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Hallaron 2 cadáveres en la mina Nuevo Callao de Tumeremo

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En la continuidad de la investigación que adelanta el Ministerio Público sobre los hechos de violencia ocurridos el pasado 05 de octubre en la mina Nuevo Callao en Tumeremo, estado Bolívar, este martes en horas de la tarde fueron hallados los cuerpos sin vida de dos hombres.

En ese sentido, los fiscales superior de la mencionada entidad federal, 42º nacional y 5ª de Tumeremo, Israel Pérez, Mervings Ortega y Jennifer Durán, respectivamente, así como expertos de la Unidad Técnico Científica y de Investigaciones de Bolívar se encuentran en el municipio Sifontes para realizar las diligencias necesarias orientadas a esclarecer la situación.

Asimismo, el Servicio Nacional de Medicina y Ciencias Forenses efectúa las experticias orientadas a identificar a las víctimas, las cuales fueron encontradas enterradas y presentaban varios disparos causados por arma fuego; adicionalmente, uno de los cuerpos estaba mutilado.

Igualmente, los representantes del Ministerio Público continúan entrevistando a testigos del hecho.

Con este hallazgo suman tres las víctimas fallecidas, pues el pasado viernes 07 de octubre fue localizada Rosa Isabel Rivas Rojas (29), en el vertedero de basura de Tumeremo; además, otras dos personas resultaron lesionadas.

Denuncian muerte de 11 mineros en OLP de Tumeremo

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El diputado de la Asamblea Nacional, Américo de Grazia, denunció una nueva masacre ocurrida en Tumeremo, donde encontraron a 11 personas muertas.

Tres mujeres y ocho hombres, la mayoría entre 17 y 19 años de edad, fueron las víctimas de la masacre denunciada por mineros de Nuevo Callao. Los cuerpos fueron abandonados en el Basurero de Tumeremo.

El hecho registrado a las 7 a.m. el pasado miércoles 5 de octubre fue ejecutado por funcionarios de la OLP, de acuerdo a los testigos. De Grazia informó que una de las mineras asesinadas, llamada Alba, era conocida como «Yengo». Otra de los fallecidos es Carlos Eliezer Sidran Rodríguez, de 26 años, según la información difundida en la red social Twitter del diputado.

Al parecer, uno de los sobrevivientes de la masacre consiguió llegar al Hospital de Guaiparo con heridas. Más de 100 personas, incluyendo mujeres y niños, se encuentran retenidas en las minas de Nuevo Callao sin poder salir. La mina, que solía ser controlada por «El Topo», se encuentra en la vía hacia el lugar donde encontraron los cuerpos de los mineros masacrados.

El parlamentario del estado Bolívar acusa al gobierno de ocultar la información referente al caso, y comentó que las masacres responden a la intención del gobierno de despejar las minas para entregar el territorio a las trasnacionales del Arco Minero.  

 

 

 

 

 

 

 

A un mes de Tumeremo: Hoy me preocupa saber si el que enterré era mi hijo

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«YA YO HOY ESTOY MÁS LÚCIDA», dice la madre de una de las víctimas de la masacre de Tumeremo, ocurrida hace poco más de 30 días. Afirma que ha retomado poco a poco su rutina, aquella que había perdido la noche del 4 de marzo pasado cuando le dijeron que su hijo había sido asesinado por la banda de «El Topo«, un hombre que tenía bajo su control la mayoría de las minas del municipio Sifontes del estado Bolívar. Ella reconoce que la primera quincena de marzo la pasó entre protestas, llantos e incertidumbre hasta que, finalmente, 10 días después de que su muchacho partiera hacia «la bulla» de Atenas para no volver, el Ministerio Público anunció que habían conseguido su cadáver. Sin embargo, ella nunca lo vio.

«Hoy me preocupa saber si enterré a mi hijo o no lo enterré», comenta la madre al otro lado de la línea telefónica. No vio las fotos que los funcionarios suelen tomarle a los cadáveres cuando los consiguen, tampoco pudo verificar si la ropa con la que lo encontraron era la misma que llevaba cuando salió de su hogar. Lo único que aseguraba que aquel cuerpo era el de su familiar era la palabra de las autoridades, quienes no pusieron evidencia alguna sobre la mesa.

La mujer recuerda cómo transcurrieron las horas siguientes al anuncio del hallazgo de los cadáveres. El martes 15 de marzo la llevaron hasta el Fuerte Tarabay junto con los familiares de las otras 16 personas que tampoco regresaron del pequeño yacimiento ubicado en las cercanías de El Miamo. Allí se supone que les mostrarían los restos hallados que habían estado enterrados en la vía a otra de las minas de «El Topo»: Nuevo Callao. Pero eso, en su caso, no ocurrió.

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Lea más: Los rostros e historias detrás de la masacre de Tumeremo

El hijo de la mujer estuvo entre los primeros tres que reconocieron los forenses. Los funcionarios del Ministerio Público le indicaron que no le mostrarían el cuerpo por el avanzado estado de descomposición en el que estaba. «Mi hija (la hermana de la víctima) dijo que no se iba a quedar conforme hasta verlo y se quedó en el Fuerte hasta la noche, pero tampoco lo vio», apuntó la señora. Al día siguiente, cuando los parientes volvieron al Fuerte, supieron que los muertos ya estaban en urnas selladas.

La mayoría de los familiares enterraron el 16 de marzo los féretros que les habían entregado horas antes. Los cofres funerarios sólo estaban identificados con una pegatina que llevaba el nombre de cada víctima.

Algunos familiares organizaron funerales, pero ni siquiera así pudieron ver los cadáveres de los suyos. Quienes prestaron los servicios se limitaron a preparar las nuevas urnas con cal y aserrín para evitar que la putrefacción saliera de la madera, pero no se atrevieron a abrir las bolsas especiales en las que habían sido metidos los restos. Dijeron que no tenían autorización.

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A un mes de la masacre de Tumeremo, las dudas de los familiares sobre los procedimientos hacen pensar que hay elementos que quedaron en secreto. Entre los entrevistados, sólo a uno le devolvieron la ropa que llevaba puesta la víctima; a la esposa de otro le dijeron que habían conseguido un cuerpo con una malla externa que este tenía a raíz de una hernia, pero nunca se la mostraron; la hermana de uno de los muchachos afirma que a su hermano, que era muy alto, lo metieron en un urna pequeñísima. Ninguno vio fotos, ninguno vio el cadáver.

Pero la incertidumbre no se cierne sólo sobre los cuerpos y su identificación, sino sobre una serie de preguntas que aún no tienen respuesta: ¿por qué nunca se difundió una lista oficial de desaparecidos?, ¿por qué tampoco hubo una de los cadáveres hallados? Si hay uno de los desaparecidos que es hoy testigo protegido, ¿de quién es el cuerpo número 17?

Atenas, El Peregrino y Nuevo Callao

El viernes 18 de marzo, el mayor general Gustavo González López, ministro de Interior y Justicia, ofreció una rueda de prensa para mostrar los avances que había en la investigación de la masacre. Ese día habló de cómo ocurrieron los hechos, de los detenidos, de los testigos protegidos y también de la organización de las bandas que se habían disputado el poder de «la bulla» de Atenas: la del «Gordo Lizandro», que supuestamente había controlado hasta ese día la mina y tenía al barrio La Caratica de Tumeremo como centro de operaciones, y la de «El Topo», que presuntamente perpetró la matanza.

De acuerdo con los datos difundidos por el representante del Ejecutivo, desde la madrugada del 4 de marzo, «El Topo» instaló una alcabala de al menos 30 personas en las cercanías del fundo El Peregrino, en la vía hacia «la bulla» de Atenas, a donde diariamente acudían a trabajar personas de Tumeremo y otras localidades del sur del estado Bolívar. Allí, los delincuentes detuvieron a quienes se trasladaron en moto por el camino. Los clasificaron entre mineros y malandros. A los primeros, los amarraron, amordazaron y obligaron a permanecer en un descampado bajo el sol. A los últimos, los ejecutaron con armas de fuego.

Pero la matanza no fue sólo allí. En horas de la tarde «El Topo» y parte de su gente siguieron el camino hasta la mina, alrededor de las 4:00 pm, en donde asesinaron a otras cuatro personas. Esos cadáveres los montaron en un camión que estaba en el lugar y obligaron a su conductor a que los llevara al fundo El Peregrino, en donde aguardaban las otras víctimas. Allí descargaron los cuerpos que traían de Atenas y los montaron en un volteo. En total, 17 personas cayeron ese día: 16 recibieron disparos en la cabeza y sólo uno tenía un tiro en el pecho.

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Fuente: Ministerio de Interior y Justicia

En horas de la noche, los de «El Topo» liberaron al resto de los mineros. A todos los amenazaron con matarlos si contaban algo en el pueblo. Antes de dejarlos ir, cargaron el volteo con todos los asesinados y los condujeron hasta las cercanías de la mina Nuevo Callao. Una retroexcavadora fue trasladada hasta el sitio para hacer una fosa común de tres metros de ancho por cinco metros de profundidad. Durante el recorrido, atravesaron Tumeremo por la Troncal 10, escoltados con motos.

Según González López, la banda de «El Topo» se llevó consigo a un par de rehenes que fueron liberados 10 días después debido a la «presión policial». Uno de los cautivos fue Jairo Rojas Vaca, quien había sido declarado como desaparecido en la tranca que hicieron los familiares para reclamar los cadáveres. Su foto era una de las 17 que había en la pancarta con la que los parientes difundieron los nombres de los que no habían vuelto.

Los protagonistas

La banda de «El Topo», de acuerdo con lo expuesto por González López, tiene una estructura compuesta por personas de confianza, que colaboran con sus negocios y fechorías; encargados de armas y reclutamiento, además de cinco jefes de mina entre los que se cuentan dos de sus hermanos. Los últimos de su cuadro son sus sicarios: 18 personas, de las cuales se ha difundido la identidad de cuatro. Estos últimos estaban comandados por un jefe: alias «Toribio».

La estructura de la otra banda, la que supuestamente controlaba la mina, es más sencilla. Se trata de la organización liderada por Alixandro Lizandro González Montilla, alias “El Gordo Lizandro”, y José Enrique Zurita Arévalo, alias “El Potro”, quienes actuaban con la colaboración de alias “Coporo”, su lugarteniente. Todos, según el ministro, están reclamados por la justicia por extracción minera ilegal, extorsión y secuestro, y mantienen vínculos con “sectores políticos y financieros” del municipio.

El grupo, según las autoridades, cuenta con 15 sicarios y cuatro personas de alta confianza que son Joangel José Granados, alias Marihuana, y Lizangel Alexander Romero, conocido como «El gato» y los hermanos José Ángel Ruiz Montilla, alias «Tita» y José Armando Ruiz Montilla, alias “Ku”, todos solicitados.

Pero lo que no dijo el ministro fue que «Tita» y «Ku» fueron asesinados en la masacre junto a otro de sus hermanos: Nestor de Jesús Ruiz Montilla. De hecho, a su madre le fueron entregadas tres urnas que se velaron brevemente el 16 de marzo en la cancha del barrio La Caratica, donde vivían ellos y «El Potro».

«Pero por ahí se dice que uno de ellos está vivo, porque ya lo han visto en la calle», sentencia la hermana de otro de los asesinados. Por esa razón, en las calles de Tumeremo, muchos dudan que las identidades de los cuerpos coincidan con las de quienes habían sido declarados por los desaparecidos.

Los detenidos

El 10 de marzo se encontraron los primeros vehículos relacionados con el caso. La retroexcavadora que había sido utilizada para hacer la fosa en donde se enterraron los 17 cuerpos, en la vía a Nuevo Callao, fue hallada en los alrededores del sitio. Ese mismo día, en la madrugada, se dio con el paradero del camión que había trasladado a los cuatro cadáveres entre «la bulla» de Atenas y el fundo El Peregrino. También se encontró una camioneta Silverado que era, supuestamente, propiedad de «El Topo».

La primera detención ocurrió el 12 de marzo, cuando las autoridades capturaron a Rosa Zoraida Gil, conocida como «La Doña», presunta administradora de «El Topo». Su fundo, ubicado en el sector Las Guaicas, fue una de las paradas que hicieron los delincuentes después de enterrar los cuerpos.

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Durante esa misma semana detuvieron a los hermanos Carlos y Manuel Balaguer, dueños de la retroexcavadora, y también a Luis Rueda, sobrino de Gil y presunto colaborador de «El Topo». El 18 de marzo capturaron a Francisco David Carache Zambrano, alias “Goliat”, quien se dedicaba a reclutar personas para que trabajaran en las minas controladas por «El Don».

La última detención de la que se tiene noticia es la de Edgar José Gómez Tremaria, hecha el 31 de marzo, vinculado a la banda de «El Topo».

Tumeremo, a un mes

«Aquí uno vive con la misma zozobra de todos los días», comenta el hermano de una de las víctimas, quien asegura que cada noche hay un muerto en el pueblo. Asegura que sabe de personas que han llegado al lugar para preguntar por la masacre, pues tienen familiares desaparecidos y temen que también hayan caído en «El Peregrino».

Dos de asesinatos ocurridos recientemente en Tumeremo guardan relación con el caso. Trascendió que en la madrugada del jueves santo, el pasado 24 de marzo, una pareja de motorizados le disparó a Luis Alberto Romero Malavé, de 15 años y Brayan Correa Villamizar, de 20, quienes estaban en la vivienda de un hijo de Rosa Gil. Fuentes policiales, consultadas por el Correo del Caroní, aseguraron que los muertos eran sobrinos de «La Doña».

El hombre señala que el peligro se corre fuera y dentro de las minas. Si bien la gente de «El Topo» ya no está en los yacimientos, sí lo están los militares y las comisiones que investigan la masacre. «Ellos han atropellado y hasta golpeado a los mineros, por eso quieren hacer una protesta en la plaza Bolívar», agrega.

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Sus palabras concuerdan con una nota del Correo del Caroní en la que se indica que varias minas fueron militarizadas: Guacamaya, El Pilón, El Limón, Murciélago, La Luisa, Nuevo Callao, Hoja de Lata I-II y Vuelvan Caras. Allí es donde supuestamente han sucedido las irregularidades.

Mientras tanto, las familias, además de esperar justicia por la muerte de los suyos, aguardan por una indemnización que llegará a través del gobierno regional. Eso fue lo que prometió Francisco Rangel Gómez, la máxima autoridad del estado Bolívar, en una reunión que sostuvo con las madres y viudas de los que asesinados, días después de que consiguieron los cuerpos. «Él nos dijo que no había venido antes porque no quería que el caso lo agarraran como pura politiquería. A mí no me convenció», dijo la mamá de uno de los asesinados. A una de las viudas le prometieron una vivienda.

 

Yo pasé cerquita de los cadáveres de los mineros de Tumeremo
Hay que recorrer hora y media de caminos de tierra para llegar al sitio exacto donde fueron encontrados los cadáveres de las víctimas de la masacre ocurrida el pasado viernes 4 de marzo al sur del estado Bolívar. El hallazgo se hizo este lunes, justo cuando se cumplieron 10 días de los asesinatos

 

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HABÍAN REMOVIDO LA TIERRA. En el suelo se veían los surcos, las huellas dejadas por una máquina pesada. Germán Dam Vargas y yo, como periodistas de Runrun.es, visitamos la zona de Nuevo Callao el pasado viernes, 11 de marzo, junto a un grupo de familiares de las víctimas de la masacre de Tumeremo. Los dolientes deseaban encontrar cuanto antes los restos de los suyos y no dieron con ellos, a pesar de que el sitio había sido elegido por los asesinos para sepultarlos. Para el momento, se cumplía una semana de la matanza que despertó lamentos y protestas que traspasaron fronteras. 

Ellos, los hombres que buscaban los cadáveres de los mineros, dejaron las motos en las que llegaron y se fueron a buscar hacia los matorrales. Pero los cuerpos no estaban allí. Para encontrarlos, no tenían que internarse en la selva. No estaban en un barranco, ni en un hoyo profundo, ni dentro de una mina como se había elucubrado. Tres días después de aquella excursión, se descubrió que los muertos estaban debajo de la vía que habían transitado. Encima tenían una montaña de arena. 

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Los cadáveres fueron envueltos en bolsas negras, de acuerdo con el Defensor del Pueblo, Tarek William Saab, y arrojados a una fosa de cinco metros de profundidad y tres metros de ancho. Los cubrieron varias capas de tierra oscura, distinta a la que se veía en la superficie. En horas del mediodía de este lunes, se dio con su paradero. Los cuerpos de 17 personas fueron rescatados a hora y media del pueblo.

Conseguir a las víctimas en Nuevo Callao, sitio confirmado por una fuente que participó en la recuperación de los restos de las víctimas, corroboró lo que se decía en el pueblo: que un camión había atravesado todo Tumeremo con ellos. El volteo cubrió un trayecto de poco menos de tres horas y así fue desde el fundo El Peregrino, al norte de la capital del municipio Sifontes, pasó por el área urbana que se explaya por la Troncal 10, y luego anduvo por una carretera agreste hacia el sur durante al menos 90 minutos.

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El camino de arena

“Yo no le voy a llevar la contraria a mi mamá, porque ella todavía piensa que mi hermano está vivo y que va a volver a la casa. Pero yo estoy seguro de que él está muerto. A mi hermano lo mataron ese día”. El hombre decía esta frase mientras su moto rugía. Llevaba, al menos, una hora de camino y su franela negra tenía las listas amarillentas del polvorín que se levantaba en la trocha de tierra. Su destino era Nuevo Callao, a dos horas del centro de Tumeremo, uno de los sitios en donde se presumía que estaban los cuerpos enterrados.

Para llegar a Nuevo Callao salió del pueblo en dirección al sur, hacia a la Gran Sabana, y luego de 10 minutos dobló  a la izquierda para toparse con los olores y desperdicios del basurero local: Pedeca. Después de allí, atravesó un sendero de tierra, cubierto por una arena que se levantaba con los más pasos más leves. En ese tramo, vio cómo la vía estaba flanqueada por hatos pequeños. Uno de estos era el de Rosa Zoraida Gil Salazar, la mujer señalada como la comadre y lugarteniente de “El Topo”, presunto autor de la matanza. Ella, quien también tenía una bodega en la zona, fue detenida este lunes por su presunta complicidad en la matanza de los mineros.

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El camino siguió y el hombre pasó por la comunidad indígena de Las Guaicas. Cruzó una verja y de inmediato entró a Nuevo Callao, un territorio de árboles altos, calor espeso y suelos arcillosos que hacían que la moto saltara entre tanto desnivel y que el impacto de la travesía se sintiera en la espalda, en las rodillas. Allí, al final, está una mina del mismo nombre que “El Topo” controla desde hace varios años. En el pueblo pensaban que los cuerpos habían ido a parar a uno de los numerosos pozos excavados en ese lugar para explotar el oro. El tiempo diría que no fue así.

El hombre no andaba solo. Junto a otros familiares, se detuvo en varios puntos. Hasta el sitio los había movido, sobre todo, la cantidad de rumores que habían llevado a Tumeremo los mineros de la zona. Se dijo que un trabajador sintió olores putrefactos mientras cruzaba el camino. Se comentó que, en varios tramos de la vía, la tierra se había removido. Ahí, él mismo vio cómo el Ejército incautó días antes una máquina Payloader, un tractor excavador que había terminado en el estacionamiento del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) local. Otros les confirmaron que los cuerpos habían sido depositados a orillas del río Botanamo, porque ahí los había dejado el volteo que los trasladó. Las huellas, según ellos, se veían en el trayecto.

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Ese viernes, una semana después de la masacre, no había un indicio de que los cuerpos estuviesen allí. Los familiares pararon en las dos explanadas de la vía, donde se notaba que habían trabajado las maquinarias, pero a pesar de merodear e internarse entre arboledas y matorrales, no consiguieron ninguna pista que los condujera a los cadáveres. En una de las incursiones, el hombre halló un tubo de crema para dolores musculares. Estaba casi nuevo. Podía ser de cualquiera.

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Los cuerpos estaban en el sitio que nadie sospechó, en uno de los llanos donde el grupo se detuvo después de atravesar un puente de madera. Los distinguía un montículo de tierra frente al cual se habían estacionado las motocicletas. Ese día, ninguno pensó que el delito se intentaría cubrir de una forma tan burda. Germán, los familiares y yo, todos pasamos cerquita de los cadáveres de los mineros.

Unos metros más adelante estaba el río Botanamo, la última parada del trayecto. Ir más adelante, unos 20 minutos por la trocha, hubiese significado llegar a la mina y correr riesgos. «Ya ahí llegaron los malandros. Si cruzamos, lo que pueden hacer es secuestrarnos y hasta matarnos, como hicieron con mi hermano», dijo el hombre y volvió a su casa sin ninguna respuesta para su madre esperanzada.

 

 

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Mapa: Los sitios clave de la masacre de Tumeremo
La matanza de más de una veintena de mineros en el municipio Sifontes del estado Bolívar tuvo diversos escenarios. En tres lugares, según los testigos, ocurrieron los asesinatos. Dos minas, ubicadas a kilómetros de distancia, son señaladas como los posibles puntos donde se enterraron los cadáveres

 

@loremelendez | Visualizaciones de Jessica Aharonov

PARA LOS HABITANTES DE TUMEREMO, al sur del estado Bolívar, el 4 de marzo de 2016 será recordado como una fecha de sangre y dolor. Ese día se cometió una masacre que acabó con la vida de al menos 20 mineros, según la Fiscalía General de la República. Allí, donde el oro se encuentra bajo la tierra, la jornada de cientos de trabajadores de “la bulla” -pequeño yacimiento aurífero- cercana al fundo Atenas, se vio trastocada por el horror de los asesinatos en masa.

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La historia de ese día comenzó en la madrugada, a sólo 20 minutos de la capital del municipio Sifontes, donde vivía la mayoría de las víctimas. En el Fundo El Peregrino se instaló una alcabala donde los delincuentes, presuntamente comandados por Jamilton Ulloa, alias “El Topo”, dividían a los mineros: los que morirían y a los que les perdonarían la vida.

El camino de la masacre siguió, en horas de la tarde, hacia el fundo Atenas, localizado cerca de “la bulla” a la que acudían a diario los trabajadores a buscar oro. Allí ocurrieron, según los testigos, al menos cuatro ejecuciones.

Los cadáveres fueron trasladados en dos camiones: uno que los llevó desde la mina hasta el Fundo El Peregrino y otro vehículo pesado, un volteo, que trasladó los cuerpos hasta el sitio donde serían sepultados. Dos minas controladas por “El Topo”, Hoja de Lata y Nuevo Callao, se vislumbran como los puntos probables para sepultarlos.

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