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La batalla de testaferros y representados, por Armando Martini Pietri

EN LA GESTA QUE LOS VENEZOLANOS con coraje y valentía, mantienen a diario en defensa de la libertad y por el retorno a la democracia, subyace una pugna que pocos conocen y aún menos conviene comentar, que puede y está torpedeando subrepticiamente la propuesta de cambio que anhela el colectivo.

Es la que libran ocultos desde otros frentes los llamados testaferros y representados, relacionados en contratos sórdidos e indocumentados por razones obvias, donde el tema del cambio promueve una disputa distinta, en reserva, agazapada entre gritos y murmullos, donde las garantías de retorno del botín al corrupto enajenante son mínimas, a pesar de que el asunto, con todo y su enmarañado engranaje, se ha hecho del dominio técnico de la cleptocracia -desarrollo del poder basado en el robo de capital, institucionalizando la corrupción y sus derivados como el nepotismo, clientelismo político y/o peculado-, castro chavista luego de años vaciando las arcas del Tesoro Nacional de manera inveterada, grosera, inescrupulosa y sin ninguna limitación ética ni moral.

El sistema mediante el cual se busca dejar fuera del alcance de cualquier investigación el dinero mal habido es recurrir a la tradicional figura del testaferro, es decir, confiando el producto de la concusión a un tercero que presta su identidad, firma, custodia, capacidad jurídica y, especialmente, complicidad, para esconder o revestir de legalidad la apertura de cuentas en paraísos fiscales y operaciones sobre bienes adquiridos con dinero “sucio”, que de esta forma se pretende “lavar”. Así, el testaferro, que no es más que un vulgar aguantador, administra con ánimo de dueño los negocios del corrupto burócrata, a cambio de estatus y jugosas remuneraciones, mientras éste permanece en funciones de gobierno, contemplando la rentabilidad de “sus inversiones” entre labores buenas y especialmente malas de administración.

Claro está que en estos años dilapidando los ingresos de la cuantiosa renta petrolera en los tiempos de bonanza, los saqueadores optimaron su creatividad con vergonzosa destreza, para crear una ingeniería financiera compleja y sofisticada, que les ha permitido acumular fortunas inexpugnables, maximizando igualmente el riesgo de que esos “aguantadores” se queden o traten de quedarse con todo, ante la mengua evidente que experimentan los factores de poder del castro-madurismo en instancias que, hasta hace poco, dominaban a voluntad y placer, entiéndase “burócratas corruptos”, debido al inocultable resquebrajamiento de la unidad de mando dentro de las FAN y demás cuerpos de seguridad del régimen, a la pérdida de “la calle” por el enorme, cada vez mayor descontento y consiguiente rechazo popular, además de la contrapartida que aporta el repunte vertiginoso de la oposición política que parece reencontrarse.

En palabras más populares, que el testaferro, en circunstancias que escapan al control del encubierto, se torne pícaro, agalludo, mal acostumbrado y decida manejar con exclusiva libertad los atributos del derecho de propiedad de aquel a quien ha suplantado.  

La exposición precedente viene a colación como aperitivo para el tema de la guerra soterrada y que preocupa seriamente, pues existen fundadas sospechas de que estos grupos de testaferros, “bolichicos”, enchufados o comoquiera que se les identifique, financian en la actualidad estrategias que persiguen socavar el cese de la usurpación y el gobierno de transición, asociados con factores de la oposición política colmados de ambiciones inconfesables proclives a la continuidad del período usurpado, en un conato destemplado y antipatriótico por mantener incólumes los intereses crematísticos acumulados en las mal habidas fortunas.

Y es que no siempre todos los apoyos suman. La debacle ético-moral en la que nos sumergió el chavismo castrista constituye una plaga difícil de combatir cuando los ideales libertarios se subordinan al poder económico en detrimento del gentilicio que nuestra historia independentista selló con orgullo, hoy día deshonrado sin el menor escrúpulo por quienes en nombre de Bolívar pisotean nuestra soberanía y se colocan al servicio de chupópteros extranjeros, cual ruines mercaderes.

 Estamos en una encrucijada para sortear con pie de plomo e impedir que las huestes de la traición infiltren con sus tentáculos el floreciente movimiento de la esperanza, den al traste con los avances y logros alcanzados desde el 23 de enero próximo pasado. No es cuestión de soslayar la rebelión de los testaferros motorizada por la inminente y seguro final de la dictadura castrista, porque mientras el burócrata ladrón mantenga el mando o control de sus parcelas de poder, los sustitutos seguirán siendo obsecuentes y sumisos; pero en el supuesto contrario, representados o suplantados pueden sucumbir ante las endebles garantías del “contrato” y quedar “más limpios que talón de lavandera” porque “ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón”.

No será fácil para los corruptos librarse de futuras investigaciones (o actuales, los peritos han estado trabajando y acumulando montañas de datos y conclusiones). Lo mejor es reivindicarse ante el pueblo que han robado sin misericordia, buscando la manera de devolver lo sustraído de las finanzas públicas con ilícitos negocios malsanos. De lo contrario, les espera el desprecio popular y una «peladera» donde no podrán llamar a «María» mientras el testaferro estará millonario. Interesante estudiar la posibilidad de aplicar una Ley de Amnistía para testaferros, negociadores y parlanchines, no para darles impunidad sino para recuperar los dineros ciudadanos.

Un testaferro que negocie buena información nunca quedará pobre, siempre algo podrá conservar, y es mejor ser un limpio por honestidad, que ser dejado limpio por la corrupta terquedad. Putrefactos, corrompidos y deshonestos, mejor confesarse con autoridades que ser arrasados por sus testaferros.

 

@ArmandoMartini 

INFOGRAFÍA | Cleptocracia: de la utopía revolucionaria a la miseria del Socialismo del Siglo XXI
Cuando se cumplen cuatro años de la muerte del presidente Hugo Chávez, creador del Socialismo del Siglo XXI, es evidente que pese a la promesa de que la riqueza petrolera pasaría a manos “de todos los venezolanos”, el diseño de dicho modelo no estuvo pensado para tal fin. Expertos argumentan que la versión chavista del socialismo, plena de controles económicos e incentivos a la corrupción, se asemeja más a una cleptocracia, es decir, a un sistema de gobierno en el que prima el interés por el enriquecimiento propio a costa de los bienes públicos. Advierten, además, que los últimos eslabones de la tragedia socialista son la hambruna y el control de los partidos políticos por parte del Gobierno

 

@GitiW

“EL SOCIALISMO SALVARÁ A LOS PUEBLOS del mundo de la miseria, de la pobreza, del hambre y de la desigualdad”, expresó Chávez en 2011. El caso venezolano demuestra que tal afirmación no solo fue utópica, sino diametralmente opuesta a la realidad. Y no fue por falta de recursos pues entre 1999 y 2015 el Estado recibió poco más de 2 billones de dólares por cuatro vías: exportaciones petroleras; tributos directos e indirectos, dividendos de Pdvsa y utilidades del BCV; emisiones de bonos y créditos diversos al Estado y sus entes, así como la emisión inorgánica de dinero del BCV.

“Nunca hubo tanta abundancia y tanto deterioro social. No hay manera de explicar en qué se tradujo el ingreso de casi un billón de dólares nada más por concepto de la renta petrolera y los fondos parafiscales”, apunta Fernando Fernández, abogado consultor en Derecho Penal Económico.

Quizás sí hay una manera de explicar cómo pasamos de recibir tal abundancia de recursos al actual estado de indigencia que se ve en las calles venezolanas. Fernández, quien preside la Asociación Venezolana de Derecho Penal Económico, argumenta que desde el principio, el socialismo del siglo XXI fomentó la construcción de un “estado dual” caracterizado por la llegada al poder de “personas leales, complacientes y obedientes al gobierno (…) con el deseo tácito o expreso de enriquecerse o de tener poder”, en otras palabras, creó las bases de una cleptocracia.

Esa construcción dio pie al “estado criminógeno”, en el cual todas las condiciones estimulan la corrupción incluso entre quienes no tenían la intención de hacerlo. “Se puede afirmar que se trata de la ejecución de un plan preconcebido. La corrupción se contagia pues en una madeja corrupta todos quieren su tajada. Este nivel de corrupción necesita de una estructura que lleva a todos los ciudadanos a formar parte de la cleptocracia de una forma u otra”, explica Fernández.

El Índice de Percepción de Corrupción 2016 ubicó a Venezuela como el último país del continente en transparencia gubernamental. Ese factor es justamente el que favorece la cleptocracia, pues su existencia requiere de una estructura amparada en la más completa opacidad.

 

Índice de Corrupción 2016

 

El director de la ONG Paz Activa, Luis Cedeño, enumera cuáles son los indicadores que demuestran la presencia de la cleptocracia en Venezuela:

1.- Maximización el endeudamiento del país

2.- Monopolio los actos de corrupción de gran volumen. Ej. Nepotismo

3.- Uso de fondos del Estado para pagar coimas a cambio de apoyos de políticos, diputados, medios y jueces

4.- Capitalismo de Estado e ideología totalitaria.

5.- Cooptación de Poderes

6.- Reducción de los servicios públicos

7.- Control de todos los partidos

 

El experto en Derecho Penal Económico alerta que aunque la cara más trágica de la debacle es la búsqueda de comida en los basureros públicos, situación que él estima evolucionará hacia un fenómeno de hambruna, el socialismo del siglo XXI buscará a continuación socavar completamente las bases de la democracia a través del control de los partidos políticos.

 

VENEZUELA-CRISIS

Venezolanos buscando comida en la basura | Foto: AP

¿Cómo se acaba con las cleptocracias? “Nadie lo sabe con certeza”, apuntó Fernández.  “El mejor escenario es que se disuelvan al estilo de Rusia, tras lo cual hay que hacer una cantidad de reformas legales y estructurales para sanear el Estado. Para que eso ocurra es indispensable un pacto entre todos los factores: económicos, políticos, sociales, militares y religiosos para refundar el país. Luego hay que recuperar los activos perdidos, tal y como lo hizo Brasil y Perú”. ¿Cuál sería el peor escenario? “Un cambio abrupto cuyo destino no se conoce”, agregó.

La siguiente infografía, basada en una investigación de Fernández, permite conocer cómo evolucionó la cleptocracia en Venezuela, desde su inicio como un sueño de igualdad social, al actual panorama de menesterosidad.

 

 

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Luis Cedeño, director ejecutivo del Observatorio del Delito Organizado aseguró que Venezuela no es un narcoestado sino una mezcla de varias cosas: cleptocracia, corrupción y narcotráfico. Además considera que el Gobierno busca llevar al pueblo venezolano a un estadio de debilidad moral, donde no puedan reclamarle a sus líderes sus faltas morales porque ellos también las han cometido.

Según el Índice de Percepción de Corrupción (IPC), Venezuela se ubica por segundo año consecutivo, como el país más corrupto de América Latina. “El país repitió su pobre calificación de 2015, 17 puntos sobre 100, con lo que quedó relegado al último puesto de la lista de 32 naciones de la región y a solo 10 lugares de la peor posición en la lista global de 176 que integran la edición 2016 del IPC, considerado como el indicador de corrupción más usado en el mundo”, según informa Transparencia Venezuela.

 

Cleptocracia = dominio de los ladrones

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra cleptocracia viene del griego clepto, ‘robo’; y cracia, ‘fuerza’ = dominio de los ladrones. Es el “Sistema de gobierno en el que prima el interés por el enriquecimiento propio a costa de los bienes públicos”.

 En julio de 2016, la Asociación Civil Paz Activa y el Observatorio de Delito Organizado realizaron el Foro “El desmantelamiento de la institucionalidad democrática en Venezuela” ¿Qué tipo de estado somos?, donde se profundizó en el análisis de la compleja problemática del impacto del crimen organizado en los diferentes ámbitos de Venezuela, no sólo como estado sino como país, con una situación socio-económica y política que cada día nos hace más vulnerable a este flagelo. 

En ese contexto Cedeño, comentó que existen algunos signos de la presencia de la Cleptocracia en Venezuela y enumeró algunos Indicadores que ilustran tal afirmación: 1. Maximizan los impuestos y el endeudamiento del país. 2. Monopolizan los actos de corrupción de gran volumen: Poligarquía y Nepotismo. 3. Usan fondos del Estado para pagar coimas a cambio de apoyos incondicionales de políticos, diputados, medios, periodistas, jueces y similares. 4. Capitalismo de Estado e Ideología totalitaria –de derecha o izquierda. 5. Reducen los servicios públicos, las calles se llenan de hoyos, las medicinas escasean, la educación empeora.

 La gravedad de la situación socio-económica que vive Venezuela actualmente, continúa siendo tema de diferentes medios internacionales. El pasado 28 de enero, el periódico La Nación de Argentina dedicó su editorial a este tema, titulando “Venezuela, un estado  fallido”, donde señala que “La situación de Venezuela se deteriora a pasos acelerados. Tanto es así que el país caribeño comienza a parecer un verdadero «Estado fallido», es decir, una nación con su institucionalidad completamente erosionada, por el fracaso de una ineficaz gestión de gobierno, con altísimos niveles de corrupción, criminalidad e inseguridad personal que se suman a una marcada degradación económica. Además, hay una cada vez más notoria intervención militar en el ámbito de la política. Las fuerzas armadas venezolanas son hoy responsables de la nada castrense tarea de asegurar la alimentación de su propio pueblo ante la incapacidad del gobierno de Nicolás Maduro. 

Como vemos Venezuela empieza a parecerse a esos “Estados Mafiosos”, donde participar en el gobierno, es una oportunidad para desarrollar negocios ilegales. “En la misma medida en que el Gobierno crea la gran oportunidad de generar dinero de forma muy rápida y muy fácil, a través de la distorsión económica y del control, hace que todo el mundo quiera hacerlo también. Es en este sentido que afirmamos que este Gobierno es un Gobierno criminógeno, que promueve la  criminalidad o desviación, en este caso”, precisó el Director de Paz Activa y del Observatorio de Delito Organizado. 

El estado mafioso funciona como delito organizado que genera diferentes modelos de negocio ilegales dentro del propio Estado y a su vez, los mecanismos para permitir tales ilícitos. En nuestro caso, lo están facilitando porque prácticamente el Sistema de Justicia y todos los jueces están controlados por estos poligarcas, lo que hace imposible que se haga justicia, o por lo menos que se haga justicia en Venezuela. Se hizo justicia en una corte norteamericana con estos sobrinos porque está fuera de del control del Estado mafioso venezolano. 

En Venezuela hay muchas otras oportunidades de estar al margen de la ley y de generar grandísimas fortunas, sea porque te dan un dólar a 10 bolívares y lo vendes a 4.000 bolívares, y eso en ninguna parte del mundo sucede. Venezuela no es un narcoestado por esta razón. Nos convertimos en un rompecabezas de actividad delictiva boyante, que además permea todas las instancias del Estado.

 

¿Corrupción como política de estado?

 

Según reseña Transparencia Internacional, el pago de sobornos por 98 millones de dólares a funcionarios venezolanos por parte de la empresa brasileña Odebrecht se sumó en 2016 a la larga lista de casos de corrupción multimillonaria en Venezuela, un registro que comenzó en 2001 con las revelaciones del Plan Bolívar 2000 y siguió con la entrega de más de 230 millones de dólares sin control por Cadivi y Cencoex para la importación de alimentos desde 2003, e incluye el robo del Fondo de Pensiones de Pdvsa o las colocaciones irregulares de dinero en el Banco de Andorra en 2015, por solo mencionar algunos.

La impunidad en estos y otros casos graves de corrupción, la actuación permisiva del Estado y los excesivos controles en todos los campos de la vida pública llevaron a Venezuela a ocupar por tercer año consecutivo el último lugar en el índice de percepción de corrupción de transparencia internacional. 

“La impunidad y la corrupción forman una relación perversa que va creciendo. En Venezuela cada vez hay más leyes que fomentan la opacidad. La Contraloría General cada día sanciona menos el incumplimiento de las normas de transparencia. Es inexplicable que la Fiscalía venezolana no diga nada respecto a casos tan importantes como Odebrecht, en el que sus directivos aceptaron ante un tribunal que pagaron 98 millones de dólares en sobornos en Venezuela. Todo esto nos indica el poco interés que hay en la lucha contra la corrupción”, indicó Mercedes de Freitas, directora ejecutiva de Transparencia Venezuela.

El Índice de Percepción de Corrupción (IPC), tiene una escala del 1 al 100,  en el que uno es más corrupto y 100 es el menos. De 176 países evaluados, Somalia es el peor ubicado en el mundo con 10 puntos, pero Venezuela es el peor de Latinoamérica y el Caribe con un indicador de 17 puntos. “El objetivo de esta medición es movilizar a los Estados a afinar su lucha contra la corrupción y en muchos casos se ha logrado, pero Venezuela siempre ha estado muy mal posicionada desde su creación en 1995”, dijo De Freitas. 

Indica Transparencia Venezuela que durante 2016, vimos que en todo el mundo la corrupción sistémica y la desigualdad social se refuerzan recíprocamente, y esto provoca decepción en la gente hacia su clase política y un contexto propicio para que se impongan los políticos populistas.

“El 69 por ciento de los 176 países incluidos en el Índice de Percepción de la Corrupción 2016 obtuvieron una puntuación inferior a 50, en una escala de 0 (percepción de altos niveles de corrupción) a 100 (percepción de ínfimos niveles de corrupción), y esto dejó en evidencia el carácter masivo y generalizado de la corrupción en el sector público a nivel mundial. Este año, fueron más los países que descendieron posiciones en el índice que los que escalaron puestos, y esto alerta sobre la necesidad de tomar medidas urgentes”, informa la organización internacional.

Observatorio del Delito Organizado: Venezuela es una mezcla de cleptocracia, corrupción y narcotráfico

venezuela

Según el Índice de Percepción de Corrupción (IPC), Venezuela se ubica por segundo año consecutivo como el país más corrupto de América Latina.

“El país repitió su pobre calificación de 2015, 17 puntos sobre 100, con lo que quedó relegado al último puesto de la lista de 32 naciones de la región y a solo 10 lugares de la peor posición en la lista global de 176 que integran la edición 2016 del IPC, considerado como el indicador de corrupción más usado en el mundo”, según informa Transparencia Venezuela.

“Venezuela no es un narcoestado”, afirma Luis Cedeño, “sino una mezcla de varias cosas: cleptocracia, corrupción y narcotráfico. Además considera que el Gobierno busca llevar al pueblo venezolano a un estadio de debilidad moral, donde no puedan reclamarle a sus líderes sus faltas morales porque ellos también las han cometido”. (La Razón)

Como hemos señalado en anteriores trabajos, en algunas de las Ex Repúblicas Soviéticas se han instaurado nuevas formas de gobierno e instituciones que surgieron a partir de sus revoluciones. Tales gobiernos presentan algunas debilidades en cuanto a la solidez de su estado de derecho, así como de sus sistemas de contraloría, dejando el control de la institucionalidad del estado en manos de las nuevas élites, algunas corruptas y con poca formación política que vieron en el manejo del estado grandes oportunidades de enriquecimiento. Estas son llamadas en algunos casos “Estados Mafiosos”.

Estos “estados” son controlados por una pequeña élite que puede estar conformada por familias dominantes (estilo la Cosa Nostra) o pequeños grupos de poder que se identifican con un “Poligarca”, que se define como un oligarca con poder político y gran poder económico oculto a través de testaferros, o una mezcla de estos.

CLEPTOCRACIA = Dominio de los ladrones

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra CLEPTOCRACIA viene del griego clepto, ‘ROBO’; y cracia, ‘FUERZA’ = DOMINIO DE LOS LADRONES. Es el “Sistema de gobierno en el que prima el interés por el enriquecimiento propio a costa de los bienes públicos”.

En julio de 2016, la Asociación Civil Paz Activa y el Observatorio de Delito Organizado realizaron el Foro “El desmantelamiento de la institucionalidad democrática en Venezuela” ¿Qué tipo de estado somos?, donde se profundizó en el análisis de la compleja problemática del impacto del crimen organizado en los diferentes ámbitos de Venezuela, no sólo como estado sino como país, con una situación socio-económica y política que cada día nos hace más vulnerable a este flagelo. En ese contexto Cedeño, comentó que existen algunos signos de la presencia de la Cleptocracia en Venezuela y enumeró algunos Indicadores que ilustran tal afirmación: 1. Maximizan los impuestos y el endeudamiento del país. 2. Monopolizan los actos de corrupción de gran volumen: Poligarquía y Nepotismo. 3. Usan fondos del Estado para pagar coimas a cambio de apoyos incondicionales de políticos, diputados, medios, periodistas, jueces y similares. 4. Capitalismo de Estado e Ideología totalitaria –de derecha o izquierda. 5. Reducen los servicios públicos, las calles se llenan de hoyos, las medicinas escasean, la educación empeora.

La gravedad de la situación socio-económica que vive Venezuela actualmente, continúa siendo tema de diferentes medios internacionales. El pasado 28 de enero, el periódico La Nación de Argentina dedicó su editorial a este tema, titulando “Venezuela, un estado fallido”, donde señala que “La situación de Venezuela se deteriora a pasos acelerados. Tanto es así que el país caribeño comienza a parecer un verdadero «Estado fallido», es decir, una nación con su institucionalidad completamente erosionada, por el fracaso de una ineficaz gestión de gobierno, con altísimos niveles de corrupción, criminalidad e inseguridad personal que se suman a una marcada degradación económica. Además, hay una cada vez más notoria intervención militar en el ámbito de la política. Las fuerzas armadas venezolanas son hoy responsables de la nada castrense tarea de asegurar la alimentación de su propio pueblo ante la incapacidad del gobierno de Nicolás Maduro. La Nación (Argentina)

Como vemos Venezuela empieza a parecerse a esos “Estados Mafiosos”, donde participar en el gobierno, es una oportunidad para desarrollar negocios ilegales. “En la misma medida en que el Gobierno crea la gran oportunidad de generar dinero de forma muy rápida y muy fácil, a través de la distorsión económica y del control, hace que todo el mundo quiera hacerlo también. Es en este sentido que afirmamos que este Gobierno es un Gobierno criminógeno, que promueve la criminalidad o desviación, en este caso”, precisó el Director de Paz Activa y del Observatorio de Delito Organizado.

El estado mafioso funciona como delito organizado que genera diferentes modelos de negocio ilegales dentro del propio Estado y a su vez, los mecanismos para permitir tales ilícitos. En nuestro caso, lo están facilitando porque prácticamente el Sistema de Justicia y todos los jueces están controlados por estos poligarcas, lo que hace imposible que se haga justicia, o por lo menos que se haga justicia en Venezuela. Se hizo justicia en una corte norteamericana con estos sobrinos porque está fuera de del control del Estado mafioso venezolano.

En Venezuela hay muchas otras oportunidades de estar al margen de la ley y de generar grandísimas fortunas, sea porque te dan un dólar a 10 bolívares y lo vendes a 4.000 bolívares, y eso en ninguna parte del mundo sucede. Venezuela no es un narcoestado por esta razón. Nos convertimos en un rompecabezas de actividad delictiva boyante, que además permea todas las instancias del Estado.

¿CORRUPCIÓN como política de estado?

Según reseña Transparencia Internacional, el pago de sobornos por 98 millones de dólares a funcionarios venezolanos por parte de la empresa brasileña Odebrecht se sumó en 2016 a la larga lista de casos de corrupción multimillonaria en Venezuela, un registro que comenzó en 2001 con las revelaciones del Plan Bolívar 2000 y siguió con la entrega de más de 230 millones de dólares sin control por Cadivi y Cencoex para la importación de alimentos desde 2003, e incluye el robo del Fondo de Pensiones de Pdvsa o las colocaciones irregulares de dinero en el Banco de Andorra en 2015, por solo mencionar algunos.

La impunidad en estos y otros casos graves de corrupción, la actuación permisiva del Estado y los excesivos controles en todos los campos de la vida pública llevaron a Venezuela a ocupar por tercer año consecutivo el último lugar en el índice de percepción de corrupción de transparencia internacional.

“La impunidad y la corrupción forman una relación perversa que va creciendo. En Venezuela cada vez hay más leyes que fomentan la opacidad. La Contraloría General cada día sanciona menos el incumplimiento de las normas de transparencia. Es inexplicable que la Fiscalía venezolana no diga nada respecto a casos tan importantes como Odebrecht, en el que sus directivos aceptaron ante un tribunal que pagaron 98 millones de dólares en sobornos en Venezuela. Todo esto nos indica el poco interés que hay en la lucha contra la corrupción”, indicó Mercedes de Freitas, directora ejecutiva de Transparencia Venezuela.

El Índice de Percepción de Corrupción (IPC), tiene una escala del 1 al 100, en el que uno es más corrupto y 100 es el menos. De 176 países evaluados, Somalia es el peor ubicado en el mundo con 10 puntos, pero Venezuela es el peor de Latinoamérica y el Caribe con un indicador de 17 puntos. “El objetivo de esta medición es movilizar a los Estados a afinar su lucha contra la corrupción y en muchos casos se ha logrado, pero Venezuela siempre ha estado muy mal posicionada desde su creación en 1995”, dijo De Freitas.

Indica Transparencia Venezuela que durante 2016, vimos que en todo el mundo la corrupción sistémica y la desigualdad social se refuerzan recíprocamente, y esto provoca decepción en la gente hacia su clase política y un contexto propicio para que se impongan los políticos populistas.

“El 69 por ciento de los 176 países incluidos en el Índice de Percepción de la Corrupción 2016 obtuvieron una puntuación inferior a 50, en una escala de 0 (percepción de altos niveles de corrupción) a 100 (percepción de ínfimos niveles de corrupción), y esto dejó en evidencia el carácter masivo y generalizado de la corrupción en el sector público a nivel mundial. Este año, fueron más los países que descendieron posiciones en el índice que los que escalaron puestos, y esto alerta sobre la necesidad de tomar medidas urgentes”, informa la organización internacional.