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Protagonista de Atrapada: la batalla de dos mundos ofrecerá recital de piano para darle la bienvenida a la Navidad

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FOTO: El Impulso

 

Atrapada, la batalla de dos mundos, es un libro que duele e inspira al mismo tiempo. Es la voz del autismo que habla en primera persona desde la no ficción y que pretender sacudir a una sociedad que poco sabe de la condición, a pesar de tener una prevalencia nacional de 1 diagnóstico por cada 51 niños.

En Atrapada, María Isoliett Iglesias, su autora, entra a las entrañas del autismo clásico y lo hace hablar en primera persona a través del relato de vida de Beatriz Lemus, una joven que ostenta esta condición con un grado moderado de muy alto nivel de funcionamiento. Como parte de su condición, Beatriz presenta hipersensibilidad en los cinco sentidos.

Pero a pesar de ello, la protagonista de esta historia, es médico fisiatra y ejerce, y es también un prodigio musical. Su coeficiente intelectual es más alto que el de Albert Einstein. Sin embargo, la lucha para conquistar cada uno de sus logros ha sido dura porque debe enfrentarse, entre otros, al estigma y al rechazo.

Por eso, gracias a un trabajo mancomunado entre el elenco del nuevo programa líder de Televen: Rostros del Crimen; la escuela de Música Juan Manuel Olivares; Pianos Boza; Cultura Chacao y Ediciones B Venezuela se le dará la bienvenida a la Navidad con un recital de piano -completamente gratuito- que ofrecerá Beatriz Lemus, en la Sala Cabrujas de los Palos Grandes, este próximo domingo 4 de diciembre, a las 11 de la mañana.

«Es necesario abrir la mente y el corazón a las diferencias. En Rostros del Crimen, el nuevo programa de investigación criminal que transmite Televen, estamos comprometidos a esta y otras labores que persigan la inclusión y el respeto de esas personas maravillosas que llegaron a este mundo a enseñarnos de bondad, inocencia y honestidad», advierte Luis Olavarrieta, periodista y conductor del nuevo programa líder del canal de Horizonte.

Por su parte, María Isoliett Iglesias, autora del libro que protagoniza Beatriz Lemus, agrega: «La idea es alzar la voz por el autismo para acercar a la gente a una condición todavía muy desconocida, y se nos ocurrió que hacerlo desde algo tan sublime como la música podría ser una forma potente para derrumbar esos muros construidos a punta de miedos y estigmas».

Beatriz nos deleitará con un repertorio de música clásica que nos paseará por el Barroco, Clasicismo, Romanticismo, post Romanticismo, Impresionismo y Contemporáneo, para cerrar con una de sus piezas favoritas: el Joropo de MoiséMoleiro. Con este recorrido, Beatriz nos demostrará su virtuosismo, ese que afloró cuando solo contaba con 3 años de edad. Beatriz hizo de la música su lenguaje.

La cita es este domingo 4 de diciembre, a las 11 am, en la sala Cabrujas de los Palos Grandes, para darle la bienvenida a la Navidad y abrirle, al mismo tiempo, nuestros corazones a estos ángeles azules que no son para nada deficientes, solo son diferentes y por ello: extraordinariamente perfectos.

 

Descarga gratis este #BlackFriday el libro Innovación: de la idea al éxito

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Desde este viernes negro y hasta el sábado 26, en Amazon se podrá descargar en sin costo alguno el libro de Francisco Pecorella, que reúne todas sus ideas y metodologías para innovar desde la cultura latinoamericana.

A diario nos preguntamos ¿cómo podemos ser más innovadores en esta era de tantos cambios? En todas las organizaciones, los CEO y miembros directivos le piden a sus colaboradores que sean más innovadores. Cada vez más estudiantes de primaria, secundaria y universidades sueñan con emprender y desarrollar ideas que puedan cambiar el mundo. Pero la pregunta para todos ellos es: ¿Cómo lo logramos?

Se cree que la innovación es algo misterioso, empírico y que es un don que se le ha dado a algunos pocos. La realidad, es que puede verse como un proceso más dentro de nuestras vidas y dentro de las organizaciones.

«Innovación: de la idea al éxito» hace un paseo breve por los motivos para innovar y se enfoca en ¿cómo lograrlo? a través de la metodología de las 4 I’s de la Innovación le ofrece al lector un paso a paso de cómo hacer innovación y cómo convertir nuestras organizaciones tradicionales en innovadoras.

La edición en español del libro comprende ocho capítulos (Innovación, Tipos de innovación, Mitos de la innovación, El éxito y el fracaso en la innovación, El proceso de la innovación: seis estaciones, Creando una cultura de innovación, ¿Cómo se mide la innovación?, Estructura y talento de innovación) en los que el autor ofrece su estrategia para desaprender y transformar las ideas en realidad. También cuenta con un prólogo escrito por tres importantes innovadores: Carlos Rosales, autor de «Personas compran personas»; Fran Chuan de «Culture kills or stimulates innovation»; y Nelson Eduardo Bocaranda, Gerente General de Runrunes.

Por ahora, el libro se encuentra únicamente en forma digital, por lo que los lectores tienen esta oportunidad única de adquirir el libro antes de que esté disponible en su formato físico en Venezuela.

Para descargarlo solo debes hacer clic en este link y proceder con la descarga. El lector «Kindle» también se encuentra gratuito para todas las plataformas.

 

 

 

En este siglo XXI de perpetuo cambio, en que las nuevas tecnologías se actualizan a cada segundo, quedarse atrás –dejar de innovar– puede significar la muerte para muchas organizaciones. La innovación se convierte entonces en una necesidad a la que todo CEO debe responder.

Desde la empresa más pequeña y sencilla, hasta las trasnacionales de mayor envergadura han experimentado que los ciclos de los productos cada día son más cortos, comenta Pecorella, y en cualquier momento, una industria ya establecida –como la de los taxis– se puede ver amenazada por un nuevo producto que busque nuevas maneras de llegar a los clientes –como los uber–. Los modelos de negocios son más rápidos, y son estos negocios que mediante innovaciones cambian sus procesos de cultura, de personas y de indicadores, quienes con su desapego de lo tradicional logran alcanzar el éxito.

Ediciones Ekaré presenta Guachipira va de viaje, de Arianna Arteaga Quintero con ilustraciones de Stefano Di Cristofaro

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Guachipira va de viaje es la historia de una pequeña colibrí que nunca había salido de su casa. Una mañana toda su familia comienza a comportarse de una manera muy extraña. Para devolverlos a la normalidad, debe emprender un viaje en busca de los ingredientes del remedio: un puñado de flores dispersas por exóticos y remotos parajes de Venezuela.

El libro inicia al lector en un viaje por algunos de los destinos más singulares y recónditos del país: Canaima, Mochima, Sierra Nevada, Waraira Repano, Los Llanos entre otros. Así, esta historia propone un recorrido donde la flora y fauna de Venezuela son los grandes protagonistas: los tepuyes, los frailejones, la tortuga cardón, las anémonas, el mono araguato y las guacamayas que pintan el cielo de Caracas de azul y amarillo.  

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Guachipira va de viaje es una lectura sencilla y amena para compartir con los lectores más pequeños la curiosidad de un mundo por descubrir.  

Arianna Arteaga Quintero, al igual que Guachipira, es una viajera venezolana que también se desempeña como periodista y fotógrafa. Este es su primer libro para niños y está inspirado en algunas de sus propias aventuras y viajes.

Stefano Di Cristofaro es un joven ilustrador y diseñador venezolano. Ha ilustrado para Ekaré La Sayona y otros cuentos de espantos, de Mercedes Franco. Su más reciente trabajo para Ekaré es Guachipira va de viaje. En este libro el ilustrador experimenta con una mezcla de elementos analógicos y digitales. Entre los materiales que utilizó se encuentran: marcadores, tintas, estampados en gomas, monotipos y creyones.

La edición de este libro en gran formato y tapa dura estuvo a cargo de Ediciones Ekaré, con diseño de Ana Palmero Cáceres.

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Angélica Alvaray: “La escritura es una forma de terapia”

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CARAQUEÑA, INGENIERA Y ARTICULISTA DE OCASIÓN en medios digitales del país, Angélica Alvaray acaba de publicar su primera novela. Se llama He venido a recoger tu imagen y, en palabras del cineasta Thaelman Urgelles, “posee varios méritos que le abrirán espacio en el panorama de la literatura actual”. Explica Urgelles: “Sin ser testimonial, asume sin timidez el relato de dos intensos períodos de la historia venezolana reciente: la llamada lucha armada izquierdista de los años 60 y la feroz confrontación política de los últimos 15 años. Mas no existe en este relato ninguna peripecia colectiva capaz de subordinar la conmovedora vivencia personal de la protagonista, venida del autoexilio para rescatar a su madre perdida en los vericuetos de una memoria deshecha”. Unos días después de la presentación de la novela (en la librería Kalathos, a casa llena, en el este de Caracas), Runrun.es fue a entrevistar a la incipiente escritora para indagar un poco más en las motivaciones que la han hecho apostar por un oficio nada fácil: el oficio de la literatura, un territorio de grandes exigencias.

–¿Cómo es que una ingeniera se decide incursionar en la literatura y, además, en un género tan difícil como la novela?

–Siempre me ha gustado la literatura. Desde que estaba pequeña. He escrito desde niña. Entonces en cierto momento decidí escribir para otros, no solo para mí, como solía hacerlo. Comencé con textos sobre lo que estaba pasando en Venezuela y recibí un feed-back interesante, me entusiasmé y me puse a hacer cursos de escritura por Internet. Un día apareció uno sobre cómo escribir una novela, y me dije: “¿Por qué no?”. Y arranqué por ahí. Luego una de las profesoras me dijo que estaban abriendo un máster en Escritura Creativa en Madrid y que si me gustaría ir, y me fui dos años. Así fue como dejé la ingeniería como en un paréntesis para dedicarme a escribir. Así fue como surgió esta novela.

–Cuando dice que escribía para usted misma, ¿a qué se refiere? ¿Qué escribía?

–Impresiones de lo que pasa. Cuentos. Historias de mi familia. Memorias. Poesía. Pero a partir de cierto momento comencé a pasarles esas cosas a mis amigos. Y luego empecé a estructurar artículos de opinión, que me los publicaban en La Patilla o en otros sitios web.

–Ha dicho que su novela no es autobiográfica, pero que hay aspectos de su vida reflejados en ella. ¿Cuánto de usted hay allí?

–Mucho, pero no es una autobiografía. La historia no se ajusta a la realidad sino a la realidad de la novela, digamos así. Es una ficción verdadera… Aunque sí hay muchas coincidencias. Por ejemplo, como en la novela, mi madre tiene Alzheimer.

–De modo que usted es la hija de la mujer con Alzheimer: usted es Adriana, la protagonista.

–Yo ya separé a Adriana de mí. El trabajo de todos estos años fue hacer de Adriana otra persona. Adriana es un símbolo de la mujer que anda por ahí, de la mujer luchadora, que tiene fuerza y es valiente.

–Usted concibe la escritura como un ejercicio terapéutico.

–Sin duda. La escritura te sana. Te ayuda a entenderte a ti mismo, a entender el contexto en que vives. Es una forma diferente de terapia.

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–Venezuela es asunto principal en la novela. ¿Cómo este libro cambió su percepción del país?

–Unió pedazos de memorias de ese país que tenemos todos por dentro. El país de mi infancia y el de la infancia de mi mamá. Son países que a la vez son uno solo donde se repiten historias. Mi bisabuela se fue de su pueblo, Betijoque, a trabajar en Lagunillas, donde había mejores oportunidades. Fue una suerte de exilio. Y se llevó a mi abuela chiquita. Y luego se vinieron a Caracas. Eran viajes que te alejaban de tu pueblo, al cual no regresabas sino después de muchos años. Lo menciono porque el exilio está presente en la novela. Como en mi vida. Tengo parientes fuera del país. Incluso mi hijo, que vive en Madrid. Lo otro es la presencia de gobiernos represores de la oposición, que meten gente presa: pasó con Gómez, pasó con Pérez Jiménez. Pasa ahora. De modo que nos repetimos. La consciencia de esa repetición fue lo que me sucedió mientras escribía la novela. Yo tenía eso por dentro, pero no atado.

–¿Esa es la razón por la cual usted echa mano en la novela de episodios de la lucha armada? ¿Por qué escogió ese tema?

–Por mi historia personal. Mi madre fue profesora universitaria y estuvo presente tanto en la lucha contra Pérez Jiménez como en la lucha de los años posteriores.

–Y por allí usted empata la historia para ver el país actual.

–Exactamente. Porque esos que antes estaban de un lado, ahora están del otro.

–¿Quiere decir que los que en aquella época luchaban contra el poder son los que hoy están en el poder?

–Sí pero, en el fondo, ¿qué es lo que queremos todos? Queremos avanzar, queremos un país mejor, un futuro diferente. Y resulta que por cuestiones ideológicas nos tildan de una manera o de otra. No bastan las etiquetas. Necesitamos algo más.

–¿Cómo es eso?

–Que nos basta con que nos tilden de derechas o de izquierdas. Eso no nos ayuda a ponernos de acuerdo. Lo que nos va a permitir dialogar como sociedad es que nos veamos de manera más amplia. Debemos escucharnos más entre nosotros, ponernos en los zapatos del otro. Los sueños que soñamos para el país solo se pueden cumplir si sentimos compasión por el otro.

–Hay una afirmación suya hecha a la periodista Claudia Furiati que me llama la atención: “La pérdida de memoria también puede ser una enfermedad social”.

–Efectivamente. ¿Qué nos hace ser personas? La conciencia y la memoria de lo que somos. Si perdemos la memoria, no somos lo que somos. Sin memoria no sabes para dónde vas. No solo pierdes el pasado sino también el futuro. Si somos una sociedad sin memoria, perdemos el norte porque no sabemos dónde queda.

–¿Cree que Venezuela es un país sin memoria?

–Yo creo que Venezuela es un país sin memoria, sí. Un país que trata de olvidar.

–¿Y por qué tratamos de olvidar?

–Para evadir. Vivimos solo el presente para no darnos cuenta de lo que viene. De la realidad que se nos viene encima.

–El título de la novela es muy sugerente, además de raro, en tanto que interpela directamente al lector: He venido a recoger tu imagen. ¿Se trata de recoger la imagen de esa madre con Alzheimer que a la vez es un símbolo del país?

–Se trata exactamente de eso. Porque Adriana, la protagonista, cuando vuelve a Venezuela, desde el exilio, cree que viene a buscar solo a su madre, pero apenas llega se empieza a tropezar con el país del pasado. Ese país que ella quería olvidar se le vino encima. Esa relación de la persona y su contexto es lo que a mí me interesa.

Sofía Imber: “Lo que estamos viviendo no tiene nombre, pero sí culpables”

@diegoarroyogil

PARECES IMPLACABLE, Y QUIZÁ LO SEA, pero en el fondo lo que hay en ella, de veras, es la necesidad de no quebrarse, de mantenerse en pie. Lo dijo ya una vez y nadie le creyó: “Yo no soy fuerte. Yo soy débil”. Es Sofía Imber, y esta semana recibe un homenaje en Miami a cargo del Pérez Art Museum, asentado en esa ciudad. A propósito de ello, en Runrun.es decidimos hacerle una entrevista, pero una entrevista del tipo que ha cultivado con merecido éxito nuestro colega Jolger Rodríguez, en el diario El Nacional: una entrevista ping-pong, un toma y dame de preguntas y respuestas rápidas, breves, inmediatas. A quemarropa. Además incluimos, al final, un fragmento de La señora Imber. Genio y figura, un libro que está por aparecer con el sello de la editorial Planeta y en el cual Sofía cuenta, como nunca antes, toda su vida. ¡Habrá sorpresas!

–Lo primero que quiero aclarar –dice– es que estoy harta de hablar de mí. No entiendo a qué se debe que me busquen tanto.

–El personaje despierta mucha curiosidad.

–No me explico por qué, si soy de lo más normal.

–Tanto como “de lo más normal” no será. De usted se dicen grandes cosas.

–Es verdad. Buenas y malas.

–¿Qué es lo mejor que se ha dicho sobre Sofía Imber?

–Que soy una gran trabajadora, lo cual es enteramente cierto.

–¿Y lo peor?

–No tengo memoria para esas cosas. Como no soy de guardar rencores, me olvido con rapidez de frases que pudieron haber sido dichas con la intención de herir.

–¿Ningún rencor, ni hacia Chávez?

–¿Vas a empavar la entrevista mencionando a ese sujeto?

–Y usted, ¿no ha herido?

–Desde luego que sí, y también he sabido disculparme.

–Tenía fama de agresiva como entrevistadora.

–No era tanto agresividad como exigencia de precisión. Si hacía una pregunta, esperaba que el entrevistado me la respondiera. Siempre me ha chocado mucho que la gente se vaya por las ramas. Me gustan las personas directas y que van al grano.

–En otras oportunidades ha contado que se levantaba a un cuarto para las 5:00 de la mañana y se iba a la cama a medianoche. Trabajaba como una fiera: en la televisión, en el Museo de Arte Contemporáneo, en El Universal, en la radio. Todo eso el mismo día. ¿Qué la motivaba?

–La necesidad de hacer bien las cosas, el deseo de perfección, aunque la perfección es inalcanzable.

–¿Nunca nada le quedó perfecto?

–Siempre todo puede quedar mejor que como quedó.

–Pero eso es una tortura. ¿Quién puede vivir así?

–No es una tortura. Es un pensamiento que obliga a ser eficiente, cosa que por cierto necesita Venezuela. Este es el único país del mundo que está arruinado en el que se le ordena a la gente que no trabaje. A mí me dan esa orden y me sublevo. Tal como están las cosas, aquí deberían ser laborables incluso los domingos. Yo jamás falté al trabajo y no me hacían ninguna gracia los días feriados.

–¿No faltó ni por una gripe?

–La manera más efectiva de cortar una gripe es ponerse en marcha.

–Vive usted diciendo que está desempleada.

–Porque es verdad, pero por lo visto creen que lo digo por decirlo y no para que me den algo que hacer. Quiero que sepan que estoy buscando empleo.

–¿Alguna vez pensó que Venezuela se destruiría de esta manera?

–¿Por quién me tomas? Soy pesimista, pero no obscena. Y te advierto que la crisis va para peor. Hoy tú y yo todavía podemos darnos el lujo de comer. Llegará el día en que no podremos. Y de la escasez de medicinas ni me hables. Todo eso es adrede. Parece un proyecto de exterminio.

–Hay que darle un espacio a la esperanza.

–¿A cuenta de qué? ¿Es que acaso se lo merece?

–Está usted brava.

–¡Por supuesto que lo estoy, como todo el país! Hace años yo me di cuenta de que tengo en el cuerpo un órgano que se llama Venezuela y cada día me duele más. Lo que estamos viviendo no tiene nombre, pero sí culpables. Ningún error que hayamos cometido en el pasado justifica este horror. Ninguno.

–¿En qué fallaron los de su generación?

–En no haber actuado a tiempo por estar hablando tanto.

–¿Y usted?

–Probablemente en no haber defendido mi puesto las veces que me lo quitaron.

–¿No cree que la gente reconoce su labor?

–Sí. Me abruma salir a la calle y que se me acerquen jóvenes a darme besos y abrazos. No me importa si aún hay quienes me odian. Me bastan los que me quieren.

–¿Cuántos homenajes se merece usted?

–Todos los que me han dado y los que me darán. No por mí, yo no importo nada, sino por el trabajo realizado.

–¿Por qué es tan polémica?

–Supongo que porque no sé llevar la corriente. Nado en sentido contrario.

–¿Y el ego? ¿Se considera egocéntrica?

–Yo no me propuse tener un ego, pero está claro que lo tenía. Sin embargo, nunca me he sentido una mujer importante.

–Me huele a que eso no es verdad. Usted siempre ha sabido muy bien quién es.

–Puede que en mi vida no lo haya dicho todo, ni siquiera a mí misma, pero no practico la mentira como profesión. Además del periodismo, la profesión que mejor me define es la mendicidad.

–¿La mendicidad?

–Sí, la mendicidad. Yo todo el tiempo estaba pidiendo plata, sobre todo durante mis años como directora del museo. Para comprar las obras que compré tuve muchas veces que convertirme en mendiga.

–Y conseguía el dinero.

–¡Cómo no, si yo era un pelito ‘e tuna! Cuando me parece que algo vale la pena, lucho hasta alcanzarlo. No soy persona de rendirse con facilidad.

 

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–Trabajar con Sofía Imber debió haber sido el paraíso y el infierno.

–No creo ni en el paraíso ni en el infierno sino en la tierra.

–¿Es que tiene usted una respuesta para todo?

–No, pero si me preguntas es porque quieres que te conteste. Yo valoro el tiempo de los demás. No tendría sentido aceptar que me entrevistes para quedarme callada.

–¿Qué rescataría de su vida?

–Nada. No la he perdido.

–Pero del pasado…

–No, no. Yo no vivo del pasado. Para mí no existe el pasado. La vida es ahora.

–¿Y sus recuerdos, los años transcurridos, los momentos clausurados?

–Los que me conocen saben que hablo siempre en presente, incluso de mis muertos. Y no es una pose. Yo soy así, me sale naturalmente.

–¿Por qué no ha podido ser usted una persona dulce?

–Mis hijas dicen que me he ablandado con la edad. Yo no soy de hacer mimos no porque no quiera, sino porque mi manera de expresar cariño es diferente. No hay nada más valioso que ayudar a la gente a que dé lo mejor de sí misma.

–A veces se logra lo contrario: que la gente dé lo peor de sí misma.

–Y aun lo pésimo. Pero queda el intento.

–¿Un sueño?

–No tener ninguno y cumplirlos todos.

–¿Un libro de cabecera?

–Son dos: la autobiografía de Bertrand Russell y Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar. El de Bertrand Russell porque allí hay una frase que es mi lema de vida: “No temas nunca pertenecer a una minoría”, lo que yo entiendo como no tener miedo a ser diferente. Y Memorias de Adriano porque es el libro de un emperador que sabe que va a morir. Un día quiso subirse a su caballo, no pudo y entendió que era el fin.

–¿Se siente usted como Adriano?

–Me gustaría, pero es difícil. No soy una emperatriz.

–Bueno, casi. De milagro Carlos Andrés Pérez no llamó al museo “Reina Sofía”.

–Se discute mucho sobre ese asunto, que Pérez haya decidido ponerle mi nombre al museo. Yo estuve de acuerdo porque me parece que los homenajes tienen que hacerse en vida. ¿Para qué dejar las glorias y las lágrimas para después de la muerte?

–Pero es bien sabido que usted no llora.

–Sí, tengo un problema en los lagrimales. No me llegan las lágrimas a los ojos.

–Cómo va a ser, Sofía, por favor.

–No llorar no significa que no haya llanto. Los sufrimientos más bravos van siempre por dentro, dignamente.

–Pero algo necesita salir, ¿no?

–No lo sé. En la interioridad se está muy bien. O muy mal.

–¿Y cómo está usted ahora?

–Lo he dicho ya mil veces. ¿Cómo puede estar una persona que tiene 91 años?

–¿No es un consuelo haber hecho tanto y que se lo celebren?

–No, qué va. El mayor de todos los consuelos es vivir.

–De verdad, sus respuestas no dejan salida.

–¿Hacia dónde?

–No sé, una ilusión, un horizonte.

–Me parece un poco cursi eso, y yo evito la cursilería.

–Todas sus hijas viven en el extranjero. ¿Se iría usted de Venezuela?

–No podría decirlo, pero lo veo poco probable. No soy una mujer de dos días en ninguna parte. Yo necesito acostumbrarme. Y además no hay cielos como los de Caracas.

–¿Es posible que su secreto sea su fortaleza?

–Mi secreto, si hay tal, es mi debilidad. Siempre he sido una muchacha que tiembla.

–¿Y a qué responde, entonces, su aparente dureza?

–A una fama muy mal comprendida. Es cierto que soy intransigente, pero solo con lo que me parece falso e injusto. De resto, soy un amor.

–¿A estas alturas cree en el amor?

–¿A cuáles alturas? ¿Te refieres a mi edad? Que sepas que ni el amor ni el deseo se van nunca de uno. El que nos deja solos sobre el terreno es el cuerpo.

–Y usted cuida mucho el suyo. Anda siempre pulcra y perfumada.

–Siempre, es verdad. No debe uno permitirse la decadencia aunque esté viejo.

–Finalmente, ¿para cuándo sus memorias?

–Eso es trampa. Las memorias estarán listas cuando tú por fin termines de escribirlas. Ya todo el mundo sabe que estás haciendo un libro sobre mí, y si no, que se enteren.

–Y allí sí habrá risas y llanto.

–Más te vale, porque te lo he dicho todo y espero no haber echado mi vida en saco roto.

 

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El libro

Un fragmento de La señora Imber. Genio y figura, libro que muy pronto publicará la editorial Planeta. Está todo escrito en primera persona: Sofía habla sobre sí misma.

«Seamos sinceros. El Women’s Lib, es decir, el movimiento de liberación de la mujer, a quien liberó fue al hombre, que pasó de ser telúrico a ser lunático. Lo liberó de ser galante, de ser cortés, de ser protector, de hacer dentro de la división del trabajo conyugal ciertas tareas pesadas como clavar un clavo, cambiar un caucho, cargar una maleta. En lo económico, además, comenzó a asumir, sin vergüenza alguna, el papel del manganzón, o sea, del mantenido, el rol pasivo. De manera que podía quedarse en el hogar mientras la mujer estaba en el trabajo pero a la vuelta quien cocinaba, ponía la mesa, lavaba los platos y acostaba a los niños era ella. A mí nunca me gustaron esas “revoluciones”. En mi casa, hombre y mujer hacían cada uno lo suyo y ninguno de los dos jamás sintió la necesidad, la urgencia inaplazable de “liberarse”. Conmigo, ni feministas ni hippies. Me molestan los melenudos y esa pose de rechazar la sociedad de consumo para vivir de sus migajas y hacerse un vago.

Claro que decir todo esto ahora no tiene mucho sentido porque vivimos otros tiempos, pero no está de más, por si acaso. Antes era muy polémico porque había una cierta sensiblería romanticona en torno a los hippies y toda mujer disfrazada de varón era una “guerrera”. Está bien, pero yo no. Clásica y actual, andaba siempre en falda y con vestidos. Porque como me la pasaba con Carlos Rangel, mi marido, para arriba y para abajo, me lucía que dos pantalones era un exceso. ¡Tan guapa que se ve una pareja cuando los dos combinan! Carlos iba en general de flux, fino y sin colorines, con unos lentes negros de pasta, y yo cada día más me decantaba por los tailleurs de Chanel. No todos los que usaba eran originales, por cierto. Cada vez que viajaba a París pasaba a comprar telas y botones por la rue de Vigny y de regreso en Caracas se los llevaba a un sastre que tenía su taller muy cerca de la Iglesia San Pedro, en Los Chaguaramos. Además le dejaba revistas de moda de las cuales él podría copiar los diseños que más me gustaban. Eso sí, una mujer puede usar un vestido que no sea original, pero tanto la cartera como los zapatos tienen que ser de firma. Los míos eran un bolso de Gucci o una “Kelly” de Hermès y unos taconcitos bajos también de Chanel.

Porque yo no era rica, pero trabajaba tanto que podía darme mis gustos. Y como Carlos tenía un sentido muy claro del uso del dinero, aprendí a sacar provecho de los realitos que me ganaba e invertir en la fortuna de ser femenina. Y resultó. No en vano alguien que me contó que Carmen Helena de Las Casas, según las lenguas el animal más bello que tuvo Caracas en los años treinta y cuarenta, un día dijo de mí, en francés: “Elle a du chien”, una expresión que si se traduce al pelo significa “Ella tiene perro”, pero que es un alto elogio parisino, porque quiere decir que una mujer es algo más, o menos, que bella. Es también “coquin”, pícara, y que tiene un no-sé-qué. No creo que eso sea muy cierto en mi caso, pero algunas tardes lo recuerdo y me gusta.

¡Si el feminismo fuese darse su lugar en vez de ponerse en guerra contra el varón, otro gallo cantaría! ¿Una mujer respetuosa de la mujer? Yo, y por eso nunca he aspirado ni aspiraré a indulgencia alguna. Y por eso también, cuando a finales de 1969, el dueño del Bloque de Armas, el empresario Armando de Armas, me llamó para ofrecerme la dirección de Variedades, una revista de contenido “para el público femenino”, acepté con gusto. La primera edición salió en enero del 70 y allí estuve hasta diciembre de ese mismo año, publicando reportajes sobre temas de todo tipo, desde las últimas propuestas del modista y activista gay Rudi Gernreich, hasta los celos como patología y el uso de la píldora anticonceptiva. Yo feliz hubiera seguido al frente de Variedades, si el señor De Armas no me hubiese llamado un día para reclamarme que a lo largo de todo 1970 nunca había llevado a la portada una gran foto de Raúl Amundaray, “el actor por el que todas suspiran”. Le respondí que yo no conocía al susodicho y que, aunque lo conociera, no le daría jamás un titular porque mis intereses periodísticos eran otros. Me miró mal y renuncié. Allá él.

En ese entonces, además de ser presentadora, todas las mañanas, junto con Carlos y Reinaldito Herrera, de Buenos Días, hacía otro programa, que se transmitía los martes, a las once de la noche, por la Cadena Venezolana de Televisión, el canal 8. Se llamaba Sólo para adultos, y desde su estreno tuvo todo el éxito que uno desearía para una producción de su tipo. Estaba inspirado en un programa francés conducido por la animadora Annik Beauchamps, que no vacilaba en hablarles a las mujeres de los misterios de la bolsa de valores lo mismo que de la frigidez en la cama. Sólo para adultos seguía ese patrón, pero dejaba de lado el tratamiento de asuntos políticos, sobre los cuales discutíamos, en otro horario, “los tres del desayuno”. ¿Algunos temas? El matrimonio y el divorcio, las madres solteras, la vigencia de la religión en la sociedad actual, la inversión del presupuesto familiar en el uso del tiempo libre de la mujer, el concubinato, las relaciones sexuales prematrimoniales, la fidelidad, la delincuencia infantil, el costo de la atención médica, el piropo como fenómeno social, el machismo, la relación de los padres con la escuela de sus hijos, etcétera.

La receptividad de la audiencia fue descomunal. Con producción de Carlos y mía, dirección de Daniel Farías, escenografía diseñada por Mateo Manaure, música de Bach durante la introducción y mi aparición como anfitriona en compañía de varios invitados, así como de público asistente en el estudio, Sólo para adultos cosechó el mismo rating que las telenovelas y fue calificado por la prensa como uno de los programas más atractivos de la televisión. En 1971, me dieron el Premio Nacional de Periodismo. Recibí la noticia una mañana, a finales de junio, en la peluquería».

Ludmila Vinogradoff revela en un libro la agonía de Hugo Chávez

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“El Ocaso del Comandante”, es el producto final del trabajo de investigación de la venezolana Ludmila Vinogradoff. En el libro, la periodista explora los años previos a la enfermedad y muerte del que el aparato de propaganda del régimen denominaría posteriormente el “Comandante eterno”.

Vinogradoff apuntala su investigación en dos testimonios de excepción, y en su amplio conocimiento de la trayectoria de Hugo Chávez. No pasa desapercibido que lo entrevistó en 16 oportunidades en sus casi 13 años de presidencia.

En cuanto a los testimonios, en el libro se aborda la agonía de Chávez, recogida en los informes detallados del doctor José Rafael Marquina.

El otro testimonio, que es un tubazo periodístico, Vinogradoff indaga sobre la vida de la azafata presidencial que acompañó a Chávez en sus giras alrededor del mundo.

“Con la bella mujer tuvo un largo romance,  literalmente en las nubes, y una pequeña hija que es el vivo retrato de su padre. La relación con la aeromoza se mantuvo oculta y en secreto como su enfermedad, en el mismo plano y con el mismo candado, hasta que se develó después de su muerte”, escribe.

En el libro se revelan los “misterios” que envolvieron la enfermedad. “A distancia el médico venezolano desafió el “telón de hierro” que impuso la parte oficial y logró informaciones valiosas directamente de fuentes venezolanas y cubanas que le permitieron hacer un diagnóstico real sobre la deteriorada salud de Chávez y mostrar la verdad al público” nos adelanta la periodista.

En los 18 meses que duró la agonía de Chávez, fue el doctor Marquina, quien continuadamente informaba a los venezolanos del desarrollo de la enfermedad. Supliendo de esta manera el cerco informativo del régimen.

José Rafael Marquina, emigrado a los Estados Unidos, continuó su consulta médica en la ciudad de Naples, en el estado de la Florida.

Nacido en Valencia, criado en el Táchira y graduado en la Universidad de Los Andes, falleció en septiembre del 2015. Sin embargo, pudo leer el manuscrito del libro antes de fallecer prematuramente.

El prólogo corre por cuenta del académico y escritor Rafael Arraíz Lucca. Su aporte se incorpora a la versión digital de “El Ocaso del Comandante” en El Nacional y en las re ediciones impresas.

La presentación de El Ocaso del Comandante será en la Librería Común, Plaza Sur Altamira, el 5 de marzo a las 5pm. Participarán Chúo Torrealba y el prologuista de las próximas ediciones, el escritor Rafael Arraíz Lucca.

“Miranda al vuelo” propone una cartografía imaginaria de la región

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Cerca de 400 fotografías aéreas de Nicola Rocco conforman el libro Miranda al Vuelo, junto a las voces de los arquitectos Enrique Larrañaga, María Isabel Peña y William Niño Araque; del escritor Rodolfo Izaguirre, la ambientalista Evelyn Pallotta y la urbanista Adriana D’Elia. Textos y fotos sugieren, una “nueva cartografía” de la región mirandina. Una cartografía basada en la experiencia humana, más que en la geografía natural.

Este libro, que gira en torno al imaginario de William Niño, a quien se debe su conceptualización, representa no solo una nueva lectura del paisaje mirandino sino también el punto de vista totalmente particular a través del cual el arquitecto, obsesivo de la cultura urbana, la arquitectura y el espacio público, se aproximaba al territorio de una manera totalmente novedosa.

Miranda al vuelo nos entrega un estado Miranda signado por variables que, como sucede en la mayoría de los paisajes latinoamericanos —escribe D’Elia—, deconstruyen una geografía herida de muerte por la pobreza que se dibuja y desdibuja en un nomadismo permanente. Bastaría con plantarse a las puertas de Petare a las cinco de la mañana para observar los torrentes humanos que bajan desde lo más alto del cerro y alimentan un flujo urbano que desborda su capacidad sobre una ciudad impedida para acoger con total placidez semejante fenómeno”.

La publicación aborda temas como “Las cartografías imaginarias de William Niño. Morfología contemporánea del paisaje”, por Adriana D’Elia; “Nuevos paisajes. Movimientos perpetuos”, por William Niño;  “ Cartografía cultural del territorio. El compromiso cívico”, de Enrique Larrañaga; “El paisaje humano. Migraciones y reacomodos”, por María Isabel Peña; “Mapa de la desmemoria. Los árboles de la calle Miquilén”, por Rodolfo Izaguirre; “Paisaje ecológico y sustentabilidad. Reflexiones breves”, de Evelyn Pallotta;  y por último “Miranda desplegado. Los paisajes sin límite”, donde William Niño despliega en ocho paisajes esa nueva cartografía que el arquitecto devela junto a la mirada de Nicola Rocco.

Estos paisajes, tal como los concibe Niño, son: Ciudad fundacional. Los Teques; Mirador. Altos Mirandinos; Paisaje urbano. Chacao, Baruta, El Hatillo; Paredón Monumental. Petare Norte-Petare Sur; Paisaje lineal. Entre Guarenas y Guatire; Planicie tropical. Barlovento; Paisaje de agua. Costa playera, y Paisaje en transición. Los Valles del Tuy, Guatopo y Sur profundo.

Este libro digital es una publicación de la Secretaría de Gobierno del estado Miranda, bajo el cuidado de las editoras Esmeralda Niño y Maruja Dagnino, quienes se encargaron de culminar el trabajo que había iniciado William Niño antes de su muerte en 2010,  y le dieron forma junto al diseñador Aitor Muñoz Espinoza.

El libro se presenta el próximo miércoles 25 de noviembre a las 7PM, en la Sala Experimental del Centro Cultural Chacao, El Rosal, Caracas.

Aquí las primeras páginas del libro de Nelson Bocaranda Sardi

Primeras páginas de BOCARANDA. EL PODER DE LOS SECRETOS, de Nelson Bocaranda Sardi y Diego Arroyo Gil, publicado por Editorial Planeta:

 

Las únicas dos personas a las que les dije quiénes eran las fuentes que me informaban sobre la enfermedad del presidente Hugo Chávez fueron Simón Alberto Consalvi y Luis Vezga Godoy, mis confidentes y amigos. Se los dije por medidas de seguridad. Por si me pasaba algo. Les expliqué de dónde y cómo me llegaba la información, de manera que estuvieran enterados de todo en caso de que se presentara alguna situación indeseada. Nadie mejor que un gocho para guardar un secreto. ¡Si eran dos, mejor! No sucedió nada, gracias a Dios, aunque en julio de 2013, ya fallecido Chávez, fui llamado a testificar en la Fiscalía General de la República. Me citaron con base en una acusación falsa. A propósito de un tuit a través del cual había advertido que en las elecciones presidenciales en las que se enfrentaron Nicolás Maduro y Henrique Capriles, el 14 de abril, se habían ocultado unas cajas llenas de votos en un Centro de Diagnóstico Integral, dijeron que yo había “incitado a la violencia”. Una cosa absurda. Un pase de factura. No me perdonaban que tuviera acceso a todos los datos que ellos no conocían. No me perdonaban haber dicho lo que no querían que se supiera con respecto a la gravedad de Chávez. Nos enteramos de la muerte del presidente el 5 de marzo, yo publiqué el tuit el lunes 15 de abril y la campaña que Ernesto Villegas, Andrés Izarra, Mario Silva, Pedro Carreño, entre otros, emprendieron contra mí fue tan fuerte e inmediata, que un contacto que tengo me recomendó que saliera del país. Yo tenía información de que querían allanar mi casa y por Venezolana de Televisión (VTV) decían que tenía que ir preso. Eran muchas, muchas las amenazas. Me aseguré de que me iban a dejar salir y, el 17 de abril, me fui al aeropuerto Simón Bolívar de Maiquetía. Había conseguido rápidamente un pasaje para Miami con American Airlines. Cuando iba a entrar al avión, se me acercó un agente de Inmigración y me dijo: “Mira, Bocaranda, mi jefe quiere hablar contigo”. Yo no sabía quién era el hombre ni quién su jefe, y le dije: “No es posible, no es posible, el avión está saliendo”, y entré. ¡Ni de vaina me regresaba yo! Luego me enteré de que el jefe de Inmigración quería que yo le contara runrunes sobre Chávez. ¡Gente safrisca y faramallera, que nunca falta! Me fui a Miami, pero la campaña en mi contra continuó, hasta que el 4 de julio la Fiscalía emitió la citación. La noche de ese día una persona me dijo que, a través de un personaje de la farándula venezolana, podíamos averiguar qué era lo que quería de mí la Fiscalía. Al principio aquello me resultó muy extraño… ¿qué tenía que ver el show business con el gobierno?…, pero se hizo el trámite y la respuesta fue que la citación era para preguntarme por mis fuentes. El hecho es que esta figura de la farándula asesoraba a una muy encumbrada funcionaria del Ministerio Público en cuanto al vestuario. Incluso se la ha llevado de paseo por Europa para que asista a grandes festejos de la moda. Vuelos en primera clase y hoteles cinco estrellas. Todos los gastos corren por cuenta de ella, faltaba más. Tal es el “socialismo” que profesan y practican. Una farsa. Nunca dudé en asistir a la citación. Mis abogados me dijeron que no había manera de que me imputaran, aunque como esta gente es capaz de hacer cualquier vaina, estábamos atentos. Yo llegué a Caracas, desde Miami, el 10 de julio. Esa noche no dormí en mi casa sino donde un buen amigo y me preparé para ir a la Fiscalía al día siguiente. A las 8 de la mañana en punto estaba en el Ministerio Público. Les caí por sorpresa. Ellos pensaban que yo no iba a presentarme porque era “un cobarde de mierda”, y esas cosas. A través de Nelson Eduardo, mi hijo, también periodista, publiqué un tuit para informar que estaba en la Fiscalía y eso dio pie para que el gobierno enviara un autobús cargado de gente para que me insultara. “¡Criminal! ¡Asesino! ¡Pitiyanqui!”, lo mismo de siempre. Un escándalo. Finalmente, a las 10 de la mañana, llegaron los fiscales: eran dos mujeres y un hombre. Sin darme cuenta, en uno de los bolsos de viaje yo me había traído a Caracas una cruz de San Benito Abad. Me la encontré mientras deshacía la maleta y, como me pareció una buena señal, me la llevé al Ministerio Público. Justo antes de que comenzara el interrogatorio, escucho que alguien dice: “Hoy es 11 de julio, día de San Benito”. ¡Coño! Y una de las fiscales pregunta: “¿Ese es el que le consigue novio a uno?”. “No, no –le respondo yo–. Es el otro San Benito, San Benito Abad, este que tengo yo aquí”, y saco la crucecita y le digo: “San Benito Abad, el que conjura al Demonio”. Les echo la bendición a los fiscales y me persigno yo, ¡por si acaso! El interrogatorio duró cuatro horas y, en efecto, la pregunta recurrente fue quiénes eran mis fuentes. La insistencia fue tal que, en cierto momento, les dije: “Está bien, voy a revelar quiénes son mis dos fuentes”. La cara les cambió inmediatamente. “Mis fuentes son la fuente de la plaza O’Leary, en El Silencio, y la fuente de la plaza Venezuela. Dos hermosas fuentes de agua”. ¡¿A quién carajo se le ocurre que uno va a traicionar a sus fuentes?! Yo confesaba quiénes eran y me mataban: ¡me matan! La única circunstancia que me permitiría decir quiénes fueron mis informantes es que esas personas mueran, y con eso no quiero decir que lo desee, ni mucho menos. Parece absurdo que tenga que aclararlo, pero prefiero hacerlo para evitar malos entendidos o interpretaciones a conveniencia. Además, sigo en contacto con esas fuentes. Guillo.

 

¿Alguno de tus informantes era pariente del presidente Chávez?

Esto nunca lo he dicho, pero ya puedo hacerlo: una persona del entorno de Chávez dio la orden de que se me transmitiera la información. De eso me di cuenta con el tiempo, atando cabos. Cuando se le diagnosticó el cáncer al presidente se abrió la incógnita de quién podría ocupar su lugar, de quién estaba en capacidad de sustituir al hombre que concentraba un poder que solo él tenía, el líder cuyas órdenes jamás se discutían. Se sintió temor de que se desatara una guerra interna. ¿Chávez podría ser reemplazado por alguien de su familia? ¿Por alguno de sus principales aliados en el gobierno? ¿Tenía que ser un civil? ¿Tenía que ser un militar? Ante las dudas, se decidió que la información sobre su estado de salud saliera a la luz.

 

¿Él sabía quién te informaba?

Tal vez. Yo mismo a veces me pierdo en el laberinto, pero tonto no soy. Para que la gente entienda cómo funcionan las cosas en Venezuela con el chavismo: durante el interrogatorio en los tribunales, una de las fiscales dijo que ella no sabía qué era Twitter, donde yo publicaba mucha información sobre la enfermedad del presidente, y me pidió que lo explicara. Lo expliqué, hecho el pendejo, porque era obvio que ella sabía qué es y cómo funciona Twitter. Finalizado el interrogatorio, a punto de salir de la sala, la misma fiscal se me acercó y me dijo, casi al oído, calladita: “Yo te sigo en Twitter, Bocaranda, yo te sigo”. Lo mismo me sucede en el aeropuerto de Maiquetía, donde en general siempre ha habido buena receptividad por parte de los funcionarios. Cuando me revisan el equipaje, el 90% de las veces se disculpan, me dicen que no tienen nada en contra de mí pero que están obligados a cumplir órdenes. Además, aprovechan para criticar al gobierno y para pedirle a uno que siga en lo suyo, dando la pelea. Alberto Federico Ravell, a quien también lo tienen en la mira cuando viaja, o cuando lo dejan viajar, derrite chocolate sobre unos calzoncillos y los pone encima del resto de la ropa, de modo que cuando los agentes de Inmigración abren la maleta, se llevan un susto.

Como no sabíamos cuánto tiempo duraría la visita a la Fiscalía, Bolivia, mi esposa, me había reservado pasajes, a distintas horas, para salir del país. Tenía vuelos a Lima, a Bogotá y a Miami a lo largo de la tarde. Yo estaba indeciso en cuanto a si me iba o me quedaba en Venezuela. A fin de cuentas, todo había salido aparentemente bien. Frente a las dudas, fui a ver a una persona estrechamente vinculada al gobierno, que me dijo que lo mejor era que me fuera, pues si bien no habían logrado sacarme información durante el interrogatorio, al día siguiente podían reaccionar y joderme. “Vete y quédate tranquilo afuera”, me recomendó. Bajando a Maiquetía nos encontramos con que había habido un accidente y el tráfico era un infierno. Era imposible que llegara para montarme en el último vuelo para el que tenía reserva. Llamamos a la aerolínea Santa Bárbara, y tuvimos la suerte de que su vuelo a Miami programado para las 6 de la tarde estaba retrasado y había asientos disponibles. Por casualidad, Miguel Henrique Otero y otro gerente del diario El Nacional, Daniel Pérez Poleo, también viajaban en ese avión. Cerca de la medianoche, nos llamaron a embarcar. Estábamos todos los pasajeros dentro del avión, sentados, y el avión, parado. Y pasaba y pasaba el tiempo y el avión, parado. Pensé: “¿Y si esta vaina es por mí?”. En esas circunstancias a uno se le ocurre hasta lo inimaginable. Nada, como era un vuelo fuera de hora, faltaba un documento de autorización que no estaba listo. Una vez que llegó el documento, nos fuimos. Salimos de Caracas a la 1 de la mañana y aterrizamos a las 4 en Miami.

 

¿Cuánto tiempo estuviste allá?

Seis meses, hasta que consideré que podía regresar y regresé. Durante ese período nunca dejé de trabajar. Ni siquiera abandoné la radio. Mariela Celis, mi compañera de programa, tenía un iPad en el estudio de Caracas y yo tenía otro en el estudio de Miami desde donde transmitía, vía satélite. El audio era perfecto y estar conectados por video me permitía a mí ver a los invitados y a ellos verme a mí. Yo quería que la menor cantidad de gente posible supiese que estaba fuera y creo que lo logré. Decía, por ejemplo: “Oye, Diego, qué bien te queda esa camisa de cuadritos”, o “Mariela, hoy viniste más arreglada que de costumbre, ¿de quién es la fiesta que tienes esta noche?”, y cosas así. La gente me escuchaba y no sospechaba nada. Lo hice para proteger a la radio y a los anunciantes. Era mi compromiso. Siempre he procurado tener las mejores relaciones con las empresas y con la gente con las cuales trabajo.

La primera estación de radio donde ejercí el oficio fue Radio Aeropuerto, que funcionaba en Maiquetía, aunque las oficinas donde yo operaba quedaban en Caracas, en el Centro Empresarial del Este. Uno salía a la calle a buscar la noticia, grababa en unos rollitos de tres minutos de duración y el audio se enviaba a Maiquetía con los choferes de una famosa línea de taxi, la 22Mil, desde la avenida Fuerzas Armadas. Todavía estábamos lejos de la tecnología de la que disfrutamos hoy en día. Yo fui a parar a Radio Aeropuerto gracias a otro periodista, Tomás Matos Betancourt. Un día, estando en el Congreso, me encontré con él y me dijo: “Oye, chico, estamos buscando reporteros para la estación del aeropuerto. Ven acá, vamos a hacer una prueba”. Me dio un micrófono y me pidió que hablara, que dijera cualquier cosa. A lo sumo habré llegado a decir: “Los saludo, amigos, desde Radio Aeropuerto…”, cuando Matos Betancourt me interrumpió: “¡Listo, listo, perfecto!”. Llamó al doctor Luis Hernández Solís, el dueño de la estación, y le dijo: “Mire, doctor, aquí tengo a un muchacho que tiene pasta para periodista. Se viene a trabajar con nosotros”. Era 1962. (…)

 

BOCARANDA. EL PODER DE LOS SECRETOS está disponible en todas las librerías de Venezuela e igualmente puede obtenerse en formato digital en cualquier parte del mundo. Más información aquí: http://www.planetadelibros.com.ve/bocaranda-el-poder-de-los-secretos-libro-209244.html