humor archivos - Runrun

humor

Reuben Morales Abr 11, 2024 | Actualizado hace 1 semana
Mi estatura no es de altura
La gente piensa que ser alto genera impacto cuando uno llega al evento, pero no. Más bien paso pena

 

@ReubenMoralesYa

Yo mido 1,92 metros y mi día siempre comienza despertando en una cama donde no me caben los pies y, además, se me salen de la cobija.

Después debo ir al baño para sentir el vértigo de cepillarme los dientes y lavarme la cara porque el lavamanos me llega por las rodillas. Por eso termino usando crema dental, crema para afeitarme y crema para el lumbago. Después hago ejercicios de cuádriceps, pero porque debo usar una poceta que está dos pisos térmicos más abajo que el lavamanos.

Luego viene el momento de ducharme, para lo cual tengo un papelito pegado en la ducha que dice: “Échate champú”. Es que siempre se me olvida porque la ducha me echa agua en el pecho y para mojarme el cabello debo agacharme cual jirafa cuando la bañan con manguera.

Ahora viene la difícil tarea de escoger con qué vestirme. No para ver cuál combinación me queda mejor, sino porque me toca escoger entre tres tipos de ropa. La que me encogió la secadora y me hace ver como gimnasta olímpico. La camisa que me trajo un familiar de un viaje diciendo: “Yo sé que tú me dijiste XL, pero cuando la vi me pareció demasiado grande y te traje esta M”. O si no, la XL que yo mismo me compré, pero luego me di cuenta de que es una “XL” hecha con un patrón textil para pigmeos del Congo y me hace ver como ombligo que pide auxilio en un jean chupi-chupi.

Llega el momento de amarrarme los zapatos. Que en mi caso hasta implica sellar pasaporte, porque es como viajar desde la punta del Everest hasta la orilla de una playa en Chichiriviche. Y tras amarrármelos, debo subir de nuevo, lo cual me provoca mal de páramo.

Entonces salgo de mi apartamento para tomar el ascensor, aunque ya sé que no debo esperarlo tan pegado a la puerta porque asusto a la gente cuando esta se abre y solo ven un pecho sin cabeza. Claro, después vienen risas nerviosas acompañadas de un comentario muy original, único, innovador y pionero que jamás he escuchado en mi vida:

–¿Y cómo está la temperatura allá arriba?

–Nevando, por eso me puse gorra.

O si no, es este:

–Para hablar con usted hay que doblar el cuello y uno termina con tortícolis.

–Qué casualidad, porque yo también debo doblarlo y termino viéndole todas las fosas nasales.

Y si en el ascensor viene una mamá con un niñito, no es raro que ella me ponga de ejemplo para su hijo:

–Mi amor, debes comerte todo para que crezcas como el señor, ¿verdad? Dígale qué comía usted todos los días.

–Cereal con leche.

–Ah…

Llego abajo a la puerta del edificio y ahora debo elegir en cuál medio de transporte me voy:

¿Será mototaxi? Mejor no, porque me termino viendo como cuando Mickey lleva a Goofy.

¿Autobús? Es la mejor opción si quiero llegar rápido a sacarme tres chichones con las barandas del techo.

¿Y taxi? Seguro es un carro pequeño y me veré como adolescente en un carrito chocón. Además, tendré que sacar la cabeza por la ventana como un perro.

Por eso mejor me voy a pie y hasta llego más rápido, ya que cada zancada mía abarca dos parroquias.

Supongamos que todo esto es para ir a una fiesta. La gente piensa que ser alto genera impacto cuando uno llega al evento, pero no. Más bien paso pena. Paso pena cuando nadie se quiere tomar una foto conmigo para no verse enano. Paso pena cuando bailo merengue con una mujer que me llega por el ombligo y me toca a mí dar la vuelta. Paso pena cuando no escucho ningún chisme porque la música está dura y todas las conversaciones ocurren a un metro debajo de mis orejas. Paso pena cuando me encorvo para escuchar estos chismes y alguien me dice: “¡Enderézate, que vas a quedar jorobado!”. Por eso, cuando llega la orquesta, me pongo frente a la tarima para que nadie la vea bien.

Digamos que después de la fiesta vamos a comer algo. No falta quien proponga: “Pidamos una pizza o arroz chino para compartir”. Querido amigo que quiere compartir todo: por favor no haga eso cuando hay un alto. Aunque nos veamos flacos, nosotros en verdad somos unos gordos camuflados. De hecho, nos podemos comer la pizza entera, de postre el arroz chino e igual quedamos fallos.

Por tanto, no se ofenda si me ve pidiendo mi comida aparte. Lo hago por el bien del grupo. Así, además me termina dando sueño. Ese sueñito sabroso para llegar a la casa y meterme a dormir de una. Claro, después de ponerme un par de medias porque lamentablemente duermo en una cama donde no me caben los pies y, aparte, se me salen de la cobija.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

 
 
Laureano Márquez P. Mar 28, 2024 | Actualizado hace 3 semanas
Los preparacionistas
Uno de los motivos de mayor angustia para los seguidores del preparacionismo es una falla de la electricidad que afecte la vida normal de los ciudadanos…

 

@laureanomar

Me encuentro con este término, que desconocía, en un titular de prensa y la primera percepción que le viene a uno es la de que se trata de una nueva congregación protestante que se prepara para la segunda venida de Cristo. Pero no, el preparacionismo, prepper en inglés, es un movimiento que se prepara para una eventual emergencia que amenace la existencia humana, para perturbaciones económicas, políticas y sociales que pongan en peligro el normal desenvolvimiento de la vida. Para ello, los seguidores de este movimiento adquieren destrezas que les permitan afrontar una eventual catástrofe: conocimientos médicos, construcción de refugios subterráneos, técnicas de supervivencia en condiciones adversas, almacenamiento de alimentos, medicinas, e incluso entrenamiento militar.

Los preparacionistas no son nuevos. Esta corriente un tanto pesimista (o realista, según se mire) sobre el destino humano, es de larga data. Cobró mucha fuerza por allá por los años sesenta cuando la posibilidad de una guerra nuclear se convirtió en la espada de Damocles que amenaza la supervivencia la humanidad.

Homo ¿sapiens?

Homo ¿sapiens?

Una de las angustias mayores que invade a este peculiar grupo es el tema del abastecimiento, por tal razón almacenar y guardar comida no perecedera para cuando el apocalipsis sobrevenga, es una de las tareas centrales. Esta labor cada uno la lleva a cabo según su condición social y económica: los multimillonarios almacenan licores y exquisiteces y el resto enlatados y agua. Sin duda, la reciente pandemia padecida por la humanidad dio gran impulso a este movimiento, muchos productos se agotaron en aquel entonces por las compras nerviosas para el abastecimiento.

También la guerra de Ucrania (recientemente Putin acaba de reconocer que se trata de una guerra) y la dura situación en el medio oriente han sido un aliciente para la actividad de los preparacionistas. El movimiento cuenta con instructores especializados, uno de ellos afirma: «Llevo diez años almacenando comida que sé que me voy a comer en 2035».

Otro de los recurrentes temores de los preparacioncitas es la amenaza del llamado «gran apagón». Uno de los motivos de mayor angustia para los seguidores de esta corriente es, justamente, una falla de la electricidad que afecte la vida normal de los ciudadanos. Las autoridades austríacas, por ejemplo, han instado a los ciudadanos a almacenar combustible, velas, conservas y a pactar con familiares eventuales puntos de encuentro en caso de fallas comunicacionales. La ministra de Defensa de Austria, Klaudia Tanner, dijo el pasado 29 de octubre que «la cuestión no es si habrá un gran apagón, sino cuándo». Existe incluso una tendencia a compras nerviosas que lleva por nombre «el efecto papel higiénico», que consiste en que el miedo hace que los productos se agoten antes de tiempo.

Como habrá notado el lector, todas estas angustias, temores y expectativas fatalistas son propias de países desarrollados, porque por estos lares, aunque desconociéramos el término, somos preparacionistas practicantes desde hace tiempo que jode, porque para nosotros el apocalipsis hace rato que llegó.

El mal se llama socialismo

El mal se llama socialismo

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

 
Reuben Morales Mar 28, 2024 | Actualizado hace 3 semanas
Gracias, Transmilenio de Bogotá
Estar ya sentado dentro del Transmilenio brinda otros grandes beneficios, además del descansar. Por ejemplo, un día vi a un vendedor que de zarcillo usaba un candado de maleta

 

@ReubenMoralesYa

Cada vez que paso frente a un concesionario de automóviles, me doy cuenta de que el mejor estímulo para comprarme uno, no es la idea de desplazarme con libertad, ni la publicidad de los últimos modelos. El mejor estímulo es salir de ese modelo anterior que me lleva y me trae, pero que ya no soporto: el Transmilenio de Bogotá.

Es que esa motivación empieza cada vez que llega la unidad y me monto utilizando una mano para agarrar una baranda, mientras que con la otra voy aguantando mi celular en el bolsillo para asegurar que nadie me lo robe. Por esto, las marcas de celulares sacaron los relojes inteligentes. Para que a través de ese dispositivo te enteres de qué pasa en tu celular de una forma más disimulada. Y a medida en que crezca la inseguridad, llegaremos a ese día en donde tendremos un dispositivo sublingual que vibre para avisarnos que veamos a través de unos lentes de contacto especiales que nos avisen que debemos escuchar unos audífonos inalámbricos, que nos avisen que debemos ver el reloj inteligente, que nos avise que está entrando una llamada al celular para avisarnos que debemos la cuota de la tarjeta con la que pagamos todos los dispositivos anteriores.

Pero solo así evitamos que un ladrón meta la mano desde afuera y nos robe el celular. Una modalidad de robo en donde una persona aprovecha cuando el bus está detenido para usar la rueda de este como escalón para impulsarse, saltar, meter la mano por la ventana y agarrar un teléfono. No sé qué están esperando para reclutar a estos hampones y ponerlos en la competencia de clavadas del juego de las estrellas de la NBA.

Aunque la manera que he conseguido para utilizar algo de tecnología en mis viajes en el Transmilenio, es que aprovecho mi estatura de 1,92 metros para mirar hacia abajo y leer los chats en los celulares de la gente. Me he encontrado con personas que nos hacen creer que tienen vista 20/20, cuando en sus celulares usan letra tamaño 375. Aunque el otro día vi a una mujer que se despidió de su novio en una estación y, apenas subió al vagón, sacó su celular y comenzó a chatear con el amante.

Otro de mis pasatiempos favoritos en el Transmilenio es el de descifrar el lenguaje de señas de los conductores de autobús. Un particular conjunto de morisquetas corporales que usan los choferes cuando se topan con otro colega en un semáforo. De tanto verlos, ya aprendí a interpretar mensajes como “Una vuelta más y me voy para la casa”, “Esta unidad está desalineada” y “Me pegaron las cervecitas que me bebí antes de este viaje”.

Pero el pasatiempo se ve interrumpido cuando finalmente consigo una silla para sentarme. Aunque en Bogotá uno no debe sentarse en la silla de una vez porque puedes pasar por cochino. Es que acá existe una extraña costumbre en donde nadie se sienta inmediatamente en una silla que acaban de desocupar. Primero la dejan enfriar para que se le quite el calor “glutiniano” del otro. ¿Por qué harán esto? ¿Para no sentir que “culean” con un desconocido? ¿Para que no les dé hemorroides? No sé, pero con el acostumbrado frío de Bogotá las dos cosas que más aprecio de esta ciudad son un asiento tibio en el Transmilenio y cuando un familiar me deja calientico el aro del inodoro.

Una vez sucedió que un señor me dio la silla porque me vio acompañado de mi hijo y varios bolsos. Al sentarnos, nos miró molesto y dijo:

–¿No me va a dar algo?

–No -le dije.

–Ay, mire que yo soy de la punta del cerro de Ciudad Bolívar -el barrio más peligroso de Bogotá.

–¿Ah, sí?… Pues yo soy venezolano.

Inmediatamente se fue, pues supo que, en esa escala involutiva de marginados bogotanos, mi condición le ganaba por una goleada.

Estar ya sentado dentro del Transmilenio brinda otros grandes beneficios, además del descansar. Por ejemplo, un día vi a un vendedor que de zarcillo usaba un candado de maleta. Lamentablemente no pude concentrarme en la irreverencia de su moda ya que no dejaba de pensar: “¿Y no era mejor un candado de combinación? ¿Y si bota la llave? ¿No le dará pena llamar a un cerrajero y decirle que venga a abrir un candado que tiene en la oreja?”.

Otro día, nos amenizó el viaje un saxofonista tocando el clásico de jazz “Take five” con el fin de ofrecer sus servicios en eventos privados. Algo parecido a escuchar reggaetón en un convento. Aunque yo aprecié el gesto, creo que este músico podría lograr que alguien lo contrate si compra un boleto y toca eso mismo, pero en el pasillo de un avión de Air France.

También vi el caso de un hombre que se subió a pedir dinero diciendo esto: “Amigos, por favor colabórenme. Soy padre soltero porque mi esposa falleció recientemente. Y yo estoy claro, así como ustedes, de que las mujeres son fastidiosas, intensas, bipolares y dramáticas, pero créanme: el día que no la tengan, la van a extrañar”. Obviamente las mujeres del vagón no le dieron plata (y yo tampoco, pero para que no me tildaran de machista).

Por todo esto es que me termina resultando difícil no sentir cierta tristeza cuando ya se va acercando mi estación y me toca abandonar el vagón del Transmilenio. Es que no es fácil. Uno queda realmente conmovido, además de agradecido, por haber recibido tanta diversión y de gratis. Pobrecita esa gente que tiene automóvil.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

 
Reuben Morales Mar 14, 2024 | Actualizado hace 1 mes
La pizza es mejor que el sexo
A estas alturas de mi vida me he dado cuenta de que la pizza tiene una gran cantidad de ventajas que la hacen muy superior al simple acto sexual

 

@ReubenMoralesYa

Cuando llegue ese día en donde mi hijo Tobías me haga la inevitable pregunta de “Papá, ¿qué es el sexo?”, me tocará responderle de una forma totalmente franca y directa: “Hijo, es un ejercicio entre dos personas desnudas que termina en una sensación muy intensa que jamás le ganará al acto de comerte una pizza”.

Porque mi amor hacia la pizza es de tal magnitud, que si en un programa de concursos me dijeran:

–¡Amigo Reuben!… ¡En la puerta de la izquierda hay una reina de belleza totalmente desnuda esperando para complacer todas tus fantasías y en la puerta de la derecha hay una pizza recién horneada tamaño megafamiliar con pepperoni, champiñones y aceitunas negras acompañada de una gaseosa helada para que te la comas tú solito! ¿¿¿Qué dices???

–Bueno, la verdad debo confesar que llevo mucho tiempo falto de cariño, sin nada de aquello y deseoso de algo ardiente. ¡Por eso escojo la pizza!

Porque a estas alturas de mi vida me he dado cuenta de que la pizza tiene una gran cantidad de ventajas que la hacen muy superior al simple acto sexual. En primer lugar, cuando vas a comerte una, siempre puedes elegir entre una gran cantidad de sabores. En cambio, cuando se trata de sexo, a veces toca comerse lo único que tienes al frente (así sepa a empanada fría).

Pero vayamos al momento de preparar la pizza. Cuando uno es comensal, es desprendido y nada celoso porque no le importa que sea otro quien agarre la masa de tu pizza y la masajee, la golpee, la voltee como a una media y la lance al aire. En cambio, si eso ocurre con tu pareja en el sexo, no te enterarás de que a tu “pizza” le echó un mordisco otro, sino hasta ese momento cuando veas que en tu habitación hay un calzone ajeno.

Luego viene el momento de los olores. Cuando esa pizza se está horneando, los aromas que llegan a tu nariz son tan buenos que te preguntas por qué hasta ahora nadie ha elaborado un perfume con fragancia a pizza recién horneada. En cambio, cuando se trata de sexo, los olores te recuerdan que hacer el amor es parecido a comer brócoli. Huele raro, pero después te lo terminas metiendo a la boca.

Ahora llega el momento glorioso de recibir la caja donde viene tu pizza. Es perfecto porque sabes exactamente lo que vas a recibir (aunque sepa mejor si le echas un lubricante llamado “aceite de oliva”). En cambio, cuando se trata de sexo, muchas veces ambos se desvisten y luego piensas: “¡Coño!… ¿Y esas estrías?… Bueno, ni modo. Sigamos adelante, pero con la luz apagada para que tampoco vea mi tatuaje de Pikachú al lado de la pokebola”.

Finalmente arribas al momento de comerte tu pizza. Un acto en donde tu cerebro y tu estómago disfrutan de que, en cada bocado, alcanzan un multiorgasmo. Y si eres tan generoso de compartir esa pizza, los que te acompañan quedarán tan felices como tú y además pensando que eres el alfa de la partida porque cada vez son menos los que se dignan a compartir una pizza. Pero en el sexo no. Porque si el sexo lo haces en grupo, es probable que termines con un codazo en un ojo, todo muerto de hambre y a punto de la asfixia porque tienes ciento veinte kilos encima.

¿Y qué podemos decir del precio? Por cara que sea una pizza, siempre será muchísimo más barata que el sexo. Y no me refiero al sexo con personas que trabajan bajo el sistema de resort de tiempo compartido. Me refiero al matrimonial, para el cual hasta debes endeudarte con el banco y quizás jamás te enteres de que siempre estuviste en un resort de tiempo compartido.

Por eso, para cuando llegue el momento crucial en donde mi hijo Tobías me haga esa pregunta de qué es el sexo; creo que logrará entender que la respuesta correcta es una pizza recién horneada, tamaño megafamiliar con pepperoni, champiñones y aceitunas negras acompañada de una gaseosa helada. Aunque, cuando complete esta pregunta con el infaltable: “Papá, ¿y entonces de dónde vine yo?”. Ahí le contestaré: “De una cita romántica en donde antes nos fuimos a comer una pizza”.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

 
Reuben Morales Feb 29, 2024 | Actualizado hace 2 meses
Entrevista a la Crisis de los 40
Como no han inventado la vacuna contra la crisis de los 40, fui a hablar directamente con el señor “Crisis de los 40” en su parque de diversiones favorito: un café con barra de ensaladas

 

@ReubenMoralesYa

La medicina ha avanzado en muchísimas áreas, menos una: inventarse la vacuna contra la crisis de los 40. Por eso fui a hablar directamente con el señor “Crisis de los 40” en su parque de diversiones favorito: un café con barra de ensaladas.

Al llegar, me costó reconocerlo porque vi que llevaba una gorra de visera plana, bermudas, un tatuaje nuevo en el brazo, barba y lo acompañaba una pareja como veinte años menor. Aunque lo identifiqué porque le vi unas várices en las piernas y que leía el menú alejándolo con la mano, achinando los ojos y echando el cuello para atrás como una gallina a punto de picotear.

REUBEN: ¡Míster Crisis de los 40!

CRISIS DE LOS 40: ¡Ssshhh!, que mi novia cree que soy más joven. Amor, ¿nos podrías dejar solos un momento?

R: Hermano, por favor explícame qué me está pasando. Yo creía que era mercurio retrógrado, pero esto ya se está alargando más que un juego de béisbol con reglas viejas.

CDL40: Mira, no me levanto de golpe y me voy porque me da mareo. Así que cuéntame.

R: Es que me siento estafado. ¿Los 40 no y que eran los nuevos 20?

CDL40: Sí, los nuevos 20 achaques que te dan.

R: ¿Como el de querer usar pantalones chupi-chupi? ¿A ti no te aprietan demasiado la barriga?

CDL40: ¡Claro! Pero el truco está en no abotonárselos y solo usarlos con camisas por fuera del pantalón.

R: ¡Ah, ya!… Pero mira, aclárame algo: ¿por qué me estoy sintiendo así?

CDL40: Para eso debemos irnos a la numerología por la sencilla razón de que se llama “Crisis de los 40”. Entonces, 4 + 0 = 4. Es una crisis que te pone en cuatro.

R: ¡Claro, por la visita al urólogo!

CDL40: Obvio, aunque la crisis de los 40 también tiene muchas ventajas.

R: ¿Cuáles? Porque yo no las veo.

CDL40: Bueno, si quieres que te las diga, al menos págame la cuenta, porque esto de salir con una de 20 me tiene más quebrado que empresa nacionalizada.

R: Ojo, pero tampoco creas que soy un cuarentón de los años ochenta. Yo soy un cuarentón de los de ahorita, que no tiene para comprar casa propia, pero dale. Te la pago.

CDL40: ¡Perfecto! Entonces mira: la primera ventaja de tener 40 es que puedes hacer reclamos en la calle y la gente te presta atención.

R: Totalmente.

CDL40: Además de que uno a esta edad goza barato, porque los placeres de los 40 son sencillos: dormirse a las 8 de la noche, levantarse a las 4 de la mañana sin sueño, darse duchas frías para estimular la circulación, hacer ayuno intermitente, dormir una siesta después de almorzar carne de soya, leer libros de autoayuda y decir la palabra “resiliencia”.

R: ¡Verdad, me ha pasado!

CDL40: Ahora, pero tampoco te emociones y caigas en las tentaciones del cuarentón.

R: ¿Tentaciones? ¿Cuáles?

CDL40: Bueno, nada de tener amigos más jóvenes.

R: ¿Y eso?

CDL40: Porque no entienden tus chistes y cuando les muestras un reguetón que para ti es nuevo, se burlan diciendo que eso es viejíííííísimo porque apenas es del año pasado.

R: Ah, sí… a mí me fastidian con que hago chistes de papá.

CDL40: Y ni se te ocurra estar viendo mujeres en la calle.

R: ¿Por qué?

CDL40: Porque con esa calva que tienes, quedas como viejo verde.

R: Entonces me injerto cabello.

CDL40: ¡Menos! Porque el cabello injertado se nota.

R: ¿Sí?

CDL40: Claro, porque los folículos capilares los ponen tan alineaditos, que la cabeza parece un terreno reforestado.

R: ¿Entonces está prohibido todo?

CDL40: No, no… de hecho hay muchas cosas que puedes hacer.

R: Ah, claro… como una idea que tengo.

CDL40: ¿Cuál?

R: Denunciarte.

CDL40: ¿¿¿Qué???

R: Sí, porque tú eres una pandemia.

CDL40: Pero ya va… es que no te he dicho… Esto de la crisis de los 40 es un negocio que yo monté con unos coach y unos psicólogos.

R: ¿En serio?

CDL40: Sí… Es más, ¿no te gustaría entrar de socio?

R: Por supuesto, pero en este momento no. Mejor mañana.

CDL40: ¿Mañana? ¿Y por qué mañana?

R: Porque ahorita tengo una cita con un tatuador y después tengo que comprar vegetales en el mercado campesino.

CDL40: ¿Y eso?

R: Porque no me queda otra, hermano… La medicina ha avanzado en muchísimas áreas, menos en una: inventarse la vacuna contra esta crisis de los 40.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

 
 
Juan E. Fernández Feb 25, 2024 | Actualizado hace 2 meses
Lo malo de pensar distinto
Si te dedicas a la cultura, ya no pierdas el tiempo y búscate un trabajo decente. Está demostrado que esa actividad maligna es un camuflaje para esconder mensajes subversivos

 

@SoyJuanette

¿Por qué tiene que existir gente que te lleve la contraria? ¿Acaso no saben que no hay nada mejor que contar con personas que hagan lo que dices sin protestar? Según el diccionario de la Real Academia de Luxemburgo (o era de la de Liechtenstein), pensar se define como: “Examinar mentalmente algo con atención para formar un juicio. Razonar, discurrir, cavilar, meditar, estudiar, reflexionar, recapacitar”.

Y de acuerdo a este concepto, y por lo que yo veo, no tiene nada de malo lo de examinar mentalmente algo con atención. El problema está en lo de “formar juicio” porque ¿qué tienes tú que opinar del trabajo de personas respetables como, por ejemplo, reyes o políticos? Paga los impuestos y cállate. No hagas molestar a los que ostentan el poder llevándoles la contraria, o haciendo juicios de valor ¡No los hagas alterar!

Ojo, espero que no se malinterprete mi columna como una amenaza, es más bien una advertencia. Y si te dedicas a la cultura, ya no pierdas el tiempo y búscate un trabajo decente. Porque está demostrado que esa actividad maligna es un camuflaje para esconder mensajes subversivos en contra del poder.

Ya lo decía el gran filósofo alemán Nietzsche: “el hombre tuvo que inventar el humor (y podría sumar la cultura) para tratar de palear el sufrimiento de vivir”. Pero y eso de qué sirve si igual vamos a morir ¿verdad? Imagino yo que aquellos que persiguen el arte quieren hacernos ver que no tiene ningún sentido reírse para no llorar sino, más bien, lo recomendable es llorar de una buena vez y así no se pierde el tiempo. Miren que ahora hay inteligencia artificial y seguramente en dos semanas ya aprendan a llorar mejor que nosotros.

Sin duda los artistas y cultores son unos desalmados porque hacen la vida más llevadera. ¿Quién les dio ese derecho? Por qué tienen que hacer la vida llevadera si todos dicen que al mundo se viene a sufrir. Por eso creo que los que han perseguido y persiguen a estas personas no son realmente villanos, sino más bien héroes.

El humor y la cultura son malos porque nos hacen pensar. ¿Qué tienen ustedes que estar pensando? Después comienzan a analizar las situaciones y es ahí cuando vienen los problemas… ¡Quédense tranquilos!

Razón tenía Aquiles Nazoa cuando le dijo a Rodolfo Santana: “Todos los buenos humoristas, tarde o temprano, terminaban en la cárcel”. Ahora me pregunto: ¿acaso pasará lo mismo con actores, cineastas, cantantes y escritores?

Y es que la cultura es un arma de destrucción masiva, porque tal y como dijo el mismo Nazoa acerca de humor (y que aplica con casi cualquier expresión cultural), “el humor lo que hace es que la gente piense sin saber que están pensando”. 

Lo mejor es dejarse llevar, no criticar y asentir con la cabeza. No vaya a ser que uno termine exiliado o, peor aun, sometido al juicio popular del peor de todos los tribunales: Twitter, o como dicen ahora “X”. 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

 
Laureano Márquez P. Feb 22, 2024 | Actualizado hace 2 meses
Los mosquitos de Bill Gates
¿Qué c. (carrizo) hace Bill Gates, haciendo honor a su apellido, abriéndole las puertas a ese mosquiterío loco?

 

@laureanomar

Entre las noticias de esta semana, figura una de la que se puede hablar sin problemas (porque seguramente nadie saldrá en defensa del mosquito, quiero decir). Resulta que el conocido magnate, el superrecontramultimillonario Bill Gates está liberando en Medellín 30 millones de mosquitos a la semana. Numerosas inquietudes surgen: ¿por qué estaban detenidos esos mosquitos? ¿De qué se les acusaba? ¿Fueron sometidos al debido proceso? ¿Se respetaron sus derechos mosquitanos? Y la más relevante de todas: ¿qué c. (carrizo) hace Bill Gates, haciendo honor a su apellido, abriéndole las puertas a ese mosquiterío loco?

Cuando nos adentramos en la información, resulta que la organización World Mosquito Program, como una suerte de ONU de los zancudos, se dedica a producir mosquitos modificados genéticamente para luchar en contra de las enfermedades cuyo origen principal se remonta al Aedes aegypti, un mosquito transmisor del dengue, la chikungunya y el zica. Claro la primera duda que a uno le invade ante esa liberación mosquiteril es: por qué en vez de liberarlos no los dejan detenidos. Bueno, el punto es que las susodichas bestias voladoras son infectadas con wolbachia, una bacteria que impide que el insecto pueda transmitir las enfermedades que habitualmente transmite.

Al parecer esos mosquitos liberados hacen que en corto plazo todos los mosquitos sean portadores de la bacteria, lo que reduce significativamente las estadísticas de contagio con las enfermedades mencionadas. Y así, aunque con todo ese mosquiterío suelto, podemos convivir pacíficamente con ellos, dándoles, si es el caso, la habitual palmadita que los deja estampados en la blanca pared, pero sin ningún otro riesgo para la salud, salvo la eventual fractura de algún dedo.

Para lograr su propósito, el Sr. Gates tiene una «granja de mosquitos» en Medellín. Uno no entiende bien cómo funciona una granja de esta naturaleza, pero supone que debe ser lo mismo que la de pollos: bebederos, alimentación y una cerca para que no se escapen y no mucho más. Ahora el tema de la alimentación también genera inquietud: según las investigaciones las hembras se alimentan de sangre humana (hematófagos). No sabemos cómo se la proporciona Bill Gates, ni pretendemos averiguarlo tampoco. No hay por qué saberlo todo de los negocios ajenos.

Todo esto parece asunto de broma, pero no lo es; la capacidad mortífera del zancudo supera incluso la de nosotros los humanos matándonos unos con otros, que ya es bastante decir.

Pero valga la oportunidad, ya que Mr. Gates está trabajando tan afanosamente en este proyecto, para preguntarle si no le sería posible también proporcionar un beneficio complementario para eliminar el zumbido del mosquito, porque en honor a la verdad, y para decirlo en términos académicos, eso es lo que más jode. Entiendo que el zumbido lo producen las alas en el vuelo, así que mi sugerencia es buscar algún mecanismo para silenciarlas. Y así, ya que no lo van a matar a uno, por lo menos que chupen calladitos. Si no se puede con el silenciador de alas, otra sugerencia: ¿no se les podría hacer alguna mutación genética para prescindir de las mismas?, y que, si quieren picarlo a uno, bueno que le echen pichón y lo hagan a pie.

Gracias a Bill Gates por esta noble iniciativa que aplaudimos fervorosamente, con las consiguientes disculpas si acaso, por mala suerte, alguno de sus mosquitos se nos atraviesa en el aplauso.

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

 
Laureano Márquez P. Feb 08, 2024 | Actualizado hace 2 meses
Mi último delirio

Fotos: póster de la obra Mi último delirio y escenas teatrales de Héctor Manrique.

Se queda uno, luego de ver Mi último suspiro, rumiando los pensamientos y sueños del Libertador con el sentimiento de que nos toca a los de este tiempo rematar su obra

 

@laureanomar

Curiosa la etimología del término delirio: del latín de-lirare, que significa salirse del surco al labrar la tierra. Cómo llegó esta palabra a ser asociada a un trastorno psicológico y psiquiátrico: resulta que, en la antigüedad romana, una de las pruebas que realizaban para constatar el estado de enajenación mental de una persona era mandarle a hacer un surco con una vara; dependiendo del trazado se podía determinar si este se hacía correctamente o no; si sucedía lo segundo se consideraba a la persona presa de delirium.

No es frecuente en el teatro venezolano recurrir a la representación de episodios históricos ni a la caracterización de los personajes de nuestro Olimpo patrio y, mucho menos, al más sagrado de ellos: El Libertador. En Mi último delirio, Héctor Rodríguez Manrique caracteriza de manera brillante —como suele hacer con todos los personajes que encarna— a Simón Bolívar en el momento cercano a su muerte en Santa Marta. Según los partes médicos, en los últimos instantes de su vida, los delirios eran frecuentes.

La pieza es una verdadera joya teatral por múltiples razones: en primer lugar, el texto de la obra está enteramente extraído de frases, pensamientos y cartas del Libertador de los que se tiene constancia histórica.

De hecho, la obra cuenta con la asesoría de la reconocida historiadora Inés Quintero. La caracterización de Héctor es impecable: humaniza al personaje, dándole incluso con frecuencia algunos toques de humor que nos muestran a Bolívar como alguien mucho más cercano a nosotros, mucho más humano que héroe (por poner un ejemplo, quien esto escribe fue requerido con autoridad por el Libertador para que le alcanzara el aguamanil para afeitarse y se vio impelido a subir al escenario a cumplir la tarea, entre las risas del público).

La selección de los textos, entre la multiplicidad de materiales originales que se poseen del padre de la patria, está hecha para hablarle al venezolano de hoy, para dar cuenta de su sentir, inquietudes y anhelos. La dirección, el manejo de los recursos escénicos, los desplazamientos actorales llenan el espacio teatral y nos mantienen siempre atentos y en vilo.

La contribución de Héctor Manrique al teatro y a la cultura venezolana es realmente valiosa y merece nuestro aplauso y reconocimiento. Héctor es, sin duda, una voz valiente que da cuenta, tanto en las tablas como fuera de ellas, del sentir del venezolano de nuestro tiempo, de nuestros afanes y angustias. Su aporte a la civilidad desde su quehacer nos anima y nos da esperanza. Desde aquí nuestra gratitud.

Se queda uno pues, luego de ver la obra, rumiando los pensamientos y sueños del Libertador con el sentimiento de que nos toca a los de este tiempo rematar su obra. Por lo demás, Libertador, fue un honor servirle. Mi única recomendación: cambie usted de perfume porque, desde que fui a la obra, el olor a su pachulí no se me pasa.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es