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Armando Martini Pietri Dic 26, 2019 | Actualizado hace 3 semanas

Existe un libro, llamado los juristas del horror. La justicia de Hitler: pasado que Alemania no puede dejar atrás. Escrito por Ingo Müller doctor en Derecho y Filosofía. Se trata de un crudo y descarnado acto de mea culpa, de actitudes, sentencias de aquellos vergonzosos y brutales magistrados, traidores a sus principios como juristas y lealtades para con la ciudadanía, fueron cómplices y avaladores de aquella ignominia, que relata un profesional del Derecho sobre la justicia germana en los años del nazismo.

Sorprende la sinceridad y honradez ética con la que el profesor Müller, nacido en 1942, desnuda intrigas y manejos de los que se valió el régimen de Hitler para perpetrar sus crímenes. Una terrible conclusión, sostiene que los atropellos, prisiones, torturas y aún el exterminio en masa se realizaron de manera legal y apegada a la norma. Las leyes de Alemania y del Reich fueron modificadas de acuerdo a los preceptos de la justicia de entonces, por lo que, para los tribunales alemanes, no se cometía delito al perseguir y eliminar sistemáticamente a los judíos.

 

Más asombroso aún, descubrir que muchos abogados y jurisconsultos que trabajaron para los nazis, intelectuales y académicos, lograron reinsertarse al sistema judicial una vez concluida la guerra.

 

Quien tiene dudas, de que fueron arrestados, violados sus derechos humanos, vigilados y perseguidos, sepultados en campos de concentración o directamente fusilados, mujeres y hombres en Alemania que trataron de oponerse a la ferocidad nazi, pero tampoco puede el pueblo alemán evadir la realidad histórica y obviar el hecho de que fueron alemanes los integrantes de las fuerzas militares, cuerpos policiales, técnicos, científicos, empresarios, capataces, obreros, que participaron activos en la inconmensurable carnicería que provocó aquella guerra inexplicable, avasalladora, asesina, que llevó a millones de europeos, luego a estadounidenses, a morir; que en represión, sólo en el caso de los judíos llevó a la persecución más dura y sin descanso, al cautiverio más humillante, con peores condiciones, muerte de millones, sin contar gitanos, homosexuales, polacos, rusos, centro-europeos, todos por no ser alemanes de la absurda e inexistente raza aria.

Encarcelamientos en indescriptibles crueles campos de concentración, y asesinatos programados por fusilamiento los más generosos, disparos en la nuca y gas venenoso, fueron judicializados, analizados, sentenciados por jueces formados en las mejores universidades alemanas, las mismas en las cuales se formaron intelectuales, analistas, filósofos de la rica historia cultural alemana. Nación culta, bien formada, de larga tradición política e histórica, de la cual siempre pudo esperarse disciplina, empeño, cultivo del espíritu, pero nunca la abyecta y cruel complicidad con un régimen de asesinos implacables, sedientos de sangre, feroces en un sentimiento profundamente inhumano y superado ya para esos tiempos, el de las diferencias raciales.

Pero no fueron sólo ciudadanos y jueces. La barbaridad nacionalsocialista fue entusiastamente respaldada y practicada en otros países de Europa, hubo fuertes y activas simpatías pro nazis en Austria, Hungría, Rumania e incluso Bulgaria, y hasta destellos importantes en Inglaterra y Francia, sólo apagados, desprestigiados, por el embate guerrero, destructor del militarismo alemán. Para no hablar del fascismo italiano y del nacionalcatolicismo franquista en España.

En todos esos países, cultos y de largas tradiciones, hubo numerosos abogados, jueces y fiscales que no sólo participaron activos en los planteamientos nazis y tiránicos, sino que avalaron con sus conocimientos de las prácticas procesales y leyes, los crímenes nazis/fascistas.

 

Todos ellos se constituyeron en vergüenza del derecho y justicia europea; igual que la actual Fiscal de la Corte Penal Internacional anterior Fiscal General de un brutal tirano en su país de nacimiento, aprendizaje y práctica.

 

Por expertos en leyes, ética jurada para defensa de la justicia, jueces cómplices de tiranías, que malinterpretan legislaciones, tergiversan, cambian y adaptan son traidores, canallas a la fe de sus pueblos, optaron por una vocación, se formaron en su estudio, para protección de la justicia, porque su juramento profesional se refiere al amparo y defensa del más débil, garantes del cumplimiento de los códigos naturales y constitucionales en salvaguarda de los ciudadanos.

En algunos países, jueces, fiscales, jefes policiales son electos por los ciudadanos de sus comunidades, son elegidos para defender y velar por el cumplimiento de las leyes, defender al inocente, castigar al culpable, es decir, a quien viola los reglamentos, no a quien se opone al sistema de gobierno.

 

Cuando, por el contrario, son nombrados arbitrariamente por los poderes ejecutivos, que los mantiene, asciende y después paga sus pensiones de jubilación, el contacto, la responsabilidad directa con la ciudadanía se rompe, y deja de existir.

 

@ArmandoMartini

Los reinos de este mundo, por Luis Ugalde

Reino

 

El hombre es creador de ídolos. Entre lo que ya es y lo que desea ser va haciendo caminos de búsqueda sembrados de ilusiones y de ídolos. Todos los ídolos religiosos o laicos- exigen sacrificios humanos y esclavos. Solo el Dios-amor (no cualquier dios) es absoluto que no mata, pues su reino no manda ni oprime desde fuera, sino que mueve desde dentro hacia la plenitud …

En los días de la Revolución Francesa la Ilustración prometió un mundo de felicidad, el Reino de la libertad, la igualdad y la fraternidad, laicas … Siglo y medio después entre las dos guerras mundiales, chocan tres ídolos, tres poderosos reinos de este mundo levantados con ilusión. El capitalismo absolutizado y los nacientes comunismo y  nazismo entrechocan al comienzo de la década de los treinta. Un siglo antes el capitalismo naciente había prometido que, si se le dejaba libre (sin estado) y sin trabas (éticas) produciría la abundancia bien distribuida y la felicidad.

La estrepitosa caída de la bolsa de Wall Street desató la gran depresión capitalista de 1929 y la crisis mundial con 40 millones de desempleados; terrible miseria en EE.UU con salarios de hambre, mendicidad y juventud sin trabajo ni esperanza. En Alemania en 1932, 44% de los trabajadores quedaron desempleados; crisis que, unida al castigo y la humillación de postguerra, llevaría al nazismo al poder. En esa realidad terrible se basan las durísimas palabras de Pio XI en 1931 frente a ese capitalismo con pretensión de supremo reino de este mundo “La libre concurrencia se ha destruido a sí misma; la dictadura económica se ha adueñado del mercado libre; por consiguiente, al deseo de lucro ha sucedido la desenfrenada ambición de poderío; la economía toda se ha hecho horrendamente dura, cruel, atroz” (Cuadragésimo anno n.109).

En reacción a ese capitalismo brota la esperanza socialista-estatista atea: los comunistas han tomado el poder en la Unión Soviética (1917) con la promesa del hombre nuevo sin opresión y paraíso en la tierra sin mal. Muchos en la década de los treinta lo miran con ilusión  y contraponen la muy acelerada industrialización y crecimiento soviético sin desempleo a la ruina capitalista. En Italia y Alemania, el fascismo y el nazismo, nacidos del matrimonio entre “socialismo” y “nacionalismo” avanzan con promesas de  míticos reinos en la tierra. Se instalaron el Reino comunista y el Reino Nazi, para luego derrumbarse, no sin antes dejar decenas de millones de muertos y estelas de miseria y opresión. La humanidad en medio mundo se tuvo que levantar de las cenizas de esos reinos. Los hombres y mujeres corrieron tras esos ídolos porque respondían a una necesidad y búsqueda que provoca el capitalismo cuando rechaza toda ética y control. Los pueblos quieren economías de bienestar frente a la pobreza y miseria, pero con justicia social, libre de explotación y con oportunidades para todos. Como advertía Pio XI en 1931, es necesaria una economía “sometida de nuevo a un verdadero y eficaz principio rector” y no “la dictadura económica que hace poco ha sustituido a la libre concurrencia, pues tratándose de una fuerza impetuosa y de una enorme potencia, para ser provechosa a los hombres tiene que ser frenada poderosamente y regirse con gran sabiduría, y no puede ni frenarse ni regirse por sí misma” (n. 88). Válido también para el mundo de hoy.

A 100 años del terremoto de la Revolución Rusa (1917) y sus réplicas en otros países con más de 2.000 millones de seguidores y súbditos, es claro que esa ilusión liberadora se convirtió en opresión, como lo  denunció el Papa en el mismo documento de 1931. Pero la humanidad que vio derrumbarse los tres grandes ídolos, vuelve a la tentación de volver a levantarlos. Europa con decenas de millones de muertos parecía haber aprendido de las guerras y divisiones insensatas, pero regresa otra vez a liquidar el bienestar compartido, negando trabajo y esperanza a millones de jóvenes y levantando barreras de nacionalismos xenofóbicos. Los reinos de este mundo parecen inevitables ilusiones y engaños, con dioses que prometen en este las imposibles felicidades plenas y definitivas.

La vieja Iglesia en Cuaresma viene a recordarnos que esos reinos poderosos son polvo y ceniza. Resuena en ella la sabiduría  de Jesús eterna  en  hechos y palabras cuando dice que Dios no es dominio y opresión sino Amor que libera, que lo otro son falsos dioses y que dar la vida por los demás, aunque parezca pérdida es la única manera de encontrarla, como el Hijo del Hombre que no vino a que le sirvan sino a servir y dar la vida. La primera Iglesia, renace en Jerusalén con la evidencia interior de que Jesús el Justo, condenado a muerte y asesinado,  ha sido puesto por Dios, como Camino,  Verdad, Vida y Resurrección. La Iglesia nos recuerda que los reinos de este mundo (como las vanidades personales) son costosas ilusiones y nos invita a convertir la riqueza y el poder endiosados en instrumentos de vida humana para todos y cada uno. Quien tiene a Dios-amor como su absoluto es capaz de afirmar y querer al que parece más insignificante y ordenar la economía capitalista y el poder del estado al servicio de la vida humana. Es el reto del mundo y muy especialmente el nuestro en esta Venezuela de amargas cenizas.

De Casablanca 1943 a París 2015: Un enemigo común, una alianza indispensable por María Teresa Belandria

BombardeoISIS

 

La Segunda Guerra Mundial, sigue dándonos lecciones. Europa, al inicio fue indiferente con el nazismo, se le veía como un movimiento nacional y socialista que buscaba enaltecer el decaído espíritu alemán después de la derrota de la Gran Guerra. Pocas voces se alzaron para advertir que detrás del discurso se planificaba el asesinato en masa y el exterminio. Quienes clamaron para detener el avance de Hitler fueron calificados de alarmistas. Gran Bretaña aún saboreando las mieles del triunfo de 1918,  enviaba a Chamberlain  a negociar con el Canciller del Tercer Reich y exhibía con orgullo una hoja firmada que aseguraba: la paz.  Churchill había sido desoído y la barbarie asoló Europa y el norte de África, mientras otro tanto ocurría en el pacífico cuando Japón declaraba la guerra a EE.UU. Todo lo demás es historia.

Hoy,  aparece un nuevo enemigo común: el estado islámico. Hace 5 años, cuando apenas daban indicios en Siria y el norte de Irak, fueron muchas las voces que al igual que con el nazismo desestimaron su fuerza, su capacidad y la crueldad de sus actos. Se les calificó como un grupo extremista más, y cuyo radio de acción se limitaría al Medio Oriente. No era problema de Europa ni del mundo, en todo caso, un asunto entre árabes. Craso error.

La Europa de fronteras abiertas, sin controles migratorios internos, abierta, multicultural, multiétnica e integrada, estaba concentrada en superar la crisis económica de 2008, y atendiendo las urgencias de sus socios en problemas como Grecia, España o Portugal. En tanto, el yihadismo jugando Call of Duty en línea y a través de imanes fundamentalistas en las mezquitas de las ciudades grandes y pequeñas iba cooptando jóvenes en el mundo entero.

El ofrecimiento: ser combatiente, refundar el Califato, tener una esposa virgen y, extender su particular interpretación del Islam hasta reconquistar los territorios perdidos en las Cruzadas y la Edad Media. La diferencia la hacen los medios de combate, el mensaje es el mismo desde hace 400 años, para ellos, somos infieles, somos tolerados hasta ser convertidos, pero nuestra fe y nuestra libertad desaparecen bajo la Sharia.

El avance de ISIS, su capacidad de destrucción, el aumento de su pie de fuerza y la barbaridad de los asesinatos, en nada se diferencian del avance del nazismo desde 1938. Sólo que ahora, lo vemos en tiempo real, a través de las redes sociales. Los yihadistas arrasaron con Mosul,  con pueblos cristianos y yazidies enteros, crucificando niños, decapitando civiles y soldados. Dinamitando el patrimonio de la humanidad como la ciudad de Palmira y quemando vivos a sus prisioneros de guerra. Este nuevo enemigo, nos encuentra como en 1939, en medio de la pugna por la hegemonía mundial y con los mismos  actores: La Unión Europea-OTAN y EE.UU por un lado y Rusia-China- África por otro.

Para el mundo occidental, la guerra tiene límites, existen reglas de enfrentamientos, hay  tratados, convenios y leyes que las fuerzas militares y los combatientes deben respetar. Se necesita autorización para el uso de la fuerza según lo manda la ONU y debe preservarse el fiel cumplimiento del Derecho Internacional Humanitario. Esto, representa un enorme desafío para combatirlos. Pues mientras las fuerzas militares son sometidas al arbitrio de la opinión pública y vigiladas para que actúen dentro de la legalidad que nos hemos impuesto para limitar los horrores del conflicto, el enemigo carece de escrúpulos. Para el estado islámico nada de esto, ni importa, ni existe.

Sin embargo, la guerra, ya comenzó. Rusia decidió bombardear a ISIS en Siria para acabar con los yihadistas y aprovechar para eliminar a los rebeldes protegiendo a su aliado Bashar Al Assad, Estados Unidos también emplea drones y bombarderos contra las bases de ISIS, para acabar con los yihadistas, pero apoya a los rebeldes contra Al Assad, los mismos que Rusia desea eliminar. Además, rescata a rehenes del estado islámico y pone sus tropas en el terreno. Jordania, emplea su aviación militar contra ISIS comandada por el propio Rey para vengar la muerte de uno de sus soldados. Turquía, apoyada por la OTAN defiende sus fronteras y ataca objetivos de ISIS. Ahora Francia finalmente pronuncia la palabra prohibida: estamos en guerra y el pasado sábado bombardeo objetivos en tierra del estado islámico.

La nueva guerra, no tiene un frente, no hay una línea de abastecimiento a la cual destruir. Las bases yihadistas están descentralizadas, operan coordinada pero independientes como células durmientes que se activan cuando llega el momento.  El enemigo (salvo en los territorios de Siria y el norte de Irak) no viste uniforme, se encuentra camuflado entre la gente, camina a tu lado por las calles, no es un extranjero, ni tiene características que te permitan advertir un riesgo inminente, es como cualquiera de nosotros. Ese enemigo, que nació en Occidente carece de los valores que nos inspiran y se inmola explotando un tren en Atocha, detona una bomba en el metro de Londres, asesina caricaturistas que satirizan al islam, abre fuego en una calle de París, asesina espectadores en un teatro, asesina en las calles del Líbano, mata en una playa en Túnez, o en la meta de la Maratón de Boston.

Este enemigo, global demanda una nueva cumbre como la de Casablanca de 1943, así como aquella donde los adversarios urgidos por la amenaza común del nazismo, decidieron una estrategia combinada para acabar con Hitler, pero en esta nueva no valen excusas, es mandatorio que esta vez sí asista Rusia. Hoy, es indispensable una nueva alianza militar y política entre las potencias para enfrentar, combatir y derrotar al estado islámico.  Los esfuerzos individuales conllevan a cometer errores estratégicos y tácticos y  lejos de reducir al enemigo, le potencian.

Hace 70 años, se terminaba oficialmente la guerra. El saldo en vidas perdidas aún nos espanta. Las verjas oxidadas de los campos de concentración donde más de 6 millones de seres humanos, judíos, negros, homosexuales, gitanos, discapacitados, o sencillamente no arios, fueron torturados, exterminados y vejados son un recordatorio de Nunca Jamás. No seamos testigos silentes e indiferentes, ni complacientes con las causas. Por la memoria de las víctimas de ayer y de ahora no podemos tolerar ni callarnos frente a la muerte cuando éstas pretenden justificarse con razones de orden ideológico, político, religioso o étnico.

De Casablanca a Yalta y de Potsdam a París han transcurrido más de 70 años. Ojalá que no estemos en los albores de aquello que advirtió Churchill y que los Chamberlain que hoy abundan no exhiban impúdicamente un acuerdo de paz desdeñando la amenaza que a diario representa el estado islámico. La guerra está tiñendo de sangre las calles del mundo y miles buscan refugio. O nos unimos frente a este enemigo común, o nuestra civilización habrá sucumbido bajo la espada que decapitó al último de los prisioneros.

 

@matebe

EFE Jul 15, 2015 | Actualizado hace 9 años
Condena de 4 años para el contador de Auschwitz

Auschwitz

 

Alemania condenó hoy al llamado “contable de Auschwitz“, el exmiembro de las SS hitlerianas Oskar Gröning, de 94 años, a cuatro años de cárcel por complicidad en la muerte de 300.000 judíos, una sentencia simbólica tras un proceso exponente de la justicia tardía contra los crímenes del nazismo.

La condena emitida por la Audiencia de Lüneburg (norte de Alemania) superó la petición de la fiscalía -tres años y medio de cárcel-. Es probable que el procesado no llegue a ingresar en prisión, en atención a su precario estado de salud, cuestión ésta que corresponde evaluar a la fiscalía.

La defensa había solicitado la absolución de Gröning, quien a lo largo del juicio admitió su “complicidad moral” en las muertes de Auschwitz, pidió perdón a los supervivientes y familiares de las víctimas y lamentó no haber actuado en consecuencia ante unos crímenes de los que fue perfectamente consciente.

Gröning había ingresado con veinte años en las Waffen-SS, en 1941, y dos años después empezó a servir en Auschwitz, donde asumió el cometido de incautarse del dinero, el equipaje y demás pertenencias de los deportados que llegaban al más mortífero campo de exterminio del nazismo, en la Polonia ocupada.

Contribuyó desde esa posición a financiar al III Reich, ya que se encargaba de las transferencias de esos bienes a Berlín, y fue cómplice del exterminio nazi, cuya aplicación discurría ante sus ojos.

En tres ocasiones se le destinó a trabajar junto a la llamada rampa de la muerte, pero según su testimonio no participó en la selección de presos a los que se destinaba a trabajos forzosos o los que iban directamente a la cámara de gas, por no ser aptos para el trabajo.

La acusación se centró en su papel en la llamada “Operación Hungría“, de mediados de 1944, cuando llegaron a Auschwitz alrededor de 450.000 judíos, de los cuales unos 300.000 murieron asesinados.

A diferencia de otros exponentes de justicia tardía por crímenes del nazismo -el más inmediato, el del ucraniano John Demjanjuk, condenado en 2011 a cinco años de cárcel- Gröning cooperó en el juicio con amplias declaraciones sobre el día a día de Auschwitz y su papel en la burocratizada maquinaria de exterminio.

Su relato estuvo acompañado por testimonios de los supervivientes que siguieron el juicio, tanto relativos a los experimentos humanos del médico Josef Mengele o a cómo se llevaban a cabo las operaciones de selección, gaseado e incineración de las víctimas.

Si Demjanjuk asistió a su largo juicio en silencio, postrado en una camilla, Gröning acudió auxiliado de un andador, en un proceso dificultado por varias interrupciones por enfermedad del acusado y marcado por la confrontación entre el acusado y la reacción de los supervivientes o familiares de las víctimas.

En la apertura del juicio, en abril, pidió perdón a las víctimas, a lo que siguió el gesto de una testigo, Eva Kor, de 81 años, que tendió la mano al procesado, lo que desató las protestas de algunos representantes de la acusación particular.

A Gröning, quien tras la caída del nazismo pasó por un campo de internamiento británico y luego volvió a la vida civil como contable en una fábrica de vidrio, se le había abierto sumario en 1977, pero quedó sobreseído en 1988.

Llevar ahora Gröning ante un tribunal, 70 años después del fin de la II Guerra Mundial, fue posible gracias al instruido contra Demjanjuk, quien murió pocos meses después de escuchar sentencia en una residencia de ancianos.

Con su condena se creó jurisprudencia para juzgar por crímenes de guerra no solo a quienes intervinieron directamente en éstos, sino también a los cómplices de la maquinaria nazi, lo que abrió la puerta a acusaciones formales contra casos similares.

Varios de esos procesos contra “cómplices de Auschwitz” quedaron sobreseídos, por no estar en condiciones los imputados de asistir a un juicio, o se cerraron con sentencias simbólicas contra otros nonagenarios.

Desde Jerusalén, el centro Simon Wiesenthal, instituido en memoria del caza-nazis austríaco, se elogió la sentencia, por considerar que “animará” a las autoridades alemanas a llevar adelante otros casos similares, por encima de las dificultades que lleva implícita la ejecución de la justicia tardía.