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Rubén Blades

Rubén Blades: Trump habla de Venezuela para distraer a estadounidenses

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El cantante panameño Rubén Blades expresó su temor este martes a que el mandatario de Estados Unidos, Donald Trump, use a Venezuela para distraer a la opinión pública y cerrar filas alrededor de su «absurda presidencia».

En un texto publicado en su página de Facebook, Blades, de 68 años y con aspiraciones presidenciales para 2019, hace mención a la llamada que Trump realizó al presidente panameño, Juan Carlos Varela, el pasado domingo.

Según un comunicado de la Casa Blanca, ambos gobernantes trataron sobre la «importancia de alentar el respeto a las normas y procesos democráticos» en Venezuela.

Sin embargo, el cantautor teme que «Trump invente otro «cuco» (personaje que genera miedo), como causa patriótica para distraer a su país y obligar incluso a sus más acérrimos adversarios y críticos a cerrar filas alrededor de su absurda presidencia», escribió Blades.

«Política y emocionalmente, un conflicto internacional crea un apoyo incondicional e instantáneo para un gobierno, incluso uno con problemas internos (…) Me inquieta el que un energúmeno introduzca un barril de pólvora como tema de discusión», añade.

Aunque en el escrito Blades matiza que no está sugiriendo «ni remotamente» que Estados Unidos quiera invadir Venezuela, el artista recuerda diversos conflictos internacionales en los que se vio involucrado el país norteamericano, como la invasión a Panamá en 1989.

Blades teme que Trump haya solicitado a Varela «asistencia» para solventar la situación venezolana «como un recurso para aliviar la crisis de credibilidad que sufre a nivel mundial» y distraer la atención de sus «frecuentes desaciertos».

«Ese es el modo de operar clásico de magos y de estafadores de todas las estirpes», afirma el autor de «Patria», «Decisiones», «Pedro Navaja» o «Buscando América».

El músico y político, concluye pidiendo a Varela que no se deje «embaucar» por Trump con «iniciativas egocéntricas» porque además Estados Unidos «no agradece favores».

Lea el texto íntegro escrito por Rubén Blades AQUÍ

Alejandro Armas May 27, 2016 | Actualizado hace 3 semanas
Reflexiones del solar de los políticos

RubénBlades-

 

Como caraqueño de 24 años de edad, las tendencias y gustos de mi generación podrían colocarme en una posición desde la cual mi idea de una velada deliciosa sea pasar toda la noche en una discoteca de Las Mercedes, abarrotada de gente que baila los últimos éxitos comerciales del house o el reguetón y beber hasta más no poder lo que sea que estos tiempos de inflación malandra permitan.  Pero ese mundo de “culos y curda”, suerte de festival dionisíaco contemporáneo, nunca ha sido lo mío.

El mayor grado de goce social lo hallo más bien en una larga conversación con un nutrido grupo de amigos, en la que el cine, el teatro, la literatura y la filosofía se entremezclan con temas más banales, pero también entretenidos. ¡Y la política! Disfruto hablar de política, tal vez por encima de mi propio bien. Soy consciente de que el tema puede agriar relaciones amistosas, incluso entre quienes están en un mismo polo. Por suerte, hasta ahora no me ha ocurrido. Como sea, de vuelta a mi jolgorio de viejo prematuro, ¿qué más hay en él? Cervecitas y ron, ¿cómo no?  ¡Música, maestro! Los que gusten pueden poner algo bailable y parar la charla para moverse un rato. Habrá jazz, electrónica, bossa nova y mi género latino favorito, salsa. Pero salsa brava, de la puso a todos a echar un pie en el Spanish Harlem, en Santurce, en el Chorrillo de Panamá y en Catia en los años 70 y 80.

Así, en una noche de esas, mientras se discute sobre la situación de la República, puede oírse algún ritmo caribeño acompañado por versos igualmente dedicados a temas políticos. Los soneros no le cantan solo al ánimo de fiesta y los desamores. Varios cultores de esta expresión artística desde el principio mostraron interés por abordar el juego del poder y sus consecuencias sociales. Puede oírse en temas como “Indestructible”, de Ray Barretto, o “La libertad/lógico”, de Eddie Palmieri. Claro, cuando de política en la salsa se trata, quien más llama la atención es Rubén Blades.

Este poeta del istmo, que además se distingue de la mayoría de sus pares por escribir casi todas sus canciones, ha hecho bastante explícito su pasión por los avatares de la colectividad, y no solo desde un estudio de grabación a un escenario. Durante el gobierno de Martín Torrijos en su nativa Panamá fungió como ministro de Turismo y recientemente ha dicho que en las próximas elecciones presidenciales podría competir.

Pero la preocupación de Blades no se limita a su terruño, sino que alcanza todo el globo, y sobre todo Latinoamérica. Por eso no sorprende que este lunes difundiera un breve texto comentando la situación en Venezuela, nación por la que dice sentir un profundo afecto y a la que incluso le cantó con el tema “María Lionza”, cuarta pista de esa joya que es Siembra (1978), producida con Willie Colón. El tono del documento hizo del salsero tendencia local en Twitter por más de 24 horas. En él, Blades sugiere que el régimen venezolano en la práctica ya es una dictadura, rechaza que Nicolás Maduro desconozca la voluntad de la ciudadanía expresada el 6 de diciembre y cuestiona su actitud ante el deseo masivo de un referéndum revocatorio.

Las reacciones al escrito, volcadas en redes sociales, fueron de lo más variopinto. La mayoría expresó gratitud y aprecio por lo que consideró como un intento sincero de una figura influyente en la región por concientizar al público sobre la tragedia de miseria y autoritarismo que hoy vive el país. Otros lo criticaron por juzgar que se repudia a Maduro sin condenar igualmente a su mentor, Hugo Chávez, señalado como el verdadero culpable del desastre. Y, finalmente, no faltaron los miembros de la llamada “tropa”, que arremetieron contra el autor por “traicionar los valores revolucionarios”. Todo depende del cristal con que se mire, como dice otra pieza de Blades.

No cabe duda de que uno de los que supo del texto, aunque no lo he visto responder en público ni por asomo, es el propio Maduro. Y aunque haga mutis, es seguro que no se lo tomó nada bien. Para el Presidente debe ser particularmente amargo saber que Blades piensa así, ya que él es un admirador de la obra del panameño, al punto de que se autoproclamó en 2014 un “especialista” en ella.  Para demostrarlo, aquella vez, entonó unas notas de “Pablo Pueblo”, pero la memoria le falló y se equivocó dos veces.

De todas formas, hay razones para creer que el mandatario no mintió cuando dijo que siente una gran inclinación hacia la música de Blades. No es solo porque esa salsa estaba de moda cuando Maduro era adolescente (por el Mito de la Edad de Oro, lo que fue popular durante la juventud es inherentemente superior a lo que vino antes y vendrá después), sino también por la política de la que a menudo estaban recargadas las letras.

Sin caer en simplismos puede afirmarse que, desde que su estrella comenzó a ascender, Blades ha escrito canciones afines a los movimientos de la izquierda latinoamericana. Varios temas comunes en sus letras son la indiferencia de los políticos ante la pobreza (“Pablo Pueblo”), el materialismo y arrogancia de los sectores más beneficiados socioeconómicamente (“Plástico”), el orgullo por la cultura latina (“Siembra”), el rechazo al clasismo y al racismo (“Ligia Elena”) y el antiimperialismo (“Tiburón”). Estos contenidos los combinó con visiones de un futuro de prosperidad y unidad entre los países de la región. Todo parece sacado del Plan de la Patria, ¿verdad?

Maduro no era ni mayor de edad cuando fue reclutado para la Liga Socialista, el partido con aires de guerrilla urbana fundado por Jorge Rodríguez padre con sectores del MIR que no quisieron dejar la subversión a finales de la década de 1960.  Esos años de primera militancia para el futuro mandatario fueron los mismos en que Blades comenzó a sonar, y no es extraño que para aquella generación de jóvenes ñángaras haya sido una voz.

¿Quiere decir eso que el panameño ha traicionado la lucha por la libertad y la justicia en Latinoamérica con su texto de hace unos días? Creo que no.  ¿Es que fue y sigue siendo un radical rabioso, defensor ciego del estalinismo tropical? Tampoco me parece.  Como yo lo veo, su estrella no se volvió tan roja como el astro en la boina del Che durante el ascenso, aunque nunca haya sido conformista.

Hay que reconocer que muchos de los problemas denunciados por Blades en su momento fueron muy reales. Durante la década de los 70, lo normal era que los países latinoamericanos estuvieran gobernados por regímenes despóticos apoyados por Estados Unidos. Su razón de ser a todas luces era proteger con celo asesino el statu quo, marcado por la exclusión de los pobres y la pulverización de cualquier esperanza para que estos salieran de la miseria así fuera con esfuerzo honrado.

Tampoco es mentira que las sociedades de la época en el continente estaban plagadas de vicios racistas y clasistas. Esta discriminación es un mal que hoy sigue vivo, por desgracia, aunque ha habido avances en la lucha contra él.

Ahora bien, ¿enfrentar estas taras con el canto y un par de maracas no es mejor que hacerlo con un rifle, sed de sangre y venganza irracional? ¿Acaso no es buscar una transición mediante la protesta firme pero no violenta una alternativa de mayor justicia y paz que los palos, los bombardeos o los juramentos de freírles las cabezas a unos enemigos?

Claro, la búsqueda de soluciones está condicionada al diagnóstico de la situación. Examen errado llevará a métodos errados. Cualquiera que siga pensando en el mundo desde la óptica de la Guerra Fría en esta segunda década del siglo XXI está condenado a fracasar como líder, sumir a sus conciudadanos en un sufrimiento infernal, o a ambas cosas. Blades debe entender eso. Lástima que otros no.

Estos pensamientos los comparto con usted, lector, como si fuera un amigo más en una tertulia sobre política acompañada por una salsa sabrosa. Mientras, no creo que Maduro esté haciendo lo mismo, por lo menos no con canciones del que fuera su ídolo hace tiempo. El jefe de Estado no debe tener ganas de escucharlo ahora que los versos de “Buscando América” parecen reflejar lo que muchos venezolanos hartos de él piensan.

 

Si el sueño de unos

Es sueño de todos

Romper la cadena

Y echarnos a andar

@AAAD25

Rubén Blades define a Venezuela como una dictadura

CONCIERTO "VIVA LA MÚSICA", EN CARACAS, VENEZUELA

 

En este momento de la historia humana, que se caracteriza por  cambios, re-planteamientos y re-definiciones, tenemos que revisar todo lo conocido, desaprender y re-aprender. En cualquier estado -sea socialista, democrático, capitalista o comunista- un gobierno que se sostenga en base a la docilidad y obediencia ciega del pueblo, ya sea por la fuerza de las armas o a cambio de subsidios y programas de beneficio público, es por definición una dictadura.

El servicio público es obligatorio en cualquier estado, y por lo tanto no debe ser condicionado por ningún tipo de gobierno, menos cuando ello involucra la pérdida de derechos cívicos y humanos, ni a la rendición del ejercicio y/o consulta de la razón nacional, aunque se proclame que se ha hecho de manera voluntaria.

La democracia es, por naturaleza, impredecible y solidaria. No puede ser sancionada por una ideología. Ocurre desde una voluntad, individual o colectiva, que es humanista en su enfoque, en su afán y proyección. La autoridad, en cualquiera de sus formas, jamás surge de la imposición oficial. Nace de la fuente popular que la otorga y que decide, por su voluntad, sostenerla. La autoridad solo se produce cuando el respeto popular la reconoce y, con eso y por eso, permite que exista y que sea respaldada.

En la pasada elección parlamentaria, desde las mismas urnas que una vez consagraran a Chávez, el pueblo venezolano, retiró la confianza antes otorgada al presente gobierno, pero también decidió darle a los opositores al gobierno, una mayoría en la Asamblea Nacional. La replica del presidente Maduro ha sido la de rechazar la expresión de esa voluntad y su realidad, actuando para anular sus actos y efectos.

Su respuesta no solo es ilegal, sino que es una acción que desconoce abiertamente la manifestación de la voluntad popular libremente expresada en las urnas, por una mayoría representativa del sentir nacional. Creo que ni el difunto Chávez hubiese considerado semejante paso. Me parece que su idea original era la de plantear una revolución de efecto social permanente, pero utilizando el paradigma democrático, respetando sus instituciones. El decreto 2323, escuetamente descrito, es un facilitador para ejercer el totalitarismo, algo que desnaturaliza su pretensión de legalidad. De persistir tal decisión, lo que provocara será endurecer aun más la actual polarización en Venezuela, aumentando así la posibilidad de violencia civil y/o la de un golpe militar, bajo el liderazgo de oficiales de menor jerarquía. Si existe la posibilidad de un golpe milico, éste vendrá de abajo hacia arriba, tal como lo hizo Chávez.

 

 

Ya he señalado antes que los argumentos de las partes en pugna, PSUV o MUD, no convencen del todo al ciudadano
promedio. En vez de tratar de encontrar una solución negociada para la presente situación, ambos grupos persisten en una lucha por el poder, de la cual surja un claro ganador, que no sería necesariamente el pueblo venezolano, hoy afectado por una crisis que no es solamente económica; también es cívica, social, espiritual.

Pareciera, desde aquí, que allá se está derrumbando todo.

En todo caso: ¿Por qué se busca evitar que el pueblo venezolano decida el futuro del presente gobierno y el del Presidente Maduro? La respuesta luce obvia. La presente circunstancia que sufre Venezuela debe ser enfrentada desde una perspectiva de solidaridad y objetividad, no desde ideologías, enconos, triunfalismos o ansias de rapiña. Partiendo al niño por la mitad no se resolverá el problema.


Rubén Blades | 22 de Mayo, 2016

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Mira lo que Rubén Blades le respondió al escritor Ibsen Martínez sobre su artículo

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El cantante panameño Rubén Blades dedicó unas palabras al escritor venezolano Ibsen Martínez, quien publicó un texto sobre una frase utilizada por el cantante «Matan a la gente, pero no a la idea» el pasado 29 de junio.

«Amigo Ibsen, no puedo aceptarte que la frase,‘Matan a la gente pero no matan a la idea’ sea ‘una pinche idea’. Tampoco que la sugieras como ejemplo de las expresiones que pueden producir muertes en ‘proporciones genocidas’ ».

El artista panameño planteó que generalizar las ideas, condenándolas sin previo aviso «eso es lo que define a las dictaduras».

A partir de este planteamiento, Blades citó como ejemplo «el esfuerzo» que hacen los panameños por no generalizar «el sentimiento anti inmigrante»  sobre el éxodo de venezolanos a Panamá, producto de la situación política.

«Algunos venezolanos, especialmente los de alto poder adquisitivo, llegan con una actitud de superioridad y de soberbia como la que contribuyo a producir la reacción popular que llevo a Chávez al poder y que en parte ayuda a explicar la caótica situación, enredada y dividida, que hoy se vive en esa hermana nación».

«Compran dos casas en un barrio de lujo y de pronto se creen dueños del país, y con una condescendencia que ofende, tratan a sus anfitriones como si fuesen siervos».

«Pero esos son algunos, no todos. Por eso, no debemos generalizar. Hay muchos venezolanos que han venido a nuestro país con respeto, agradecen nuestra acogida y se integran a nuestra sociedad y costumbres. Si permitimos la generalización, si no utilizamos el criterio objetivo, entonces se condenaría a todos por unos cuantos. Eso no puede ser excusado. Ni en Panamá, ni en Venezuela».

Lee el artículo publicado por Rubén Blades aquí

En un artículo publicado en el diario El País, titulado «La cara Visible del Fracaso de la Revolución»,  reproducido en un blog modestamente titulado «Entorno Inteligente», el escritor venezolano Ibsen Martínez pareciera satanizar en favor de su interpretación política un comentario que siempre hago durante la canción «El Padre Antonio y el Monaguillo Andrés», (dedicada en 1983 al hoy mártir beatificado, el Salvadoreño Oscar Arnulfo Romero).  No estoy seguro si este escritor es el mismo que conocí hace décadas, por intermedio de Cesar Miguel Rondón. Ibsen, ¿el escritor de teatro y de telenovelas?

De ser así, hola Ibsen, que sorpresa, ¡Ibsen!

El punto es que al final de esa canción acostumbro comentar que, «Matan a la gente, pero no matan a la idea». Lo hago como parte de mi convicción de que la muerte comienza por el olvido, que necesitamos constantemente enfrentar a la maldad que continúa intentando destruir nuestra posibilidad, la de todos y una forma de hacerlo es reconociendo el sacrificio de los que han caído por defender el ideal de la justicia.

Me resisto a dar la ultima palabra a los asesinos, y ayudarlos a creer que la Muerte que causaron con su odio resulto la triunfadora final.

Pues resulta, según el articulo de Ibsen, que en un concierto dado por mí ¿en los años 90?, un mexicano pasado en tragos respondió al comentario exclamando, …»ojalá mataran a todas las pinches ideas y dejaran tranquilas a las personas, güey». Acto seguido, nuestro Ibsen criollo desarrolla una opinión sobre lo que grito el borracho, (que ignoramos si recordó lo que dijo al día siguiente). En el plantea que «las pinches ideas», (que incluirían reconocer y agradecer el sacrificio de Monseñor Romero siguiendo la línea embriagada que inspiro al escritor), no solo resultan mala onda sino que pueden además resultar «peligrosas». Luego, aumentando incluso la dimensión del argumento etílico, nos advierte que las «pinches ideas», esos pensamientos que andan por ahí sin supervisión, como ganado en soltura, «tienden a matar en proporciones genocidas».  Tuve que volver a leer el párrafo, como tres veces.

Solo atiné a reaccionar pensando:  Veeeeeeerga!!!, (acento a lo maracucho).

Me sorprende que Ibsen, (el venezolano, no el noruego) me utilice como ejemplo para forzar una denuncia sobre el «peligro de las ideas», sean estas «pinches» o no. Desafortunadamente, el escritor no brinda una explicación que nos permita identificar cuando una idea deja de ser buena para convertirse en «pinche», ni como puede dejar de ser «pinche» para convertirse en buena. Imagino que si la idea proviene del sector ideológico que él apoya entonces será, en el peor de los casos buena, y en el mejor de los casos,  extraordinaria.  De ser así, el articulo adquiere un sesgo cognitivo que exhibe una de las razones por las cuales la “oposición» no logra aun producir un mayor respaldo de la población en Venezuela, aunque se caiga en pedazos la credibilidad de su gobierno y el pueblo por fin reconozca la inexcusable mediocridad de la administración de Maduro. Quizás Maese Ibsen equipara mi comentario al tipo de consigna panfletaria de los años 60, utilizadas por la Izquierda y por los ambidextros para estimular a las masas, intentando simplificar complejas realidades en frases fáciles de repetir. Pero ni eso justifica su descalificación de lo que dije.

La actitud anti-panfleto, que también comparto y de la que trato de alejarme en mis letras, no quiere decir que el argumento de algunas consignas sea erróneo. “El pueblo unido jamás será vencido”, por ejemplo, suena a demagogia pero no lo es. ¿Que puede vencer a un pueblo unido? Nada. Los pueblos se vencen a si mismos, sea por actuar como dedos y no como manos, sea por compartir de la corrupción de sus dirigentes. La cara invisible del fracaso de la revolución es mucho más compleja, Ibsen, comenzando por la pregunta ¿hubo alguna vez tal revolución, mas allá de los cambios constitucionales, golpes, rebeliones armadas y ahora desplantes pseudo «socialistas»? Y que decir de la decepción, o fracaso del sistema democrático, cuando fue administrado en tu tierra a la manera adeca y copeyana?

La Venezuela que produjo a Chávez como alternativa política procuraba la sacudida social que desplazara a los partidos político-empresariales y su codicia insaciable, los que durante décadas propiciaron la corrupción y el robo de los recursos públicos, dejando al país sin oportunidades, en especial para el sector popular. Esa sacudida, legítima por ser el producto de la cólera de un pueblo vejado, fue reemplazada con un  sistema mal diseñado, desprestigiado y descartado en otras latitudes y que, a pesar de su promesa inicial de transformación se convirtió en una rígida y absurda línea ideológica que partió al pueblo venezolano en mitades, convirtiendo a la posibilidad nacional en una caricatura que hoy ni la irreverencia de un Zapata podría concebir.

La actual administración, sin el carisma de Chávez maquillando su ineficiencia, se esfuerza en crear mística y apoyo popular utilizando la demagogia y la represión, algo insostenible.  Como decía mi mamá, bruto trabaja dos veces; y a veces, ni así!

Pero, y esto debe ser considerado objetivamente en otro foro, el problema de Venezuela parece no radicar solamente en los desaciertos del actual gobierno. La interioridad del fracaso, al igual que la del éxito, siempre resulta mucho mas compleja. Por eso, la responsabilidad por lo que ocurre en Venezuela también alcanza a los grupos opositores. Por eso, nadie merece o debe esperar nuestro apoyo incondicional.

No logro entender por qué, cada vez que se discute sobre realidades sociales de un país, el que sale del poder culpa de todo lo malo que ocurre al que está ahora al mando, como si con cada nuevo gobierno toda la realidad nacional volviera a nacer, «ab ovo». Sobre el comentario en el articulo describiendo el aumento del crimen en la Venezuela de hoy, resulta mas imparcial considerar que la responsabilidad por la criminalidad en general radica en la pasada y presente ausencia de políticas de estado que enfrenten y ofrezcan factibles alternativas y oportunidades al jetsam y flotsam humano, producto de la desintegración familiar y de su exclusión dentro del marco de producción -o explotación- capitalista, el que los regímenes democráticos adeco-copeyanos y sus adláteres en las grandes fortunas mal habidas ayudaron a crear, problemas que el presente régimen se ha encargado de empeorar con charlatanerías, e ineficiencias épicas.

Si la presente aplicación de un seudo-socialismo ha resultado hasta el momento un desastre, podemos asegurar lo mismo sobre la aplicación de la democracia, tal y como resulto interpretada por los gobiernos de corte capitalista del pasado cercano.

No perdamos el tiempo discutiendo cual de los dos sistemas resulta ser el peor.

Lo que se requiere con urgencia es honestidad en el análisis del problema actual, la imaginación para desarrollar una propuesta viable, posible, con los fondos para producirla y la voluntad para aplicarla. Este es un problema internacional, Venezuela no es el único lugar que registra un incremento en la criminalidad en América.

De ello me ocuparé y escribiré muchas veces mas, en el futuro. Al momento pregunto, ¿existe en Venezuela un plan ofrecido por la Oposición para enfrentar, o por lo menos disminuir, el problema del crimen en el país?.  No me refiero a pronunciamientos retóricos, ni a discursos, o promesas. Hablo de una planificada propuesta, con explicación de motivos, fechas para la ejecución de proyectos, e identificación de fondos, públicos y/o privados, con los cuales hacerlos realidad . ¿Ese plan se ha hecho público?  Mas allá de la necesaria denuncia de un problema, también resulta necesario que los críticos presentemos propuestas para su solución, o al menos alivio.

Amigo Ibsen, no puedo aceptarte que la frase, «Matan a la gente pero no matan a la idea» sea «una pinche idea». Tampoco que la sugieras como ejemplo de las expresiones que pueden producir muertes en «proporciones genocidas».

Lo que sí ha contribuido a producir genocidios, por siglos, es la indiferencia cívica, el silencio internacional ante la violencia racial, social o política, y la ceguera ideológica de gente que se considera, con la mejor intención, como los únicos poseedores de la razón aunque no puedan ver nada ubicado mas allá de las orillas de su prejuicio.

En el sector que supongo integras existen estos ejemplos también; no todos están solamente dentro del desgobierno que con razón opones.  Las ideas no son peligrosas. Deben ser evaluadas objetivamente y se sostendrán o no en el tiempo, de acuerdo con la razón y el mérito que posean. Censurarlas antes de ser siquiera discutidas no es democrático, ni es inteligente. Generalizar, el agrupar indiscriminadamente conceptos que no han sido examinados, condenándolos sin un juicio previo, eso es lo que define a las dictaduras que imagino también opones.

En Panamá, por ejemplo, hacemos un esfuerzo por lograr que nuestro pueblo no generalice un sentimiento anti-inmigrante que se empieza a sentir por el éxodo que desde tu país al mío va en aumento a consecuencia de la situación política.

Algunos venezolanos, especialmente los de alto poder adquisitivo, llegan con una actitud de superioridad y de soberbia como la que contribuyo a producir la reacción popular que llevo a Chávez al poder y que en parte ayuda a explicar la caótica situación, enredada y dividida, que hoy se vive en esa hermana nación.

Compran dos casas en un barrio de lujo y de pronto se creen dueños del país, y con una condescendencia que ofende, tratan a sus anfitriones como si fuesen siervos.

Pero esos son algunos, no todos. Por eso, no debemos generalizar. Hay muchos venezolanos que han venido a nuestro país con respeto, agradecen nuestra acogida y se integran a nuestra sociedad y costumbres. Si permitimos la generalización, si no utilizamos el criterio objetivo, entonces se condenaría a todos por unos cuantos. Eso no puede ser excusado. Ni en Panamá, ni en Venezuela.

Ojalá amigo Ibsen no te unas a los que creen que quienes no coinciden con sus ideas y posturas son idiotas. En la antigua Atenas, la palabra «idiotes» describía a la persona egoísta, obsesionada con su exclusiva posibilidad de avance económico y su interés personal, desligándose de los asuntos de la cosa pública, los que atañen al interés colectivo, el de la comunidad. Desde esa perspectiva, para los antiguos griegos todos nacíamos idiotas, hasta que la formación y la educación se encargaba de transformarnos en ciudadanos. Una forma de no ser idiota es evitar la generalización.

A mis casi 67 anos he aprendido que lo importante al discutir es no perder el sentido del humor y mantener la honestidad y ecuanimidad en la presentación del argumento, algo así como lo que intentó nuestro amigo Cabrujas, con «El día que me quieras».

El enfrentar su desilusión política no lo llevo a la quema de todo lo aprendido. Luego de un examen honesto rescato, como Eneas, sus lares y penates y avanzo hacia un nuevo inicio, formado desde una perspectiva mas educada y objetiva.

Irse por el camino que escogió Ibsen si puede representar un peligro serio y confieso que no acabo de entender sus motivos, a menos que haya mal interpretado la lectura.

Resumiendo:

El escritor Ibsen, venezolano,

a) Redactó un análisis político partiendo de lo que oyó decir a un borracho en un baile,

b) Utilizo mi frase, «Matan a la gente pero no matan a la idea», (dedicada a la memoria del Salvadoreño Oscar Arnulfo Romero), para identificarse con lo planteado por el beodo («maten a las pinches ideas para que dejen tranquilas a las personas»,

y,

c) Agregó de su propio albedrío su opinión concurrente, sobre lo efectivamente peligrosas que pueden resultar las «pinches ideas».

Pregunto: ¿el «dejar tranquilas a las personas», incluiría el «no molestar» a las que asesinaron a Romero?

¡Ojo con la generalización, güey!

Que no se puede tener la corona de espinas y las treinta monedas de plata a la vez.

Un abrazo,

Rubén Blades | Los Angeles, 3 de julio,  2015

Título de caja
Lee también: Pinches ideas por Ibsen Martínez
Ibsen Martínez Jul 06, 2015 | Actualizado hace 9 años
Pinches ideas por Ibsen Martínez

PinchesIdeas

 

Para irnos entendiendo traeré una anécdota del cantautor de salsa panameño Rubén Blades.

Es México, DF, son los años noventa y Blades canta en un gran anfiteatro. El auditorio se divide, a partes iguales y mutuamente excluyentes, en “güelfos ideológicos” y “gibelinos bailadores”.

Quienes bailan al son montuno de Buscando guayaba no están para las consignas antiimperialistas de, por ejemplo, Tiburón (“Si lo ven que viene, ¡palo al Tiburón! / Pa’ que no se coma a nuestra hermana El Salvador”). Y viceversa.

De pronto, cesa el baile y se escuchan los compases iniciales de El padre Antonio y su monaguillo, Andrés, auténtica elegía a la muerte de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, abaleado por sicarios en San Salvador, en 1980.

En este introito a una de sus más célebres canciones de protesta, Blades improvisa un discurso político que inflama a los ideológicos y desinfla a los bailadores. “En América Latina”, dice Blades, “podrán matar a las personas, pero nunca podrán matar las ideas”. A lo que un frustrado bailador, con una rezongona copa de más, responde gritando: “¡Ojalá mataran a todas las pinches ideas y dejaran tranquilas a las personas, güey!”.

Pues bien, las pinches ideas son parientes cercanas de las que Paul Krugman, ganador del premio Nobel de Economía en 2008, llama “ideas zombis”.

 

 

Según Krugman, una idea zombi es toda proposición económica “tan concienzudamente refutada, tanto por el análisis como por una masa de evidencia, que debería estar muerta, pero no lo está porque sirve a propósitos políticos, apela a los prejuicios, o ambas cosas”.

La diferencia específica entre las ideas zombis y muchas pinches ideas progresistas latinoamericanas radica en que las zombis están bien muertas y solo resta enterrarlas. En cambio, las pinches ideas están vivas, andan sueltas y en muchas ocasiones tienden a matar en proporciones genocidas.

Considérese la idea del delincuente como víctima rebelde, como “bandido social”, para usar la expresión del historiador británico Eric Hobsbawm. Resulta catastrófica como guía de políticas públicas que busquen sofocar la violencia criminal en un país de más de 28 millones que, en los 15 años de régimen chavista, registra ya 225.000 muertes violentas y donde, tan solo el año pasado, ocurrieron 25.000 homicidios impunes.

Pretender ver en un niño-sicario del microtráfico a alguien que puede ser persuadido de entregar su pistola Glock 9 milímetros a cambio de un ejemplar de Las venas abiertas de América Latina puede parecer ingenuo misticismo moral, pero eso es justamente lo que proponía Chávez cuando, en su reality show, Aló, presidente, invitaba a los imberbes y despiadados malandros que siembran la muerte en Venezuela a convertirse en entrenadores de baloncesto en las barriadas marginadas de Caracas.

Mézclese semejante ñoñería con lo que va quedando de cierta marxista teoría del reflejo “¿Somos lo que vemos en las series gringas de TV?”, y tendremos la ordenanza de Nicolás Maduro prohibiendo la importación de videojuegos de contenido violento, causantes, según sus avispados viceministros, de la propensión de nuestros asaltantes a descerrajar un promedio de 15 disparos en la humanidad de sus víctimas.

¿Quién está matando a los venezolanos a ritmo de vértigo? ¿Quiénes son verdaderamente sus implacables, sañudos asesinos? Obviamente, aunque las cifras de muerte nos pongan detrás de Honduras en cuanto a número de homicidios por cada 100.000 habitantes, no hay en mi país un conflicto armado abierto semejante al de Colombia, con ejércitos claramente antagonistas. Tampoco es asimilable nuestra violencia a los patrones asociados al narcotráfico que imperan en México o Centroamérica.

¿Qué distingue, pues, la violencia criminal venezolana de las demás matanzas que ocurren en otras comarcas de nuestro sanguinario continente?

Las respuestas son complejas, provienen de distintos submundos, con dinámicas muy dispares que confluyen todas en el demencial matadero que es hoy mi país. Una de esas dinámicas responde a otra pinche idea: la del “pueblo en armas” como disuasivo de cualquier golpe de Estado contra la revolución bolivariana.

A comienzos del año pasado, grupos paramilitares de despliegue rápido, desplazándose por las ciudades en motocicletas de gran cilindrada, causaron la muerte de más de 40 manifestantes de oposición. Apoyados con dinero y material bélico por el Gobierno, han sido valorados desde siempre, primero por Chávez, y luego por sus actuales herederos políticos, como “garantes de la paz”.

La conformación de estos grupos trasluce una intensa polinización cruzada entre un Gobierno ostensiblemente militar, la fuerza de choque paramilitar ¿irregulares llamados “colectivos”?, el nutrido lumpen del “micronarco” y, last but not least, un dantesco inframundo penitenciario, regido desde las cárceles por temidos capos que ordenan secuestros, asaltos, motines carcelarios y, desde luego, la contrata de sicarios. En un mismo colectivo pueden convivir todas estas categorías.

Añadamos demografía y escala a lo arriba dicho: en Venezuela actúan cerca de 12.000 bandas y circulan entre 7 y 12 millones de armas cortas y de guerra.

La idea del “pueblo en armas” ha alentado un descomunal gasto militar, incontrolado y corrupto, que desembozadamente surte de sofisticadas armas de guerra al hampa común. La corrupción de las policías, tanto nacionales como provinciales, y la perversión de la rama judicial, fomentan la universal impunidad de los delitos de sangre, al punto de que menos del 1% del cuarto de millón de homicidios registrados desde 1999 han sido policialmente resueltos, mucho menos desembocado en detenciones, imputaciones, juicios ni sentencias firmes.

Resultado de todo esto es que el hampa disputa ya a los cuerpos policiales, desmoralizados cuando no corruptos, no solo el control de populosas favelas y extensas zonas suburbanas, sino también potestades tributarias.

Es en medio de esta anómica efusión de sangre que transcurre la degradante crisis de abastecimiento, la desenfrenada espiral de hiperinflación y el implacable acoso a toda forma de protesta, por pacífica que ella sea. Mientras tanto, los legatarios de Chávez, calibanes convertidos en talibanes, perseveran ofuscadamente en prolongar la crisis terminal una pinche idea: el socialismo del siglo XXI.

El Pais ES