Existe un libro, llamado los juristas del horror. La justicia de Hitler: pasado que Alemania no puede dejar atrás. Escrito por Ingo Müller doctor en Derecho y Filosofía. Se trata de un crudo y descarnado acto de mea culpa, de actitudes, sentencias de aquellos vergonzosos y brutales magistrados, traidores a sus principios como juristas y lealtades para con la ciudadanía, fueron cómplices y avaladores de aquella ignominia, que relata un profesional del Derecho sobre la justicia germana en los años del nazismo.
Sorprende la sinceridad y honradez ética con la que el profesor Müller, nacido en 1942, desnuda intrigas y manejos de los que se valió el régimen de Hitler para perpetrar sus crímenes. Una terrible conclusión, sostiene que los atropellos, prisiones, torturas y aún el exterminio en masa se realizaron de manera legal y apegada a la norma. Las leyes de Alemania y del Reich fueron modificadas de acuerdo a los preceptos de la justicia de entonces, por lo que, para los tribunales alemanes, no se cometía delito al perseguir y eliminar sistemáticamente a los judíos.
Quien tiene dudas, de que fueron arrestados, violados sus derechos humanos, vigilados y perseguidos, sepultados en campos de concentración o directamente fusilados, mujeres y hombres en Alemania que trataron de oponerse a la ferocidad nazi, pero tampoco puede el pueblo alemán evadir la realidad histórica y obviar el hecho de que fueron alemanes los integrantes de las fuerzas militares, cuerpos policiales, técnicos, científicos, empresarios, capataces, obreros, que participaron activos en la inconmensurable carnicería que provocó aquella guerra inexplicable, avasalladora, asesina, que llevó a millones de europeos, luego a estadounidenses, a morir; que en represión, sólo en el caso de los judíos llevó a la persecución más dura y sin descanso, al cautiverio más humillante, con peores condiciones, muerte de millones, sin contar gitanos, homosexuales, polacos, rusos, centro-europeos, todos por no ser alemanes de la absurda e inexistente raza aria.
Encarcelamientos en indescriptibles crueles campos de concentración, y asesinatos programados por fusilamiento los más generosos, disparos en la nuca y gas venenoso, fueron judicializados, analizados, sentenciados por jueces formados en las mejores universidades alemanas, las mismas en las cuales se formaron intelectuales, analistas, filósofos de la rica historia cultural alemana. Nación culta, bien formada, de larga tradición política e histórica, de la cual siempre pudo esperarse disciplina, empeño, cultivo del espíritu, pero nunca la abyecta y cruel complicidad con un régimen de asesinos implacables, sedientos de sangre, feroces en un sentimiento profundamente inhumano y superado ya para esos tiempos, el de las diferencias raciales.
Pero no fueron sólo ciudadanos y jueces. La barbaridad nacionalsocialista fue entusiastamente respaldada y practicada en otros países de Europa, hubo fuertes y activas simpatías pro nazis en Austria, Hungría, Rumania e incluso Bulgaria, y hasta destellos importantes en Inglaterra y Francia, sólo apagados, desprestigiados, por el embate guerrero, destructor del militarismo alemán. Para no hablar del fascismo italiano y del nacionalcatolicismo franquista en España.
En todos esos países, cultos y de largas tradiciones, hubo numerosos abogados, jueces y fiscales que no sólo participaron activos en los planteamientos nazis y tiránicos, sino que avalaron con sus conocimientos de las prácticas procesales y leyes, los crímenes nazis/fascistas.
Por expertos en leyes, ética jurada para defensa de la justicia, jueces cómplices de tiranías, que malinterpretan legislaciones, tergiversan, cambian y adaptan son traidores, canallas a la fe de sus pueblos, optaron por una vocación, se formaron en su estudio, para protección de la justicia, porque su juramento profesional se refiere al amparo y defensa del más débil, garantes del cumplimiento de los códigos naturales y constitucionales en salvaguarda de los ciudadanos.
En algunos países, jueces, fiscales, jefes policiales son electos por los ciudadanos de sus comunidades, son elegidos para defender y velar por el cumplimiento de las leyes, defender al inocente, castigar al culpable, es decir, a quien viola los reglamentos, no a quien se opone al sistema de gobierno.