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Director de HRW insiste en que hay evidencia «sólida» contra Maduro en caso de la CPI
El director de la ONG asegura que la administración de Nicolás Maduro está en una categoría “extrema de violaciones” a los derechos humanos similar a las dictaduras de Jorge Rafael Videla, en Argentina, o Augusto Pinochet, en Chile

 

El director de la ONG Human Rights Watch (HRW), José Miguel Vivanco, considera que el retiro de Argentina a la demanda introducida contra la gestión de Nicolás Maduro en la Corte Penal Internacional por varios países «no tiene ninguna influencia» en el proceso que se sigue en La Haya y dijo que existen evidencias «sólidas» y «contundentes» de crímenes de lesa humanidad en Venezuela.

Afirmó que la CPI debe tomar, probablemente a mediados de junio, una decisión «trascendental» de abrir formalmente una decisión contra Maduro. Subrayó que si esa instancia internacional decide avanzar con el proceso, sería la primera vez que un presidente latinoamericano cae en un proceso como este.

Vivanco expresó en Radio Rivadavia de Argentina que es un «paso errado» en la política exterior de Argentina y que a su juicio, es un «reflejo de lo que es la composición del gobierno» y esa decisión sería para no «irritar» a los sectores que le apoyan y que «no les importan los DDHH». En ese sentido, cree que hay un «filtro ideológico» porque esos sectores creen que si hay violaciones de este tipo, serían por dictaduras militares de derecha.

Aseguró que la administración de Nicolás Maduro está en una categoría “extrema de violaciones” a los derechos humanos similar a las dictaduras de Jorge Rafael Videla, en Argentina, o Augusto Pinochet, en Chile.

“Indudablemente estamos en una categoría extrema de violaciones, similares a las que cometió la dictadura militar en Argentina o Pinochet en Chile“, expresó.

La posición de Argentina sobre Venezuela se radicalizó oficialmente cuando el canciller de ese país, Felipe Solá, dijera que la relación con nuestro país «resultaba ser tóxica» y que no podía estar ocupando la agenda internacional como algo primordial; mientras que el mismo presidente Alberto Fernández ha evitado pronunciarse sobre la situación de nuestra nación.

El 26 de mayo se dio a conocer que el gobierno de Argentina retiró la acusación que pesaba sobre el régimen de Nicolás Maduro en la Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya y fuentes de ese país que precisaron que el retiro de la denuncia se realizó el pasado 25 de marzo, cuando se anunció la salida del Grupo de Lima.

Santiago Cantón, experto en DDHH y uno de los relatores independientes que participaron en la elaboración del informe de la Organización de Estados Americanos (OEA), que fue usado como argumento para elevar una denuncia ante la CPI contra la administración de Nicolás Maduro por la presunta comisión de crímenes de lesa humanidad, reprochó el jueves 26 de mayo que Argentina haya retirado la demanda contra el mandatario.

A su juicio, el hecho de que el gobierno presidido por Alberto Fernández haya tomado esa decisión, da a entender que al gobierno argentino «no le importan ni las desapariciones, ni las torturas, ni las violaciones a mujeres» que fueron comprobadas en el informe que él mismo redactó junto a Manuel Ventura e Irwin Cottler.

Gobierno de Maduro califica de infame el informe de HRW sobre Apure
De acuerdo con el informe de HRW, el Gobierno venezolano ha cometido abusos contra la población civil del estado de Apure en el marco de un operativo militar contra grupos irregulares

 

Este lunes, 26 de abril, el ministro de Exteriores de Venezuela, Jorge Arreaza, calificó como «infame» el informe que consignó Human Rights Watch (HRW) ante la Corte Penal Internacional (CPI) y las Naciones Unidas, en el que se acusa al Gobierno de cometer «abusos aberrantes» en la región occidental del estado Apure.

En un mensaje publicado a través de su cuenta en Twitter, Arreaza ha afirmado que las acusaciones tienen lugar «ante la imposibilidad de derrocar al Gobierno bolivariano» y las hacen «agresores contra Venezuela».

«Artículos del New York Times y otros medios, así como un infame informe de HRW, buscan nuevamente aumentar la presión intervencionista», dijo Jorge Arreaza.

En la misma publicación, el funcionario de Maduro afirmó que la denuncia de HRW se produce «ante la imposibilidad de derrocar» al Gobierno venezolano, al tiempo que señaló a «los agresores contra Venezuela» de coordinar sus «acciones mediáticas».

«Esta campaña coincide con la confesión de miembros de la oposición golpista que, desde Estados Unidos, han aceptado que se desarrolla una guerra híbrida contra Venezuela con el fin generar caos y violencia», añadió.

De acuerdo con el informe de HRW, el Gobierno venezolano ha cometido abusos contra la población civil del estado de Apure en el marco de un operativo militar contra grupos irregulares.

HRW acusa al gobierno de Maduro de ejecutar civiles en frontera con Colombia
En un informe, el organismo aseguró que el operativo en Apure «derivó en la ejecución de al menos cuatro campesinos, detenciones arbitrarias, el procesamiento de civiles ante tribunales militares, y torturas contra residentes acusados de colaborar con grupos armados»

 

Human Rights Watch (HRW) acusó a las fuerzas de seguridad venezolanas de las ejecuciones extrajudiciales de al menos cuatro civiles, de detenciones arbitrarias y de torturas, entre otros «abusos aberrantes» contra la población del estado Apure, fronterizo con Colombia.

La organización enmarcó sus acusaciones en el contexto de la ofensiva lanzada en marzo por el Gobierno de Nicolás Maduro contra grupos irregulares en ese estado, y pidió investigar el tema a la Fiscalía de la Corte Penal Internacional (CPI) y la Misión de la ONU de Determinación de los Hechos para Venezuela.

En un informe, HRW aseguró que el operativo «derivó en la ejecución de al menos cuatro campesinos, detenciones arbitrarias, el procesamiento de civiles ante tribunales militares, y torturas contra residentes acusados de colaborar con grupos armados».

«Las atrocidades cometidas contra residentes de Apure no son incidentes aislados por agentes insubordinados, sino que son consistentes con los abusos sistemáticos de las fuerzas de seguridad de Maduro», dijo el director para las Américas de HRW, José Miguel Vivanco, citado en el informe.

El pasado 21 de marzo, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) inició combates en Apure contra grupos irregulares que las autoridades nunca identificaron, pero que la ONG Fundaredes calificó de presuntos disidentes de la disuelta guerrilla colombiana de las FARC.

El conflicto se extendió por casi tres semanas y provocó el desplazamiento de más de 6.000 venezolanos hacia Colombia, según datos de Fundaredes.

La FANB aseguró que la ofensiva dejó un saldo de ocho militares y nueve «terroristas» fallecidos, así como más de cuarenta detenidos.

HRW alega en su informe que muchos de los detenidos «no eran miembros de grupos armados», sino de la población local, después de haber entrevistado a 38 personas que habían huido de Apure, además de a 30 abogados, peritos forenses, líderes comunitarios, periodistas, autoridades colombianas y representantes de grupos humanitarios.

Los desplazados entrevistados identificaron como responsables de los abusos a la FANB, a las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES) de la Policía Nacional Bolivariana, a la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y al Comando Nacional Antiextorsión y Secuestro (CONAS).

Las citadas ejecuciones afectaron a cuatro campesinos de una misma familia, a los que las FAES se llevaron el 25 de marzo de su vivienda en La Victoria, indica el informe.

«Sus cuerpos fueron encontrados a un kilómetro y medio, en El Ripial, con cortes, heridas de bala y presuntas luxaciones óseas. Peritos forenses concluyeron que las fotografías de los cuerpos sugieren que habrían sido movidos y que las armas de fuego y granadas que se ven junto a sus manos pudieron haber sido sembradas», señala el texto.

Emir Remolina, de 26 años, reconoció los cuerpos como los de sus padres, su hermano y su tío; y al menos 13 personas entrevistadas por HRW afirmaron que las víctimas no eran guerrilleros, «sino campesinos que habían vivido y trabajado allí por más de 15 años».

En La Victoria y en las zonas rurales de El Ripial, Los Arenales, La Capilla y La Osa, los agentes venezolanos «ingresaron por la fuerza en varias viviendas», sin una orden de allanamiento, y detuvieron a sus residentes, en su mayoría campesinos.

«Los agentes ordenaron a los detenidos cubrirse la cabeza con sus camisetas y los golpearon, los arrojaron al suelo y amenazaron con matarlos», señala el informe.

Dos detenidos que luego fueron liberados confirmaron que «estuvieron retenidos en instalaciones militares»; y los abusos también incluyeron saqueos en sus viviendas y la destrucción de «efectos personales, comida y enseres del hogar».

HRW pide a Trinidad y Tobago detener deportación de menores venezolanos
Al menos 24 mil venezolanos se han marchado a Trinidad y Tobago huyendo de la crisis económica venezolana

 

Este miércoles, la organización Human Rights Watch (HRW) afirmó que tanto las deportaciones como el trato que el gobierno de Trinidad y Tobago da a los inmigrantes venezolanos, especialmente a los menores de edad “incluidos de niños, niñas y solicitantes de asilo, no sólo constituyen gravísimas violaciones de derechos humanos, sino son, además, un lamentable reflejo de su lealtad al régimen de Nicolás Maduro”.

La organización precisó que la situación que afronta la isla caribeña por la pandemia del COVID-19 “no justifica deportaciones que violan el derecho internacional” y pidió detener las deportaciones.

En su reporte HRW apunta al menos 24.000 venezolanos han hecho el camino de solo 25 millas (40 kilómetros) que separa a ambos países, huyendo de la grave crisis en Venezuela, y que se espera que esa cifra aumente a 30.000 al concluir 2021.

WHR se dirigió en duros términos al quienes dirigen la isla, al afirmar que “el gobierno de Trinidad y Tobago sigue arrodillándose ante el mismo régimen cuya mala gestión económica y abusos han impulsado el éxodo masivo de más de 5,5 millones de personas”.

El 6 de diciembre del pasado año, 34 inmigrantes entre los que se encontraban varios niños murieron ahogados cuando la embarcación en que viajaban zozobró.

HRW también citó el caso del 17 de noviembre de 2020 cuando la policía detuvo a 29 venezolanos, incluidos 16 niños y niñas, uno de ellos de cuatro meses de edad, y al llegar la embarcación en la cual se trasladaban todos fueron enviados de regreso a Venezuela.

La organización critica la postura  del primer ministro Keith Rowley, quien dijo a mediados de diciembre que no votaría ninguna resolución de la OEA hasta tanto el líder opositor Juan Guaidó no saliera de la mesa negociadora y en su lugar pusieran a un representante del gobierno de Maduro.

*Con in formación de VOA

Human Rights Watch: Grupo de Lima llenó el vacío que dejó EE UU en la crisis venezolana
El informe resalta cómo el Grupo de Lima, formado en 2017 por once países latinoamericanos más Canadá, tuvo importantes logros como el de presionar al Consejo de Derechos Humanos de la ONU para que investigara la represión en Venezuela

 

Tras décadas a la sombra de Estados Unidos en cuestiones de derechos humanos, los países latinoamericanos del “Grupo de Lima” se esfuerzan por llenar el “vacío” que dejó la presidencia de Donald Trump en EE.UU. frente a la crisis venezolana, según el informe anual de la ONG Human Rights Watch.

El informe, presentado a la prensa desde Ginebra por el director ejecutivo de HRW, Kenneth Roth, destaca la aparición de nuevos actores para compensar el abandono de los derechos humanos que caracterizó la era Trump, algo de lo que fueron ejemplo varios países latinoamericanos.

“Tradicionalmente los gobiernos latinoamericanos no criticaban la situación de sus derechos humanos, se veía como algo que hacía Washington y un símbolo de su imperialismo, pero de forma muy positiva varias democracias se unieron en el Grupo de Lima, primero frente a Venezuela y luego ante Nicaragua”, comentó Roth a Efe.

El informe resalta cómo el Grupo de Lima, formado en 2017 por once países latinoamericanos más Canadá, tuvo importantes logros como el de presionar al Consejo de Derechos Humanos de la ONU (del que EEUU se retiró con la llegada de Trump) para que investigara la represión en Venezuela.

Además, seis de los miembros del Grupo de Lima solicitaron a la Corte Penal Internacional (sancionada por Washington) que investigara presuntos crímenes contra la humanidad por parte del régimen de Maduro.

De Venezuela, el responsable de HRW destacó que es “un desastre en términos económicos y humanitarios, con un enorme sufrimiento que la pandemia ha empeorado”, mientras continúa la represión “con aparentes ejecuciones, un bloqueo completo de la oposición y elecciones falsas organizadas por Maduro”.

El presidente venezolano “continúa con su represivo gobierno, pero está mucho más aislado de lo que lo hubiera estado si se hubiera mantenido únicamente la tradicional presión unilateral de EEUU”, destaca Roth en el prólogo del informe.

El Grupo de Lima también está presionando al Consejo de Derechos Humanos para que el Gobierno nicaragüense de Daniel Ortega sea investigado por posibles ataques a los derechos más elementales.

*Con información de EFE 

HRW: hacinamiento e insalubridad de venezolanos que vuelven a su país propaga COVID-19
A muchos de los que regresan «se les ha exigido permanecer en centros de cuarentena» durante más tiempo que los 14 días recomendados por la OMS, lo que, según un informe de HRW, se debe a demoras en las pruebas de diagnóstico de COVID-19  

Las condiciones de hacinamiento y falta de higiene a las que «las autoridades venezolanas someten» a los cerca de 130.000 migrantes que han retornado al país provoca el incremento de la transmisión de la COVID-19, denunció este martes la ONG Human Rights Watch (HRW).

Así se desprende de un informe elaborado por HRW y los centros de Salud y Derechos Humanos de la Universidad Johns Hopkins, en el que instan a los ministros de Relaciones Exteriores de los países latinoamericanos a que aborden con urgencia la situación de los retornados en el próximo encuentro del Proceso de Quito.

Sometidos a condiciones «insalubres» 

En su informe, ambas instituciones detallan que hallaron «condiciones insalubres y de hacinamiento» en los centros donde se «obliga a los retornados a cumplir cuarentena, con escaso acceso a alimentos, agua o atención médica».

A muchos de los retornados «se les ha exigido permanecer en centros de cuarentena» durante más tiempo que los 14 días recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo que, según el informe, se debe a demoras en las pruebas de diagnóstico de COVID-19 y, cuando han protestado, han sido amenazados.

Al respecto, la doctora y académica de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, Kathleen Page, afirmó que «enviar a los retornados a centros de cuarentena insalubres y sobrepoblados, donde es imposible cumplir con las medidas de distanciamiento social, es una fórmula perfecta para propagar la COVID-19».

Aunque las condiciones en los centros «varían considerablemente», según los datos recabados por HRW entre junio y septiembre, la mayoría de los retornados que entrevistaron les indicaron «que la capacidad de estos centros estaba seriamente desbordada y había múltiples personas en cada habitación».

Muchos de los encuestados también reportaron condiciones insalubres, como falta de agua y electricidad para hacer funcionar las bombas de agua, y de artículos básicos de higiene, como jabón.

Afirmaron que tuvieron serias dificultades para acceder a atención médica y alimentos, incluso agua potable y productos para los niños pequeños.

Hacinamiento y tratos degradantes

Tal y como recordó HRW, el hacinamiento en estos centros donde pasan sus cuarentenas «hace que el distanciamiento social resulte imposible» y en algunas instancias, la gravedad del trato a los retornados «podría constituir trato degradante», lo que está prohibido por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, entre otros instrumentos jurídicos vinculantes.

Asimismo, aseguraron que «no se aplica ningún estándar común a todos los centros», conocidos como Puntos de Atención Social Integral (PASI) y que son administrados por funcionarios públicos o fuerzas de seguridad, incluyendo la Guardia Nacional Bolivariana (GNB, policía militarizada).

Por ello, las condiciones, al igual que el acceso para los trabajadores humanitarios, «varía considerablemente dependiendo de quién esté a cargo».

HRW explicó que el pasado 10 de julio pidió información a las autoridades venezolanas sobre su respuesta «ante la hostilidad oficial hacia los retornados y las condiciones precarias en las cuales son recibidos» y no han obtenido respuesta.

El director para las Américas de HRW, José Miguel Vivanco, explicó que «los retornados venezolanos están expuestos a un riesgo mayor de COVID-19 en ambos lados de la frontera» y afirmó que «el Proceso de Quito es una oportunidad para que los gobiernos brinden apoyo y mejoren el modo en que ellos mismos tratan» a los compatriotas que vuelven al país.

Del Proceso de Quito forman parte doce países de América Latina: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guayana, México, Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay, que buscan dar respuesta a la crisis migratoria de Venezuela.

Petición a Guterres

HRW insta a los países que forman parte del proceso que «soliciten al secretario general de la ONU, António Guterres, su intervención para formalizar un programa eficaz de apoyo a los retornados en la frontera entre Colombia y Venezuela, con participación de expertos en salud pública y liderado por la Organización Panamericana de la Salud».

También a que exhorten «a las autoridades venezolanas a permitir acceso irrestricto a actores humanitarios y a la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU para monitorear las condiciones en los centros» donde permanecen los retornados.

Por otra parte, HRW explica que muchos venezolanos no tienen estatus legal regular en los países donde viven, por lo que a menudo carecen de acceso a atención médica y otros servicios, como pruebas de detección de COVID-19 o tratamiento para esa enfermedad.

Pese a que en algunos países, como Perú, Ecuador y Colombia, indican haber incluido en los servicios de salud a refugiados y migrantes cuyas pruebas dan positivo o quienes se sospecha que tienen COVID-19, esos servicios no alcanzan a quienes tienen un estatus migratorio irregular.

«Por ello, miles de venezolanos -incluyendo niños y niñas, adultos mayores, hombres y mujeres, incluso embarazadas – están volviendo a su país de origen, muchos del mismo modo en que huyeron anteriormente, es decir, a pie», sostienen.

Denuncian que Maduro limitó el acceso

Finalmente, denuncian que el 8 de junio, el Gobierno de Nicolás Maduro limitó el ingreso diario por cruces fronterizos oficiales a 100 o 300 personas, dependiendo del lugar, y en algunos cruces sólo permite el ingreso tres días en semana.

«Desde entonces, las multitudes que esperan para ingresar se han aglomerado en albergues improvisados al lado de carreteras, con escaso distanciamiento social», concluyen.

Por todo ello, explican que los trabajadores humanitarios prevén que la cantidad de venezolanos varados en el lado colombiano de la frontera llegue a miles de personas a medida de que las autoridades colombianas levanten las restricciones de viaje dentro del país.

Del otro lado, las autoridades de Colombia también anticipan que, con la futura reapertura de la economía colombiana, es probable que cerca de 144.000 venezolanos vuelvan a instalarse en este país, «sobre todo, considerando que Venezuela sigue atravesando un contexto de inestabilidad económica y política».

HRW: Gobierno de Maduro aumenta la represión con la excusa del coronavirus
A muchos de los detenidos se les imputan delitos previstos en la ‘ley contra el odio’ de 2017, que es «absurda y excesivamente amplia», y son procesados por un poder judicial «sin la más mínima independencia»

La organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW) denunció este viernes que las fuerzas de seguridad y las autoridades venezolanas han usado las medidas para contrarrestar la propagación de la covid-19 como una «excusa para reprimir voces disidentes e intensificar su control férreo sobre la población».

Desde que se declaró el estado de excepción para contener el contagio, a mediados de marzo pasado, las autoridades venezolanas detuvieron de manera «arbitraria» y procesaron «penalmente» a periodistas, trabajadores de la sanidad, abogados de derechos humanos y opositores políticos que critican al gobierno del presidente Nicolás Maduro, según un informe de HRW.

A muchos de los detenidos se les imputan delitos previstos en la ‘ley contra el odio’ de 2017, que es «absurda y excesivamente amplia», y son procesados por un poder judicial «sin la más mínima independencia».

A los abogados de los acusados se les concede un acceso «muy limitado» a los expedientes judiciales y a los fiscales, debido al «cierre de tribunales». Algunos detenidos sufrieron «abusos físicos» que podrían constituir «torturas».

«El estado de excepción ha hecho que las fuerzas de seguridad y los grupos armados partidarios del gobierno, que ya cuentan con un récord deplorable de torturas y ejecuciones extrajudiciales, sientan que tienen la facultad de reprimir con mayor ferocidad a los venezolanos», alertó José Miguel Vivanco, director para las Américas de HRW.

El 13 de marzo, recuerda la organización de derechos humanos, Maduro decretó un estado de «excepción y alarma» en todo el país y dispuso medidas para limitar la propagación de la Covid-19, incluidas restricciones de la circulación, la suspensión de algunas actividades y el uso obligatorio de mascarillas.

Maduro prorrogó el estado de excepción cinco veces, superando «el límite constitucional de 60 días». La Asamblea Nacional, de mayoría opositora, no aprobó las medidas, aunque la ley lo exige, según HRW.

«Hostigamiento y persecución»

En la práctica, quienes se encargan de que la población cumpla las normas de cuarentena son las Fuerzas Armadas; los cuerpos de seguridad, incluida la Policía Nacional Bolivariana (PNB) y sus Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), que han estado implicadas en «ejecuciones extrajudiciales»; y grupos armados partidarios del gobierno conocidos como «colectivos»

A partir de un análisis de casos reportados por ONG y y medios de comunicación venezolanos, Human Rights Watch identificó a 162 personas habrían sido víctimas de «hostigamiento, detención o persecución penal» entre marzo y junio pasados. La ONG venezolana Foro Penal informó de que hubo 257 detenciones «arbitrarias» en ese tiempo.

En algunos de los casos, los detenidos sufrieron «abusos, incluyendo agresiones verbales y físicas, golpizas y haber sido esposados por períodos prolongados».

La Oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), explica HRW, informó en julio que hubo una «aplicación discrecional» del estado de emergencia por parte de militares, fuerzas del orden y autoridades locales. Y documentó, asimismo, que los «colectivos» intimidaron y atacaron a opositores políticos, manifestantes y periodistas antes y durante la pandemia

En definitiva, las detenciones, los procesos penales arbitrarios y los abusos contra detenidos desde la declaración del estado de excepción siguen «el mismo patrón que los abusos sistemáticos» perpetrados por agentes de las fuerzas de seguridad que Human Rights Watch documentó en las «brutales arremetidas» contra opositores desde 2014.

HRW: “no queda ni una fachada de proceso democrático” en Venezuela
La ONG considera que las sentencias emitidas por el TSJ contra los partidos de oposición, viola los derechos de los venezolanos a tener elecciones libres y justas

 

Este martes, 7 de julio, la ONG Human Rights Watch (HRW) criticó los últimos fallos del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de Venezuela contra los partidos opositores y ha advertido de que en el país sudamericano “ya no queda ni una fachada de proceso democrático”. 

“Cuando un poder judicial que responde a Nicolás Maduro, descabeza a partidos políticos opositores que representan voces disidentes, vulnera los derechos de todos los venezolanos”, dijo el director para las Américas de HRW, José Miguel Vivanco, horas después de que el TSJ expulsara a la cúpula de Voluntad Popular, el partido del presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó.

La ONG considera que, con estos fallos, el gobierno viola los derechos de los venezolanos a tener elecciones libres y justas y a la libertad de asociación. Los principales partidos opositores ya han denunciado que, con las condiciones actuales, no hay unas mínimas garantías para la celebración de elecciones parlamentarias el 6 de diciembre.

Esta sentencia se asemeja a otras ya dictadas contra los dirigentes de Acción Democrática y Primero Justicia y anticipa el resultado de un proceso aún abierto contra Un Nuevo Tiempo, la otra formación del denominado G4 de la oposición en Venezuela.

«El derecho de los venezolanos a votar por los candidatos de su preferencia requiere que haya elecciones libres y justas, en las cuales todos los partidos y candidatos tengan una oportunidad razonable de plantear sus ideas al electorado», subrayó Vivanco en un comunicado.

Desde 2012, el TSJ ha interferido en la dirección o la estructura interna de ocho partidos opositores. Las condiciones previas a las últimas elecciones no fueron en absoluto equitativas. Se inhabilitó en forma arbitraria a opositores para que no se postularan a funciones públicas y hubo señalamientos creíbles de discriminación política en el empleo público. Estas acciones afectan gravemente la posibilidad de numerosos venezolanos de expresar sus opiniones libremente. Asimismo, en elecciones anteriores, las autoridades venezolanas han usado el hambre como herramienta para el control social y político.

Las últimas elecciones, celebradas en 2017 para elegir a miembros de la Asamblea Constituyente, estuvieron marcadas por los señalamientos de fraude que planteó Smartmatic, una empresa británica contratada por el gobierno para supervisar la votación. La empresa concluyó que se habían manipulado las cifras sobre la cantidad de votantes y estimó que la convocatoria real probablemente había sido de un millón de personas menos que la informada oficialmente, de 8 millones. Hace años que no existe observación internacional independiente de las elecciones en Venezuela.

*Con información de HRW