruebo. Disfruto más que nunca los abrazos, las caricias y los besos.

Si me voy a ir, lo haré en paz conmigo misma. He sido inmensamente feliz, me he reído a carcajadas miles de veces, me he divertido, he conocido, he viajado. Tengo las mejores hijas que alguien pueda tener. Y sí, he sufrido, como todos, pero las alegrías han sido mucho mayores que los sufrimientos. Puedo decir, como Violeta Parra, “gracias a la vida, que me ha dado tanto”.

Si me voy, solo llevaré una preocupación a cuestas: Venezuela. Y si el más allá existe y uno puede tener contacto con este más acá, les aseguro que seguiré trabajando porque retorne la democracia, que haya libertad y, sobre todo, justicia.

Nunca había sentido la muerte cerca. Pero ahora la siento respirando sobre mi cuello. Como si al voltearme, la fuera a encontrar allí, esperándome.

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Fernando Albán y la justicia transicional

Foto de posterior: féretro de Fernando Albán (Reuters, en BBC Mundo); foto anterior: Sang Hyun Cho en Pixabay. Comp. N. Silva/Runrunes.

@dhayanamatos

Fernando fue mi estudiante, lo conocí en el año 2006. Fue uno de los seleccionados para cursar el Programa de Formación Inicial (PFI) para el ingreso en la carrera judicial en la Escuela Nacional de la Magistratura.

Eran otros tiempos. Todavía teníamos la ilusión de que era posible cambiar al Poder Judicial, y la selección transparente de quienes cursarían el PFI nos daba energía para apoyar ese proyecto.

Aunque hoy día cueste creerlo, las personas que hicieron ese primer curso quedaron por méritos propios –salvo dos o tres excepciones–. Eran abogadas y abogados que verdaderamente conocían de Derecho, con sueños por realizar; para algunas y algunos, llegar a ser juez o jueza había sido su meta profesional toda la vida.

Creo que pocas veces en Venezuela ha habido un programa de esta magnitud, que juntara lo más granado de quienes verdaderamente estudian el Derecho; venían de Maracaibo, de Bolívar, de Margarita, de Apure, de todas partes. Invirtieron tiempo, recursos, hicieron sacrificios familiares, perseguían un sueño. Este programa, “supuestamente”, les permitiría ser juez o jueza por méritos propios.

Y digo supuestamente porque después vino la dura realidad que ya se ha normalizado en nuestro país. Si usted no es afecta al gobierno y manifiesta a voz templada que es “roja rojita”, olvídese de que llegará a ocupar un puesto, aunque tenga las competencias y haya estudiado toda la vida para lograrlo.

Eso fue lo que sucedió con la gran mayoría de aquellas personas que hicieron el PFI, jamás las nombraron. Una parte, integra esa diáspora venezolana y se encuentra en distintos países; trabajando, luchando, cayéndose y levantándose para seguir adelante, pero no ingresaron al Poder Judicial. La otra, sigue en Venezuela también luchando, sobreviviendo y resistiendo.

Como dije al principio, Fernando fue un PFI, así los llamábamos. De él recuerdo su sonrisa permanente y unos panes muy ricos que me llevó un par de veces a la biblioteca, donde yo tenía mi oficina.

Él iba a conversar conmigo, hablábamos de lo que nos juntaba: los derechos humanos, las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en ocasiones, de la familia. Nunca supe si en esa época estaba aprendiendo a hacer pan o si era experto, en todo caso, lo que recuerdo es el cariño con que compartía conmigo.

Unos años después, cuando ya era concejal por el municipio Libertador, me lo encontraba con cierta frecuencia en el Centro Comercial Los Chaguaramos, cuando yo iba a dar clases en los salones de la UCV que se encuentran allí.

El tema de nuestras conversaciones era el de siempre: los derechos humanos. Cada vez que nos encontrábamos, Fernando me decía que iba a preparar unos talleres para que yo fuera a dictarlos. Yo le decía que sí, pero nunca concretamos nada.

Volví a saber de Fernando Albán ese fatídico 8 de octubre de 2018. Estaba en Maiquetía, me iba luego de cremar apenas 8 días antes a mi mamá. No recuerdo si fue por Twitter o por otro medio, pero sí recuerdo la rabia tan grande y el dolor que sentí al enterarme de su supuesto suicidio, que no creí en aquel momento, como sigo sin creerlo actualmente.

Al llegar a mi destino y encender el celular, tenía mensajes de varios integrantes del PFI dándome la noticia. Otras personas me escribían para saber si no iba a decir nada al respecto. La verdad que en ese momento no hice nada, no tenía fuerza. Como dije, habían transcurrido pocos días desde que mi mamá había muerto y no tenía ánimos para nada. Solo quien ha vivido esta situación puede comprender lo que digo. Pero eso no quiere decir que me haya olvidado de Fernando, siempre lo tengo en la memoria con su sonrisa eterna.

Fernando Albán como el resto de las personas muertas o asesinadas en circunstancias que no son claras, merecen que se investiguen los hechos, que se sepa la verdad de lo ocurrido.

Eso se lo debemos como sociedad no solo a quien murió o fue asesinado/a, sino también a sus familiares. Es en este punto que conecto con el tema de la justicia transicional.

Soy una ferviente creyente en el diálogo, en que es necesario negociar, acordar, buscar puntos de encuentro; en que no podemos seguir viéndonos como enemigos y llenándonos de odio porque no resolvemos nada. Sigo creyendo que en Venezuela cabemos todas y todos. Pero yo hablo de un diálogo real, transparente, donde prevalezcan los intereses colectivos por encima de los egos, la corrupción y los abusos de poder.

Creo que en Venezuela en algún momento se instaurará la justicia transicional, como lo han hecho Perú o Colombia, entendiendo por esta –siguiendo al Centro Internacional para la Justicia Transicional– la manera en que los países dejan atrás periodos de conflicto y represión para hacerle frente a violaciones de derechos humanos masivas o sistemáticas, de tal magnitud y gravedad, que no obtienen respuestas del sistema judicial existente.

El jurista colombiano Rodrigo Uprimny Yepes, gran conocedor del tema de justicia transicional, ha manifestado en reiteradas ocasiones el lugar prioritario que deben ocupar las víctimas en este tipo de procesos, incluidas sus familias y la necesidad de asegurarles una reparación, lo que es imposible de lograr si no hay un esclarecimiento de los hechos. En otras palabras, que si no se judicializan los hechos, no hay garantías para los derechos de las víctimas y sus familiares.

Eso implica que, si en Venezuela algún día se instaura la justicia transicional, hay que investigar qué pasó con Fernando Albán y con tantas otras muertes que no han sido esclarecidas. Se lo debemos o por lo menos siento yo que, como parte de la sociedad venezolana, se lo debo a Fernando, a sus hijos y al resto de su familia.

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Humano Derecho #189 con Arianna Payares, coordinadora de Voluntariado de UNFEVE

@_humanoderecho

¿Qué tipo de formación ofrece UNFEVE? ¿Qué significa ser mujer en un país como Venezuela? ¿Cuáles derechos de la mujer están pendientes en Venezuela? Conversaremos de estos y otros temas con Arianna Payares, coordinadora de Voluntariado de UNFEVE, quien nos hablará de todos los puntos relacionados con sus proyectos.

«Desde UNFEVE generamos campañas de incidencia pública en pro de la defensa de los derechos de la mujer. También fomentamos programas de capacitación para brindar herramientas de liderazgo y emprendimiento dirigidos a mujeres que se desenvuelven en diferentes ámbitos sociales en toda Venezuela».

A nivel institucional UNFEVE quiere ser un referente, lograr incidencia y representación en todo el ámbito nacional para generar metas positivas mediante la capacitación de todas las mujeres venezolanas y la sociedad en general. 

Presentado por Génesis Zambrano (@medicenmouzo) y Luis Serrano (@akaLuisSerrano). Somos el radio web show semanal que mezcla la buena música con gente que ayuda a gente. Transmitido por diferentes plataformas del país, es producido por RedesAyuda y Provea.

Más contenido en humanoderecho.com

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Juan E. Fernández Abr 04, 2021 | Actualizado hace 1 mes
El reguetón sí puede educar

Ilustración de Alexander Almarza, @almarzaale

@SoyJuanette

Tengo que confesar que pensé mucho antes de escribir esto. Sé que algunos pensarán que ando en drogas o que definitivamente ya me he vuelto loco… Pero sí, aunque no lo crean, el reguetón educa.

La verdad es que este género ha hecho historia en el mundo de la música. Es el único donde la letra de la canción no tiene ninguna importancia. Seamos francos ¿acaso hay que ser un genio para componer reguetón?

Debo reconocer que el reguetón tiene un gran número de seguidores, pero el ISIS también y ninguna de las dos cosas son buenas. Pero ¿cómo llegó esta música demoníaca a la sociedad mundial? Muy fácil: la gente dejó de leer, de informarse y solo se dejó llevar por lo que las grandes corporaciones mediáticas “mesmas” les decían (disculpen que incluya el “mesma”, que es una deformación de “mismas”; pero en el país donde nací, y también en donde vivo ahora, si dices corporaciones mediáticas y no agregas el “mesmas” pues simplemente no tiene el mismo efecto).

Dicen que el culpable, el responsable del primer ataque fue Daddy Yankee, quien aprovechando los altos precios del petróleo y lo que se llamó en geopolítica “la bonanza petrolera”, lanzó su famosa canción Gasolina.

Y entonces, claro, como todo el mundo andaba comprando petróleo como loco, se puso de moda. Al transcurrir del tiempo, este tipo de música fue propagando su falsa idea de riqueza, excesos y mujeres hermosas; a cambio de raparse, hacer mucho ejercicio (el suficiente para poder andar sin camisa), colocarse varias cadenas de oro y bajarse ligeramente los pantalones en la parte trasera, para dejar ver la ropa interior.

Afortunadamente yo no me dejé seducir por esas ideas locas del reguetón; y no porque no me gusten las mujeres guapas y el dinero, fue básicamente por mi alergia al ejercicio. Pero gracias a YouTube, he descubierto una canción de reguetón que no solo me gusta, sino que además educa.

Resulta que el músico Aldo Narejos y los comediantes Ana Morgade y Berto Romero demostraron al mundo que el reguetón puede educar. De hecho, puede hacer que las nuevas generaciones se interesen por los grandes genios de la literatura.

Narejos tomó poemas y escritos de Calderón de la Barca, Sor Juana Inés de la Cruz y Miguel de Cervantes y les agregó algunos elementos de producción para crear el tema. Por su parte, los genios de Morgade y Berto le pusieron el ingrediente cómico y surgió la única canción de reguetón que me gusta, pues además educa: La vida es sueño.

Acá se las dejo, espero que la disfruten.

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