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Pensamiento

La muerte de la crítica, por Carlos Blanco

criticas

 

El régimen pena la crítica con expulsiones y marginamientos. Se sabe. Es la vocación autocrática y policial. Dentro de la oposición debería ser distinto; pero no lo es. Especialmente entre quienes siguen sin chistar lo que dice –o decía– la MUD. Progresivamente, los factores que la dominan marginan –cuando pueden– el pensamiento y las actitudes críticas.

Hay escribidores, articulistas, políticos de la tercera edad, jóvenes atrevidos e improvisados, analistas y periodistas que funcionan como la infantería que ataca toda disidencia y que funciona como el Santo Oficio en defensa de las decisiones de la MUD; sean unas o las contrarias. En las semanas recientes se pudo ver un episodio nuevo de la vieja intolerancia.

Los dirigentes habían dicho en los meses de la protesta que jamás aceptarían ir al disparate de las elecciones regionales. Toda la oposición compartió tal criterio. Luego cambiaron de política y adoptaron la tesis de las elecciones regionales. Otros factores de la sociedad se opusieron a esa súbita mutación. Pues, nada, comenzó el pelotón de censores a arremeter en contra de los que opinaban distinto. Más adelante, un número importante de ciudadanos expresó su decisión de no votar; allí se desató una de las más lamentables e inútiles guerras, esta vez en contra de “los abstencionistas”. Misteriosamente, cuatro días antes de las elecciones, al observar el desastre de la MUD que atacaba a una parte de la propia oposición llena de dudas, los jefes ordenaron detener la campaña en contra de los que se negaban a votar. Esta conducta duró poco tiempo, porque una vez conocidos los resultados, se achacó la catástrofe de esa política de nuevo a los abstencionistas, siendo que los números mostraban que la abstención no era la causa del desastre sino el colosal fraude que esos dirigentes de la MUD decían que no era posible, dada la vigilancia que los testigos mantendrían (y no mantuvieron) en todas las mesas electorales. Viraron otra vez al evidenciarse el fraude.

El nuevo episodio es que, contra toda previsión, los partidos que ayer participaron en las regionales ahora son “abstencionistas” para las municipales, y la infantería de la antigua MUD se mueve, sin el más mínimo asomo autocrítico, a respaldar la posición que ayer apenas les revolvía el hígado.

Lamentablemente, los incondicionales se han convertido en acríticos portadores de la represión intelectual para servir –falsamente– a la unidad, dinamitada por sus dueños. Y la crítica “interna” no sirve porque no hay nada “interno” que no sea del dominio público.

@carlosblancog

El Nacional 

Volver al periodismo –o la puerta, el puente y la casa como referencias– por Marcelino Bisbal

periodistass

 

En todo lo que va de este proceso político que han llamado “revolución bolivariana”, el periodismo y las industrias culturales a las que él pertenece han pasado por varios momentos. En uno de esos momentos el periodista y su ejercicio estuvieron en entredicho por su acción política y por su falta de racionalidad ante el papel que le toca ejercer. En las actuales circunstancias, signadas por la ausencia de una buena cantidad de medios que han sido neutralizados, ya se sea por los cambios nada transparentes que se han dado en su estructura de propiedad, o porque se han impuesto la autocensura y un manejo de la información que no moleste al poder político, ha emergido a pesar de todo un buen periodismo que tiene su base y centro de actuación en el dato, el relato y en la pesquisa profunda hasta llegar al último rincón de los hechos.

Sirva esta especie de preámbulo para presentar un libro que lleva por título Volver al periodismo…Repensando al país desde las comunicaciones. Texto que ha sido publicado por el Programa de Postgrado de Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello y que se ofrece como homenaje a los 20 años de sus postgrados en comunicación social. Esta publicación nos dice que tiene que darse un periodismo que ayude al ciudadano a discernir entre la verdad y la mentira, que sea capaz de descubrir aquello que el poder –en cualquiera de sus formas– quiere ocultar porque quedaría al desnudo y mal parado, que logre crear las tensiones necesarias entre la realidad y la ficción ya que el periodismo –tal como dice el periodista colombiano Daniel Samper– es siempre tensión. Por eso hay que Volver al periodismo…

Leyendo sus 218 páginas nos encontramos con planteamientos que tienen que ver con el oficio, acerca de la profesión, su ejercicio como oficiantes de las comunicaciones y de los medios, se replantea el papel de los centros universitarios de comunicación social –¡una vez más– y todo a la luz de los nuevos soportes de contenidos, es decir de las tecnologías de información-comunicación y la convergencia tecnológica que desde ellas se implanta en el tiempo presente.

Volver al periodismo… Repensando al país desde las comunicaciones, tal como nos lo plantea el libro,  implica una serie de supuestos o ejes en donde cada uno de ellos admite interpretaciones diversas que parten de tres metáforas: la puerta, el puente y la casa.

El primero tiene que ver con la puerta, es decir, con la comunicación en el sentido que le diera  el escritor argentino Julio Cortázar en su novela Libro de Manuel, donde llega a decir: “Yo escribo y el lector lee, es decir que se da por supuesto que yo escribo y tiendo el puente a un nivel legible (el puente de la comunicación). ¿Y si no soy legible, viejo, sino hay lectores y ergo (por tanto); no hay puente? Porque un puente aunque se tenga el deseo de tenderlo y toda obra sea un puente hacia y desde algo, no es verdaderamente puente mientras los hombres no lo crucen. Un puente es un hombre cruzando un puente. Che”.

Este primer supuesto, mejor esta primera metáfora, nos dice que una lectura de la sociedad actual pasa necesariamente a partir de los medios de comunicación, de las industrias culturales que los contiene y por supuesto de todo el conjunto de nuevos medios de comunicación que trae consigo la revolución electrónica a la que estamos asistiendo. Como vemos, hoy los medios en su sentido más general constituyen el núcleo de la sociedad que estamos presenciando. Somos testigos, menos actores, de una sociedad en donde la comunicación-información se ha convertido en un “bien estratégico“, en un “valor de uso” para la producción, reproducción y perpetuación de la misma sociedad. La comunicación, en su sentido más amplio y como dicen ya muchos estudiosos del tema, ha pasado de tener un estatuto meramente formal hasta convertirse en un  nexo de la integración social del presente y materia prima requerida para cualquier actividad productiva y de la existencia humana.

El  segundo –el puente– tiene que ver con el periodismo y los periodistas, con el comunicador y los comunicadores, en el sentido de aquello que expresaba, con cierta nostalgia rememorando sus años de reportero el escritor Gabriel García Márquez, al ver cómo ha ido cambiando el oficio del periodismo, cómo las nuevas tecnologías han influido negativamente en el proceso de producción de la información y cómo los medios de comunicación se han diversificado en la Red, en las ondas y en el propio papel impreso. Y sigue pensando que pese a tantos cambios y los numerosos y nuevos medios de comunicación el oficio ha perdido su horizonte y se trata de recobrarlo.

Y el tercer eje es aquel que nos lleva a la casa, al país, como el espacio desde donde pensamos y ejercitamos todo esto, al país que creemos nosotros ha perdido el rumbo y sobre el cual la comunicación y el periodismo operan de una u otra manera manteniendo la esperanza de que algún día esta casa-país tendrá que cambiar por el bien de todos.

Sobre esta tercera metáfora quisiera citar unas líneas de Jesús María Aguirre que nos dicen que “las perturbaciones de estos últimos años, la descalificación sistemática de los profesionales, el enconamiento del gobierno con los medios, las amenazas abiertas o disimuladas, el cierre de varias voces significativas, pueden ir minando nuestra asertividad y nuestro compromiso con la verdad, esa ‘verdad que nos hace libres’, según la Buena Nueva del cristiano”. Y el propio Aguirre le pide al periodista que no claudique antes los chantajes actuales y para ello expresa: -no nos avergonzamos de llamarnos periodistas y/ o comunicadores; -consideramos que nuestra profesión, aun sin la euforia de Gabriel García Márquez, “es el mejor oficio del mundo”, o al menos, de los que más merecen la pena vivirse; -sabemos lo que significa nuestra profesión para sostener el tejido social de nuestro país, particularmente en este tiempo de fracturas; -estamos empeñados en ser los primeros en defender las libertades públicas, necesarias para el diálogo social y sin claudicar del principio de buscar la verdad.

Todas estas ideas están plasmadas en el libro que nos ofrece la UCAB y los 20 años de sus estudios de postgrado en comunicación social. Volver al periodismo… puede servir, en estos tiempos de profundo des-orden en todos los ámbitos de la vida y de la Venezuela del presente, para pensar lo ya pensado y lo no pensado en el campo del periodismo y de las comunicaciones.  Volver al periodismo… Repensando al país desde las comunicaciones es también un homenaje a Pedro León Zapata –el 6 de febrero se cumple un año de su fallecimiento­– quien nos repetía a cada rato que sin libertad de expresión no hay humorismo y el humor es también una forma de hacer periodismo. Así, el libro se cierra con una separata de 14 caricaturas dedicadas a la libertad de expresión, al periodismo, al pensamiento, al conocimiento y a los medios.

Por eso y por mucho más hay que Volver al periodismo…

Marcelino Bisbal

El Nacional 

BBCMundo Oct 20, 2015 | Actualizado hace 9 años
América Latina en 12 frases de Enrique Krauz

enriqueK

Considerado una de las grandes voces del pensamiento liberal en América Latina, Enrique Krauze ha dedicado buena parte de su obra a reflexionar sobre el poder.

Y sus expresiones a lo largo de la historia de América Latina fueron uno de los temas abordados en esta entrevista realizada para elHayFestivalMéxico@bbcmundo.

En conversación con Juan Carlos Pérez Salazar de BBC Mundo, el hombre que muchos consideran el heredero intelectual de Octavio Paz habló –entre otras cosas– de libertad y caudillismo, del rol de los intelectuales en América Latina y de las posibles contribuciones del pensamiento liberal a los problemas más acuciantes de la región.

Y, en el proceso, pintó un interesante retrato de América Latina, de su presente y su historia.

Aquí lo intentamos resumir en 12 frases.

Sobre América Latina

«El respeto del individuo de los derechos individuales, del estado de derecho y de las leyes: todos estos rubros son capítulos en construcción. América Latina es una obra en construcción».

Sobre el pensamiento liberal en América Latina

«En un continente casi predestinado para la dictadura (…) defender la libertad es un principio elemental».

«Una democracia liberal no quiere decir soñar con un estado mínimo, pequeño, ni tampoco con un pensamiento económico estrictamente neoliberal: el Estado en América Latina tiene que tener una vocación social efectiva y eficaz».

Sobre la libertad

«La libertad, como el aire, no se aprecia sino cuando se pierde. Pregúntele usted a los cubanos y a los venezolanos qué es la libertad: creo que saben, mejor que lo que una persona en Colombia o en México, en una universidad, en situaciones de privilegio social».

 

Sobre los intelectuales latinoamericanos

«Hay algo en el establishment (…) intelectual y académico que no termina de comprender el sentido de lo que es una democracia y el sentido de la palabra libertad».

Sobre el caudillismo

«(El caudillismo es la gran contribución de América Latina) a la historia universal de la infamia, diría yo, citando a Borges».

«Creo que tiene que ver con el nacimiento de nuestros países: al quedar huérfanos del imperio español, con la reverencia tácita y efectiva que había a la figura del monarca (…) nacen lo pequeños monarcas, que son los caudillos.»

«Cuando usted combina la reverencia por el personaje (…) con el elemento de la ideología –marxista, populista o fascistas, de derechas o de izquierda– y el instrumento del micrófono –y en el siglo XXI de la televisión– (…) entonces la mezcla es atómica, es terrible».

Sobre México

«México transitó a la democracia; a una muy imperfecta, muy desordenada, muy caótica, muy insegura y joven democracia. Pero una democracia. Era la dictadura perfecta, pero no era tan perfecta puesto que tenía fecha de caducidad».

«Ahora tienes otros muchos problemas: los intereses de los sindicatos, de los grandes empresarios, de las cadenas de televisión; la corrupción, las muchas caras de la corrupción; la violencia criminal, el crimen organizado. Zonas enteras de mi país ya no son México, ya no son transitables».

«Los problemas son muy serios, pero pongamos todo en perspectiva y con claridad: políticamente, con respeto a las décadas finales del siglo XX, yo diría que con respecto a toda la historia de México, que México es un país mejor».

Sobre el futuro de América Latina

«Yo creo que hay avances (…). No es América Latina un continente condenado».

Sep 03, 2015 | Actualizado hace 9 años
El socialismo caribeño por Andrés Volpe

socialismo

“Podrá estar seguro el pueblo de una cosa,

que es que podemos equivocarnos una y muchas veces,

lo único que no podrá decir jamás de nosotros es que robamos,

que traicionamos,

que hicimos negocios sucios”.

Fidel Castro,  1º de enero de 1959.

 

El discurso se les acaba. La narrativa de izquierda de la que hacen uso se les empieza a deshacer por la disyuntiva que existe entre lo que dicen y lo que hacen. La mentira se hace demasiado grande como para taparla con un dedo y el cinismo se hace burdo, evidente y grosero. El discurso del socialismo caribeño se ha ido muriendo.

La ironía les ha jugado una mala pasada, porque los que se hacen llamar hijos de Bolívar, defensores de su pensamiento, los revolucionarios bolivarianos, han cerrado el puente internacional Simón Bolívar, aquella línea de asfalto que se eleva sobre el río Táchira para unir físicamente a las dos naciones que le costaron más que la sangre a Simón. El chavismo ha hecho lo que Bolívar nunca quiso, por lo que luchó tanto en el Congreso Anfictiónico de Panamá; la infamemente llamada revolución bolivariana ha fomentado el distanciamiento entre países que se afanaban en llamarse hermanos. Por supuesto que la separación no se limita al alambre de púas que ahora le cierra el paso a venezolanos y colombianos, sino que se extiende a la discriminación inhumana del colombiano que hacía vida en Venezuela. Nicolás Maduro se ha dedicado a deshumanizar no solo al venezolano que piensa diferente, sino a todo ser humano que le resulte inconveniente de acuerdo con su estrategia comunista de dominación y destrucción.

Las acciones que se han llevado a cabo en la frontera contra los nacionales del país, aún hay que decirlo, hermano son actos de odio e ilegales. Por supuesto que ya poco importa denunciarlos como técnicamente ilegales, porque, aparte del desdén que siempre han tenido los chavistas desde su origen por el Estado de Derecho, ahora hay que elevar la voz para denunciarlos como aborrecibles, brutales y comparables con las actos llevados a cabo por los Khmer Krahom, comunistas de Camboya que exterminaron más de 1 millón de personas en los que, hoy en día, son conocidos como los campos de la muerte. Pol Pot, líder de los Khmer Krahom, ordenó la muerte de extranjeros, entre ellos, tailandeses, chinos y vietnamitas, para asegurar sus planes comunistas basados en una ingeniería social utópica. Son, al final, estas similitudes históricas las que producen en la lógica la fatal alarma de lo inevitable. Nicolás Maduro sigue, cada vez con más brío, los caminos ya transitados por los genocidas que surgen en la historia bajo el engaño de una izquierda supuestamente más humana y protectora de los desposeídos.

Ese discurso socialista caribeño, que arbitrariamente se dirá empezó en 1959 con el primer pronunciamiento público de Fidel Castro al tomar Santiago de Cuba, ya no causa el mismo efecto al salir de la boca de un Nicolás Maduro que, en medio de una crisis política y diplomática, se empeña en bailar “La pollera colorá”. La izquierda ya no puede pretender ser el guardián de los derechos de los pobres, porque el chavismo ha dejado bien claro que para ellos el que vive en la miseria es un instrumento político susceptible de manipulación, sujeto al antojo de una élite rancia que busca llenarse los bolsillos de unos reales que le dejan los pantalones llenos de sangre ajena.

 

@andresvolpe

Abr 16, 2015 | Actualizado hace 9 años
Ábreme las venas por Jean Maninat

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Recién ha fallecido Eduardo Galeano, el autor de uno de los libros más influyentes en el pensamiento de la izquierda latinoamericana, Las venas abiertas de América Latina (1971), el cual, de ñapa colateral, también nutrió los desvaríos populistas de muchos líderes nacionalistas de la región. El título de la obra era ya de por sí melodramático -tiene una fragancia a Delia Fiallo- acorde con su contenido: un relato grandilocuente de las iniquidades sufridas por los pueblos latinoamericanos a manos de los gringos europeos y norteamericanos y sus cómplices criollos. De la conquista para acá, el blanco invasor se habría aposentado en estas tierras -donde otrora sus naturales retozaban edénicamente en paz- con el único propósito de expoliarlas de sus múltiples riquezas naturales. Allí estaba el origen de todos los males y desventuras padecidos por los pueblos latinoamericanos. Allí las razones para su atraso y subdesarrollo. «No sería capaz de leerlo de nuevo. Caería desmayado», habría dicho Galeano, según el diario El País de España, en una entrevista recogida por la Agencia Brasil. Pero ya el daño estaba hecho.

El gran intelectual público venezolano, Carlos Rangel, en su obra Del buen salvaje al buen revolucionario (1976), se encargaría de desmontar los mitos autocomplacientes que condonaban la cadena de despropósitos económicos cometidos por la gran mayoría de los gobiernos en la región a nombre de una supuesta «independencia económica» que solo contribuyó a perpetuar el atraso y la pobreza. Para avanzar y prosperar -rezaba una de las apreciaciones más tóxicas- había que cortar los lazos de dependencia con Estados Unidos y otros «centros imperiales». La teoría de la dependencia -así fue denominada- hizo estragos entre sociólogos, activistas revolucionarios y mas de un benigno gobernante demócrata sorprendido en su buena fe y pésimo conocimiento de la economía.

Pero sabemos que los mitos son duros de roer, y acudir a ellos tiene sus ventajas -consulte a los griegos: a los helénicos de Sófocles o a los autoarruinados de Alexis Tsipras-, a la hora de querer descargar en hombros ajenos sus propias responsabilidades. ¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos!, se le acredita -parece que erróneamente, pero en su boca suena mejor- al dictador mexicano Porfirio Díaz. El resentimiento del retruécano sigue haciendo de las suyas hasta el día de hoy.

Hace unos días, en Panamá, tuvimos un maravilloso y desternillante ejercicio de catarsis, de despecho, de amor y odio frente al gran vecino del Norte. Los presidentes más notorios del Alba le dedicaron su rosario de agravios históricos al más alto representante de EEUU, nada menos que el primer presidente negro de esa nación. Su país nos ha vejado, nos ha humillado, repetían entre medias verdades y medias mentiras. Subían y bajaban el tono, ahora sarcásticos, ahora amenazantes, ahora complacientes, dando lecciones de historia altaneros y perdona vidas. Pero en el fondo, todo tenía un aire quejoso, de reproche amoroso, de cante jondo, una saeta adolorida, un bolero maltrecho cantado a voces. La airada retahíla de recibos viejos y vencidos, frente al Presidente que les dijo que no venía hablar de la historia sino del futuro, era más un reclamo de atención, un mírame Obama, no ves que estoy aquí.

Solo los cubanos, duchos en cantar desgracias, sacaron provecho del encuentro.

Toma este puñal ábreme las venas quiero desangrarme hasta que me muera, no quiero la vida si he de verte ajeno pues sin tu cariño no vale la pena…

Escuchó impávido el mandatario más poderoso del mundo. ¡Azúcar!

 

@JeanManinat

El Universal

El arte de la palabrería y la retórica hueca por Marcelino Bisbal

Palabras

 

I

Existe un viejo mito africano, que refiere el filósofo y filólogo venezolano J. M. Briceño Guerreo, que nos dice que Dios (Mawu) al tercer día, una vez que el hombre ya había sido creado, le fue dada la mirada, el don de la palabra y el conocimiento del mundo exterior. La palabra sirve para comunicarnos, es su esencia. En ese sentido la comunicación es diálogo, relacionamiento y convivencia social, además nos ayuda y autoriza a leer-releer el mundo y todos sus fenómenos.

El especialista venezolano en psicología social Alberto Merani nos plantea la idea de que “hablar es haber llegado a un grado determinado de madurez neurológica y de integración social capaz de permitir la praxis y la comunicación abstracta de la misma”. La cita de Wittgenstein es más clara: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”.

Si bien es cierto que el lenguaje no puede reducirse solamente a la presencia de la palabra, en cuanto conjunto ordenado de signos para expresar una idea o un contenido, sí es verdad que las palabras le dan sentido al lenguaje lingüístico y con y desde ellas nos comunicamos. Porque el hombre se hace y también se deshace en la comunicación. El hombre es hechura del lenguaje. El poeta venezolano Rafael Cadenas hace una referencia personal, como él mismo escribe, en la idea de que “emociona pensar que las palabras que yo pronuncio son las mismas que pronunciaba, por ejemplo, Cervantes, o encontrar en sus obras las palabras de mi infancia oídas tantas veces en boca de mis abuelos o mis padres o compañeros de escuela o de juegos. El lenguaje está cargado hasta los bordes de tiempo. Nos sumerge en el pretérito o nos lo trae a nuestro hoy. Rezuma formas de vida por todos sus poros, y él mismo es forma”.

 

II

Valgan estas disgresiones conceptuales para referirnos a las palabras que usa el poder que desgobierna hoy al país. Formas de expresión, de retórica, que no dicen nada, que suenan huecas, que hablan siempre de un tiempo pasado y de unos culpables –chivos expiatorios– por los males que nos aquejan. Su forma de usar las palabras, el lenguaje, sus modos de comunicación, están referidas a una manera de pensar y de ver al país y sus ciudadanos como objetos, como hombres-masa a los que hay que reeducar porque están llenos de prejuicios, de actitudes poco patriotas y además americanizadas y consumistas. Es el dogma marxista convertido en mentalidad estalinista.

Esa retórica, convertida en el arte de la palabrería, se ha ido transformando en publicidad como idioma cotidiano. No es casual entonces que la publicidad oficial en sus distintas manifestaciones (gobierno, organismos oficiales, etcétera) ocupe el primer lugar en inversión por encima de la categoría de alimentos, sistema financiero y productos cosméticos.

Desde el Ejecutivo hacia abajo todos hacen gala de la misma retórica hueca. No hay creatividad, no hay pensamiento. El juego del lenguaje se convierte en un recetario de dogmas. Como bien decía ese gran cronista mexicano que era Monsiváis: “El sectarismo ahoga la lucidez. La desintegración de su causa los conduce a la invisibilización o el arcaísmo”.

 

III

La realidad se impone de manera tozuda. Todos los economistas, no sabemos si el gobierno se habrá percatado de ello, nos refieren que en 2015 se repetirá la historia de estos últimos meses: recesión, elevada inflación, escasez galopante, devaluación acelerada del bolívar, alto déficit fiscal, caída del ingreso personal, deterioro laboral, desplome de los precios  del petróleo, el ascenso astronómico del dólar paralelo…

¿Cuál es la receta que nos ofrecen? Hasta ahora más de lo mismo: palabrería y más palabrería. Ni el abusivo uso de las cadenas presidenciales –según IPYS, “en lo que va de 2014 se han transmitido 8.460 minutos de cadena, lo que equivale a 141 horas de programación exclusiva dirigida desde el gobierno. Esto corresponde a una cadena de programación absoluta en radio y televisión durante casi 6 días continuos, es decir, casi una semana”– logra detener la caída libre en la que se encuentra la gestión gubernamental. Sin embargo, no lo ven. En estos días, gran mensaje publicitario en prensa, radio y televisión nos dice: “5 revoluciones de la Revolución. Revolución económica y productiva. Revolución del conocimiento. Revolución de las misiones socialistas. Revolución política del Estado. Revolución del socialismo territorial”. Y la publicidad cierra con esta convicción final: “Cada una de estas Cinco Revoluciones son motores para cambiarlo todo y llevarnos por el camino de la prosperidad, del avance, de la victoria y la paz”.

Eso es lo único que se les ocurre proponer. Las palabras se suceden unas tras otras y todas nos siguen hablando del futuro luminoso que está por venir, pero nada nos dicen del presente ruinoso en donde estamos. Todo este des-orden en el que se ha convertido el país nos recuerda lo que escribiera el novelista polaco Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas (1899): “Estaba escrito que yo debería serle leal a la pesadilla de mi elección”.

Marcelino Bisbal 

El Nacional